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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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491- En el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
El Templo rebosa de gente. De todas formas, falta mucho el elemento femenino, y los niños.
La persistencia de una temporada ventosa y con precoces chaparrones, breves pero violentos, debe haber persuadido a las mujeres de ponerse en camino junto con los niños.
Pero los hombres de todos los lugares de Palestina y los prosélitos de la Diáspora atestan -ésta es la palabra-el Templo para hacer las últimas oraciones, las últimas ofrendas, y escuchar las últimas lecciones de los escribas.
Los galileos seguidores de Jesús están en su totalidad: los jefes más importantes en primera fila; en el centro, muy identificado con su condición de pariente, está José de Alfeo con su hermano Simón. Otro grupo, apiñado, que espera, es el de los setenta y dos discípulos.
Con esta expresión me refiero a los discípulos elegidos por Jesús para evangelizar, y que han cambiado de número y de caras, porque algunos de los antiguos, después de la defección que siguió al discurso del Pan del Cielo, ya no están, y se han agregado otros nuevos, como Nicolái de Antioquía. El tercer grupo, también muy apiñado y numeroso, es el de los judíos; entre ellos, veo a los arquisinagogos de Emaús, de Hebrón, de Keriot; de Yuttá está presente el marido de Sara; de Betsur los parientes de Elisa.
Están junto a la puerta Hermosa, y es clara su intención de rodear al Maestro en cuanto aparezca. Efectivamente, Jesús no puede dar un paso dentro del recinto amurallado sin que estos tres grupos lo circunden, casi como aislándolo de los malévolos, o también de los que, simplemente, están allí por curiosidad.
Jesús se dirige al atrio de los Israelitas para las oraciones; los otros le siguen, compactos -en la medida en que lo permite la gran densidad de gente-, sordos a las expresiones de desagrado de quienes tienen que apartarse y dejar paso al gran número de personas que va con Jesús. Él va entre sus hermanos. Y no es dulce como la de Jesús la mirada, ni humilde como la de Jesús la actitud de José de Alfeo, que, expresivamente, fija sus ojos en algunos fariseos...
Oran. Luego regresan al patio de los Paganos. Jesús se sienta humildemente en el suelo, apoyando la espalda en la pared del pórtico. Lo rodea un semicírculo que cada vez se va haciendo más compacto, debido a la sucesión de filas de personas que se van poniendo a espaldas de las filas más cercanas a Él, sentándose o apoyándose y permaneciendo de pie: rostros y miradas que convergen en el único Rostro.
Los curiosos, los que han venido de lejos y no están al corriente, y los malévolos, están detrás de esta barrera de fieles, esforzándose por ver, alargando los cuellos, levantándose sobre las puntas de los pies.
Jesús, entretanto, está escuchando a éste y a aquél, que piden consejos o refieren noticias. Hablan así los parientes de Elisa, dando noticias de ella y preguntando si puede venir a servir al Maestro. Él responde:
-No me quedo aquí. Más tarde vendrá.
Y habla el pariente de María de Simón, madre de Judas de Keriot, diciendo que se ha quedado, él, custodiando las propiedades, pero que María está casi siempre con la madre de Yoana. A Judas, que está atónito, se le salen los ojos de las órbitas, pero no habla. Y habla el marido de Sara, diciendo que pronto le nacerá a él otro hijo, y pregunta que cómo puede llamarlo. Jesús responde:
-Si es varón, Juan; si es mujer. Ana.
Y el anciano arquisinagogo de Emaús le susurra, bajo, algún caso de conciencia, y Jesús, en voz baja, le responde. Y así sucesivamente.
Mientras, la gente va aumentando. Jesús alza la cabeza y mira. Estando el pórtico elevado unos cuantos escalones, Él, a pesar de estar sentado en el suelo, domina buena parte del patio, por ese lado, y ve muchas caras.
Se pone en pie y dice con fuerte voz, con toda su entonada y fuerte voz:
-¡El que tenga sed que venga a mí y beba! Del interior de los que crean en mí brotarán ríos de agua viva.
Su voz llena el vasto patio, los espléndidos pórticos.
