|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año, Jesús será el Justo
 314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida  315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor  316. Jesús se despide de Juande Endor y de Síntica
 317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote  318. En barca de Tolemaidaa Tiro
 319. Partida de Tiro en la nave del cretense  Nicomedes   320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad  321. Arribo a Seleucia.Se despiden de Nicomedes
 322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía   323. La visita a Antigonio  324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica  325. Los ocho apóstoles se reúnen 
con Jesúscerca de Akcib
 326. Un alto en Akcib   327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.Parábola de la levadura
 328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona  329. En el mercado de Alejandrocena. La parábolade los obreros de la viña
 330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib con el pastor Anás
 331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib  332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe vuelve a unirse al Maestro
 333. Con los diez apóstoleshacia Sicaminón
 334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico   335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópicocurado en sábado
 336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás por María Santísima
 337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curaciónde una mujer encorvada
 338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.La parábola del cultivador
 339. La noche pecaminosa de Judas Iscariote
 340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel  341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios  342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.La profecía de Habacuc
 343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre. El primado a Simón Pedro
 344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás  345. Milagro en el castillode Cesárea Paneas
 346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro   347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego   348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguracionesde la Virgen
 349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos  350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencera los demonios
 351. El tributo al Templo pagado con la moneda halladaen la boca del pez
 352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grandeen el reino de los Cielos
 353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra  354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga de Cafarnaúm
 355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión  356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,que quiere sólo amar
 357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio  358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías   359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad  360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro con Rosa de Jericó
 361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán  362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas  363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación. Apóstrofe a Jerusalén
 364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos  365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la casa de Lázaro, enfermo
 366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía  367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní  368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo  369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas  370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa  371.  El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro  372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro  373. El día de la Parasceve. En el Templo
 374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel  375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel  376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido  377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte  378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa  379. Una premonición delapóstol Juan
 380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción  381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio  382. Un alto en casa de Nique  383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán  384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón  385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo de Salomón
 386. Hacia la orilla occidental del Jordán
 387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del prodigio de Josué
 388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania con Simón Zelote.
 389. Llegada a Engadí con diez apóstoles
 390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semillade palma
 391. Curación del leproso Eliseo de Engadí  392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza  393. En la casa de campo de María de Keriot   394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot   395. Las dos madres  infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas  396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora de curaciones
 397. Despedida de los fieles de Yuttá
 398. Palabras de despedida en Hebrón. Los deliriosde Judas Iscariote
 399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa  400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia  401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.Éxtasis de la escritora
 402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter  403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás  404. En camino hacia Emaús de la llanura
 405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel  406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles  407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos  408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea  409. El drama familiar del Anciano Juan  410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico  411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda  412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas  413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo  414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casadel Anciano Elquías
 415. Un alto en el caminoen Betania
 416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó   417. Historia de Zacarías el leproso y conversión de Zaqueo el publicano
 418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón  419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas  420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor  421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contrael Espíritu Santo
 422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes y los siervos inútiles
 423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobreel amor y el perdón
 424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea  425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos  426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.La joven esclava salvada
 427. Bartolomé instruyea Áurea Gala
 428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío  429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón  430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritude la Ley
 431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinosde Jocanán
 432. Con los campesinos de Jocanán, cerca de Sefori
 433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen. Curación de Áurea
 434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola de la madera barnizada
 435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles  436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención  437. Coloquiode Jesús con
su Madre
 438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote  439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios  440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo  441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola  442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María  443. La muerte del abuelo de Margziam  444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador  445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote  446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento   447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco  448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro  449. El pequeño Alfeo desamado de su madre  450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan  451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos  452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos  453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico  454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo  455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en prode unos forzados
 456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa  457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula  458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobrelos dones de Dios
 459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre las malas amistades
 460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparadospara el Sacrificio
 461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor  462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaúsde Tiberíades
 463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora  464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio del Predilecto
 465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún  466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana  467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín  468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros queilustran su figura
 469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín  470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio  471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección sobre Dios-Amor
 472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala  473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lecciónpara las familias
 474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor  475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos  476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra  477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales de Jesús y María
 478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos  479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán  480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán  481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una tramade los fariseos
 482. En camino con un pastor samaritano que vepremiada su fe
 483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria  484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada  485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam  486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino  487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo  488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después de la oración
 489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento  490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías  491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva  492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor  493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios  494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores  495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania  496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbaciónde Judas Iscariote.
 497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento   498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusióncon Judas Iscariote
 499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra   500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro en el monte Nebo
 501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra  502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)  503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto  504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías  505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda  506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús es la Luz del mundo
 507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías  508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí  509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido del Templo
 510. La curación de un ciego de nacimiento
 511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote  512. Profecía ante un pueblo destruido  513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertenciaa Israel
 514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía  515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre la humildad
 516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios  517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error  518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como buen Pastor
 519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro  520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana  521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana  522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural delconvertido Zaqueo
 523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos  524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos  525. El juicio sobre Sabeade Betlequí
 526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista  527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo  528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote  529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob  530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote  531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví  532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob  533. Hacia Jerusalén conJudas Iscariote
 534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargopara los gentiles
 535. Judas Iscariote llamadoa informar a casa de Caifás
 536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesúsa la muerte de Lázaro
 537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle  538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores  539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes  540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año    | 
      
      
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             510- La curación de un ciego de nacimiento
 Jesús sale junto con sus  apóstoles y José de Seforí en dirección a la sinagoga. El día alegra, terso y  sereno, cual promesa de primavera, después de días de viento y nubes llenas de  invierno. 
 Así que muchos de Jerusalén están en las calles: unos, camino de las  sinagogas; otros, volviendo de éstas o de otros lugares; otros, con la familia  y con la intención de salir de la ciudad para disfrutar del sol del campo. Por  la puerta de Herodes, visible desde la casa de José de Seforí, se ve salir a la  gente buscando alegres entretenimientos fuera de las murallas, al aire libre.
 
