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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

331- La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib


-¿El Maestro está contigo? -pregunta el viejo campesino Jonás a Judas Tadeo, que entra en la cocina, donde la lumbre ya resplandece para calentar la leche y el lugar, que está un poco frío en estas primeras horas de una bellísima mañana de finales de Enero, creo, o primeros de Febrero; bellísima, pero bastante punzante.

-Habrá salido a orar. Sale frecuentemente al alba, cuando sabe que puede estar solo. Regresará pronto. ¿Por qué lo preguntas?

-Lo he preguntado también a los otros, que se han desperdigado para buscarlo, porque hay una mujer allí, con mi esposa. Es una del pueblo de allende el confín. La verdad no sabría decir cómo ha podido saber que está aquí el Maestro. Pero lo sabe. Y quiere hablar con Él.

-Bien. Hablará con Él. Quizás es la mujer que Él está esperando, con una hijita enferma. La habrá guiado aquí su espíritu.

-No. Está sola. No tiene hijos consigo. Los pueblos están tan cercanos... por eso la conozco... y el valle es de todos. Yo, además, pienso que para servir al Señor no hace falta ser crueles con los vecinos si son fenicios. Estaré equivocado, pero...

-El Maestro también dice siempre que tenemos que ser compasivos con todos.
-Él lo es, ¿no es verdad.
-Lo es.

-Me ha dicho Anás que también esta vez lo han tratado mal. ¡Mal, siempre mal!... En Judea, en Galilea, en todos los lugares. ¿Por qué, me pregunto yo, Israel es tan malo con su Mesías? Me refiero a los principales de Israel. Porque el pueblo lo ama.

-¿Cómo sabes estas cosas?
-Vivo aquí, lejos; pero soy un fiel israelita. ¡Basta ir para las fiestas de precepto al Templo para saber todo lo bueno y todo lo malo! Y el bien se sabe menos que el mal. Porque el bien es humilde y no hace autoalabanza. Deberían proclamarlo los que han sido agraciados. Pero pocos son los agradecidos después de recibir una gracia. El hombre acepta el beneficio y lo olvida...

El mal, sin embargo, toca fuerte sus trompetas y hace escuchar sus palabras incluso a quienes no quieren oírlas. ¡Vosotros, sus discípulos, no sabéis cuánto abundan en el Templo las críticas y acusaciones contra el Mesías! Los escribas ya sólo tratan de esto en sus lecciones. Yo creo que se han hecho un libro de lecciones sobre cómo acusar al Maestro, y de hechos que presentan como objetos de acusación verosímiles. Y se necesita una conciencia muy recta, firme y libre, para saber resistir y juzgar con cordura. ¿Él está al corriente de todas estas maniobras?

-De todas. Y también nosotros, más o menos, las conocemos. Pero Él no se intranquiliza. Continúa su obra, y los discípulos o las personas que creen en Él aumentan cada día que pasa.

-Dios quiera que perseveren hasta el final. Pero el hombre es de pensamiento mudable. Y débil... Está viniendo el Maestro hacia la casa, con tres discípulos.
Y el viejo sale afuera, seguido por Judas Tadeo, para venerar a Jesús, que, lleno de majestad, viene hacia la casa.  

-La paz sea contigo hoy y siempre, Jonás.
-Gloria y paz contigo, Maestro, siempre.
-Paz a ti, Judas. ¿Andrés y Juan no han vuelto todavía?
-No. Y no los he oído salir. A ninguno. Estaba cansado y dormía profundamente.

-Entra, Maestro. Entrad. El ambiente está fresco esta mañana. En el bosque debía hacer mucho frío. Ahí hay leche caliente para todos.

Están bebiendo la leche, y -excepto Jesús -mojando en ella unos recios trozos de pan, cuando he aquí que llegan Andrés y Juan, junto con Anás, el pastor.
-¡Ah! ¿Estás aquí? Volvíamos para decir que no te habíamos encontrado... -exclama Andrés.

