|
EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
|
538- Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
Jesús está detrás del Templo, cerca de la puerta del Rebaño, fuera de la ciudad.
Lo acompañan, desolados aunque también encorajinados, los apóstoles y los discípulos pastores (menos Leví). No veo a ningún otro de los discípulos que estaban antes en el Templo con Él.
Tienen una controversia. Es más, podría decir que no sólo están en desacuerdo entre sí, sino que lo están también con Jesús, y de manera especial con Judas de Keriot.
A éste le echan en cara las iras de los judíos, y lo hacen con mucha mordacidad. Judas les deja hablar y repite:
-Yo hablé con fariseos, escribas y sacerdotes, y ni uno de ellos estaba entre la gente.
A Jesús le reprochan el no haber cortado la discusión después de haberla hecho cesar una primera vez. Y Jesús responde:
-Debía completar mi manifestación.
Y también están en desacuerdo respecto a dónde ir, ahora que el sábado está próximo y que son días de fiesta. Simón Pedro propone donde José de Arimatea, puesto que Betania no es lugar para ir a crear incomodidades, especialmente después de que Jesús ha declarado que ya no se debe ir allí.
Tomás responde:
-No está José, y tampoco Nicodemo. Están fuera. Por la fiesta. Los saludé ayer cuando esperábamos a Judas y me lo dijeron.
-A casa de Nique, entonces -propone Mateo.
-Está en Jericó por la fiesta -responde Felipe.
-A casa de José de Seforí -dice Santiago de Alfeo.
-¡Mmm! José... No le haríamos ningún regalo. Ha tenido una serie de problemas y... ¡sí, hombre, lo digo!... y... venera al Maestro, pero desea la propia paz. Parece una barca pillada entre dos corrientes opuestas... y, para mantenerse a flote... tiene en cuenta todos los lastres. Incluso por lo que se refiere al pequeño Marcial... tanto es así, que se ha quedado muy a gusto pasándoselo a José de Arimatea -dice Pedro.
-¡Ah, por eso ayer estaba con él! -exclama Andrés.
-Ya, claro. Por eso es mejor dejarle recuperar la calma en un puertecito seguro... ¡Claro, la gente no es muy valiente, y el Sanedrín da miedo a todos! -añade Pedro.
-Te ruego que hables por ti. Yo no tengo miedo a nadie -dice Judas Iscariote.
-Y yo tampoco. Por defender al Maestro desafiaría a todas las legiones. Pero nosotros somos nosotros... Los demás... Bueno, pues tienen negocios, casas, mujeres, hijas... Y entonces consideran estas cosas.
-Nosotros también las tenemos, entonces -observa Bartolomé.
-Pero nosotros somos los apóstoles y...
-Y sois iguales que los demás. No critiquéis a nadie porque la prueba no ha venido todavía -dice Jesús.
-¿No ha venido? ¿Y qué otras cosas quieres, más de las que hemos pasado ya? ¡Y habrás visto cómo te he defendido hoy! Todos te hemos defendido. ¡Pero yo más que ninguno! ¡He
abierto paso con unos empujones que habrían botado una barca!... ¡Una idea! Vamos a Nob. ¡El anciano se sentirá contento!
-Sí, sí, a Nob -aprueban todos.
-Juan no está. Haríais el camino en balde. A Nob podéis ir, pero no a casa de Juan.
-¿Podéis? ¿Y Tú no puedes?
-No quiero, Simón de Jonás. Yo tengo ya dónde ir para estas noches de Encenias. Pero, fuera de la escena Yo, vosotros podéis estar tranquilos en cualquier lugar. Por eso os digo: id a donde queráis. Yo os bendigo. Os recuerdo que estéis unidos, física y espiritualmente, sujetos a Pedro, vuestra cabeza; pero no como a un amo, sino como a un hermano mayor. En cuanto Leví regrese con mi bolsa, nos separaremos.
-¡Eso no, mi Señor! ¡Nunca sucederá que te deje ir solo! -exclama Pedro.
-Siempre sucederá, si Yo lo quiero, Simón de Jonás. Pero no temas. No estaré en la ciudad. Ninguno que no sea ángel o demonio descubrirá mi refugio.
-Y es bueno. Porque hay demasiados demonios que te odian. ¡Te digo que no irás solo!
-También hay ángeles, Simón; e iré.
-¿Pero a dónde? ¿Pero a qué casa, si has rechazado las mejores, o por voluntad tuya o por las circunstancias? ¿Porque no querrás estar en esta estación del año en alguna gruta en los montes?
