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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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414- Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa del Anciano Elquías
Elquías ha invitado a Jesús a su casa, situada poco lejos del Templo, aunque un poco avanzada hacia el barrio que está al pie de Tofet. Jesús entra en ella. Es una casa decorosa, un poco severa, de cumplidor estricto.
Creo que hasta los clavos están puestos en número y posición tales, que alguno de los seiscientos trece preceptos lo indique como bueno. No hay ni un motivo ornamental en las cortinas, ni un friso en las paredes, ni un pequeño objeto de adorno... ninguna de esas mínimas cosas que hasta en las casas de José y Nicodemo y de los mismos fariseos de Cafarnaúm hay, para embellecerlas.
Gélida, de tan desnuda como está de todo lo que signifique ornamento; adusta, con sus muebles oscuros y pesados escuadrados como sarcófagos: rezuma por todas partes el espíritu de su amo: es una casa que repele, que no acoge, sino que se clausura, como casa enemiga, a quien en ella entra.
Y Elquías lo señala con jactancia:
-¿Ves, Maestro, como soy cumplidor? Todo lo dice. Mira: cortinas sin motivos ornamentales, muebles sin objetos de adorno, nada de vasijas de formas esculpidas o lámparas que imiten flores. No falta nada. Pero todo está regulado según el precepto: "No te harás ninguna escultura, ni representación de lo que hay arriba en el cielo, o abajo en la tierra, o en las aguas de debajo de la tierra". Tanto en la casa como en mis indumentos o los de mis familiares. Yo, por ejemplo, no apruebo en este discípulo tuyo (Judas Iscariote) estas labores en la túnica y en el manto. Me dirás: "Muchos las llevan". Dirás: "Es sólo una greca". De acuerdo. Pero con esos ángulos, con esas curvas, recuerda demasiado los signos de Egipto. ¡Qué horror! ¡Cifras demoníacas! ¡Signos de nigromancia!
¡Siglas de Belcebú! Llevar estas cosas no te honra, Judas de Simón; ni a ti tampoco, Maestro, el permitírselo.
Judas responde con una risita sarcástica. Jesús responde humildemente:
-Más que las señales en los vestidos, vigilo que no haya señales de horror en los corazones. De todas formas, solicitaré, es más, ya desde este momento solicito de mi discípulo que lleve indumentos menos adornados, para no escandalizar a nadie.
Judas tiene una buena reacción:
-Verdaderamente mi Maestro me ha dicho varias veces que
habría preferido más sencillez en mis indumentos. Pero yo... he hecho mi voluntad porque me gusta vestirme así.
-Mal, muy mal. Que un galileo enseñe a un judío está muy mal, además a ti, que eras del Templo... ¡oh!
Elquías muestra todo su escándalo, y sus amigos lo apoyan.
Judas está ya cansado de ser bueno, y replica:
-¡Entonces habría muchas pomposidades que quitaros también a vosotros del Sanedrín! Si os quitarais todos los motivos ornamentales con que cubrís las caras de vuestras almas, apareceríais bien feos.
-¡Mide tus palabras!
-Son las palabras de uno que os conoce.
-¡Maestro! ¿Lo estás oyendo?
-Oigo y digo que hace falta humildad por ambas partes, y, en ambas, verdad. Y recíproca indulgencia. Sólo Dios es perfecto.
-¡Bien dicho, Rabí! -dice uno de los amigos... Escuálida y solitaria voz en el grupo farisaico y doctoral.
-No. Está mal dicho -rebate Elquías -El Deuteronomio es claro en sus maldiciones. Dice: "Maldito el hombre que hace una imagen esculpida, o fundida, cosa abominable, obra de manos de artífice y..."
-Pero éstos son indumentos, no esculturas -responde Judas.
-Silencio tú. Habla tu Maestro. Elquías, sé justo y distingue Maldito quien hace ídolos. Pero no el que hace motivos ornamentales copiando la belleza que el Creador ha puesto en la creación. Cogemos las flores para adornar...
-Yo no cojo flores, ni quiero ver adornadas de flores las habitaciones. ¡Ay de las mujeres de mi casa, si cometen este pecado, aunque sea en las habitaciones propias! Sólo debe ser admirado Dios.
-Es un pensamiento justo. Sólo Dios. Pero se puede admirar a Dios también en una flor, reconociendo que Él es el artífice de la flor.
