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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

445- Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma.,
e impenitencia de Judas Iscariote


Jesús llega con los suyos a Tiberíades en una mañana borrascosa.

Y llega, cabeceando fuertemente las barcas en el lago, que está muy agitado y gris, como el cielo en que corretean nubarrones poco prometedores, por el breve trayecto que une Tariquea a Tiberíades. Pedro escudriña el cielo y el lago, y ordena a los mozos que pongan las barcas en seguro:

-Dentro de poco vais a oír qué música. Dejo de ser Simón el pescador, si dentro de poco las avalanchas de agua del cielo y del lago no causan daños. ¿Hay alguien en el lago?
se pregunta a sí mismo, mientras escudriña el agitado mar de Galilea. Y lo ve desierto, recorrido sólo por fuertes olas, cada vez más altas bajo la cada vez más amenazadora bóveda del cielo. Se consuela al verlo vacío, pensando que no causará víctimas humanas.

Y sigue más contento al Maestro, que ya camina en medio de las embestidas del viento, tan fuertes que con dificultad avanzan los hombres entre nubes de polvo y en medio de un gran golpeteo de túnicas.

En Tiberíades, en esta parte de Tiberíades, la popular, constituida por familias de pescadores o de obreros menores dedicados a trabajos inherentes a la pesca, hay un intenso ajetreo para guardar en las casas aquellas cosas que podría dañar el temporal: quién corre cargado con las redes, con los remos de las barcas ya puestas en seguro, quién arrastra hasta las casas los instrumentos de trabajo: todo entre silbidos de viento y nubes de polvo y portazos.

La otra Tiberíades, la que está más al norte, la de las construcciones dispuestas a lo largo del lago, la de los hermosos parques que se ven en el arco de la orilla, duerme ociosa. Únicamente algunos criados o esclavos -según sean de israelitas o romanos las casas-se afanan en quitar toldos en lo alto de las terrazas, en retirar las barcas ligeras de recreo, los asientos que están desperdigados por los jardines...


Jesús, que ha dirigido sus pasos hacia esta parte, dice a su primo Judas y a Simón Zelote:
-Id donde el portero de Juana de Cusa, a ver si alguno de los nuestros ha preguntado por nosotros. Yo espero aquí.
-De acuerdo. ¿Y Juana?

-La veremos después. Id y haced esto que digo.

Los dos van sin demora, y mientras los otros esperan su regreso, Jesús manda a éstos, a uno acá a otro allá, a conseguir comida «para ellos y para las mujeres, porque no es justo cargarlo sobre la familia del discípulo» dice Jesús. Y se queda solo, apoyado en la tapia de un jardín del que viene -tan grande es la lucha que sus altos árboles sostienen contra el viento-un ruido de huracán.

Jesús está recogido dentro de sí mismo y en los indumentos (los ha ajustado bien bajo su manto, y el manto se lo ha echado sobre la cabeza, ciñéndolo bien a ella como una capucha, para defenderse del viento, que mete el pelo en los ojos). Y así, lleno de polvo, el rostro semioculto con los extremos del manto, apoyado en una tapia que está casi en la esquina de la calle que se cruza con una bella arteria que va del lago al centro de la ciudad, parece un mendigo en espera de limosnas. Alguno pasa y lo mira.

Pero, dado que Él no dice nada ni pide nada y está así con la cabeza agachada, ninguno se para a dar nada ni a decir nada. Y, mientras tanto, la borrasca aumenta de intensidad y el rumor del lago crece en violencia llenando ya toda la ciudad con su mugido.

Un hombre alto, caminando encorvado para defenderse del viento, también todo arropado en su manto, que mantiene ceñido bajo la garganta con la mano, viene desde el camino interior hacia este camino litoral. Cuando levanta la mirada del suelo para esquivar una fila de burritos de hortelanos que, dejadas las verduras en los mercados, vuelven a sus huertos, ve a Jesús (y yo veo que el joven es Judas de Keriot).

-¡Oh, Maestro! -dice desde el otro lado, separado por la fila asnal -Venía precisamente a casa de Juana a buscarte a ti. He estado en Cafarnaúm buscándote, pero...

El último asno ha pasado y Judas se apresura a acercarse al Maestro, y termina lo que estaba diciendo:

...pero en Cafarnaúm no estaba ninguno. He esperado algunos días y luego he vuelto aquí, y todos los días iba donde José y donde Juana a buscarte...