-¿Y si así fuera? Siempre serían menos gélidas que los corazones de los hombres que no me aman -dice, casi a sí mismo, Jesús, inclinando la cabeza para esconder visos de llanto en los ojos.
-Ahí está Leví. Viene corriendo -dice Andrés, que mira desde el borde del camino.
-Entonces démonos la paz y vamos a separarnos. Si queréis ir a Nob, tenéis el tiempo justo antes de la puesta del sol.
Leví llega jadeante:
-Te buscan por todas partes, Maestro... Me lo han dicho los que te quieren... Han estado en muchas casas, especialmente de gente modesta...
-¿Te han visto? -pregunta Santiago de Zebedeo.
-Claro. Incluso me han parado. Pero yo, que ya estaba al corriente, he dicho:
"Voy a Gabaón" y he salido por la puerta de Damasco y he corrido por detrás de las murallas... No he mentido, Señor, porque yo y éstos vamos a Gabaón después del sábado. Esta noche estaremos en los campos de la ciudad de David... Son días de recuerdos para nosotros... -y mira a Jesús con sonrisa de ángel en su rostro viril y barbado, una sonrisa que le pone de nuevo las facciones de niño de la noche lejana.
-De acuerdo. Vosotros podéis marcharos. Y también vosotros. Yo también me marcho. Cada uno por su camino. Me precederéis en el pueblo de Salomón, donde estaré dentro de pocos días. Y antes de dejaros os repito las palabras que os dije antes de enviaros de dos en dos por las ciudades:
"Id, predicad, anunciad que el Reino de los Cielos está muy cercano. Curad a los enfermos, limpiad a los leprosos, resucitad a los muertos del espíritu y de la carne imponiendo en mi Nombre la resurrección del espíritu, la búsqueda de mí que es vida, o la resurrección de la muerte. Y no os ensoberbezcáis de lo que hacéis.
Evitad las controversias entre vosotros y con quien no nos ama. No exijáis nada por lo que hagáis. Preferid ir a las ovejas perdidas de la casa de Israel antes que a gentiles y samaritanos; esto no por repulsa, sino porque no estáis todavía al nivel de poder convertirlos. Dad lo que tenéis sin preocuparos del mañana. Haced todo lo que me habéis visto hacer a mí, y con el mismo espíritu mío. Mirad, os doy el poder de hacer lo que Yo hago y que quiero que hagáis para que Dios sea glorificado".
Espira su aliento sobre ellos y luego, uno a uno, los besa y los despide.
Todos se marchan sin ganas, volviéndose varias veces. Él los saluda con la mano hasta que ve que todos se han ido, luego desciende hacia el lecho del Cedrón, entre matas, y se sienta en una piedra en la orilla del agua que corre borbollando. Bebe esta agua clara y, sin duda, gélida. Se lava la cara, las manos, los pies. Luego, vestido completamente de nuevo, vuelve a sentarse. Piensa... Y no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, concretamente que el apóstol Juan, que estaba ya lejos con los compañeros, ha regresado solo y como Él, se oculta ahora tras una mata tupida...
Jesús está allí un rato. Luego se levanta, se pone la bolsa en bandolera y, orillando el Cedrón, entre las matas, llega al pozo de En Ro-gel, para cortar luego hacia el sudoeste hasta tomar el camino que lleva a Belén. Y Juan, a unos cien pasos más atrás, lo sigue todo arrebujado en su manto para no ser reconocido.
Van y van y van por los caminos desnudos a causa del invierno: Jesús, con su paso largo, devora el camino; Juan lo sigue con dificultad, incluso porque debe tener cautela para no ser descubierto. Dos veces Jesús se para y se vuelve. La primera, al pasar junto al pequeño collado a donde Judas fue a hablar con Caifás y compañeros. La segunda, junto a un pozo, y allí se sienta y da unos bocados a un poco de pan y luego bebe del ánfora de un hombre.
Reanuda su camino mientras el sol baja, baja, baja... Y llega el crepúsculo. Llega al sepulcro de Raquel cuando la última rojura del ocaso se apaga en una pincelada de color violado. El cielo, a Occidente, parece todo él una pérgola de glicina en flor, mientras que al Este presenta ya el puro cobalto de un frío firmamento invernal de Oriente y ya las primeras luces sidéreas se asoman al extremo límite del cielo.
Jesús acelera el paso, para hallarse como es debido antes de que la noche sea completa. Pero, llegado a un punto alto desde el que se ve enteramente la pequeña ciudad de Belén, se para, mira, suspira... Luego baja rápido. No entra en la ciudad. La rodea por las últimas casas. Va derecho a las ruinas de la casa o torre de David, al lugar en donde nació.