-
¡No, no! ¡Paganismo! ¡Paganismo!
-Judit se adornó, y se adornó Ester para finalidad santa...
¡Mujeres! Y la mujer es siempre un ser despreciable. Pero te ruego, Maestro, que entres en la sala del banquete mientras yo me retiro un momento, porque tengo que hablar con mis amigos.
Jesús da su consentimiento sin oposición.
-¡Maestro!... ¡Siento ahogo!... -exclama Pedro.
-¿Por qué? ¿Te sientes mal? -preguntan algunos.
-No. Pero sí, molesto... como uno que hubiera caído en una trampa.
-No te pongas nervioso. Y sed todos muy prudentes -aconseja Jesús.
Permanecen en grupo, de pie, hasta que vuelven los fariseos, seguidos por los criados.
-A las mesas sin demora. Tenemos una reunión y no podemos retrasarnos -ordena Elquías. Y distribuye los puestos, mientras ya los criados trinchan las carnes.
Jesús está al lado de Elquías y junto a Él Pedro. Elquías ofrece los alimentos y la comida empieza en medio de un silencio helador... Pero luego empiezan las primeras palabras, naturalmente dirigidas a Jesús, porque a los otros doce no se los considera; es como si no estuvieran.
El primero que pregunta es un doctor de la Ley.
-Maestro, ¿entonces estás seguro de que eres lo que dices?
-No es que sea Yo el que lo diga; ya los profetas lo habían dicho, antes de mi venida a vosotros.
-¡Los profetas!... Tú que niegas que nosotros somos santos, puedes también recibir como buenas mis palabras, si digo que nuestros profetas pueden ser unos exaltados.
-Los profetas son santos.
-Y nosotros no, ¿no es verdad? Considera que Sofonías une los profetas a los sacerdotes en la condena contra Jerusalén: "Sus profetas son unos exaltados, hombres sin fe, y sus sacerdotes profanan las cosas santas y violan la Ley". Tú nos echas en cara esto continuamente. Pero, si aceptas al profeta en la segunda parte de lo que dice, debes aceptarlo también en la primera, y reconocer que no hay base de apoyo en las palabras que vienen de los exaltados.
-Rabí de Israel, respóndeme. Cuando pocos renglones después Sofonías dice: "Canta y alégrate, hija de Sión... El Señor ha retirado el decreto que había contra ti... El Rey de Israel en medio de ti", ¿tu corazón acepta estas palabras?
-Mi gloria consiste en repetírmelas a mí mismo soñando aquel día.
-Pero son palabras de un profeta, por tanto de un exaltado...
El doctor de la Ley se queda desorientado un momento.
Le ayuda un amigo:
-Ninguno puede poner en duda que Israel reinará. No sólo uno, sino todos los profetas y los pre-profetas, o sea los patriarcas, han manifestado esta promesa de Dios.
-Y ninguno de los pre-profetas ni de los profetas ha dejado de señalarme como lo que soy.
-¡Sí! ¡Bueno! ¡Pero no tenemos pruebas! Puedes ser Tú también un exaltado. ¿Qué pruebas nos das de que eres el Mesías, el Hijo de Dios? Dame una seña para que pueda juzgar.
-No te digo mi muerte, descrita por David e Isaías, sino que te digo mi resurrección.
-¿Tú? ¿Tú? ¿Resucitar Tú? ¿Y quién te va a hacer resucitar?
-Vosotros no, está claro; ni el Pontífice ni el monarca ni las castas ni el pueblo. Resucitaré por mí mismo.
-¡No blasfemes, Galileo, ni mientas!
-Sólo doy honor a Dios y digo la verdad. Y con Sofonías te digo "Espérame en mi resurrección". Hasta ese momento podrás tener dudas, podréis tenerlas todos, podréis trabajar en instilarlas en el pueblo. Pero no podréis ya cuando el Eterno Viviente, por sí mismo, después de haber redimido, resucite para no volver a morir, Juez intocable, Rey perfecto que con su cetro y su justicia gobernará y juzgará hasta el final de los siglos y seguirá reinando en los Cielos para siempre.
-¿Pero no sabes que estás hablando a doctores y Ancianos? dice Elquías.