Jesús lo mira con sus ojos penetrantes, y detiene esta avalancha de palabras diciendo solamente:
-La paz sea contigo.

-¡Es verdad! ¡Ni siquiera te he saludado! La paz sea contigo, Maestro. ¡Bueno, pero Tú siempre tienes esta paz!
-¿Y tú no?
-Yo soy un hombre, Maestro.

-El hombre justo tiene la paz. Sólo el hombre culpable está turbado. ¿Tal eres tú?

-¿Yo?... No, no, Maestro. Al menos... Bueno, si he de decir la verdad, estar lejos de ti no me ponía feliz... pero eso no era todavía estar sin paz. Era nostalgia de ti, por el afecto que te tengo... Pero la paz es otra cosa, ¿no es verdad?...

-Sí. Es otra cosa. Las separaciones no lesionan la paz del corazón, si el corazón del ausente no hace cosas que su conciencia le dice que entristecerían al amado si las supiera.

-Pero los ausentes no saben... A menos que haya alguien que lo informe.

Jesús lo mira y calla.

-¿Estás solo, Maestro? -pregunta Judas, tratando de desviar la conversación hacia argumentos más banales.

-Estoy esperando a los que he enviado a casa de Juana para preguntar si mi Madre ha venido de Nazaret.

-¿Tu Madre? ¿Traes aquí a tu Madre?

-Sí. Voy a estar con ella en Cafarnaún durante toda esta luna. Iré con las barcas por los pueblos de la ribera, pero volviendo todos los días a Cafarnaúm. Debe haber muchos discípulos en esta zona...
-Sí... Muchos... -Judas ha perdido la parlería. Está pensativo.

-¿No tienes nada que decirme, Judas? Estamos los dos solos. ¿No te ha sucedido nada en este tiempo de separación, ningún hecho respecto al cual sientas necesario oír la palabra de tu Jesús?  dice Jesús dulcemente, como para ayudar al discípulo a confesar haciéndole sentir todo su misericordioso amor.

-¿Y Tú conoces algo en mí que necesite tus palabras? Si lo conoces -yo la verdad es que no sé de nada que pueda merecer esas palabras-, habla. Es duro para un hombre el tener que indagar sobre las culpas y los defectos y confesarlos a otro...

-El que te habla no es otro hombre, sino...
-No. Eres Dios. Lo sé. Por eso mismo, no es ni siquiera necesario que sea yo el que hable. Tú ya conoces...
-Yo no soy otro hombre, te estaba diciendo, sino tu amigo más amoroso; no te digo el Maestro, el superior, sino que te digo: el amigo...

-Sigue siendo lo mismo. Y sigue siendo fastidiosa la indagación sobre lo que se ha hecho en el pasado y cuya confesión podría acarrearle a uno una serie de reproches.

Aunque la verdad es que más que los reproches duele el hecho de venir a menos en la estima del amigo...

-En Nazaret, el último sábado que estuve allí, Simón Pedro dijo a un compañero, sin darse cuenta, una cosa que debía callar. No era una desobediencia voluntaria, no era maledicencia, no era algo que pudiera causar daño al prójimo.

Simón Pedro se la había dicho a un corazón honesto y a un hombre serio, el cual, viendo que tenía conocimiento, sin voluntad suya ni de Pedro, de una cosa secreta, juró que no repetiría a otros el secreto. Simón podía tranquilizarse... Pero no se tranquilizó hasta que no me confesó la culpa. Enseguida... ¡Pobre Simón! ¡La llamaba culpa!

Pero si en el corazón de los discípulos hubiera sólo culpas como ésa, y mucha, mucha humildad, mucha confidencia, mucho amor, como tiene Pedro, ¡debería proclamarme Maestro de una muchedumbre de santos!...

-Lo que me quieres decir con esto es que Pedro es santo y yo no. Es verdad. No soy un santo. Arrójame de tu presencia entonces...

-Lo que no eres es humilde, Judas. La soberbia te destruye. Y no me conoces todavía... -termina Jesús tristísimamente.

Judas siente esta pena y susurra:
-¡Perdóname, Maestro!...
-Siempre. Pero sé bueno, hijo. ¡Sé bueno! ¿Por qué quieres causarte el mal a ti mismo?

Judas -si son verdaderas o falsas no lo sé-tiene lágrimas en las pestañas y se refugia entre los brazos de Jesús, llorando encima de su hombro.