 Una zambullida en el verde del campo, en la amplitud, en la libertad; fuera de  las calles, angostas entre las altas casas. Creo que la cintura agreste que  rodeaba a Jerusalén era espontáneamente estimada por los habitantes de la  ciudad, que querían conciliar la medida del sábado con su deseo de aire y sol  (tomados por los caminos y no sólo en las solanas de las casas).
 
 Pero Jesús no va hacia la  puerta de Herodes. Es más, vuelve las espaldas a esta puerta para dirigirse al  interior de la ciudad. Pero, habiendo recorrido sólo unos pocos pasos por la  calle más ancha -en la cual desemboca la callecita donde se encuentra la casa  de José de Seforí-, Judas de Keriot le señala la presencia de un joven que  viene en dirección contraria, tentando la pared con un bastón, hacia arriba la  cabeza carente de ojos, con el típico modo de andar de los ciegos.
 
 Sus vestidos  son pobres, pero limpios, y debe ser una persona conocida por muchos de los  habitantes de Jerusalén, porque más de uno lo señala, y algunas personas se  acercan a él y le dicen:
 -Hombre, hoy has confundido el  camino. Todos los caminos del Moria están ya atrás. Ya estás en Beceta.
 -Hoy no pido limosna de dinero  -responde el ciego con una sonrisa, y sigue andando, sonriente todavía, hacia  el norte de la ciudad.
 
 -Maestro, obsérvalo. Tiene los  párpados soldados. Es más, yo diría que no tiene párpados. La frente se une a  las mejillas sin ninguna oquedad, y parece como si debajo no estuvieran los  globos de los ojos. El pobre ha nacido así.
 
 Y así morirá, sin haber visto una  sola vez la luz del Sol ni el rostro de los hombres. Ahora, dime, Maestro: para  recibir este castigo tan grande, sin duda pecó; pero, si es ciego de  nacimiento, como lo es, ¿cómo pudo pecar antes de nacer? ¿Será que pecaron sus  padres y Dios los castigó haciéndole nacer así?
 
 También los otros apóstoles e  Isaac y Margziam se arriman a Jesús para escuchar la respuesta. Y, acelerando  el paso, como atraídos por la altura de Jesús, que domina al resto de la gente,  acuden dos jerosolimitanos de aspecto educado y que estaban un poco detrás del  ciego. Con ellos está José de Arimatea, que no se acerca, sino que, adosándose  a un portal elevado sobre dos escalones, mira a todas las caras observando  todo.
 
 Jesús responde. En el silencio  que se ha formado, se oyen nítidamente las palabras:
 
 -No han pecado ni él ni sus  padres más de lo que pecan todos los hombres, y quizás menos; porque  frecuentemente la pobreza es un freno para el pecado. No. Ha nacido así para  que en él se manifiesten -una vez más-el poder y las obras de Dios. Yo soy la  Luz que ha venido al mundo, para que aquellos del mundo que han olvidado a  Dios, o han perdido su imagen espiritual, vean y recuerden, y para que aquellos  que buscan a Dios o son ya de Él se vean confirmados en la fe y en el amor.
 
 El  Padre me ha enviado para que, en el tiempo que todavía se le concede a Israel,  complete el conocimiento de Dios en Israel y en el mundo. Así que debo llevar a  cabo las obras de Aquel que me ha enviado, como testimonio de que puedo lo que  Él puede, porque soy Uno con Él; y para que el mundo sepa y vea que el Hijo no  es desemejante del Padre y crea en mí en lo que Yo soy.
 
 Después llegará la  noche, en la cual ya no se puede trabajar; la tiniebla. Y el que no se haya  grabado mi signo y la fe en mí, ya no podrá hacerlo en las tinieblas y en medio  de la confusión, el dolor, la desolación y destrucción que cubrirán a estos  lugares y aturdirán los espíritus con la agitación producida por las angustias.
 
 Pero mientras estoy en el mundo soy Luz y Testimonio, Palabra, Camino y Vida,  Sabiduría, Poder y Misericordia. Ve, pues, llégate donde el ciego de nacimiento  y tráemelo aquí.
 -Ve tú, Andrés. Yo quiero  quedarme aquí y ver lo que hace el Maestro -responde Judas señalando a Jesús,  que se ha agachado hacia el camino polvoriento, ha escupido en un montoncito de  tierrilla y con el dedo está mezclando la tierra con la saliva y formando una  pelotita de barro, y que, mientras Andrés, siempre condescendiente, va por el  ciego, que en este momento está para torcer hacia la callecita donde está la  casa de José de Seforí, se la extiende en los dos índices y se queda con las  manos como las tienen los sacerdotes en la Santa Misa, durante el Evangelio o  la Epístola. Pero Judas se retira de su lado diciendo a Mateo y a Pedro: 
 -Venid aquí, vosotros que  tenéis poca estatura, y veréis mejor.
 Y se pone detrás de todos,  casi tapado por los hijos de Alfeo y por Bartolomé, que son altos.
 Andrés vuelve, trayendo de la  mano al ciego, que se esfuerza en decir:
 
 -No quiero dinero. Dejadme que  siga mi camino. Sé dónde está ese que se llama Jesús. Y voy para pedir...
 -Éste es Jesús, éste que está  enfrente de ti -dice Andrés deteniéndose delante del Maestro.
 
