Saturday December 14,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

441- Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola


Declina la tarde del verdadero sábado y la vida comienza de nuevo, después del descanso sabático; aquí, en la casita de Nazaret, comienza, después del descanso, con los preparativos para la partida: se colocan provisiones; se dispone la ropa aprovechando bien el espacio dentro de las alforjas -alforjas atadas fuertemente con prietos nudos -; se observan las sandalias (si están bien seguras sus correas de cuero y sus hebillas); se da de beber y comer a los burritos, cerca del seto del huerto... Y saludos, y alguna lágrima entre sonrisas y bendiciones.

Promesas de volver a verse pronto... Y el don, inesperado, de Tomás a María: una fíbula -nosotros diríamos un broche -, para tener recogida la túnica en el escote, hecha de tres delgados, livianos, perfectos tallitos de muguete, recogidos en dos hojas, cuya exactitud respecto a las verdaderas resulta del metal tratado por mano maestra.

-Sé, Madre, que no la llevarás. Pero, de todas formas, acéptala. Deseaba hacer esto para ti desde que un día mi Señor habló de ti comparándote a los lirios de los valles... No he hecho nada para tu casa... pero he hecho esto para ti, para que la alabanza de tu Hijo quedara traducida en símbolo, para ti que la mereces más que ninguna otra mujer.

Y si no he podido dar al metal la suavidad del tallo vivo y la fragancia de la flor, que mi sincero amor por ti, lleno de veneración, lo haga suave como una caricia y lo perfume con mi devoción hacia ti, Madre de mi Señor.

-¡Oh, Tomás! Es verdad, yo no llevo joyas, porque me parecen cosas vanas; pero esto no es vano: esto es amor de mi Jesús y de su apóstol, y lo recibo con amor. Lo miraré todos los días y pensaré en el buen Tomás, que ama tanto a su Maestro, que retiene no sólo la Doctrina suya, sino también sus más humildes palabras sobre las cosas más humildes y sobre las más humildes insignificantes personas. Gracia, Tomás. ¡No por el valor, sino por tu amor! Gracias.

Todos observan con admiración la obra perfecta, y Tomás, todo feliz, saca una cosita aún más pequeña que ha hecho: tres estrellitas de jazmín con minúsculas hojas y unidas en un círculo sutil. Se lo da a Áurea.

-Porque no lo has querido con coquetería, porque has estado aquí mientras el jazmín florece, y para que las estrellitas te recuerden a nuestra Estrella. Pero, pon atención: tú, con tus virtudes, debes perfumar a las flores y ser tú misma una flor, cándida, hermosa, pura, que perfume hacia el Cielo. Si no lo haces así, pido la restitución del broche. Ánimo, no llores... que todo pasa... y... y pronto volveremos a casa de María o Ella vendrá donde nosotros... y...

Pero Tomás, ante el aumento de las lágrimas de Áurea, siente que es mejor no proseguir. Y sale afligido. Dice a Pedro:

-Si hubiera imaginado que... se ponía a llorar más, no le hubiera dado nada... Ese broche lo he hecho precisamente para consolarla en este momento... No he acertado...

Y Pedro, con la confusión del momento, pierde el control y dice:

-Siempre es así en las despedidas... Si hubieras visto a Síntica enton...
Se da cuenta de que ha hablado, quiere recobrarse, se pone lívido... pero ya no tiene solución...

Tomás comprende y, con bondad, le echa un brazo alrededor del cuello y dice: -No te aflijas, Simón. Sé callar. Y comprendo por qué habéis callado... Por Judas de Simón. Yo, por el Dios de nuestros padres, te juro que lo que involuntariamente he sabido está olvidado. ¡No sufras, Simón!...

-Es que el Maestro no quería...

-Sin duda tenía todas las razones para hacerlo. No lo tomo a mal.
-Ya lo sé. Pero ¿qué dirá?...
-Nada, porque no sabrá nada. Fíate de mí.