Ciertamente, atraviesa los de este lado, y se propaga a otros lugares, y sobrepuja todas las demás voces, cual armónico trueno lleno de promesas. Dice esto, y luego calla unos instantes, como habiendo querido enunciar el tema y dar tiempo a quienes no tienen interés en oírlo de marcharse sin causar molestias. Los escribas y doctores callan, o sea, bajan sus voces (ahora son un susurro, aunque, ciertamente, malévolo). No veo a Gamaliel.
Jesús camina de frente, entre el semicírculo, que se abre según va llegando y se va cerrando a sus espaldas, transformándose de semicírculo en anillo. Camina despacio, majestuosamente. Parece deslizarse sobre los mármoles policromos del suelo, con el manto un poco suelto, que le forma por detrás una incipiente cola. Va al ángulo del pórtico, al extremo del escalón que penetra hacia el patio; allí se detiene. Domina, así, dos lados de la primera muralla. Alza el brazo derecho, con su gesto habitual de cuando empieza a hablar, mientras con la mano izquierda apretada contra el pecho tiene sujeto el manto.
Repite las palabras iniciales:
-¡El que tenga sed que venga a mí y beba! ¡Del interior de los que crean en mí manarán ríos de agua viva!
Aquel que vio la teofanía del Señor, el gran Ezequiel, (Ezequiel l; 8-l0; 37, l-l4; 47, l-l9) sacerdote y profeta, después de ver proféticamente los actos impuros en la profanada casa del Señor, después de ver, también proféticamente, que sólo los signados con el Tau vivirán en la Jerusalén verdadera, mientras que los demás conocerán más de un exterminio, más de una condena, más de un castigo -y el tiempo está cercano, oh vosotros que me escucháis, está cercano, está más cercano de lo que pensáis; por lo cual, os exhorto, como Maestro y Salvador, a no tardar más en signaros con el signo que salva; a no tardar más en poner en vosotros la Luz y la Sabiduría, a no tardar más en arrepentiros y llorar, por vosotros y por los demás, para poderos salvar-, Ezequiel, después de ver todo esto y más, habla de una terrible visión: la de los huesos secos.
Día llegará en que en un mundo muerto, bajo un firmamento apagado, aparecerán al sonido angélico numerosísimos huesos de muertos. Como un vientre que se abre para dar a luz, así la Tierra arrojará de sus entrañas todo hueso de hombre que sobre ella murió y en su fango fue sepultado, desde Adán al último hombre.
Y se producirá entonces la resurrección de los muertos para el grande y supremo juicio, después del cual, como un pomo de Sodoma, el mundo se vaciará para transformarse en una nada, y terminará el firmamento con sus astros. Todo tendrá fin, menos dos cosas eternas, lejanas, en los extremos de dos abismos de una profundidad incalculable, totalmente antitéticos en la forma y en el aspecto y en el modo con que en ellos proseguirá eternamente la potencia de Dios: el Paraíso: luz, alegría, paz, amor; el Infierno: tinieblas, dolor, horror, odio.
-¿Pero creéis que por el hecho de que el mundo no esté todavía muerto y no suenen, convocadoras, las trompetas angélicas, el inmenso campo de la Tierra no está cubierto de huesos sin vida, requetesecos, inertes, separados, muertos, muertos, muertos? En verdad os digo que es así. Entre los que viven, porque respiran todavía, innumerables son los que son como cadáveres, como los huesos secos vistos por Ezequiel. ¿Quiénes son? Aquellos que no tienen en sí la vida del espíritu.
Hay en Israel de éstos, como en todo el mundo. Y el que entre los gentiles y los idólatras no haya sino muertos que esperan ser vitalizados por la Vida es una cosa natural, y causa dolor sólo a aquellos que poseen la verdadera Sabiduría, porque Ella les hace comprender que el Eterno ha creado a las criaturas para Él y no para la idolatría, y se aflige viendo a tantas criaturas en la muerte.
Pero, si el Altísimo tiene este dolor, y es ya grande, ¿cuál será su dolor por aquellos que, de su Pueblo, son huesos que albean, sin vida, sin espíritu?
