|
EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
|
503- Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
Y todavía Jesús que sigue andando incansablemente por los caminos de Palestina.
El río está aún a su derecha, y Él camina en el mismo sentido de la bonita agua: azul y esplendente en los lugares donde el Sol la besa; verde-turquí en las orillas, donde la sombra de los árboles se refleja con sus verdes oscuros.
Jesús está en medio de sus discípulos. Oigo a Bartolomé que le pregunta:
-¿Entonces vamos realmente hacia Jericó? ¿No temes alguna asechanza?
-No temo. Llegué a Jerusalén para la Pascua por otro camino y ellos, frustrados, ya no saben dónde prenderme sin llamar demasiado la atención de la gente. Créeme, Bartolomé: para mí hay menos peligro en una ciudad muy poblada que por senderos lejanos. El pueblo es bueno y sincero, pero también es impetuoso. Se amotinaría, si me capturaran estando Yo entre ellos para evangelizar y curar.
Las serpientes trabajan en la soledad y en la sombra. Y además... tengo todavía hoy y hoy y hoy para trabajar... Luego... vendrá la hora del Demonio y vosotros me perderéis. Para hallarme de nuevo después. Creed esto. Y sabed creerlo cuando los hechos parezcan desmentirme más que nunca.
Los apóstoles suspiran, afligidos, y lo miran con amor y pena, y Juan emite un gemido: «¡No!», y Pedro lo rodea con sus cortos y robustos brazos, como para defenderlo, y dice:
-¡Oh, mi Señor y Maestro!
No dice nada más. Pero hay mucho en esas pocas palabras.
-Así es, amigos. Para esto he venido. Sed fuertes. Ya veis cómo voy seguro hacia mi meta, como uno que va hacia el Sol, y sonríe a este Sol que lo besa en la frente. Mi Sacrificio será un Sol para el mundo. La luz de la Gracia bajará a los corazones, la paz con Dios los hará fecundos, los méritos de mi martirio harán a los hombres capaces de ganarse el Cielo. ¿Y qué quiero sino esto? Poner vuestras manos en las manos del Eterno, Padre mío y vuestro, y decir:
"Mira, conduzco de nuevo a ti a estos hijos.
Mira, Padre, están limpios. Pueden volver a ti". Veros arropados en su seno y decir:
“Amaos finalmente, porque el Uno y los otros ansiáis esto, y sufríais agudamente por no haberos podido amar". Ésta es mi alegría. Y cada día que me acerca al cumplimiento de este retorno, de este perdón, de esta unión, aumenta mi ansia de consumar el holocausto para daros a Dios y su Reino.
Jesús está solemne y casi extático mientras dice esto. Anda erguido, con su túnica azul y su manto más oscuro, la cabeza descubierta, en esta hora aún fresca de la mañana. Parece sonreír a una visión -¡quién sabe cuál!-que sus ojos ven, contra el fondo azul de un cielo sereno.
El Sol, que lo besa en la mejilla izquierda, enciende más aún su esplendorosa mirada y coloca relumbres de oro en sus cabellos movidos por un leve viento y por su paso, y acentúa el rojo de los labios abiertos para la sonrisa, y parece encender todo el rostro de una alegría que en realidad viene del interior de su adorable Corazón, encendido por la caridad hacia nosotros.
-Maestro, ¿puedo decirte una palabra? -pregunta Tomás.
-¿Cuál?
-Anteayer dijiste que el Redentor, Tú, tendrá un traidor.
¿Cómo podrá un hombre traicionarte a ti, Hijo de Dios?
-Un hombre, efectivamente, no podría traicionar al Hijo de Dios, Dios como el Padre. Pero éste no será un hombre.
Será un demonio en cuerpo de hombre. El más poseído, el más endemoniado de los hombres. María de Magdala tenía siete demonios, y el endemoniado de hace unos días estaba dominado por Belcebú. Pero en éste estará Belcebú y toda su corte demoníaca...
¡Oh, verdaderamente el Infierno estará en ese corazón dándole coraje para vender, como cordero al jifero, el Hijo de Dios a sus enemigos!
-Maestro, ¿ahora este hombre está ya en posesión de Satanás?
-No, Judas Iscariote -Pero se inclina hacia Satanás, e inclinarse hacia Satanás quiere decir ponerse en las condiciones de caer en él.