-¿Y qué, pues? Me preguntáis, Yo respondo. Mostráis deseos de saber, Yo os ilustro la verdad. No querrás hacerme venir a la mente, tú que por un motivo ornamental en un vestido has recordado la maldición del Deuteronomio, la otra maldición del mismo: "Maldito el que hiere a traición a su prójimo".
-No te hiero, te doy comida.
-No. Pero las insidiosas preguntas son golpes dados por la espalda. Ten cuidado, Elquías, porque las maldiciones de Dios se siguen, y la que he citado va seguida por esta otra: "Maldito quien acepta regalos para condenar a muerte a un inocente".
-En este caso el que aceptas regalos eres Tú, que eres mi invitado.
-Yo no condeno ni siquiera a los culpables si están arrepentidos.
-No eres justo, entonces.
-No, es justo, porque Él considera que el arrepentimiento merece perdón, y por eso no condena -dice el mismo que ya había manifestado su aprobación en el atrio de la casa a las palabras de Jesús.
-¡Cállate, Daniel! ¿Pretendes saber de estas cosas más que nosotros? ¿O es que estás seducido por uno sobre el cual mucho hay que decidir todavía y que no hace nada por ayudarnos a decidir en su favor? -dice un doctor.
-Sé que sois los que sabéis, y yo un simple judío, que ni siquiera sé por qué a menudo queréis que esté con vosotros...
-¡Pues porque eres de la familia! ¡Es fácil de entender! ¡Quiero que los que entran en mi parentela sean santos y sabios! No puedo consentir ignorancias en la Escritura, ni en la Ley, ni en los Halasiots, Midrasiots y en la Haggada. Y no las soporto. Hay que conocer todo. Hay que observar todo...
-Y te agradezco tanta preocupación. Pero yo, simple labriego de tierras, que indignamente he pasado a ser pariente tuyo, me he preocupado solamente de conocer la Escritura y los Profetas para consuelo de mi vida. Y, con la sencillez de un iletrado, te confieso que reconozco en el Rabí el Mesías, precedido por su Precursor, que nos lo ha señalado... Y Juan -no puedes negarlo -estaba penetrado del Espíritu de Dios.
Un momento de silencio. No quieren negar que Juan el Bautista fuera infalible; afirmarlo, tampoco.
Entonces otro dice:
-Bien... digamos que el Precursor es precursor del ángel que Dios envía para preparar el camino del Cristo. Y... admitamos que en el Galileo hay santidad suficiente para juzgar que Él es ese ángel. Después de Él vendrá el tiempo del Mesías. ¿No os parece a todos conciliador este pensamiento? ¿Lo aceptas, Elquías? ¿Y vosotros, amigos? ¿Y Tú, Nazareno?
-No. No. No.
Los tres noes son seguros.
-¿Cómo? ¿Por qué no lo aprobáis?
Elquías calla. Callan sus amigos. Solamente Jesús, sincero, responde:
-Porque no puedo aprobar un error. Yo soy más que un ángel. El ángel fue el Bautista, Precursor del Cristo, y el Cristo soy Yo.
Un silencio glacial, largo. Elquías, apoyado el codo sobre el triclinio y la cara en la mano, piensa, adusto, cerrado como toda su casa. Jesús se vuelve y lo mira. Luego dice:
-¡Elquías, Elquías, no confundas la Ley y los Profetas con las minucias!
-Veo que has leído mi pensamiento. Pero no puedes negar que has pecado incumpliendo el precepto.
-Como tú has incumplido el deber hacia el invitado; además con astucia, por tanto con más culpa. Lo has hecho con voluntad de hacerlo. Me has distraído y me has mandado aquí, mientras tú con tus amigos te purificabas, y cuando has vuelto nos has pedido que no nos demorásemos, porque tenías una reunión. Todo para poder decirme: "Has pecado".
-Podías recordarme mi deber de darte con qué purificarte.
-Te podría recordar muchas cosas, pero no serviría para nada más que para hacerte más intransigente y enemigo.
-No. Dilas. Dilas. Queremos escucharte y...
-Y acusarme ante los Príncipes de los Sacerdotes. Por este motivo te he recordado la última y la penúltima maldición.
Lo sé. Os conozco. Estoy aquí, inerme, entre vosotros.
