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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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354- Jesús habla sobre el Pan del Cielo
en la sinagoga de Cafarnaúm
La playa de Cafarnaúm bulle de gente que desembarca de una verdadera flotilla de barcas de todas las dimensiones. Y los primeros que echan pie a tierra se ponen a buscar entre la gente para ver si ven al Maestro, a un apóstol o, al menos, a un discípulo. Y van preguntando...
Un hombre, por fin, responde:
-¿Maestro? ¿Apóstoles? No. Se han marchado después del sábado, enseguida, y no han vuelto. Pero volverán porque hay algunos discípulos. Acabo de hablar con uno de ellos. Debe ser un discípulo importante. ¡Habla como Jairo! Ha ido hacia aquella casa que está entre los campos, costeando el mar.
El hombre que ha preguntado hace extender la voz, y todos se ponen en rápido movimiento hacia el lugar indicado. Pero, recorridos unos doscientos metros por la orilla, encuentran a todo un grupo de discípulos que vienen hacia Cafarnaúm gesticulando animadamente. Los saludan y preguntan:
-¿El Maestro dónde está?
Los discípulos responden:
-Durante la noche, después del milagro, se ha marchado con los suyos con las barcas atravesando el mar. Hemos visto las velas bajo el claror de la Luna, en dirección a Dalmanuta.
-¡Ah! ¡Claro! ¡Lo hemos buscado en Magdala, en casa de María, y no estaba! ¡De todas formas... nos lo podían haber dicho los pescadores de Magdala!
-No lo sabrían. Quizás había subido a los montes de Arbela a orar. Ya fue allí una vez el año pasado antes de la Pascua. Lo encontré en esa ocasión por suma gracia del Señor a su pobre siervo -dice Esteban.
-¿Pero no va a volver aquí?
-Ciertamente volverá. Nos debe despedir y darnos las indicaciones. Pero, ¿qué queréis?
-Seguirle oyendo. Seguirlo. Hacernos suyos.
-Ahora va a Jerusalén. Lo encontraréis allí. Allí, en la Casa de Dios, el Señor os hablará. Si os conviene ir tras El. Porque debéis saber que, si bien Él no rechaza a nadie, nosotros tenemos dentro aspectos que rechazan la Luz. De forma que quien tenga tantos aspectos de éstos que no sólo esté ya saturado -lo cual no sería un gran mal, porque Él es la Luz y cuando nos hacemos lealmente suyos con voluntad decidida, su Luz penetra en nosotros venciendo a las tinieblas -, sino que esté incluso unido a ellos como a la carne de nuestro cuerpo, y los estime como a la carne de su cuerpo, entonces éste conviene que se abstenga de venir, a menos que no se destruya para rehacerse nuevo.
Meditad, pues, sobre si tenéis en vosotros la fuerza de asumir un nuevo espíritu, un nuevo modo de pensar, un nuevo modo de querer. Y luego, si lo juzgáis conveniente, venid. Quiera el Altísimo, que guió a Israel en su "paso", guiaros a vosotros en este "pésac" a seguir la estela del Cordero, allende los desiertos, hacia la Tierra eterna, hacia el Reino de Dios -dice Esteban, hablando por todos sus compañeros.
-¡No, no! ¡Inmediatamente! ¡Inmediatamente! Nadie hace las cosas que Él hace. Queremos seguirle -dice, agitada, la muchedumbre.
Esteban expresa con una sonrisa muchas cosas. Abre los brazos y dice:
-¿Porque os haya dado pan bueno y abundante queréis venir? ¿Creéis que os va a dar siempre sólo esto? A los que le siguen les promete aquello que constituye su acervo: dolor, persecución, martirio: no rosas sino espinas, no caricias sino bofetadas, no pan sino piedras están preparadas para los "cristos". Y diciendo esto no blasfemo, porque sus verdaderos fieles serán ungidos con el aceite santo hecho con su Gracia, generado con su sufrimiento; nosotros seremos "ungidos" para ser víctimas en el altar y reyes en el Cielo.
-¡Y! ¿Es que tienes celos? ¿No estás tú? Pues también queremos estar nosotros. El Maestro es de todos.
