Saturday November 02,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

381- La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio


Espera al Maestro mucha gente, diseminada por las laderas más bajas de un monte que está más bien aislado, porque sobresale de una red de valles que lo circundan, a partir de los cuales sus laderas se alzan (mejor: afloran bruscamente, escarpadas, casi a pico, en ciertos casos totalmente a pico).

Para llegar a la cima, un sendero labrado en la roca calcárea araña, serpenteando, las abruptas laderas del monte; en ciertos lugares tiene, como límite, por una parte la pared recta del monte, por otra el despeñadero escarpado.

Y el sendero escabroso, amarillento oscuro, tendente casi al rojizo, parece una cinta arrojada en medio del verde polvoriento de bajos matorrales espinosos, punzantísimos; yo diría que las hojas son las púas mismas que cubren las rocosas y áridas pendientes, adornándose acá o allá con una flor espléndida morado-roja semejante a un penacho o a un copo de seda arrancado de las vestiduras de algún desventurado que ha pasado por este zarzal.

Y este manto desapacible, hecho de puntas espinosas, de un verde glauco, triste como si estuviera empolvado con impalpable ceniza, se extiende en franjas hasta el pie del monte y por la llanura que hay entre él y otras elevaciones, tanto al noroeste coma al sureste, para alternar con los primeros lugares de hierba verdadera y verdaderos arbustos que no significan ni tortura ni inutilidad.   

La gente está acampada en estos lugares y espera pacientemente la llegada del Señor. Debe ser el día siguiente del discurso a los apóstoles, porque es por la mañana. Una mañana fresca. El rocío todavía no se ha evaporado de todos los pedúnculos, y, especialmente en los que están más a la sombra, todavía decora de sí espinas y hojas, y transforma en una borla adiamantada las originales flores de los arbustos espinosos.

Es ciertamente la hora de la belleza para este triste monte; porque en las otras horas, bajo el sol despiadado o en las noches de luna, debe tener el horrible aspecto de un lugar de expiación infernal.

A1 este, una rica y vasta ciudad se ve en la ubérrima llanura. Y, desde esta ladera, baja todavía, donde están los peregrinos, no se ve nada más; pero, desde la cima, la vista debe gozar de un panorama sin par sobre las zonas cercanas. Yo creo que, por la altura del monte, deberá dominarse el Mar Muerto y las zonas orientales de éste, y hasta las cadenas de Samaria y las que ocultan Jerusalén. Pero yo no he estado en la cima, así que...

Los apóstoles circulan por entre la muchedumbre tratando de mantenerla serena y ordenada, y de poner en los puestos mejores a los enfermos. Algunos discípulos los ayudan en esta labor. Quizás son los que desarrollan su actividad en esa zona, y que habían guiado hasta cerca de los confines de Judea a los peregrinos deseosos de escuchar al Maestro.

De improviso, aparece Jesús, vestido de lino blanco, pero envuelto en su manto rojo, para conciliar el calor de las horas solares con el fresco de las noches aún no veraniegas. Mira -a Él no lo han visto todavía -a la gente que lo espera, y sonríe. Parece que viene de detrás (oeste) del monte, de una altura media. Desciende rápido por el difícil sendero.

Es un niño el que ve a Jesús (no sé si por seguir el vuelo de unos pájaros que están anidados entre los matorrales y han alzado el vuelo, asustados, por una piedra que desde arriba ha caído rodando, o quizás por atracción de la mirada), y grita mientras se pone en pie de un salto:

-¡El Señor!

Todos se vuelven y ven a Jesús, que está ya como mucho a doscientos metros. Su intención sería ir a su encuentro, pero Él, con el gesto de los brazos y la voz que llega nítida, quizás por la resonancia del monte, dice:
-Quedaos donde estáis.

