Thursday November 07,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

520- Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana


Son todavía once cuando toman de nuevo el camino. Once caras pensativas y desazonadas en torno al rostro triste de Jesús.

Él se despide de las hermanas; luego, después de un momento de reflexión, antes de cruzar la cancilla, ordena a Simón Zelote y a Bartolomé:

-Quedaos aquí. Os reuniréis conmigo en Tecua, en casa de Simón, o en la casa de Nique en Jericó, o en Betabara; eso si él viene. Y... servid a la caridad. ¿Entendéis?
-Ve tranquilo, Maestro. No iremos contra el amor al prójimo en ningún modo -asegura Bartolomé.

-Cualquiera que fuera la hora en que él llegue, partid enseguida.

-Enseguida, Maestro. Y... gracias por la confianza que tienes en nosotros -dice el Zelote.

Se besan y, mientras un doméstico cierra la cancilla y Jesús se aleja, los dos que se han quedado vuelven hacia la casa junto con las hermanas.  

Jesús delante, solo; detrás Pedro, entre Mateo y Santiago de Alfeo; detrás Felipe, con Andrés, Santiago y Juan de Zebedeo; últimos, silenciosos como los demás, van Tomás y Judas Tadeo. Tampoco habla Pedro. Sus dos compañeros intercambian algunas, pocas palabras, pero él, que va entre los dos, no habla. Va taciturno, cabizbajo. Parece tejer un mudo coloquio con las piedras y las hierbas que pisa.

También los dos últimos tienen una actitud casi igual. Lo único es que -mientras que Tomás parece sumido en la contemplación por una ramita de sauce a la que va quitando una a una las hojas, y mirando a cada hoja que separa como si estudiara su color glauco por un lado y argénteo por el otro, o los filamentos de la nervadura-Judas Tadeo mira fijamente y recto frente a sí; no sé si mira al horizonte que, superada una cima, se abre a una claridad vaporosa de llanura a la luz de la aurora, o si mira sencillamente a la cabeza rubia de Jesús, que ha echado hacia atrás el extremo del manto, como para gozar del tenue sol de Diciembre.

Coinciden en el mismo momento el final de la ocupación de Tomás y el final de la contemplación del horizonte, o del Maestro, por parte de Judas Tadeo. Este último baja los ojos y vuelve la cabeza para mirar a su compañero, mientras Tomás, reducida su ramita a delgada vara, alza los ojos para mirar a Judas Tadeo: una mirada aguda y, al mismo tiempo, buena y triste, que encuentra una mirada igual.

-¡Así es, amigo! ¡Exactamente así! -dice Tomás como concluyendo una conversación.
-Sí, es así. Y mi dolor es muy grande... Para mí es también amor de familia...

-Comprendo. Pero... Tú tienes en el corazón un tormento de afecto. ¿Pero, yo? Tengo un remordimiento que me atormenta. Y eso es peor todavía.

-¿Un remordimiento, tú? No tienes motivos de remordimiento. Eres bueno y fiel. Jesús está contento de ti, y nosotros en ti no tenemos nunca motivo de escándalo.

¿Cómo es que te viene esa sensación de remordimiento?
-De un recuerdo. El recuerdo del día en que decidí seguir al nuevo Rabí que había aparecido en el Templo... Yo y

Judas estábamos cerca el uno del otro, y admiramos la acción y las palabras del Maestro. Y decidimos buscarlo...

Yo estaba aún más decidido que Judas; casi lo moví yo. Él dice lo contrario, pero es así. Mi remordimiento es haber insistido para que viniera... Le he traído un permanente dolor a Jesús. Pero yo sabía que Judas era estimado por muchos y pensaba que podría ser útil. Necio como todos, que no saben pensar sino en un rey de Israel mayor que David y Salomón, pero sólo un rey... un rey como Él dice que nunca será, ¡ansiaba que entre los discípulos estuviera éste que podía servir!...

Yo esperaba esto. Y sólo ahora comprendo, y cada vez más, la justa actuación de Jesús, que no lo recibió enseguida y que incluso prohibió buscarlo... ¡Te digo que tengo un remordimiento!, ¡un remordimiento!... Ese hombre no es bueno.

