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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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371- El jueves prepascual.
Por la noche en el palacio de Lázaro
¡Ciertamente no brillan por su heroísmo los que siguen a Jesús! La noticia que ha traído Judas es semejante a la aparición de un gavilán en una era llena de pollitos; o de un lobo en el ribazo, cercano a m rebaño. Terror, o por lo menos agitación, se ven en, al menos, nueve décimos de los rostros presentes, y especialmente de los rostros masculinos.
Yo creo que muchos tienen ya la impresión del filo de la espada o del azote contra la epidermis, y a decir poco piensan que tendrán que experimentar las mazmorras de las cárceles en espera de juicio. Las mujeres están menos agitadas.
Más que agitadas, están preocupadas por los hijos o los maridos y aconsejan a unos o a otros que desaparezcan en pequeños grupos diseminándose por los campos.
María de Magdala arremete contra esta ola de miedo exagerado:
-¡Cuántas gacelas hay en Israel! ¿No os da vergüenza temblar de ese modo? Os he dicho que en mi residencia estaréis más seguros que en una fortaleza. Así que venid. Os aseguro, y empeño mi palabra, que no os sucederá nada de nada. Si, además de los que ya ha designado Jesús, hay otros que piensan que estarán seguros en mi casa, que vengan.
Hay camas o divanes para una centuria. ¡Vamos, decidid, en vez de acoquinaros! Lo único que ruego a Juana es que ordene a sus criados seguirnos con provisiones. Porque en nuestra casa no hay comida para tantos, y ya es de noche. Una buena comida es la mejor medicina para dar nuevas fuerzas a los pusilánimes.
Y no sólo está majestuosa con su túnica blanca, sino que tiene también una buena dosis de ironía en sus espléndidos ojos mientras mira, desde su alta estatura, a este rebaño aterrorizado que se apiña en el vestíbulo de Juana.
-Me encargo enseguida. Podéis marcharos, que Jonatán os seguirá con los criados; y yo iré con él, os lo aseguro, tan sin miedo que voy a llevar conmigo a los niños -dice Juana.
Se retira a dar las indicaciones oportunas, mientras los de vanguardia del aterrado ejército asoman cautos la cabeza por el portal, y, viendo que no hay nada temible, se aventuran a salir a la calle y a encaminarse seguidos por los otros.
El grupo virginal va en el centro, inmediatamente después de Jesús, que está en las primeras filas. Detrás... ¡oh, detrás de las vírgenes las mujeres, y luego los más... vacilantes en el coraje, cubiertas sus espaldas por María de Lázaro, que se ha unido a las romanas, decididas a no separarse de Jesús tan pronto! Pero luego María de Lázaro, rauda, va adelante a decir algo a su hermana, y las siete romanas se quedan con Sara y Marcela, que se mantienen también en la retaguardia por orden de María, quien intenta que pasen aún más desapercibidas las siete romanas.
En esto, llega, a paso rápido, Juana, trayendo de la mano a los niños; detrás de ella, Jonatán con los criados cargados de bolsas y cestas. Estos se ponen en la cola de la pequeña multitud que, a decir verdad, pasa desapercibida de todos, porque en las calles pululan grupos dirigidos a las casas o a los campamentos, y la penumbra hace menos reconocibles las caras. Ahora María de Magdala, junto con Juana, Anastática y Elisa, va en primera fila, guiando hacia su residencia, por callejuelas secundarias, a sus huéspedes.
Jonatán camina casi a la altura de las romanas, y les dirige la palabra como si fueran siervas de las discípulas más ricas. Aprovecha Claudia para decirle:
-Hombre, te ruego que vayas a llamar al discípulo que ha traído la noticia. Dile que venga aquí. Pero dilo sin llamar la atención. ¡Ve!
El vestido es humilde, pero el modo es, involuntariamente, potente, como de persona habituada a mandar. Jonatán abre mucho sus ojos tratando de ver, a través del velo bajado, quién le habla así. Pero no logra ver sino el centelleo de dos ojos imperiosos. Debe intuir que no es una sierva la mujer que le habla, y antes de obedecer hace una reverencia.
Llega adonde Judas de Keriot, que va hablando animadamente con Esteban y Timoneo, y le tira de la túnica.
-¿Qué quieres?
-Tengo que decirte una cosa.
-Dila.