Jesús dirige su saludo de paz a los tres, y añade:
-Pronto. Tomad vuestra parte y pongámonos en marcha. Quiero estar, antes de que anochezca, al menos en las faldas del monte de Akcib. Esta noche empieza el sábado.
-¿Y mis ovejas? -pregunta, perplejo, el pastor.
Jesús sonríe y responde:

-Estarán curadas después de la bendición.
-¡Pero yo estoy a oriente del monte! Tú vas hacia poniente para ir a ver a esa mujer...
-Déjalo en manos de Dios y Él a todo proveerá.
Terminado el desayuno, los apóstoles suben por los talegos de viaje, preparándose para partir.
-Maestro... ¿no vas a escuchar a esa mujer que está allí?
-No tengo tiempo, Jonás. El camino es largo, y además Yo he venido para las ovejas de Israel. Adiós, Jonás. Que Dios te recompense por tu caridad. Mi bendición a ti y a todos tus parientes. Vamos.

El viejo, entonces, se pone a gritar con todas sus fuerzas:
-¡Hijos! ¡Mujeres! ¡El Maestro se marcha! ¡Venid!
Y, como responde a la voz de la clueca que los llama una nidada de pollitos desperdigados por un pajar, de todas las partes de la casa acuden mujeres y hombres, ocupados en sus labores o todavía medio dormidos, y niños semidesnudos con su carita sonriente recién salida del sueño... Se apiñan en torno a Jesús, que está en medio de la era, las madres envuelven en sus amplias faldas a los niños para protegerlos del aire, o los estrechan entre sus brazos hasta que una criada llega con los vestiditos, que enseguida son empleados.

Pero viene también una que no es de la casa. Una pobre mujer que llora. Se la ve abochornada. Camina encorvada, casi arrastrándose. Llegada cerca del grupo en cuyo centro está Jesús, se pone a gritar:

-¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija vive malamente atormentada por el demonio, que le hace hacer cosas vergonzosas. Ten piedad, porque sufro mucho y todos se burlan de mí por esto. Como si mi hija tuviera la culpa de hacer lo que hace... Ten piedad, Señor, Tú que lo puedes todo. Alza tu voz y tu mano y ordena al espíritu inmundo que salga de Palma. Sólo tengo a esta criatura, y soy viuda... ¡Oh, no te vayas! ¡Piedad!...

Jesús, efectivamente, una vez que ha terminado de bendecir a cada uno de los componentes de la familia, después de haber amonestado a los adultos por haber hablado de su venida -ellos se disculpan diciendo: « ¡Créenos, Señor, no hemos hablado!» -se marcha, inexplicablemente duro para con la pobre mujer, que se arrastra sobre sus rodillas, tendidos los brazos en actitud de congojosa súplica, mientras dice:

-¡Yo, yo te vi ayer cuando pasabas el torrente, y oí que te llamaban: "Maestro". He venido siguiéndoos, ocultándome entre las matas. Oía lo que iban diciendo éstos. He comprendido quién eres... Y esta mañana, todavía de noche, he venido a ponerme aquí a la puerta como un perrito; hasta que se ha levantado Sara y me ha invitado a entrar. ¡Señor, piedad! ¡Piedad de una madre y de una niña!
Pero Jesús camina ligero, sordo a toda apelación.

Los de la casa dicen a la mujer:
-¡Resígnate! No te quiere escuchar. Ya ha dicho que ha venido para los de Israel...

Pero ella se pone en pie desesperada, y al mismo tiempo llena de fe, y responde:

-No. Suplicaré tanto, que me escuchará.

Y se echa a seguir al Maestro suplicando a gritos sin parar. Sus súplicas hacen que salgan a las puertas de las casas del pueblo todos los que están despiertos, los cuales, como los de la casa de Jonás, se ponen a seguir a la mujer para ver en qué termina la cosa.
Los apóstoles, por su parte, se miran recíprocamente con estupor, y susurran:

-¿Pero por qué hace esto? ¡No lo ha hecho nunca! ...
Y Juan dice:

-En Alejandrocena ha curado incluso a aquellos dos.
-Pero eran prosélitos -responde Judas Tadeo. ¿Y esta a la que va a curar ahora?

