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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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357- Juan y las culpas de Judas Iscariote.
Los fariseos y la cuestión del divorcio
Las magníficas estrellas de una serena noche de marzo resplandecen en el cielo de Oriente; tan amplias y vivaces, que parece que el firmamento haya descendido, como un baldaquino, hacia la terraza de la casa que ha acogido a Jesús: una casa muy alta, y edificada en uno de los puntos más altos de la ciudad; de modo que el horizonte infinito se abre delante, y alrededor, de quien mira, desde cualquier ángulo.
Y, si la tierra -no alegrada todavía por la Luna, que está en su fase menguante -se anula en la oscuridad de la noche, el cielo resplandece con un sinfín de luces. Es verdaderamente la revancha del firmamento, que expone victoriosamente sus pensiles de astros, sus praderas de Galatea, sus gigantes planetarios, sus bosques de constelaciones contra la efímera vegetación de la tierra, que, aunque sea secular, es, en todo caso, de una hora respecto a éstas, que existen desde cuando el Creador hizo el firmamento.
Y, perdiéndose mirando arriba, paseando la mirada por esas esplendorosas avenidas, en que las estrellas son los árboles, uno tiene la impresión de percibir las voces, los cantos de aquellas florestas de esplendores, de ese enorme órgano de la más sublime de las catedrales, en que gustosamente imagino que hacen de fuelles y registros los vientos de las carreras astrales, y de voces las estrellas lanzadas en sus trayectorias.
Y parece percibirse mucho más, dado que el silencio nocturno de esta Gadara durmiente es absoluto. No canta una fuente, no canta un pájaro. El mundo duerme, duermen las criaturas. Duermen los hombres -menos inocentes que las otras criaturas -sus sueños, más o menos tranquilos, en las casas oscuras.
Pero, por la puerta de la habitación que da a la terraza inferior -porque hay otra, superior, que está encima de la habitación más alta -se muestra una sombra alta, apenas visible en la noche, por la blancura del rostro y de las manos que contrastan con el indumento oscuro; le sigue otra más baja. Caminan de puntillas para no despertar a los que quizás duermen en la habitación de abajo, y de puntillas suben la escalera externa que conduce a la última terraza. Luego se toman de la mano y van, así, a sentarse en un banco que está adosado a todo lo largo del antepecho, muy alto, que circunda la terraza.
El banco bajo y el antepecho alto hacen que todas las cosas desaparezcan ante sus ojos. Aunque hubiera en el cielo la más clara Luna, que bajara a iluminar el mundo, para ellos no sería nada; porque la ciudad está escondida toda, y con ella las sombras más oscuras, en la oscuridad de la noche, de los montes cercanos. Solamente se les muestra el cielo con sus constelaciones de primavera y las magníficas estrellas de Orión (Rigel y Betelgeuse), Aldebarán, Perseo, y Andrómeda y Casiopea, y las Pléyades unidas como hermanas. Y Venus (zafíreo y diamantino), Marte (de pálido rubí) y el topacio de Júpiter son los reyes del pueblo astral, y titilan, titilan como saludando al Señor, acelerando sus latidos de luz para la Luz del mundo.
Jesús levanta la cabeza, apoyándola contra el alto pretil, para mirarlas; Juan hace lo mismo, perdiéndose mirando arriba, donde se puede ignorar el mundo... Luego Jesús dice:
-Y ahora que nos hemos limpiado en las estrellas, vamos a orar.
Se pone en pie. Juan también. Una larga oración, silenciosa, apremiante, toda alma, con los brazos abiertos en cruz, la cara alzada vuelta hacia oriente, donde se preludia un primer claror de luna. Y luego el Pater dicho en común, lentamente, no una vez sino tres, y -lo manifiesta claramente la voz -con un progresivo aumento de insistencia en la súplica; una súplica que es tan ardiente, que separa de la carne el alma y deja a ésta por los caminos del infinito.
Luego silencio. Se sientan donde estaban antes, mientras la Luna blanquece cada vez más la tierra durmiente.