-No. Ven atrás conmigo. Te requieren, creo que para una limosna...
La disculpa es buena y es aceptada con tranquilidad por los compañeros de Judas y con entusiasmo por él, de forma que, ligero, se retrasa junto con Jonatán.
Ya está en la última fila.
-Mujer, aquí tienes al hombre que querías -dice Jonatán a Claudia.
-Te quedo agradecida por este servicio -responde ella, que permanece velada. Y luego, dirigiéndose a Judas: «Ten a bien quedarte n momento a escucharme».
Judas, que oye un modo de hablar muy refinado y ve dos ojos espléndidos a través del velo sutil, y sintiéndose quizás próximo a una gran aventura, acepta sin poner dificultad.
El grupo de las romanas se separa. Se quedan, con Claudia, Plautina y Valeria; las otras siguen adelante. Claudia mira alrededor, ve que la callecita en que se han detenido está solitaria, y, con su bellísima mano, aparta el velo y descubre la cara.
Judas la reconoce y, pasado un momento de estupor, se inclina para saludar con una mezcla de gestos judíos y palabra romana:
-¡Dómina!
-Sí. Yo. Yérguete y escucha. Tú amas al Nazareno. Te preocupas por su bien. Eso es correcto. Es una persona virtuosa y se le debe defender. Nosotros lo veneramos como grande y justo. Los judíos no lo veneran. Lo odian. Lo sé. Escucha y comprende bien, recuerda bien y aplica bien.
Quiero protegerlo. No como la lujuriosa de poco antes, sino con honestidad y virtud. Cuando tu amor y sagacidad te hagan comprender que se trama contra Él, ven o envía a alguien. Claudia tiene todo el poder sobre Poncio. Claudia obtendrá protección para el Justo. ¿Entiendes?
-Perfectamente, dómina. Que nuestro Dios te proteja. Iré, si puedo, yo personalmente. Pero ¿cómo puedo pasar a ti?
-Pregunta siempre por Albula Domitila. Es una segunda yo misma, y ninguno se sorprende si habla con los judíos, siendo ella la que se ocupa de mi prodigalidad. Te creerán un cliente. Quizás te humilla...
-No, dómina. Servir al Maestro y obtener tu protección es un honor.
-Sí. Os protegeré. Soy mujer. Pero soy de los Claudios. Tengo más poder que todos los grandes de Israel, porque detrás de mí está Roma. Entretanto, ten. Para los pobres del Cristo. Es nuestro óbolo. Pero... quisiera permanecer entre los discípulos esta noche. Procúrame este honor y Claudia te protegerá.
En una persona como el Iscariote, las palabras de la patricia obran prodigiosamente. ¡Sube al séptimo cielo!... Osa incluso preguntar:
-¿Pero verdaderamente le vas a ayudar?
-Sí. Su Reino merece ser fundado, porque es reino de virtud. Bienvenido sea en oposición a las ruines corrientes que cubren los reinos actuales y me dan asco.
Roma es grande, pero el Rabí es mucho más grande que Roma. Nosotros tenemos las águilas en nuestras enseñas y la soberbia sigla. Pero en las suyas estarán los Genios y su santo Nombre. Grandes serán, verdaderamente grandes, Roma y la Tierra, cuando pongan ese Nombre en sus enseñas y esté su signo en los lábaros y en los templos, en los arcos y columnas.
Judas está maravillado, soñante, extático. Sopesa en forma mecánica la pesada bolsa que le han dado, y dice con la cabeza "sí", "sí", "sí'', a todo...
-Bien, ahora vamos a alcanzarlos. ¿Somos aliados, no es verdad? Aliados para proteger a tu Maestro y al Rey de los corazones honestos.
Se echa el velo y ágil, va presurosa, casi corriendo a alcanzar al grupo que la ha adelantado, seguida por las otras y por Judas, que jadea, no tanto por el ritmo veloz, cuanto por lo que ha oído. La residencia de Lázaro está engullendo las últimas parejas de discípulos cuando llegan a ella. Entran rápidamente y el portón se cierra con fragor de cerrojos que el guardián echa.
