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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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364- En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
Dice Jesús:
-Levántate, María. Vamos a santificar el día con una página del Evangelio. Porque mi Palabra es santificación.
Ve, María. Porque ver los días terrenos de Cristo es santificación. Escribe, María. Porque escribir acerca de Cristo es santificación, repetir lo que dice Jesús es santificación, predicar a Jesús es santificación, instruir a los hermanos es santificación. Grande será tu recompensa por esta obra de caridad.
Jesús ha dejado Rama y ya está a la vista de Jerusalén.
Mientras anda -como el año pasado -va cantando los salmos prescritos. Muchos, en la vía llena de gente, se vuelven para mirar al grupo apostólico que pasa. Quién saluda con reverencia; quién se limita a echar una ojeada curiosa (éstas son por lo general las mujeres), sonriendo respetuosamente; quién se limita a observar; quién dibuja en sus labios una sonrisita irónica y desdeñosa; quién, en fin, pasa altivo y con evidente malevolencia. Jesús va tranquilo, vestido con una túnica limpia y buena. También Él, como todos, se ha cambiado, para entrar con orden y, diría, con elegancia, en la ciudad santa.
Y también Margziam este año está a la altura de las circunstancias con su ropa nueva. Camina al lado de Jesús, cantando a pleno pulmón, con esa voz suya que la verdad es que es un poquillo áspera porque no es todavía viril. Pero su tono imperfecto se pierde en el coro, lleno, de las voces de sus compañeros, emergiendo sólo, límpido como tintín de plata, en los agudos que emite todavía con voz blanca y segura. Está feliz Margziam...
En un intervalo de los cantos -ya a la vista de la Puerta de Damasco, porque entran por allí para ir inmediatamente al Templo -, mientras esperan a que pase una pomposa caravana que ocupa toda la vía y crea obstrucciones (de forma que los prudentes se detienen en los márgenes), Margziam pregunta:
-Señor mío, ¿no vas a decir otra parábola bonita para tu hijo lejano? Querría unirla a los otros escritos que tengo; porque está claro que en Betania vamos a encontrar a sus enviados y sus noticias. Y me consume el deseo de darle una alegría, según le prometí y su corazón y el mío queremos...
-Sí, hijo mío. Te daré la parábola.
-Pero una que lo consuele, que le diga que sigue siendo tu amado...
-Así lo diré. Y será para mí alegría porque será decir una verdad.
-¿Cuándo la vas a decir, Señor?
-Inmediatamente. Vamos a ir enseguida al Templo, como es deber, y allí hablaré antes de que se me impida hacerlo.
-¿Y vas a hablar para él?
-Sí, hijo mío.
-¡Gracias, Señor! Debe ser muy doloroso el estar separado así... -dice Margziam, que tiene casi un brillo de llanto en sus ojos negros. Jesús le pone la mano encima del pelo y se vuelve para indicar a los doce que se acerquen y así reemprender la marcha. Y es que los doce se habían detenido a oír lo que decían algunos, no sé si creyentes en el Maestro o deseosos de conocerlo, que a su vez se habían parado por la misma causa que había detenido a Jesús y a los suyos.
-Ya vamos, Maestro. Estábamos escuchando a éstos. Algunos de ellos son prosélitos que vienen de lejos y preguntaban que dónde podrían acercarse a conocerte -dice Pedro yendo.
-¿Por qué motivo lo desean?
Y Pedro, ya al lado de Jesús -que está reanudando la marcha -dice:
-Porque quieren oír tu palabra, y para ser curados de algunas enfermedades. ¿Ves ese carro cubierto, después de ellos? Dentro hay prosélitos de la Diáspora que han venido por mar o con un largo viaje, movidos a realizarlo además de por el respeto a la Ley por la fe en ti. Los hay de Éfeso, Perge e Iconio, y hay uno, pobre, de Filadelfia, al que han acogido en el carro por piedad los otros, que son mercantes ricos por lo general, pensando propiciarse al Señor.
-Margziam, ve a decirles que me sigan al Templo. Tendrán lo uno y lo otro: salud del alma, con la palabra, y salud para los cuerpos si saben tener fe.