 Jesús, contrariamente a lo  habitual, no pregunta nada al hombre. Enseguida le extiende ese poco de barro  que tiene en los índices, sobre los párpados cerrados, y le ordena:
 -Y ahora ve, lo más deprisa  que puedas, a la cisterna de Siloé, sin detenerte a hablar con nadie.
 
 El ciego, embadurnada la cara  de barro, se queda un momento perplejo y abre los labios para hablar. Luego los  cierra y obedece. Los primeros pasos son lentos, como de uno que esté pensativo  o se sienta defraudado. Luego acelera el paso, rozando con el bastón la pared,  cada vez más deprisa (para lo que puede un ciego, aunque quizás más, como si se  sintiera guiado...).
 
 Los dos jerosolimitanos ríen  sarcásticamente, meneando la cabeza, y se marchan. José de Arimatea -y me  sorprende el hecho-los sigue, sin siquiera saludar al Maestro,
 
 volviendo sobre  sus pasos, o sea, hacia el Templo, siendo así que por esa misma dirección  venía. Así, tanto el ciego como los dos como José de Arimatea van hacia el sur  de la ciudad, mientras que Jesús tuerce hacia occidente y lo pierdo de vista,  porque la voluntad del Señor me hace seguir al ciego y a los que le siguen.
 
 Superada Beceta, entran todos  en el valle que hay entre el Moria y Sión -me parece que he oído otras veces  llamarle Tiropeo-y lo recorren todo hasta Ofel; orillan Ofel; salen al camino  que va a la fuente de Siloé, siempre en este orden: primero, el ciego, que debe  ser conocido en esta zona popular; luego los dos; último, distanciado un poco,  José de Arimatea.
 
 José se para cerca de una  casita miserable, semiescondido por un seto de boj, que sobresale rodeando el  huertecillo de la mísera casa. Pero los otros dos van hasta la misma fuente y  observan al ciego, que se acerca cautamente al vasto estanque y, palpando el  murete húmedo, introduce en la cisterna una mano y la saca rebosando de agua, y  se lava los ojos, una, dos, tres veces. A la tercera aprieta también contra la  cara la otra mano, deja caer el bastón y lanza un grito como de dolor.
 
 Luego separa lentamente las  manos y su primer grito de pena se transforma en un grito de alegría:
 -¡Oh! ¡Altísimo! ¡Yo veo! -y  se arroja al suelo como vencido por la emoción, las manos puestas para proteger  los ojos, apretadas contra las sienes, por ansia de ver, por el sufrimiento de  la luz, y repite:
 
 -¡Veo! ¡Veo! ¡Ésta es entonces  la tierra! ¡Ésta es la luz! ¡Ésta es la hierba que conocía sólo por su  frescura!... Se levanta y, estando encorvado, como uno que lleva un peso, su  peso de alegría, va al arroyo que se lleva el agua que sobra, y mira cómo fluye  brillante y risueña, y susurra:
 
 -Y esto es el agua... ¡Claro!  Así la sentía entre los dedos (introduce la mano en ella), fría y que no se  sujeta. Pero no te conocía... ¡Ah, hermosa, hermosa! ¡Qué hermoso es todo!
 
 Levanta la cara y ve un  árbol... Se acerca a él, lo toca, alarga una mano, acerca hacia sí una ramita,  la mira, y ríe, ríe, y da sombra a los ojos con la mano y mira al cielo, al  Sol, y dos lágrimas descienden de los párpados vírgenes abiertos para contemplar  el mundo... Y baja los ojos hacia la hierba, donde una flor ondea en la cima de  su tallo, y se ve a sí mismo, reflejado en el agua del arroyo, y se mira y  dice:
 
 -¿Así soy yo? -y observa,  asombrado, a una tórtola que ha venido a beber un poco más allá, y a una  cabrita que arranca las últimas hojas de un rosal agreste, y a una mujer que  viene hacia la fuente con un hijito contra su pecho. Y esa mujer le recuerda a  su madre, a su madre de desconocido rostro, y, alzando los brazos al cielo,  grita:
 
 -¡Bendito seas, Altísimo, por  la luz, por la madre, y por Jesús! -y se echa a correr, dejando en el suelo su  bastón, ya inútil...
 
 Los dos no han esperado a ver  todo esto. En cuanto han visto que el hombre veía, han ido raudos hacia la  ciudad. José, sin embargo, se queda hasta el final, y, cuando el ciego que ya  no es ciego pasa por delante de él como una flecha para entrar en el dédalo de  callejuelas del popular barrio de Ofel, deja a su vez su lugar y vuelve sobre  sus pasos, hacia la ciudad, muy pensativo...
 
 El barrio de Ofel, siempre  ruidoso, ahora está se puede decir alborotado: unos corren hacia la derecha,  otros hacia la izquierda; preguntas, respuestas.
 -Pero lo habréis confundido  con otro...
 