Pasa el regato que corre junto a la gruta, pone pie en el pequeño espacio libre que hay, y que está cubierto de hojas secas... Da una ojeada dentro de las ruinas. El lugar está vacío. Entra...
Y Juan se queda a una cierta distancia, cauto para no ser ni oído ni visto. Rebusca, mira. Encuentra, más tanteando que con la vista, otro de los establos semiderruídos.
Entra también él y enciende una lumbre en un rincón. Hay un poco de paja, un poco de pajuzo sucio, algunas ramas secas, heno en el pesebre.
Juan está contento. Monologa:
-Al menos... oiré... y... o morimos juntos o lo salvo.
Luego suspira y dice:
-¡Y nació así! Y viene aquí a llorar su dolor... Y... ¡Ah, eterno Dios, salva a tu Cristo! Me tiembla el corazón, oh Dios Altísimo, porque Él se retira siempre antes de obras grandes... ¿Y qué obra grande puede hacer, sino manifestarse como Rey Mesías? ¡Oh, todas sus palabras están dentro de mí... Yo soy un niño ignorante y comprendo poco.¡Todos comprendemos poco, oh eterno Padre nuestro! Pero tengo miedo. ¡Tengo miedo! Porque Él habla de muerte, de muerte dolorosa, de traición y de cosas horribles...
¡Tengo miedo! ¡Miedo, mi Dios! Fortalece mi corazón. Señor eterno. Fortalece mi corazón de pobre niño como, ciertamente fortaleces el de tu Hijo para las futuras vicisitudes... ¡Oh, que yo lo percibo! Ha venido aquí para esto, para sentirte más que nunca y fortalecerse en tu amor. ¡Yo hago lo mismo, oh Padre Santísimo! Ámame y haz que te ame para tener la fuerza de padecer todo sin vileza, para consuelo del Hijo tuyo.
Juan hace una larga oración, en pie, erguido, con los brazos alzados, a la luz temblorosa de dos ramas que ha encendido en el elemental hogar. Ora hasta que ve que el fuego está para apagarse. Luego se sube al ancho pesebre y se acurruca en el heno. Envuelto en el manto oscuro, envuelta la gruta en las tinieblas, Juan es, todo él, una sombra uniformada con la sombra. Hasta que un primer claror de luna se introduce por la apertura orientada a Oriente, para decir que es plena noche. Pero Juan, cansado, duerme; su respiración y el leve frufrú del regatillo son los únicos ruidos en esta noche de Diciembre.
Arriba, el cielo, con nubes ligeras heridas por la Luna, parece todo recorrido por multitud de ángeles... Pero no hay canto de ángeles. A intervalos, se responden entre las ruinas los quejumbrosos «¡cu-cú!, ¡cucú!, ¡cucú! -de los pájaros nocturnos, y de vez en cuando, acaban con esa especie de carcajada de bruja que es propia de las lechuzas, y, de lejos, viene un lamento semejante a un aullido: ¡algún perro encerrado en algún redil y que aúlla a la Luna; o algún lobo al que el viento lleva olor de presa y se golpea los ijares con la cola y aúlla de deseo, no atreviéndose a acercarse a los apriscos bien custodiados? No lo sé.
Mas luego se oye rumor de voces y pisadas y se ve una luz rojiza y trémula entre las ruinas; y aparecen, uno detrás de otro, los discípulos pastores: Matías, Juan, Leví, José, Daniel, Benjamín, Elías. Simeón. Matías mantiene alzada una rama encendida para ver el camino. Pero el que se adelanta ligero es Leví, y es el primero en introducir la cabeza en la gruta de Jesús.
Enseguida se vuelve y hace un gesto para que los otros se detengan y callen, y mira otra vez... y luego, exhibiendo hacia atrás la mano derecha, señala a los otros que vayan, y se aparta mientras tiene un dedo en los labios con gesto de silencio, para dejarles sitio, y ellos, uno tras otro, miran y, conmovidos como Leví, se retiran.
-¿Qué hacemos? -susurra Elías.
-Nos quedamos aquí contemplándolo -dice José.
-No. A nadie le es lícito violar los secretos espirituales de las almas. Vamos a retirarnos más allá -dice Matías.
-Tienes razón. Vamos a entrar en el establo contiguo. Estaremos todavía aquí, y cerca de Él -dice Leví.
-Vamos -dicen.
Pero, antes de apartarse, miran fugazmente otra vez dentro de la gruta de la Natividad y luego se retiran, conmovidos, tratando de no hacer ruido.