Una solitaria lámpara, que lleva la mujer del guardián, a duras penas da claridad al cuadrado vestíbulo, todo blanco, de la residencia de Lázaro. Se comprende que la casa no está habitada, a pesar de que esté bien guardada y mantenida en orden. María y Marta guían a los huéspedes a un vasto salón -reservado para banquetes, ciertamente -de fastuosas paredes cubiertas de preciosos tejidos que dejan ver sus arabescos a medida que van siendo encendidas las lámparas y puestas las luces encima de los aparadores, o de los baúles preciosos colocados junto a las paredes alrededor de la sala, o en las mesas arrimadas a un lado, listas para ser usadas, pero desde hace tiempo ineficientes. María ordena, en efecto, que las lleven al centro de la sala y las preparen con las cosas para la cena con los alimentos que los criados de Juana están ya extrayendo de las bolsas y cestas y poniendo encima de los aparadores.
Judas toma aparte a Pedro y le dice algo al oído.
Veo a Pedro que pone los ojos como platos y sacude una mano como si se hubiera quemado los dedos, mientras exclama:
-¡Rayos y ciclones! ¿Pero qué dices?
-Sí. Mira. ¡Y fíjate! ¡No tener ya miedo, no estar ya tan angustiados!
-¡Es maravilloso! ¡Maravilloso! ¿Pero qué ha dicho? ¿Que nos protege? ¿Ha dicho eso? ¡Que Dios la bendiga! ¿Pero cuál es?
-Aquella vestida de color tórtola silvestre, alta, esbelta. Nos está mirando...
Pedro mira a la alta mujer de cara armónica y seria, de ojos dulces pero imperiosos.
-¿Y... cómo has conseguido hablar con ella? No has tenido...
-No, no, en absoluto.
-¡Pues tú aborrecías todo contacto con ellos! Como yo, como todos...
-Sí, pero lo he superado por amor al Maestro. Como también he superado el deseo de truncar las relaciones con mis antiguos compañeros del Templo... ¡Todo por el Maestro! Todos vosotros, y mi madre también, creéis que soy ambiguo. Tú., recientemente, me has echado en cara las amistades que tengo. Pero si no las mantuviera, no sin fuerte dolor, no sabría muchas cosas. No debemos ponernos vendas en los ojos y cera en los oídos por miedo a que el mundo entre en nosotros por los ojos y los oídos. Cuando uno está en una empresa como la nuestra, es necesario vigilar con ojos y oídos más que libres. Vigilar por Él, por su bien, por su misión, por la fundación de este reino bendito...
Muchos de los apóstoles y algún discípulo se han acercado y están escuchando, asintiendo con la cabeza; porque, efectivamente, no se puede decir que Judas hable mal.
Pedro, honesto y humilde, lo reconoce y dice:
-¡Tienes toda la razón! Perdona mis recriminaciones. Tú vales más que yo, eres hábil. Vamos a decírselo al Maestro, a su Madre, a la tuya. Estaba muy angustiada.
-Porque malas lenguas han murmurado... Pero por ahora calla. Después, más tarde. ¿Ves? Se están sentando a la mesa y el Maestro nos hace señales de que vayamos...
...La cena es rápida. Las romanas, sentadas en la mesa de las mujeres, entremezcladas con ellas, de forma que precisamente Claudia está entre Porfiria y Dorca, también comen en silencio lo que les ponen, y entre ellas y Juana y María de Magdala se intercambian misteriosas palabras hechas de sonrisas y guiños. Parecen escolaras en vacaciones.
Jesús, después de la cena, ordena que se forme un cuadrado de sillas y que tomen asiento para escucharlo. Él se pone en el centro y empieza a hablar en medio de un cuadrado de rostros atentos, de los que sólo los inocentes ojos del hijito de Dorca, que duerme en el regazo de su madre, están cerrados, y están velándose de sueño los de María, que está sentada en las rodillas de Juana, y los de Matías, que se ha acurrucado encima de las rodillas de Jonatán.
-Discípulos y discípulas aquí reunidos en nombre del Señor, o atraídos por un deseo de Verdad, deseo que también viene de Dios, que quiere luz y verdad en todos los corazones, escuchad.
Esta noche se nos concede estar todos juntos, y nos lo procura precisamente la maldad que nos quiere ver separados. Vosotros, de sentidos limitados, no sabéis cuán profunda y vasta es esta unión, verdadera aurora de las que habrán de venir, cuando el Maestro ya no esté entre vosotros físicamente sino con su espíritu. Entonces sabréis amar. Entonces sabréis practicar. Por ahora sois como niños todavía de pecho; entonces seréis como adultos que podréis comer todo tipo de alimentos sin que ello os perjudique; entonces sabréis, como Yo digo, decir: "Venid a mí todos vosotros, porque todos somos hermanos, y El se ha inmolado por todos".
