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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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348- Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones de la Virgen
Cuando ponen pie en la playita de Cafarnaúm, los recibe el griterío de los niños, que, tanto corren, veloces, chillando con sus vocecitas, desde la playa a las casas, que emulan a las golondrinas afanadas en la construcción de los nuevos nidos; alborozados con esa sencilla alegría de los niños, para los cuales es espectáculo maravilloso un pececito muerto encontrado en la orilla, y mágico objeto una piedrecita pulida por las olas y que por su color asemeja a una piedra preciosa, o la flor descubierta entre dos piedras, o el escarabajo tornasolado capturado en vuelo: prodigios todos dignos de ser mostrados a las mamás, para que participen de la alegría de su hijito.
Mas ahora estas golondrinitas humanas han visto a Jesús, y todos sus vuelos convergen hacia Él, que está para desembarcar en la playita. Entonces se abate sobre Jesús una templada, viva avalancha de carnes niñas, y lo ciñe; una cadena suave de tiernas manitas, que lo ata; un amor de corazones infantiles, que, cual dulce fuego, le da calor.
-¡Yo! ¡Yo!
-¡Un beso!
-¡A mí!
-¡También yo!
-¡Jesús! ¡Te quiero!
-¡No te vuelvas a marchar por tanto tiempo!
-¡Venía todos los días aquí para ver si venías!
-¡Yo iba a tu casa!
-Ten esta flor. Era para mi mamá. Pero te la doy.
-Otro beso más para mí, muy fuerte. El de antes no me ha tocado, porque Yael me ha empujado para atrás...
Y las vocecitas continúan mientras Jesús trata de caminar entre esa red de ternuras.
-¡Pero dejadlo un poco en paz! ¡Fuera! ¡Basta! -gritan discípulos y apóstoles tratando de aflojar el cerco. ¡Ya, ya! ¡Parecen lianas provistas de ventosas! Por esta parte las separan, por allá se pegan.
-¡Dejad! ¡Dejadlos! Con paciencia llegaremos -dice Jesús sonriendo, y da pasos increíblemente pequeños para poder andar sin pisar piececitos descalzos.
Pero lo que le libra del amoroso cerco es la improvisa llegada de Manahén con otros discípulos, entre los cuales los pastores que estaban en Judea.
-¡La paz a ti, Maestro! -dice con voz potente el solemne Manahén, espléndidamente vestido, aunque ya sin objetos de oro en la frente y en los dedos; eso sí, con una magnífica espada a la cintura que suscita la admiración llena de reverencia de los niños, los cuales, ante este magnífico caballero vestido de púrpura y con un arma tan estupenda en su cintura, se apartan atemorizados.
Y así Jesús puede abrazarlo, y abrazar a Elías, a Leví, a Matías; a José, a Juan, a Simeón, y no sé a cuántos otros más.
-¿Cómo es que estás aquí? ¿Y cómo has sabido que había arribado?
-Saberlo, se ha sabido por los gritos de los niños. Han traspasado los muros como flechas de alegría. Pero he venido aquí porque pensaba que está próximo tu viaje a Judea y que ciertamente tomarán parte en él las mujeres... He querido estar también yo... Para protegerte, Señor, si no es demasiada soberbia pensarlo. Hay mucha efervescencia en Israel contra ti. Esto es una cosa dolorosa de decir. Per no la ignoras.
Hablando así, llegan a la casa y entran en ella. Manahén continúa hablando después de que el jefe de casa y su mujer han saludado reverentemente al Maestro.
-Ya en estos momentos la efervescencia y el interés que suscitas ha penetrado por todas partes, agitando y llamando la atención incluso de los más insensibles y distraídos por cosas muy distintas de lo que Tú eres. Las noticias de tus obras han penetrado incluso dentro de las sucias murallas de Maqueronte y en los lujuriosos refugio de Herodes, bien sean éstos el palacio de Tiberíades, o los castillos de Herodías o la espléndida mansión de los Asmoneos cerca del Sixto. Franquean, como oleadas de luz y poder, las barreras de tinieblas y mezquindad. Abaten los cúmulos de pecados dispuestos como trinchera y refugio para los sucios amores de la Corte y los atroces delitos.