-También es prosélito -dice el pastor Anás.
-¿Y cuántas veces ha curado también a gentiles o a paganos? ¿Y la niña romana, entonces?... -dice desconsolado Andrés, que no logra tranquilizarse ante la dureza de Jesús hacia la mujer cananea.

-Yo os digo lo que pasa -exclama Santiago de Zebedeo -Lo que pasa es que el Maestro está indignado. Su paciencia se acaba ante tantos asaltos de maldad humana. ¿No veis cómo ha cambiado? ¡Tiene razón! De ahora en adelante se dedicará sólo a los que conoce convenientemente. ¡Y hace bien!

-Sí. Pero, mientras tanto, ésta viene aquí detrás de nosotros gritando, y la sigue una buena cola de gente. Si quiere pasar inadvertido, ha encontrado la manera de llamar la atención hasta de los árboles... -se queja Mateo.  

-Vamos a decirle que la despida... ¡Fijaos aquí qué lindo cortejo tenemos a nuestras espaldas! ¡Si llegamos así a la vía consular, estamos frescos! Y ésta, si no le dice que se marche, no nos deja... -dice, molesto, Judas Tadeo, el cual, además, se vuelve y conmina a la mujer:
-¡Calla y vete!

Y lo mismo hace Santiago de Alfeo, solidario con su hermano. Pero ella no se impresiona por las amenazas y órdenes y sigue suplicando.

-Vamos a decirle al Maestro que la eche Él, dado que no quiere concederle lo que pide. ¡Así no se puede seguir! -dice Mateo, mientras Andrés susurra: «¡Pobrecilla!», y Juan repite sin tregua: «No comprendo... no comprendo...».

Juan está confundido por el modo de actuar de Jesús.
Mas ya, acelerando el paso, han alcanzado al Maestro, que camina raudo como un perseguido.

-¡Maestro! ¡Dile a esa mujer que se vaya! ¡Es un escándalo! ¡Viene gritando detrás de nosotros! ¡Nos señala ante todos! El camino se va poblando cada vez más de gente... y muchos se ponen detrás de ella. Dile que se marche.

-Decídselo vosotros. Yo ya le he respondido.

-No nos escucha. ¡Díselo Tú, hombre! Y además severamente.
Jesús se detiene y se vuelve. La mujer interpreta ello como signo de gracia; acelera el paso y alza el tono, ya agudo, de la voz; su rostro palidece por la aumentada esperanza.

-Calla, mujer. Vuelve a casa. Ya lo he dicho: "He venido para las ovejas de Israel". Para curar a las enfermas y buscar a las perdidas. Tú no eres de Israel.

Pero la mujer ya está a sus pies y se los besa, adorándolo, sujetándolo fuerte por los tobillos como si fuera una náufraga que hubiera encontrado un escollo de salvación, y gime: -¡Señor, ayúdame! Tú lo puedes, Señor.

Dale una orden al demonio, Tú que eres santo... Señor, Señor, Tú eres el amo de todo: de la gracia y del mundo. Todo está sometido a ti, Señor. Yo lo sé. Lo creo. Toma, pues, tu poder y úsalo para mi hija.

-No está bien tomar el pan de los hijos de la casa y arrojarlo a los perros de la calle.

-Yo creo en ti. Creyendo, he pasado de ser perro de la calle a ser perro de la casa. Ya te he dicho que he venido antes del alba a acurrucarme a la puerta de la casa donde estabas, y, si hubieras salido, habrías tropezado en mí.

Pero has salido por el otro lado y no me has visto. No has visto a este pobre perro lacerado, hambriento de tu gracia, que esperaba entrar, arrastrándose, adonde Tú estabas, para besarte los pies así, pidiéndote que no la arrojaras de tu presencia...

-No está bien echar el pan de los hijos a los perros -repite Jesús.

-Pero los perros entran en la habitación donde come el amo con sus hijos, y comen lo que cae de la mesa, o los desperdicios que les dan los de la familia, lo que ya no sirve. No te pido que me trates como a una hija, no te pido que me invites a sentarme a tu mesa; te pido al menos las migas...