¡Demasiados prejuicios en Israel!: cada uno un dardo que lesiona la caridad. Os hablo a vosotros, fieles, porque entre vosotros no hay traidores, ni personas llenas de prejuicios que separan, que se transforman en incomprensión, en obcecación, en odio hacia mí que os señalo los caminos del futuro. Yo no puedo hablar de otra forma. Y de ahora en adelante hablaré menos, porque veo que las palabras son inútiles o casi. Habéis oído palabras capaces de santificaros e instruiros de forma perfecta.
Pero poco habéis avanzado, especialmente vosotros, hombres hermanos, porque os gusta la palabra pero no la ponéis por obra. De ahora en adelante, y con una medida cada vez más restringente, os haré realizar lo que tendréis que hacer una vez que el Maestro haya vuelto al Cielo del que viniera. Haré que presenciéis lo que es el Sacerdote futuro. Más que las palabras, observad mis hechos; repetidlos, aprendedlos, unidlos a la enseñanza. Entonces seréis discípulos perfectos.
¿Qué ha hecho hoy el Maestro? ¿Qué os ha hecho hacer y practicar hoy el Maestro? La caridad en sus múltiples formas. Caridad hacia Dios. No la caridad de oración, vocal, de rito solamente; sino la caridad activa que renueva en el Señor, que despoja del espíritu del mundo, de las herejías del paganismo, el cual no está sólo en los paganos, sino también en Israel con las mil costumbres que han desplazado a la verdadera Religión, santa, abierta, simple como todo lo que de Dios viene. No acciones buenas, o aparentemente buenas, para ser alabados por los hombres, sino acciones santas para merecer la alabanza de Dios.
Todo el que ha nacido muere. Ya lo sabéis. Pero la vida no termina con la muerte. Prosigue de otra forma y eternamente con un premio para quien fue justo, con un castigo para quien fue malvado. Este pensamiento de un juicio cierto no signifique parálisis durante la vida ni a la hora de la muerte; antes bien, acicate y freno: acicate que estimula al bien; freno que contiene de malas pasiones. Sed, por tanto, verdaderamente amantes del Dios verdadero y actuad en la vida siempre con la finalidad de merecerlo en la vida futura. Vosotros que amáis las grandezas, ¿cuál grandeza mayor que haceros hijos de Dios y, por tanto, dioses? Vosotros que teméis el dolor, ¿cuál seguridad de no sufrir mayor que la que os espera en el Cielo? Sed santos. ¿Queréis fundar también un reino en la Tierra? ¿Os sentís hostigados y teméis no lograrlo? Si obráis como santos, lo lograréis. Porque ni la misma autoridad que nos domina podrá impedirlo, a pesar de sus cohortes, porque convenceréis a las cohortes de que sigan la doctrina santa, de la misma forma que Yo, sin coacción, he persuadido a las mujeres de Roma que aquí hay Verdad...
-¡Señor!... -exclaman las romanas, viéndose descubiertas.
-Sí, mujeres. Escuchad y recordad. Yo manifiesto a mis seguidores de Israel y a vosotras -que no sois de Israel pero tenéis corazón justo -el estatuto de mi Reino.
No motines. No hacen falta. Santificar a la autoridad impregnándola de nuestra santidad. Será un largo trabajo, pero victorioso. Con mansedumbre y paciencia, sin estúpidas prisas, sin desviaciones humanas, sin inútiles sublevaciones, obedeciendo donde obedecer no perjudique a la propia alma, llegaréis a hacer de la autoridad que ahora os domina paganamente una autoridad protectora y cristiana. Cumplid vuestro deber de súbditos para con la autoridad, como cumplís el de fieles para con Dios. Ved en cualesquiera autoridades no a un opresor sino a alguien que eleva, porque os proporciona la manera de santificarlo y de santificaros con el ejemplo y el heroísmo.
