01- Dios quiso un seno sin mancha               
            
               Dice Jesús:
               
  "Hoy escribe esto sólo. La pureza tiene un valor tal, que un seno  de criatura pudo contener al Incontenible, porque poseía la máxima pureza  posible en una criatura de Dios. 
  
La Santísima Trinidad descendió con sus perfecciones, habitó con sus  Tres Personas, cerró su Infinito en pequeño espacio -no por ello se hizo menor,  porque el amor de la Virgen y la voluntad de Dios dilataron este espacio hasta  hacer de él un Cielo– y se manifestó con sus características: 
             El Padre, siendo Creador nuevamente de la Criatura como en el sexto día  y teniendo una "hija" verdadera, digna, a su perfecta semejanza. La  impronta de Dios estaba estampada en María tan nítidamente, que sólo en el Primogénito  del Padre era superior.
               
María puede ser llamada la "segundogénita"  del Padre, porque, por perfección dada y sabida conservar, y por dignidad de  Esposa y Madre de Dios y de Reina del Cielo, viene segunda después del Hijo del  Padre y segunda en su eterno Pensamiento, que abaeterno en Ella se complació. 
             El Hijo, siendo también para Ella "el Hijo" enseñándole, por  misterio de gracia, su verdad y sabiduría cuando aún era sólo un Embrión que  crecía en su seno. 
             El Espíritu Santo, apareciendo entre los hombres por un anticipado  Pentecostés, por un prolongado Pentecostés, Amor en "Aquella que  amó", Consuelo para los hombres por el Fruto de su seno, Santificación por  la maternidad del Santo. 
             Dios, para manifestarse a los hombres en la forma nueva y completa que  abre la era de la Redención, no eligió como trono suyo un astro del cielo, ni  el palacio de un grande. No quiso tampoco las alas de los ángeles como base  para su pie. Quiso un seno sin mancha. 
             Eva también había sido creada sin mancha, mas, espontáneamente, quiso  corromperse. María, que vivió en un mundo corrompido –Eva estaba, por el  contrario, en un mundo puro– no quiso lesionar su candor ni siquiera con un  pensamiento vuelto hacia el pecado. 
               
               Conoció la existencia del pecado y vio de  él sus distintas y horribles manifestaciones, las vio todas, incluso la  más horrenda: el deicidio. Pero las conoció para expiarlas y para ser,  eternamente, Aquella que tiene piedad de los pecadores y ruega por su  redención. 
             Este pensamiento será introducción a otras santas cosas que daré para  consuelo tuyo y de muchos".