Jesús sonríe. ¡Cómo se transfigura su rostro con esta sonrisa de gozo!...

La gente, los apóstoles, la mujer, lo miran admirados... sintiendo que está para suceder algo.
Y Jesús dice:

-¡Oh, mujer! ¡Grande es tu fe! Con tu fe consuelas mi espíritu. Ve, pues, y te suceda como quieres. Desde este momento, el demonio ha salido de tu hijita. Ve en paz. Y, de la misma forma que, como perro extraviado, has sabido querer ser perro de casa, sabe ser hija en el futuro, sentada a la mesa del Padre. Adiós.

-¡Oh! ¡Señor! ¡Señor! ¡Señor!... Quisiera echarme a correr, para ver a mi Palma amada... ¡Quisiera estar contigo, seguirte! ¡Bendito! ¡Santo!

-Ve, ve, mujer. Ve en paz.

Y Jesús reanuda su camino, mientras la cananea, más ligera que una niña, regresa corriendo por el mismo camino que había venido; tras ella la gente, curiosa de ver el milagro...

-¿Pero, por qué, Maestro, la has hecho suplicar tanto, si luego la ibas a escuchar? -pregunta Santiago de Zebedeo.

-Por causa tuya y de todos vosotros. Esta no es una derrota, Santiago. Aquí no me han expulsado, no se han burlado de mí, no me han maldecido... Sirva ello para levantar vuestro espíritu abatido. Yo ya he recibido mi dulcísimo alimento. Y bendigo a Dios por ello. Y ahora vamos a ver a esta otra que sabe creer y esperar con fe segura.

-¿Y mis ovejas, Señor? Dentro de poco tendría que tomar un camino distinto del tuyo para ir a mi pastura... -Pregunta de nuevo el pastor Anás.

Jesús sonríe, pero no responde.

Es bonito andar, ahora que el sol calienta el aire y hace brillar como esmeraldas las hojitas nuevas de los bosques y la hierba de los prados, transformando en engastes los cálices de las flores para las gotas de rocío que brillan en los aros radiados multicolores de las florecillas del campo. Jesús camina, sonriente. Los apóstoles, en seguida animados de nuevo, lo siguen sonrientes...

Llegan a la desviación. El pastor Anás, afligido, dice:
-Y aquí tendría que dejarte... ¿Entonces no vienes a curar a mis ovejas? Yo también tengo fe, y soy prosélito... ¿Me prometes, al menos, que vendrás después del sábado?

-¡Anás! ¿Pero no has comprendido todavía que tus ovejas están curadas desde que alcé mi mano hacia Lesemdán? Ve, pues, tú también a ver el milagro y a bendecir al Señor.

Creo que la mujer de Lot, después de su petrificación en sal, no sería distinta del pastor, que se ha quedado en la posición en que estaba, un poco encorvado e inclinado, con la cabeza vuelta hacia arriba para mirar a Jesús, un brazo semiextendido a media altura... Parece una estatua. Podría tener debajo el cartel: "El suplicador". Mas luego vuelve en sí, se postra y dice:  

-¡Bendito! ¡Bueno! ¡Santo!... Pero te había prometido mucho dinero y aquí solamente tengo algunas dracmas... Ven, ven a visitarme después del sábado...

-Iré. No por el dinero, sino para bendecirte una vez más por tu fe sencilla. Adiós, Anás. La paz sea contigo.
Y se separan...

-Y tampoco ésta es una derrota, amigos. Aquí tampoco se han burlado de mí, ni me han expulsado o maldecido... "¡Venga, raudos! Hay una madre esperándonos desde hace días...

Y la marcha prosigue, con un breve alto en el camino para comer pan y queso y beber en un manantial...
El sol está en mediodía cuando se ve aparecer la bifurcación del camino.