-¿Y por qué no viene a ti para curarse de su inclinación? ¿Sabe que la tiene o lo ignora?
-Si lo ignorara no sería culpable, como lo es, porque sabe que tiende al mal y que no persevera en las resoluciones de salir de él. Si perseverara vendría a mí... pero no viene... El veneno penetra y mi cercanía no lo purifica, porque no la desea sino que huye de ella... ¡Este es, hombres, vuestro error! Cuanta más necesidad tenéis de mí, más huís de mí» (Jesús ha respondido a Andrés).
-¿Pero ha venido a ti alguna vez? ¿Lo conoces? ¿Y nosotros lo conocemos?
-Mateo, Yo conozco a los hombres antes incluso de que ellos me conozcan. Y tú lo sabes y éstos lo saben. Yo soy el que os llamé porque os conocía.
-¿Pero nosotros lo conocemos? -insiste Mateo.
-¿Podéis no conocer a uno que se acerca a vuestro Maestro?
Vosotros sois mis amigos y compartís conmigo el alimento, el descanso y las fatigas. Hasta mi casa os he abierto, la casa de mi Madre santa. Os llevo a mi casa para que el aura que en ella suavemente sopla os haga capaces de comprender el Cielo con sus voces y mandatos.
Os llevo a mi casa como un médico lleva a sus enfermos, poco antes resurgidos de una serie de enfermedades, a fuentes saludables que los fortalezcan venciendo los restos de las enfermedades que siempre pueden hacerse de nuevo nocivas. Por tanto, no tenéis desconocimiento de ninguno de los que se acercan a mí.
-¿En qué ciudad lo has visto?
-¡Pedro, Pedro!
-Es verdad, Maestro, soy peor que una mujer chismosa. Perdóname. Pero es el amor, ya sabes...
-Ya sé. Y por esto te digo que no siento aversión por este defecto tuyo. Pero quítatelo también.
-Sí, Señor mío.
El sendero, encajonado entre una hilera de árboles y una pequeña acequia, se estrecha, y el grupo se hace más lineal. Jesús va hablando precisamente con Judas Iscariote, al cual da indicaciones para las compras y las limosnas. Detrás, de dos en dos, van los otros.
En la cola, solo, Pedro. Piensa. Camina cabizbajo, tan recogido en sus pensamientos, que ni siquiera se da cuenta de que se va quedando distanciado de los otros.
-¡Eh, tú, hombre! -se dirige a él uno que pasa a caballo -¿Estás con el Nazareno?»
-Sí. ¿Por qué?
-¿Vais a Jericó?»
-¿Te preocupa saberlo? Yo no sé nada. Sigo al Maestro y no pregunto nada. Dondequiera que vaya, bien hecho está. El camino es el de Jericó, pero no hay que descartar que regresáramos a la Decápolis. ¡Quién sabe! Si quieres saber más, allí está el Maestro.
El hombre espolea y Pedro le hace detrás una mueca curiosa y barbota:
-No me fío, mi señorote. ¡Sois todos una masa de perros!
No quiero ser yo el traidor. Me juro a mí mismo: "Esta boca quedará sigilada". Esto es -y hace una señal en sus labios como si los cerrara con candado.
El hombre que va a caballo ya ha llegado donde Jesús. Le pregunta. Ello da la manera a Pedro de alcanzar a los otros.
Cuando el hombre se marcha, hace un gesto de saludo a Judas Iscariote. Ninguno lo advierte, menos Pedro, que viene el último, y que parece no aplaudir ese saludo. Toma a Judas de una manga y le pregunta:
-¿Quién es? ¿Lo conoces? ¿Y por qué?
-De vista. Es un rico de Jerusalén.
-Tienes amistades encumbradas tú, ¿eh? Bien... si es que es bien. Pero... dime: ¿es ese cara de zorra el que te dice tantas cosas?...
-¿Qué cosas?
-¡Hombre, pues las que dices que sabes sobre el Maestro!
-¿Yo?
-Sí. Tú. ¿No te acuerdas de aquel atardecer de agua y barro, cuando la crecida?
-¡Ah! No, no. ¿Pero piensas todavía en unas palabras
dichas en un momento de malhumor?
