Thursday March 28,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

534- Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo para los gentiles


La sinagoga de los romanos está justo enfrente del Templo, cerca del Hípico. Un grupo de gente espera a Jesús, y, cuando lo señalan a la entrada de la calle, unas mujeres son las primeras que van a su encuentro. Jesús está con Pedro y Judas Tadeo.

-¡Hola, Maestro! Te agradezco que hayas aceptado mi petición. ¿Entras ahora en la ciudad?

-No. Estoy ya desde la hora primera. He estado en el Templo.

-¿En el Templo? ¿No te han injuriado?
-No. La hora era temprana e ignoraban mi venida.

-Te había llamado por este motivo... y también porque aquí hay gentiles que querrían oírte. Desde hace días van al Templo a esperarte. Pero se han burlado de ellos e incluso los han amenazado. Ayer estaba yo también y comprendí que se te espera para injuriarte. He mandado hombres a todas las puertas. Con el oro todo se obtiene...

-Te lo agradezco. Pero Yo, Rabí de Israel, no puedo no subir al Templo. ¿Estas mujeres quiénes son?

-Mi liberta Tusnilde. Dos veces bárbara, Señor. De los bosques de Teotuburgo. Botín de esas imprudentes avanzadas que tanta sangre han costado. Mi padre se la regaló a mi madre, y ella a mí, para mi boda. De sus dioses a los nuestros. De los nuestros a ti, porque ella hace lo que yo hago. Es muy buena. Las otras son las mujeres de los gentiles que te esperan. De todas las regiones. La mayor parte enfermas. Han venido con las naves de sus maridos.

-Vamos a entrar en la sinagoga...
El arquisinagogo, erguido en el umbral de la puerta, se inclina y se presenta: -Matatías Sículo, Maestro. Alabado y bendito seas.
-Paz a ti.

-Entra. Cierro la puerta para estar tranquilos. Es tanto el odio, que los ladrillos son ojos y las piedras oídos para observarte y denunciarte, Maestro. Quizás son mejores estos que, con tal de que no se toquen sus intereses, no se meten con nosotros -dice el anciano arquisinagogo, mientras va andando al lado de Jesús para llevarlo, pasado un pequeño patio, a una amplia estancia, que es la sinagoga.

-Curemos primero a los enfermos, Matatías. Su fe merece premio -dice Jesús. Y pasa de una a otra mujer imponiendo las manos. Algunas están sanas, pero el enfermo es el hijito que tienen en brazos, y Jesús lo cura.
Una es una niña paralizada completamente; una vez curada, grita:

-¡Sitaré te besa las manos, Señor!
Jesús, que ya había pasado adelante, se vuelve sonriendo y pregunta:

-¿Eres sira?
La madre explica:

-Fenicia, Señor. De allende Sidón. Estamos en las orillas del Tamiri. Y tengo otros diez hijos y otras dos hijas, una de nombre Sira y la otra Tamira. Y Sira es viuda, a pesar de ser poco más que una niña. Así que, siendo ya libre, se ha establecido en casa de su hermano, aquí en la ciudad, y es seguidora tuya. Ella nos dijo que Tú lo podías todo».

-¿No está aquí contigo?
-Sí, Señor. Está ahí, detrás de esas mujeres.
-Acércate -manda Jesús.

La mujer, temerosa, avanza entre el grupo de mujeres.
-No tienes que tener miedo de mí si me amas -la conforta Jesús.  

-Te amo. Por eso he dejado Alejandrocenas. Porque pensaba que te podría oír otras veces y... que aprendería a aceptar mi dolor...
Llora.

-¿Cuándo te has quedado viuda?
-Al final de vuestro Adar... Si hubieras estado, Zeno no habría muerto. Él lo decía... porque te había oído hablar y creía en ti.

-Entonces no está muerto, mujer. Porque quien cree en mí vive. La verdadera vida no es este día en que vive la carne. La vida es aquella que se obtiene creyendo y yendo en pos de quien es Camino, Verdad y Vida, y obrando según su palabra.