Y, sonriendo todavía, baja hasta los que esperan. Se detiene en el punto más alto del rellano. Desde allí saluda:

-La paz a todos vosotros -y con una sonrisa especial repite el saludo a los apóstoles y discípulos que se han acercado dispuesto en torno a Él.

Jesús está radiante de belleza. Con el sol en la frente y la pared verdosa del monte a sus espaldas, parece una visión de sueño. Las horas pasadas en soledad, algún hecho que no conocemos, quizás una sobreabundancia en Él de las caricias paternas, no sé realmente qué cosa, acentúan su siempre perfecta belleza, la hacen gloriosa y majestuosa, pacífica, serena, yo diría: gozosa, como de uno que regresa de un encuentro de amor y trae consigo la alegría del momento en todo su aspecto, en la sonrisa, en las miradas.

Aquí el testimonio de este encuentro de amor, que es divino, se trasluce multiplicado cientos de veces respecto a lo que habitualmente es visible después de un encuentro de pobre amor humano:

Cristo está radiante. Y subyuga a los presentes, que, admirados, lo contemplan en silencio, como acobardados por la intuición de un misterio de conjunción del Altísimo con su Verbo... Es un secreto, una secreta hora de amor entre e1 Padre y el Hijo. Ninguno la conocerá jamás. Pero el Hijo conserva la señal, casi como si, después de haber sido el Verbo del Padre cual es en el Cielo, a duras penas pudiera volver a ser el Hijo del hombre.

La infinidad, la sublimidad encuentra dificultad para ser otra vez "el Hombre". La Divinidad rebosa, estalla, irradia a través de la humanidad como óleo suave a través de un vaso de arcilla poroso, o como luz de horno a través de un velo de cristales opacos.

Y Jesús baja sus ojos radiantes, agacha la cara gozosa, esconde su prodigiosa sonrisa, encorvándose hacia los enfermos, acariciándolos y curándolos; los cuales, a su vez, miran, asombrados, ese rostro de sol y amor inclinado hacia su miseria para dar alegría. Pero al final se tiene que erguir de nuevo y debe mostrar a las turbas lo que es el rostro del Pacífico, del Santo, del Dios hecho Carne, todo envuelto todavía en la luminosidad dejada por el éxtasis. Repite:

-La paz a vosotros.

Hasta la voz es más musical que de costumbre, penetrada de notas suaves y triunfales... Poderosa, se expande sobre los mudos oyentes, busca los corazones, los acaricia, los hace reaccionar, los llama a amar.

Todos están impresionados, menos el grupo de fariseos, más secos y ásperos, más espinosos y desabridos que el propio monte, que están como estatuas de incomprensión y odio en un ángulo; y menos otro grupo que, todo blanco y apartado, escucha desde un ribazo, un grupo al que oigo que Bartolomé y el Iscariote señalan como «esenios» (y Pedro dice con tono arisco:

-¡Y así hay una camada más de gavilanes!
-¡Déjalos! ¡El Verbo es para todos! -dice Jesús sonriendo a su Pedro, aludiendo a los esenios.
Luego empieza a hablar.

-Hermoso sería que el hombre fuera perfecto como desea el Padre de los Cielos. Perfecto en todos sus pensamientos, afectos, actos. Pero el hombre no sabe ser perfecto y usa mal los dones de Dios, que ha dado al hombre libertad de obrar, aunque mandando las cosas buenas y aconsejando las perfectas, para que el hombre no pudiera decir: "No sabía".

¿Cómo usa el hombre la libertad que Dios le ha dado? Pues, la mayor parte de la Humanidad como podría usarla un niño,
o un estúpido; o como un malhechor, las otras partes. Pero luego viene la muerte.

Entonces el hombre estará sujeto al Juez, que preguntará severo:

"¿Qué uso y qué abuso hiciste de lo que te di?". ¡Tremenda pregunta! ¡Ah, entonces los bienes de la tierra, aquellos por los que tan a menudo el hombre se hace pecador, con qué claridad aparecerán menores que briznas de paja! Pobre -una pobreza eterna -, despojado de un vestido irreemplazable, estará abatido y tembloroso ante la majestad del Señor, y no hallará palabra con que justificarse.