Y Jesús lo acaricia en el pelo susurrando:

-¡Pobre Judas! ¡Pobre, pobre Judas, que va buscando su paz, y a quien pueda comprenderlo, en lugares donde no puede encontrarlos!...

-Sí. Es verdad. Tienes razón, Maestro. La paz está aquí... entre tus brazos... Soy un desdichado... Sólo Tú me comprendes y me amas... Sólo Tú... El necio soy yo... Perdóname, Maestro.

-Sí, sé bueno, sé humilde. Si caes, ven a mí y te levantaré. Si te sientes tentado, corre a mí; te defenderé, de ti mismo, de quien te odie, de todo... Pero, estáte erguido. Vienen los demás...

-Un beso, Maestro... Un beso… Jesús lo besa..., y Judas recupera su compostura... Sí, pero -pienso yo-la realidad es que no ha confesado en absoluto sus culpas...
-Hemos tardado mucho porque Juana estaba ya levantada y el portero ha querido avisarla. Vendrá hoy, a venerarte, a casa de José -dice Judas Tadeo.

-¿A casa de José? Si cae toda el agua que el cielo promete, esos caminos serán pantanos. No, está claro que Juana no va a venir ni a esa choza ni por esos caminos. Sería mejor que fuéramos nosotros a su casa... -dice Judas, que ya ha recuperado la seguridad.

Jesús no le responde, pero contesta a su primo preguntando:

-¿No nos ha buscado ninguno de los nuestros en casa de Juana?
-Todavía ninguno.
-De acuerdo. Vamos a casa de José. Los otros nos alcanzarán allí...
-Para estar seguros de que nuestras madres están en camino, yo iría a su encuentro... -dice Judas de Alfeo.
-Estaría bien. Pero más de un camino trae a Tiberíades. Y quizás no han tomado el principal...

-Es verdad, Jesús... Vamos...
Andan a buen paso, entre los primeros truenos, con su fuerte fragor en las hoces de los collados que rodean casi por completo al lago, y entre los primeros relámpagos que surcan el cielo lívido. Entran en la casa pobre de José, que parece aún más pobre y oscura con el aire borrascoso. Lo único luminoso que hay es el rostro del discípulo y de sus familiares, dichosos de tener en su casa al Maestro.
-Pero llegas en mal momento, Señor -dice el barquero disculpándose -Con este lago no he podido pescar y... tengo sólo verduras...

-Y tu buen corazón. Pero ya he pensado en ello: ahora van a venir los compañeros con lo que necesitamos. No estés trajinando, mujer... Podemos sentarnos también en el suelo. Hay mucha limpieza. Eres una mujer excelente, lo sé. Y el orden que aquí veo lo confirma.

-¡Oh, mi esposa! ¡Una verdadera mujer fuerte! Mi alegría, nuestra alegría -proclama el barquero, embelesado por el elogio del Señor, que se ha sentado tranquilamente en el borde bajo del hogar apagado, casi en el suelo, y ha puesto entre sus rodillas a un niñito que lo observa asombrado.

Los que habían ido a las compras entran bajo el primer chaparrón. En el umbral de la puerta sacuden los mantos y las sandalias para no meter agua y barro en la casa. Es un maremágnum de truenos, relámpagos, lluvia, viento. El fragor del lago hace de acompañamiento a los solos de las centellas y a los aullidos del viento.

-¡Salud! El verano se moja las plumas y remoja el hogar... Después estaremos mejor... Con tal de que no haga daños a las vides... ¿Puedo ir arriba a mirar el lago? Quiero ver que humor tiene...

-Ve, ve. La casa es vuestra -responde el discípulo a Pedro.
Y Pedro, sólo con la túnica, sale feliz para fruir con la tempestad. Sube la escalera exterior y se queda en la terraza, refrescándose y dando sus responsos a los de dentro, como si estuviera en el puente de su barca y dirigiera las maniobras.

Los demás están sentados, acá o allá, en la cocina, donde apenas se ve, porque tienen que tener la puerta entornada, por el chaparrón; y por el resquicio entra un hilo de luz verdosa, excepto cuando relumbran breves y cegadores los relámpagos...

Vuelve Pedro, mojado como si se hubiera caído en el lago, y sentencia:
-Ahora la tenemos encima de la cabeza. Se aleja hacia Samaria. Va a mojar allí...
-¡A ti te ha mojado ya! Estás chorreando como una fuente -observa Tomás.

