Thursday March 28,2024
Iniciar pagina principal Quienes somos y que hacemos Mision principal del sitio en internet Como rezar el santo rosario, oraciones, etc. Base de datos de documentos recopilados Servicio de asesoria via e-mail. Calendario de eventos en el bimestre Personas para establecer contacto
 

EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

476- Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra


El abrupto nudo de Yiftael domina al norte, impidiendo la visión del horizonte.

Pero, en los lugares en que las laderas escarpadas de este grupo montañoso comienzan y se muestran, casi a pico, al camino de caravanas que de Tolemaida va hacia Seforí y Nazaret, se ven muchas cavernas entre peñas saledizas, suspendidas sobre el abismo, que cumplen la función de techo, y base de estos antros.

Como siempre, cerca de los caminos más importantes, aislados pero, al mismo tiempo, lo suficientemente cercanos como para ser vistos y socorridos por los viandantes, hay leprosos. Una pequeña colonia de leprosos, que lanzan su grito de aviso e invocación al ver pasar a Jesús con Juan y Abel. Y Abel alza la cara hacia ellos diciendo:

-Éste es aquel de que os hablé. Estoy llevándolo a donde los dos que ya sabéis. ¿No tenéis nada que pedir al Hijo de David?

-Lo que pedimos todos: pan, agua, para saciarnos mientras los peregrinos pasan. Después, en invierno, el hambre...
-No tengo comida, hoy. Pero tengo conmigo la Salud...

Pero la sugestiva invitación a recurrir a la Salud no halla eco. Los leprosos se retiran del risco, volviendo las espaldas y dando la vuelta al espolón del monte para ver si otros peregrinos vienen por el otro camino.

-Creo que son marineros gentiles o completamente idólatras. Han venido hace poco, expulsados de Tolemaida.

Venían de África. No sé cómo se han enfermado. Sé que salieron sanos de sus países y, después de un viaje largo por las costas africanas para hacerse con marfil y también creo que con perlas para venderlas a los mercaderes latinos, han llegado aquí enfermos. Los magistrados del puerto los han aislado y han quemado hasta la nave. Unos han ido hacia los caminos de Siro-Fenicia y otros han venido aquí.

Los más enfermos son éstos, porque ya casi no andan. Pero tienen el alma más enferma todavía. He tratado de dar un poco de fe... No piden otra cosa que no sea comida...

-En las conversiones hay que tener constancia. Lo que no sale en un año sale en dos o más. Insistir en hablar de Dios, aunque parezcan como las rocas que los cobijan.

-¿Hago mal, entonces, en pensar en su comida?... Me había puesto a traer antes del sábado siempre comida, porque los sábados los hebreos no viajan y ninguno piensa en ellos...

-Has hecho bien. Tú lo has dicho. Son paganos. Por tanto, más cuidadosos de la carne y de la sangre que del alma. La amorosa diligencia que tienes por su hambre despierta su afecto hacia el desconocido que piensa en ellos. Y, cuando te quieran, te escucharán, aunque hables de cosas distintas de la comida. El amor preludia siempre el seguimiento de aquel a quien se ha aprendido a amar.

Ellos te seguirán un día en los caminos del espíritu. Las obras de misericordia corporal alisan el camino a las espirituales; las cuales lo hacen tan libre y llano, que la entrada de Dios en un hombre preparado en tal manera al divino encuentro se produce sin el conocimiento del propio individuo.

Éste se encuentra a Dios dentro de sí y no sabe por dónde ha entrado. ¿Por dónde? Algunas veces tras una sonrisa, tras una palabra de piedad, tras un pan, ha empezado la apertura de la puerta de un corazón cerrado a la Gracia y ha empezado el camino de Dios para entrar en ese corazón.

¡Las almas! Son la cosa más variada que existe. Ninguna materia -y son muchas las materias que hay en la Tierra-es tan variada en sus aspectos como lo son las almas en sus tendencias y reacciones.