Asaetean, como dardos de fuego, escribiendo palabras mucho más graves que las del banquete de Baltasar en las licenciosas paredes de las alcobas y de las salas del trono y de los banquetes. Gritan tu Nombre y tu poder, tu naturaleza y tu misión. Y Herodes tiembla de miedo por ello; y Herodías se contuerce en los lechos, con miedo a que Tú seas el Rey vengador que habrá de arrebatarle riquezas e inmunidades, si no incluso la vida, y arrojarla a merced de las turbas, que vengarían sus muchos delitos.
En la Corte tiemblan. Y es por ti. Tiemblan de miedo humano y sobrehumano. Desde que la cabeza de Juan cayó cortada, un fuego parece devorar las entrañas de quienes lo mataron. Ya no tienen siquiera su mísera paz de antes, paz de puercos hartos de comilonas, que encuentran el silencio a las acusaciones de la conciencia en la ebriedad y en la cópula. Ya no hay nada que les dé paz... Están perseguidos... Y después de cada una de las horas de amor se odian, hartos el uno de la otra, culpándose recíprocamente de haber cometido el delito que turba, que ha sobrepasado la medida; mientras que Salomé, como poseída por un demonio, vive zarandeada por un erotismo que degradaría a una esclava de las moliendas.
El Palacio es más hediondo que un albañal. Herodes me ha preguntado varias veces acerca de ti. Siempre he respondido: "Para mí es el Mesías, el Rey de Israel de la única estirpe real, la de David. Es el Hijo del hombre a que se refieren los Profetas, es el Verbo de Dios, Aquel que, por ser el Cristo, el Ungido de Dios, tiene derecho a reinar sobre todos los vivientes".
Y Herodes palidece de miedo sintiéndote el Vengador. Y rechaza el miedo, el grito de la conciencia desmembrada por el remordimiento, diciendo -porque los de la Corte para confortarlo dicen que Tú eres Juan falsamente considerado muerto, y con ello le hacen deprimirse más que nunca, de horror; o Elías, o algún otro profeta del pasado -, diciendo:
"¡No, no puede ser Juan! Lo decapitaron por orden mía y su cabeza la tiene Herodías en segura custodia. Y no puede ser uno de los profetas. No se vive de nuevo una vez muertos. Pero tampoco puede ser el Cristo. ¿Quién lo dice? ¿Quién dice que lo es? ¿Quién osa decirme que es el Rey de la única estirpe regia? ¡Yo soy el rey! ¡Yo! Y ningún otro.
El Mesías fue matado por Herodes el Grande: fue ahogado, recién nacido, en un mar de sangre. Fue degollado como un corderito... y tenía pocos meses... ¿Oyes cómo llora? Su balido me grita continuamente dentro de la cabeza, junto con el rugido de Juan: `No te es lícito'... ¿No me es lícito? Sí. Todo me es lícito, porque yo soy `el rey'.
Aquí vino y mujeres, si Herodías rechaza mis abrazos amorosos, y que dance Salomé para despertar mis apetitos aterrorizados por esas cosas pavorosas que dices". Y se emborracha entre las mimas de la Corte, mientras en sus habitaciones grita la desquiciada mujer sus blasfemias contra el Mártir, y sus amenazas contra ti; y, en las suyas, Salomé conoce lo que es el haber nacido del pecado de dos lujuriosos y el haber sido cómplice de un delito conseguido con el abandono del propio cuerpo a los frenesíes lúbricos de un hombre inmundo.