Jesús pasa un brazo por los hombros de Juan, lo arrima hacia sí, y dice:
-Dime, pues, lo que sientes que tienes que decirme. ¿Qué cosas son las que mi Juan ha intuido, con ayuda de la luz espiritual, en el alma tenebrosa del compañero?
-Maestro... estoy arrepentido de haberte dicho eso. Cometeré dos pecados...
-¿Por qué?
-Porque te voy a causar dolor manifestándote incluso lo que no sabes, y... porque... Maestro, ¿es pecado manifestar el mal que vemos en otro? Sí, ¿no es verdad? ¿Y entonces cómo puedo decir esto si lesiono la caridad!...
Juan está angustiado.
Jesús da luz a su alma:
-Escucha, Juan. ¿Para ti es más el Maestro o el condiscípulo?
-El Maestro, Señor. Tú estás por encima de todos.
-¿Y qué soy Yo para ti?
-El Principio y el Fin. Eres el Todo.
-¿Crees que Yo, siendo Todo, conozco también todo lo que existe?
-Sí, Señor. Por esto siento una gran contrariedad dentro de mí. Porque pienso que sabes y sufres. Y porque recuerdo que un día me dijiste que en ocasiones Tú eres el Hombre, sólo el Hombre, y por tanto el Padre te hace conocer lo que es ser hombre que debe conducirse según razón. Y pienso también que Dios, por compasión hacia ti, podría ocultarte estas feas verdades...
-Atente a este pensamiento, Juan. Y habla. Con confidencia. Confiar lo que sabes a quien para ti es "Todo" no es pecado. Porque el "Todo" no se escandaliza, ni murmura, ni faltará a la caridad, ni siquiera con el pensamiento, hacia el desdichado. Sería pecado si dijeras lo que sabes a quien no puede ser todo amor, a tus compañeros por ejemplo, que murmurarían, e incluso agredirían sin misericordia al culpable, dañándolo a él y a sí mismos.
Porque hay que tener misericordia, una misericordia que ha de ser mucho mayor en la medida en que tengamos ante nosotros a una pobre alma enferma de todas las enfermedades: un médico, un enfermero compasivo, o una madre, si es poco el mal que sufre un enfermo, se impresionan poco, y poco luchan por curarle; pero si el hijo, o el hombre, está muy enfermo, en peligro de muerte, ya gangrenoso y paralizado, ¡cómo luchan, venciendo repugnancias y fatigas, para curarlo! ¿No es así?
-Así es, Maestro -dice Juan, que ahora está en esa postura suya del brazo en torno al cuello del Maestro y la cabeza apoyada en su hombro.
-Pues bien, no todos saben tener misericordia con las almas enfermas. Por eso hay que ser prudentes en dar a conocer sus males, para que el mundo no las rehúya y no las dañe con el desprecio. Un enfermo que se ve menospreciado se entristece, y empeora.
Si, por el contrario, le asisten con alegre esperanza, puede sanar, porque la alegría esperanzada del que le asiste entra en él y ayuda a la acción de la medicina.
Pero tú sabes que Yo soy la Misericordia y que no humillaré a Judas. Habla, pues, sin escrúpulos. No eres un espía. Eres un hijo que confía a su padre, con amorosa solicitud, el mal que ha descubierto en su hermano, para que el padre le asista. ¡Animo, pues...!
Juan emite un fuerte suspiro, luego inclina aún más la cabeza, dejándola caer hasta el pecho de Jesús, y dice:
-¡Cuán penoso es hablar de cosas corrompidas!... Señor...
Judas es un impuro... y me tienta a la impureza. No me importan sus escarnios hacia mí, lo que me duele es que se acerque a ti manchado de sus amores. Desde que ha vuelto me ha tentado varias veces. Cuando las circunstancias nos dejan solos -cosa que él provoca en todos los modos -no hace otra cosa que hablar de mujeres... y yo siento la repulsa que sentiría si me sumergieran en materias fétidas que trataran de introducirme en la boca...
-¿Pero en lo profundo te sientes turbado?
-¿En qué sentido turbado? Mi alma se estremece. La razón grita contra estas tentaciones... No quiero ser corrompido...