Allá en el fondo empieza la escalera de Tiro -dice Mateo. Y se alegra al pensar que la mayor parte del trayecto está ya recorrido. Apoyada en el mojón romano hay una mujer. A sus pies, en un traspuntín, hay una pequeñuela de unos siete u ocho años. La mujer mira en todas las direcciones: hacia la escalera excavada en el monte rocoso, hacia la vía de Tolemaida, hacia el camino recorrido por Jesús. Y, de vez en cuando, se inclina para acariciar a su niña, para proteger su cabeza del sol con un paño,
o cubrirle los pies y las manos con un chal. -¡Ahí está la mujer! Pero, ¿dónde habrá dormido estos días? -pregunta Andrés. -Quizás en aquella casa de cerca de la bifurcación. No hay otras casas cercanas responde Mateo.

-O al raso dice Santiago de Alfeo. -No, por la niña -responde su hermano. -¡Con tal de obtener la gracia!... -dice Juan. Jesús no habla. Pero sonríe. Todos en fila (El en el centro, tres de esta parte, tres de la otra), ocupan toda la vía, en esta hora de pausa de viandantes, que se han parado a comer en los respectivos lugares en que los ha sorprendido el mediodía. Jesús sonríe, alto, hermoso, en el centro de la fila. Su rostro está tan radiante que parece como si toda la luz del sol se hubiera concentrado en él. Parece emanar rayos.

La mujer levanta los ojos... Ya están a unos cincuenta metros de distancia. Quizás ha llamado su atención, distraída al oír llorar a su hija, la mirada de Jesús fija en ella. Mira... Se lleva las manos al corazón con un gesto involuntario de ansia, de sobresalto.

Jesús aumenta su sonrisa. Y esa fúlgida sonrisa, inefable, debe decirle tantas cosas a la mujer, que, ya sin ansia, sonriente, como si va fuera feliz, se agacha a coger a su niña y, sosteniéndola en su jergoncillo, con los brazos extendidos, como si se la estuviera ofreciendo a Dios, da unos pasos hacia Jesús. En llegando a los pies de Él, se arrodilla levantando lo más que puede a la niña, que está en posición echada y que mira, extática, el hermosísimo rostro de Jesús.

La mujer no dice ni una palabra. ¿Qué podría decir que fuera más profundo que lo que dice con toda su figura?...
Jesús dice solamente una palabra, corta pero poderosa, letificante como el "Fiat" de Dios en la creación del mundo:

-Sí». Y apoya la mano sobre el pequeño pecho de la niña echada.

Entonces la niña, emitiendo un grito de calandria liberada de la jaula, exclama:

-¡Mamá! -se sienta de golpe, pasa a poner pie en tierra, abraza a su madre, la cual -ella sí -, exhausta, vacila y está a punto de caerse boca arriba, desmayada por el cansancio, por la cesación del ansia, por la alegría que sobrecarga las ya debilitadas fuerzas del corazón por tanto dolor pasado.

Jesús está atento a sujetarla: una ayuda más eficaz que la de la niñita, que, recargando con su peso los miembros maternos, no es, ciertamente, el más indicado factor para sujetar a su madre sobre las rodillas. Jesús la ayuda a sentarse y le transfunde fuerzas... Y la mira, mientras mudas lágrimas descienden por la cara, cansada y dichosa al mismo tiempo, de la mujer.

Luego es el momento de las palabras:

-¡Gracias, mi Señor! ¡Gracias y bendiciones! Mi esperanza ha sido coronada... Te he esperado mucho... Pera ahora soy feliz...

La mujer, superado su semidesmayo, se arrodilla de nuevo, adorando, teniendo delante de sí a la niñita curada y que ahora recibe las caricias de Jesús. Y explica:

-Hacía dos años que un hueso de la columna se le consumía, la paralizaba y la llevaba a la muerte lentamente y con grandes dolores. La habíamos llevado a que la vieran médicos de Antioquía, Tiro, Sidón, y también de Cesárea y Panéade. Hemos gastado tanto en médicos y medicinas, que hemos vendido la casa que poseíamos en la ciudad para retirarnos a la de campo. Habíamos despedido a los sirvientes de la casa y nos habíamos quedado sólo con los de los campos. Habíamos puesto en venta los productos que antes consumíamos nosotros... ¡Nada aprovechaba! Te vi.