Pero, ya en el umbral del establo contiguo, oyen roncar a
Juan.
-Hay alguno -dice Matías deteniéndose.
-¿Qué hace? Entramos nosotros también. Si se ha refugiado aquí algún mendigo, porque está claro que es un mendigo, podemos refugiarnos también nosotros -replica Benjamín.
Entran teniendo alzada la rama encendida. Juan, hecho un ovillo en su improvisada e incómoda cama, medio tapada la cara por el pelo y el manto, sigue durmiendo. Se apartan despacio con intención de sentarse en la paja esparcida cerca del pesebre. Pero, al hacerlo, Daniel mira con más atención al durmiente y lo reconoce. Dice:
-Es el apóstol del Señor. Juan de Zebedeo. Se han refugiado aquí en oración... y el sueño ha vencido al apóstol... Retirémonos. Podría sentirse humillado por verse sorprendido durmiendo en vez de orando...
Con pocas ganas vuelven afuera, y entran en la otra pieza que está después de ésta. Es más, Simeón se queja:
-¿Por qué no estar en la entrada de su gruta y verlo de vez en cuando? Hemos estado muchos años al raso y a la luz de las estrellas para custodiar los corderos, ¿y por el Cordero de Dios no lo hacemos? ¡Bien tenemos este derecho, nosotros que lo adoramos en su primer sueño!
-Tienes razón como hombre y como adorador del Hombre-Dios. Pero ¿qué has visto mirando ahí dentro? ¿Acaso, al Hombre? No. Nosotros, sin querer, hemos apartado el triple velo extendido para guardar el misterio, hemos franqueado el umbral infranqueable, y hemos visto lo que ni siquiera el Sumo Sacerdote ve entrando en el Santo de los Santos.
Hemos visto los inefables amores de Dios con Dios. No nos es lícito espiarlos. El poder de Dios podría castigar nuestras pupilas audaces que han visto el éxtasis del Hijo de Dios. ¡Quedémonos contentos con lo que hemos recibido!
Queríamos venir aquí para pasar la noche en oración antes de alejarnos para nuestra misión. Orar y recordar la lejana noche... Y, sin embargo, ¡hemos contemplado el amor de Dios! ¡Verdaderamente nos ha amado mucho el Eterno dándonos la alegría de la contemplación del Niño y la de sufrir por Él, y la de anunciarlo al mundo como discípulos del Niño Dios y del Hombre-Dios! Ahora nos ha concedido también este misterio... ¡Bendigamos al Altísimo y no queramos más! -dice Matías, que tengo la impresión de que es el que goza de más autoridad por sabiduría y justicia, entre los pastores.
-Tienes razón. Dios nos ha amado mucho. No debemos exigir más. Samuel, José y Jonatán no han tenido sino la alegría de adorar al Niño y sufrir por Él. Jonás murió sin poder seguirlo. El mismo Isaac no está aquí para ver lo que nosotros hemos visto. Y, si hay uno que lo merece, ése es Isaac, que se consume anunciándolo -dice Juan.
-¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Qué feliz se habría sentido Isaac de ver esto! Pero se lo contaremos -dice Daniel.
-Sí. Tenemos que recordar todo en nuestro corazón para decírselo a él -dice Elías.
-¡Y a los otros discípulos y fieles! -exclama Benjamín.
-No. No a los otros. No por egoísmo, sino por prudencia y por respeto al misterio. Si es voluntad de Dios, llegará la hora en que lo podremos decir. Por ahora debemos saber callar -dice Matías. Y hablando a Simeón:
-Tú fuiste conmigo discípulo de Juan. Recuerda cómo nos instruía sobre la prudencia sobre las cosas santas: "Si Dios un día, como ya os ha favorecido, os sigue favoreciendo con dones extraordinarios, que ello no os haga ser como ebrios charlatanes. Recordad que Dios se manifiesta a los espíritus, que están cerrados en la carne porque son gemas celestes que no deben estar expuestas a las inmundicias del mundo. Sed santos en vuestros miembros y en los sentidos para saber frenar todo instinto carnal.
Tanto en los ojos como en los oídos, tanto en la lengua como en las manos. Y santos en el pensamiento, sabiendo frenar ese orgullo que tenéis de hacer saber. Porque los sentidos y los órganos y el intelecto deben servir y no reinar; servir al espíritu, no reinar sobre el espíritu; deben tutelar, no turbar el espíritu. Por tanto, sobre los misterios de Dios en vosotros, salvo una explícita orden suya, poned el sigilo de vuestra prudencia, de la misma manera que el espíritu tiene el de la transitoria cárcel en la carne. Serían cosas completamente inútiles, malas y peligrosas, la carne y el intelecto, si no sirvieran para aportar mérito con la aflicción que les damos a ellos como respuesta a sus fómites, si no sirvieran como templo del altar sobre el que aletea la gloria de Dios: nuestro espíritu".