Pero luego Herodes vuelve en sí y quiere saber de ti, y querría verte. Y por este motivo favorece el que yo venga a ti, con la esperanza de que te lleve a su presencia; cosa que no haré nunca, para no llevar tu santidad a un antro de fieras inmundas. Y querría tenerte Herodías para agredirte; y lo grita con su estilete en las manos... Y querría tenerte Salomé, que te vio en Tiberíades sin que Tú lo supieras, el pasado Etanim, en su insania por ti...
¡Éste es el Palacio, Maestro! Pero yo permanezco en él, porque así vigilo las intenciones respecto a ti.
-Yo te lo agradezco y el Altísimo te bendice por ello. También esto es servir al Eterno en sus decretos.
-Lo he pensado. Y por este motivo he venido.
-Manahén, dado que has venido, te ruego una cosa. No bajes a Jerusalén conmigo, sino con las mujeres. Yo voy con éstos por camino ignoto; no podrán hacerme ningún mal. Pero ellas son mujeres indefensas, y el que las acompaña es de corazón manso y está enseñado a ofrecer la mejilla a quien ya lo ha golpeado. Tu presencia será segura protección. Un sacrificio, lo comprendo. Pero estaremos juntos en Judea. No me niegues esto, amigo.
-Señor, todo deseo tuyo es ley para tu siervo. Estoy al servicio de tu Madre y de las condiscípulas, desde este momento hasta cuando quieras.
-Gracias. Esta obediencia tuya también será escrita en el Cielo. Ahora vamos a dedicar la espera de las barcas para todos a curar a los enfermos que me aguardan.
Y Jesús baja al huerto, donde hay camillas o enfermos, y los cura rápidamente, mientras recibe el saludo deferente de Jairo y de los amigos, pocos, de Cafarnaúm.
Las mujeres, entretanto -y son Porfiria y Salomé, más la anciana esposa de Bartolomé y la menos anciana de Felipe con sus hijas jovencitas -se ocupan de la comida para el numeroso grupo de los discípulos, que habrán de saciar el hambre con las nasas de pescado que Betsaida y Cafarnaúm han ofrecido. Y una intensa actividad de abrir vientres argénteos todavía palpitantes, de enjuagar peces en los barreños, y una intensa crepitación de frito sobre las parrillas, se produce en la cocina, mientras Margziam, con otros discípulos, alimenta los fuegos y trae cántaros de agua para ayudar a las mujeres.
La comida pronto está hecha y pronto consumida. Y habiendo sido ya reclutadas las barcas para el transporte de tanta gente, no falta sino embarcarse en dirección a Magdala, por un lago de encanto: tan sereno... tan angélico, engastado en sus orillas esmeraldinas. Los jardines y la casa de María de Magdala se abren hospitalarios en el mediodía solar para recibir al Maestro y a sus discípulos, y toda Magdala se lanza a la calle a saludar al Rabí que va hacia Jerusalén.
Y las frescas laderas de las colinas galileas sienten la marcha diligente y alegre de la turba fiel, seguida de un cómodo carro en que van Juana con Porfiria, Salomé, las mujeres de Bartolomé y Felipe y las dos hijas jovencitas de este último, más los risueños María y Matías, de aspecto irreconocible respecto a lo que eran cinco meses antes. Margziam marcha con bravura con los adultos; es más, por voluntad de Jesús, está incluso en el grupo apostólico, entre Pedro y Juan, y no se pierde ni una palabra de cuanto dice Jesús.
El sol resplandece en un cielo purísimo. Tibias rachas de viento traen olor a bosque, a calamanto, a violeta, y el olor de los primeros muguetes y de los rosales que se van poblando cada vez más de flores; soberano, sobrepujando a todos, ese olor fresco, levemente amargoso, de las flores de los árboles frutales, que, desde todas partes, esparcen nieve de pétalos sobre los prados.
Todos tienen algunos de estos pétalos entre el pelo, mientras caminan en medio de un continuo gorjeo de pájaros, en medio de cantos de seducción y vibrantes reclamos de unas frondas a otras entre los audaces machos y las púdicas hembras; y mientras las ovejas rozan, pingües de maternidad, y los primeros corderitos chocan el morrito rosado contra la torneada ubre para aumentar la secreción de leche, o, como niños felices, corretean haciendo círculos por los prados de hierba reciente.