-Sí. Pero estoy muy bien después de tanto calor.
-Pasa, que te va a caer mal estar en la puerta mojado de esa forma -aconseja Bartolomé.

-¡No, hombre, no! Yo soy madera añejada... Ya estaba en el agua y todavía no sabía decir bien "padre". ¡Ah, con qué facilidad se respira!... Pero... el camino... es un río... ¡Si vierais el lago! Está de todos los colores y hierve como una cazuela. Ya no sabe uno siquiera hacia dónde van las olas. Hierven donde están... Pero hacía falta...

-Sí, hacía falta. Las paredes ya no se enfriaban, de tanto como las calentaba el sol. Mi vid tenía las hojas abarquilladas, polvorientas... Le echaba agua en la base... Pero, ¡ya, ya!... ¿Qué hace un poco de agua cuando todo el resto es fuego? -dice José.

-Más mal que bien, amigo -sentencia Bartolomé -Las plantas necesitan el agua del cielo, porque beben también con las hojas, ¡eh! Parece que no, pero es así. ¡Las raíces, las raíces! Está bien. Pero también las hojas están para algo y tienen sus derechos...

-¿No te parece, Maestro, que Bartolomé está proponiendo el tema de una hermosa parábola? -dice el Zelote, incitando a Jesús a hablar.
Pero Jesús, que está arrullando al niñito, que tiene miedo a los rayos, no dice la parábola, sino que asiente diciendo:

-¿Y tú cómo la plantearías?
-Sin duda, mal, Maestro. Yo no soy Tú...
-Dila como la sepas. Predicar con parábolas os servirá mucho. Acostumbraos. Te escucho, Simón...

-¡Oh!... Tú, Maestro, yo... necio... Pero obedezco. Yo diría esto:

"Un hombre tenía una hermosa planta de vid. Pero, no poseyendo aquel hombre una viña, había plantado su vid en el pequeño huerto de su casa, para que trepara hasta la terraza a dar sombra y a dar racimos; y cuidaba mucho a su vid. Pero ésta crecía entre casas, junto al camino: por tanto, el humo de las cocinas y hornos y el polvo que venía del camino subían a molestar a la vid. Y, mientras descendían del cielo las lluvias de Nisán, las hojas de la vid se limpiaban de las impurezas y, no teniendo en la superficie una fea costra de suciedad que lo impidiera, gozaban del sol y del aire.

Pero, cuando llegó el verano y el agua dejó de caer del cielo, humo, polvo, excrementos de aves se depositaron en espesos estratos sobre las hojas, mientras el sol, demasiado ardiente, las secaba. El dueño de la vid echaba agua a las raíces que se hundían en el terreno, y por eso la planta no moría; pero vegetaba enfermiza, porque el agua que absorbían las raíces subía sólo internamente, sin que gozaran de ella las míseras hojas.

Es más, del suelo tórrido, humedecido con poca agua, subían efervescencias y emanaciones que estropeaban las hojas, manchándolas como por pústulas dañinas. Pero al final vino una gran lluvia del cielo que cayó sobre las hojas, corrió por las ramas, por los racimos, por el tronco, sofocó el ardor de las paredes y del terreno.

Pasada la tormenta, el dueño de la vid vio su planta limpia, fresca, gozando y produciendo gozo bajo el cielo sereno". Ésta es la parábola».

-Está bien: Pero ¿el parangón con el hombre?...
-Maestro, hazlo Tú.
-No. Tú. Estamos entre hermanos, no debes temer quedar mal.
-Si es por quedar mal, no lo temo como cosa desdichada. Es más, lo amo, porque sirve para mantenerme humilde. Es que no quisiera decir cosas equivocadas...
-Te las corrijo Yo.

-¡Oh, entonces! Mira, yo diría: "Así le sucede al hombre que no vive aislado en los huertos de Dios, sino que vive en medio del polvo y del humo de las cosas del mundo, que lo recubren lentamente de una costra, casi desapercibidamente, y su espíritu se hace infecundo, debajo de una costra de humanidad tan espesa, que la brisa de Dios y el sol de la Sabiduría no pueden ya beneficiarlo.

Y trata inútilmente de poner remedio con un poco de agua, sacada de las prácticas y dada con mucha humanidad a la parte inferior, siendo así que la parte superior no se beneficia... ¡Ay del hombre que no se limpia con el agua del Cielo que limpia las impurezas, que sofoca los ardores de las pasiones, que verdaderamente nutre el yo todo". He dicho.