-Yo pienso en todo lo que puede perjudicar a Jesús: cosas, personas, amigos, enemigos... Y siempre estoy dispuesto a mantener las promesas que hago a quien quiera perjudicar a Jesús. Adiós.
Judas lo mira de forma curiosa mientras se marcha. En su mirada hay estupor, dolor, enojo, y diría incluso más: hay odio.
Pedro llega donde Jesús y lo llama.
-¡Oh! ¡Pedro! ¡Ven!
Jesús le pone un brazo en los hombros.
-¿Quién era ese híspido judío?
-¿Híspido, Pedro? ¡Si estaba todo liso y perfumado!
-Tenía híspida la conciencia. Desconfía, Jesús.
-Te he dicho que no es todavía mi tiempo. Y cuando ese tiempo llegue, ninguna desconfianza me salvará... si es que quisiese salvarme. Si Yo quisiera salvarme, hasta las piedras gritarían y me formarían una cadena en torno.
-Será así... Pero, desconfía... ¡Maestro!
-¿Pedro?
-¿Que te sucede?
-Maestro... tengo una cosa que decirte y un peso en el corazón.
-¿Una cosa? ¿Un peso?
-Sí. El peso es un pecado. La cosa es un consejo.
-Empieza por el pecado».
-Maestro... yo... yo odio... yo siento repulsa, eso es, si es que no es odio -porque Tú no quieres que haya odios-, por uno de nosotros. Me da la impresión de estar cerca de una hura de donde sale hedor de serpientes en celo... y temo que salgan para dañarte. Ese hombre es una madriguera de serpientes y él mismo está en celo con el demonio.
-¿Cómo lo deduces?
-Bueno, pues... No sé. Soy rudo e ignorante, pero tonto no soy. Estoy acostumbrado a leer en los vientos y en las nubes... y me ha venido ojo también para los corazones. Jesús... tengo miedo.
-No juzgues, Pedro. Y no sospeches. La sospecha crea quimeras. Se ve lo que no existe.
-Dios eterno quiera que no haya nada. Pero yo no estoy seguro.
-¿Quién es, Pedro?
-Judas de Keriot. Se jacta de tener amistades encumbradas. Incluso hace poco ese mala facha lo ha saludado como se saluda a uno bien conocido. Antes no las tenía.
-Judas es el que recibe y reparte. Tiene posibilidades de tratar con los ricos. Es hábil.
-¡Ya! Es hábil... Maestro, dime la verdad, ¿Tú no sospechas?
-Pedro, te quiero entrañablemente por tu corazón. Pero quiero que seas perfecto, y perfecto no es el que no obedece. Te he dicho: no juzgues y no sospeches.
-Sí pero no me dices...
-Dentro de poco estaremos cerca de Jericó y nos pararemos a esperar a una mujer que no puede recibirnos en su casa...
-¿Por qué? ¿Es una pecadora?».
-No. Es una desdichada. Ese hombre a caballo que tanto fastidio te ha dado ha venido a decirme que la espere. Y la voy a esperar, aunque sé que nada puedo hacer por ella. ¿Y sabes quién ha puesto sobre mis pasos a la mujer y a ese hombre? Judas. Como ves, por motivo honesto conoce a ese judío.
Pedro agacha la cabeza y calla, confuso. Quizás no convencido y curioso todavía. Pero calla.
Jesús se detiene fuera de los muros de la ciudad, y, cansado, se sienta a la sombra fresca de un sotillo que da sombra a una fuente al lado de la cual hay cuadrúpedos abrevando. Los discípulos se sientan, también esperando.
Debe ser una parte muy secundaria de la ciudad, porque, aparte de estos caballos y asnos, sin duda de mercaderes en viaje, no hay gente.
-Viene una mujer, toda arropada en un manto oscuro y con el rostro muy cubierto. El velo, tupido y oscuro, baja hasta la mitad de la cara. Viene con ella el hombre de antes, ahora a pie, y otros tres hombres pomposamente vestidos.
-Te saludamos, Maestro.
-Paz a vosotros.
-Ésta es la mujer. Escúchala y concédele lo que desea.
-Si puedo.
-Tú puedes todo.
-¿Lo crees, saduceo?
El saduceo es el que iba a caballo.
-Creo en lo que veo.
-¿Y has visto que puedo?
-Lo he visto.
-¿Y sabes por qué puedo?
Silencio.