Los elegidos, los predilectos, los protegidos, los nutridos, los instruidos por Él directamente o por sus siervos y profetas, ¿por qué tienen que ser, culpablemente, huesos secos, siendo así que para ellos siempre ha descendido un hilo de agua vital del Cielo y les ha dado a beber Vida y Verdad? ¿Por qué, plantados en la tierra del Señor, se han secado? ¡Por qué su espíritu ha muerto, si el Espíritu Eterno puso a su disposición todo un tesoro sapiencial para que de él bebieran y vivieran? ¿Quién?, ¿con qué prodigio podrán volver a la Vida, si han dejado las fuentes, los pastos, las luces que Dios les ha dado, y caminan a tientas entre las calígines, y beben fuentes no puras, y se nutren de alimentos no santos?
¿No volverán, pues, a vivir? Sí. En nombre del Altísimo Yo lo juro. Muchos resucitarán. Dios tiene ya preparado el milagro; es más, el milagro ya está activo, ya ha actuado en algunos, y algunos huesos secos se han revestido de vida, porque el Altísimo -al cual nada le está prohibido-ha mantenido la promesa y la mantiene, y cada vez la completa más.
Él, desde lo alto de los Cielos, grita a estos huesos que están esperando la Vida: "Ved que Yo infundiré en vosotros el espíritu y viviréis". Y ha tomado su Espíritu, a sí mismo se ha tomado, y ha formado una Carne para revestir su Palabra, y la ha enviado a estos muertos para que, hablándoles, se infundiera de nuevo en ellos la Vida.
¡Cuántas veces, en el transcurso de los siglos, Israel ha gritado: "Están secos nuestros huesos, nuestra esperanza ha muerto, estamos separados"! Pero, toda promesa es sagrada, toda profecía es verdadera. Y ha llegado el tiempo en que el Enviado de Dios abre las tumbas para sacar de ellas a los muertos y vivificarlos para conducirlos consigo a la verdadera Israel, al Reino del Señor, al Reino del Padre mío y vuestro.
¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo soy la Luz que ha venido a iluminar a quien yacía en las tinieblas! ¡Soy la Fuente de la que, impetuosa, brota Vida eterna! El que venga a mí no conocerá la Muerte. El que tenga sed de Vida venga y beba. Quien quiera poseer la Vida, o sea, a Dios, crea en mí, y de su interior brotarán no gotas, sino ríos de agua viva. Porque el que crea en mí formará conmigo el nuevo Templo del que manan las aguas saludables de que habla Ezequiel.
¡Venid a mí, pueblos! ¡Venid a mí, criaturas! Venid a formar un único Templo; pues que no rechazo a ninguno, sino que, por amor, os quiero conmigo, en mi trabajo, en mis méritos, en mi gloria.
"Y vi aguas que brotaban de debajo de la puerta de la casa, a * oriente... y las aguas bajaban al lado derecho, al sur del altar". (Ezequiel cap. 47).
Aquel Templo son los que creen en el Mesías del Señor, en el Cristo, en la Nueva Ley, en la Doctrina del tiempo de Salud y de Paz. Así como de piedras están formados los muros de este templo, de espíritus vivos estarán formados los místicos muros del Templo, que no morirá por los siglos de los siglos y que desde la Tierra ascenderá hasta el Cielo, como su Fundador, después de la lucha y la prueba.
Aquel altar del que brotan las aguas, aquel altar situado a levante soy Yo. Y mis aguas brotan de la derecha porque la derecha es el lugar de los elegidos para el Reino de Dios. Brotan de mí para verterse sobre mis elegidos y hacerlos ricos en aguas vitales, portadores de ellas, distribuidores de ellas hacia el Septentrión, hacia el Mediodía, hacia Oriente, hacia Occidente, para dar Vida a los pueblos de la Tierra que esperan la hora de la Luz, la hora que llegará, que sin falta llegará a todos los lugares antes de que la Tierra deje de existir.