-¡Ah, no! Yo al Maestro no le ando con ningún subterfugio. He errado, merezco reprensión, y además inmediatamente. No voy a tener paz si no le confieso mi error. Tomás, sé bueno, ve a llamarlo...

-Voy al taller. Ve y vuelve con Él. Yo estoy demasiado turbado para hacerlo y los otros lo notarían.
Tomás lo mira con admirada compasión y vuelve a la casa para llamar a Jesús: -Maestro, ven un momento. Tengo que decirte una cosa.

Jesús, que estaba saludando a María de Alfeo, lo sigue sin dilación:
-¿Qué quieres? -pregunta mientras camina a su lado.
-Yo nada. Es Simón el que tiene que decirte algo. Ahí está...

-¡Simón! ¿Qué te pasa que estás tan turbado?
Pedro se arroja a los pies de Jesús gimiendo:
-¡He pecado! ¡Absuélveme!
-¿Pecado? ¿En qué? Estabas con nosotros, contento, tranquilo...

-¡Maestro, te he desobedecido! He hecho mención de Síntica a Tomás... Estaba turbado por las lágrimas; él lo estaba más que yo y creía que las había aumentado él... Para consolarlo, he dicho: "Siempre sucede esto en las despedidas... Si hubieras visto a Síntica...", ¡y él ha comprendido!...

Pedro levanta su desencajada cara; su mirada está llena de humillación, de desolación.

-... ¡Alabado sea Dios, mi Simón! creía que hubieras hecho cosas mucho más graves que ésta. Y tu sinceridad anula incluso esta cosa. Has hablado sin malicia, has hablado a un compañero tuyo. Tomás es bueno y no divulgará...
-Sí, me lo ha jurado... Pero, ¿ves?, ahora tengo miedo de ser demasiado necio y de no saber custodiar un secreto.
-Hasta ahora lo has hecho.

-Sí, pero fíjate, jamás ni una palabra a Felipe y Natanael, y ahora...

-¡Vamos, levántate! El hombre es siempre imperfecto. Pero cuando lo es sin malicia no comete pecado. Vigílate. Pero no te aflijas más. Tu Jesús tiene para ti un beso, y ninguna otra cosa. Tomás, ven aquí.
Tomás se acerca inmediatamente.

-Sin duda has comprendido las razones del silencio, ¿no?
-Sí, Maestro. Y he jurado respetarlo por mi parte y según mi capacidad. Ya se lo he dicho a Simón...
-Al necio Simón -suspira Pedro.

-No, amigo. Me has edificado por tu humildad y sinceridad perfectas. Me has dado una gran lección y la recordaré. No puedo darla a conocer, por prudencia, y ello me duele, porque pocos de entre nosotros tienen y tendrían la justicia que tú has tenido... Pero, nos están llamando. Vamos.

En efecto, muchos están ya en la calle. Las tres mujeres -Noemí, Mirta y Aurea -están ya subidas a los burros. María está con su cuñada al lado de Áurea, y la besan de nuevo, y, cuando ven venir a Jesús, besan a las dos condiscípulas; como última cosa, saludan a Jesús, que las bendice antes de ponerse en camino...

María y María Cleofás vuelven a la casa... A la casa, en que quedan, como recuerdo de lo que poco antes había, sillas movidas, vajilla sin recoger... el desorden que sigue a una partida.

María, distraídamente, acaricia el pequeño telar en que enseñaba a Áurea a trabajar... Tiene los ojos brillantes de llanto contenido.

-¡Estás sufriendo, María! -le dice María Cleofás, que llora sin poner esfuerzo por no hacerlo -¡Le habías tomado cariño!... Viene aquí... luego se van... y nosotras sufrimos...

-Es nuestra vida de discípulas. Ya has oído lo que decía hoy Jesús: "Así haréis en el futuro; viendo en todas las criaturas almas fraternas, seréis hospitalarias, sobrenaturalmente hospitalarias, sintiéndoos peregrinas vosotras mismas que a los que acogéis los acogéis como peregrinos.