Porque en la Tierra es fácil justificarse, engañando al pobre ser humano. Pero en el Cielo esto no puede suceder.

A Dios no se le engaña. Jamás. Y Dios no acepta contubernios. Jamás.  

¿Cómo salvarse entonces? ¿Cómo hacer que sirva todo para la salvación, incluso lo que proviene de la Corrupción, que ha mostrado los metales y las gemas como instrumentos de riqueza, que ha encendido ansias de poder y apetitos carnales?

¿No podrá entonces el hombre -que, por muy pobre que sea, siempre puede pecar deseando inmoderadamente el oro, los cargos, la mujer, haciéndose a veces ladrón de estas cosas para poseer lo que el rico tenía -, no podrá entonces el hombre, sea pobre o sea rico, salvarse nunca? Sí puede.

¿Cómo? Aprovechando la abundancia para el Bien, aprovechando la miseria para el Bien. El pobre que no envidia, que no impreca ni atenta contra lo que a otros pertenece, sino que se conforma con lo que tiene, ése, aprovecha su humilde condición para obtener de ella santidad futura. En verdad, la mayoría de los pobres lo sabe hacer. Menos lo saben hacer los ricos, para los cuales la riqueza es una continua trampa de Satanás, de la ternaria concupiscencia.

Mas oíd una parábola, y veréis que también los ricos pueden salvarse a pesar de ser ricos, o reparar sus pasados errores con un buen uso de las riquezas, aunque hayan sido adquiridas mal. Porque Dios, el Bonísimo, deja siempre muchos medios a sus hijos para que se salven.
Había, pues, un rico que tenía un administrador.

Algunos, enemigos de éste porque envidiaban el buen puesto que tenía, o muy amigos del rico y por tanto, celosos de su bienestar, acusaron al administrador ante su jefe. "Disipa tus bienes. Se queda con una parte. No se preocupa de que produzcan. ¡Ten cuidado! ¡Defiéndete!".

El rico, oídas estas repetidas acusaciones, ordenó al administrador que compareciera ante él. Y le dijo: "Me han dicho de ti esto y aquello.

¿Cómo es que has actuado así? Ríndeme cuentas de tu administración porque ya no te permito que sigas llevándola. No puedo fiarme de ti ni puedo dar un ejemplo de injusticia y de excesiva condescendencia que induciría a los consiervos a actuar como tú has obrado. Ve y regresa mañana con todas las escrituras, para que las examine y vea cuál es la situación de mis bienes, antes de confiarlos a un nuevo administrador".

Y despidió al administrador, que se marchó pensativo diciendo para sí: "¿Y ahora? ¿Cómo me las voy a arreglar ahora que el amo me quita la administración? No tengo ahorros porque, convencido como estaba que no me iban a pillar, dilapidaba en mis placeres todo lo que distraía. Entrar como labrador, y además subordinado, no me hace ninguna gracia, porque ya no tengo costumbre de trabajar y siento el peso de las juergas. Pedir limosna me hace menos gracia todavía. ¡Demasiada humillación! ¿Qué voy a hacer?".

Pensando y pensando, encontró la manera de salir de la penosa situación. Dijo: "¡Ya sé! Con el mismo medio con que me he asegurado una buena vida hasta ahora, en el futuro me voy a asegurar amigos que me reciban, por agradecimiento, cuando ya no tenga la administración.

Quien hace favores tiene siempre amigos. Vamos, pues, a hacer favores para recibirlos; inmediatamente además, antes de que la noticia se difunda y sea demasiado tarde".
Y fue a casa de los distintos deudores de su amo. Dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi jefe, por la suma que te prestó en la primavera de hace tres años?".
El interlocutor respondió: "Cien barriles de aceite por la suma y los intereses".