Tenía noticia de lo que hacías en otros lugares. He esperado la gracia también para mí... ¡Y la he obtenido! Ahora vuelvo a casa, aligerada, dichosa... Le daré una alegría a mi esposo... a mi Santiago, que me puso en el corazón la esperanza, narrándome lo que por tu poder sucede en Galilea y Judea. ¡Si no hubiéramos tenido miedo de no encontrarte, habríamos venido con la niña! ¡Pero Tú estás siempre en camino!...

-Caminando he venido a verte... Pero, ¿dónde has pasado estos días?

-En aquella casa... Bueno, por la noche, se quedaba sólo la niña. Hay allí una buena mujer, que me la cuidaba. Yo he estado siempre aquí, por miedo a que pasaras de noche.
Jesús le pone la mano sobre la cabeza:

-Eres una buena madre. Dios te ama por ello. ¿Ves cómo te ha ayudado en todo?

-¡Oh, sí, lo he sentido precisamente mientras venía. Había venido de casa a la ciudad con la confianza de encontrarte; por tanto, con poco dinero, y sola. Luego, siguiendo el consejo de aquel hombre, seguí por este lugar. Mandé un aviso a casa y vine... y no me ha faltado nunca nada, ni pan, ni refugio, ni fuerza. -¿Siempre con ese peso en los brazos? ¿No podías servirte de un carro?... -pregunta enternecido Santiago de Alfeo. -No.

Ella habría sufrido demasiado: hasta morir incluso. En los brazos de su mamá ha venido mi Juana a la Gracia. Jesús acaricia en el pelo a las dos: -Ahora podéis marcharos. Sed siempre fieles al Señor. El Señor esté con vosotras y con vosotras mi paz.  

Jesús reanuda su camino por la vía que conduce a Tolemaida.

-Esta tampoco es una derrota, amigos. Tampoco aquí me han expulsado, ni se han burlado de mí, ni me han maldecido.
Siguiendo la vía directa, pronto se llega al taller del herrador que está al lado del puente. El herrador romano está descansando al sol, sentado contra el muro de la casa. Reconoce a Jesús y lo saluda.

Jesús devuelve el saludo y añade:
-¿Me dejas estar aquí, para descansar un poco y comer un poco de pan?

-Sí, Maestro. Mi mujer quería verte... porque le he referido la parte de tu discurso que ella no había oído la otra vez. Ester es hebrea. Pero, siendo romano, no me atrevía a decírtelo. Te la habría mandado...

-Llámala, entonces.
Y Jesús se sienta en el banco que hay contra la pared, mientras Santiago de Zebedeo distribuye pan y queso... Sale una mujer de unos cuarenta años, turbada, roja de vergüenza.

-Paz a ti, Ester. ¿Tenías deseos de conocerme? ¿Por qué?
-Por lo que dijiste... Los rabíes nos desprecian a nosotras, casadas con un romano... Pero he llevado a todos mis hijos al Templo, y los varones están todos circuncidados. Se lo dije antes a Tito, cuando me quiso como esposa... Y él es bueno... Siempre me ha dejado libertad de acción con los hijos. Costumbres, ritos, ¡aquí todo es hebreo!... Pero los rabíes, los arquisinagogos, nos maldicen. Tú no... Tú tienes palabras de piedad para nosotras...

¡No sabes cuánto significa eso para nosotras! Es como sentirnos abrazadas por el padre y la madre que nos han repudiado y maldecido, o que se muestran severos con nosotras... Es como volver a poner pie en la casa que hemos dejado y no sentirse extranjeras en ella... Tito es bueno. Durante nuestras Fiestas cierra el taller, con gran pérdida de dinero, y me acompaña con nuestros hijos al Templo. Porque dice que sin religión no se puede estar. Él dice que su religión es la de la familia y el trabajo, como antes era la del deber de soldado... Pero yo...