-Bien has dicho. Yo diría también que, a diferencia de la planta, criatura carente de libre albedrío y clavada en la tierra ­no libre, por tanto, de ir en busca de lo que la beneficia ni de evitar lo que la perjudica-el hombre puede ir a buscar el agua del Cielo y evitar el polvo, el humo y el ardor de la carne y del mundo y del demonio. Sería una enseñanza más completa.

-Gracias, Maestro. Lo recordaré -responde el Zelote.
-No somos unos solitarios... Vivimos en el mundo... Por tanto... -dice Judas de Keriot.

-¿Por tanto, qué? ¿Quieres decir que Simón ha hablado como un necio? -le pregunta Judas de Alfeo.
-No digo eso. Digo que, no pudiéndonos aislar..., tenemos que estar, por fuerza, cubiertos de lo que hay en el mundo.

-El Maestro y Simón dicen precisamente que se debe buscar el agua del Cielo para conservarse uno limpio, a pesar del mundo que nos rodea -dice Santiago de Alfeo.
-¡Ya, claro! Pero ¿está siempre preparada el agua del Cielo para limpiarnos?
-Sí -dice seguro Juan.
-¿Sí? ¿Y dónde la encuentras?
-En el amor.

-El amor es fuego. Te quema más.
-Es fuego, sí. Pero también es agua que lava. Porque se lleva todo lo que es de la Tierra y da todo lo que es del Cielo.

-...No entiendo esas operaciones. Quita, pone...
-Sí. No estoy loco. Digo que te quita lo que es humanidad y te da lo que de Dios viene y por tanto es divino. Y una cosa divina no puede sino nutrir y santificar. Día tras día, el amor te purifica de lo que el mundo te ha dado.
Judas está para rebatir, pero el pequeñuelo que está sobre las piernas de Jesús dice:

-Otra parábola, bonita, bonita... para mí... -y esto hace desviar la controversia.

-¿Sobre qué, niño? -pregunta, condescendiente, Jesús.
El niñito mira a su alrededor y halla. Dirige un dedito hacia su madre y dice: -Sobre mamá.

-Una mamá es para el alma y para el cuerpo lo que para estos mismos es Dios. ¿Qué te hace tu mamá? Vela por ti, te cuida, te enseña, te quiere, está atenta a que no te hagas daño, te tiene, como hace la paloma con sus crías, debajo de las alas de su amor. Y se ha de obedecer y querer a la propia mamá, porque todo lo que hace lo hace por nuestro bien. También el buen Dios, y mucho más perfectamente que la más perfecta de las mamás, tiene a sus hijos bajo las alas de su amor, los protege, los instruye, les ayuda, piensa en ellos de día y le noche.

Pero también al buen Dios, como y mucho más que a la propia mamá ­porque la mamá es el más grande amor de la Tierra, pero Dios es el más grande y eterno amor de la Tierra y del Cielo-ha de obedecérsele y amarlo, porque todo lo que hace lo hace por nuestro bien...

-¿También los rayos? ̿ interrumpe el pequeño, que tiene mucho miedo de ellos.
-También.
-¿Por qué?
-Porque limpian el cielo, el aire y...
-¡Y después viene el arco iris!... -exclama Pedro, que, medio fuera y medio dentro, ha escuchado y ha callado. Y añade:

-Ven, tortolito que te lo muestro. ¡Mira qué bonito!...
Y, efectivamente, la luz se aclara porque la tempestad ha pasado, y un amplio arco iris, que empieza en las orillas de Ippo, proyecta su cinta en forma de arco sobre el lago, para desvanecerse tras los montes a espaldas de Magdala.

Van todos a la puerta, pero para ver el lago tienen que descalzarse, porque el patio es un pequeño estanque de agua amarillenta que lentamente mengua. De la tempestad, queda como recuerdo el color amarillento del lago y todavía una agitación de sus aguas que tiende a calmarse. Pero el cielo está sereno y el aire descargado, y las frondas han tomado de nuevo color.

Tiberíades recobra vida... Pronto se ve venir a Juana -viene con Jonatán-por el camino aún lleno de agua y barro. Alza su rostro para saludar al Maestro, que está en la terraza, y sube rauda para postrarse, feliz... Los apóstoles hablan entre sí; sólo Judas, a mitad de distancia entre Jesús y Juana por un lado y los apóstoles por el otro, se abstrae como pensativo.