Aunque este creer y seguir fuera durante poco tiempo, y obrar por poco tiempo, un tiempo pronto truncado por la muerte del cuerpo, aunque fuera un solo día, una sola hora, en verdad te digo que esa criatura no conocerá ya la muerte. Porque el Padre mío y de todos los hombres no calculará el tiempo transcurrido en mi Ley y Fe, sino la voluntad del hombre de vivir hasta la muerte en esa Ley y Fe.

Yo prometo la Vida eterna y quien cree en mí y obra según lo que digo, amando al Salvador, propagando este amor, practicando mis enseñanzas durante el tiempo que se le conceda. Los obreros de mi viña son todos aquellos que vienen y dicen:

"Señor, recíbenos entre tus obreros", y en esa voluntad permanecen hasta que el Padre mío juzga terminada su jornada. En verdad, en verdad os digo que habrá obreros que habrán trabajado una sola hora, su última hora, y que tendrán más inmediato el premio que aquellos que hayan trabajado desde la primera hora pero siempre con tibieza, movidos al trabajo únicamente por la idea de no merecer el infierno, o sea, movidos por el miedo al castigo.

No es éste el modo de trabajar que mi Padre premia con una gloria inmediata. Es más, a estos calculadores egoístas -que sienten el apremio de hacer el bien, el bien estrictamente necesario, por no atraerse una pena eterna-el Juez eterno les dará una larga expiación. Deberán aprender, a expensas de sí mismos, con una larga expiación, a darse un espíritu solícito en amor, y en amor verdadero, orientado todo a la gloria de Dios.

(Recordamos aquí que el dolor de atrición, o sea, cumplir los Mandamientos por temor a no condenarse, es válido para salvarse, aunque el dolor de contrición, o sea, aquel que nos mueve a cumplir los Mandamientos por amor a Dios, que, como Suma bondad, no se merece que lo ofendamos, es mucho más perfecto).

Y os digo también que en el futuro muchos serán, especialmente entre los gentiles, los que estarán entre los obreros de una hora, e incluso de menos de una hora, y que serán gloriosos en mi Reino, porque en esa única hora de respuesta a la Gracia, que los habrá invitado a entrar en la viña de Dios, habrán alcanzado la perfección heroica de la caridad.

Ten, pues, buen ánimo, mujer. Tu marido no está muerto sino que vive. No lo has perdido; solamente está separado de ti un tiempo. Ahora tú, como esposa que no hubiera entrado todavía en casa del esposo, debes prepararte para las verdaderas nupcias inmortales con aquel que lloras.

¡Oh, dichosas nupcias de dos espíritus que se han santificado y que se unen de nuevo, para siempre, en donde no existe ya la separación ni el temor del desamor ni las penas, en donde los espíritus exultarán en el amor de Dios y en el amor recíproco!

La muerte para los justos es verdadera vida, porque ya nada podrá amenazar la vitalidad del espíritu, o sea, su permanencia en la Justicia. Lo caduco ni lo llores ni lo añores, Sira. Alza tu espíritu y ve las cosas con justicia y verdad. Dios te ha amado salvando a tu consorte del peligro de que las obras del mundo destruyeran su fe en mí.

-Me has consolado, Señor. Viviré como dices. Bendito seas Tú, y contigo el Padre tuyo, eternamente.
Jesús hace ademán de seguir adelante y el arquisinagogo dice:

-¿Puedo ponerte un reparo, sin que te parezca ofensa?
-Habla. Aquí soy Maestro para dar sabiduría a quien me pregunte.

-Has dicho que algunos serán gloriosos enseguida en el Cielo. ¿No está cerrado el Cielo? ¿No están los justos en el Limbo en espera de entrar en el Cielo?

-Así es. El Cielo está cerrado. Y sólo lo abrirá el Redentor. Pero su hora ha llegado. En verdad te digo que el día de la Redención ya clarece en Oriente y pronto estará en su cenit.

En verdad te digo que no vendrá otra fiesta después de ésta, antes de ese día. En verdad te digo que estando ya en la cima del monte de mi sacrificio fuerzo ya las puertas...