-No es bueno. Pero no te crees remordimientos. Aquello no lo hiciste con malicia. Por tanto, te digo que no tienes culpa.

-¿Estás totalmente seguro? ¿O lo dices por consolarme?
-Lo digo porque es verdad. Tomás, no pienses más en el pasado. No sirve para borrarlo...

-Es como dices. Pero, piensa esto: si por causa mía mi Maestro sufriera desgracias... Tengo el corazón lleno de angustia y de sospechas. Soy un pecador porque juzgo al compañero, y con juicio no piadoso. Y soy pecador porque debería creer en las palabras del Maestro,... Él disculpa a Judas... Tú... ¿crees eso de tu hermano?

Lo creo en todo menos en eso. Pero, no desfallezcas. Todos nosotros tenemos el mismo pensamiento. Incluso Pedro, que se consume tanto, lucha por pensar de ese hombre todo lo bueno; y Andrés, que -más manso que un corderito; y Mateo, el único de entre nosotros que no tiene horror a ningún pecador o pecadora; y el tan amoroso y puro Juan, que tiene la feliz fortuna de no temer ni al mal ni al vicio, porque está tan colmado de caridad y de pureza que no le cabe sitio para recibir otra cosa; y mi hermano, me refiero a Jesús, que ciertamente tiene otros pensamientos junto a éste, pensamientos por los que ve la necesidad de tener a Judas... hasta haber agotado todo intento de o bueno.

-Sí. Pero... ¿cómo terminará? Él tiene muchas... No tiene... Bueno, ya me entiendes sin que hable. ¿A qué punto llegará?

-No lo sé... Quizás se separe de nosotros... Quizás se quede a esperar a ver quién es más fuerte en esta lucha entre Jesús y el mundo hebreo…
-¿Y otras cosas? ¡No crees que él ya en este momento sirve a dos señores?
-Esto es seguro.

-¿Y no temes que pueda servir a los más numerosos, de forma que dañe totalmente al Maestro?

-No. No lo amo. Pero no puedo pensar que él... Al menos por ahora, no. Pero sí temería esto si llegara el día en que el favor de la muchedumbre abandonara al Maestro. Como estoy seguro de que, si el pueblo en aclamación lo consagrara rey y caudillo nuestro, Judas abandonaría a todos por Él. Es un oportunista... ¡Que Dios lo retenga, y proteja a Jesús y a todos nosotros!...

Los dos se dan cuenta de que han aminorado mucho el paso. Ven que se han distanciado mucho de los compañeros. Así que, dejando de hablar, se ponen a andar rápidos para llegar donde ellos.

-¿Pero qué hacíais? -pregunta Mateo. El Maestro os requería.

Tomás y Judas Tadeo siguen hacia Jesús con paso presuroso.
-¿De qué hablabais entre vosotros? -pregunta Jesús mirándolos fijamente a los ojos.

Los dos se miran. ¿Decir? ¿No decir? Vence la sinceridad.
-De Judas -dicen al mismo tiempo.

-Lo sabía. Pero quería poner a prueba vuestra sinceridad. Me habríais causado dolor, si hubierais mentido... De todas formas, no habléis ya más de él; especialmente, de esa manera. Hay muchas cosas buenas de las que hablar.

¿Por qué descender siempre a considerar, lo que es muy, demasiado, material? Isaías dice (Isaías 2, 22): "Dejad al hombre que tiene el espíritu en las narices". Yo os digo: dejad de analizar a este hombre y preocupaos de su espíritu. El animal que hay en él, su monstruo, no debe atraer vuestras miradas ni vuestros juicios; más bien, tened amor, un amor doloroso y activo, por su espíritu.  

Liberadlo del monstruo que lo tiene sujeto. ¿No sabéis...?