"¡Vaya, hombre, pobrecillo! ¡Tú que estás tan cargado de prole, afligido por enfermedades de tus hijos, tener que dar tanto!... ¿Pero no te dio por un valor de treinta barriles?".

"Sí. Pero tenía urgente necesidad, y me dijo: "Yo te lo doy. Pero con la condición de que me devuelvas todo lo que esta suma te produzca en tres años". Ha producido por un valor de cien barriles. Tengo que entregarlos".

« ¡Pero hombre, es usura! No, no. É1 es rico, y a ti poco te falta para pasar hambre. El tiene poca familia; tú, mucha. Escribe que te ha producido por valor de cincuenta barriles y despreocúpate ya de ello. Yo juraré que es verdad, y tú tendrás bienestar".

« ¿No me traicionarás, no? ¿Si viene a saberlo?".
« ¡Pero hombre!... Yo soy el administrador, y lo que juro es sagrado. Haz lo que te digo y vive feliz".
El hombre escribió, entregó y dijo: "¡Bendito seas, amigo y salvador mío! ¿Cómo pagarte esto?".

"¡Con nada! Esto significa que si por ti sufriera algún daño y me echaran, me recibirías por agradecimiento".
"¡Hombre claro! ¡Claro! Puedes contar con ello".

El administrador fue a casa de otro deudor, y mantuvo más o menos la misma conversación. Éste tenía que devolver cien fanegas de trigo porque durante tres años la sequía había destruido sus cereales y había tenido que pedir al rico para dar de comer a la familia.

"¡No hombre, no te preocupes de doblar lo que te dio! ¡Negar el trigo! ¡Exigir el doble a uno que tiene hambre e hijos, mientras que su trigo se agorgoja en los graneros por sobreabundancia! Escribe ochenta fanegas".

"¿Pero si se acuerda de que me dio veinte, y veinte y luego diez?". "¿Cómo se va a acordar? Te las di yo, y yo no quiero acordarme. Hazlo así. Haz como te digo y arregla tu situación. ¡Hace falta justicia entre pobres y ricos! Por mi parte, si fuera yo el patrón, hubiera pedido sólo las cincuenta, y quizás las perdonase incluso".

"Tú eres bueno. ¡Si fueran todos como tú! Recuerda que ésta es una casa amiga para ti".

El administrador fue a ver a otros, usando el mismo método, manifestándose dispuesto a sufrir para subsanar las cosas con justicia. Y le llovieron bendiciones y ofertas de ayuda.

Despreocupado ya respecto al futuro, fue tranquilo a ver a su jefe, el cual, por su parte, había estado siguiendo los pasos del administrador y había descubierto su juego. Y, no obstante, lo alabó diciendo: "Tu acción no es buena. No te alabo por ella. Pero debo alabarte por tu sagacidad. En verdad, en verdad los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz".

Y Yo os digo también lo que dijo el rico: "El fraude no es una cosa bonita y nunca alabaré por él a ninguno. Pero os exhorto a ser, al menos en cuanto hijos del siglo, astutos con los medios del siglo, para darles un uso como monedas para entrar en el Reino de la Luz".

O sea, con las riquezas terrenas, medios injustos en la repartición y usados para alcanzar un bienestar transitorio que no tiene valor en el Reino eterno, haceos amigos que os abran las puertas de él. Haced el bien con los medios de que disponéis, restituid lo que vosotros, u otros de vuestra familia, hayáis tomado sin derecho, separaos del apego enfermo y culpable hacia las riquezas.

Y todas estas cosas serán como amigos que, en la hora de la muerte, os abrirán las puertas eternas y os recibirán en las moradas bienaventuradas.   

