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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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419- Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
Veo cuanto sigue. Un pueblecito fluvial de pocas casas muy modestas.
Debe ser aquel del que salió Jesús cuando atravesó en barca el Jordán cuando la avenida, porque veo que hacia Jesús -que había mandado delante a Judas Iscariote y a Tomás para prepararle la vía -se dirige el barquero con sus parientes.
El barquero, cuando lo ve venir de lejos, acelera el paso. Llegado a la presencia de Jesús, se inclina con suma reverencia y dice:
-Bien vienes, Maestro, a nuestros enfermos. Te esperan. He hablado mucho de ti. Todo el pueblo te saluda por mi boca diciendo: "¡Bendito el Mesías del Dios Altísimo!"
-La paz a ti y a este pueblo. Estoy aquí por vosotros. No quedarán defraudadas vuestras esperanzas. El que cree hallará compasivo el Cielo. Vamos.
Y Jesús se pone al lado del barquero, y sigue caminando hacia el centro del pueblecillo.
Mujeres, niños, hombres, salen a las puertas para seguir luego al pequeño cortejo, a medida que éste va avanzando. A cada metro que pasa, la gente va creciendo, porque incesantemente se une más gente a la que ya había. Unos saludan, otros bendicen, otros invocan.
-¡Maestro! -grita una madre -¡Mi hijo está enfermo! ¡Ven, bendito!
Y Jesús cambia de dirección, hacia una casa pobre; pone una mano en el hombro de la madre envuelta en lágrimas y pregunta
-¿Dónde está tu hijo?
-Aquí, Maestro. Ven.
Entran la madre, Jesús, el barquero, Pedro, Juan, el Tadeo y algunas personas del lugar. Los demás se arremolinan delante de la puerta y miran alargando los cuellos para ver.
En un rincón de la pobre y oscura cocina, hay una pobre yacija junto al hogar encendido. Y, encima, un cadaverito de niño de unos siete años. Digo un cadaverito por lo consumido, amarillento e inmóvil que está. El único movimiento es el jadeo estertoroso del pequeño pecho, enfermo -diría -de tuberculosis.
-Mira, Maestro. He gastado todos mis recursos para salvarlo, al menos, a él. Ya no tengo marido. Los otros dos hijos se me murieron a la misma edad de éste. Lo he llevado hasta Cesárea Marítima para que lo viera un médico romano. Pero lo único que ha sabido decirme ha sido: "Resígnate. Lo corroe la caries". Mira...
Y la madre descubre a la pobre criaturita echando hacia atrás las cobijas. En donde no hay vendas, se ven huesecitos que sobresalen bajo una piel reseca y amarillenta. Pero poca parte del cuerpo está descubierta.
La otra parte está bajo vendas y pañales, que, cuando los quita la madre, muestran los típicos agujeros exudativos de las caries óseas. Un espectáculo lastimoso.
El enfermito está tan decaído, que no hace ningún gesto. Da la impresión de que no se tratara siquiera de él. Abre levemente los ojos hundidos y alelados, echa una mirada indiferente -diría: molesta -a la gente. Luego los vuelve a cerrar.
Jesús lo acaricia. Pone su larga mano encima de la cabecita relajada y el niño abre de nuevo los ojos; ahora mira con más interés a ese hombre desconocido, que con tanto amor lo toca y con tanta piedad le sonríe.
-¿Quieres curarte?
Jesús habla quedo, agachándose hacia la carita macilenta.
Antes ha tapado el cuerpecito, diciendo a la madre, que quería poner otros lienzos:
-No hace falta, mujer. Déjalo así.
El enfermito asiente sin hablar.
-¿Para qué?
-Por mi mamá -dice la labilísima vocecita. La madre llora más fuerte.
-¿Vas a ser siempre bueno si te curas? ¿Un buen hijo? ¿Bueno en el pueblo? ¿Un buen fiel?
Hace las preguntas bien separadas, para darle tiempo al pequeñuelo de responder a cada una.
-¿Vas a recordar lo que ahora prometes? ¿Siempre?
