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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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452- El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
-¡Mi Señor! -grita el ex leproso, postrándose de rodillas, en cuanto ve aparecer a Jesús en la gándara que precede al lugar rocoso donde ha vivido durante muchos años. Y luego, levantándose, grita otra vez:
-¿Cómo es que vienes de nuevo a verme?
-Para darte el viático de la palabra, después del de la salud.
-El viático se da a uno que se pone en camino, y yo realmente me marcho hoy al atardecer para las purificaciones. Pero me marcho para volver y unirme a los discípulos, si me quieres acoger. Ya no tengo casa ni parientes, Señor. Soy viejo para volver a nueva actividad y vida. Me restituirán la posesión de los bienes.
¿Pero, cómo estará la casa, después de quince años sin ser de nadie? ¿Qué encontraré en ella? Quizás paredes derrumbadas... Soy un pájaro sin nido. Deja que me una a las filas de los que te siguen. Además... no me pertenezco ya a mí mismo, porque por lo que me has dado soy tuyo; ya no pertenezco al mundo, que durante tanto tiempo me apartó de sí (justamente, porque era impuro).
Ahora, después de conocerte, soy yo quien encuentro impuro al mundo, y me aparto del mundo para ir a ti.
-Y Yo no te rechazo. De todas formas, te digo que querría de ti que estuvieras un tiempo en esta región. Aera y Arbela tienen a un hijo suyo evangelizando. Tú sélo de Ippo, de Gamala, de Afeq y de los pueblos cercanos. Dentro de poco voy a bajar a Judea, y no regresaré a estos lugares. Quiero que tengan evangelizadores.
-Tu voluntad me hace amable cualquier renuncia. Haré lo que deseas. Lo haré en cuanto cumpla las purificaciones.
Había pensado no preocuparme ya más de mi casa. Pero ahora digo que la voy a arreglar para poder vivir en ella y recibir durante el invierno a almas deseosas de saber de ti, y pediré a alguno de los discípulos que te sigue desde hace años que venga conmigo, porque, si quieres que sea un pequeño maestro, necesito ser instruido por alguien que sea más maestro que yo. Y en primavera iré, como los otros, predicando tu Nombre.
-Es un pensamiento correcto. Dios te ayudará a cumplirlo.
-Ya he empezado, destruyendo con el fuego todo lo que me pertenecía: o sea, la mísera yacija y los enseres que usaba, la túnica que he llevado hasta ayer, todo lo que había tocado con mi cuerpo enfermo.
La gruta donde vivía está negra por el fuego que he encendido dentro para destruir y purificar. Nadie se contagiará si entra en ella para refugiarse en una noche de tormenta. Y... (la voz del hombre pierde fuerza, casi se empaña, y habla más lentamente...) y... tenía una vieja arca ya desvencijada... carcomida... parecía que la lepra la hubiera corroído también a ella... Pero para mí... era más preciosa que las riquezas del mundo... Dentro estaban las cosas amadas... recuerdos de mi madre... el velo de boda de mi Ana...
¡Ah, cuando se lo quité, lleno de felicidad, el día de nuestra boda al caer de la tarde, y contemplé aquel rostro de azucenas tan hermoso y puro, ¿quién me iba a decir que pocos años después lo iba a ver convertido todo en una llaga? Y... los vestidos de mis hijos... y sus juguetes... que sujetaron entre sus pequeñas manos mientras pudieron apretar... algo... y... ¡oh, es mucho el dolor!... perdona mi llanto... La llaga duele mucho ahora que los he quemado por justicia... sin poder besarlos... porque eran de leprosos... Soy injusto, Señor... Te muestro lágrimas... Pero ten conmiseración... He destruido el último recuerdo de ellos... y ahora me siento como uno extraviado en un desierto...
El hombre se agacha, llorando, junto al montón de ceniza, recuerdo de su pasado...
-No estás extraviado, Juan; ni solo. Yo estoy contigo. Y los tuyos pronto estarán conmigo, en el Cielo, esperándote. Esos recuerdos te los evocaban desfigurados por la enfermedad, o con la hermosura de la salud antes de la desgracia: recuerdos todos dolorosos. Déjalos entre las cenizas de la hoguera. Anúlalos en la certidumbre que te doy Yo de que volverás a encontrarlos, felices, con la hermosura de la alegría del Cielo.