-¿Y tu carne qué hace?
-Se retrae horrorizada.
-¿Solamente esto?
-Esto, Maestro, y lloro entonces, porque me parece que Judas no podría ofender más a quien se ha consagrado a Dios. Dime: ¿esto va a lesionar mi ofrenda?
-No. No más que un puñado de barro arrojado a una lámina de diamante. No raya la lámina, no penetra en ella. Para limpiarla basta echar encima una copa de agua. Y queda más bonita que antes.
-Límpiame entonces.
-Tu caridad te limpia, y tu ángel. Nada queda en ti. Eres un altar limpio y Dios baja a él. ¿Qué más hace Judas?
-Señor, él... ¡Oh, Señor! -la cabeza de Juan desciende más todavía.
-¿Qué?
-El... No es verdad que sea dinero suyo el que te da para los pobres; es el dinero de los pobres que roba para sí: para ser alabado por una generosidad no verdadera. Le enfureciste al quitarle todo el dinero al regreso del Tabor. Y a mí me dijo: "Hay soplones entre nosotros". Yo dije: "¿Soplones de qué? ¿Acaso robas?". "No" me respondió, "pero soy previsor y hago dos bolsas. Alguno se lo ha dicho al Maestro y El me ha impuesto que dé todo; tan enérgicamente lo ha impuesto, que me he visto constreñido a hacerlo". Pero no es verdad, Señor, que haga eso por previsión. Lo hace para tener dinero. Podría declararlo con la casi certeza de decir la verdad.
-¡Casi certeza! Esta duda sí que es leve culpa. No puedes acusarlo de ser ladrón si no estás absolutamente seguro de ello. Las acciones de los hombres a veces tienen apariencia mala y son buenas.
-Es verdad, Maestro. No lo volveré a acusar, ni siquiera con el pensamiento. De todas formas, eso de que tiene dos bolsas, y que la que dice que es suya y te da es tuya, y que lo hace buscando alabanza, eso es verdad. Y yo eso no lo haría. Siento que no está bien hacerlo.
-¡Tienes razón. ¿Qué más debes decir?
Juan alza una cara asustada, abre la boca para hablar, pero la cierra. Se desliza hasta caer de rodillas. Esconde la cara en la túnica de Jesús. Él le pone una mano sobre sus cabellos.
-¡Ánimo! Quizás has juzgado equivocadamente. Yo te ayudaré a juzgar bien. Me debes decir también lo que piensas acerca de las posibles causas de que Judas peque.
-Señor, Judas se siente sin la fuerza que querría para hacer milagros... Tú sabes que siempre lo ha deseado fogosamente... ¿Te acuerdas de Endor? Y, sin embargo, es el que hace menos milagros. Y... bueno... desde que ha regresado, ya no consigue nada... y por la noche se queja de ello incluso en sueños, como si fuera una pesadilla, y... ¡Maestro, Maestro mío!
-Venga. Habla. Todo.
-Impreca... y practica la magia. Esto no es una mentira ni una duda. Lo he visto. Me elige como compañero porque tengo un sueño profundo. Es más, lo tenía. Ahora, lo confieso, lo vigilo, y mi sueño es menos profundo porque en cuanto se mueve lo oigo... Quizás he hecho mal. Pero he fingido dormir para ver lo que hacía. Y dos veces le he visto y oído hacer cosas feas. No es que yo entienda de magia, pero eso es magia.
-¿Sólo?
-No y sí. En Tiberíades lo seguí. Fue a una casa. Después pregunté quién vivía allí. Uno que practica la necromancia con otros. Y, cuando Judas salió, casi de mañana, por las palabras que dijeron, comprendí que se conocen y que son muchos... y no todos extranjeros. Pide al demonio la fuerza que Tú no le das. Por esto sacrifico yo mi fuerza al Padre, para que se la pase a él, y él deje de ser pecador.
-Haría falta que le dieras tu alma. Pero eso no lo permitiríamos ni el Padre ni Yo...
Un largo silencio. Luego dice Jesús con voz cansada:
-Vamos. Juan. Vamos a bajar y a descansar en espera del alba.