-¿Puedo saber cómo juzgas que puedo?
Silencio
Jesús deja de ocuparse de él y de los otros. Habla a la mujer:
-¿Qué quieres?
-Maestro... Maestro...
-Habla, pues, sin temor.
La mujer mira oblicuamente a sus acompañadores, los cuales lo interpretan a su manera.
-Esta mujer tiene a su marido enfermo y te pide su curación. Es persona influyente, de la corte de Herodes.
Te conviene concederle lo que te pide.
-No por ser influyente, sino por su infelicidad, se lo concederé si puedo. Ya lo he dicho. ¿Qué le pasa a tu marido? ¿Por qué no ha venido? ¿Por qué no quieres que yo vaya a verlo?
Nuevo silencio y nueva mirada oblicua.
-¿Quieres hablarme sin testigos? Ven.
Se separan unos pasos.
-Habla.
-Maestro... yo creo en ti. Creo tanto, que estoy segura de que sabes todo sobre él, sobre mí, sobre nuestra desgraciada vida... Pero él no cree... Y te odia... Y él...
-Y él no puede sanar porque no tiene fe. No sólo no tiene fe en mí, es que tampoco tiene fe en el Dios verdadero.
-¡Ah! ¡Tú sabes!
La mujer llora desesperadamente.
-¡Es un infierno mi casa! ¿Un infierno! Tú liberas a los poseídos. Sabes, por tanto, lo que es el demonio. ¿Pero a este demonio sutil, inteligente, falso e instruido, lo conoces? ¿Sabes a qué perversiones conduce? ¿Sabes a qué pecados? ¿Sabes la destrucción que causa en torno a sí? ¿Mi casa? ¡Es una casa? No. Es el umbral del Infierno. ¿Mi marido? ¿Es mi marido? Ahora está enfermo y no se cuida de mí. Pero, incluso cuando estaba fuerte y deseoso de amor, ¿era un hombre el que me abrazaba, el que me tenía, el que me poseía? ¡No! Yo estaba entre las espiras de un demonio, sentía el hálito y la baba de un demonio. Lo he querido mucho, lo quiero.
Soy su mujer y me tomó la virginidad cuando yo era poco más que niña: tenía poco más de catorce años. Pero, aunque la hora me transportase a aquella primera hora, Y con ella me recordase las sensaciones intactas del primer abrazo que me hizo mujer, yo, con la parte más elevada de mí lo primero y luego con la carne y la sangre, sentía repulsa, repulsa de horror, cuando me daba cuenta de que él estaba ensuciado de nigromancia.
Me parecía que, no mi marido, sino los muertos que él invocaba estuvieran sobre mí, saciándose de mí... Y también ahora, ahora, con sólo mirarlo, moribundo y todavía abismado en esa magia, siento repulsión. No lo veo a él... veo a Satanás.
¡Oh, dolor mío! Ni siquiera en la muerte estaré con él, porque la Ley lo prohíbe. Sálvalo, Maestro. Te pido que lo cures para darle tiempo de curarse.
La mujer llora angustiosamente.
-¡Pobre mujer! No, Yo no puedo curarlo.
-¿Por qué, Señor?
-Porque él no quiere.
-Sí. Tiene miedo de la muerte. Sí, sí que quiere.
-No quiere. No es un demente, no es un poseído que no conozca su estado y que no pida la liberación porque no tenga la facultad del pensamiento libre. No es uno que tenga impedida la voluntad. Es uno que quiere ser lo que es. Sabe que lo que hace está prohibido. Sabe que está maldecido por el Dios de Israel. Pero persiste. Aunque lo curase y empezaría por el alma, el volvería a su satánico disfrute. Su voluntad está corrompida. Es rebelde. No puedo.
La mujer llora más fuerte. Se acercan los que la han acompañado.
-¿No la complaces en lo que te pide, Maestro?
-No puedo.
-¿No os lo había dicho? ¿Y las razones?
-Tú, saduceo, ¿las pides? Te remito al libro de los Reyes (I Samuel 28, l5-l9; 2 Reyes l, l6). Lee lo que dijo Samuel a Saúl y lo que dijo Elías a Ocozías. El espíritu del profeta recrimina al rey el haberlo molestado llamándolo del reino de los muertos. No es lícito hacerlo.