Mi sacrificio ya empuja en las puertas del Cielo, porque está ya en acción. Cuando esté cumplido -¡recuérdalo, oh hombre!-, se abrirán las sagradas cortinas y las celestes puertas. Porque Yeohveh ya no estará presente con su gloria en el Debir (Santo de los santos), e inútil será poner un velo entre el Incognoscible y los mortales, y la Humanidad que nos ha precedido y que fue justa volverá al lugar a donde había sido destinada, con el Primogénito a la cabeza, ya completo en carne y espíritu, y sus hermanos vestidos con la vestidura de luz que tendrán hasta que también sus carnes sean llamadas al júbilo.

Jesús pasa al tono de canto, propio de cuando un arquisinagogo o un rabí repite palabras bíblicas o salmos (Ezequiel 37, 4-6.l2-l4), y dice:  -Y Él me dijo:

"Profetiza a estos huesos y diles: “Huesos secos, escuchad la palabra del Señor... Ved que infundiré en
vosotros el espíritu y viviréis. Pondré alrededor de vosotros los nervios, haré crecer a vuestro alrededor las carnes, extenderé la piel, os daré el espíritu y viviréis y sabréis que soy el Señor... Ved que abriré vuestras tumbas... os sacaré de los sepulcros... Cuando infunda en vosotros mi espíritu tendréis vida y haré que descanséis en vuestra tierra".

Toma de nuevo su modo habitual de hablar, baja los brazos -los había extendido hacia adelante-, y dice:
-Son dos estas resurrecciones de lo seco, de lo muerto, a la vida. Dos resurrecciones que están celadas en las palabras del profeta.

La primera es la resurrección a la Vida y en la Vida, o sea, en la Gracia que es Vida, de todos aquellos que acogen a la Palabra del Señor, al Espíritu engendrado por el Padre, que es Dios como el Padre del que es Hijo, y que se llama Verbo, el Verbo que es Vida y da la Vida.

La Vida de la que todos tienen necesidad y de la que está privado Israel tanto como los gentiles. Porque, si para Israel hasta ahora era suficiente para tener la eterna Vida tener esperanza en la Vida (la Vida que viene del Cielo) y esperarla; de ahora en adelante, para tener vida, Israel deberá acoger a la Vida.

En verdad os digo que aquellos de mi pueblo que no me acogen a Mí-Vida no tendrán Vida, y mi venida será para ellos razón de muerte, porque habrán rechazado a la Vida que venía a ellos para comunicarse. Ha llegado la hora en que Israel quedará dividido en los vivos y los muertos. Es la hora de elegir, y de vivir o morir.

La Palabra ha hablado, ha mostrado su Origen y Poder, ha curado, ha enseñado, resucitado, y pronto habrá cumplido su misión. Ya no hay disculpa para los que no vienen a la Vida. El Señor pasa. Una vez que haya pasado, no vuelve.

No volvió a Egipto para dar vida nueva a los hijos primogénitos de aquellos que lo habían escarnecido y avasallado en sus hijos. No regresará tampoco esta vez, cuando la inmolación del Cordero haya decidido los destinos. Los que no me acogen antes de mi Paso, y me odian y odiarán, no tendrán sobre su espíritu mi Sangre para santificarlos, y no vivirán, y no tendrán a su Dios con ellos para el resto del peregrinaje sobre la Tierra.

Sin el divino Maná, sin la nube protectora y luminosa, sin el Agua que viene del Cielo, privados de Dios, irán vagando por el vasto desierto que es la Tierra, toda la Tierra, toda ella un desierto si para quien la recorre falta la unión con el Cielo, la cercanía del Padre y Amigo: Dios.

Y hay una segunda resurrección, la universal, en que los huesos, blancos y dispersados a causa de los siglos, volverán a estar frescos y cubiertos de nervios, carne y piel. Y se llevará a cabo el Juicio. Y la carne y la sangre de los justos exultarán con el espíritu en el eterno Reino; y la carne y la sangre de los réprobos sufrirán con el espíritu en el eterno castigo.

¡Yo te amo, Israel; Yo te amo Gentilismo; Yo te amo, Humanidad! Y por este amor os invito a la Vida y a la Resurrección bienaventurada.   