 -Te digo que no. Le he  preguntado: "¿Pero eres realmente tú, Sidonio, llamado Bartolmái?", y  él me ha dicho: "Lo soy". Quería preguntarle cómo sucedió, pero se  fue corriendo.
 -¿Dónde está ahora? -Donde su madre, sin duda.
 -¿Quién? ¿Quién lo ha visto?  -preguntan nuevos llegados.
 -¡Yo!
 -¡Yo!-responden varios.
 -¿Y cómo ha sucedido?
 
 -…Yo  lo he visto correr sin bastón, con dos ojos en la cara, y he dicho:  "¡Mira! Así sería Bartolmái si..."
 
 -Te digo que estoy temblando a  más no poder. Entrando, ha dicho: "¡Madre, te veo!"
 
 -Una gran dicha para los  padres. Ahora podrá ayudar al padre y ganarse su pan...
 -¡Esa pobre mujer se ha  sentido mal de la alegría! ¡Una cosa! ¡Una cosa! Yo había ido a pedir un poco  de sal y...
 -Vamos, deprisa, a oírselo a  él...
 
 José de Arimatea se encuentra  aprisionado en medio de este
 jaleo no sé si por curiosidad o si por espíritu de  imitación, sigue la corriente y acaba en un callejón que no tiene salida, que  si prosiguiera iría al Cedrón, donde la gente se apiña y sobrepuja con sus  voces el frufrú de las aguas del torrente, engrosado por las lluvias de otoño.  José llega allí cuando, por otra callecita que desemboca en ésta, vienen los  dos de antes con otros tres: un escriba, un sacerdote y otro que no identifico  por el indumento. Se abren paso con arrogancia y tratan de entrar en la casa  abarrotada de gente.
 
 La casa es: una cocina grande,  negra como el alquitrán, con un rincón aislado por un rústico tabique de  tablas, tras el cual hay una yacija y una puerta que da a otro cuarto que tiene  una cama más grande; una puerta, abierta en la pared opuesta, deja ver un  huertecito de pocos metros cuadrados. Eso es todo.
 
 El ciego curado habla arrimado  a la mesa, respondiendo a los que le preguntan, que son todos gente pobre como  él, población modesta de Jerusalén, de este barrio que es quizás el más pobre  de todos. Su madre, en pie al lado de él, lo mira y llora secándose los ojos en  su velo. El padre, un hombre ajado por el trabajo, se manosea la barba con su  mano trémula. Entrar en la casa es imposible hasta para la prepotencia judía y  doctoral, y los cinco tienen que escuchar desde fuera las palabras del curado.
 
 -¿Que cómo se me han abierto?  Ese hombre que se llama Jesús me ha ensuciado los ojos con tierra mojada y me  ha dicho: "Ve a lavarte en la fuente de Siloé". He ido, me he lavado  y se han abierto los ojos y he visto.
 
 -¿Pero cómo es que has  encontrado al Rabí? Siempre decías que eras un desdichado porque nunca lo  encontrabas, ni siquiera cuando pasaba siempre por aquí para ir a casa de Jonás  al Getsemaní. Y hoy, ahora que no se sabe nunca dónde está...
 
 -¡Hombre! Ayer al anochecer  vino un discípulo suyo y me dio dos monedas: Me dijo: "¿Por qué no tratas  de ver?". Le dije: "He buscado, pero no encuentro nunca a ese Jesús  que hace los milagros. Lo busco desde que curó a Analía, de mi mismo barrio,  pero si voy acá Él está allá...", y él me dijo: "Yo soy un apóstol  suyo y lo que yo quiero lo hace.
 
 Ven mañana a Beceta y busca la casa de José el  galileo, el del pescado seco, José de Seforí, cerca de la puerta de Herodes y  del arco de la plaza, por la parte oriental, y verás que antes o después Él  pasa por allí o entra en la casa, y yo le señalaré tu presencia". Dije:  "Pero mañana es sábado". Quería decir que Él no haría nada en sábado.
 
 Me dijo: "Si quieres curarte, es el día, porque después dejamos la ciudad,  y no sabes si podrás volver a encontrarlo". Yo insistí: "Sé que lo  persiguen. Lo he oído en las puertas de la muralla del Templo, donde voy a  pedir limosna. Por eso digo que ahora que lo persiguen así menos todavía querrá  ser perseguido y no curará en sábado". Y él:
 
 "Haz lo que te digo y en  sábado verás el Sol". Y he ido. ¿Quién no habría ido? ¡Si lo dice un  apóstol suyo! También me dijo: "A mí es al que más escucha, y vengo  expresamente porque me inspiras compasión y porque quiero que resplandezca su  poder ahora que lo han ultrajado. Tú, ciego de nacimiento, harás que  resplandezca. Sé lo que digo. Ven y verás". Y he ido. No había llegado  todavía a la casa de José, cuando un hombre me ha tomado de la mano, pero por  la voz no era el de ayer, y me ha dicho:
 
 "Ven conmigo, hermano". No  quería ir. Creía que me quisiera dar pan y dinero, o quizás vestidos, y le  decía que me dejara seguir mi camino porque había sabido dónde encontrar al  llamado Jesús; y el hombre me ha dicho: "Éste es Jesús, este que está  delante de ti". Pero yo no he visto nada, porque era ciego.
 