El jovencito va ligero. Pero de los doce se eleva un coro de desaprobación por "la imprudencia" de Jesús, que quiere mostrarse públicamente en el Templo...
-Vamos a propósito, para que vean que no tengo miedo. Para que vean que ninguna amenaza me puede hacer desobedecer al precepto. ¿Pero es que no habéis entendido todavía su juego? Todas estas amenazas, todos estos consejos, amigables sólo en apariencia, tienen la pretensión de hacerme pecar, para poder disponer de un elemento verdadero de acusación. No seáis cobardes. Tened fe. No es mi hora.
-¿Pero por qué no vas antes a tranquilizar a tu Madre? Te espera... -dice Judas Iscariote.
-No. Primero voy al Templo, que, hasta el momento señalado por el Eterno para la nueva época, es la Casa de Dios. Mi Madre, esperándome, sufrirá menos de lo que sufriría sabiendo que estoy predicando en el Templo. De esta forma, honraré al Padre y a la Madre, dándole al Primero la primicia de mis horas pascuales, y a la segunda la tranquilidad. Vamos. No temáis. Por lo demás, quien tenga miedo que vaya al Getsemaní, a incubar su miedo entre las mujeres.
Los apóstoles, con la pulla de esta última observación, no hablan más. Se ponen de nuevo en fila, de tres en tres. Sólo en la fila donde está Jesús, la primera, son cuatro, hasta que llega Margziam y la hace de cinco (tanto que Judas Tadeo y el Zelote se ponen detrás de Jesús, dejándolo así en el centro entre Pedro y Margziam).
En la Puerta de Damasco ven a Manahén.
-Señor, he pensado que era mejor que me vieran, para disolver toda posible duda sobre la situación. Te aseguro que, aparte de la malevolencia de los fariseos y escribas, no hay nada que sea peligroso para ti. Puedes ir seguro.
-Lo sabía, Manahén. De todas formas, te lo agradezco. Ven conmigo al Templo, si no te es molestia...
-¿Molestia? ¡Por ti desafiaría al mundo entero! ¡Afrontaría cualquier fatiga!
Judas Iscariote barbota algunas palabras. Manahén se vuelve ofendido. Dice con voz segura:
-No, hombre. No son "palabras". Le ruego al Maestro que compruebe mi sinceridad.
-No hace falta, Manahén. Vamos.
Siguen adelante entre el atasco de gente. Llegados a una casa amiga, se liberan de los talegos; Santiago, Juan y Andrés los depositan por todos en un atrio largo y oscuro, y luego dan alcance a sus compañeros.
Entran en el recinto del Templo pasando cerca de la Antonia. Los soldados romanos miran, pero no se mueven. Se susurran algunas cosas. Jesús los observa, para ver si hay alguno que conozca. Pero no ve ni a Quintiliano ni al mílite Alejandro.
Ya están en el Templo, en medio del hormigueo de gente, poco sagrado, de los primeros patios, donde hay mercaderes y cambistas. Jesús mira y vibra. Se pone pálido. Su andadura severa es tan solemne, que parece aumentar más todavía de estatura.
Judas Iscariote lo tienta:
-¿Por qué no repites aquel gesto santo? Ya ves... lo han olvidado... De nuevo la profanación ha entrado en la Casa de Dios. ¿No te duele? ¿No te lanzas a defender?
Este rostro moreno y bello, pero irónico y falso (a pesar de todas las artes de Judas para que no aparezca así), toma un aspecto incluso zorruno mientras, un poco agachado, como por reverencial respeto, dice estas palabras a Jesús, escrutándolo de abajo arriba.
-No es la hora. Pero todo eso será purificado. ¡Y para siempre!.. -dice secamente Jesús.
Judas sonríe ligeramente y comenta:
-¡El "para siempre" de los hombres! ¡Ya ves, Maestro, que es muy precario!...
Jesús no le responde, pues trata de saludar desde lejos a José de Arimatea, que pasa seguido por otras personas, envuelto en sus vistosos indumentos.