Los que llenan la amplia estancia están como hechizados. No hay distinción entre el estupor de los hebreos y el de los otros, de otros lugares y religiones; es más, yo diría que los más reverentemente asombrados son los extranjeros.
Uno, un hombre entrado en años y de grave porte, está
susurrando algo.

Jesús se vuelve y pregunta:

-¿Qué has dicho, oh hombre?
-He dicho que... Me estaba repitiendo a mí mismo las palabras oídas a mi pedagogo en mi juventud.

"Le está concedido al hombre subir con la virtud a divina perfección. En la criatura está el resplandor del Creador, que, cuanto más el hombre se ennoblece a sí mismo en la virtud, casi como consumiendo la materia en el fuego de la virtud, más se revela. Y le está concedido al hombre conocer al Ente que, al menos una vez en la vida de un hombre, o con severo o con paterno aspecto, se muestra a él para que pueda decir:

“Debo se! bueno: ¡Mísero de mí si no lo soy! Porque un Poder inmenso ha refulgido ante mí para hacerme comprender que la virtud es deber y signo de la noble naturaleza del hombre”.

Hallaréis este resplandor de la Divinidad, unas veces, en la hermosura de la naturaleza, otras, en la palabra de un moribundo, o en la mirada de un desdichado que os mira y juzga, o en el silencio de la persona amada, que, callando censura una acción vuestra deshonrosa; lo hallaréis en el terror de un niño ante un acto vuestro de violencia, o en el silencio de las noches mientras estéis solos con vosotros mismos y en la habitación más cerrada y solitaria advirtáis un otro Yo, mucho más poderoso que el vuestro y que os habla con un sonido sin sonido. Y ése será el Dios, este Dios que debe ser, este Dios al que la Creación adora, aun quizás sin saber que lo está haciendo, este Dios que, único, verdaderamente satisface el sentimiento de los hombres virtuosos, que no se sienten ni saciados ni consolados por nuestras ceremonias y nuestras doctrinas, ni ante las aras vacías, bien vacías aunque una estatua las presida".

Sé bien estas palabras, porque desde hace muchos lustros las repito como mi código y mi esperanza. He visto, he trabajado, y también he sufrido y llorado. Pero lo he soportado todo, y mantengo la esperanza con virtud, esperando encontrar antes de la muerte a este Dios que Hermógenes me había prometido que conocería. Ahora yo me decía que verdaderamente lo he visto. Y no como un fulgor, y no como un sonido sin sonido he oído su palabra; sino que en una serena y bellísima forma de hombre se me ha aparecido el Divino, y yo lo he sentido y estoy lleno de un sagrado estupor. El alma, esta cosa que los verdaderos hombres admiten, el alma mía te acoge, oh Perfección, y te dice:

"Enséñame tu Camino y tu Vida y tu Verdad, para que un día yo, hombre solitario, me una de nuevo contigo, suprema Belleza".

-Nos uniremos. Y te digo también que, más tarde, te unirás con Hermógenes.

-¡Pero si murió sin conocerte!

-No es el conocimiento material el único necesario para poseerme. El hombre que por su virtud llega a sentir al Dios desconocido y a vivir virtuosamente en homenaje a este Dios, bien se puede decir que ha conocido a Dios, porque Dios se ha revelado a él como premio de su vivir virtuoso.

¡Ay si fuera necesario conocerme personalmente! Pronto ya alguno no dispondría de un modo de reunirse conmigo.

Porque, os lo digo, pronto el Viviente dejará el reino de los muertos para volver al Reino de la Vida, y ya los hombres no tendrán otra manera de conocerme sino por la fe y el espíritu. Pero, en vez de detenerse, el conocimiento de mí se propagará, y será perfecto porque estará libre de todo lo que significa el lastre de la carne. Dios hablará, Dios actuará, Dios vivirá, Dios se revelará a las almas de sus fieles con su incognoscible y perfecta Naturaleza. Y los hombres amarán al Dios-Hombre.

Y el Dios-Hombre amará a los hombres con los medios nuevos, con los inefables medios que su infinito amor dejará en la Tierra antes de volver al Padre tras haber cumplido todo.