¿Lo recordáis? ¿Tú, Juan, y tú, Simeón? Espero que sí, porque si no recordarais las palabras de nuestro primer maestro, verdaderamente él estaría muerto para vosotros. Un maestro vive mientras su doctrina vive en sus discípulos. Y aunque luego fuera reemplazado por un maestro mayor y, para los discípulos de Jesús, reemplazado por el Maestro de los maestros-, no es nunca lícito olvidar las palabras del primero, que nos prepararon a comprender y amar con sabiduría al Cordero de Dios.
-Es verdad. Hablas con sabiduría. Te obedeceremos.
-¡Pero qué penoso es, fatigoso, resistir sin mirarlo otra vez estando tan cerca de Él! ¿Estará todavía como antes? pregunta Simeón.
-¡A saber! ¡Cómo resplandecía su cara!
-¡Más que la Luna en una noche serena!
-Su boca tenía sonrisa divina...
-Y sus pupilas manaban divino llanto...
-No decía palabras. Pero en Él todo era oración.
-¿Qué será lo que ha visto?
-A su eterno Padre. ¿Lo dudas? Sólo esa visión puede dar ese aspecto. Bueno... ¿qué digo?... ¡Más que verlo, estaba con Él, en Él! ¡El Verbo con el Pensamiento!...
¡Amándose!... ¡Ah!... -dice Leví, que parece a su vez en éxtasis.
-Pues por eso he dicho que no nos es lícito quedarnos allí. Tened en cuenta que no ha querido tener consigo ni siquiera a su apóstol...
-¡Claro! ¡Es verdad! ¡Maestro santo! ¡Necesita, más que de agua la tierra agostada, ser inundado por el amor de Dios! ¡Tanto odio en torno a El...!
-Pero también mucho amor. Yo quisiera... ¡Sí, lo hago! El Altísimo está presente. Yo me ofrezco y digo: "Señor Dios Altísimo, Dios y Padre de tu pueblo, que aceptas y consagras los corazones y los altares e inmolas las víctimas que te son gratas, descienda como un fuego tu deseo y me consuma víctima con Cristo, como Cristo y por Cristo, tu Hijo y tu Mesías, mi Dios y Maestro. En tus manos me pongo. Escucha mi oración".
Y Matías, que ha orado poniéndose en pie y con los brazos alzados, se sienta de nuevo en el montón de haces de leña que los acoge.
La Luna deja de iluminar la gruta porque ya cae hacia Occidente. Su candor ahora está sobre la campiña, no ya ahí dentro; y caras y cosas se difuminan en una sola sombra. También las palabras se hacen más escasas y los tonos de voz más bajos. Hasta que la somnolencia vence sobre la buena voluntad y se oyen sólo palabras separadas, a veces sin respuesta... El frío, que se hace punzante al ir acercándose el alba, estimula contra el sueño. Se alzan de nuevo, encienden unos ramajes, calientan sus miembros ateridos...
-¡Y Él, que está claro que no piensa en el fuego, cómo se apañará? -dice Leví (casi le castañean los dientes).
-¿Tendrá, al menos, comida? -pregunta Elías, y añade:
-Ahora sólo tenemos nuestro amor y poca y pobre comida... y hoy es sábado...
-¿Sabes qué? Ponemos toda nuestra comida en la entrada de la gruta y luego nos vamos. Nosotros siempre podremos encontrar un pan antes del anochecer, donde Raquel o donde Elichá. Y seremos la providencia de la Providencia, del Hijo de Aquel que ejerce su providencia con todos nosotros -propone José.
-Sí, sí. Hacemos un buen fuego para ver bien y calentarnos bien y luego llevamos todo allí y nos marchamos antes de que, con el alba Él o el apóstol salgan y nos vean.
A la luz del fuego vivo abren sus bolsas y sacan pan, quesos secos, alguna manzana. Luego se cargan los haces de leña y salen cautamente, mientras Matías alumbra todavía con una rama sacada del fuego. Ponen todo justo a la entrada de la gruta: los haces en el suelo; encima, el pan y los otros alimentos. Luego se retiran, cruzan el regatillo en el sentido contrario, uno detrás de otro, y se marchan ya con un primer, silencioso crepúsculo matutino rasgado al improviso por un canto de gallo.
|
|