-Bien. Os lo decía porque os amo y quiero que sepáis lo que significa ser "discípulos", de forma que después no sea uno un desertor. Vamos entonces todos juntos a esperarlo a su casa. Se está empezando a poner el sol y comienza el sábado. Vendrá para pasarlo aquí antes de partir.
Y se dirigen, conversando, a la ciudad. Muchos hacen preguntas a Esteban y a Hermas (que ha llegado también); los israelitas ven a los dos con una luz especial por ser alumnos predilectos de Gamaliel.
Muchos preguntan:
-¿Pero qué dice Gamaliel de Él?», otros: « ¿Os ha dicho él que vinierais?», y otros: « ¿No le ha dolido perderos?», o: « ¿Y el Maestro qué dice del gran rabí?».
Los dos, pacientemente, responden:
-Gamaliel habla de Jesús de Nazaret como del hombre más grande de Israel.
-¿Más grande que Moisés? -dicen casi escandalizados.
-Dice que Moisés es uno de los muchos precursores del Cristo, pero que no es sino el siervo suyo.
-¿Entonces para Gamaliel es el Cristo? ¿Es esto lo que dice? Si dice eso el rabí Gamaliel, la cosa está clara: ¡es el Cristo!
-No dice eso. Todavía no es capaz de creerlo, por desgracia para él. Pero dice que el Cristo está ya en la Tierra porque habló con Él hace muchos años; él y el sabio Hil.lel. Espera una señal que aquel Cristo le prometió para reconocerlo -dice Hermas.
-¡Pero por qué creyó que aquél era el Cristo? ¿Qué hacía? Yo tengo tantos años como Gamaliel y no he oído nunca que en nuestra tierra alguien hiciera las cosas que el Maestro hace. Si no se convence con estos milagros, ¿qué vio de milagroso en aquel Cristo para poder creer en El?
-Vio que estaba ungido con la Sabiduría de Dios. Así dice -responde otra vez Hermas.
-¿Y entonces qué es éste para Gamaliel?
-El mayor de entre los hombres, maestro y precursor de Israel. Si pudiera decir: "Es el Cristo", quedaría salvada el alma sabia y justa de mi primer maestro -dice Esteban, y termina: «Y pido porque se cumpla esto cueste lo que cueste».
-Y si no cree que es el Cristo, ¿por qué os ha dicho que vinierais?
-Nosotros queríamos venir. Nos ha dejado venir, diciendo que estaba bien venir.
-Quizás para sacar informaciones y referírselas al Sanedrín... -insinúa uno.
-¿Qué dices? Gamaliel es una persona honesta. No espía al servicio de nadie, ¡y menos al servicio de los enemigos de un inocente! -reacciona inmediatamente Esteban (y tanto es su desdén, casi radiante santamente indignado, que parece un arcángel).
-De todas formas, le habrá dolido perderos -dice otro.
-Sí y no: como hombre que nos quería, sí; como espíritu muy recto, no. Porque dijo: "El es más que yo y más joven; por tanto podré cerrar los ojos en paz respecto a vuestro futuro, sabiendo que sois del `Maestro de los maestros`».
-¿Y Jesús de Nazaret qué dice del gran rabí?
-¡Sólo tiene para él palabras selectas!
-¿No le tiene envidia?
-Dios no envidia -dice Hermas en tono severo -No hagas suposiciones sacrílegas.
-¿Pero para vosotros entonces es Dios? ¿Estáis seguros?
Y los dos, a una sola voz:
-Como de que estamos vivos en este momento.
Y Esteban termina:
-Y os exhorto a que queráis creerlo también vosotros para obtener la verdadera Vida.
Están otra vez en la playa, que se ha transformado en plaza; la atraviesan para ir a la casa. En la puerta está Jesús acariciando a unos niños.
Discípulos y curiosos se aglomeran y preguntan:
-Maestro, ¿cuándo has venido?
-Hace unos momentos.
El rostro de Jesús presenta todavía esa majestuosidad solemne un poco extática de cuando ha orado mucho.
-¿Has estado en oración, Maestro? -pregunta Esteban en voz baja por reverencia (y, por el mismo motivo, tiene inclinado su cuerpo)
-Sí. ¿Qué te lo hace pensar, hijo mío? -pregunta Jesús mientras le pone, con una dulce caricia, la mano sobre su pelo oscuro.