El pasado ha muerto, Juan; no lo llores más. La luz ya no se demora en mirar a las tinieblas de la noche, sino que exulta por separarse de ellas y resplandecer, subiendo en el cielo tras el sol todas las mañanas. Y el sol no se demora en el oriente, sino que aparece, se muestra todo, hasta emitir sus rayos desde lo alto de la bóveda celeste que surca. Tu noche ha terminado. No la recuerdes ya. Sube con el espíritu a donde Yo, Luz, te llevo.
Allí, por la dulce esperanza y la hermosa fe, encontrarás la alegría, porque tu caridad podrá derramarse en Dios y en los amados que esperan. Es sólo una rápida ascensión... y pronto estarás arriba, con ellos. La vida es un soplo... La eternidad es el eterno presente.
-Tienes razón, Señor. Me confortas y me enseñas cómo superar esta hora con justicia... Pero Tú estás al sol por estar lo más cerca de mí que te es concedido. Retírate, Maestro. Ya me has dado bastante. Podría hacerte daño el sol, que ya es fuerte.
-He venido para estar contigo. Todos hemos venido para esto. Lo que puedes hacer es acercarte tú a los árboles, y estaremos cerca sin peligro.
El hombre obedece y deja la peña a cuyos pies está el montón de ceniza, el pasado, y va hacia el lugar a que se dirige Jesús, donde están, emocionados, los apóstoles y las mujeres y los habitantes del arrabal y los que han venido de las ciudades a escuchar al Maestro.
-Encended las hogueras para asar el pescado. Repartiremos la comida en banquete de amor -ordena Jesús.
Y, mientras los apóstoles llevan a cabo las indicaciones, Él se mueve por entre los árboles y matas crecidos en desorden en este lugar que todos evitan por la cercanía del leproso. Una tupida maraña, agreste, de plantas que no conocen podaderas ni hachas desde que nacieron.
Personas enfermas o afligidas por algo están bajo la sombra propicia de esta espesura y narran a Jesús sus angustias, y Jesús cura, aconseja o consuela, con paciencia y potencia. Más allá, en un pequeño prado, el niño de Cafarnaúm juega feliz con los niños del pueblo, y los gritos alegres de los niños compiten con el canto de muchos pájaros que hay en las tupidas frondas; mientras sus vestidos variopintos, agitados, al correr, contra el fondo verde de la hierba, hacen que parezcan grandes mariposas yendo de una flor a otra.
La comida está preparada. Llaman a Jesús, que pide prestado el cesto a un campesino que había traído higos y uva y lo llena de pan, del pescado más hermoso, de fruta muy sabrosa; añade a ello su cantimplora de agua endulzada con miel, y se dirige hacia el leproso.
-Te quedas sin cantimplora -le observa Bartolomé -No te la puede devolver.
Y Jesús, sonriendo:
-¡Hay mucha agua todavía para la sed del hijo del hombre! Está el agua que el Padre ha puesto en los pozos profundos. Y el Hijo del hombre tiene todavía las manos libres para usar sus cuencos... Día llegará en que no tendré ni éstas ni aquélla... ni tendré ya tampoco el agua del amor, que aplaque la sed del sediento... Ahora tengo mucho amor en torno a mí... -y prosigue, llevando con las dos manos la canasta ancha, redonda y baja, que deposita en la hierba a unos metros de Juan; y dice a éste:
-¡Toma y come! Es el banquete de Dios.
Luego vuelve a su lugar. Ofrece y bendice el alimento y lo manda distribuir entre los presentes, que han añadido a ello todo lo que tenían. Todos comen con gusto y pacífica alegría, y María se ocupa del pequeño Alfeo con maternal dulzura. Luego, acabada la refacción, Jesús se pone entre la gente y el ex leproso y empieza a hablar, mientras las madres colocan en sus regazos a los niños, saciados de alimento y juegos, y los mecen para dormirlos y que no molesten.
Escuchad todos. En un salmo de David (Salmo 15) el salmista se pregunta: “¿Quién habitará en el Tabernáculo de Dios?
¿Quién descansará en el monte de Dios?". Y pasa a enumerar a los que estarán en el número de los afortunados, y los motivos de su bienaventuranza. Dice: "El que vive sin mancha y practica la justicia. El que dice la verdad de corazón y no urde engaños con su lengua. El que no perjudica a su prójimo.