Los leves, y no obstante tan profundos de deseo, síes, caen uno tras otro como suspiros de alma.
-Dame una mano, pequeño.
El enfermito quiere dar la sana, la izquierda. Pero Jesús dice:
-Dame la otra. No te voy a hacer daño.
-Señor -dice la madre -es toda una llaga. Deja que la vende. Por ti...
-No importa, mujer. Sólo me repugnan las impurezas de los corazones. Dame la mano y di conmigo: "Quiero ser siempre bueno como hijo, como hombre y como creyente del Dios verdadero".
El niño repite forzando la vocecita. ¡Oh, está toda su alma en esa voz, y la esperanza... y ciertamente también la de su madre!
Un silencio solemne se ha hecho en la habitación y en la calle. Jesús, que sujeta con la izquierda la derecha del enfermo, levanta su mano derecha -su gesto de cuando anuncia una verdad o de cuando impone su voluntad a las enfermedades y a los elementos -y, erguido, solemne, con potente voz, dice:
-Y Yo quiero que quedes curado. Levántate, niño, y alaba al Señor -y le suelta la manita, que ahora está completamente sana, delgada, pero sin la más mínima excoriación, y dice a la madre: «Destapa a tu criatura».
La mujer, que tiene la cara de quien está entre una sentencia de muerte y una de gracia, retira titubeante las cobijas... y grita y se echa encima del cuerpecito, delgadísimo pero sano, lo besa, lo abraza... está fuera de sí de la alegría. Tanto que no ve que Jesús se separa del lecho y se encamina hacia la puerta.
Pero el enfermito lo ve y dice:
-¡Bendíceme, Señor, y deja que yo te bendiga! ¿Mamá, no das las gracias?
-¡Oh! ¡Perdón!...
La mujer, con el niño entre sus brazos, se arroja a los pies de Jesús.
-Comprendo, mujer. Ve en paz y sé feliz. Adiós, niño. Sé bueno. Adiós a todos.
Y sale.
Numerosas mujeres aúpan a sus hijos para que la bendición de Jesús los preserve del mal en el futuro. Algunos niños se introducen entre los grandes en busca de caricias. Y Jesús bendice, acaricia, escucha, y se detiene a curar a tres enfermos de los ojos y a uno que tiembla muchísimo, como por el baile de San Vito. Ahora está en el centro del pueblo.
-Hay aquí un pariente mío que es sordo y mudo de nacimiento. Tiene inteligencia despierta, pero no puede hacer nada. Cúralo, Jesús -dice el barquero.
-Llévame donde él.
Entran en un huertecito en cuyo fondo hay un joven de unos treinta años que está sacando agua de un pozo y echándola en las verduras. Siendo sordo y estando vuelto de espaldas, no se percata de cuanto sucede, de modo que continúa inmutable su ocupación, a pesar de que los gritos de la gente sean tan fuertes que las palomas de los tejados se espanten. El barquero se llega a él. Lo toma de un brazo y lo lleva a Jesús. Jesús se pone enfrente del desdichado; muy cerca, rayanos los dos cuerpos, de forma que con su lengua toca la lengua del mudo, que tiene la boca abierta. Y con los dos medios en los oídos del sordomudo ora un instante, levantados los ojos hacia el cielo. Luego dice: « ¡Abríos!», y quita las manos y se separa.
-¿Quién eres, que me destraba la palabra y el oído? -grita el curado.
Jesús hace un gesto y trata de proseguir para salir por detrás de la casa. Pero tanto el curado como el barquero lo detienen, uno diciendo: «Es Jesús de Nazaret, el Mesías» y el otro exclamando: « ¡Quédate, que yo te adore!».
-Adora al Dios Altísimo y sé siempre fiel a Él. Ve. No pierdas tiempo en inútiles palabras, no hagas del milagro objeto de humano pasatiempo. Usa el habla en el bien; más que con los oídos, escucha con el corazón las voces del Espíritu Creador que te ama y bendice.
¡Ya, ya! ¡Decirle a uno que está felicísimo que no hable de su felicidad, es inútil! El curado se desquita de los muchos años de mutismo y sordera hablando con todos los presentes.