De la misma forma que sois buenos fieles y ciudadanos, sed buenos maridos, buenas esposas, santos, castos, obedientes, amorosos recíprocamente, unidos para educar a los hijos en el Señor, para ser paternos y maternos incluso con los que estén a vuestro servicio y con los esclavos, porque también ellos tienen alma y carne, sentimientos y afectos como vosotros los tenéis. Si la muerte os arrebata al compañero o la compañera, no queráis, si podéis, desear nuevo matrimonio; amad a los huérfanos también por la parte del compañero desaparecido.
Y vosotros, criados, estad sometidos a vuestros señores, y, si son imperfectos, santificadlos con vuestro ejemplo.
Tendréis gran mérito a los ojos del Señor. En el futuro, en mi Nombre, no habrá ya amos y siervos, sino hermanos; no habrá ya razas, sino hermanos; no habrá ya oprimidos y opresores que se odien, porque los oprimidos llamarán hermanos a sus opresores.
Amaos vosotros de la misma fe, ayudándoos recíprocamente, como hoy os he puesto a hacer. Pero no os limitéis a la ayuda a los pobres, peregrinos o enfermos, de vuestra raza; abrid los brazos a todos, de la misma forma que la Misericordia os abre los brazos a vosotros. El que tenga más que dé a quien no tiene o tiene poco. El que sepa más que enseñe al que no sabe o sabe poco, y que enseñe con paciencia y humildad, recordando que, en verdad, antes de que Yo os instruyera nada sabíais. Buscad la Sabiduría no para prestigio vuestro, sino como ayuda en el camino por las vías del Señor.
Las mujeres casadas que amen a las vírgenes, y éstas a las casadas, y que ambas den afecto a las viudas; todas sois útiles en el Reino del Señor. Los pobres no envidien, los ricos no susciten odios creando sus riquezas y siendo duros de corazón. Preocupaos de los huérfanos, de los enfermos, de los que no poseen una casa. Abrid el corazón antes incluso que la bolsa y la casa, porque si dais, pero con mal garbo, no honráis a Dios, que está presente en todos los desdichados; antes al contrario, lo ofendéis.
En verdad, en verdad os digo que no es difícil servir al Señor. Es suficiente con amar. Amar al Dios verdadero, amar al prójimo, quienquiera que sea. En todas las heridas o fiebres que sanéis, Yo estaré. En todas las desventuras que socorráis, Yo estaré. Y todo lo que me hagáis a mí en el prójimo, si está bien, habrá sido hecho a mí; y, si mal, también habrá sido hecho a mí. ¿Queréis hacerme sufrir? ¿Queréis perder el Reino de paz? ¿Queréis no haceros dioses? ¿Sólo por no ser buenos con vuestro prójimo?
Nunca volveremos a estar todos unidos de esta forma. Vendrán otras Pascuas... y no podremos estar juntos por muchas causas. Respecto a las primeras: una prudencia santa en parte y en parte excesiva -y todo exceso es culpa -que nos hará estar divididos. Respecto a las otras Pascuas, porque ya no estaré entre vosotros... Pero acordaos de este día. Haced en el futuro, y no sólo en Pascua sino siempre, lo que os he hecho hacer.
Nunca he sido lisonjero diciéndoos que era fácil pertenecerme. Pertenecerme quiere decir vivir en la Luz y la Verdad, pero comer también el pan de la lucha y de las persecuciones. Ahora bien, cuanto más fuertes seáis en el amor, más fuertes seréis en la lucha y en la persecución.
Creed en mí. En lo que soy realmente: Jesucristo, el Salvador, cuyo Reino no es de este mundo, cuya venida señala la paz a los buenos, cuya posesión quiere decir conocer y poseer a Dios; porque verdaderamente quien me tiene a mí en sí y se tiene a sí en mí está en Dios, y posee a Dios en su espíritu para poseerlo después en el Reino celeste para siempre.
La noche ha descendido. Mañana es Parasceve. Id. Purificaos, meditad, cumplid una Pascua santa.
Mujeres de raza distinta, pero de recto espíritu, podéis iros; la buena voluntad que os anima sea para vosotras camino para alcanzar la Luz. En nombre de los pobres, de los que Yo mismo soy uno, os bendigo por la limosna generosa y os bendigo por vuestras buenas intenciones hacia el Hombre que ha venido a traer amor y paz a la tierra. ¡Id! Y tú, Juana, y los demás que ya no temen asechanzas, podéis marcharos también.