Recitan las oraciones rituales y luego regresan al Patio de los Gentiles, bajo cuyos pórticos se agolpa la gente.
Los prosélitos a los que habían encontrado viniendo al Templo han seguido todo este tiempo a Jesús. Han traído con ellos a sus enfermos y ahora los están colocando a la sombra, debajo de los pórticos, cerca del Maestro.
Sus mujeres, que los han esperado aquí, se acercan muy despacio. Todas veladas. Pero una está ya sentada, quizás por estar enferma, y las compañeras la llevan al lado de los otros enfermos. Más gente se agolpa alrededor de Jesús. Veo estupor y desorientación en los grupos rabínicos y sacerdotales por la abierta venida y la abierta predicación de Jesús.
-¡La paz sea con todos vosotros que escucháis!
La Pascua Santa trae de nuevo a los hijos fieles a la Casa del Padre. Parece, esta Pascua bendita nuestra, una madre que piensa solícita en el bien de sus hijos, que los llama con fuerte voz para que vengan de todas partes, aplazando todas las ocupaciones por una más importante, la única que es verdaderamente grande y útil: honrar al Señor y Padre.
En esto se comprende que somos hermanos; de esto, con testimonio delicado, surge el orden y el compromiso de amar al prójimo como a uno mismo. ¿No nos hemos visto nunca? ¿No sabíamos los unos de los otros? Así es. Pero, si estamos aquí, porque somos hijos de un único Padre que quiere congregarnos en su Casa para el banquete pascual, entonces, aunque no sea con los sentidos materiales, sí ciertamente con la parte superior, sentimos que somos iguales, hermanos, provenientes de Uno solo, y nos amamos, por tanto, como si hubiéramos crecido juntos. Y esta unión de amor nuestra es anticipación de la otra, más perfecta, de que gozaremos en el Reino de los Cielos, bajo la mirada de Dios, abrazados todos por su Amor: Yo, Hijo de Dios y del hombre, con vosotros, hombres hijos de Dios; Yo, Primogénito, con vosotros, hermanos amados sobre toda humana medida, hasta hacerme Cordero por los pecados de los hombres.
Recordemos también, nosotros que gozamos en el momento presente de nuestra fraterna unión en la Casa del Padre, a los que están lejos y también son hermanos nuestros en el Señor y en el origen. Tengámoslos en nuestro corazón. Llevemos en nuestro corazón ante el altar santo a los ausentes. Oremos por ellos, recogiendo con el espíritu sus lejanas voces, sus añoranzas de estar aquí, sus anhelos. Y, de la misma forma que recogemos estos conscientes anhelos de los israelitas lejanos, recojamos también los de las almas que pertenecen a hombres que no saben siquiera que tienen un alma y que son hijos de Uno solo.
Todas las almas del mundo gritan en las prisiones de los cuerpos hacia el Altísimo. Alzan, en oscura cárcel, su gemido hacia la Luz. Nosotros, que estamos en la luz de la fe verdadera, tengamos misericordia de ellos. Oremos así:
Padre nuestro que estás en los Cielos, sea santificado por toda la humanidad tu Nombre. Conocer tu Nombre es encaminarse hacia la santidad. Haz, Padre santo, que los gentiles y paganos conozcan tu existencia, y que vengan a Dios, a ti, Padre, guiados por la Estrella de Jacob, por la Estrella de la Mañana, por el Rey y Redentor de la estirpe de David, por tu Ungido, ya ofrecido y consagrado para ser Víctima por los pecados del mundo; que vengan como los tres sabios de entonces, de un tiempo ya lejano pero no inoperante, porque nada de lo que tiene algo que ver con la venida de la Redención al mundo es inoperante.
Venga tu Reino a todos los lugares de la tierra: donde se te conoce y ama, y donde aún no se te conoce; y, sobre todo, a los que son triplemente pecadores, los cuales, aun conociéndote, no te aman en tus obras y manifestaciones de luz, y tratan de rechazar y apagar la Luz que ha venido al mundo, porque son almas de tinieblas, que prefieren las obras de tinieblas, y no saben que querer apagar la Luz del mundo es ofenderte a ti mismo, porque Tú eres Luz santísima y Padre de todas las luces, comenzando por la que se ha hecho Carne y Palabra para traer tu luz a todos los corazones de buena voluntad.