Se vuelve para llamar a los otros siete:

-Venid aquí todos. Os viene bien lo que os voy a decir, porque todos tenéis los mismos pensamientos en vuestro corazón... ¿No sabéis que aprendéis más a través de Judas de Keriot que a través de cualquier otra persona? Muchos Judas encontraréis, y poquísimos Jesús, en vuestro ministerio apostólico. Los Jesús serán dulces, buenos, puros, fieles, obedientes, prudentes, no ambiciosos. Serán bien pocos...

Pero cuántos, ¡cuántos Judas de Keriot encontraréis vosotros y vuestros seguidores y sucesores por los caminos del mundo! Y, para ser maestros y saber, debéis pasar por este aprendizaje... Él, con sus defectos, os muestra al hombre como es; Yo os muestro al hombre como debería ser. Dos ejemplos igualmente necesarios. Vosotros, conociendo bien al uno y al otro, debéis tratar de transformar al primero en el segundo...

Mi paciencia sea vuestra norma.
-Señor, yo he sido un gran pecador. Sin duda, yo también seré muestra. Pero quisiera que Judas, que no es tan pecador como lo fui yo, se convirtiera como me convertí yo. ¿Es soberbia decir esto?

-No, Mateo, no es soberbia. Diciéndolo, rindes honor a dos verdades.

La primera es que veraz es la sentencia que dice: "La buena voluntad del hombre obra milagros divinos". La segunda es que Dios te ha amado infinitamente, ya desde antes de que pensaras en ello, y lo hacía porque no desconocía tu capacidad de heroísmo. Tú eres el fruto de dos fuerzas: tu voluntad y el amor de Dios. Y digo antes tu voluntad, porque sin ella vano habría sido el amor de Dios. Vano, inoperante...

-¿Pero sin nuestra voluntad no podría Dios convertir? ̿ pregunta Santiago de Alfeo.

-Ciertamente. Pero luego se requeriría, en todo caso, la voluntad del hombre para persistir en la conversión obtenida milagrosamente.

-Entonces en Judas no ha habido esta voluntad ni la hay, ni antes de conocerte ni ahora... -dice impetuosamente Felipe.

Algunos ríen, otros suspiran.
Jesús es el único que defiende al apóstol ausente:
-¡No digáis eso! La ha tenido y la tiene. Pero la funesta ley de la carne, a intervalos, la supera. Es un enfermo...

Un pobre hermano enfermo. En todas las familias está el
débil, el enfermo, aquel que es el dolor, la angustia, el peso de la familia. Y, a pesar de ello, ¿no es, acaso, al hijito de salud frágil al que más quiere la madre? ¿No es el hermanito desdichado el más servido por sus hermanos? ¿No es él al que el padre ofrece el bocado selecto, quitándoselo de su propio plato, para darle una alegría, para no darle a entender que es un peso y no hacerle, por tanto, pesada su enfermedad?

-Es verdad. Es justamente así. Mi hermana gemela era frágil en su primera edad. Yo había tomado toda la robustez. Pero el amor de toda la familia la socorrió, tanto que ahora es una floreciente esposa y madre -dice Tomás.

-Pues haced con vuestro hermano espiritual débil lo que haríais con un hermano carnal débil. Yo no voy a pronunciar palabras de recriminación. Vosotros no sois más que Yo. Vuestro paciente amor es la recriminación más fuerte, una recriminación contra la que no se puede reaccionar. En Tecua voy a dejar a Mateo y a Felipe para que esperen a Judas... El primero ha de acordarse de que fue pecador: el segundo, de que es padre...

-Sí, Maestro. Lo recordaremos.

-En Jericó, si todavía no está con nosotros, dejaré a Andrés y a Juan, que han de recordar que no todos han recibido con igual medida los dones gratuitos de Dios... Pero. id donde aquel anciano mendigo que va por el camino con paso vacilante. La ciudad está a la vista. Con la limosna podrá procurarse pan.

-Señor, no podemos. Judas se ha marchado con la bolsa... ̿ dice Pedro -Y las hermanas no nos han dado nada.

-Tienes razón, Simón. Están como aturdidas por el dolor, y nosotros también. No importa. Tenemos un poco de pan. Somos jóvenes y estamos fuertes. Vamos a dárselo al anciano, para que no se caiga por el camino.