¿Cómo podéis exigir que Dios os dé sus bienes paradisíacos, si veis que no sabéis hacer buen uso ni siquiera de los bienes terrenos? ¿Pretendéis que, suponiendo un imposible, admita en la Jerusalén celeste elementos disipadores? No, nunca. Allá arriba se vivirá con caridad y con generosidad y justicia. Todos para Uno y todos para todos. La comunión de los santos es sociedad activa y honesta, es sociedad santa. Y ninguno que haya mostrado ser injusto e infiel puede entrar en ella.

No digáis: "Pero allá arriba seremos fieles y justos, porque tendremos todo sin sujeción a temor alguno". No. El que es infiel en lo poco sería infiel aunque poseyera el Todo, y quien es injusto en lo poco es injusto en lo mucho.

Dios no confía las verdaderas riquezas al que en la prueba terrena muestra que no sabe hacer uso de las riquezas terrenas.

¿Cómo podrá Dios confiaros un día en el Cielo la misión de ser espíritus auxiliadores de vuestros hermanos de la Tierra, cuando habéis mostrado que arrebatar y robar, o conservar con avidez, es vuestra prerrogativa?

Por eso os negará vuestro tesoro, el que había conservado para vosotros; y se lo dará a aquellos que supieron ser astutos en la Tierra usando incluso lo injusto y malsano en obras que lo hacían justo y sano.


(El que es infiel en lo poco sería infiel aunque poseyera el Todo... La expresión, que ha de entenderse a la luz de Lucas 16, 10-12
͘fue aclarada por MV con la siguiente observación en una copia mecanografiada: “Lenguaje figurado para hacercomprensible la comparación. Es cierto que en el Cielo no se puede pecar ni ser infieles porque los que están en el Cielo están ya confirmados en gracia y ya no pueden pecar. Pero Jesús pone esta comparación para ser, comprendido más fácilmente)

Ningún siervo puede servir a dos señores. Porque será de uno de los dos u odiará a uno de los dos. Los dos señores que el hombre puede elegir son Dios o la Ganancia, Pero, si quiere ser del primero no puede ponerse los distintivos, seguir las voces, usar los medios del segundo».

Una voz se alza del grupo de los esenios:

-El hombre no es libre para elegir. Está obligado a seguir un destino. Y no se diga que éste está distribuido sin sabiduría. Es lo contrario: la Mente perfecta ha establecido, como propio designio perfecto, el número de los que serán dignos de los Cielos. Los otros inútilmente se esfuerzan en serlo. Así es. No puede ser de otra forma.

De la misma manera que uno, saliendo de casa, puede encontrar la muerte a causa de una piedra desprendida de la cornisa, y otro, en el corazón de una batalla, se puede salvar hasta de la más pequeña herida, igualmente e1 que quiere salvarse, pero no está escrito que se haya de salvar, lo único que hará será pecar incluso sin saberlo, porque su condenación está ya designada.

-No, hombre. No es así. Y cambia de idea. Pensando así haces una grave injuria al Señor.

-¿Por qué? Demuéstramelo y me enmendaré.

-Porque tú, diciendo esto, admites mentalmente que Dios es injusto hacia sus criaturas. Él las ha creado de igual modo y con un mismo amor. Él es un Padre. Perfecto en su paternidad, como en todas las cosas.

¿Cómo puede entonces hacer distinciones y maldecir a un hombre cuando es concebido y es un inocente embrión, maldecirlo desde cuando es incapaz de pecar?

-Para resarcirse de la ofensa recibida del hombre.
-No. ¡Dios no se resarce así! No se conformaría con un mísero sacrificio como éste, de un injusto y forzado sacrificio. La culpa contra Dios sólo la puede quitar el Dios hecho Hombre. Él será el Expiador. No éste o aquel hombre.

¡Ojalá hubiera sido posible que Yo tuviera que quitar sólo 1a culpa original! ¡Que la Tierra no hubiera tenido ningún Caín, ningún Lámek, ningún pervertido sodomita, ningún homicida, ladrón, fornicador, adúltero, blasfemo, ninguno sin amor a sus padres, ningún perjuro, y así sucesivamente! Mas, de cada uno de estos pecados el pecador, y no Dios, es culpable y autor. Dios ha dejado libertad a sus hijos de elegir el Bien o el Mal.