Padre santísimo, que todos los corazones de este mundo hagan tu voluntad, es decir, que se salven todos los corazones y no quede para ninguno sin fruto el sacrificio de la Gran Víctima; porque ésta es tu voluntad: que el hombre se salve y goce de ti, Padre santo, después del perdón que está para ser otorgado.
Danos tu ayuda, Señor: todas tus ayudas. Ayuda a todos los que esperan, a los que no saben esperar, a los pecadores con el arrepentimiento que salva, a los paganos con la herida de tu llamada que estremece; ayuda a los infelices, a los reclusos, a los desterrados, a los enfermos en el cuerpo o en el espíritu, a todos, Tú que eres el Todo; porque el tiempo de la Misericordia ha llegado.
Perdona, Padre bueno, los pecados de tus hijos. Los de tu pueblo, que son los más graves, los de los culpables de querer estar en el error, mientras que tu amor de predilección ha dado la Luz precisamente a este pueblo.
Perdona a los que están afeados por un paganismo corrompido que enseña el vicio, y se hunden en la idolatría de este paganismo pesado y mefítico, mientras que entre ellos hay almas preciadas y que Tú amas porque las has creado. Nosotros perdonamos, Yo el primero, para que Tú puedas perdonar. E invocamos tu protección sobre la debilidad de las criaturas para que libres del Principio del Mal, del cual vienen todos los delitos, idolatrías, culpas, tentaciones y errores, a tus criaturas. Líbralas, Señor, del Príncipe horrendo, para que puedan acercarse a la Luz eterna.
La gente ha seguido atenta esta solemne oración. Se han
acercado rabíes famosos, entre los cuales, sujetándose pensativo el barbado mentón, está Gamaliel... Y se ha acercado también un grupo de mujeres, enteramente envueltas en mantos, con una especie de capucha que oculta sus rostros. Y los rabíes se han acercado con desprecio...
Y también han venido, reclamados por la noticia de que había llegado el Maestro, muchos discípulos fieles, entre los cuales están Hermas, Esteban y el sacerdote Juan. Y también Nicodemo y José, inseparables, y otros amigos suyos que creo haber visto ya.
Durante la pausa que sigue a la oración del Señor, recogido ahora dentro de sí, solemnemente austero, se oye a José de Arimatea decir:
-¿Y entonces, Gamaliel? ¿No te parece todavía palabra del Señor?
-José, se me dijo: "Estas piedras se estremecerán con el sonido de mis palabras" -responde Gamaliel.
Esteban, impetuosamente, grita:
-¡Cumple el prodigio, Señor! ¡Da la orden, y se desarticularán! ¡Gran don sería que se derrumbase el edificio, pero se elevaran en los corazones las murallas de tu Fe! ¡Házselo a mi maestro!
-¡Blasfemo! -grita un grupo rabioso de rabíes con sus alumnos.
-No -grita a su vez Gamaliel -Mi discípulo habla con palabra inspirada. Pero nosotros no somos capaces de aceptarla porque el Ángel de Dios todavía no nos ha purificado del pasado con el tizón tomado del Altar de Dios... Y, quizás, ni aunque el grito de su voz -y señala a Jesús -desencajara los quicios de estas puertas, sabríamos creer...
Se recoge un extremo del amplio manto blanquísimo y con él se cubre la cabeza, ocultándose casi el rostro; luego se marcha. Jesús lo mira mientras se va... Luego continúa hablando. Ahora responde a algunos que murmuran entre sí, que se muestran escandalizados y que hacen más visible su escándalo descargándolo sobre Judas de Keriot, con una rociada de protestas que el apóstol encaja sin reaccionar, encogiéndose de hombros y poniendo una cara que de satisfecha no tiene nada.
Jesús dice:
-En verdad, en verdad os digo que los que parecen ilegítimos son hijos verdaderos, y que los que son hijos verdaderos se hacen ilegítimos. Escuchad todos una parábola.