Hurgan en los talegos, recogen pequeños pedazos de pan, se los dan al ancianito, que los mira asombrado.
-¡Come, come! -anima Jesús. Y le da de beber de su zaque mientras le pregunta a dónde va.

-A Tecua. Mañana hay un gran mercado. Pero desde ayer no comía.
-¿Estás solo?
-Más que solo... Mi hijo me ha echado...
Oír esta voz senil rompe el corazón.
-Dios te abrirá las puertas de su Reino si sabes creer en su misericordia.

-Y en la de su Mesías. Pero mi hijo no tendrá Mesías, porque no puede tener al Mesías él, que lo odia tanto como para odiar al padre suyo porque ama al Mesías.
-¿Por eso te ha echado?

-Por eso. Y para no perder la amistad de algunos que persiguen al Mesías. Ha querido mostrarles que su odio supera al de ellos, tanto que supera incluso la voz de la sangre.

-¡Qué horror! -dicen todos.
-Sería más horroroso si yo tuviera los mismos pensamientos que mi hijo -dice con vehemencia el viejecito.

-¿Pero quién es éste? Si no he comprendido mal, debe ser uno que tiene poder y voz... -dice Tomás.
-Hombre, no será un padre el que diga el nombre del hijo culpable porque sea despreciado. Tengo que decir que tengo hambre y frío yo que con mucho trabajo había aumentado el bienestar de la casa para hacer feliz a mi hijo varón.

Pero no más que esto. Piensa que yo soy uno de Judea, y él uno de Judea, y que, por tanto, somos iguales por la raza y distintos por el pensamiento. Lo demás no hace falta.
-¿Y no le pides nada a Dios, tú que eres un justo? -pregunta dulcemente Jesús.

-Que toque el corazón de mi hijo y lo conduzca a creer lo que yo creo.
-Pero para ti, enteramente para ti, ¿no pides nada?  

-Encontrar al que para mí es el Hijo de Dios. Para venerarlo y luego morir.

-Pero si mueres ya no lo verás más. Estarás en el Limbo...
-Poco tiempo. ¿Eres un rabí, no es verdad? Veo muy poco...

La edad... y el mucho llorar, y también el hambre... Pero veo los flecos de tu cinturón... Si eres un buen rabí, y así me lo parece, debes sentir tú también que el tiempo ha llegado, quiero decir el tiempo del que habló Isaías (52, 7-l5; 53, l-l2). Y está para llegar la hora en que el Cordero cargará sobre sí todos los pecados del mundo y sobrellevará todos nuestros males y dolores, y será traspasado e inmolado para que nosotros seamos sanados y estemos en paz con el Eterno. Y entonces también los espíritus tendrán paz... Lo espero confiando en la misericordia de Dios.

-¿No has visto nunca al Maestro?
-No. Lo oí hablar en el Templo en las fiestas. Pero yo soy bajo, y todavía más bajo me hace la edad, y, como he dicho, veo poco. Por eso, si voy entre la gente el de delante no me deja ver, y si estoy lejos no veo, por eso mismo, porque estoy lejos. ¡Querría verlo! ¡Al menos una vez!

-Lo verás, padre. Dios te concederá esta alegría. ¿Y en Tecua tienes a dónde ir?
-No. Estaré debajo de un pórtico o en un portal. Ya estoy acostumbrado.

-Ven conmigo. Conozco un buen israelita. Te acogerá en nombre de Jesús, el Maestro galileo.
-Pero Tú también eres galileo. Se percibe por cómo hablas.
-Sí... ¡Estás cansado? Bueno, pero ya hemos llegado a las primeras casas. Pronto descansarás y tendrás con qué reponer tus fuerzas.

Jesús se inclina para decir a Pedro algo. Pedro, a su vez, se separa y va a decir a los otros lo que ha dicho Jesús (no lo capto). Luego, con los hijos de Alfeo y con Juan, acelera el paso, entrando en la ciudad. Jesús lo sigue con los otros, adecuando el paso al del pobre viejecito, que ya no habla (está muy agotado, de forma que acaba quedándose detrás, con Andrés y Mateo). La ciudad parece vacía. Es el mediodía y muchos están en las casas comiendo.