 He sentido dos  dedos embadurnados en tierra mojada que me tocaban aquí y aquí, y he oído una  voz que me decía: "Ve rápido a Siloé y lávate y no hables con nadie".  Y lo he hecho. Pero estaba desalentado, porque esperaba ver enseguida, y casi  he creído que hubiera sido una broma de jóvenes sin corazón, y casi no quería  ir. Pero he sentido dentro una especie de voz decir: "Ten esperanza y  obedece". Y entonces he ido a la fuente y me he lavado y he visto.
 
 Y el joven se detiene,  extático, y piensa de nuevo en la alegría de su primer momento de ver...
 -¡Que salga ese hombre!  ¡Queremos hacerle una serie de preguntas! -gritan los cinco.
 El joven se abre paso y sale a  la puerta.
 
 -¿Dónde está el que te ha  curado?
 -No sé -dice el joven, al cual  un amigo le ha susurrado:
 
 «Son escribas y sacerdotes».
 
 -¿Cómo que no lo sabes? Decías  ahora que lo sabías. ¡No mientas a los doctores de la Ley y al sacerdote! ¡Ay  de aquel que trate de engañar a los magistrados del pueblo!
 
 -Yo no engaño a nadie. Ese  discípulo me dijo: "Está en esa casa" y era verdad, porque yo estaba  cerca cuando me han tomado de la mano y conducido donde Él. Pero, dónde está  ahora, no lo sé. El discípulo me dijo que se marchaban. Podría haber salido ya  por la puerta.
 
 -¿Pero a dónde iba?
 -¿Y yo qué sé?! Irá a  Galilea... ¡Teniendo en cuenta cómo lo tratan aquí!...
 
 -¡Necio e irrespetuoso! ¡Ten  cuidado de cómo hablas, hez del pueblo! Te he dicho que digas por qué camino  iba.
 -¿Y cómo queréis que lo sepa  si estaba ciego? ¿Puede un ciego decir por dónde va otro?
 -Está bien. Síguenos.
 -¿A dónde queréis llevarme?
 -A los jefes de los fariseos. -¿Por qué? ¿Qué tienen que ver  conmigo? ¿Acaso me han curado ellos para que tenga que agradecérselo? Cuando  estaba ciego y pedía limosna, mis manos no sentían nunca sus monedas; mi oído,  nunca su palabra compasiva; mi corazón, nunca su amor.
 
 ¿Qué tengo que decirles?  Sólo a uno debo decir "gracias", después de a mi padre y a mi madre,  que durante tantos años me han amado siendo un desdichado. Y es a este Jesús  que me ha curado amándome con su corazón, como mis padres con el suyo. No voy  donde los fariseos. Me quedo aquí con mi madre y mi padre, a gozar de ver su  rostro y ellos mis ojos que han nacido ahora, después de tantas primaveras  desde aquella en que nací pero no vi la luz.
 
 -No tantas palabras. Ven y  síguenos.
 -¡Que no! ¡Que no voy!  ¿Habéis, acaso, enjugado alguna vez una lágrima de mi madre, abatida por mi  desventura, o una gota de sudor de mi padre, agotado por el trabajo? Ahora  puedo hacerlo yo con mi vista. ¿Debería, acaso, dejarlos y seguiros?
 
 -Te lo ordenamos. No eres tú  el que ordena, sino el Templo y los jefes del pueblo. Si la soberbia de estar  curado te ofusca la mente para recordar que mandamos nosotros, nosotros te lo  recordamos. ¡Vamos! ¡Camina!
 
 -¿Pero por qué tengo que ir?  ¿Qué queréis de mí?
 -Que declares sobre esta cosa.  Es sábado. Obra llevada a cabo en sábado. Debe registrarse, por el pecado.  Pecado tuyo y de ese diablo.
 
 -¡Diablos, vosotros! ¡Pecado,  vosotros! ¡Y voy a ir a declarar contra el que me ha hecho un bien? ¡Vosotros  estáis borrachos! Al Templo iré. Para bendecir al Señor. Y nada más que eso.  Durante muchos años he estado en la sombra de la ceguera. Pero los párpados  cerrados han creado tiniebla sólo para los ojos. El intelecto ha estado igual  en la luz, en gracia de Dios, y me dice que no debo dañar al único Santo que  hay en Israel.
 
 -¡Basta! ¿No sabes que hay  castigos para quien se opone a los magistrados?
 
 -Yo no sé nada. Aquí estoy y  aquí me quedo. Y no os conviene hacerme ningún daño. Ya veis que todo Ofel está  de mi parte.
 
 -¡Sí! ¡Sí! ¡Dejadlo!  ¡Ventajistas! Dios lo protege. No lo toquéis ¡Dios está con los pobres! ¡Dios  está con nosotros! ¡Explotadores, hipócritas!
 
 La gente grita y amenaza, con  una de esas espontáneas manifestaciones populares, que son las explosiones de  indignación de los humildes contra quien los oprime, o de amor hacia quien los  protege. Y gritan:
 
 -¡Ay de vosotros si agredís a  nuestro Salvador! ¡Al Amigo de los pobres! Al Mesías tres veces Santo. ¡Ay de  vosotros! No hemos temido la ira de Herodes ni la de los Gobernadores, cuando  ha hecho falta. ¡No tememos las vuestras, viejas hienas de mandíbulas  desdentadas!
 
 ¡Chacales de uñas desmochadas! ¡Inútiles prepotentes! Roma no  quiere tumultos y no importuna al Rabí porque Él es paz. Pero a vosotros os  conoce. ¡Marchaos! ¡Fuera de los barrios de los oprimidos por vosotros con  diezmos superiores a sus fuerzas, para tener dinero para saciar vuestros  apetitos y realizar torpes comercios.
 