El barquero insiste para que Jesús entre en su casa a descansar y tomar algo. Se siente el autor de todo el respeto que circunda a Jesús, y se siente orgulloso de ello. Quiere que sea reconocido su derecho.
-Pero yo aquí en el pueblo soy el ciudadano ilustre -dice un anciano de aspecto grave.
-Pero si no hubiera estado yo con mis barcas, tú qué ibas a haber visto a Jesús -responde el barquero.
Y Pedro, siempre franco e impulsivo:
-La verdad es que... si no te hubiera dicho yo una cosita, tú... las barcas...
Jesús interviene providencialmente, contentando a todos.
-Vamos a la orilla del río. Allí, mientras esperamos la comida -y que sea parca y frugal, porque el alimento debe servir al cuerpo y no ser finalidad del cuerpo -, evangelizaré. Quien me quiera oír y hacerme preguntas que venga conmigo.
Podría decir que todo el pueblo lo sigue.
Jesús sube a una barca sacada al guijarral. Desde esa tribuna improvisada, habla a los que lo escuchan, que están frente a Él, sentados en semicírculo en la orilla y entre los árboles. Toma como motivo la pregunta que hace un hombre:
-Nuestra Ley Maestro, casi señala como castigados por Dios a los que nacen desdichados; tanto que les prohíbe cualquier servicio al altar. Pero, ¿qué culpa tienen de ello estas personas? ¿No sería justo considerar culpables a sus padres, que los traen a este mundo desdichados? Especialmente las madres. ¿Y cómo debemos comportarnos con estos que han nacido desgraciados?
-Escuchad. Un escultor sumo y perfecto hizo un día la forma de una estatua. Y su obra fue tan perfecta, que se complació en ella y dijo: "Quiero que la Tierra esté llena de una tal maravilla". Pero él solo no podía llevar a cabo un trabajo así. Pidió entonces ayuda a otras personas. Les dijo: "Con este modelo hacedme millares de estatuas igualmente perfectas. Yo después les daré el último retoque, infundiendo expresión a sus fisonomías".
Pero los ayudantes no eran capaces de tanto, pues, además de ser muy inferiores a su maestro en habilidad, se habían embriagado un poco saboreando un fruto cuyo jugo creaba delirios y ofuscaciones. Entonces el escultor les dio como formas y dijo: "Modelad en ellas la materia; será una obra adecuada, y yo la haré completa dándole la vitalidad del último golpe". Y los ayudantes se pusieron manos a la obra.
Pero el escultor tenía un gran enemigo, suyo personal y de sus ayudantes, que trataba con todos los medios de hacer quedar mal al escultor y de crear desavenencias entre él y los ayudantes. Por eso éste en las obras de ellos metió su astucia: acá, alterando la materia que había de ser vertida en la forma; allá, haciendo más débil el fuego; más allá, infundiendo sopor en los ayudantes. Por lo cual sucedió que el rector del mundo, para tratar de impedir lo más posible que la obra saliera en copias imperfectas, puso sanciones graves contra los modelos salidos en modo imperfecto.
Una de estas sanciones fue que tales modelos no pudieran ser expuestos en la Casa de Dios. Allí todo debe, o debería, ser perfecto. Digo: debería, porque no es así. La apariencia es buena, pero la realidad no lo es. Los que están en la Casa de Dios parecen sin defectos, pero el ojo de Dios descubre en ellos los más graves: los que están en el corazón.
¡Oh! ¡El corazón! Con él se sirve a Dios; en verdad, se le sirve con él. No hace falta ni es suficiente tener el ojo limpio y el oído perfecto, voz armoniosa, hermosos miembros, para cantar las alabanzas que a Dios placen.
No hace falta ni basta tener bonitos indumentos y limpios y perfumados. Limpio ha de ser el espíritu en la mirada, perfecto ha de tener el oído, y armoniosa la voz, bien construido ha de resultar en sus formas espirituales, que deben estar adornadas de pureza: ésta es la túnica hermosa y limpia y perfumada de caridad; éste, el aceite henchido de esencia que agrada a Dios.