¡Qué pronto llega Nazaret después de Caná!, donde Susana se une a las otras mujeres llevando consigo los productos de su tierra en cestas y frascos, y una rama entera de rosas rojas, todas en capullo todavía, próximos a abrirse, que -dice -«son ofrenda para María».
-Yo también, ¿ves? -dice Juana, y destapa una especie de caja donde están cuidadosamente colocadas bastantes rosas entre musgo húmedo: «Las primeras y las más bonitas. ¡Siempre será nada para Ella, que es tan encantadora!
Veo que todas las mujeres han traído consigo provisiones para el viaje pascual; y, con las provisiones, quién esta flor, quién esa otra planta, para el huerto de María...
Porfiria se disculpa porque no ha traído más que una maceta de alcanfor, espléndido con esas diminutas hojitas glaucas que emanan su aroma con sólo rozarlas.
-María deseaba esta planta balsámica... -dice.
Y todas la elogian por la belleza exuberante del arbolito.
-¡Oh! Lo he vigilado todo el invierno, resguardándolo del hielo y del granizo en mi habitación. Margziam me ayudaba a llevarla al sol todas las mañanas y a retirarla cuando caía la tarde... Este niño encantador, si no hubiera estado la barca y ahora el carro, se lo habría cargado a las espaldas para llevárselo a María, por cortesía con Ella y conmigo -dice la humilde mujer, que cada vez se siente más segura por la bondad de Juana, y que no cabe en sí de la alegría de estar en viaje hacia Jerusalén, y además con el Maestro, con su marido y con su Margziam.
-¿No has estado nunca en Jerusalén?
-Mientras vivía mi padre, todos los años. Pero luego... Mi madre no volvió a ir... Mis hermanos me habrían llevado, pero yo servía de ayuda a mi madre y ella no me dejaba partir. Después me casé con Simón... y no he vuelto a estar muy bien de salud. Simón habría debido estar mucho de viaje, y se aburría... Así que me quedaba en casa esperándolo... El Señor veía mi deseo... y era como si hiciera el sacrificio en el Templo... -dice la mansa mujer.
Y Juana, que la tiene cerca, le pone una mano en sus espléndidas trenzas y le dice: -¡Querida mía!
Y en esa expresión hay mucho amor, mucha comprensión, mucho significado.
Llegan a Nazaret... Llegan a la casa de María de Alfeo, que ya está entre los brazos de sus hijos, y ella, con las manos goteando y rojas por la colada que está haciendo, los acaricia, para correr luego, secándoselas en el tosco mandil, a abrazar a Jesús... Llegan a la casa de Alfeo de Sara, que precede inmediatamente a la de María. Alfeo ordena al nietecito más grande que corra a avisar a María, mientras se dirige a pasos de gigante hacia Jesús, con una brazada de nietecitos encima; y lo saluda junto con esa nidada estrechada entre sus brazos como un ramo de flores ofrecido a Jesús.
He ahí a María, asomándose a la puerta, bajo el sol, con su vestido de casa de un azul claro un poco descolorido, y con el oro -brillante, vaporoso sobre la frente virginal, macizo en el tupido nudo de las trenzas sobre la nuca -el oro de sus cabellos; hela cayendo sobre el pecho de su Hijo, que la besa con todo su amor. Los demás se detienen, prudentes, para dejarlos libres en los primeros momentos.
Pero Ella se separa enseguida y vuelve el rostro, inexpugnable a la edad, ahora todo rosado por la sorpresa y luminoso por la sonrisa, y saluda con su voz de ángel:
-La paz a vosotros, siervos del Señor y discípulos de mi Hijo. La paz a vosotras, hermanas en el Señor y, con las discípulas, que han bajado del carro, intercambia un beso fraterno.