 ¡Descendientes de Jasón! ¡De Simón!  ¡Torturadores de los verdaderos Eleazares, de los santos Onías. (2  Macabeos 4-6)¡Vosotros que pisoteáis a los profetas!  ¡Fuera! ¡Fuera!
 
 El  tumulto se enciende, cada vez más fiero.
 José  de Arimatea, aplastado contra un murete, espectador de los hechos, hasta ahora  atento pero inactivo, con una agilidad insospechable en un viejo -y menos  todavía estando tan arrebujado en túnicas y mantos-, salta al murete y, en pie,  grita:
 
 -¡Silencio,  ciudadanos! ¡Escuchad a José el Anciano!
 Una,  dos, diez cabezas se vuelven en la dirección del grito. Ven a José. Gritan su  nombre. Debe ser muy conocido el de Arimatea y debe gozar del favor del pueblo,  porque los gritos de indignación se transforman en gritos de alegría:
 
 -¡Está  José el Anciano! ¡Viva él! ¡Paz y larga vida al justo! ¡Paz y bendición al  benefactor de los indigentes! ¡Silencio, que habla José! ¡Silencio!
 
 Con  dificultad se hace silencio, y durante unos momentos se oye el susurro del  Cedrón al otro lado de la callejuela. Todas las cabezas -habiendo ya olvidado  todos el objeto que antes los hacía mirar en dirección opuesta: hacia los cinco  desdichados e inconsiderados que han suscitado el tumulto-se dirigen hacia  José.
 
 -Ciudadanos  de Jerusalén, hombres de Ofel, ¡por qué permitís que os cieguen la sospecha y  la ira? ¿Por qué faltar al respeto y a las costumbres, vosotros que siempre  habéis sido tan fieles a las leyes de los padres? ¿De qué tenéis miedo? ¡Acaso  de que el Templo sea un Mólek que no devuelva lo que recibe? ¿Acaso de que  vuestros jueces sean todos ciegos, más que vuestro amigo, ciegos en el corazón  y sordos respecto a la justicia? ¿No es, acaso, costumbre el que un hecho  prodigioso sea declarado, escrito y conservado por quien deba hacerlo para las  crónicas de Israel?
 
 Dejad, pues, incluso por honor del Rabí a quien amáis, que  el curado milagrosamente suba a declarar la obra por Él realizada. ¿Todavía  titubeáis? Bien, pues yo me hago garante de que nada malo le sucederá a  Bartolmái. Y sabéis que no miento. Como a un hijo amado de mi corazón lo  escoltaré hasta allá arriba, y os lo traeré aquí después.
 
 Creed en mí. Y del  sábado no hagáis un día de pecado con la rebelión contra vuestros jefes.
 
 -¡Es  como dice! No debemos. Podemos creerlo. Es un justo. En las buenas  deliberaciones del Sanedrín siempre su voz está presente.
 
 La  gente intercambia sus ideas y al final grita:
 -¡A  ti sí, te confiamos nuestro amigo!
 Y,  dirigiéndose al joven:
 
 -¡Ven!  No temas. Con José de Arimatea estás tan seguro como con tu padre y más -y se  abre para que el joven pueda ir donde José, que ha bajado de su púlpito  improvisado; y, mientras pasa, le dicen:
 -Vamos  también nosotros. ¡No temas!
 José,  ricamente vestido de espléndida lana, pone una mano en un hombro del joven y se  pone en camino. La túnica cenizosa y gastada del joven, su pequeño manto, van  rozando contra la amplia túnica rojo oscura y el pomposo manto aún más oscuro  del anciano miembro del Sanedrín. Detrás, los cinco; después de éstos, muchos,  muchos de Ofel... 
 Ya  están en el Templo, tras haber atravesado las calles centrales llamando la  atención de muchos. Y la gente recíprocamente se señala al que antes era ciego,  diciendo:
 -¡Pero  si es el que pedía limosna ciego! ¡Y ahora tiene ojos! Bueno, quizás es uno que  se le parece. No. Es él, sin duda, y lo llevan al Templo. Vamos a oír -y la  fila aumenta cada vez más, hasta que los muros del Templo se tragan a todos.
 
 José  guía al joven a una sala -no es el Sanedrín-donde hay muchos fariseos y  escribas. Entra. Y con él entran Bartolmái y los cinco. A los lugareños de Ofel  los echan para atrás reteniéndolos en el patio.
 
 -Aquí  está el hombre. Yo mismo os le he traído, pues, sin ser visto, he asistido a su  encuentro con el Rabí y a su curación. Y os puedo decir que fue totalmente  casual por parte del Rabí.
 
 El hombre, lo oiréis también vosotros, fue conducido  -o mejor: invitado a ir-donde estaba el Rabí, por Judas de Keriot, a quien  conocéis. Y yo he oído, y también estos dos que están conmigo han oído porque  estaban presentes, cómo fue Judas el que tentó a Jesús de Nazaret en orden al  milagro.
 
 Ahora aquí declaro que si hay que castigar a uno no es ni al ciego ni  al Rabí, sino al hombre de Keriot, que -Dios ve si miento al decir lo que mi  intelecto piensa-es el único autor del hecho, en el sentido de que lo ha  provocado con intencionada maniobra. He dicho.
 
 -Lo  que dices no anula la culpa del Rabí. Si un discípulo peca, no debe pecar el  Maestro. Y Él ha pecado curando en sábado. Ha realizado obra servil.
 