Señor... quería hablar contigo por una cosa... Tú dijiste que los seguidores del verdadero Dios deben separar un poco de su levadura santa y meterla en la buena harina para hacerla fermentar santamente. Yo lo he hecho con mi esposo. He tratado, en estos veinte años que llevamos juntos, de trabajar su alma, que es buena, con la levadura de Israel. Pero no se decide nunca... es ya mayor... Querría tenerlo conmigo en la otra vida... Unidos por la fe como lo estamos por el amor... No te pido riquezas, bienestar, salud. Lo que tenemos es suficiente, y bendito sea Dios por ello. Pero sí que querría esto... ¡Pide por mi esposo! Que sea del verdadero Dios...

-Lo será. Puedes estar segura. Pides una cosa santa y te será dada. Has comprendido los deberes de la esposa hacia Dios y hacia su esposo. ¡Si así fueran todas las esposas! En verdad te digo que muchas deberían imitarte. Sigue así y recibirás la alegría de tener a tu Tito a tu lado, en la oración y en el Cielo. Muéstrame a tus hijos.

La mujer llama a la numerosa prole: «Jacob, Judas, Leví, María, Juan, Ana, Elisa, Marco». Y luego entra en la casa y vuelve a salir con una que apenas si sabe andar todavía y con uno de tres meses como mucho:

-Y éste es Isaac, y esta pequeñita es Judit -dice terminando la presentación.

-¡Abundancia! -dice riendo Santiago de Zebedeo.
Y Judas exclama:
-¡Seis varones! ¡Y todos circuncisos! ¡Y con nombres puros! ¡Sí señora, muy bien!

La mujer está contenta, y hace elogios de Jacob, Judas y Leví, los cuales ayudan a su padre «todos los días menos el sábado, el día en que Tito trabaja solo, poniendo las herraduras ya hechas» dice. Elogia también a María y a Ana, «ayuda de su mamá». Pero no deja de elogiar también a los cuatro más pequeños «buenos y sin caprichos.

Tito, que ha sido un soldado disciplinado, me ayuda a educarlos» dice mientras mira con mirada afectuosa al hombre, el cual, apoyado en la jamba, con una mano en la cadera, ha escuchado todo lo que ha dicho su mujer, con una franca sonrisa en su rostro claro, y que ahora, al oír la memoria de sus méritos de soldado, rebosa complacencia.

-Muy bien. La disciplina de las armas no repugna a Dios, cuando se cumple con humanidad el propio deber de soldado. Todo consiste en ser siempre moralmente honestos, en todos los trabajos, para ser siempre virtuosos. Tu pasada disciplina, que ahora transfundes en tus hijos, te debe preparar para incorporarte a un más alto servicio: el de Dios. Ahora vamos a despedirnos. Tengo el tiempo justo para llegar a Akcib antes de que se cumpla el ocaso. Paz a ti, Ester, y a tu casa. Sed, dentro de poco, todos del Señor».

La madre y los hijos se arrodillan, mientras Jesús alza la mano bendiciendo. El hombre, como si de nuevo fuera el soldado de Roma ante su emperador, se cuadra, saludando a la romana.

Y se ponen en marcha... Después de unos metros, Jesús pone la mano en el hombro de Santiago:

-Una vez más aún, la cuarta de hoy, te hago la observación de que ésta no es una derrota, ni es ser expulsado, satirizado o maldecido. ¿Qué dices ahora? -Que soy un necio, Señor -dice impetuosamente Santiago de Zebedeo.

-No. Tú, como todos vosotros, sois todavía demasiado humanos. Todas vuestras opciones son las propias de quien está más sujeto a humanidad que a espíritu.

El espíritu, cuando es soberano, no se altera ante cualquier soplo del viento, que no siempre puede ser brisa perfumada... Podrá sufrir, pero no se altera. Yo oro siempre porque alcancéis esta soberanía del espíritu. Pero vosotros me tenéis que ayudar con vuestro esfuerzo...

¡Bueno, este viaje ha terminado! En él he sembrado lo necesario para prepararos el trabajo, para cuando seáis vosotros los evangelizadores.

Ahora podemos iniciar el reposo sabático con la conciencia de haber cumplido nuestro deber. Y esperaremos a los otros... Luego proseguiremos... todavía... siempre... hasta que todo quede cumplido...  

   


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