-Tu rostro de ángel. Yo soy un pobre hombre, pero tu aspecto es tan límpido que en él se leen los latidos y acciones de tu espíritu.
-También el tuyo es límpido. Tú eres uno de esos que permanecen niños...
-¿Qué hay en mi rostro, Señor?
-Ven aparte y te lo digo -y lo toma de la muñeca y lo lleva a un pasillo oscuro. -Caridad, fe, pureza, generosidad, sabiduría. Te las ha dado Dios. Tú las has cultivado y las cultivarás más todavía. En fin, de acuerdo con tu nombre, tienes la corona: de oro puro con una gran gema que brilla en la frente. En el oro y en la gema hay dos palabras grabadas: "Predestinación" y "Primicia". Sé digno de tu destino, Esteban. Ve en paz con mi bendición. Y le pone nuevamente la mano en el pelo mientras Esteban se arrodilla para luego inclinarse y besar los pies de Jesús.
Vuelven adonde los demás.
-Esta gente ha venido para escucharte... -dice Felipe.
-Aquí no se puede hablar. Vamos a la sinagoga. Jairo se pondrá contento.
Jesús delante, detrás el cortejo de los demás, se encaminan hacia la bonita sinagoga de Cafarnaúm. Jesús es saludado por Jairo y luego entra. Ordena que todas las puertas queden abiertas para que los que no logren entrar puedan oírle desde la calle y la plaza, que están a los lados de la sinagoga.
Jesús va a su sitio, en esta sinagoga amiga en que hoy, por buena ventura, no están los fariseos (quizás se han puesto ya en marcha pomposamente hacia Jerusalén). Empieza a hablar.
-En verdad os digo: me buscáis no por escucharme y por los milagros que habéis visto, sino por el abundante pan que os he dado, gratis, con que saciar vuestra hambre. Las tres cuartas partes de vosotros por esto me buscabais, y por curiosidad, viniendo de todas las partes de nuestra patria. Es, pues, una búsqueda sin espíritu sobrenatural.
Domina el espíritu humano con sus curiosidades malsanas (o, al menos, de una imperfección infantil: no por ser curiosidad sencilla como la de los niños, sino deficiente cual la inteligencia de un obtuso mental). Y, con la curiosidad, quedan la sensualidad y el sentimiento viciado: la sensualidad, que se esconde, sutil como el demonio, de quien es hija, detrás de apariencias y en actos aparentemente buenos; el sentimiento viciado, que es simplemente una desviación morbosa del sentimiento y que, como todo aquello que es "enfermedad" necesita drogas, y tiende a ellas, drogas que no son el alimento sencillo (el buen pan, el agua buena, el aceite genuino, la leche pura) suficiente para vivir, y vivir bien. El sentimiento viciado quiere cosas extraordinarias para sentirse impresionado y sentir el estremecimiento placentero, el estremecimiento enfermo de los paralizados, que necesitan drogas para experimentar sensaciones con que creerse aún íntegros y vigorosos. La sensualidad que quiere satisfacer sin esfuerzo la gula (en este caso con el pan no sudado recibido por bondad de Dios).
Estos regalos de Dios no son lo habitual, sino lo extraordinario. No se pueden exigir. No se puede uno volver perezoso y decir: "Dios me los dará". Está escrito:
"Comerás el pan mojado con el sudor de tu frente", o sea, el pan ganado con el trabajo. Porque si Aquel que es Misericordia dijo: "Siento compasión de las turbas, que me siguen desde hace tres días y no tienen ya nada que comer y podrían desfallecer por el camino antes de llegar a Ippo, en la orilla del lago, o a Gamala o a otros ciudades", y proveyó a esta necesidad, no quiere ello decir que deba ser seguido por esto. A mí se me ha de seguir por mucho más que por un poco de pan, destinado a estiércol después de la digestión; no por el alimento que llena el vientre, sino por el que nutre al alma. Porque no sois sólo animales que deben rozar y rumiar, u hozar en el plato y engordar. ¡Sois almas! ¡Esto es lo que sois! La carne es la vestidura, el ser es el alma. Es el alma la que perdura. La carne, como todo vestido, se aja y acaba, y no merece la pena ocuparse de ella cual si fuere una perfección a la que hubiera que prestar todos los cuidados.