¿Veis este corpulento terebinto? Está en medio de un entero bosque de terebintos, semejantes a él en la especie. ¿Cuántos son? Centenares, mil quizás, quizás más.

Cubren esta abrupta ladera de monte, dominando con su aroma áspero y saludable de resinas todos los demás olores del valle y del monte. Pero, fijaos. Mil y más, pero no hay siquiera uno que en grosor, altura, corpulencia, inclinación, disposición, sea igual a otro, si se observa bien.

Uno, derecho como hoja de cuchillo. Otro, vuelto hacia septentrión o mediodía, oriente u occidente. Uno, nacido todo en tierra; otro, allá, en un risco, que no se sabe ni cómo éste puede sostenerlo ni cómo el árbol puede sostenerse tan pendiente en el vacío, casi haciendo de puente con la otra ladera que se alza sobre aquel torrente, ahora seco, pero muy turbulento en las épocas de lluvia. Uno retorcido, como si un cruel lo hubiera forzado cuando era todavía tierna planta; otro, sin defectos.

Uno, acopado casi hasta el pie; otro, sin frondas, apenas con un penacho en su cima. Aquél, con ramas sólo en la derecha; aquel otro, frondoso abajo y reseco arriba, en la cima quemada por un rayo. Éste, muerto, que sobrevive en una obstinada rama, única, nacido casi en la raíz recogiendo un resto de savia que en lo alto había muerto.

Y éste, el primero que os he señalado, hermoso a más no poder, ¿tiene, acaso, una rama, una ramita, una hoja -¿qué digo diciendo una hoja, respecto a los miles que tiene?-igual a otra? Parecen iguales, pero no lo son Mirad esta rama, la más baja. Observad la parte alta de ella, sólo la cima de la rama. ¿Cuántas hojas habrá en ese extremo? Quizás doscientas agujas verdes y finas. Y, no obstante, mirad: ¿hay una igual a otra, en color, vigor, lozanía, flexibilidad, aspecto, edad? No la hay.

Así las almas. Hay tantas diversidades de tendencias y reacciones como almas existen. "Y no es buen maestro y médico de almas el que no sabe conocerlas y trabajarlas según sus distintas tendencias y reacciones. No es trabajo fácil, amigos míos. Se requiere estudio continuo, costumbre de meditar, que ilumina más que cualquier larga lectura de textos fijos. El libro que debe estudiar un maestro y médico de almas es las almas mismas. Tantas hojas como almas, y en cada hoja muchos sentimientos y pasiones pasados, presentes y en embrión.

Por tanto, estudio continuo, atento, meditativo. Paciencia constante, aguante. Fortaleza en saber curar las llagas más pútridas para curarlas sin dar muestras de asco, cosa que humillaría al llagado, y sin falsa piedad, que, por no hacer sufrir descubriendo la podredumbre y no limpiar por temor a hacer sufrir la parte corrompida, deja que el mal se haga gangrena y corrompa todo el ser. Prudencia, al mismo tiempo, para no profundizar con modos demasiado rudos las heridas de los corazones, y para no infectarse con su contacto por alarde de seguridad de que no se teme la infección al tratar con los pecadores.

Y todas estas virtudes, necesarias para el maestro y médico de almas, ¿dónde hallan su luz para ver y entender; su paciencia, a veces heroica, para perseverar recibiendo frialdad, alguna vez ofensas; su fortaleza para curar sabiamente; su prudencia para no perjudicar al enfermo ni perjudicarse a sí mismo? En el amor. Siempre en el amor.

El amor da luz a todo, da sabiduría, da fortaleza y prudencia; preserva de las curiosidades, que son vía de asunción de las culpas curadas. Cuando uno es todo amor, no pueden entrar en él ningún deseo ni ninguna ciencia sino los del amor.

¿Veis? Los médicos dicen que, cuando uno estuvo agonizando por una enfermedad, difícilmente vuelve a enfermar de ella, porque ya su sangre la ha recibido y la ha vencido. El concepto no es perfecto, pero tampoco yerra en todo.