Lee el Levítico (l9, 4.26.3l; 20, 6), si es que ya no te acuerdas de la palabra de Dios, Creador y Señor de todo lo que existe, Tutor de la vida y de los que están en la muerte. Muertos y vivos están en las manos de Dios y no os es lícito arrancárselos de sus manos. Ni por vana curiosidad ni por sacrílega violencia ni por incredulidad maldita.
¿Qué queréis saber? ¿Si hay un futuro eterno? Y decís que creéis en Dios. Si Dios existe, tendrá una corte ¿no? ¿Y qué corte será, sino una corte eterna como Él, compuesta por espíritus eternos? Si decís que creéis en Dios, ¿por qué no creéis en su palabra? ¿No dice su palabra:
"No practicaréis adivinación ni observaréis los sueños”? ¿No dice: "Si uno se dirige a los magos y a los adivinos y fornica con ellos, volveré contra él mi rostro y lo exterminaré de en medio de su pueblo"? ¿No dice: "No os hagáis dioses de fundición"? ¿Y qué sois vosotros?
¿Samaritanos y perdidos, o sois hijos de Israel? ¿Y qué sois: hombres sin raciocinio o capaces de razonar? Y si, razonando, negáis la inmortalidad del alma, ¿por qué invocáis a los muertos? ¿Si no son inmortales esas partes incorpóreas que animan al hombre, qué otra cosa queda de un hombre después de la muerte?
Podredumbre y huesos, blancos huesos emergentes de una gusanera. Y, si no creéis en Dios -tanto como que recurrís a ídolos y señales para obtener curación, dinero, oráculos, como ha hecho este cuya salud pedís-, ¿por qué sí os hacéis dioses de fundición y creéis que ellos os pueden decir palabras más verdaderas, más santas, más divinas que las que Dios os dice?
Ahora Yo os doy la misma respuesta que diera Elías a Ocozías: "Por haber enviado mensajeros a consultar a Belcebú, dios de Acarón, como si no hubiera un Dios en Israel a quien poder consultar, por ello, no bajarás de la cama a que has subido, y ciertamente morirás en tu pecado".
-Siempre eres Tú el que insulta y nos ataca. Es una observación que te hago. Nosotros venimos hacia ti para...
-Para hacerme caer en una trampa. Pero Yo os leo el corazón. ¡Quitaos la máscara, herodianos vendidos al enemigo de Israel! ¡Quitaos la máscara, fariseos falsos y crueles! ¡Quitaos la máscara, saduceos, verdaderos samaritanos!
¡Quitaos la máscara, escribas de palabra contraria a las obras! ¡Quitaos la máscara, todos vosotros violadores de la Ley de Dios, enemigos de la Verdad, cuyos del Mal!
¡Quitáosla, profanadores de la Casa de Dios! ¡Quitáosla, agitadores de las conciencias débiles! ¡Quitaos la máscara, chacales que oléis la víctima en el viento que la ha tocado y seguís esa pista y aguaitáis, esperando la hora propicia para matar, y os relaméis los labios ante aquel cuya sangre anticipadamente saboreáis, y soñáis que llegue esa hora!...
¡Oh, chalanes y fornicadores, que vendéis por mucho menos de un puñado de lentejas vuestra primogenitura entre los pueblos!
Ya no tendréis bendición, porque otros pueblos se vestirán con la zalea del Cordero de Dios, y verdaderos Cristos serán a los ojos del Altísimo, quien, sintiendo emanar de ellos la fragancia de su Cristo, dirá: "¡Éste es el olor de mi Hijo! Semejante al olor de un florido campo bendecido por Dios. Para vosotros el rocío del Cielo: la Gracia. En vosotros, la copiosidad de la Tierra (los frutos de mi Sangre).
En vosotros, abundancia de trigo y de vino (mi Cuerpo y mi Sangre, que daré a los hombres para vida y para recuerdo de mí). Que os sirvan los pueblos y ante vosotros se inclinen las gentes, porque donde esté el signo de mi Cordero estará el Cielo. Y la Tierra está subordinada al Cielo.
Dominad a vuestros hermanos, porque los seguidores de mi Cristo serán los reyes del espíritu, teniendo como tienen la Luz, y a esta Luz los otros volverán la mirada esperando en su auxilio. Se inclinen ante vosotros los hijos de vuestra madre: la Tierra. Sí, todos los hijos de la Tierra se inclinarán un día ante mi Signo.