Buscad, pues, lo que es oportuno procurarse, no lo que no lo es. Tratad de procuraros no el alimento perecedero, sino el que permanece para la vida eterna. El Hijo del hombre os dará siempre este alimento, cuando lo queráis. Porque el Hijo del hombre tiene a su disposición todo lo que viene de Dios, y puede darlo, El, que es el dueño, magnánimo dueño, de los tesoros del Padre Dios, que ha imprimido en El su sello para que los ojos honestos no sean confundidos. Y, si tenéis en vosotros el alimento imperecedero, siendo nutridos con el alimento de Dios, podréis hacer obras de Dios.
¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios? Observamos la Ley y los Profetas. Por tanto, ya nos nutrimos de Dios y hacemos obras de Dios.
Es verdad. Observáis la Ley; más exactamente: "conocéis" la Ley. Pero conocer no es practicar. Nosotros conocemos, por ejemplo, las leyes de Roma, y, no obstante, un fiel israelita no las practica sino en aquellas fórmulas impuestas por su condición de súbdito. Por lo demás, nosotros -hablo de los fieles israelitas -no practicamos las costumbres paganas de los romanos aunque las conozcamos. La Ley que todos vosotros conocéis, y los Profetas, debería, efectivamente, nutriros de Dios, y daros, por tanto, capacidad de realizar obras de Dios.
Pero, para hacer esto, debería haberse hecho unidad en vosotros, como sucede con el aire que respiráis y el alimento que asimiláis, que se transforman en vida y sangre. Sin embargo, os son extraños, a pesar de estar en vuestra casa, como lo es un objeto de la casa, que conocéis y os es útil pero que si un día faltara no os quitaría la existencia. Mientras que... ¡privaos unos minutos de respirar, o, durante muchos días, de comer, a ver qué sucede! Veréis que no podéis vivir. Pues así debería sentirse vuestro yo en la desnutrición y asfixia de una Ley y unos Profetas conocidos pero no asimilados y hechos unidad con vosotros. Yo he venido a enseñar y dar esto: la savia, el aire de la Ley y los Profetas; para procurar de nuevo sangre y respiro a vuestras almas agonizantes por inanición y asfixia. Sois semejantes a niños incapacitados, por una enfermedad, para distinguir aquello que puede nutrirlos.
Tenéis ante vosotros mucha abundancia de alimentos, pero no sabéis que deben ser ingeridos para transformarse en algo vital, o sea, que debemos hacerlos verdaderamente nuestros, con una fidelidad pura y generosa a la Ley del Señor, que habló a Moisés y a los Profetas por todos vosotros. Venir, pues, a mí para recibir aire y savia de Vida eterna es un deber. Pero este deber presupone en vosotros una fe. Porque si uno no tiene fe no puede creer en mis palabras, y si no cree no viene a decirme:
"Dame el verdadero pan". Y si no tiene el verdadero pan no puede hacer obras de Dios, no teniendo la capacidad de realizarlas. Por tanto, para nutriros de Dios y realizar obras de Dios es necesario que realicéis la obra-base, que es ésta: creer en Aquel que Dios ha enviado.
-Bien, ¿pero qué milagros haces para que podamos creer en ti como en el Enviado de Dios, y para que podamos ver en ti el sello de Dios? ¿Qué haces Tú que ya -aunque de forma menor -no hayan hecho los Profetas? Moisés incluso te superó, porque durante cuarenta años, y no sólo alguna que otra vez, nutrió con maravilloso alimento a nuestros padres. Así está escrito: que nuestros padres, durante cuarenta años, comieron el maná en el desierto; y está escrito que, por eso, Moisés -él, que podía dárselo -les dio de comer pan bajado del cielo.
-Estáis en un error. No Moisés, sino el Señor, pudo hacer eso. En el Éxodo se lee: "Mira: haré llover pan del cielo.