-¡Oh, Margziam, ya no voy a poder tenerte entre mis brazos! Ya eres un hombre. Pero ven con la Mamá de todos los buenos, que sí te daré un beso todavía. ¡Tesoro mío! Que Dios te bendiga y te haga crecer en sus caminos, robusto como crece tu joven cuerpo, y más aún. Hijo mío, habrá que llevarlo a que lo vea su abuelo. Se pondrá muy contento de verlo así -dice luego volviéndose hacia Jesús.
Y luego abraza a Santiago y a Judas de Alfeo. Y les da la noticia que ciertamente desean oír:
-Este año Simón viene conmigo, como discípulo del Maestro. Me lo ha dicho.
Luego saluda, uno por uno, a los más conocidos, a los más influyentes, y tiene para cada uno de ellos una palabra de gracia. Jesús acerca a Manahén a Ella y se lo presenta como escolta suya en el viaje hacia Jerusalén.
-¿No vienes con nosotros, Hijo?
-Madre, tengo más lugares que evangelizar. Nos veremos en Betania.
-Hágase tu voluntad ahora y siempre. Gracias, Manahén. Tú: ángel humano; nuestros custodios: ángeles del Cielo; estaremos tan seguras como estando en el Santo de los Santos. Y ofrece su mano menuda a Manahén en señal de amistad. El caballero, crecido en el fasto, se arrodilla para besar la gentil mano que se le ofrece.
Entretanto, han descargado las flores y todas las otras cosas que deben quedarse en Nazaret. Luego el carro va a su lugar: alguna de las caballerizas de la ciudad.
La pequeña casa parece una rosalera por las rosas que las discípulas han distribuido por todas partes. Pero la planta de Porfiria, que ha sido puesta encima de la mesa, recoge la más viva admiración de María; y dice que la lleven a un lugar apropiado según las indicaciones de la mujer de Pedro.
Ciertamente no pueden entrar todos en la minúscula casa, ni en el huerto, que no es ni un latifundio ni una hacienda, pero que, eso sí, parece ascender hacia el cielo sereno, hacerse etéreo (por la gran cantidad de nubes de flores de los árboles de este hortezuelo).
Y Judas de Alfeo, sonriendo, pregunta a María:
-¿Has cortado hoy también la rama para tu ánfora?
-Claro, Judas. La estaba contemplando cuando habéis llegado...
-Y soñando de nuevo, Mamá, tu vasto misterio -dice Jesús, ciñéndola con su brazo izquierdo y arrimándola contra su pecho.
María alza su rostro enrojecido, y suspira:
-Sí, Hijo mío... y también el primer latido de tu corazón en mí...
Jesús dice:
-Que se queden las discípulas, los apóstoles, Margziam, los discípulos pastores, el sacerdote Juan, Esteban, Hermas y Manahén. Los demás que se dispersen en busca de alojamiento...
-Muchos pueden alojarse en mi casa... -grita desde la puerta, donde está retenido, Simón de Alfeo.
-Soy condiscípulo de ellos y los reclamo.
-¡Hermano, acércate para que te pueda besar -dice, efusivo, Jesús, mientras Alfeo de Sara e Ismael y Aser, los dos discípulos ex arrieros de asnos, de Nazaret, dicen, a su vez:
-¡A nuestra casa. ¡Venid, venid!
Los discípulos que no habían sido nombrados se marchan. Se puede entonces cerrar la puerta... para ser abierta de nuevo inmediatamente, por la llegada de María de Alfeo, que no puede estar lejos aunque se estropee su colada. Son casi cuarenta personas, así que se esparcen por el huerto tibio y calmo. Se distribuyen los alimentos. Todos, tan contentos como están de consumirlos en la casa del Señor y además distribuidos por María, los encuentran de un sabor celestial.
Regresa Simón, después de acomodar convenientemente a los discípulos, y dice:
-No me has llamado como a los demás, pero soy hermano tuyo y vengo de todas formas.
