Saturday October 12,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

450- Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan


Ippo no está en la orilla del lago, como yo creía al ver las casas que hay en el margen (casi en el extremo sudeste del lago). Me hacen percatarme de ello las palabras de los discípulos.

Este núcleo de casas es -yo lo llamaría así-la vanguardia de Ippo, que está más hacia el interior.


Como Ostia para Roma o el Lido para Venecia, representa para la ciudad del interior la salida al lago; y la ciudad se sirve de esta salida como vía lacustre de importación y exportación, y también para abreviar los viajes desde esta zona a la orilla opuesta galilea, y, en fin, también como lugar de recreo para los ociosos de la ciudad, y de aprovisionamiento del pescado que le procuran los muchos pescadores del arrabal.

Aquí, donde abordan en un sosegado atardecer en el pequeño puerto natural formado por el lecho de un torrente que ahora está seco; aquí, donde, en el tramo de unos metros, ondea la ola cerúlea del lago -no repelida por el agua del torrente-, hay casas, de mayor o menor tamaño, de hortelanos y pescadores. Éstos explotan las aguas ricas en pesca; aquéllos, la faja de tierra que va desde el litoral hacia el interior, pingüe y húmeda por las aguas cercanas, que se extiende más hacia el norte y menos hacia el sur (para terminar pronto en donde empieza la barrancada que entra casi a pico en el lago y desde la cual se arrojaron a éste los puercos del milagro hecho a los gerasenos).

Dada la hora que es, los habitantes están en las terrazas o en los huertos, y están cenando. Pero, como los huertos tienen setos bajos y también las terrazas tienen pretiles bajos, pronto los habitantes ven la pequeña flota de barcas que toma tierra en el pequeño puerto, y, unos por curiosidad, otros porque conocen a los que llegan, se levantan y salen a su encuentro.  

-Es la barca de Simón de Jonás, y la de Zebedeo. Entonces no puede ser sino el Rabí, que viene aquí con sus discípulos ­afirma tajantemente un pescador.

-Mujer, coge inmediatamente al niño y sígueme. Quizás es Él. Él lo curará. Nos lo trae el ángel de Dios -dice en tono impositivo un hortelano a su mujer, la cual tiene el rostro quemado por las lágrimas.

-Yo, por mí, creo. Recuerdo aquel milagro. ¡Vaya que si lo recuerdo! ¡Todos esos cerdos! Los cerdos que apagan en las aguas el calor de los demonios entrados en ellos... Gran tormento debía ser, si los cerdos, siempre tan desdeñosos de limpieza, se arrojaron al agua... -dice un hombre mientras camina y hace propaganda al Maestro.

-¡Tú lo dices! Sin duda tenía que ser un tormento. Estaba también yo y me acuerdo. Los cuerpos echaban humo, y también el agua. El lago se puso más caliente que cuando las aguas de Hamatha. Y por donde pasaron corriendo quedó abrasado bosque y hierba.

-Yo he ido, pero no he visto nada de particular... -le responde un tercero.
-¿Nada? ¡Entonces es que tienes escamas en los ojos! ¡Mira! Se ve desde aquí. ¿Ves allí? ¿Allí donde está ese río seco? Ve con la vista un poco más adelante y mira si...

-¡Que no, hombre! Que eso lo han destruido los soldados de Roma, cuando buscaban a aquel granuja en las frías noches de Tébet. Acamparon allí e hicieron fuego.
-¿Y quemaron todo un bosque para hacer fuego? ¡Mira cuántos árboles faltan allí!

-¡Un bosque! ¡Dos o tres encinas!
-¿Y te parece poco?
-No. Pero ya se sabe. Para ellos lo nuestro es pajuz. Ellos son los dominadores y nosotros los oprimidos. ¡Ah! ¿Hasta cuándo...?

La discusión pasa del terreno sobrenatural al político.
-¿Quién me lleva donde el Rabí? ¡Piedad de un ciego! ¡Dónde está? Decídmelo. Lo he buscado en Jerusalén, en Nazaret, en Cafarnaúm. Siempre había salido antes de llegar yo... ¿Dónde está? ¡Oh! ¡Piedad de mí! -dice quejumbrosamente un hombre de unos cuarenta años, tanteando en torno a sí con un bastón.