 -Escupir  en el suelo no es hacer obra servil. Y tocar los ojos de otro no es hacer obra  servil. Yo también toco al hombre y no creo pecar.
 
 -Él  ha realizado un milagro en sábado. En esto está el pecado.
 
 -Honrar  el sábado con un milagro es gracia de Dios y su bondad. Es su día. ¿No puede,  acaso, el Omnipotente celebrarlo con un milagro que haga resplandecer su poder?
 
 -No  estamos aquí para escucharte a ti. Tú no eres el encausado. Al que queremos  interrogar es a ese hombre. Responde tú. ¿Cómo has obtenido la vista?
 
 -Ya  lo he dicho. Y éstos me han oído. El discípulo de ese Jesús ayer me dijo:  "Ven y haré que te cures". Y fui. Y he sentido ponerme barro aquí y  una voz que me decía que fuera a Siloé a lavarme. Lo he hecho y veo.
 -¿Pero  tú sabes quién te ha curado?
 
 -¡Claro  que lo sé! Jesús. Ya os lo he dicho.
 -¿Pero  sabes exactamente quién es Jesús?
 
 -Yo  no sé nada. Soy un pobre y un ignorante. Y hasta hace poco estaba ciego. Esto  es lo que sé. Y sé que Él me ha curado. Y, si lo ha podido hacer, sin duda,  Dios está con Él.
 
 -¡No  blasfemes! Dios no puede estar con quien no observa el sábado -gritan algunos.
 
 Pero  José y los fariseos Eleazar, Juan y Joaquín observan:
 -Tampoco  puede un pecador hacer esos prodigios.
 
 -¿Acaso  estáis seducidos también vosotros por ese poseído?
 -No.  Somos justos. Y decimos que, si Dios no puede estar con quien realiza obras en  sábado, tampoco puede el hombre sin Dios hacer que un ciego de nacimiento vea  -dice con calma Eleazar. Y los otros asienten.
 
 -¿Y  al demonio dónde lo dejáis? -gruñen los malévolos.
 -No  puedo creer, y tampoco vosotros lo creéis, que el demonio pueda realizar obras  que tengan la virtud de hacer alabar al Señor -dice el fariseo Juan.
 
 -¿Pero  quién lo alaba?
 
 -El  joven, sus padres, todo Ofel, y yo con ellos, y conmigo todos los que son  justos y temen santamente a Dios -rebate José.
 Los  malévolos, cortados, no sabiendo qué objetar, arremeten contra Sidonio, llamado  Bartolmái:
 -¿Tú  qué dices del que te ha abierto Is ojos?
 
 -Para  mí es un profeta. Y más grande que Elías con el hijo de la viuda de Sarepta.  Porque Elías hizo que el alma volviera al niño (l Reyes l7,l7-24). Pero  este Jesús me ha dado lo que nunca había perdido, porque no lo había tenido  nunca: la vista. Y si me ha hecho los ojos, así, en un instante y con nada,  excepto un poco de barro, mientras que en nueve meses mi madre con carne y  sangre no había logrado hacérmelos, debe ser tan grande como Dios, que con  barro hizo al hombre.
 
 -¡Fuera!  ¡Fuera! ¡Blasfemo! ¡Embustero! ¡Vendido! -y echan afuera al hombre como si fuera  un réprobo.
 
 -Ese  hombre miente. No puede ser verdad. Todos pueden decir que uno que ha nacido  ciego no se puede curar. Será uno que asemeja a Bartolmái, y preparado por el  Nazareno... o... Bartolmái no ha estado nunca ciego.
 
 Ante  esta sorprendente afirmación, José de Arimatea reacciona sin vacilar:
 
 -Que  el odio ciegue se sabe desde los tiempos de Caín; pero que vuelva necia a la  gente no se sabía aún. ¿Os parece lógico que uno llegue a la madurez de la  juventud fingiéndose ciego por... esperar un presumible hecho estrepitoso y muy  futuro? ¿O que los padres de Bartolmái no conozcan a su hijo o se presten a  esta mentira?
 
 -El  dinero lo puede todo. Y son pobres.
 -El  Nazareno es más pobre que ellos.
 -¡Mientes!  Sumas de sátrapa pasan por sus manos.
 
 -Pero  no se paran en ellas ni un instante. Son de los pobres esas sumas; usadas para  el bien, no para el engaño.
 
 -¡Cómo  lo defiendes! ¡Y eres uno de los Ancianos!
 -José  tiene razón. La verdad hay que decirla independientemente del cargo que un  hombre ocupe -dice Eleazar.
 -Corred  a llamar al ciego. Y traedlo otra vez aquí. Y que otros vayan donde los padres  y los traigan aquí -grita Elquías (ha abierto de par en par la puerta y ha dado  la orden a algunos que estaban afuera esperando). Y su boca está casi recubierta  de baba, de tanto como lo ahoga la ira. 
 Unos  corren en una dirección, otros en otra. El primero que vuelve es Sidonio,  llamado Bartolmái, sorprendido y molesto. Lo encajan en un rincón y lo miran al  igual modo que una jauría de perros acecha a la caza... Luego, después de un  buen rato, llegan los padres de él, rodeados de gente.
 
 -Entrad  vosotros. ¡Los demás, afuera!
 Los  dos entran asustados, y ven a su hijo allí, en el fondo, sano pero en situación  de arresto. La madre, gimiendo, dice:
 
 -¡Hijo  mío'. ¡Y debía ser día de fiesta para nosotros!
 -Escuchadnos.  ¿Es vuestro hijo este hombre? -pregunta rudamente un fariseo.
 