Ayudaréis, ofreceréis descanso, consejo, y luego dejaréis que los hermanos vayan hacia sus destinos sin retenerlos con amor celoso, seguras de que más allá de la muerte os volveréis a encontrar con ellos. Vendrán las persecuciones y muchos os dejarán para ir al martirio. Ni seáis cobardes ni aconsejéis la cobardía. Quedaos en oración en las casas vacías para sostener el coraje de los mártires, serenas para fortalecer a los más débiles, fuertes para estar preparadas a imitar a los héroes. Habituaos a las separaciones, a los heroísmos, al apostolado de la caridad fraterna, ya desde ahora...". Y nosotras lo hacemos.

Sufriendo,... ¡es verdad! Somos criaturas de carne... Pero el espíritu goza con una alegría espiritual suya que es hacer la voluntad del Señor y cooperar a su gloria. Y además... yo soy la Madre de todos... y no debo serlo de uno solo. No soy exclusivamente ni siquiera de Jesús... Ya ves que lo dejo marcharse sin retenerlo... Quisiera estar con Él, eso sí. Pero El juzga que debo quedarme aquí hasta que me diga: "Ven". Y me quedo aquí ¿Sus estancias aquí?: mis alegrías de Madre. ¿Mis peregrinaciones con Él?: mis alegrías de discípula. ¿Mis soledades aquí?: mis alegrías de fiel que hace la voluntad de su Señor.

-El Señor es tu Hijo, María...
-Sí. Pero no deja de ser mi Señor... ¿Vas a estar aquí conmigo María?
-Sí, si me dejas... ¡Está tan triste mi casa las primeras horas en que está vacía de mis hijos!... Mañana ya es otra cosa... Y
esta vez… bueno, esta vez lloraría más...
-¿Por qué, María? -Porque ya desde ayer estoy llena de llanto... Soy un aljibe, un aljibe en tiempo de lluvias. -¿Pero por qué, María?

-Por José... ayer... ¡Oh! No sé si ir y reprenderle severamente porque, al fin y al cabo... porque este seno lo ha llevado y estos pechos lo han amamantado, y no hay primogenitura que sea superior a una madre,... o si no volver a hablarle, jamás, a este bastardo que me nació y que ofende a mi Jesús y a ti y...

-No harás nada de eso. Serás para él siempre "la mamá". La mamá que se compadece del hijo obstinado, enfermo, descarriado, y lo amansa con la bondad y lo lleva a Dios con la oración y la paciencia... ¡Venga, ánimo, no llores!... Más bien, ven conmigo. Vamos a orar por él en mi habitación, por los que se marchan, por la joven, para que sufra poco y se forme santamente... Ven, ven, María mía -y la lleva consigo...

Mientras tanto los peregrinos van siguiendo su camino hacia el sudoeste. Adelante van las mujeres, montadas en sus burritos, los cuales, bien alimentados y descansados, van con un trote alegre, obligando a Margziam y a Abel -que por prudencia están a los lados de Áurea, que monta en silla por primera vez -a ir casi corriendo. Y, si bien la cosa es fatigosa, ello sirve para distraer a la joven del dolor por haberse separado de María. De vez en cuando, para dejar un momento de respiro a los dos jovencitos, Mirta para a su burrito ordenando el alto, y no se vuelve a poner en movimiento sino cuando las alcanza el grupo apostólico. Y, en las paradas, Áurea, al dejar de estar distraída por las peripecias de la equitación, vuelve a ponerse triste...

Margziam, experto en sus dolorosas, dilatadas vicisitudes de huerfanito, recogido por caridad por una madre adoptiva después de haber conocido a María, la consuela diciéndole cómo después uno le coge cariño a la madre adoptiva «exactamente igual que si fuera nuestra mamá», y cuenta sus impresiones, y cuenta cómo María y Matías son fe-ices con Juana, y Anastática con Elisa.