Maldito quien os maldice y bendito quien os bendice, porque tanto la bendición como la maldición que recae sobre vosotros a mí viene, a mí, Padre y Dios vuestro".
Esto dirá. Esto, fornicadores que pudiendo tener como amada esposa del alma la verdadera fe fornicáis con Satanás y con sus falsas doctrinas. Esto es lo que dirá, asesinos, asesinos de conciencias y asesinos de cuerpos.
Aquí hay víctimas vuestras. Y, si bien dos corazones son asesinados, un Cuerpo lo tendréis sólo durante el tiempo de Jonás. Y luego ese Cuerpo, unido a su inmortal Esencia, os juzgará.
Jesús se muestra terrible en esta invectiva. ¡Terrible! Creo que más o menos se mostrará así en el último Día.
-¿Y dónde están estos asesinados? ¡Tú deliras! ¡Tú eres un cuyo de Belcebú! Tú fornicas con él y en su nombre obras milagros. Y en nuestro caso no puedes porque tenemos la amistad de Dios.
Satanás no se expulsa a sí mismo. Yo expulso los demonios. ¿En nombre de quién, entonces?
Silencio.
-¡Responded!
-Pero no merece la pena ocuparse de este endemoniado. Ya os lo había dicho. Vosotros no lo creíais. Oídlo de sus labios. Responde, Nazareno demente. ¿Conoces el siemanflorás?
-¡No necesito conocerlo!
-¿Oís? Una pregunta más: ¿No has estado en Egipto?
-Sí.
-¿Lo veis? ¿Quién es el nigromante, el satanás? ¡Horror! Ven, mujer. Tu marido es santo respecto a éste. ¡Ven!... Necesitarás purificarte. ¡Has tocado a Satanás!...
Y se marchan con vivos gestos de repulsa y arrastrando a la mujer, que llora.
Jesús, con los brazos cruzados, los sigue con los relámpagos de sus miradas.
-Maestro... Maestro...
Los apóstoles están aterrorizados, por la violencia de Jesús y por las palabras de los judíos.
Pedro pregunta (incluso un poco agachado al decirlo):
-¿Qué han querido decir con esas últimas preguntas? ¡Qué es esa cosa?
-¿Qué? ¿El siemanflorás?
-Sí. ¿Qué es?
-No pienses en ello. Confunden la Verdad con la Mentira, a Dios con Satanás, y en su soberbia satánica piensan que haya que conjurar a Dios con su tetragrama, para que condescienda con los deseos humanos. El Hijo habla con el Padre el lenguaje verdadero, y con él, por amor recíproco de Padre e Hijo, se cumplen los milagros.
-¿Pero por qué te ha preguntado si has estado en Egipto?
-Porque el Mal se sirve de las cosas más inocuas para sacar de ellas acusaciones contra aquel a quien desea asestar el golpe. Mi estancia infantil en tierra de Egipto estará entre las imputaciones en su hora de venganza.
Sabed, vosotros y los futuros, que con el astuto Satanás y sus fieles servidores hay que tener doble astucia. Por esto he dicho: "Sed astutos como serpientes, además de sencillos como palomas". Esto es para poner el mínimo de armas en manos de los demonios. Y, de todas formas, no sirve. Vamos.
-¿A dónde, Maestro? ¿A Jericó?
-No. Tomaremos una barca y pasaremos de nuevo a la Decápolis. Remontaremos el Jordán hasta la altura de Enón y luego bajaremos a tierra. Después, en las riberas de Genesaret, tomaremos otra barca y pasaremos a Tiberíades, y de allí a Caná y a Nazaret. Tengo necesidad de mi Madre.
Y también vosotros. Lo que el Cristo no hace con su Palabra lo hace María con su silencio. Lo que no hace mi poder lo hace su pureza. ¡Oh, Madre mía!
-¿Estás llorando, Maestro? ¿Estás llorando? ¡Oh, no! ¡Nosotros te defenderemos! ¡Nosotros te queremos!
-No lloro ni temo por los que me aborrecen. Lloro porque los corazones son más duros que el diaspro y nada puedo en muchos de ellos. Venid, amigos.
Y bajan a la orilla y en la barca de uno remontan el río. Todo termina así.