El que no se hace eco de palabras infamantes contra sus semejantes". Y en pocos renglones, después de decir quién habitará en los dominios de Dios, refiere el bien que hacen estos bienaventurados después de no haber hecho el mal. Así dice: “A sus ojos el malvado es nada. Honra a los que temen a Dios. No jura para engaño de su prójimo. No presta a usura su dinero, no recibe regalos en perjuicio del inocente". Y termina:
"Quien estas cosas hace no vacilará jamás".
En verdad, en verdad os digo que el salmista dijo la verdad, y confirmo con mi sabiduría que quien así obra no vacilará jamás.
Primera condición para entrar en el Reino de los Cielos: “Vivir sin mancha".
¿Pero puede el hombre, criatura débil, vivir sin mancha? La carne, el mundo y Satanás, en una continua agitación de pasiones, tendencias y odio, lanzan sus chorretadas para manchar a los espíritus y, si el Cielo estuviera abierto sólo para los que hubieran vivido sin mancha desde que tuvieron uso de razón en adelante, poquísimos de toda la Humanidad entrarían en el Cielo, de la misma forma que poquísimos son los hombres que llegan a la muerte sin haber conocido enfermedades más o menos graves durante la existencia. ¿Y entonces? ¿Está así cerrado el Cielo para los hijos de Dios? ¿Tendrán que decirse éstos a sí mismos:
"Lo he perdido" cuando un asalto de Satanás o un torbellino de la carne los hacen caer y ven manchada su alma? ¿No habrá ya perdón para el que haya pecado? ¿Nada borrará la mancha que desfigura al espíritu? No temáis a vuestro Dios con injusto temor. Él es Padre. Y un padre tiende siempre una mano a los hijos que vacilan, les ofrece ayuda para que se pongan en pie de nuevo, conforta con medios delicados para que su abatimiento no degenere en desesperación, sino que florezca en forma de humildad deseosa de ofrecer reparación para volver al amor del Padre.
Así es: el arrepentimiento del pecador: la buena voluntad de ofrecer reparación -nacidas ambas de un verdadero amor al Señor-, lavan la mancha de la culpa y hacen al hombre digno del perdón divino. Y cuando el que os habla haya cumplido su misión en la Tierra, a las absoluciones del amor, del arrepentimiento y de la buena voluntad, se unirá, poderosísima, la absolución que el Cristo os habrá obtenido a precio de su sacrificio.
Más cándidos en el alma que niños recién nacidos -mucho más cándidos porque a quien crea en mí le brotarán desde dentro de su seno ríos de agua viva que lavarán incluso el pecado original, causa primera de todas las debilidades del hombre-, podréis aspirar al Cielo, al Reino de Dios, a morar en sus Tabernáculos. Porque la Gracia que voy a devolveros os ayudará a practicar la justicia, que aumenta más cuanto más es practicada -el derecho que os da un espíritu sin mancha a entrar en la alegría del Reino de los Cielos.
Entrarán en él los niños pequeños y gozarán, por la bienaventuranza gratuitamente ofrecida; gozarán, porque el Cielo es alegría. Mas entrarán también los adultos, los viejos, los que hayan vivido, luchado, vencido, y que a la cándida corona de la Gracia unan la corona multicolor de sus obras santas, de sus victorias contra Satanás, el mundo y la carne, y grande, grandísima será su bienaventuranza de vencedores, grande, como el hombre no puede imaginar.
¿Cómo se practica la justicia? ¿Cómo se conquista la victoria? Con honestidad de palabras y de acciones, con caridad hacia el prójimo. Reconociendo que Dios es Dios y no poniendo en el lugar del Dios Santísimo los ídolos de las criaturas, el dinero, el poder. Ofreciendo cada uno el lugar que le corresponde, sin tratar de dar más ni de dar menos de aquello que debe darse.
No es justo el hombre que, porque uno sea amigo o pariente suyo influyente, lo honre y sirva incluso en las obras no buenas. Y quien -caso contrario-perjudique a su prójimo porque de él no pueda esperar ningún beneficio, y jure contra él, o se deje comprar con regalos para testificar contra el inocente o juzgar con favoritismo, no según la justicia sino según el cálculo de lo que el injusto juicio le puede producir del más poderoso de los contendientes, no es justo, y vanas son sus oraciones, sus dádivas, porque a los ojos de Dios están manchadas de injusticia.
Como veis, lo que digo sigue siendo Decálogo. Siempre es Decálogo la palabra del Rabí. Porque el bien, la justicia, la gloria están en cumplir lo que el Decálogo enseña y ordena hacer. No hay otra doctrina.