Recoge improperios de los que se llevan el golpe en las piernas o en la espalda, pero ninguno se mueve a piedad, y todos chocan contra él al pasar, sin que una mano se tienda para guiarlo. El pobre ciego se para amedrentado y desconsolado...

-¡El Rabí! ¡El Rabí! ¡Ajch-Ajch, il il leee! » (me esfuerzo en transcribir... Es una palabra el grito agudo modulado por las mujeres. ¡Pero es un grito, no una palabra! Tiene más de chillido de ciertas aves que de palabra humana.)

-¡Bendecirá a nuestros hijos!

-Su palabra hará saltar al fruto que llevo en mi seno. ¡Goza, criatura mía! El Salvador te habla -dice una lozana esposa mientras se acaricia el vientre abultado bajo la suelta túnica.

-Quizás a mí me lo hace fecundo! Significaría la alegría y la paz entre yo y Eliseo. He ido a todos los lugares donde se dice que la mujer consigue la fecundidad. He bebido el agua del pozo que hay cerca de la tumba de Raquel y la del regatillo de la gruta donde su Madre le dio a luz... He ido a Hebrón a aplicarme durante tres días la tierra del lugar en donde nació Juan el Bautista...

He comido los frutos de la encina de Abraham y he llorado invocando a Abel en el lugar en que fue dado a luz y asesinado... He ensayado todas las cosas santas, todas las cosas milagrosas del suelo y del Cielo, y médicos y medicinas y votos y oraciones y dádivas... pero mi seno no se ha abierto a la semilla, y Eliseo apenas si me soporta.

¡Le cuesta no odiarme! ¡Pobre de mí! -gime una mujer ya ajada.

-¡Ya eres vieja, Sela! ¡Resígnate! -le dicen con una piedad que está mezclada con un leve desprecio y un notorio sentido de triunfo las que pasan con su seno henchido de maternidad o con los lactantes prendidos de sus pingües senos.

-¡No! ¡No digáis eso! ¡Ha hecho resucitar a los muertos! ¿No va a poder dar vida a mis entrañas?
-¡Paso! ¡Paso! Dejad paso a mi madre enferma -grita un joven que viene sujetando las varas de una improvisada parihuela, sujeta por el otro lado por una niña muy afligida. En la camilla hay una mujer, todavía joven, aunque reducida a un esqueleto amarillento.

-Habrá que hablarle del pobre Juan. Enseñarle el lugar donde está. Es el más infeliz de todos, porque estando leproso no puede ir en busca del Maestro... -dice un hombre añoso que parece influyente.

-¡Antes nosotros! ¡Antes nosotros! Si se adentra hacia Ippo, se acabó. Los de la ciudad se lo cogen y nosotros nos quedamos, como siempre, atrás.
-¿Pero qué pasa allí? ¿Por qué gritan así las mujeres, allí en la orilla?
-¡Porque son estúpidas!

-No. Son gritos festivos. Corramos...
La calle es un río humano que se encanala hacia el guijarral del lago y del torrente, hacia el lugar donde están Jesús y los que le acompañan, bloqueados por los primeros que han llegado.

-¡Milagro! ¡Milagro! ¡Mirad, el hijo de Elisa, desahuciado por los médicos, está curado! El Rabí lo ha curado metiéndole saliva en la garganta.

Los «Ajch-Ajch-il-il-leee» de las mujeres se hacen aún más vibrantes y agudos, mezclados con los fuertes «hosanna» masculinos. Jesús, a pesar de su estatura, ha sido literalmente excedido.

Los apóstoles hacen todo lo que pueden para abrirle paso. ¡Ya, ya! Las discípulas, con María en el centro, se ven separadas del grupo apostólico; el niño, en los brazos de María de Alfeo, llora aterrorizado, y su llanto hace converger en el grupo de las discípulas la atención de muchos; y se oye decir al enteradillo de siempre:

-¡Ah, pues si está también la Madre del Rabí y las madres de los discípulos!...

-¿Cuáles? ¿Quiénes son?  

-La Madre es aquella pálida y rubia vestida de lino; y las otras, aquellas ancianas que llevan una al niño y la otra aquel cesto encima de la cabeza.
-¿Y el niño quién es?