 -¡Sí  que es nuestro hijo! ¿Quién creéis que puede ser, sino él?
 
 -¿Estáis  completamente seguros?
 El  padre y la madre están tan asombrados de la pregunta, que antes de responder se  miran.
 -¡Responded!
 
 -Noble  fariseo, ¿cómo piensas que un padre y una madre puedan engañarse respecto a su  hijo? -dice humildemente el padre.
 
 -¿Pero...  podéis jurar... sí, que por ninguna suma os ha sido pedido decir que éste es  vuestro hijo, mientras que es uno que le asemeja?
 
 -¿Pedido  decir? ¿Y quién habría sido? ¿Jurar? ¡Mil veces, y por el altar y el Nombre de  Dios, si quieres!
 -Es  una afirmación tan segura que desalentaría hasta al más obstinado.
 
 Pero  los fariseos no se desalientan! Preguntan:
 -¿Pero  vuestro hijo no había nacido ciego?
 -Sí.  Así había nacido. Con los párpados cerrados y, debajo, el vacío, la nada...
 
 -¿Y  cómo es que ahora ve, tiene los ojos y, sobre ellos, abiertos los  párpados? ¿No querréis decir que los ojos pueden nacer así, como flores en  primavera, y que un párpado se abre exactamente como el cáliz de una flor!...  -dice otro fariseo, y se ríe sarcásticamente.
 
 -Sabemos  que este hombre es verdaderamente nuestro hijo desde hace casi treinta años, y  que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora ve, ni tampoco quién le ha  abierto los ojos. Y... ¿por qué no le preguntáis a él? No es un idiota ni un  niño. Tiene ya sus buenos años.
 
 Preguntadle y os responderá.
 -Vosotros  mentís. Él, en vuestra casa, ha contado cómo ha sido curado y por quién. ¿Por  qué decís que no sabéis? -grita uno de los dos que habían seguido siempre al  ciego.
 -Estábamos  tan atónitos por la sorpresa, que no hemos oído -se justifican los dos.
 
 Los  fariseos se vuelven hacia Sidonio, llamado Bartolmái:
 -Acércate  ¡Y da gloria a Dios, si es que puedes! ¿No sabes que quien te ha dado los ojos  es un pecador? ¿No lo sabes? Bueno, pues ya lo sabes. Lo decimos nosotros, que  lo sabemos.
 
 -¡Bueno...!  Será como decís vosotros. Yo si es pecador no lo sé. Sé solo que antes estaba  ciego y ahora veo, y bien nítido.
 
 -Pero  ¿qué te ha hecho? ¿Cómo te ha abierto los ojos?
 -Ya  os lo he dicho y no me habéis escuchado. ¿Queréis oírlo otra vez? ¿Por qué? ¿Es  que queréis haceros discípulos de Él?
 
 -¡Necio!  Sé tú discípulo de ese hombre. Nosotros somos discípulos de Moisés. Y de Moisés  sabemos todo, y que Dios le habló. Pero de este hombre no sabemos nada, ni de  dónde viene ni quién es, y ningún prodigio del Cielo lo señala como profeta.
 
 -¡Aquí  precisamente está lo increíble! Que no sabéis de dónde es y decís que ningún  prodigio lo señala como justo.
 
 Pero Él me ha abierto los ojos y ninguno de  nosotros de Israel había podido hacerlo jamás, ni siquiera el amor de una madre  y los sacrificios de mi padre. Pero hay una cosa que sabemos todos, tanto yo  como vosotros, y es que Dios no presta oídos al pecador, sino a aquel que tiene  temor de Dios y hace su voluntad. No se ha oído nunca que ninguno, en todo el  mundo, haya podido abrir los ojos a un ciego de nacimiento; pero este Jesús lo  ha hecho. Si no viniera de Dios, no habría podido hacerlo.
 
 -Has  nacido enteramente en el pecado, eres deforme en el espíritu igual y más de lo  que lo fuiste en el cuerpo, ¿y te las das de poder enseñarnos a nosotros?  ¡Fuera, maldito aborto, y hazte diablo con tu seductor! ¡Fuera! ¡Fuera todos,  plebe necia y pecadora! -y echan fuera a hijo, padre y madre, como si fueran  tres leprosos.
 
 Los  tres se marchan raudos, seguidos por los amigos. Pero, llegado afuera de la muralla,  Sidonio se vuelve y dice:
 
 -¡Para  vosotros la perra gorda! Decid lo que queráis. La verdad es que yo veo, y alabo  a Dios por ello. Y diablos seréis vosotros, no el Bueno que me ha curado.
 -¡Calla,  hijo! ¡Calla! ¡Basta que no nos perjudique!... -gime la madre.
 
 -¡Oh,  madre! ¿El aire de aquella sala te ha envenenado el alma, a ti que en mi dolor  me enseñabas a alabar a Dios y ahora en la alegría no le sabes dar gracias y  temes a los hombres? Si Dios me ha amado tanto, y te ha amado tanto, que nos ha  dado el milagro, ¿no sabrá defendernos de un puñado de hombres?
 
 -Nuestro  hijo tiene razón, mujer. Vamos a nuestra sinagoga
 a alabar al Señor, dado que  del Templo nos han echado. Y vamos raudos, antes de que termine el sábado...
 
 Y,  acelerando el paso, desaparecen por los caminos del valle.
 
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