-¡No hizo bien! -grita un escriba -¡Nos ha tentado sobremodo!. Sabiendo que éramos débiles, ignorantes, gente corrompida, nos puso en la tentación. Ello es o imprudencia o maldad. Tú que eres justo deberás convenir en que digo una verdad.

-Dices una mentira para tentarme. Dios había dado a Adán y Eva todos los consejos. ¿Y de qué sirvió?

-Hizo mal también entonces. No debía haber puesto el árbol, la tentación, en el Jardín.

-¿Y entonces dónde está el mérito del hombre?
-Hubiera prescindido del mérito. Hubiera vivido sin mérito propio, sólo por mérito de Dios.

-Te quieren tentar, Maestro. Deja a esas serpientes. Escúchanos a nosotros, que vivimos en continencia y meditación ­grita de nuevo el esenio.

-Sí, vivís así. Pero malamente. ¿Por qué no vivir así santamente?

El esenio no responde a esta pregunta, sino que pregunta:

-De la misma forma que me has dado una razón convincente sobre el libre arbitrio, y la voy a meditar sin animosidad, esperando poder aceptarla, dime ahora:

¿Crees realmente en una resurrección de la carne y en una vida de los espíritus completados por ella?

-¿Tú crees que Dios va poner fin así, sin más, a la vida del hombre?

-Pero el alma... Dado que el premio la hace dichosa, ¿para qué sirve hacer resucitar la materia? ¿Va a aumentar eso el gozo de los santos?

-Nada aumentará el gozo que un santo tendrá cuando posea a Dios. O sea, sólo una cosa lo aumentará en el último Día: el saber que el pecado ya no existe. ¿Y no te parece justo que, de la misma forma que durante este día carne y alma estuvieron unidas en la lucha por poseer el Cielo, en el Día eterno carne y alma estén unidas para gozar del premio?

¿No estás convencido de esto? ¿Y entonces por qué vives en continencia y meditación?  

-Para... para ser más plenamente hombre, señor por encima de los otros animales, que obedecen a los instintos sin freno; y para ser superior a la mayor parte de los hombres, que están embadurnados de animalidad, a pesar de ostentar filacterias y fimbrias, y fórmulas, y amplias vestiduras, y se llaman "los apartados".

-¡Anatema!

Los fariseos, recibido de lleno el flechazo, que hace murmurar aprobadora a la multitud, se retuercen y gritan como endemoniados.

-¡Nos está insultando, Maestro! Tú conoces nuestra santidad. Defiéndenos -gritan gesticulando.

Jesús responde:

-También él conoce vuestra hipocresía. Las vestiduras no corresponden a la santidad. Mereced las alabanzas y entonces podré hablar. Pero a ti, esenio, te respondo que te sacrificas por demasiado poco. ¿Por qué? ¿Por quién?

¿Por cuánto? Por una alabanza humana. Por un cuerpo mortal. Por un tiempo rápido como vuelo de halcón. Eleva tu sacrificio. Cree en el Dios verdadero, en la bienaventurada resurrección, en la voluntad libre del hombre. Vive como asceta. Pero por estas razones sobrenaturales. Y con la carne resucitada gozarás de la eterna alegría.

-¡Es tarde! ¡Soy viejo! Quizás he malgastado mi vida estando en una secta de error... ¡Ya nada!...

-No. ¡Nunca es demasiado tarde para quien quiere el bien!

Oíd, vosotros pecadores, vosotros que estáis en errores, vosotros, cualquiera que sea vuestro pasado. Arrepentíos.

Venid a la Misericordia. Os abre los brazos. Os indica el camino. Yo soy fuente pura, fuente vital. Alejad de vosotros las cosas que os han descarriado hasta este momento. Venid desnudos al lavacro. Revestíos de luz.