-¡Hombre, el hijo! ¿No oís que dice "mamá"?
-¿Hijo de quién? ¿De la anciana? ¡No puede ser!
-De la joven. ¿No ves que quiere ir con ella?
-No. El Rabí no tiene hermanos. Lo sé seguro.

Algunas mujeres oyen esto y, mientras Jesús, moviéndose
con dificultad, logra llegar hasta la camilla donde está la enferma a la que han llevado allí sus hijos, y la cura, ellas se dirigen con curiosidad hacia María.
Pero una no es curiosa, una se postra a sus pies y dice:

-Por tu maternidad, ten piedad de mí.
Es la estéril.

María se inclina hacia ella y le dice:
-¿Qué quieres hermana?
-Ser madre... ¡Un niño!... ¡Uno sólo!... Soy odiada por ser estéril. Yo creo que tu Hijo todo lo puede. Pero tengo una fe tan grande en Él que pienso que, por haber nacido de ti, te ha hecho santa y poderosa como Él. Ahora yo te ruego... por tus delicias de madre te lo ruego: hazme fecunda. Tócame con tu mano y seré feliz...

-Tu fe es grande, mujer. Pero la fe es para quien tiene derecho a ella: para Dios. Ven, pues, donde mi Jesús... -y la toma de la mano y, con gracia apremiante, pide paso para poder llegar donde Jesús.

Las otras discípulas la siguen por el canal que se abre entre la gente, y lo mismo las mujeres que se habían acercado a María (y aprovechan para preguntar a María de Alfeo quién es el pequeño al que lleva alzado por encima de la multitud).

-Un niño al que su madre ya no lo quiere. Ha venido al Rabí a buscar amor...
-¡Un niño al que la madre ya no le quiere! ¿Has oído, Susana?

-¿Quién es esa hiena?
-¡Ay! ¡Y a mí que me consume el no tenerlo! ¡Déjame, déjame! ¡Que me bese al menos una vez un hijo!... -y Sela, la estéril, casi arranca de los brazos de María de Alfeo al pequeñuelo, y lo estrecha contra su corazón, mientras trata de seguir a María (que ya se había distanciado de ella en el instante en que Sela dejó la mano de María para coger al pequeño).

-Jesús, escucha. Hay una mujer que pide una gracia. Es estéril...

-No incomodes al Maestro por ella, mujer. Sus entrañas están muertas -dice uno que no sabe que está hablando a la Madre de Dios. Y luego, habiendo sido advertido de su error, desconcertado, quiere achicarse y desaparecer, mientras Jesús responde de una vez a él y a la mujer suplicante, diciendo:

-Yo soy la Vida. Mujer, hágase lo que pides -y pone un instante la mano en la cabeza de Sela.

-¡Jesús! ¡Hijo de David, ten piedad de mí! -grita el ciego de antes, que lentamente ha llegado a la aglomeración de gente y desde el fondo lanza su grito de invocación.
Jesús, que tenía agachada la cabeza para escuchar las palabras de súplica de Sela, la alza de nuevo y mira hacia el punto de donde viene, sincopada como el grito de un náufrago, la voz del ciego.

-¿Qué quieres de mí? -grita.
-Ver. Estoy en las tinieblas.
-Yo soy la Luz. ¡Quiero!

-¡Ah! ¡Veo! ¡Veo! ¡De nuevo veo! ¡Dejadme pasar! ¡Para besar los pies de mi Señor!
-Maestro, has curado a todos aquí. Pero hay un leproso en una cabaña del bosque. Siempre nos ruega que te llevemos a él...

-¡Vamos! ¡Hala! Dejadme que vaya. ¡No os hagáis daño! Yo estoy aquí para todos... Animo, dejad paso. Hacéis daño a las mujeres y a los niños. No me marcho inmediatamente. Estoy aquí mañana, y luego estaré por esta región durante cinco días. Me podréis seguir, si queréis...

Jesús trata de disciplinar a la multitud, de evitar que por obtener beneficio de su venida se haga daño la gente.