Recorridos pocos metros, vuelve Pedro:
-Ya está hecho, Señor. Simón lo recibe porque Tú lo traes, y te da las gracias por haber pensado en él.
-¡Bendigamos al Señor! Todavía hay justos en Israel. Este anciano es uno, y Simón otro. Sí, hay todavía personas buenas, misericordiosas, fieles al Señor. Y esto compensa muchas amarguras, y hace esperar que la justicia divina se mitigará por estos justos.

-¡Hombre, pero... un hijo que echa de casa a su padre por no perder la amistad de algún poderoso fariseo!
-¿A tanto puede llegar el odio por ti? ¡Estoy indignado! -dice Felipe.

-¡Veréis mucho más que esto! -responde Jesús.
-¡Más! ¿Qué puede ser más que un padre echado de casa porque no te odia? ¡Es enorme el pecado de ese hombre!...».

-Más enorme será el pecado de un pueblo contra su Dios... Pero vamos a esperar al anciano...
-¿Quién será su hijo?
-¡Un fariseo!
-¡Uno del Sanedrín!
-¡Un rabí!

Las opiniones son distintas.

-Un desdichado. No indaguéis. Hoy ha arremetido contra su padre. Mañana arremeterá contra mí. Así pues, veis que el pecado de Judas, el hecho de haberse alejado así, como un hijo díscolo, no es nada comparado con esto. Y, no obstante, oraré por este hijo ingrato, por este hebreo ofensor de Dios. Para que se enmiende. Haced vosotros lo mismo... Ven, padre, ¿cómo te llamas?

-Elí-Ana. ¡Nunca he sido una persona feliz! Se me murió mi padre antes de nacer yo; mi madre, dándome a luz. La madre de mi madre, que me crió, me dio por nombre los dos nombres, unidos, de mi padre y de mi madre.

-Verdaderamente eres un Elí, y tu hijo es igual que Finnes -dice Felipe, que no se resigna ante un pecado de esa naturaleza.

-Dios no lo quiera, hombre. Finnes murió pecador. Murió cuando cogieron el arca. (l Samuel l, 3; 2,l2-l7.22-34; 3,l-l8; 4, 4-l8) Para su alma y para todo Israel, estas cosas serían una desventura -responde el viejecito.

-Escucha. Ésta es casa amiga. Lo que le pido lo obtengo. Es de un cierto Simón, hombre justo ante los ojos de Dios y de los hombres. Te recibe por amor mío, si aceptas el lugar -dice Jesús antes de llamar a la puerta.

-¿Tengo, acaso, posibilidad de elegir? Invocaré las bendiciones del Cielo para quien me dé el pan y el amparo de la caridad. Pero quiero trabajar. Ser siervo no es una vergüenza, pecar sí lo es.

-Se lo diremos a Simón -dice con una sonrisa de compasión Jesús, mientras mira al viejecito, reducido a nada por las penalidades y el dolor moral.

Abren la puerta:
-Entra, Maestro. La paz sea contigo y con quien te acompaña. ¿Dónde está este hermano mío que me traes? Para que pueda darle el beso de paz y bienvenida -dice un hombre de unos cincuenta años.

-Éste es. Que el Señor te lo pague.

-Ya me ha recompensado: te tengo a ti como huésped. No te esperaba y no puedo honrarte como quisiera. Pero oigo que tienes intención de volver por aquí dentro de unos días. Bueno, pues estaré preparado para recibirte como conviene.

Ahora están en una habitación donde hay unas palanganas humeantes preparadas para las abluciones. El viejecito está acobardado, contra la puerta. Pero el dueño de la casa lo agarra de la mano y lo lleva a que se siente. Quiere descalzarlo y lo hace-él mismo, y servirle como si fuera un rey, y luego ponerle sandalias nuevas, mientras el viejecito dice:

-¿Por qué? ¿Pero por qué? ¡Yo he venido a servir y tú me sirves! No es justo.  