-¡Oh! ¡Señor! ¡Señor! ¡Dinos cómo podremos encontrarte y saber que eres Tú el que nos habla, y saber dónde estás, una vez que te hayas marchado! -exclaman bastantes. Y algunos prosiguen:

-Somos gentiles y no conocemos tu código. No tenemos tiempo de quedarnos aquí y seguirte. ¿Cómo nos las vamos a arreglar para tener esa virtud que hace merecedores de conocer a Dios?

Jesús sonríe, luminosamente hermoso con la felicidad de estas conquistas suyas en la gentilidad, y dulcemente explica:

-No os preocupéis de saber muchas leyes. Irán éstos (y pone las manos en los hombros de Pedro y Judas Tadeo) a llevar mi Ley al mundo. Pero, hasta que vayan, tened como norma de ley las siguientes pocas frases en que está compendiada mi Ley de salud. Amad a Dios con todo vuestro corazón. Amad a las autoridades, a los parientes, a los amigos, a los siervos, al pueblo, y también a los enemigos, como os amáis a vosotros mismos.

Y para estar seguros de no pecar, antes de cumplir cualquier acción, sea que os haya sido ordenada, sea que sea espontánea, preguntaos:

"¿Me gustaría que lo que voy a hacerle a éste se me hiciera a mí?". Y, si sentís que no os gustaría, no lo hagáis. Con estas sencillas líneas podéis trazar en vosotros el camino por el que irá Dios a vosotros y vosotros iréis a Dios.

Porque a ninguno le gustaría que un hijo fuera con él un ingrato, o que uno lo matara, que otro le robara o le quitara a su mujer o deshonrase a su hermana o a su hija o le usurpara la casa, los campos o los servidores fieles. Con esta regla seréis buenos hijos y buenos padres, buenos maridos, hermanos, comerciantes, amigos. Por tanto, seréis virtuosos, y Dios irá a vosotros.  

Tengo alrededor de mí no sólo a hebreos y prosélitos en que no hay malicia; quiero decir que han venido a mí no para pillarme en renuncio, como hacen los que os han arrojado del Templo para que no vinierais a la Vida.

Tengo también a gentiles de todas las partes del mundo. Veo a cretenses y fenicios mezclados con habitantes del Ponto y de la Frigia, y hay uno de las playas donde se abre el mar desconocido, vía para tierras desconocidas donde también seré amado. Y veo a griegos con sículos y cirenaicos con asiáticos. Pues bien, os digo:

¡Id! Decid en vuestros países que la Luz está en el mundo y que vengan a la Luz. Decid que la Sabiduría ha dejado los Cielos para hacerse pan para los hombres, agua para los hombres que languidecen. Decid que la Vida ha venido a sanar lo que está enfermo y a resucitar lo que está muerto.

Y decid... decid que el tiempo pasa veloz como un relámpago de verano. Quien tenga deseos de Dios que venga. Su espíritu conocerá a Dios. Quien tenga deseos de curación que venga. Mi mano, mientras esté libre, otorgará curación a los que la invoquen con fe.

Decid... ¡Sí! Id, id diligentes, y decid que el Salvador espera a aquellos que esperan y desean una ayuda celestial, para la Pascua, en la Ciudad santa. Decídselo a los que tienen necesidad y a los que son simplemente curiosos. Del movimiento impuro de la curiosidad puede brotar para ellos la chispa de la fe en mí, de la Fe que salva.

¡Id! Jesús de Nazaret, el Rey de Israel, el Rey del mundo, convoca a los legados del mundo para darles los tesoros de sus gracias y tenerlos como testigos de su asunción, que lo consagrará triunfador, por los siglos de los siglos, Rey de reyes y Señor de señores. ¡Id! ¡Id!

En el alba de mi vida terrena, desde lugares distintos, vinieron los legados del pueblo mío a adorar al Infante en que el Inmenso se celaba. La voluntad de un hombre, que se creía poderoso y era un siervo de la voluntad de Dios, había ordenado un empadronamiento en el Imperio.