Que el pueblo salga y recoja la cantidad suficiente cada día; así probaré si el pueblo camina según mi ley. Y que el sexto día recoja el doble, por respeto al séptimo día, que es el sábado". Y los hebreos vieron que el desierto se cubría cada mañana de aquella "cosa menuda, como algo machacado en el mortero, semejante a la escarcha de la tierra, semejante a la semilla de cilantro, con agradable sabor a flor de harina mezclada con miel".
Así pues, no fue Moisés, sino Dios, quien proporcionó el maná. Dios, que todo lo puede. Todo. Castigar y bendecir.
Privar de algo y concederlo. Y os digo que de estas dos cosas prefiere siempre bendecir y conceder, antes que castigar o negar.
Dios, como dice la Sabiduría, por amor a Moisés -de quien el Eclesiástico dice que era "amado de Dios y de los hombres, de bendita memoria, hecho por Dios semejante en gloria a los santos, grande y terrible para los enemigos, capaz de suscitar prodigios y poner fin a ellos, glorioso delante de los reyes, ministro suyo ante su pueblo, conocedor de la gloria de Dios y de la voz del Altísimo, custodio de los preceptos y de la Ley de vida y ciencia" -, Dios, decía, por amor a Moisés, alimentó a su pueblo con el pan de los ángeles; le dio un pan que bajaba del cielo, ya bien hechito, sin necesidad de trabajo, y que contenía todas las delicias, todas las suavidades de sabor. Y -tened bien presente lo que dice la Sabiduría -, y, como venía del Cielo, de Dios, y revelaba su dulzura hacia sus hijos, para cada uno tenía el sabor que cada uno quería, y en cada uno producía los efectos deseados: era útil tanto al niño, con su estómago todavía imperfecto, como al adulto, con su apetito y digestión vigorosos; tanto a la niña delicada, como al anciano caduco.
Y también, para testificar que no era obra de hombre, subvirtió las leyes de los elementos, de forma que resistió al fuego ese misterioso pan que cuando salía el sol se derretía como escarcha. 0 más exactamente: el fuego -sigue diciendo la Sabiduría -olvidó su propia naturaleza por respeto a la obra de Dios su Creador y a las necesidades de los justos de Dios; de forma que, mientras que lo que normalmente hace es inflamarse para consumir, aquí se hizo suave para hacer el bien a los que confiaban en el Señor.
Por eso entonces, transformándose todo, sirvió a la gracia del Señor que a todos sustentaba, según la voluntad de quien oraba al Eterno Padre, para que sus hijos amados aprendieran que no es la reproducción de los frutos lo que alimenta a los hombres, sino que es la palabra del Señor la que conserva a quien cree en Dios. Efectivamente, el fuego no consumió -como habría podido -el suave maná, a pesar de que la llama era alta y viva, mientras que bastaba para derretirlo el suave sol de la mañana; para que los hombres recordaran y aprendieran que deben buscar los dones de Dios desde el principio de la jornada y de la vida, y que, para recibirlos, es necesario adelantarse a la luz, y erguirse para alabar al Eterno desde el rayar del día.
Esto les enseñó el maná a los hebreos. Yo os lo recuerdo porque es un deber que permanece, y permanecerá, hasta el final de los siglos. Buscad al Señor y sus dones celestes, sin ser perezosos, hasta las postreras horas del día o de la vida. Levantaos para alabarlo antes incluso de que lo haga el naciente sol; alimentaos con su palabra, que conserva, preserva y conduce a la Vida verdadera.
No fue Moisés el que os dio el pan del Cielo; en verdad, fue el Padre Dios el que lo dio; y ahora, verdad de las verdades, es mi Padre el que os da el verdadero Pan, el Pan nuevo, el Pan eterno que baja del Cielo, el Pan de misericordia, de Vida, el Pan que da al mundo la Vida, que calma toda hambre y elimina toda flaqueza, el Pan que da, a quien lo toma, la Vida eterna y la eterna alegría.
-Danos, Señor, ese pan, y ya no moriremos.
-Vosotros moriréis como muere todo hombre. Pero, si os alimentáis santamente con este Pan, resucitaréis para Vida eterna, porque hace incorruptible a quien lo come.
Respecto a dároslo, será dado a quienes se lo piden a mi Padre con puro corazón, recta intención y santa caridad. Por eso he enseñado a decir: "Danos el pan cotidiano".