En el pasado fue dada entre los rayos del Sinaí, ahora es dada entre los resplandores de la Misericordia, pero es esa Doctrina. Y no cambia. Y no puede cambiar. Muchos, como propia disculpa, dirán en Israel, para justificar el no haber sido santos incluso después del paso del Salvador por la Tierra: "No he tenido posibilidad de seguirlo y escucharlo".
Mas su disculpa no tiene ningún valor, porque el Salvador no ha venido a instaurar una nueva Ley, sino a confirmar la primera, la única Ley; es más, a confirmarla precisamente en su santa desnudez, en su sencillez perfecta. A confirmar con amor, y con promesas de seguro amor de Dios, lo que en el pasado había sido dicho con rigor, por una parte, y había sido escuchado con temor, por la otra parte.
Para que comprendáis bien lo que son los diez mandamientos, y la importancia que tiene el seguirlos, os digo esta parábola.
Un padre de familia tenía dos hijos. Igualmente amados. De ambos quería ser, en igual medida, benefactor. Este padre tenía, además de la casa donde vivían los hijos, otras propiedades donde había grandes tesoros escondidos. Los hijos tenían noticia de estos tesoros, pero no sabían el camino que a ellos conducía, porque su padre, por motivos personales, no les había revelado a sus hijos el camino para llegar, y ello durante muchos, muchos años.
Un día llamó a sus dos hijos y dijo: "Ya conviene que sepáis dónde están los tesoros que vuestro padre ha tenido reservados para vosotros, para que podáis ir por ellos cuando os lo diga. Entretanto, sabed cuál es el camino y las señales que he puesto en él para que no os extraviéis.
Oídme. Los tesoros no están en la llanura, donde las aguas se depositan, arde el sol tórrido, el polvo deteriora, los espinos y los tríbulos ahogan, y adonde fácilmente los ladrones pueden llegar y robar. Los tesoros están en la cima de aquel alto monte, alto y abrupto. Los puse allá en la cima. Allí os esperan.
El monte tiene más de un sendero; es más, tiene muchos senderos. Pero sólo uno de ellos es bueno. Los otros terminan o en precipicio o en cavernas sin salida o en fosas de agua legamosa o en cubiles de víboras o en cráteres de azufre encendido o contra muros infranqueables.
El bueno, sin embargo, aunque es fatigoso, llega a la cima sin interrupción de precipicios u otros obstáculos. Para que lo podáis reconocer, he puesto a lo largo del sendero, a distancias uniformes diez monumentos de piedra en que están grabadas estas palabras de reconocimiento: amor, obediencia, victoria. Id, siguiendo este sendero, y llegad al lugar del tesoro. Yo, luego, por otro camino que sólo yo conozco, iré y os abriré las puertas para dicha vuestra".
Los dos hijos se despidieron de su padre, quien, hasta que podían oírlo, repitió: "Seguid el camino que os he dicho. Es por vuestro bien. No os dejéis tentar por los otros, aunque os parezcan mejores. Perderíais el tesoro, y a mí con él...".
Ya han llegado al pie del monte. El primer monumento estaba en la base, justo al principio del sendero que estaba en el centro de una estrella de sendas que subían a la conquista del monte en todas las direcciones. Los dos hermanos empezaron la subida por el sendero bueno. En los primeros momentos era muy ligero, aunque sin una pizca de sombra.
Desde lo alto del cielo, el sol descendía a pico inundándolo de luz y calor. La blanca roca en que el sendero se abría, el terso cielo sobre sus cabezas, el sol caliente que abrazaba sus cuerpos: esto veían y sentían los hermanos. Pero, animados aún por una buena voluntad, por el recuerdo de su padre y de sus recomendaciones, subían alegres hacia la cima. Llegan al segundo monumento... y luego al tercero.
El sendero se hacía cada vez más fatigoso, solitario y ardiente. Ya no se veían siquiera los otros senderos, los cuales tenían hierba y árboles o aguas claras, y, sobre todo, una subida más suave, porque era menos empinada y estaba trazada en la tierra, no en la roca.