Pero la multitud es como una sustancia blanduzca que se aparta pero luego vuelve a apretarse en torno a Él; es como una avalancha que, por ley natural, no puede evitar comprimirse a medida que avanza; es como partículas de hierro atraídas por el imán... Y es lento el andar, trabado, fatigoso... Todos sudan, los apóstoles gritan, se sirven de codazos en los pechos y de golpes con los pies en las espinillas para abrir paso... ¡Todo esfuerzo es inútil! Se requiere un cuarto de hora para avanzar diez metros.

Una mujer de unos cuarenta años logra, a fuerza de constancia abrirse camino hasta Jesús y lo toca en un codo.

-¿Qué quieres, mujer?
-Ese niño... he sabido que... Yo soy viuda y sin hijos... Acuérdate de mí. Soy Sara de Afeq, la viuda del vendedor de esteras. Acuérdate. Tengo casa en la plaza de la fuente roja. Pero tengo también algunas parcelas de viña y de bosque. Tengo algo que ofrecer a quien se encuentre solo... y me sentiría feliz...

-Me acordaré, mujer. Que tu piedad sea bendecida.

Pronto atraviesan el pueblo, más paralelo que vertical al lago, y la campiña, dulce, silenciosa en el crepúsculo que desciende sin hacer sombra nocturna (porque, entre la luz diurna y la nocturna de la Luna, hay sólo un paso imperceptible) los acoge. Van hacia los primeros desniveles del alto cantil que, más hacia el sur, bordea al lago. En el escalón natural hay grutas, no sé si naturales o intencionadamente excavadas en la roca, muchas tapiadas y blanqueadas por fuera (sin duda, sepulcros).

-Hemos llegado. Vamos a detenernos, para no contaminarnos. Estamos cerca de la tumba del vivo, y a esta hora va a aquella peña a recoger las dádivas. Era rico, ¿eh? Nosotros li recordamos. Era también bueno. Pero ahora es un santo. Cuanto más le ha castigado el dolor, más justo se ha hecho. Sabemos cómo sucedió. Se dice que por unos peregrinos a los que dio posada. Iban a Jerusalén, eso decían. Parecían sanos, pero estaban ciertamente leprosos.

El hecho es que, después de su paso, primero su mujer y sus criados, luego sus hijos, por último él, se cogieron la lepra. Todos. Los primeros y empezando por las manos los que habían lavado los pies y los indumentos a los peregrinos, por eso decimos que debieron ser ellos causa de todo. Los niños, tres, pronto muertos, pronto. Luego su mujer, más de dolor que de enfermedad... Él... cuando el sacerdote declaró a todos leprosos, se compró este trozo de monte con sus bienes, que ya resultaban inútiles, y mandó que almacenasen provisiones para él y los suyos... criados incluidos, y azadas y picos... y empezó a excavar los sepulcros... y, uno por uno, distribuyó en ellos a todos: a sus hijitos, luego a su mujer, a los criados...

Ha quedado él, solo y pobre, porque todo termina con el tiempo... y ya lleva quince años... Y, a pesar de todo, jamás una queja. Era culto: de memoria repite la Escritura. Se la dice a las estrellas, a las hierbas, a los árboles, a los pájaros; a nosotros, que tanto tenemos que aprender de él; y consuela nuestros dolores... él, ¿comprendes?, consuela nuestros dolores. Vienen de Ippo y Gamala, y hasta de Guerguesa y Afeq a escucharlo... ¡oh, se ha puesto a predicar la fe en ti! Señor, si los hombres te han saludado con tu nombre de Mesías, si las mujeres te han saludado como al vencedor y rey, si nuestros niños saben tu Nombre y que eres el Santo de Israel, es por el pobre leproso ­refiere por todos el hombre añoso que primero ha hablado de Juan.  

-¿Lo vas a curar? -preguntan muchos.
-¿Y lo preguntáis? Tengo piedad de los pecadores, ¿qué tendré por un justo?... ¿Es ese que está viniendo? Allí, entre aquellos matorrales...
-Sin duda es él. ¡Pero, qué vista tienes, Señor! Oímos rumor, pero no vemos nada...