Renaced. ¿Habéis robado como salteadores de caminos, o elegante y astutamente en las transacciones y administraciones? Venid. ¿Habéis tenido vicios o pasiones impuras? Venid. ¿Habéis sido opresores? Venid. Venid.

Arrepentíos. Venid al amor y a la paz. Dejad que el amor de Dios pueda derramarse sobre vosotros. Consolad este amor acongojado por vuestra resistencia, por vuestro miedo, por vuestra vacilación. Os lo ruego en nombre del Padre mío y vuestro. Venid a la Vida y a la Verdad, y tendréis la vida eterna.

Un hombre de la muchedumbre grita:

-¡Yo soy rico y pecador! ¿Qué debo hacer para ir?
-Renuncia a todo por amor a Dios y por amor a tu alma.

Los fariseos murmuran y satirizan a Jesús como «vendedor de cosas ilusorias y de herejías», como «pecador que pasa por santo», y le advierten que los herejes son siempre herejes, y que eso son los esenios.

Dicen que las conversiones repentinas no son sino exaltaciones momentáneas y que el impuro seguirá siéndolo siempre, el ladrón ladrón, el homicida homicida, para terminar diciendo que sólo ellos, que viven en santidad perfecta, tienen el derecho al Cielo y a la predicación.

-Era un día feliz. Una siembra de santidad caía en los corazones. Mi amor, nutrido por el beso de Dios, daba a las semillas vida. El Hijo del hombre se sentía feliz de santificar... Vosotros me amargáis el día. Pero no importa. Yo os digo -y si no soy dulce la culpa es vuestra -, Yo os digo que sois de esos que se muestran justos, o tratan de hacerlo, a los ojos de los hombres, pero que no lo son.

Dios conoce vuestros corazones. Lo que es grande a los ojos de los hombres es abominable ante la inmensidad y perfección de Dios. Vosotros citáis la Ley antigua.

¿Por qué, entonces, no la vivís? Modificáis para ventaja vuestra la Ley, cargándola con pesos que os producen una ventaja. ¿Por qué, entonces, no dejáis que Yo la modifique en favor de estos pequeños, quitándole todas las fórmulas y sutilezas cargosas, inútiles, de los preceptos que habéis establecido vosotros, tales y tantos que la Ley esencial desaparece bajo ellos y muere ahogada?

Yo siento compasión de estas turbas, de estas almas que buscan respiro en la Religión y encuentran un nudo corredizo; que buscan el amor y encuentran el terror...
No.

¡Venid, pequeños de Israel! ¡La Ley es amor! ¡Dios es amor! Esto digo a los que vosotros atemorizáis. La Ley severa y los profetas amenazadores que me han anunciado sin lograr mantener distanciado el pecado, a pesar de los gritos de su profetismo angustioso, llegan hasta Juan.

De Juan en adelante viene el Reino de Dios, el Reino del amor. Y digo a los humildes: "Entrad en él. Es para vosotros". Y todos los que tienen buena voluntad se esfuerzan en entrar. Pero, para los que no quieren agachar la cabeza, golpearse el pecho, decir: "He pecado", no habrá Reino. Está escrito: "Circuncidad vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz".

Esta tierra vio el prodigio de Eliseo, que hizo dulces las aguas amargas echando en ellas la sal. ¿Y Yo no echo la sal de la Sabiduría en vuestros corazones? ¿Y entonces por qué sois inferiores al agua y no cambiáis vuestro espíritu? Añadid a vuestras fórmulas mi sal y tendrán un nuevo sabor, porque volverán a dar a la Ley la primitiva fuerza. En vosotros, los más necesitados, antes que en ningún otro. ¿Decís que cambio la Ley? No. No mintáis.