Estoy aquí, aislado del pueblo que me ama, ante el cual no os atrevéis a agredirme. Pero no tengo miedo. Y no acepto arreglos ni me comporto cobardemente. Y os manifiesto vuestro pecado, de toda vuestra casta y vuestro, oh fariseos, falsos puros de la Ley, oh doctores, falsos sabios, que confundís y mezcláis a propósito lo verdaderamente bueno y lo falsamente bueno; que a los demás y de los demás exigís la perfección incluso en las cosas exteriores y a vosotros no os exigís nada.
Me criticáis, unidos al que nos ha invitado aquí, a mí y a vosotros, el que no me haya lavado antes de la comida.
Sabéis que vengo del Templo, donde no se entra sino tras haberse purificado de las suciedades del polvo y del camino. ¿Es que queréis confesar que el Sagrado Lugar es contaminación?
-Nosotros nos hemos purificado antes de la comida.
-Y a nosotros nos ha sido impuesto: "Id allí, esperad". Y después "A las mesas sin demora". Luego entonces, entre tus paredes desnudas de motivos ornamentales había un motivo intencional: engañarme.
¿Qué mano ha escrito en las paredes el motivo para poderme acusar? ¿Tu espíritu u otra potencia a la que escuchas y que dicta a tu espíritu sus reglas? Pues bien, oíd todos.
Jesús se pone en pie. Tiene las manos apoyadas en el borde de la mesa. Empieza su invectiva:
-Vosotros, fariseos, laváis la copa y el plato por fuera, y os laváis las manos y os laváis los pies, casi como si plato y copa, manos y pies, entrasen en ese espíritu vuestro que os place proclamar puro y perfecto. Pero no sois vosotros, sino Dios, quien tiene que proclamarlo.
Pues bien, sabed lo que Dios piensa de vuestro espíritu. Piensa que está lleno de mentira, suciedad y codicia; lleno de iniquidad está, y nada puede desde fuera corromper lo que ya está corrompido.
Quita la derecha de la mesa y empieza involuntariamente a hacer gestos con ella mientras prosigue:
-¿Y no puede, acaso, quien ha hecho vuestro espíritu, como ha hecho vuestro cuerpo, exigir, al menos en igual medida, para lo interno el respeto que tenéis para lo externo?
Necios que cambiáis los dos valores e invertís su potencia, ¿no querrá el Altísimo un cuidado aún mayor para el espíritu -hecho a semejanza suya y que por la corrupción pierde la Vida eterna -, que no para la mano o el pie, cuya suciedad puede ser eliminada con facilidad, y que, aunque permanecieran sucios no influirían en la limpieza interior?
¿Puede Dios preocuparse de la limpieza de una copa o de una bandeja, cuando no son sino cosas sin alma y que no pueden influir en vuestra alma?
Leo tu pensamiento, Simón Boetos. No. No es consistente.
Vosotros no tenéis estos cuidados, ni practicáis estas purificaciones, por una preocupación por la salud, ni por una tutela de la carne o de la vida. El pecado carnal, más claramente, los pecados carnales de gula, de intemperancia, de lujuria, son ciertamente más dañinos para la carne que no un poco de polvo en las manos o en el plato.
Y, a pesar de ello, los practicáis sin preocuparos de tutelar vuestra existencia y la incolumidad de vuestros familiares. Y cometéis pecados de más de una naturaleza, porque, además de la contaminación de vuestro espíritu y de vuestro cuerpo, además del despilfarro de bienes, de la falta de respeto a los familiares, ofendéis al Señor por la profanación de vuestro cuerpo, templo de vuestro espíritu, en que debería estar el trono para el Espíritu Santo; y lo ofendéis por el juicio que hacéis de que os debéis tutelar por vosotros mismos de las enfermedades que vienen de un poco de polvo, como si Dios no pudiera intervenir para protegeros de las enfermedades físicas si recurrierais a Él con espíritu puro.
¿Es que Aquel que ha creado lo interno no ha creado acaso también lo externo y viceversa? ¿Y no es lo interno lo más noble y lo más marcado por la divina semejanza?
Haced entonces obras que sean dignas de Dios, y no mezquindades que no se elevan por encima del polvo para el cual y del cual están hechas, del pobre polvo que es el hombre considerado como criatura animal, barro compuesto en una forma y que a ser polvo vuelve, polvo dispersado por el viento de los siglos.
Haced obras que permanezcan, obras regias y santas, obras que se coronen de la divina bendición. Haced caridad, haced limosna, sed honestos, sed puros en las obras y en las intenciones, y sin recurrir al agua de las abluciones todo será puro en vosotros.