"Nuestro padre quiere que lleguemos muertos" dijo uno de los dos hijos al llegar al cuarto monumento. Y empezó a aminorar el paso. El otro lo animó a continuar, diciendo:
"Si ha salvado para nosotros tan maravillosamente el tesoro, es que nos quiere como si fuéramos él mismo, y más todavía. Este sendero de la roca, que sube sin pérdida desde el pie hasta la cima, lo ha excavado él. Y ha hecho estos monumentos para que nos sirvan de guía. ¡Piensa, hermano mío, que él solo ha hecho todo esto, por amor! ¡Para dárnoslo a nosotros! Para hacer que lleguemos sin error posible y sin peligro".
Siguieron andando. Pero los senderos que quedaban abajo, de vez en cuando, se acercaban al sendero de la roca, y esto sucedía cada vez más, en la medida en que el monte, acercándose a la cima, se iba haciendo más estrecho en su cono. ¡Y qué hermosos eran, umbríos, tentadores!...
"Estoy por tomar uno de ésos" dijo el descontento al llegar al sexto monumento. "En realidad, también aquél va a la cima.”
"Hablas sin saber... No ves si sube o baja..."
"¡Ahí arriba está!”
"No sabes si es ése. Y además nuestro padre dijo que no dejásemos el recto camino...".
De mala gana continuó el insatisfecho. Ya llegó el séptimo monumento: "¡Bueno yo me voy, ¿eh?!".
"¡No lo hagas, hermano!”
Sendero arriba, un tramo verdaderamente dificilísimo; pero la cima ya estaba cercana...
Han llegado al octavo monumento, que está cerca del sendero florido, rayano con él.
"¿Ves cómo, aunque no sea en línea recta, lleva arriba también éste?".
"No sabes si es ése."
"Sí, que lo reconozco.”
"Te engañas.”
"No. Voy al otro".
"No lo hagas. Piensa en nuestro padre, en los peligros, en el tesoro”
"¡Pues prescindo de todo y de todos! ¿Para qué me sirve el tesoro, si llego a la cima agonizando? ¡Qué peligro es mayor que este camino? ¿Y qué odio, mayor que este de nuestro padre que se ha burlado de nosotros con este sendero para que muriésemos? Adiós. Llegaré antes que tú, y vivo..." y se lanzó al sendero contiguo, y desapareció con una exclamación de gozo tras los troncos que daban sombra al sendero.
"El otro prosiguió, con gran dificultad... ¡Oh, el último trecho del camino era verdaderamente tremendo! El viandante ya no podía más. Estaba como ebrio de fatiga, de sol. Al llegar al noveno monumento, se detuvo jadeando. Se apoyó en la piedra esculpida y leyó instintivamente las palabras en ella grabadas. A poca distancia había un sendero de sombra, de aguas, de flores... "Casi, casi... ¡No! No. Ahí está escrito, y lo ha escrito mi padre: amor, obediencia, victoria. Debo creer. En su amor, en su verdad, y debo obedecer para mostrar mi amor... Vamos... Que el amor me sostenga...". Llegó el décimo monumento...
El viandante exhausto, abrasado por el sol, caminaba encorvado como bajo un yugo... Era el amoroso y santo yugo de la fidelidad que es amor, obediencia, fortaleza, esperanza, justicia, prudencia, todo... En vez de apoyarse, se dejó caer, sentado, en la sombra insignificante que el monumento proyectaba en el suelo. Se sentía morir... Desde el sendero de al lado llegaba un rumor de arroyos y olor de bosque...
"¡Padre, padre, ayúdame con tu espíritu, en la tentación... ayúdame a ser fiel hasta el final!".
Desde lejos, la voz jubilosa de su hermano: "Ven, te espero. Esto es un edén... Ven...".
"¿Y si fuera?..." y gritando fuerte: "¿Estás seguro de que se sube la cima?".
"Sí, ven. Hay una galería fresca que lleva arriba. ¡Ven! Ya veo la cima, detrás de la galería que atraviesa la roca...".
"¿Voy? ¿No voy?... ¿Quién me socorre?... Voy...". Calcó las manos para levantarse, pero, mientras lo hacía, observó que las palabras incididas ya no eran seguras, como las del primer monumento: "En cada monumento que pasaba las palabras eran más ligeras... como si a mi padre, derrengado, le hubiera costado incidirlas. Y... ¡fíjate!...
Aquí también esas marcas rojas oscuras que ya se veían desde el quinto monumento... Pero aquí llenan las hendiduras de todas las palabras e incluso ha escurrido hacia afuera, formando rayas como de lágrimas oscuras en la piedra, como... de sangre...". Rascó con el dedo en el lugar en que había una mancha de la extensión de dos manos. Y la mancha se redujo a polvo, dejando al descubierto, frescas, estas palabras: "Así os he amado.