-Es justo, hombre. No puedo seguir al Rabí porque mi casa requiere mi asistencia. Pero, como último discípulo del Maestro santo, busco la forma de poner en práctica sus palabras.

-Tú lo conoces bien. Verdaderamente lo conoces, porque eres bueno. Muchos en Israel lo conocen, pero ¿con qué? Con los ojos y con el odio. Por tanto, no lo conocen. A una mujer se la conoce sólo cuando ya de ella nada se ignora y se la posee enteramente. Lo mismo sucede con Jesús de Nazaret, que no conozco con los ojos, pero que conozco más que muchos, porque yo creo que en Él está la Sabiduría. Pero tú lo conoces con plenitud: de vista y de doctrina.

El hombre mira a Jesús, pero no dice nada.
El viejecito prosigue:

-He dicho a este rabí que quiero trabajar...
-Sí, sí. Encontraremos un trabajo para ti. Ahora de momento ven a la mesa. Maestro, tus discípulos vendrán dentro de poco. ¿Podemos sentarnos a la mesa aunque no
hayan venido, o prefieres esperarlos?

-Preferiría esperarlos. Pero si tienes que trabajar...
-¡Oh, Maestro! Sabes que para mí es una alegría obedecer el más mínimo de tus deseos.

El viejecito tiene en este momento una primera sospecha acerca de la identidad del Hombre que lo ha socorrido en el camino, y lo mira, lo mira... luego mira a sus compañeros... un atento examen... y se mueve en torno a ellos... Entran los hijos de Alfeo con Juan. Jesús los llama por el nombre.

-¡Oh, Dios Altísimo! ¡Pero entonces... Tú eres Tú! -exclama el viejecito y se arroja al suelo venerando.
El estupor suyo no es inferior al de los demás ¡Es tan extraño ese modo de reconocimiento del Maestro! Tanto, que Pedro le pregunta:

-¿Qué de especial hay en estos nombres, tan comunes en Israel, para hacerte comprender que estás frente al Mesías?
-Porque conozco a Judas. Va siempre a casa de mi hijo y...-el viejecito se detiene, turbado por haber nombrado a su hijo...

-Pero yo no te he visto nunca, hombre -dice Judas Tadeo poniéndose bien delante de él, agachado para estar cara a cara muy cerca.

-Yo tampoco te conozco. Pero un Judas, discípulo del Cristo, va frecuentemente a casa de mi hijo, y he oído hablar de un Juan, de un Santiago y de un Simón amigo de Lázaro de Betania, y de muchas otras cosas... ¡Oír tres nombres conocidos como de los discípulos más íntimos del Maestro, y Él tan bueno!... ¡Bueno, pues he comprendido! Pero ¿dónde está el otro Judas?

-No está. Pero es verdad, has comprendido. Soy Yo. El Señor es bueno, padre. Deseabas verme y me has visto. Bendigamos las misericordias de Dios... No te apartes, Elí-Ana. Estabas a mi lado cuando para ti era un viandante y nada más. ¿Por qué quieres alejarte de mí, ahora que sabes que soy la Meta? ¡No sabes cuánto me ha consolado tu corazón! No lo puedes saber. Yo, no tú, soy el que más ha recibido...

Cuando tres cuartos de Israel, y más, me odian hasta llegar al delito, cuando los débiles se alejan de mi camino, cuando las espinas de la ingratitud, del rencor, de la calumnia me hieren por todas partes, cuando no puedo encontrar alivio en el pensamiento de que mi Sacrificio será salud para Israel... encontrar uno como tú, oh padre, es recibir compensación por el dolor... Tú no sabes...

Ninguno conocéis las tristezas, cada vez más profundas, del Hijo del hombre Tengo sed de amor... y demasiados corazones son manantiales secos a los que inútilmente me acerco... Pero, vamos...

Y, teniendo cerca al viejecito, entra en la habitación donde están ya preparadas las mesas.
   


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