-¡Estás más triste que antes, Señor! ¡No debía haber hablado!
-No. Yo ya lo sabía. Pero tú al menos estás más tranquilo... y eso es lo que importa...
-Señor, ¿debo evitarlo?
-No. No temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarles la gracia que Dios continuamente les otorga. Ven. Por la mañana voy a hablar.
Luego iremos a Pel.la. No podemos demorarnos, porque el río está crecido, por la fusión de las nieves y el agua de los días pasados. Pronto estará colmo, y mucho más teniendo en cuenta que la Luna aureolada predice lluvias abundantes...
Bajan y deja de vérselos en la habitación de debajo de la terraza.
Es por la mañana. Una mañana de Marzo. Por tanto, nubes y claros se alternan en el cielo. Pero las nubes sobrepujan a los claros y tratan de apoderarse del cielo. Un aire caliente, con rachas rítmicas, sopla y carga el ambiente enrareciéndolo con polvo venido probablemente de las zonas del altiplano.
-¡Si no cambia el viento, esto es agua! -sentencia Pedro al salir de la casa con los otros.
El último en salir es Jesús, que se despide de las dueñas de la casa. El dueño acompaña a Jesús. Se dirigen hacia una plaza.
Dados pocos pasos, los para un suboficial romano que está con otros soldados.
-¿Eres Tú Jesús de Nazaret?
-Lo soy.
-¿Qué haces?
-Hablo a las gentes.
-¿Dónde?
-En la plaza.
-¿Palabras sediciosas?
-No. Preceptos de virtud.
-¡Ojo! No mientas. Roma ya tiene suficientes falsos dioses.
-Ven tú también. Verás como no estoy mintiendo.
El hombre que ha alojado a Jesús siente el deber de intervenir:
-¿Pero desde cuándo tantas preguntas a un rabí?
-Denuncia de hombre sedicioso.
-¿Sedicioso? ¿Él? ¡Pero hombre, Mario Severo, eso es una ilusión! Éste es el hombre más manso de la Tierra. Te lo digo yo.
El suboficial se encoge de hombros y responde:
-Mejor para Él. Pero esta es la denuncia que ha recibido el centurión. Que vaya si quiere. Está avisado.
Se da la media vuelta y se marcha con los subalternos.
-¿Pero quién puede haber sido? ¡No lo entiendo! -dicen varios. Jesús responde: -Dejad de entender. No hace falta.
Vamos a la plaza mientras haya muchos. Luego nos marcharemos también de aquí.
Debe ser una plaza más bien comercial. No es un mercado pero poco le falta, porque está circundada de fondaques en los que hay depósitos de mercancías de todos los tipos. Y la gente se aglomera en ellos. Por tanto, hay mucha gente en la plaza, y alguno hace señas de que está Jesús, de forma que pronto un círculo de gente está alrededor del "Nazareno". Un círculo compuesto de personas de todo tipo, clase y nación. Quién por veneración, quién por curiosidad.
Jesús hace un gesto de querer hablar.
-¡Vamos a escucharlo! -dice un romano que sale de un almacén.
-¿No nos tocará oír alguna lamentación? -le responde un compañero suyo.
-No lo creas, Constancio. Es menos indigesto que uno de nuestros oradores de rigor.
-¡Paz a quien me escucha! Está escrito en el libro de Esdras, en la oración de Esdras: "¿Qué vamos a decir ahora, Dios nuestro, después de las cosas que han sucedido? ¿Qué, si hemos abandonado los preceptos que habías decretado por medio de tus siervos...?".
-¡Detente, Tú que hablas! ¡Nosotros proponemos el tema! -grita un puñado de fariseos que se abre paso entre la gente.
Casi al mismo tiempo, vuelve a aparecer la unidad armada y se detiene en el ángulo más cercano. Los fariseos están ya frente a Jesús.
-¿Eres Tú el Galileo? ¿Eres Jesús de Nazaret?
-¡Lo soy!
-¡Bendito sea Dios por haberte encontrado!
La verdad es que tienen unas caras de tanta mala uva, que no se ve que estén alegres por el encuentro...