-Bien. Ven, Simón. He querido que estuvierais aquí para daros a conocer a María. Muchos de vosotros conocéis a la "madre" María algunos a la "esposa" María. Pero ninguno conoce a la "virgen" María. Os la quiero dar a conocer en este jardín en flor, al cual vuestro corazón viene, con el deseo, en los momentos de lejanía forzada, como a un lugar de reposo, durante las fatigas del apostolado.
He oído lo que decíais, apóstoles, discípulos y parientes; he oído vuestras impresiones, vuestros recuerdos, vuestras afirmaciones acerca de mi Madre. Quiero transfiguraros todo esto -cargado de admiración pero todavía muy humano -en conocimiento sobrenatural. Porque mi Madre, antes de mí, debe ser transfigurada ante los ojos de los más merecedores, para ser mostrada cual Ella es. Veis a una mujer. Una mujer que por su santidad os parece distinta de las demás, y que veis en realidad como un alma envuelta en la carne, como la de todas sus hermanas de sexo. Pero ahora quiero descubriros el alma de mi Madre, su verdadera y eterna belleza.
Ven aquí, Madre mía. No te ruborices. No te eches hacia atrás atemorizada, paloma suave de Dios. Tu Hijo es la Palabra de Dios, No puede hablar de ti y de tu misterio, de tus misterios, ¡oh sublime Misterio de Dios! Vamos a sentarnos aquí, bajo esta sombra ligera de árboles en flor, junto a la casa, junto a tu habitación santa. ¡Así! Vamos a descorrer esta cortina ondeante.
Que salgan olas de santidad y de Paraíso de esta habitación virginal para saturarnos de ti a todos... Sí. A mí también, y quede perfumado de ti, Virgen perfecta, para poder soportar los hedores del mundo, para, teniendo saturada la pupila de tu Candor, poder ver candor... Venid aquí, Margziam, Juan, Esteban, y vosotras, discípulas, poneos bien de frente a la puerta abierta de la morada casta de la que es Casta entre todas las mujeres. Y detrás vosotros, amigos míos. Y aquí, a mi lado, tú, amada Madre mía.
Poco antes os he dicho: "la eterna belleza del alma de mi Madre". Soy la Palabra y por ello sé hacer uso de la palabra sin error. He dicho: eterna, no inmortal. Y no lo he dicho sin una finalidad. Inmortal es quien, habiendo nacido, ya no muere. Así, el alma de los justos es inmortal en el Cielo, el alma de los pecadores es inmortal en el Infierno; porque el alma, una vez creada, ya no muere sino a la gracia. Pero el alma tiene vida, existe desde el momento en que Dios la piensa. La crea el Pensamiento de Dios. El alma de mi Madre desde siempre es pensada por Dios. Por tanto es eterna en su belleza, en la cual Dios ha vertido todas las perfecciones para recibir de ella delicia y confortación.
Está escrito en el Libro de nuestro antepasado Salomón, que te antevió, y, por tanto, puede ser llamado profeta tuyo: "Dios me poseyó al principio de sus obras, desde el mismo principio, antes de la Creación. Ab aeterno fui establecida, al principio, antes de que fuera hecha la Tierra. No existían todavía los abismos y yo había sido ya concebida. No manaban aún las fuentes de las aguas, no habían sido asentadas aún las montañas sobre su pesada mole y yo ya existía. Antes de las colinas había sido dada a luz.
Él no había hecho todavía la Tierra, ni los ríos, ni los fundamentos del mundo, y yo ya existía Cuando preparaba los cielos y el Cielo, estaba presente. Cuando con ley inviolable cerró debajo de la bóveda el abismo, cuando afianzó en lo alto la bóveda celeste y colgó de ella las fuentes de las aguas, cuando fijó al mar sus confines y dictó a las aguas la ley de no superarlos, mientras echaba los cimientos de la Tierra, yo estaba con Él dando orden a todas las cosas. En medio de una constante alegría, jugaba en su presencia continuamente. Jugaba en el orbe".