Brotan y se esparcen mis aguas, mezcladas con las que Yo mismo he dado y daré a mis seguidores; y, a pesar de estar esparcidas para hacer apta la Tierra, formarán un único río de Gracia, cada vez más profundo, cada vez más grande, que irá creciendo día tras día, paso a paso, con las aguas de los nuevos seguidores, hasta que forme como un mar; un mar que, con sus aguas, tocará todos los lugares para santificar toda la Tierra.
Dios quiere esto. Dios hace esto. Un diluvio lavó el mundo dando muerte a los pecadores. Un nuevo diluvio, de otro líquido, que no será lluvia, lavará el mundo y dará Vida. Y, por un misterioso acto de gracia, los hombres podrán formar parte de ese diluvio santificador, uniendo sus voluntades a la mía, sus fatigas a la mía, sus sufrimientos al mío. Y el mundo conocerá la Verdad y la Vida. Y el que quiera participar podrá hacerlo. Sólo el que no quiera ser nutrido por las aguas de Vida se transformará en lugar palúdico y pestífero, o seguirá siéndolo, y no conocerá las pingües cosechas de los frutos de gracia, sabiduría, salvación, que conocerán los que vivan en mí.
En verdad os digo, otra vez, que el que tenga sed y venga a mí beberá y no volverá a tener sed, porque mi Gracia abrirá en él fuentes y ríos de agua viva. Y quien no crea en mí perecerá, como salina donde la vida no puede subsistir.
En verdad os digo que después de mí no se interrumpirá la Fuente, porque Yo no moriré, sino viviré, y, cuando me haya ido, ido y no muerto, para abrir las puertas de los Cielos, Otro, que es igual que Yo, vendrá y completará mi obra haciéndoos comprender las cosas que Yo os he dicho, y encendiéndoos para haceros "luces", ya que habéis acogido la Luz.
Jesús calla.
La muchedumbre, que ha estado en silencio bajo el imperio del discurso, ahora musita y hace distintos comentarios:
Quién dice:
-¡Qué palabras! ¡Es un verdadero profeta!
Quién:
-Es el Cristo. Os lo digo. Ni siquiera Juan hablaba así. Y ningún profeta tiene su fuerza.
-Y además nos hace comprender a los profetas; incluso a Ezequiel, que es tan oscuro en sus símbolos.
-¿Habéis oído, no? ¡Las aguas! ¡El altar! ¡Está claro!
-¿Y los huesos secos? ¿Has visto cómo se han turbado escribas, fariseos y sacerdotes? ¡Han comprendido la alusión!
.Sí. Y han mandado a la guardia. Pero ellos... se han olvidado de prenderlo y se han quedado como niños que ven a los ángeles. ¡Miradlos allí! Están como apapanatados. -¡Mira! ‘Mira! Un magistrado los llama y los reprende. ¡Vamos a oír!
Mientras tanto, Jesús está curando a unos enfermos que le están siendo acercados y no se ocupa de nada más, hasta que, abriéndose paso entre la gente, un grupo de sacerdotes y fariseos, capitaneados por un hombre de unos treinta o treinta y cinco años -veo que todos lo evitan, con un temor que es casi terror-llega hasta Él.
-¿Todavía estás aquí? ¡Vete! ¡En nombre del Sumo Sacerdote!
Jesús se alza -estaba agachado hacia un paralítico-y lo mira con calma y mansedumbre. Luego vuelve a agacharse para imponer las manos al enfermo.
-¡Vete! ¿Has entendido? Seductor de muchedumbres. O haremos que te prendan.
-Ve y alaba al Señor con una vida santa -dice Jesús al enfermo, que se alza curado; y ésta es su única respuesta. Los que amenazan, por su parte, echan espuma venenosa, y la muchedumbre los intima, con sus voces de hosanna, que no causen daño a Jesús.
Pero, si Jesús se muestra manso, no así se muestra José de Alfeo, el cual, irguiéndose engallado, echando hacia atrás la cabeza para parecer más alto, grita: -¡Eleazar, tú que con los que te asemejan querrías abatir el cetro del Hijo escogido de Dios y de David, has de saber que estás cortando todas las plantas, la tuya la primera, esa de que tanto te jactas! ¡Porque tu maldad hace pender sobre tu cabeza la espada del Señor! -y diría más cosas; pero Jesús le pone la mano en el hombro y dice:
-¡Paz, paz, hermano mío! -y José, lívido de indignación, calla.