¿Pero qué os creéis? ¿Que estáis en regla porque pagáis los diezmos de las especias? No.
¡Ay de vosotros, fariseos que pagáis los diezmos de la menta y de la ruda, de la mostaza y del comino, del hinojo y de todas las demás verduras, y luego descuidáis la justicia y el amor a Dios! Pagar los diezmos es un deber y hay que cumplirlo. Pero hay otros deberes más altos, que también hay que cumplir. ¡Ay de quien cumple las cosas exteriores y descuida las interiores basadas en el amor a Dios y al prójimo!
¡Ay de vosotros, fariseos, que estimáis los primeros puestos en las sinagogas y en las asambleas y deseáis que os hagan reverencias en las plazas, y no pensáis en hacer obras que os den un puesto en el Cielo y os merezcan la reverencia de los ángeles.
Sois semejantes a sepulcros escondidos, inadvertidos para el que pasa junto a ellos sin repulsa (sentiría repulsa si pudiera ver lo que encierran); pero Dios ve las más recónditas cosas y no se equivoca cuando os juzga.
Le interrumpe, poniéndose también de pie, en oposición, un doctor de la Ley.
-Maestro, hablando así nos ofendes también a nosotros; y no te conviene, porque nosotros debemos juzgarte.
-No. No vosotros. Vosotros no podéis juzgarme. Vosotros sois los juzgados, no los jueces, y quien os juzga es Dios. Vosotros podéis hablar, emitir sonidos con vuestros labios. Pero ni la más potente de las voces llega a los cielos, ni recorre toda la Tierra. Después de un poco de espacio es silencio...
Después de un poco de tiempo es olvido. Pero el juicio de Dios es voz que permanece y no está sujeto a olvidos.
Siglos y siglos han pasado desde que Dios juzgó a Lucifer y juzgó a Adán. Y la voz de ese juicio no se apaga, las consecuencias de ese juicio permanecen. Y si ahora he venido para traer de nuevo la Gracia a los hombres, mediante el Sacrificio perfecto, el juicio sobre la acción de Adán permanece igual, y siempre será llamado "pecado original".
Los hombres serán redimidos, lavados con una purificación que supera todas las demás, pero nacerán con esa marca, porque Dios ha juzgado que esa marca debe estar en todos los nacidos de mujer, menos para Aquel que, no por obra de hombre, sino por Espíritu Santo fue hecho, y para la Preservada y el Presantificado, vírgenes eternamente: la Primera, para poder ser la Virgen Deípara; el segundo, para poder preceder al Inocente naciendo ya limpio por un disfrute anticipado de los méritos infinitos del Salvador Redentor.
Y Yo os digo que Dios os juzga. Y os juzga diciendo: "¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque cargáis a la gente con pesos insoportables, transformando en castigo el paterno decálogo del Altísimo para su pueblo". Lo había dado con amor y por amor, para que una justa guía sostuviera al hombre, al hombre, a ese eterno e imprudente e ignorante niño.
Y vosotros, habéis cambiado la amorosa pollera con que Dios había abrazado a sus criaturas para que pudieran andar por el camino suyo y llegar a su corazón; la habéis cambiado por montañas de puntiagudas piedras, pesadas, angustiosas, un laberinto de prescripciones, una pesadilla de escrúpulos, a causa de lo cual el hombre se abate, se pierde, se detiene, teme a Dios como a un enemigo.
Obstaculizáis la marcha de los corazones hacia Dios. Separáis al Padre de los hijos. Negáis con vuestras imposiciones esta dulce, bendita, verdadera Paternidad.
Pero vosotros no tocáis ni con un dedo esos pesos que cargáis a los demás.
Os creéis justificados sólo por haberlos dado. Necios, ¿no sabéis que seréis juzgados precisamente por lo que habéis considerado necesario para salvarse? ¿No sabéis que Dios os va a decir:
“Juzgabais como sagrada, justa, vuestra palabra. Pues bien, también Yo la juzgo así.
Y os juzgo con vuestra palabra, porque se la habéis impuesto a todos y habéis juzgado a los hermanos conforme a cómo la acogieron y practicaron. Quedad condenados porque no habéis hecho lo que habéis dicho que había que hacer"?