Obedeciendo a una desconocida y perentoria orden del Altísimo, aquel hombre pagano había de ser heraldo respecto a Dios, que quería a todos los hombres de Israel, esparcidos por todos los lugares de la Tierra, en la tierra de este pueblo, cerca de Belén Efratá, para que se maravillaran con las señales venidas del Cielo con el primer vagido de un Niño.

Y no bastando aún, otras señales hablaron a los gentiles, y sus legados vinieron a adorar al Rey de los reyes, pequeño, pobre, lejano de su coronación terrena, pero que ya era, ¡oh!, ya era Rey ante los ángeles.

Ha llegado la hora en que seré Rey ante los pueblos; Rey, antes de regresar al lugar de donde vengo. En el ocaso de mi día terreno, en mi atardecer de hombre, justo es que aquí haya hombres de todos los pueblos para ver a Aquel al que le corresponde ser adorado y en quien se cela toda la Misericordia.

Y que gocen los buenos de las primicias de esta nueva mies, de esta Misericordia que se va a abrir como nube de Nisán para hinchar las corrientes de aguas saludables que pueden hacer fructíferas a los árboles plantados en sus orillas, como se lee en Ezequiel (l7, 5-8; l9, l0 -ll) .

Y Jesús, de nuevo, sana a enfermos y enfermas, y recoge sus nombres, porque ahora todos quieren decirlo: «Yo, Zila... Yo, Zabdí... Yo, Gaíl... Yo, Andrés... Yo, Teófanes... Yo, Selima... Yo, Olinto... Yo, Felipe. Yo, Elisa... Yo, Berenice... Mi hija Gaya... Yo, Argenides... Yo... Yo... Yo...

Ha acabado. Quisiera marcharse. ¡Pero cuánto le ruegan que se quede más, que hable más!
Y uno, quizás tuerto porque tiene un ojo tapado con una venda, dice, para retenerlo más tiempo:

-Señor, fui agredido por uno que envidiaba mis buenos negocios. Me salvé la vida a duras penas. Pero un ojo se perdió, reventado por el golpe. Ahora mi rival es un pobre y una persona mal considerada, y ha huido a un pueblo cercano a Corinto.

Yo soy de Corinto. ¿Qué debería hacer por este que por poco me mata? No hacer a los demás lo que a mí no me gustaría recibir, está bien. Pero yo de éste ya he recibido... y un mal... mucho mal... -y tan expresivo es su rostro, que se lee en él el pensamiento que no ha dicho:

«y, por tanto, debería darle el talión...
Pero Jesús lo mira con luz de sonrisa en sus ojos zafíreos pero con dignidad de Maestro en la totalidad del rostro y dice:

-¿Y tú, de Grecia, me lo preguntas? ¿No dijeron, acaso,
vuestros grandes que los mortales vienen a ser parecidos a Dios cuando responden a los dos dones que Dios les concede para hacerlos parecidos a Él, y que son: poder estar en la verdad y hacer el bien al prójimo?

-¡Ah, sí, Pitágoras!

-¿Y no dijeron que el hombre se acerca a Dios no con la ciencia y el poder u otra cosa, sino haciendo el bien.

-¡Ah, sí, Demóstenes! Pero, perdona si te lo pregunto, Maestro. Tú no eres sino un hebreo, y los hebreos no estiman a nuestros filósofos... ¿Cómo es que sabes estas cosas?

-Mira, porque Yo era Sabiduría inspiradora en las inteligencias que pensaron esas palabras. Donde el Bien está en acto, allí estoy Yo. Tú, griego, escucha de los sabios los consejos, en los que todavía hablo Yo. Haz el bien a quien te ha hecho el mal, y Dios te llamará santo. Y ahora dejadme marcharme.

Tengo otros que me esperan. Adiós, Valeria. Y no temas por mí. No es todavía mi hora. Cuando llegue la hora, ni todos los ejércitos de César podrán poner freno a mis adversarios.

-Adiós, Maestro. Y ora por mí.
-Para que la paz te posea. Adiós. La paz a ti, arquisinagogo. La paz a los creyentes y a los que tienden a ella.

Y haciendo un gesto que es saludo y bendición, sale de la sala, atraviesa el patio y sale a la calle...
   


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