Se encaminan hacia la salida. Ya fuera de la muralla, refieren a Jesús que los jefes de los sacerdotes y los fariseos han reprendido a la guardia por no haberlo arrestado, y que ellos se habían justificado diciendo que nunca nadie había hablado como Él. Respuesta que había enfurecido a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, entre los cuales había muchos del Sanedrín.
Tanto que, para probar a los soldados que sólo los necios podían ser seducidos por un loco, querían ir a arrestarlo, como blasfemo. Y también para enseñar a la gente a comprender la verdad. Pero Nicodemo, que estaba presente, se había opuesto diciendo:
-No podéis actuar contra Él. Nuestra Ley prohíbe condenar a un hombre antes de haberlo escuchado y haber visto lo que hace. Y nosotros de su boca hemos oído, y de Él hemos visto, cosas no condenables.
Ante estas palabras la ira de los enemigos de Jesús se había volcado contra Nicodemo, con amenazas e insultos y burlas, como contra un necio y un pecador. Y Eleazar ben Anás se había puesto en movimiento, personalmente, con los más enfurecidos, para ir a echar a Jesús, pues a más no se atrevía por la muchedumbre.
José de Alfeo está furioso. Jesús lo mira y dice:
-¿Lo ves, hermano?
No dice nada más... ¡pero hay mucho en esas palabras! Contienen la advertencia de que Él, ya hable, ya calle, tiene razón, contienen el recuerdo de sus palabras, contienen el índice de lo que son las castas más importantes de Judea, de lo que es el Templo, etc.
José agacha la cabeza y dice:
-Tienes razón...
Guarda silencio, pensativo. Luego, al improviso, echa sus brazos en torno a la espalda de Jesús y llora sobre el pecho de Él, mientras dice:
-¡Pobre hermano mío! ¡Pobre María! ¡Pobre Madre!
Creo que José intuye claramente, en este momento, la suerte de Jesús...
-¡No llores! Haz tú también, como Yo hago, la voluntad de nuestro Padre -lo conforta Jesús, y lo besa para consolarlo.
Cuando José está un poco calmado, se ponen en marcha en dirección a la casa en que se hospeda, y allí se saludan besándose. Y José, muy emocionado, mucho, dice como últimas palabras:
-¡Ve en paz, Jesús! Respecto a todo. Lo que te dije cerca de Nazaret te lo repito, y con más fuerza todavía. Ve en paz. Ten sólo las preocupaciones de tu trabajo. De lo demás me ocuparé yo. Ve y que Dios te conforte.
Y lo besa una vez más, paternal en el rostro, y en la caricia que, como bendición de jefe de familia, le deposita en la cabeza.
Luego José saluda a sus hermanos. Se saludan también éstos y Simón. Pero noto que Santiago, no sé por qué motivo, se muestra más bien distante con José, y viceversa. Sin embargo, con Simón, hay más afectuosidad. Lo último que José dice a Santiago es: -¿Entonces tengo que pensar que te he perdido?
-No, hermano. Debes pensar que tú sabes dónde estoy y que, por tanto, de ti depende el encontrarme. Sin rencor. Es más, con muchas oraciones por ti. Pero en las cosas del espíritu no hay que tomar dos senderos juntos. Tú sabes lo que quiero decir...
-Ya ves que lo defiendo...
-Defiendes al hombre y al pariente. No es suficiente para darte esos ríos de Gracia de que Él hablaba. Defiende al Hijo de Dios, sin miedo al mundo, sin cálculo de intereses, y serás perfecto. Adiós. Cuida de nuestra madre, cuida a María de José...
Jesús -no sé si ha oído, porque está centrado en saludar a los otros nazarenos y galileos-, terminados los saludos, ordena:
-Subamos al Monte de los Olivos. Desde allí nos dirigiremos a algún lugar...
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