El más viejo habla:
-Te seguimos desde hace muchos días, pero llegamos siempre cuando Tú ya te has marchado.
-¿Por qué me seguís?
-Porque eres el Maestro y deseamos ser adoctrinados sobre un punto oscuro de la Ley.
-No hay puntos oscuros en la Ley de Dios.
-En ella no. Pero... en fin... pero la Ley ha sufrido "superposiciones", como Tú dices... en fin... que han proyectado oscuridad.
-Penumbras, al máximo. Y basta volver el intelecto a Dios para eliminarlas.
-No todos lo saben hacer. Nosotros, por ejemplo, permanecemos en penumbra. Tú eres el Rabí, así que ayúdanos.
-¿Qué queréis saber?
íamos saber si le es lícito al hombre repudiar por un motivo cualquiera a su mujer. Es una cosa que sucede
frecuentemente y siempre, donde sucede esto, da mucho que hablar. Vienen a nosotros para saber si es lícito. Y nosotros, según el caso, respondemos.
-Aprobando lo sucedido en el noventa por ciento de los casos. Y el diez por ciento que queda desaprobado pertenece a la categoría de los pobres o de vuestros enemigos.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque sucede así en todas las cosas humanas. Y agrego a la categoría la tercera clase: la que - si fuera lícito el divorcio - más derecho tendría, por ser la de los verdaderos casos penosos: como una lepra incurable, o una cadena perpetua, o enfermedades innominables...
-¿Entonces para ti nunca es lícito?
-Ni para mí ni para el Altísimo ni para ninguno de corazón recto. ¿No habéis leído que el Creador, al comienzo de los días, creó al hombre y a la mujer? Y los creó varón y hembra; y no tenía necesidad de hacerlo, porque, si hubiera querido, habría podido, para el rey de la creación, hecho a su imagen y semejanza, crear otro modo de procreación, y hubiera sido igualmente bueno aun siendo distinto de todos los otros naturales.
Y dijo: “Así, por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne". Así pues, Dios los unió en una sola unidad. No son, por tanto, ya "dos" sino "una" sola carne. Lo que Dios ha unido, porque vio que "es buena cosa", no lo separe el hombre, pues si así sucediera sería una cosa ya no buena.
-¿Pero por qué, entonces, Moisés dijo: "Si el hombre ha tomado consigo una mujer, pero la mujer no ha hallado gracia ante sus ojos por algún defecto desagradable, él escribirá un libelo de repudio, se lo entregará en mano y la despedirá de su casa"?
-Lo dijo por la dureza de vuestro corazón. Para evitar, con una orden, desórdenes demasiado graves. Por esto os
permitió repudiar a vuestras mujeres. Pero desde el principio no fue así. Porque la mujer es más que el animal, el cual sigue el capricho del amo o de las libres circunstancias naturales, y va a este o a aquel macho, es carne sin alma que hace pareja para reproducirse. Vuestras mujeres tienen un alma como vosotros, y no es justo pisotearla despiadadamente. Porque, si bien la condena dice:
"Estarás sometida a la potestad de tu marido y él te dominará", ello debe acaecer según justicia y no con atropello lesivo de los derechos del alma libre y digna de respeto. Vosotros, con el repudio, que no os es lícito, ofendéis al alma de vuestra compañera, a la carne gemela que se ha unido a la vuestra, a ese todo que es la mujer con que os habéis casado exigiendo su honestidad, mientras que vosotros, ¡perjuros!, vais a ella deshonestos, minorados, a veces corrompidos, y seguís corrompidos, y
aprovecháis todas las ocasiones para herirla y dar mayor campo a la lujuria insaciable que hay en vosotros.
¡Prostituidores de vuestras esposas! Por ningún motivo podéis separaros de la mujer que está unida a vosotros según la Ley y la Bendición.
Sólo en el caso de que la gracia os toque, y comprendáis que la mujer no es una propiedad sino un alma, y que, por tanto, tiene iguales derechos que vosotros de ser reconocida parte del hombre y no su objeto de placer, y sólo en el caso de que vuestro corazón sea tan duro que no sepáis elevarla a esposa, después de haber gozado de ella como una prostituta, sólo en el caso de anular este escándalo de dos que conviven sin que Dios bendiga su unión, podéis despedirla.