Hasta derramar la sangre por llevaros al Tesoro".
"¡Oh! ¡Oh! ¡Padre mío! ¡Y me venía la idea de no cumplir tu orden! ¡Perdón, padre mío! Perdón". El hijo lloró contra la piedra, y la sangre que llenaba las palabras recobró su frescura, resplandeciendo como el rubí, y las lágrimas fueron comida y bebida del hijo bueno, y le dieron fuerza... Se levantó... Por amor llamó a su hermano, lo llamó fuerte, fuerte... Quería que supiera lo que había descubierto... el amor de su padre, decirle: "Vuelve". Nadie respondió...
El joven reanudó la marcha, casi de rodillas sobre la piedra ardiente, porque su cuerpo estaba totalmente agotado por el esfuerzo pero su espíritu estaba sereno.
Ya se ve la cima... En ella, su padre.
"¡Padre mío!"
"¡Hijo amado!".
El joven se dejó caer sobre el pecho paterno, el padre lo acogió cubriéndolo de besos.
"¿Estás ͈̺͈̘̪͛
"Sí... Pero mi hermano llegará pronto...".
"No. No llegará jamás. Ha abandonado el camino de los diez monumentos. No ha vuelto a él después de los primeros desengaños admonitorios. ¿Quieres verlo? Allí está. En el abismo de fuego... Ha sido pertinazmente culpable. Si, después de conocer el error, hubiera vuelto sobre sus pasos y, aunque hubiera sido con retraso, hubiera pasado por donde el amor pasó primero, sufriendo hasta derramar su mejor sangre, la parte más preciada de sí mismo por vosotros, yo lo habría perdonado todavía, y le habría esperado". "Él no sabía...”
"Si hubiera mirado con amor las palabras incididas en los diez monumentos, habría leído su verdadero significado. Tú lo has leído desde el quinto monumento y se lo has observado al otro, diciéndole: “Nuestro padre aquí debe haberse herido”. Y lo has leído en el sexto, séptimo, octavo, noveno... cada vez con más claridad, hasta que has tenido el instinto de destapar lo que se ocultaba bajo mi sangre.
¿Sabes cómo se llama ese instinto?: “Tu verdadera unión conmigo”. Las fibras de tu corazón, fundidas con mis fibras, se han sobresaltado, y te han dicho: “Aquí hallarás la medida del amor de tu padre”. Ahora toma posesión del Tesoro, y de mí con él, tú, amoroso, obediente, victorioso para siempre".
Ésta es la parábola.
Los diez monumentos son los diez mandamientos. Vuestro Dios os ha grabado y colocado en el sendero que lleva al Tesoro eterno, y ha sufrido para conduciros a ese sendero. ¿Vosotros sufrís? También Dios. ¿Vosotros tenéis que forzaros a vosotros mismos? También Dios. ¿Y sabéis hasta qué punto?
Sufriendo el separarse de sí mismo y forzarse a conocer el hecho de ser hombre con todas las miserias que la humanidad lleva consigo: nacer, padecer frío, hambre, cansancio, burlas, afrentas, odios, insidias y finalmente la muerte, dando toda su Sangre para daros el Tesoro. Esto es lo que sufre Dios que ha bajado a salvaros. Esto es lo que sufre Dios en lo alto del Cielo, permitiéndose a sí mismo sufrirlo.
En verdad os digo que ningún hombre, por fatigosa que sea su senda para llegar al Cielo, recorrerá jamás un sendero más fatigoso y doloroso que el que el Hijo del hombre recorre para venir del Cielo a la Tierra y de la Tierra ir al Sacrificio para abriros las puertas del Tesoro.
En las tablas de la Ley ya está mi Sangre. En el Camino que os trazo está mi Sangre. La puerta del Tesoro se abre con el empuje de la ola de mi Sangre. Vuestra alma se hace cándida por el lavacro de mi Sangre, y fuerte por la nutrición de mi Sangre. Pero, para que no sea derramada en vano, vosotros debéis recorrer el camino inmutable de los diez mandamientos.
Ahora vamos a descansar. Cuando se ponga el sol iré hacia Ippo: Juan, a la purificación; vosotros, a vuestras casas. La paz del Señor esté con vosotros.
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