Un rumor de asombro recorre a la asamblea mientras las romanas, reducidas a seis porque Egla se queda con María de Magdala, guardadas en una bolsa las tablillas enceradas que Flavia ha escrito mientras Jesús hablaba, salen después de un saludo colectivo. Tanto es el estupor, que ninguno de los presentes se mueve, excepto Juana, Jonatán y los siervos de Juana, que llevan en brazos a los pequeños durmientes. Pero, cuando el ruido sordo del portón al cerrarse dice que las romanas se han marchado, un clamor sucede al rumor.
-¿Pero quiénes son? ¿Cómo entre nosotros? ¿Qué han hecho?
Y más que nadie, grita Judas:
-¿Cómo tienes noticia, Señor, de la limosna que me han dado?
Jesús apacigua el tumulto con un gesto y dice:
-Son Claudia y sus damas. Y, mientras que las altas damas de Israel, temiendo la ira de sus consortes, o con el mismo pensamiento y corazón de sus consortes, no se atreven a ser seguidoras mías, las despreciadas paganas, con santa astucia, saben venir a recibir la Doctrina que, aunque por ahora la acepten sólo humanamente, siempre eleva... Y esta niña, que fue esclava, pero de raza judía, es la flor que Claudia ofrece a las filas de Cristo, devolviéndola a la libertad y dándola a la fe de Cristo.
Respecto a lo de tener noticia de la limosna... ¡Judas!
¡Todos menos tú podrían hacerme esta pregunta! Tú sabes que veo dentro de los corazones.
-¡Entonces verás que dije la verdad hablando de que había una asechanza y que yo la he disuelto yendo a hablar con... seres culpables!
-Es verdad.
-Dilo entonces bien fuerte. Que mi madre lo oiga... Madre, soy un muchacho, sí, pero no un truhán... Madre, vamos a hacer las paces. Vamos a comprendernos, a amarnos, unidos sirviendo a nuestro Jesús.
Y Judas va, humilde y amoroso, a abrazar a su madre, que dice:
-¡Sí, hijito! ¡Sí, Judas mío! ¡Sé bueno! ¡Sé bueno! ¡Sé siempre bueno, hijo mío! ¡Por ti, por el Señor, por tu pobre mamá!
Entretanto, la sala se ha llenado de agitación y comentarios, y muchos definen imprudente el haber acogido a las romanas y censuran a Jesús.
Judas lo oye. Deja a su madre y acude en defensa del Maestro. Cuenta su coloquio con Claudia y termina:
-No es una ayuda despreciable. Antes de recibirla entre nosotros tampoco nos hemos librado de la persecución.
Dejémosla actuar. Y tened bien presente que es mejor callar con todo el mundo. Pensad que, si es peligroso para el Maestro, no lo es menos para nosotros el ser amigos de paganos. El Sanedrín, que en el fondo se contiene por miedo hacia Jesús por un temor que les queda a alzar la mano contra el Ungido de Dios, no tendría muchos escrúpulos en matarnos como a perros, a nosotros, que somos unos pobres hombres cualesquiera.
En vez de poner esas caras escandalizadas, acordaos de que hace poco erais como gorrionas aterrorizadas; y bendecid al Señor porque nos ayuda, con medios impensados, ilegales si queréis, pero muy fuertes, a fundar el Reino del Mesías.
¡Todo lo podremos si Roma nos defiende! ¡Yo ya no temo! ¡Gran día hoy! Más que por todas las otras cosas, por ésta... ¡Ah, cuando Tú seas la Cabeza! ¡Qué poder tan dulce, fuerte y bendito! ¡Qué paz! ¡Qué justicia! ¡El Reino fuerte y benévolo del Justo! ¡Y el mundo que se acerca a él lentamente!...
¡Las profecías cumpliéndose! ¡Turbas, naciones... el mundo a tus pies! ¡Oh, Maestro! ¡Maestro mío! Tú, Rey; nosotros, tus ministros... En la Tierra paz, en el Cielo gloria... Jesucristo de Nazaret, Rey de la estirpe de David, Mesías Salvador, te saludo y te adoro.
Y Judas, que parece en un rapto de éxtasis, se postra y termina:
-En la Tierra, en el Cielo y hasta en los Infiernos tu Nombre es conocido, infinito tu poder. ¿Qué fuerza puede resistirte, Cordero y León, Sacerdote y Rey, Santo, Santo, Santo? -y se queda en actitud de gran reverencia, en esta sala muda de estupor.
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