¡Sí, oh Madre de la que Dios, el Inmenso, el Sublime, el Virgen, el Increado, estaba grávido, y te llevaba como al dulcísimo fruto de su seno, exultando al sentirte agitarte dentro de Él, dándole las sonrisas con las que hizo la Creación! Tú, a la que dio a luz al dolor para darte al Mundo, alma suavísima, nacida del Virgen para ser la "Virgen", Perfección de la Creación, Luz del Paraíso, Consejo de Dios, el cual, mirándote, pudo perdonar la Culpa, porque sólo tú, tú sola, sabes amar como no sabe hacerlo toda la Humanidad junta. ¡En ti e1 Perdón de Dios!
¡En ti la Medicina de Dios, tú, caricia del Eterno en la herida infligida por el hombre a Dios! ¡En ti la Salud del mundo, Madre del Amor encarnado y del Redentor concedido!
¡Oh, el alma de mi Madre! ¡Fundido en el Amor con el Padre, te miraba dentro de mí, oh alma de mi Madre!... Tu esplendor, tu oración, la idea de que tú me llevaras, eran eterno consuelo de mi destino de dolor y de experiencias inhumanas, de lo que significa para el Dios perfectísimo el mundo corrompido. ¡Gracias, Madre! He venido ya saturado de tus consuelos, he descendido sintiéndote sólo a ti, tu perfume, tu canto, tu amor... ¡Alegría, alegría mía!
Pero, oíd, vosotros que ahora sabéis que una sola es la mujer en la que no hay mancha, una sola la Criatura que no cuesta heridas al Redentor, oíd la segunda transfiguración de María, la Elegida de Dios.
Era una tarde serena de Adar. Estaban en flor los árboles en el huerto silencioso. María, desposada con José, había cogido una rama de árbol florecido para sustituir a la otra que había en su habitación. Hacía poco que María había venido a Nazaret, tomada del Templo para adornar una casa de santos.
Y, con el alma tripartita (entre el Templo, la casa y el Cielo), miraba la rama florecida, pensando que con una parecida a ésa, florecida en modo insólito, una rama cortada en este hortezuelo en pleno invierno y que había echado flores como en primavera delante del Arca del Señor -quizás le había dado calor el Sol-Dios radiante en el lugar de su Gloria -Dios le había expresado su voluntad...
Y pensaba también que el día de la boda José le había llevado otras flores, aunque no como esa primera, que tenía escrito en sus pétalos ligeros: "Te quiero unida a José"... Muchas cosas pensaba... Y pensando subió a Dios. Las manos se movían diligentes entre la rueca y el huso, e hilaban un hilo más delgado que un cabello de su joven cabeza...
El alma tejía un tapiz de amor, yendo diligente, como la lanzadera del telar, de la tierra al Cielo; de las necesidades de la casa, de su esposo, a las del alma, de Dios. Y cantaba y oraba. El tapiz se formaba en el místico telar, se desenrollaba desde la tierra al Cielo, subía para perderse arriba... ¿Formado con qué? Con los hilos finos, perfectos, fuertes, de sus virtudes; con el veloz hilo de la lanzadera que Ella creía "suya", y, sin embargo, era de Dios: la lanzadera de la Voluntad de Dios en la cual estaba arrollada la voluntad de la pequeña, grande Virgen de Israel, la Desconocida para el Mundo, la Conocida para Dios; su voluntad arrollada, hecha una con la Voluntad del Señor.
Y el tapiz se adornaba con flores de amor, de pureza, con palmas de paz, de gloria, con violetas, jazmines... Todas las virtudes florecían en el tapiz del amor que la Virgen de Dios extendía, invitante, desde la tierra hasta el Cielo. Y, no bastando el tapiz, lanzaba su corazón cantando: "Venga mi Amado a su jardín y coma el fruto de sus árboles frutales... Baje mi Amado a su jardín, a la era de los aromas, a halagarse en los jardines, a recoger lirios. ¡Yo soy de mi Amado, y mi Amado es mío; Él, que se halaga entre los lirios!".