Áurea escucha estas narraciones, y, cuando Margziam termina con estas palabras: «Créeme que todas las discípulas son buenas y Jesús sabe a quién confiar a los pobrecillos como nosotros», y Abel remacha: «No debes desconfiar de mi madre, que está muy contenta de tenerte y ha orado mucho en estos días para conseguirte de las manos de Dios», Áurea dice:

-Lo creo. Y la quiero... Pero María es María... y debéis comprender...
-Sí. Pero es que nos duele el verte triste...
-¡Pero ya no estoy triste como en casa del romano y como en las primeras horas de la liberación!... Me siento sólo... desorientada. Yo hacía años que no recibía caricias... Nadie, hasta María, me había vuelto a hacer caricias, después de tantos años de amos...

-¡Alma mía! ¡Pero si yo estoy aquí para hacerte caricias! Seré una segunda María para ti. Ven aquí, cerca... Si fueras más pequeña, te llevaría en mi silla, como hacía con mi Abel cuando era niño... Pero ya eres una mujer... -dice Mirta acercándose y tomándole una mano -Una mujercita, para mí, a la que voy a enseñar muchas cosas; y, cuando Abel se marche lejos, a evangelizar, yo y tú acogeremos a los peregrinos, como dice el Señor, haremos mucho bien en su Nombre. Eres joven, me ayudarás...

-¡Fijaos qué luz hay allí, detrás de aquella loma! -exclama Santiago de Zebedeo, que les ha dado alcance.
-¿Se está quemando un bosque?
-¿0 un pueblo?
-Vamos corriendo a ver...

Ya ninguno está cansado, porque la curiosidad anula cualquier otra sensación. Jesús los sigue benévolo, dejando el camino para tomar una vereda que sube por una loma. Pronto llegan a la cima...

No es ni un bosque ni un pueblo lo que arde, sino una vasta depresión entre dos elevaciones, poblada de brezos, que resecos por el verano, han prendido fuego quizás por alguna chispa proveniente de los leñadores que han estado trabajando más arriba, talando árboles, y ahora arde: una alfombra de llamas bajas, pero vivas, que se desplaza, después de haber devastado los lugares en que ha prendido primero, en busca de nuevos brezos que quemar. Los leñadores intentan la acción contra el fuego. Pero es inútil. Son pocos y, si trabajan en un lado, el fuego se extiende por otro.

-Si llega al bosque es un desastre. Hay árboles de resinas -sentencia Felipe.
Jesús, con los brazos cruzados, erguido en el límite de la loma, mira y sonríe mientras piensa...

El contraste entre la luz blanca de la Luna, a oriente, y la roja de las llamas, a occidente, es vivo, y mientras que las espaldas de los que miran se presentan llenas de blancura por los rayos lunares, sus rostros se ven intensamente rojos por el reflejo de las llamas, las cuales corren, corren, como agua que crece, se desborda y se extiende por todas partes... Está a pocos metros del bosque el incendio, ya ilumina las pilas de leña colocadas en su límite, y el claror, que cada vez es más vivo, muestra las casitas de un pueblecito que está situado en la cima de la loma por la que sube el fuego.
-¡Pobre gente! ¡Van a perderlo todo! -dicen muchos de los presentes. Y miran a Jesús, que no habla y sonríe...
Pero luego... Jesús abre los brazos y grita:

-¡Detente! ¡Muere! Lo quiero.
Y, como si un moyo de grandes dimensiones bajase a sofocar las llamas, prodigiosamente el fuego deja de llamear y la viva y ágil danza de las lenguas se transforma en carbones rojos, encendidos pero sin llamas, luego el rojo se hace violáceo, gris rojo... algún zig-zagueo todavía entre la ceniza... y luego no queda más que la Luna con su plata para dar luz a la floresta.

Al nítido claror, se ve a los leñadores reunirse gesticulando, mirando a su alrededor, hacia arriba... buscando al ángel del milagro...