Hubo una vez un hombre que, debido a algunas ocupaciones, tuvo que ausentarse durante largo tiempo de casa, dejando en ella a algunos hijos que todavía eran poco más que unos niños. Desde el lugar en que se hallaba, escribía cartas a sus hijos mayores para mantener siempre en ellos el respeto hacia el padre lejano y para recordarles sus enseñanzas.
El último, nacido después de su partida, se estaba criando todavía con una mujer que vivía lejos de allí, de la región de la esposa, que no era de su raza. Y la esposa murió, siendo pequeño y viviendo lejos de casa todavía este hijo. Los hermanos dijeron: "Dejémoslo allí, donde está, con los parientes de nuestra madre. Quizás nuestro padre se olvida de él. Saldremos ganando porque tendremos que repartir con uno menos, cuando nuestro padre muera". Y así lo hicieron. De esta forma, el niño lejano creció con los parientes maternos, ignorando las enseñanzas de su padre, ignorando que tenía un padre y unos hermanos, o, peor, conociendo la amargura de esta reflexión: "Todos ellos me han desechado como si fuera ilegítimo", y tanto se sentía repudiado por su padre, que llegó incluso a creer que ello fuera verdad.
Siendo ya un hombre y habiéndose puesto a trabajar -porque, agriado como estaba por los pensamientos mencionados, aborrecía también a la familia de su madre, a quien consideraba culpable de adulterio -, quiso el azar que este joven fuera a la ciudad donde estaba su padre. Y entró en contacto con él, aunque no sabía quién era, y tuvo la ocasión de oírlo hablar. El hombre era un sabio.
No teniendo la satisfacción de los hijos, que estaban lejos -a esas alturas ya vivían por su cuenta y mantenían con su padre lejano sólo unas relaciones convencionales... bueno, para recordarle que eran "sus" hijos y que, como consecuencia, se acordara de ellos en el testamento -, se ocupaba mucho en dar rectos consejos a los jóvenes a quienes tenía ocasión de conocer en esa tierra en que estaba. El joven se sintió atraído por esa rectitud, que era paterna hacia muchos jóvenes; no sólo se acercó a él, sino que atesoró todas sus palabras, y vino a hacer bueno su agriado ánimo. El hombre enfermó. Tuvo que decidir regresar a su patria.
El joven le dijo: "Señor, eres la única persona que me ha hablado con justicia y me ha elevado el corazón. Deja que te siga como siervo. No quiero volver a caer en el mal de antes". "Ven conmigo. Ocuparás el puesto de un hijo del que no he podido volver a tener noticias". Y regresaron juntos a la casa paterna.
Ni el padre ni los hermanos ni el propio joven intuyeron que el Señor hubiera congregado de nuevo a los de una única sangre bajo un único techo.
Mas el padre hubo de llorar mucho por sus hijos conocidos, porque los encontró olvidados de sus enseñanzas, codiciosos, duros de corazón, con muchas idolatrías en sus corazones en vez de creyentes en Dios: la soberbia, la avaricia y la lujuria eran sus dioses, y no querían oír hablar de nada que no fuera ganancia humana. El extranjero, sin embargo, cada vez se acercaba más a Dios; se hacía cada vez más justo, bueno, amoroso, obediente. Los hermanos lo odiaban porque el padre quería a ese extranjero. Él perdonaba y amaba porque había comprendido que en el amor estaba la paz.
El padre, un día, disgustado con la conducta de sus hijos, dijo: "Vosotros os habéis desinteresado de los parientes de vuestra madre, y hasta de vuestro hermano. Me recordáis la conducta de los hijos de Jacob hacia su hermano José. Quiero ir a esas tierras para tener noticias de él. Quizás lo encuentro para consuelo mío". Y se despidió, tanto de los hijos conocidos como del joven desconocido, dando a este último una reserva de dinero para que pudiera volver al lugar de donde había venido y montar allí un pequeño comercio.
Llegado a la región de su difunta esposa, los familiares de ella le contaron que el hijo abandonado había pasado a llamarse Manasés, de Moisés que se llamaba, porque realmente con su nacimiento había hecho olvidar al padre que era justo, pues lo había abandonado.