Y, desde lejanías infinitas, entre torrentes de Luz, venía una Voz cual oído humano no puede oír, ni garganta humana formar. Decía: "¡Cuán hermosa eres, amiga mía! ¡Qué hermosa!... Miel gotean tus labios... ¡Un jardín cerrado eres tú, una fuente sellada, oh hermana, esposa mía!...", y las dos voces se unían para cantar la eterna verdad: "El amor es más fuerte que la muerte. Nada puede extinguir o ahogar `nuestro' amor". La Virgen se transfiguraba así..., así... así... mientras descendía Gabriel y la reclamaba, con su llamear, a la Tierra; uníale de nuevo el espíritu al cuerpo, para que Ella pudiera oír y comprender la demanda de Aquel que la había llamado "Hermana" pero que la quería "Esposa".
Pues bien, allí tuvo lugar el Misterio... Y una púdica, la más púdica entre todas las mujeres, Aquella que ni siquiera conocía el estímulo instintivo de la carne, se turbó ante el ángel de Dios, porque hasta un ángel turba la humildad y la verecundia de la Virgen; y sólo se calmó oyéndolo hablar; y creyó; y dijo la palabra por la que el amor "de Ella y Él " se hizo Carne y vencerá a la Muerte, y no habrá agua que pueda apagarlo ni maldad que pueda sumergirlo…
Jesús se inclina dulcemente hacia María, que ha caído a sus pies, casi extática, al rememorar la lejana hora, iluminada con una luz especial que parece exhalar del alma; y le pregunta quedo:
-¡Cuál fue, ¡Purísima!, tu respuesta a aquel que te aseguraba que viniendo a ser Madre de Dios no perderías tu perfecta Virginidad?
Y María, casi en sueño, lentamente, sonriendo, con los ojos dilatados por un feliz llanto:
-¡He aquí a la Sierva del Señor! Hágase en mí según su Palabra -y reclina, adorando, la cabeza en las rodillas de su Hijo.
Jesús la cubre con su manto, celándola así a los ojos de todos, y dice:
-Y se cumplió. Y se cumplirá hasta el final. Hasta sus otras transfiguraciones. Ella será siempre "la Sierva de Dios". Hará siempre lo que diga "la Palabra". ¡Ésta es mi Madre! Bueno es que empecéis a conocerla en toda su santa Figura... ¡Madre! ¡Madre! Alza tu cara, Amada... Llama a tus devotos a esta Tierra en que por ahora estamos... -dice mientras destapa a María, después de un rato en que no se ha oído ningún sonido aparte del zumbido de las abejas Y el gorgoteo de la fuentecita.
María levanta la cara, cubierta de llanto, y susurra:
-¿Por que me has hecho esto Hijo? Los secretos del Rey son sagrados...
-Pero el Rey los puede revelar cuando quiere. Madre, lo he hecho para que se comprenda lo que dijo un Profeta: "Una Mujer abarcará al Hombre", y lo otro del otro Profeta: "La Virgen concebirá y dará a luz a un Hijo". Y también para que ellos, que se horrorizan por demasiadas cosas del Verbo de Dios que consideran humillantes, tengan como contrapeso otras muchas cosas que los confirmen en el gozo de ser "míos". Así no se volverán a escandalizar, y conquistarán así también el Cielo... Ahora los que tengan que ir a las casas hospitalarias que vayan. Yo me quedo aquí con las mujeres y Margziam. Que mañana, al alba, estén aquí todos los hombres; quiero llevaros a un lugar cercano. Luego regresaremos para saludar a las discípulas.
Después volveremos a Cafarnaúm y reuniremos a los otros discípulos para enviarlos detrás de ellas...
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