¿Y qué caridad sería la de uno que, siendo feliz y viendo a un infeliz, manifestara hacia él burla y odio? Pues más aún para quien, inculpable, ha nacido desgraciado: ha de dársele doble y triple caridad. La desgracia es pena que da mérito a quien la lleva y a quien, familiar del que tiene la desgracia, la ve llevar y sufre por ello por amor de pariente y quizás se da golpes de pecho pensando:
"La causa de este dolor soy yo, con mis vicios". Y no debe ser jamás causa de culpa espiritual en quien la ve. Se transforma en culpa si viene a ser anticaridad. Por eso os digo: "Nunca seáis personas sin caridad hacia vuestro prójimo. ¿Ha nacido con una desgracia? Amadlo porque lleva su gran dolor. ¿La desgracia le ha venido por su culpa? Amadlo porque su culpa ya se ha transformado en castigo.
¿Es padre o madre de uno que ha nacido desgraciado o que lo ha venido a ser después': Amadlos, porque no hay dolor mayor que el de un padre o una madre heridos en su hijo. ¿Es una madre que ha engendrado a un monstruo? Amadla, porque está literalmente aplastada por ese dolor, que considera el más inhumano. Inhumano es.
Pero aún mayor es el dolor de una que es madre de un monstruo de alma y que se da cuenta de que ha dado a luz a un demonio y a un peligro para la tierra, la patria, la familia, los amigos. ¡Oh! ¡Esta mujer no se atreve ya ni siquiera a levantar la frente, pobre madre de un hombre feroz, de un abyecto, de un homicida, un traidor, un ladrón, un degenerado! Pues bien, os digo: amad también a estas madres, las más infelices. Las que a través de los siglos pasarán con el nombre de madres de un asesino, de un traidor.
En todas partes la Tierra ha oído el llanto de las madres torturadas por la muerte cruel del propio hijo. De Eva en adelante, cuántas madres han sentido desgarrárseles las entrañas más que en los dolores del parto. Y mucho más aún: han sentido que una mano feroz les arrancaba las entrañas y con ellas el corazón, ante el cadáver del hijo asesinado, ajusticiado, martirizado por los hombres; y han gritado su espasmo, revolcándose, con un delirio de espasmódico amor doliente, abrazadas a esos despojos que ya no las oían, que no se calentaban ya con su calor, que no podían ya hacer ningún movimiento para decir con la mirada o con el gesto, si no con la boca: "Madre, te oigo".
Y, a pesar de todo, os digo que todavía la Tierra no ha oído el grito y recogido el llanto de la más santa y de la más infeliz. De aquellas que estarán eternamente en el recuerdo del hombre. La Madre del asesinado Redentor y la madre del que será su traidor.
Estas dos, mártires en modos distintos, se oirán gemir; y será la Madre inocente y santa, la más inocente, la inocente Madre del Inocente, la que dirá a su hermana lejana, mártir de un hijo cruel más que de ninguna otra cosa: "Hermana, yo te amo".
Amad, para sed dignos de Esta que amará por todos y a todos. El amor es lo que salvará a la Tierra.
Jesús baja de su tosco púlpito y se agacha para acariciar a un niñito semidesnudo, sólo vestido con una camisita, que se revuelca en la hierba de la orilla. Después de tantas sublimes palabras de Maestro, es dulce el verlo así, interesándose por un niñito, como un hombre sencillo, y luego partir el pan y ofrecerlo y darlo a los que tiene más cerca, y sentarse y comer humanamente, mientras oye ya en su corazón, sin duda, el grito de su Madre y ve a Judas a su lado.
A mí, a mí que soy tan impulsiva, me impresiona más que muchas otras cosas este dominio suyo sobre los sentimientos. Para mí es una lección continua.
Pero los presentes, sin embargo, parece como si se hubieran quedado yo diría incluso hechizados. Comen, pensativos y silenciosos, mirando con veneración al dulce Maestro de amor.
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