-Vamos a bajar. Voy a labrar esas almas con este inesperado motivo que me han proporcionado. Nos detendremos en el pueblecillo en vez de en la ciudad. Partiremos al alba. Tendrán un sitio para las mujeres. Para nosotros es suficiente el bosque -dice Jesús, y baja veloz, seguido por los demás.

-¿Pero por qué sonreías así? ¡Parecías dichoso! -pregunta Pedro.
-Lo sabrás por mis palabras.
Ya están donde el baldío se ha transformado en cenizas, todavía calientes y crujientes bajo las sandalias. La atraviesan. Cuando llegan al centro, al lugar en que la Luna incide de lleno, los leñadores los ven.

-¡Como decía yo! ¡El único que podía haber hecho esto era Él! Vamos a correr a venerarlo -grita un leñador, y lo hace arrojándose entre las cenizas a los pies de Jesús.
-¿Por qué crees que he podido hacerlo?
-Porque sólo el Mesías puede esto.

-¿Y cómo sabes que Yo soy el Mesías? ¿Es que me conoces?
-No. Pero sólo el Bueno que ama a los pobres puede haber tenido piedad, y sólo el Santo de Dios puede haber mandado al fuego y ser obedecido. ¡Bendito sea el Altísimo, que nos ha enviado a su Mesías! ¡Y el Mesías, que ha llegado a tiempo de salvarnos las casas!

-Deberíais tener más apremio por salvaros el alma.
-El alma se salva creyendo en ti y tratando de hacer lo que enseñas. Pero como puedes comprender, Señor, la desolación de ser despojados de todo puede hacer débiles a nuestras débiles almas... y llevarlas a dudar de la Providencia.

-¿Quién os ha instruido acerca de mí?
-Algunos discípulos tuyos... Ahí están nuestras familias... Temiendo que todo el collado prendiese fuego, habíamos dicho que los despertaran... Acercaos... Y luego enviamos a otro hombre para que dijera que había un milagro y que vinieran a ver, Aquí están, Señor. La mía.

La de Jacob. Ésta es la de Jonatán; ésta, la de Marco; ésta, la de mi hermano Tobías; y ésta, la de Eleazar; y luego las otras, de los que son pastores y ahora están en los altos montes, en los pastos...

Es un grupo de unas doscientas cincuenta personas como mucho, comprendidos los numerosos niños, todavía lactantes
o poco ha separados del pecho, que lloriquean despertados a la mitad o que duermen, desconocedores del peligro que han corrido.

-La paz a vosotros todos. El ángel de Dios os ha salvado. Alabemos juntos al Señor.
-¡Nos has salvado Tú! ¡Tú, que siempre estás presente donde hay fieles que creen en ti! -dicen muchas mujeres... Y los hombres asienten con gravedad.

-Sí. Donde hay fe en mí, está presente la Providencia. De todas formas, tanto en las cosas del espíritu como en las de la materia, es necesario actuar con continua prudencia. ¿Qué es lo que ha encendido los brezos? Probablemente una chispa que se ha escapado de vuestros fuegos, o una ramita que haya querido encender en el fuego uno de los niños, para divertirse en agitarla y lanzarla hacia abajo con la despreocupación de su edad.

En efecto, es bonito ver una flecha de fuego surcar el aire que oscurece. Pero, ¡ya veis lo que puede causar una imprudencia! Puede causar graves desastres. Una chispa, o una ramita caída entre los brezos secos, ha sido suficiente par hacer arder un valle, y, si el Eterno no me hubiera enviado, todo el bosque se habría transformado en un brasero que habría consumido en medio de una mordaza de fuego vuestros bienes y vuestras vidas.