Cesa también el rumor. Todo es silencio y espera...
Jesús está bien iluminado. Está solo, un poco adelantado, porque ha dado unos pasos hacia la peña en que están colocadas las provisiones; los demás, en la penumbra de algunos árboles, desaparecen, confundiéndose con los troncos y los matorrales de la gándara. También los niños callan, o por estar dormidos en brazos de sus madres, por miedo del silencio, de los sepulcros, de las caprichosas sombras que forma la Luna de las plantas y las rocas.

Pero el leproso debe ver, desde su escondite, y ver bien. Debe ver la alta y solemne persona del Señor, todo blanco bajo el blanco de la Luna, hermosísimo. Las miradas cansadas del leproso, sin duda, se cruzan con la mirada esplendorosa de Jesús. ¿Qué lenguaje saldrá de aquellas pupilas divinas, grandes, fúlgidas como estrellas?; ¿qué, de la boca entreabierta sonriente de amor?; ¿qué, del corazón, sobre todo del corazón de Cristo? Misterio. Uno de tantos misterios en las relaciones espirituales de Dios y las almas.

Una cosa es clara: el leproso comprende, porque grita:
-¡El Cordero de Dios! ¡El que ha venido a sanar todo el dolor del mundo! ¡Jesús, Mesías bendito, Rey y Salvador nuestro, piedad de mí!

-¿Qué quieres? ¿Cómo puedes creer en el Desconocido y ver en Él al Esperado? ¿Qué soy Yo para ti? ¿El Desconocido...?

-No. Tú eres el Hijo de Dios vivo. ¿Que cómo lo sé y lo veo? No lo sé. Aquí, dentro de mí una voz ha gritado: "¡Es el Esperado! Ha venido a premiar tu fe". ¿Desconocido? Sí. Nadie conoce el rostro de Dios. Por tanto, eres "el Desconocido" en tu apariencia. Pero eres el Conocido por tu Naturaleza, por tu Realidad: Jesús, Hijo del Padre, Verbo Encarnado y Dios como el Padre. Este eres, y yo te saludo y te suplico, creyendo en ti.

-¿Y si no pudiera nada y tu fe quedara defraudada?
-Diría que es la voluntad del Altísimo y seguiría creyendo y amando, esperando siempre en el Señor.
Jesús se vuelve hacia la muchedumbre, que escucha el diálogo con el ánimo suspendido, y dice:

-En verdad, en verdad os digo que este hombre tiene esa fe que mueve las montañas. En verdad, en verdad os digo que la verdadera caridad, fe y esperanza se prueban en el dolor más que en la alegría; aunque el exceso de alegría supone, a veces, la ruina de un espíritu aún no formado.

Es fácil creer y ser buenos cuando la vida no es sino un plácido, si no gozoso, transcurrir de días iguales. Pero el que sabe persistir en la fe, esperanza y caridad, aún cuando enfermedades, miserias, muertes, desventuras, hacen de él un hombre solo, abandonado, evitado por todos, y en sus labios no se oye sino: "Hágase lo que el Altísimo considera útil para mí", en verdad es un hombre que no sólo merece ayuda de Dios, sino que, Yo os lo digo, en el Reino de los Cielos está preparado su lugar y no conocerá espera en la purgación, porque su justicia ha anulado toda deuda de la vida pasada. Hombre, Yo te lo digo: "¡Ve en paz, que Dios está contigo!"

Se vuelve al decir esto, y extiende los brazos hacia el leproso, lo atrae hacia sí casi con su gesto, y, cuando está bien cerca, bien visible, ordena:

-¡Quiero! ¡Queda limpio!... -y parece como si la Luna limpiara y arrastrara, con su rayo de plata, las pústulas, las llagas, los nódulos y las costras de la horrenda enfermedad. El cuerpo se reforma y modela en salud.

Es un hombre viejo, de noble aspecto, de delgadez ascética, el que, informado del milagro por los gritos de hosanna de la muchedumbre y no pudiendo tocar a Jesús ni a hombre alguno antes del tiempo prescrito por la Ley, se postra para besar el suelo.

-Levántate. Te traerán una túnica limpia, para que puedas presentarte al sacerdote. Y que sepas caminar siempre limpio de espíritu en la presencia de tu Dios. Adiós, hombre. ¡La paz sea contigo!

Y Jesús se reúne con la gente y, lentamente, regresa al pueblo para descansar.  

   


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