Pero el amor, que es salud en vez de enfermedad, produce eso que dicen los médicos, y para todas las pasiones no buenas. El que ama fuertemente a Dios y a los hermanos, no hace nada que pueda causar dolor a Dios y a los hermanos; por eso, incluso acercándose a enfermos del espíritu y viniendo a saber cosas que el amor hasta entonces había velado, no se corrompe con ellas, porque permanece fiel al amor y el pecado no entra.

¿Qué fuerza puede tener la sensualidad para quien ha vencido la sensualidad con la caridad? ¿Qué fuerza, las riquezas para quien en el amor a Dios y a las almas encuentra todo tesoro? ¿Qué, la gula; qué, la avaricia; qué, la incredulidad; qué, la acidia; qué, la soberbia: para quien sólo siente apetito de Dios; para quien se da él mismo, incluso él mismo, para servir a Dios; para quien en su Fe encuentra todo su bien; para quien se siente aguijado por la llama incansable de la caridad y obra incansablemente para dar alegría a Dios; para quien conoce a Dios -amarlo es conocerlo ­y ya no puede ensoberbecerse, porque se ve cual es respecto a Dios?

Un día seréis sacerdotes de mi Iglesia. Seréis, por tanto, los médicos y maestros de los espíritus. Recordad estas palabras mías. No seréis sacerdotes, o sea, ministros de Cristo, maestros y médicos de almas, por el nombre que llevéis, ni por el indumento, ni por las funciones que ejerzáis, sino que lo seréis por el amor que poseáis. El amor os dará todo lo que se necesita para serlo; y las almas, todas distintas entre sí, alcanzarán una única semejanza: la del Padre, si sabéis trabajarlas con el amor.

-¡Qué hermosa lección, Maestro! -dice Juan.

-¿Pero lograremos algún día nosotros ser así? -añade Abel. Jesús mira al uno y al otro, y luego pasa el brazo sobre los hombros de ambos y los estrecha contra sí, el uno a la derecha, el otro a la izquierda, y los besa en el pelo; y dice:

-Vosotros lo lograréis, porque habéis comprendido el amor.
Siguen andando todavía un tiempo, cada vez con más dificultad por la escabrosidad del sendero tallado casi en el borde del monte. Abajo, lejos, hay un camino, y se ve a la gente en camino por él.

-Detengámonos, Maestro. Allí, ¿ves?, desde aquella plataforma de roca, los dos están descolgando hasta los viandantes un cesto con una soga, y tras la plataforma está su gruta. Ahora los llamo.

Y, adelantándose, lanza un grito, mientras Jesús y Juan se quedan retrasados, ocultos tras tupidos arbustos.
Pocos instantes y luego una cara... -llamémosla cara porque está encima de un cuerpo, pero podría llamarse también morro, monstruo, pesadilla...-se asoma por encima de unos arbustos de zarzamora.

-¿Tú? ¿Pero no te habías marchado para los Tabernáculos?
-He encontrado al Maestro y he vuelto atrás. ¡Él está aquí!

Si Abel hubiera dicho "Yeohveh aletea sobre vuestra cabeza" muy probablemente habría sido menos repentino y reverente el grito, el acto, el impulso de los dos leprosos -porque mientras Abel hablaba se había asomado también el otro-para echarse afuera, a la plataforma, en pleno sol, y para postrarse rostro en tierra gritando:

-¡Señor, hemos pecado! ¡Pero tu misericordia es más grande que nuestro pecado!

Lo gritan sin siquiera asegurarse sí Jesús está verdaderamente allí, o si está todavía lejos, en camino hacia ellos. Su fe es tal, que hace ver hasta lo que los ojos, por las llagas de los párpados y la rapidez con que ellos se han arrojado al suelo, sin duda, no han visto.
Jesús avanza mientras ellos repiten:

-¡Señor, nuestro pecado no merece perdón, pero Tú eres la Misericordia! Señor Jesús, por tu Nombre sálvanos. Tú eres el Amor que puede vencer sobre la Justicia.