Pero los que se nutran indignamente con este Pan vendrán a ser un hervidero de gusanos infernales, como los gomor de maná conservados en contra de la orden recibida. Ese Pan de salvación y vida se transformará para ellos en muerte y condena. Porque el sacrilegio más grande lo cometerán aquellos que pongan ese Pan en una mesa espiritual corrompida y fétida, o lo profanen mezclándolo con la sentina de sus incurables pasiones. ¡Más les valdría no haberlo tomado nunca!
-¿Pero dónde está este Pan? ¿Cómo se halla? ¿Qué nombre tiene?
-Yo soy el Pan de Vida. En mí se halla. Su nombre es Jesús. Quien viene a mí no tendrá ya hambre, y quien cree en mí no tendrá ya sed, porque los ríos celestes verterán sobre él sus aguas y extinguirán toda sed material. Ya os lo he dicho. Ya me habéis conocido. Y, a pesar de todo, no creéis. No podéis creer que todo está en mí. Y, sin embargo, es así. En mí están todos los tesoros de Dios.
Todas las cosas de la tierra me han sido dadas. De forma que en mí se reúnen el glorioso Cielo y la tierra militante; e incluso está en mí la masa, la que purga y espera, de los muertos en gracia de Dios. Porque todo poder está en mí y a mí me es dado todo poder. Y os digo que todo lo que el Padre me da vendrá a mí, y no rechazaré a quien venga a mí, porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la de Aquel que me ha enviado.
Y la voluntad del Padre mío, del Padre que me ha enviado, es ésta: que no pierda ni siquiera uno de los que me ha dado, sino que los resucite en el último día. Ahora bien, la voluntad del Padre que me ha enviado es que todo el que conoce al Hijo y cree en Él tenga la Vida eterna y Yo lo pueda resucitar en el Ultimo Día, viéndolo nutrido de la fe en mí y signado con mi sello.
Se oye no poco rumor en la sinagoga y fuera de ella por las nuevas e intrépidas palabras del Maestro, el cual, tras un momento para recuperar el aliento, vuelve sus ojos centelleantes de arrobamiento hacia el lugar donde más se murmura (son exactamente los grupos en que hay judíos). Reanuda su discurso.
-¿Por qué murmuráis entre vosotros? Sí, Yo soy el Hijo de María de Nazaret, hija de Joaquín de la estirpe de David, virgen consagrada en el Templo, luego casada con José de Jacob, de la estirpe de David. Muchos de vosotros conocieron a los justos que dieron vida a José, carpintero regio, y a María, virgen heredera de la estirpe regia. Por ello murmuráis: "¿Cómo puede éste decir que ha bajado del Cielo?" y surge en vosotros la duda.
Os recuerdo a los Profetas, sus profecías sobre la Encarnación del Verbo. Os recuerdo también cómo -más para nosotros israelitas que para cualquier otro pueblo --, es dogmático que Aquel que no osamos nombrar no podía darse una Carne según las leyes de la humanidad, y de una humanidad, además, caída. El Purísimo, el Increado, si se ha humillado haciéndose Hombre por amor al hombre, no podía sino elegir un seno de Virgen más pura que las azucenas para revestir de Carne su Divinidad.
E1 pan bajado del Cielo en tiempos de Moisés fue depositado en el arca de oro cubierta por el propiciatorio, custodiada por los querubines, tras los velos del Tabernáculo. Y con el pan estaba la Palabra de Dios. Así debía ser, porque debe prestarse sumo respeto a los dones de Dios y a las tablas de su santísima Palabra.
Pues bien, ¿qué habrá preparado entonces Dios para su misma Palabra y para el Pan verdadero venido del Cielo? Un arca más inviolada y preciosa que el arca de oro, y cubierta con el precioso propiciatorio de su pura voluntad de inmolación, custodiada por los querubines de Dios, velada tras el velo de un candor virginal, de una humildad perfecta, de una caridad sublime, de todas las más santas virtudes.
¿Entonces? ¿No comprendéis todavía que mi paternidad está en el Cielo y que, por tanto, de allí vengo? Sí, Yo he bajado del Cielo para cumplir el decreto de mi Padre, el decreto de salvación de los hombres, según cuanto prometió en el momento mismo de la condena y repitió a los Patriarcas y Profetas.