¡Ay de vosotros, que erigís sepulcros a los profetas asesinados por vuestros padres! ¿Es que creéis disminuir con ello la dimensión de la culpa de vuestros padres?, ¿cancelarla ante los ojos de la posteridad?
No. Al contrario. Dais testimonio de estas obras de vuestros padres. No sólo eso, sino que las aprobáis, dispuestos a imitarlos, elevando luego un sepulcro al profeta perseguido para deciros a vosotros mismos: "Lo hemos honrado".
¡Hipócritas! Por esto la Sabiduría de Dios dijo: “Les enviaré profetas y apóstoles. A unos los matarán, a otros los perseguirán; para que se pueda pedir a esta generación la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del mundo en adelante, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario.
Sí, en verdad, en verdad os digo que de toda esta sangre de santos se pedirá cuentas a esta generación que no sabe distinguir a Dios en donde está, y persigue al justo y lo aflige porque el justo es el vivo cotejo con su injusticia.
¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis arrebatado la llave de la ciencia y habéis cerrado su templo para no entrar, y así no ser juzgados por ella, y tampoco habéis permitido que otros entraran! Porque sabéis que, si el pueblo fuera instruido por la verdadera
Ciencia, o sea, la Sabiduría santa, podría juzgaros. De forma que preferís que sea ignorante para que no os juzgue. Y me odiáis porque soy la Palabra de la Sabiduría, y quisierais encerrarme prematuramente en una cárcel, en un sepulcro para que ya no siguiera hablando.
Pero hablaré hasta que plazca a mi Padre que lo haga. Y después hablarán mis obras, más aún que mis palabras; y hablarán mis méritos, más aún que mis obras; y el mundo será instruido y sabrá y os juzgará. Este es el primer juicio contra vosotros. Luego vendrá el segundo, el juicio particular para cada uno de vosotros que muera.
En fin, el último: el universal. Y recordaréis este día y estos días, y vosotros, sólo vosotros, conoceréis a ese Dios terrible que os habéis esforzado en agitar, como una visión de pesadilla, ante los espíritus de los sencillos, mientras que vosotros, dentro de vuestro sepulcro, os habéis mofado de Él, y no habéis obedecido ni respetado los mandamientos, desde el primero y principal (el del amor) hasta el último que fue dado en el Sinaí.
Es inútil, Elquías, que no tengas figuras en tu casa. Es inútil, todos vosotros, que no tengáis objetos esculpidos en vuestras casas. Dentro de vuestro corazón tenéis el ídolo, los ídolos. El de creeros dioses, los de vuestras concupiscencias.
Venid, vosotros. Vamos.
Y, haciéndose preceder por los doce, sale el último.
Un silencio...
Luego, los que se han quedado en la casa, rompen en un clamor diciendo todos juntos:
-¡Hay que perseguirlo, pillarlo en un renuncio, encontrar motivos de imputación! ¡Hay que matarlo!
Otro silencio.
Y luego, mientras dos de ellos se marchan con la náusea del odio o de los propósitos farisaicos -son el pariente de Elquías y el otro que dos veces ha defendido al Maestro -, los que se quedan se preguntan:
-¿Y cómo?
Otro silencio.
Luego, con una carcajada ronca, Elquías dice:
-Hay que trabajar a Judas de Simón...
-¡Sí, claro! ¡Buena idea! ¡Pero lo has ofendido!...
-Me encargo yo -dice el que ha sido llamado Simón Boetos por Jesús -Yo y Eleazar de Anás... Lo embaucaremos...
-Unas pocas promesas...
-Un poco de miedo...
-Mucho dinero...
-No. Mucho no... Promesas, promesas de mucho dinero...
-¿Y luego?
-¿Cómo "y luego"?
-Sí. Luego. Terminada la cosa. ¿Qué le vamos a dar?
-Pues nada! La muerte. Así... no hablará nunca -dice lenta y cruelmente Elquías.
-¡Oh, la muerte!...
-¿Te aterroriza? ¡Venga hombre! Si matamos al Nazareno, que es un justo... podremos matar también al Iscariote, que es un pecador...
Hay vacilaciones...
Pero Elquías, poniéndose de pie, dice:
-Se lo diremos también a Anás... Y veréis como... juzgará buena la idea. Y vendréis también vosotros... ¡Claro que vendréis! ...
Salen todos detrás del amo de la casa, que se marcha diciendo:
-Vendréis... ¡Claro que vendréis!
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