-Yo soy el Amor. Es verdad. Pero sobre mí está el Padre. Y Él es la Justicia -dice severo Jesús, avanzando con Juan por el sendero.

Los dos alzan los desfigurados rostros entre las lágrimas que corren juntamente con sustancias purulentas. ¡Son rostros horribles de ver! ¿Viejos? ¿Jóvenes? ¿Quién es el siervo? ¿Quién es Aser? Imposible decirlo. La enfermedad los ha igualado, haciendo de ellos dos formas de horror y náusea.

¿Cuál debe ser el aspecto de Jesús para ellos, erguido en medio del sendero, envuelto de rayos de sol que encienden el color rubio de sus cabellos? No lo sé. Sé que lo miran y se cubren el rostro gimiendo:
-¡Yeohveh! ¡La Luz!

Pero luego vuelven a gritar:

-¡El Padre te ha mandado para salvar! ¡Te llama su amor predilecto! ¡En ti se complace! ¡No te negará que nos des el perdón!

-¡El perdón o la salud?
-El perdón -grita uno.
Y el otro:

-..Y luego la salud. Mi madre muere de dolor por mí.
-Aunque Yo os perdone, queda todavía la justicia de los hombres; para ti sobre todo. ¿Qué valor tiene entonces mi perdón para hacer feliz a tu madre? -prueba Jesús, para provocar las palabras que espera para obrar el milagro.

-Tiene valor. Ella es una verdadera israelita. Quiere para mí el seno de Abraham. Y para mí no existe ese lugar en espera del Cielo, porque he pecado demasiado.

-Demasiado. Tú lo has dicho.
-¡Demasiado!... Es verdad... Pero Tú... ¡Oh, aquel día estaba tu Madre... ¿Dónde está tu Madre ahora? Ella tenía compasión de la madre de Abel. Lo vi. Y si ahora oyera tendría compasión de la mía. ¡Jesús, Hijo de Dios, piedad en nombre de tu Madre!...

-¿Y qué haríais después?
-¿Después?

Se miran consternados. El "después" es la condena de los hombres, el desprecio, o la fuga, el destierro. Ante la perspectiva de la curación, tiemblan como por una incolumidad perdida. ¡Cuánto le importa al hombre la vida! Los dos, sorprendidos en el dilema de curarse y ser condenados por la ley de los hombres, o vivir leprosos, casi prefieren vivir leprosos. Lo dicen, lo confiesan con estas palabras:

-¡El suplicio es horrendo!
Lo dice, sobre todo, el que comprendo que es Aser, uno de los dos homicidas...

-Es horrendo. Pero al menos es justicia. Vosotros ibais a aplicárselo a éste, inocente; tú, por sucios fines; tú, por un puñado de monedas.

-¡Es verdad! ¡Oh, Dios mío! Pero él nos ha perdonado. Perdona Tú también. Significa que moriremos, pero el alma se salvará.

-La mujer de Joel fue lapidada por adúltera. Sus cuatro hijos viven en continuas privaciones con la madre de ella, porque los hermanos de Joel los han echado como a espurios, apoderándose de los bienes de su hermano. ¿Lo sabéis?

-Nos lo dijo Abel...

-¿Y quién los satisface por su desventura?

La voz de Jesús es un trueno, verdaderamente es voz de Dios Juez y da miedo. Solo bajo el sol, erguido y rígido, es figura de espanto. Los dos lo miran con miedo. A pesar de que el sol debe sulfurar sus heridas, no se mueven; como tampoco se mueve Jesús, envuelto todo por el sol. Los elementos pierden valor en esta hora de almas...

Pasa un rato y Aser dice:

-Que Abel vaya donde mi madre, si quiere amarme del todo, y le diga que Dios me ha perdonado y...

-Yo no te he perdonado todavía.

-Pero lo harás porque ves mi corazón... Y que le diga que todos mis bienes vayan a los hijos de Joel, por voluntad mía. Sea que muera, sea que viva, renuncio a la riqueza que me ha hecho vicioso.