Lo mismo con las cosas del espíritu. Hay que estar continua y prudentemente atentos, para que una flecha de fuego, una chispa, no prendan en vuestra fe y la destruyan, después de un proceso inadvertido de incubación en el corazón, con un fuego deseado por los que me odian y provocado para hacerme pobre en fieles. Aquí, el fuego, detenido a tiempo, se ha transformado de maléfico en benéfico, destruyendo el baldío inútil, que habíais dejado prosperar en el valle, y preparándoos, con su destrucción y con el abono que supone las cenizas, un terreno que, si sois trabajadores, podréis explotar con útiles cultivos.

¡Pero en los corazones lo que sucede es muy distinto cuando se os destruye todo el Bien, ya nada más puede brotar ahí, excepción de zarzas para cama de demonios.
Recordad esto y vigilad contra las insinuaciones de mis enemigos; que, como chispas infernales, serán lanzadas a vuestros corazones. Cuando llegue, estad preparados para el contrafuego.

¿Y cuál es este contrafuego? Es una fe cada vez más fuerte, una voluntad inquebrantable de ser de Dios. Es un pertenecer al Fuego santo. Porque el fuego no se come al fuego. Ahora bien, si sois fuego de amor al Dios verdadero, el fuego del odio a Dios no podrá perjudicaros. El Fuego del amor vence a cualquier otro fuego. Mi Doctrina es amor, y quien la recoge entra en el Fuego de la Caridad, y ya no puede ser torturado por el fuego del Demonio.

Desde lo alto de aquella loma, mientras veía arder los brezos y oía las palabras que vuestros espíritus dirigían al Señor Dios suyo -más aún que ver vuestras acciones orientadas a apagar las llamas -, Yo sonreía. Y un apóstol mío me ha dicho: "¿Por qué sonríes?". Le he prometido: "Te lo diré hablando a los salvados". Lo hago. Sonreía pensando en que, de la misma forma que las llamas se extendían entre los brezos del valle, en vano agredidos por vuestras maniobras, así se va a extender mi Doctrina por el mundo, en vano perseguida por quien no quiere la Luz.

Y habrá luz y purificación y bonificación. Cuántas pequeñas serpientes han perecido entre estas cenizas, y con ellas otros seres dañinos! Vosotros teníais miedo a este valle porque en él había demasiados áspides. Pues podéis ver que ni uno sólo se ha salvado. Igualmente el mundo será liberado de muchas herejías, de muchos pecados, de muchos dolores, cuando me haya conocido y haya sido purificado por el fuego de mi Doctrina. Limpiado y liberado de las plantas inútiles, capacitado para recibir la semilla, enriquecido en frutos santos.

Por esto sonreía... Veía en el fuego que avanzaba un símbolo de la extensión de mi Doctrina por el mundo... Luego la caridad hacia el prójimo, que no ha de separarse nunca de la caridad hacia el Señor, ha devuelto mi pensamiento a vuestras necesidades. Y he bajado la mirada mental desde la contemplación de los intereses de Dios hasta la de los intereses de los hermanos, y he parado el fuego para que en medio de vuestro júbilo alabaseis al Señor.

Veis, pues, que mi pensamiento ha subido a Dios, de
Él ha bajado, más poderoso aún porque el ensimismamiento con Dios aumenta siempre nuestras facultades, y ha vuelto a subir después, junto con el vuestro, a Dios. De esta forma, por la caridad, he realizado conjuntamente los intereses del Padre y de mis hermanos. Actuad también vosotros de modo semejante en el futuro de vuestra vida.

-Y ahora, para estas mujeres, os pido un lugar para pasar la noche. La Luna se está poniendo y el incendio ha retardado nuestro camino.

Así que no podemos proseguir hasta la ciudad cercana. -¡Venid! ¡Venid! Hay sitio para todos. ¡Podíamos estar nosotros sin techo! Nuestras casas son vuestras. Son casas de pobres, pero están limpias. ¡Venid! ¡Venid y quedarán bendecidas!-gritan todos.

Y lentamente suben la ladera, más bien empinada, hasta llegar al pueblecillo que milagrosamente se ha salvado de la destrucción, para desaparecer después cada uno con quien le da alojamiento...
   


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