Apostaría porque está todo atento a escuchar las palabras de Juana, cuyo pensamiento respecto a Judas no se ha hecho descifrable, porque ha saludado a todos los apóstoles con un único: «La paz a vosotros». Pero Juana habla únicamente de los niños y del permiso que Cusa le ha dado para ir con la barca a Cafarnaúm mientras está el Maestro en la ciudad. Y la sospecha de Judas se calma. Se reúne entonces con los otros compañeros...

Embarradas en los bajos de los vestidos, pero secas en el resto del cuerpo, vese venir a María Santísima y a María de Alfeo, junto con los cinco que han ido a recogerlas. La sonrisa de María, mientras sube por la corta escalera, es más hermosa que el arco iris persistente aún en el cielo.
-¡Tu Madre, Maestro! -avisa Tomás.

Jesús va a su encuentro, y todos los demás con Él. Y se felicitan que las mujeres no presenten signos de dificultades aparte de un poco de barro en el borde de los vestidos.

-Nos hemos parado en casa de un hortelano cuando han empezado las primeras gotas -explica Mateo. Y pregunta:
-¿Hace mucho que nos esperáis?
-No. Hemos llegado al amanecer.

-Hemos tardado por causa de un necesitado... -dice Andrés.
-Bien. Ahora que estáis todos y que el tiempo se pone bueno, propondría salir al atardecer para Cafarnaúm -dice Pedro.

María, siempre condescendiente, esta vez dice:
-No, Simón. No podemos partir si antes... Hijo mío, una madre me suplicó que Tú, que eres el único que puede hacerlo, convirtieras el alma de su único hijo varón. Yo te lo ruego, escúchame, porque le prometí... Perdónalo... Tu perdón...

-Ya está concedido, María. Ya he hablado yo con el Maestro... -interrumpe Judas Iscariote, creyendo que María habla de él.

-No hablo de ti, Judas de Simón. Hablo de Ester de Leví, nazarena, madre que ha muerto a causa de los comportamientos de su hijo. Jesús, ella murió en la noche que te marchaste. Sus invocaciones dirigidas a ti no eran por ella, pobre madre mártir de un hijo infame, sino por su hijo... porque nosotras las madres es de vosotros, los hijos, y no de nosotras, de quienes nos preocupamos... Ella quiere ver salvo a su Samuel... Pero ahora, ahora que ha muerto, Samuel, víctima del remordimiento, parece enloquecido, y no escucha ningún tipo de razones... Pero Tú puedes, Hijo, sanarle la mente y el espíritu...

-¿Está arrepentido?
-¿Cómo quieres que lo esté, si está desesperado?
-Efectivamente, matar a la propia madre dándole un dolor continuo debe hacerle a uno un desesperado. No se viola impunemente el primero de los mandamientos de amor hacia el prójimo. Madre, ¿cómo quieres que Yo perdone y Dios dé paz al matricida impenitente?

-Hijo mío, esa madre te pide paz desde la otra vida... Era buena... ha sufrido mucho...
La paz será suya...

-No, Jesús. No puede tener paz un espíritu de madre, si ve a su hijo privado de Dios…
-Justo es que esté privado.

-Sí, Hijo. Sí. Pero por la pobre Ester... La última palabra fue oración por su hijo... Y me dijo que te lo dijera, Jesús, Ester durante su vida no tuvo nunca una alegría, Tú lo sabes. Dale ésta, ahora que ha muerto; dásela a su espíritu, que sufre por su hijo.
-Madre, he tratado de convertir a Samuel en mis permanencias en Nazaret. Pero mis palabras han sido inútiles, porque en él estaba apagado el amor...

Lo sé. Pero Ester ofreció su perdón, sus sufrimientos, porque renaciera el amor en Samuel. Y, ¿quién sabe?, ¿este tormento suyo actual no podría ser amor que está resucitando? Un amor doloroso, y, alguno podría decir, un amor inútil, porque la madre ya no puede gozarlo. Pero Tú, pero yo, sabemos, yo por fe, Tú por conocimiento, que la caridad de los difuntos está atenta y cercana. Ni ignoran lo que sucede en los amados que han dejado aquí ni se desinteresan de ello...