Jesús sonríe. Se transfigura en la sonrisa, pasando del rostro severo al rostro compasivo, y, con mudada voz, dice:

-Veo vuestro corazón. Levantaos. Y alzad vuestro espíritu a Dios bendiciéndolo. Separados como estáis del mundo, podéis iros sin que el mundo sepa de vosotros. Y el mundo os espera para procuraros la manera de sufrir y expiar.
-¿Nos salvas, Señor? ¿Nos perdonas? ¿Nos curas?

-Sí. Os dejo la vida, porque la vida es sufrimiento especialmente para quien tiene recuerdos como los vuestros. Pero ahora no podéis salir de aquí. Abel debe venir conmigo, debe ir como todos los hebreos a Jerusalén.

Aguardad a que regrese, lo cual coincidirá con vuestra curación. Él se ocupará de llevaros al sacerdote y de avisar a tu madre. Yo le diré a Abel lo que debe hacer y cómo lo debe hacer. ¿Podéis creer en mis palabras, aunque me marche sin curaros?

-Sí, Señor. Pero repítenos que perdonas a nuestro espíritu. Esto sí. Luego todo vendrá cuando quieras Tú.

-Yo os perdono. Renaced con un espíritu nuevo y no queráis volver a pecar. Recordad que, además de absteneros de pecar, debéis llevar a cabo actos de justicia encaminados a anular completamente vuestra deuda ante los ojos de Dios, y que, por tanto, vuestra penitencia debe ser continua, porque grande es vuestra deuda, ¡muy grande! La tuya, en particular, toca todos los mandamientos del Señor.

Piensa y verás que ni uno queda excluido. Te olvidaste de Dios, pusiste a la carne como ídolo tuyo, transformaste las fiestas en días de delirios ociosos, ofendiste e infamaste a tu madre, contribuiste a matar y a querer matar, robaste la existencia y querías robar un hijo a una madre, privaste de padre y madre a cuatro niños, fuiste lujurioso, levantaste falsos testimonios, deseabas impúdicamente a una mujer que era fiel a su difunto esposo, deseaste los bienes de Abel, tanto que quisiste eliminar a Abel para apoderarte de ellos. Aser, ante cada una de estas proposiciones, gime:

-¡Es verdad, es verdad!

-Como ves, Dios habría podido reducirte a cenizas sin recurrir al castigo de los hombres. Te ha preservado para que Yo pudiera salvar a uno más. Pero la mirada de Dios te vigila y su inteligencia recuerda. Podéis marcharos -y se vuelve y regresa a la espesura, junto a Abel y Juan, que habían buscado refugio bajo los árboles de la ladera.

Y los dos, todavía desfigurados, quizás sonrientes -pero ¿quién puede decir cuándo sonríe un leproso?-con la voz típica de los leprosos, estridente, metálica, carente de continuidad, con bruscas disonancias, entonan, mientras Él baja el monte por el sendero pavoroso, el salmo 114...

(Salmo 114, citado aquí según la Vulgata, en la Neovulgata pasó a constituir la primera parte
del salmo 116: “Amo al Señor porque escucha el grito de mi oración...”)

-¡Se sienten felices! -dice Juan.
-Yo también -dice Abel.
-Pensaba que los ibas a curar inmediatamente -dice Juan.
-Yo también, como haces siempre.

-Han sido grandes pecadores. Esta espera es justa para quien ha pecado tanto. Ahora escucha, Ananías...
-Me llamo Abel, Señor -dice sorprendido el joven, y mira a Jesús como para preguntarse: « ¿Por qué se equivoca?».
Jesús sonríe:

-Para mí eres Ananías, porque verdaderamente pareces nacido de la bondad del Señor. Sélo cada vez más. Y, escucha. Al regreso de los Tabernáculos irás a tu ciudad y le dirás a la madre de Aser que haga lo que el hijo desea, y que ello sea llevado a cabo de la manera más solícita, dando todo como reparación, menos un décimo. Esto es por compasión hacia la madre anciana.