"¡No me ofendáis! Me habían referido que se había perdido el rastro del niño. Y no esperaba siquiera encontrar aquí a ninguno de vosotros. Pero habladme de él. ¿Cómo es? ¿Ha crecido robusto? ¿Se parece a mi amada esposa que se consumió dándomelo? ¿Es bueno? ¿Me ama?".
"Robusto, es robusto, y guapo como su madre, aparte de tener los ojos de un color negro intenso. De su madre tiene hasta la mancha de forma de algarroba en la cadera, y de ti ese estorbo ligero de la pronunciación. Cuando se hizo hombre, se marchó, agriado por su sino, con dudas sobre la honestidad de su madre, y sintiendo rencor hacia ti. Habría sido bueno, si no hubiera tenido este rencor en el alma. Se marchó más allá de los montes y de los ríos. Llegó a Trapecius para..."
"¿Decís Trapecius? ¿En Sinopio? Seguid, seguid, que yo estaba allí, y vi a un joven con este ligero estorbo en la pronunciación, solo y triste, y muy bueno por debajo de su costra de dureza. ¿Es él? ¡Hablad!".
«Quizás es. Búscalo. En la cadera derecha tiene la algarroba saliente y oscura como la tenía tu mujer".
El hombre se marchó a toda velocidad, con la esperanza de encontrar todavía al extranjero en su casa. Había partido ya para regresar a la colonia de Sinopio. El hombre fue detrás... Lo encontró. Le hizo acercarse para descubrirle la cadera. Lo reconoció. Cayó de rodillas alabando a Dios por haberle devuelto el hijo, y más bueno que los otros, que cada vez se hacían más animales, mientras que éste, en estos meses que habían pasado, se había hecho cada vez más santo. Y dijo al hijo bueno: "Recibirás la parte de tus hermanos, porque, sin ser amado por nadie, te has hecho más justo que todos los demás".
¿No era, acaso, justicia? Lo era. En verdad os digo que son verdaderos hijos del Bien aquellos que, rechazados por el mundo y despreciados, odiados, vilipendiados, abandonados como ilegítimos, considerados oprobio y muerte, saben superar a los hijos crecidos en la casa pero rebeldes a las leyes de ésta. No es el hecho de ser de Israel lo que da derecho al Cielo; ni asegura el destino el ser fariseos, escribas o doctores. La cosa es tener buena voluntad y acercarse generosamente a la Doctrina de amor, hacerse nuevos en ella, hacerse por ella hijos de Dios en espíritu y verdad.
Sabed todos los que me escucháis que muchos, que se creen seguros en Israel, serán sustituidos por los que para ellos son publicanos, meretrices, gentiles, paganos y galeotes. El Reino de los Cielos es de quien sabe renovarse acogiendo la Verdad y el Amor.
Jesús se vuelve hacia el grupo de los enfermos prosélitos.
-¿Sabéis creer en cuanto he dicho? -pregunta con voz fuerte.
-¡Sí! ¡Señor! -responden en coro.
-¿Queréis acoger la Verdad y el Amor?
-¡Sí! ¡Señor!
-¿Os quedaríais satisfechos aunque no os diera más que Verdad y Amor?
-Señor, Tú sabes qué es lo que necesitamos más. Danos, sobre todo, tu paz y la vida eterna.
-¡Levantaos e id a alabar al Señor! Estáis curados en el Nombre santo de Dios. Y, rápido, se dirige hacia la primera puerta que encuentra, y se mezcla con la muchedumbre que satura Jerusalén, antes de que la emoción y el estupor que hay en el Patio de los Paganos puedan transformarse en aclamadora búsqueda de Él...
Los apóstoles, desorientados, lo pierden de vista. Sólo Margziam, que no ha dejado nunca de tenerle cogido un extremo del manto, corre a su lado, feliz, y dice:
-¡Gracias, gracias, gracias, Maestro! ¡Por Juan, gracias! He escrito todo mientras hablabas. Sólo me queda añadir el milagro. ¡Qué bonito! ¡Justo para él! ¡Se pondrá muy contento!...
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