Devuelvo a la Ley su primitiva forma, que vosotros habéis alterado. Porque es una Ley que durará cuanto dure la Tierra, y antes desaparecerán el cielo y la tierra que uno solo de sus elementos constitutivos o de sus consejos. Y si la cambiáis, por satisfacer vuestro gusto, y entráis en sutilezas buscando escapatorias a vuestras culpas, sabed que ello no es beneficioso. ¡No es beneficioso, Samuel! ¡No es beneficioso, Isaías! Permanentemente está escrito:

"No cometas adulterio", y Yo completo: "Quien despide a su esposa para tomar otra es adúltero, y quien se casa con una mujer repudiada por su marido es adúltero, porque sólo la muerte puede dividir lo que Dios ha unido".

Pero las palabras duras son para los pecadores impenitentes. Los que han pecado pero se afligen desconsoladamente por haberlo hecho, sepan, crean que Dios es Bondad, y se acerquen a Aquel que absuelve, perdona y admite a la Vida. Salid de aquí con esta certeza.

Esparcidla en los corazones. Predicad la misericordia que os da la paz bendiciéndoos en el nombre del Señor.
La gente empieza a marcharse del lugar, lentamente (bien porque el sendero es estrecho, bien porque Jesús los atrae), pero dejan el lugar...

Se quedan con Jesús los apóstoles. A su vez se ponen en marcha, y van hablando. Buscan sombra caminando al lado de un pequeño bosquecillo de tamarices de desordenadas frondas. Pero dentro hay un esenio. El que ha hablado con Jesús. Se está quitando sus vestiduras blancas.  

Pedro, que va delante de todos, lleno de estupor al ver que el hombre se queda sólo con el calzón corto, se echa a correr hacia el grupo diciendo:

-¡Maestro! ¡Un loco! El que hablaba contigo, el esenio. Se ha desnudado y llora y suspira. No podemos ir allí.

Pero el hombre, delgado, con poblada barba, su cuerpo completamente desnudo a excepción del calzón corto y las sandalias, ya sale de la espesura del bosquete y viene hacia Jesús llorando y golpeándose el pecho. Se arrodilla:

-Yo soy el curado milagrosamente en el corazón. Me has curado el espíritu. Obedezco tu palabra. Tomo nuevo vestido, de luz, dejando todo pensamiento que fuera para mí vestido de error. Me separo para meditar sobre el Dios verdadero, para obtener vida y resurrección. ¿Es suficiente? Dame el nuevo nombre y un lugar donde vivir de ti y de tus palabras.

-¡Está loco! ¡No sabemos hacerlo nosotros que oímos tantas! Y él... por un solo discurso... -comentan entre sí los apóstoles.

Pero el hombre, que lo oye, dice:

-¿Queréis poner límites a Dios? Él me ha quebrantado el corazón para darme un espíritu libre. ¡Señor!... -suplica con los brazos extendidos hacia Jesús.
-Sí. Llámate Elías y sé fuego. Aquel monte está lleno de cavernas. Ve a él, y cuando sientas temblar la tierra por un tremendo terremoto, sal y busca a los siervos del Señor para unirte a ellos. Habrás nacido de nuevo, para ser siervo tú también. Ve.

El hombre le besa los pies, se alza y se pone en camino.
-¿Pero va así desnudo? -preguntan asombrados.

-Dadle un manto, un cuchillo, yesca y eslabón, y un pan.

Caminará hoy y mañana, y luego se retirará en oración al lugar donde estuvimos nosotros. El Padre se ocupará de su hijo.

Andrés y Juan se echan a correr y le dan alcance cuando ya está para desaparecer tras un recodo.

Vuelven diciendo:

-Lo ha cogido. Le hemos indicado también el lugar donde estábamos. ¡Qué conquista tan inesperada, Señor!

-Dios hace germinar flores hasta en las rocas. También en los desiertos de los corazones hace surgir espíritus de voluntad para consuelo mío. Ahora vamos hacia Jericó. Nos alojaremos en alguna casa del campo.


   


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