Que ella, junto contigo, deje Belén de Galilea y vaya a Tolemaida, a esperar a su hijo que, contigo, irá donde ella con su compañero. Tú, una vez alojada la mujer en casa de algún discípulo de la ciudad, irás por todo lo necesario para la purificación de los leprosos, y no los dejarás hasta que esté todo hecho.
Que el sacerdote no sea de los que saben del pasado, sino de otros lugares.

-¿Y después?
-Después vuelves a tu casa o te unes a los discípulos. Y ellos, los curados, tomarán el camino de la expiación. Yo digo lo indispensable. Y dejo al hombre libre de actuar después…

Bajan, bajan, incansables, a pesar de las asperezas del camino y el calor del sol... Incansables, y silenciosos durante mucho tiempo. Luego Abel rompe el silencio diciendo:

-¿Señor, te puedo pedir una gracia?
-¿Cuál?
-Que me dejes ir a mi ciudad. Me desagrada dejarte, pero aquella madre...

-Ve. Pero no te demores. Apenas vas a tener tiempo de llegar a Jerusalén.

-¡Gracias, Señor! La veré sólo a ella: una pobre anciana avergonzada de todo desde que Aser pecó. Pero ahora volverá a sonreír. ¿Que debo decirle en tu nombre?

-Que sus lágrimas y oraciones han obtenido gracia y que Dios la anima a aumentar su esperanza, y que la bendice.

Pero antes de separarnos vamos a detenernos una hora. No más. No es tiempo de altos en el camino. Luego tú irás por tu parte; Yo y Juan, por la mía, y por atajos. Y tú, Juan, te adelantarás. A donde mi Madre. Le llevarás esta saca con la ropa de lino y vendrás con la de lana. Irás a decirle que quiero verla y que la espero en el bosque de Matatías, el de la mujer. Ya sabes. Habla a solas con Ella y ven pronto.

-Sé dónde está el bosque. ¿Y Tú? ¿Solo? ¿Te quedas solo?
-Me quedo con mi Padre. No temas -dice Jesús alzando la mano y poniéndola sobre la cabeza del discípulo predilecto, que está a su lado sentado en la hierba. Y le sonríe mientras dice:

-Pero deberíamos estar allí al caer de la tarde…
-Maestro, cuando debo darte una satisfacción no siento cansancio, ya lo sabes. ¡Y además, donde la Madre!... Es como ir llevado por los ángeles. Y, bueno, no está muy lejos.

-Nunca está lejos lo que se hace con alegría... Pero tú pasarás la noche en Nazaret.
-¿Y Tú?

-Y Yo... Estaré con el Padre mío después de haber estado con mi Madre un poco. Y luego, al alba, me pondré en camino, tomando el camino del Tabor sin entrar en Nazaret. Ya sabes que tengo que estar en Yizreel a la aurora de pasado mañana.

-Te vas a cansar mucho, Maestro; y ya lo estás.
-Tendremos tiempo de descansar en invierno. No temas. Y no esperes poder ir evangelizando siempre con paz como aquí. Haremos muchas paradas...

Jesús agacha la cabeza, pensativo, dando mordiscos a su pan más para hacer compañía a los dos -los cuales, jóvenes y contentos de estar con el Maestro, comen con gusto-que por ganas de comida. Tanto es así que deja de comer y se sume en uno de sus silencios, respetado por los dos, que callan y descansan a la sombra fresca del monte, descalzos los pies para buscar frescura en la hierba nacida a los pies de los robustos troncos. Y se adormilarían incluso, pero Jesús alza la cabeza y dice:

-Vamos. En la bifurcación nos separaremos.

Atadas las sandalias, se ponen en camino. La sombra del bosque y el viento que viene de septentrión los ayuda a soportar la pesantez de esta hora todavía caliente, aunque ya no tórrida como en los meses de pleno verano.


   


[Inicio] [ Blog] [Mision] [El Rosario] [Documentos] [Asesorias] [ Política de Privacidad] [Contacto ]

Copyright © 2022 Maria Luz Divina