Porque entonces vuestra unión no es tal, sino que es fornicación, y frecuentemente sin el honor de unos hijos, porque, o son eliminados forzando la naturaleza, o repudiados como una vergüenza. En ningún otro caso. En ningún otro. Porque si tenéis hijos ilegítimos de vuestra concubina, tenéis el deber de poner término al escándalo casándoos con ella, si sois libres.
No contemplo el caso del adulterio consumado contra la esposa ignara. Para ese caso, santas son las piedras de la lapidación y las llamas del Seol. Y para el que repudia a su esposa legítima, porque está saciado de ella, y toma a otra, hay sólo una sentencia: ése es adultero. Y es adúltero el que toma a la repudiada, porque, si el hombre se ha arrogado el derecho de separar lo que Dios ha unido, la unión matrimonial continúa ante los ojos de Dios, y maldito aquel que pasa a segunda esposa sin ser viudo.
Y maldito aquel que toma otra vez a su mujer primera después de haberla despedido por repudio y haberla abandonado a los miedos de la vida, siendo así que ella haya cedido a nuevo matrimonio para ganarse el pan, si queda viuda del segundo marido. Porque, aunque sea viuda, fue adúltera por culpa vuestra, y haríais doble su adulterio.
¿Habéis comprendido, fariseos que me tentáis?
Éstos se van humillados, sin responder.
-Es un hombre severo. Si fuera a Roma, vería que allí fermenta un fango aún más hediondo - dice un romano.
También algunos de Gadara se quejan:
-¡Dura cosa ser hombres, si hay que ser castos de esa forma!...
Y algunos, más fuerte:
-¡Si tal es la condición del hombre respecto a la mujer, es mejor no casarse!
Y también los apóstoles repiten este razonamiento mientras toman de nuevo el camino que conduce a los campos, tras haber dejado a los de Gadara. Lo dice Judas con sarcasmo.
Lo dice Santiago de Zebedeo con respeto y reflexión. Y Jesús responde al uno y al otro:
-No todos comprenden esto, ni lo comprenden bien. Algunos, efectivamente, prefieren el celibato para tener libertad de secundar sus vicios; otros para evitar la posibilidad de pecar siendo maridos no buenos. Sólo algunos - a los cuales les es concedido - comprenden la belleza de estar limpios de sensualidad e incluso de una honesta hambre de mujer. Y son los más santos, los más libres, los más angélicos sobre la faz de la tierra. Hablo de aquellos que se hacen eunucos por el Reino de Dios.
Hay hombres que nacen así. A otros los hacen eunucos. Los primeros son personas deformes que deben suscitar compasión; los segundos... son abusos que hay que reprimir.
Mas está esa tercera categoría de eunucos voluntarios, los cuales, sin usar violencia para consigo - por tanto con doble mérito -, saben adherirse a eso que Dios pide, y viven como ángeles para que el altar abandonado de la tierra tenga todavía flores e inciensos para el Señor.
Éstos no complacen a su parte inferior, para crecer en la parte superior, de forma que ésta florezca, en el Cielo, en los arriates más próximos al trono del Rey. Y en verdad os digo que no son personas mutiladas, sino seres dotados de aquello que a la mayor parte de los hombres les falta.
No son, pues, objeto de necio escarnio; antes al contrario, de gran veneración. Comprenda esto quien debe, y respete, si puede.
Los apóstoles casados musitan entre sí.
-¿Qué os pasa? - pregunta Jesús.
-¿Y nosotros? No sabíamos esto, y hemos tomado mujer. Pero nos gustaría ser como Tú dices... - dice por todos
Bartolomé.
-Y no os está prohibido hacerlo de ahora en adelante. Vivid en continencia, viendo en vuestra compañera a vuestra hermana, y tendréis gran mérito ante los ojos de Dios. Vamos a acelerar el paso. Para estar en Pel.la antes de la lluvia.
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