Dice Jesús:
-Tú y quien te guía meditad mucho mi respuesta a Pedro.
El mundo -y por mundo entiendo no sólo los laicos, niega lo sobrenatural, y, luego, ante las manifestaciones de Dios, está dispuesto a sacar a colación no lo sobrenatural sino lo oculto. Confunden una cosa con la otra.
Ahora escuchad: sobrenatural es lo que de Dios viene. Oculto es lo que viene de fuente extraterrena pero no tiene raíz en Dios.
En verdad os digo que los espíritus pueden venir a vosotros. ¿Pero cómo? En dos modos. Por mandato de Dios o por violencia del hombre.
Por mandato de Dios vienen ángeles y bienaventurados y espíritus que ya están en la luz de Dios.
Por violencia del hombre pueden venir espíritus sobre los cuales un hombre puede tener mando, por estar sumergidos en regiones más bajas que las humanas, donde todavía hay un recuerdo de Gracia, si ya no hay Gracia activa.
Los primeros van espontáneamente, obedeciendo a una sola autoridad: la mía.
Y consigo llevan la verdad que quiero que conozcáis.
Los otros van por un complejo de fuerzas unificadas: fuerzas del hombre idólatra con fuerzas de Satanás-ídolo. ¿Pueden daros la verdad? No. Jamás. Jamás en términos absolutos. ¿Puede una fórmula, incluso habiendo sido enseñada por Satanás, doblegar a Dios a la voluntad del hombre? No.
Dios viene siempre de forma espontánea. Una oración os puede unir a Él, no una fórmula mágica.
Y si alguno objeta: "Samuel se apareció a Saúl", Yo digo:
"No por mérito de la maga, sino por voluntad mía, con la finalidad de hacer reaccionar al rey, rebelde a mi Ley".
Algunos dirán: "¿Y los profetas?". Los profetas hablan por conocimiento de la Verdad, que se les infunde o directamente o por ministerio angélico. Otros objetarán:
"¿Y la mano que escribió en el banquete del rey Baltasar?". Lean éstos la respuesta de Daniel: "...tú también te has engreído contra el Dominador del Cielo... celebrando a los dioses de plata, bronce, hierro, oro, madera, piedra, los cuales no ven ni oyen ni conocen, y no has glorificado al Dios en cuyas manos están todos tus respiros y movimientos. Por ello, Él ha mandado el dedo -espontáneamente mandado, mientras que tú, rey necio y necio hombre, no pensabas en ello y te preocupabas de llenar tu vientre y engreírte la mente de esa mano que ha escrito lo que ahí se encuentra".
Sí. Alguna vez Dios os llama con manifestaciones que vosotros consideráis de un médium, y que son en realidad manifestaciones de piedad de un Amor que quiere salvaros.
Pero no debéis querer crearlas vosotros. Las que creáis no son nunca sinceras, no son nunca útiles, nunca traen un bien. No os hagáis esclavos de lo que os destruye. No queráis consideraros y creeros más inteligentes que los humildes, que se doblegan ante la Verdad depositada desde hace siglos en mi Iglesia, por el solo hecho de que sois unos soberbios que buscáis en la desobediencia permisos para vuestros ilícitos instintos.
Volved a la Disciplina varias veces secular y permaneced en ella: desde Moisés hasta Cristo, desde Cristo a vosotros, desde vosotros al último día, es ésa y no otra.
¿Es ciencia esta vuestra? No. La ciencia está en mí y en mi doctrina, y la sabiduría del hombre está en obedecerme.
¿Es curiosidad sin peligro? No. Es contagio cuyas consecuencias sufrís luego. Fuera Satanás si queréis tener a Cristo. Soy el Bueno y no desciendo a convivencia con el Espíritu del Mal. O Yo o él. Elegid.
¡Oh "portavoz" mío, di esto a quien hay que decírselo! Es la última voz que se les dirige. Y tú y quien te dirige sed cautos.
Las pruebas se transforman en pruebas contrarias en manos del Enemigo y de los enemigos de mis amigos. ¡Tened cuidado! Id con mi paz.
(De todo esto se deduce el peligro que presentan las sesiones espiritistas, las tablas ouijas, las cartas, etc. etc.: en todas estas prácticas ocultistas está presente el diablo)
|
|