Y Ester puede aún gozar de este tardío amor por ella de su hijo ingrato, ahora perturbado por el remordimiento. ¡Oh, mi Jesús, ya sé que este hombre te causa horror por la enormidad de su culpa! ¡Un hijo que odia a su madre! Un monstruo para ti que eres todo amor hacia la tuya. Pero, precisamente porque eres todo amor hacia mí, escúchame. Volvamos juntos a Nazaret, enseguida. No siento   

el peso del camino, nada me pesa si sirve para salvar un alma…
-Bien. Has vencido, Madre...

-Judas de Simón, toma contigo a José y parte para Nazaret. Me llevarás a Samuel a Cafarnaúm.
-¿Yo? ¿Por qué yo?

-Porque tú no estás cansado. Los otros sí. Durante mucho tiempo han andado, mientras tú descansabas…

-También he andado yo. He estado en Nazaret, buscándote. Tu Madre lo puede decir.

-Tus compañeros han estado en Nazaret todos los sábados y ahora regresan de un largo recorrido. Ve y no discutas…

-Es que... en Nazaret no me estiman... ¿Por qué me mandas precisamente a mí?

-Tampoco me estiman a mí, y no obstante voy a Nazaret. No es necesario que lo estimen a uno en un lugar para ir a él.
Ve y no discutas, te repito.
-Maestro... yo tengo miedo de los dementes…
-Ese hombre está perturbado por el remordimiento, pero no está loco.

-Tu Madre lo ha dicho…

-Y Yo te digo por tercera vez: ve y no discutas. Meditar sobre las consecuencias que puede acarrear el hacer sufrir a una madre sólo podrá hacerte un bien…
-¿Me estás comparando con Samuel? Mi madre es reina en su casa. Ni siquiera estoy con ella controlándola, ni siéndole gravoso con mi mantenimiento…

-A las madres no les son gravosas estas cosas: Pero la falta de amor de los hijos, el que sean imperfectos a los ojos de Dios y de los hombres es una roca que las aplasta. Ve, te digo.

-Voy. ¿Y qué le voy a decir a ese hombre?
-Que venga a verme a Cafarnaúm.
-Si no ha obedecido nunca ni siquiera a su madre, ¿cómo quieres que me obedezca a mí ahora, estando además tan desesperado?

-¿Y no has comprendido todavía que si te envío es señal de que ya he actuado en el espíritu de Samuel, sacándolo del delirio del remordimiento desesperado?

-Voy. Adiós, Maestro. Adiós, Madre. Adiós, amigos.
-Y se marcha, sin ningún entusiasmo, seguido por José, que por el contrario está todo contento de ser elegido para esa misión.

Pedro, entre dientes, canturrea algunas palabras...
Jesús le pregunta:
-¿Qué dices, Simón de Jonás.
-Cantaba una vieja canción del lago…
-¿Y cuál es?

-Es: "¡Siempre así! ¡Le gusta la pesca al agricultor, no le gusta pescar al pescador!". Y en verdad aquí se ha visto que ha tenido más ganas de pescar el discípulo que el apóstol...

Muchos se echan a reír. Jesús no se ríe, suspira.
-¿Te he apenado, Maestro? - pregunta Pedro.
-No. Pero no critiques siempre.
-Es por Judas por quien está apenado mi hermano - dice Judas de Alfeo.

-Guarda silencio también tú; sobre todo, en lo hondo de tu corazón.

-Pero ¿verdaderamente se ha efectuado ya en Samuel el milagro? - pregunta, curioso y un poco incrédulo, Tomás.
-Sí.

-Entonces es inútil que vaya a Cafarnaúm.
-Es necesario. No he curado del todo su corazón. Samuel tiene que buscar por sí mismo la curación, o sea, el perdón con un arrepentimiento santo. Pero he hecho que de nuevo sea capaz de razonar. Ahora le toca a él obtener el resto con su libre voluntad. Vamos a bajar. Vamos a estar con los humildes…

--¿No a mi casa, Maestro?
-No, Juana. Tú podrás venir a verme cuando quieras. Ellos están atados por sus trabajos, así que voy yo a ellos…

-Y Jesús baja de la terraza y sale a la calle seguido por los demás, también por Juana, que está bien decidida a no
separarse de Jesús, dado que Jesús no está dispuesto a ir a su casa.

Van por entre las casitas pobres, en dirección a lugares cada vez más pobres y periféricos... Y la visión termina así.


   


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