Pero esto es fe. Y la fe la da Dios a quien tiene una disposición de buena voluntad. Por tanto, nadie puede venir a mí si mi Padre no lo trae, viéndolo en las tinieblas pero rectamente deseoso de luz. Está escrito en los Profetas: "Serán todos adoctrinados por Dios". Está escrito. Es Dios quien les enseña a dónde ir para ser instruidos en orden a Dios. Todo aquel, pues, que ha oído, en el fondo de su espíritu recto, hablar a Dios ha aprendido del Padre a venir a mí.
-¿Y quién puede haber oído a Dios o haber visto su Rostro? -preguntan no pocos de los presentes, y empiezan a dar señales de irritación y de escándalo. Y terminan: «0 deliras o eres un iluso».
-Nadie ha visto a Dios excepto Aquel que viene de Dios. Éste ha visto al Padre. Éste soy Yo.
Y ahora escuchad el "credo" de la vida futura, sin el cual ninguno se puede salvar.
En verdad, en verdad os digo que quien cree en mí tiene la Vida eterna. En verdad, en verdad os digo que Yo soy el Pan de la Vida eterna.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. Porque el maná era un alimento santo pero temporal, y daba la vida en la medida necesitada para llegar a la tierra prometida por Dios a su pueblo. Mas el Maná que Yo soy no tendrá límites ni de tiempo ni de poder. No sólo es celeste, es divino; produce aquello que es divino: la incorruptibilidad, la inmortalidad de cuanto Dios ha creado a su imagen y semejanza.
Este Maná no durará sólo cuarenta días, cuarenta meses, cuarenta años, cuarenta siglos. Durará mientras dure el tiempo, y será dado a todos aquellos que tengan hambre de él, hambre santa y grata al Señor, que exultará dándose sin medida a los hombres por quienes se ha encarnado, para que tengan la Vida que no muere.
Yo puedo darme, puedo transubstanciarme por amor a los hombres, para que el pan sea Carne y la Carne sea Pan, para saciar el hambre espiritual de los hombres, que sin este Alimento morirían de hambre y enfermedades espirituales. Pero el que coma de este Pan con justicia vivirá eternamente. El pan que Yo daré será mi Carne inmolada para la vida del mundo, será mi Amor distribuido en las casas de Dios para que a la mesa del Señor se acerquen todos los que aman o son infelices, y encuentren la satisfacción de su necesidad de unirse con Dios o de sentir aliviada su pena.
-¿Pero cómo puedes darnos de comer tu carne? ¿Por quién nos has tomado? ¿Por fieras sanguinarias?, ¿por salvajes?, ¿por homicidas? Nos repugna la sangre y el delito.
-En verdad, en verdad os digo que muchas veces el hombre es peor que una fiera, y que el pecado hace al hombre más que salvaje, que el orgullo provoca sed homicida y que no a todos los presentes les repugnará ni la sangre ni el delito. Y también en el futuro el hombre será así, porque Satanás se pone ferino con la sensualidad y el orgullo.
Por tanto, más necesidad que nunca tiene y tendrá el hombre de eliminar de sí los terribles gérmenes con la infusión del Santo. En verdad, en verdad os digo que si no coméis la Carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre no tendréis en vosotros la Vida.
Quien come dignamente mi Carne y bebe mi Sangre tiene la Vida eterna y Yo lo resucitaré en el último Día. Porque mi Carne es verdaderamente Comida y mi Sangre es verdaderamente Bebida.
El que come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y Yo en él. Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí e irá a donde lo envíe, y hará lo que Yo deseo; vivirá austero como hombre, ardiente como serafín; será santo, porque para poder nutrirse de mi Carne y de mi Sangre se prohibirá a sí mismo los pecados y vivirá ascendiendo para acabar su ascensión a los pies del Eterno.
-¡Pero éste está desquiciado! ¿Quién puede vivir así? En nuestra religión sólo el sacerdote debe ser purificado para ofrecer la víctima. Aquí Él quiere hacer de cada uno de nosotros una víctima de su demencia. ¡Esta doctrina es demasiado penosa y este lenguaje es demasiado duro! ¿Quién puede escuchar esto y practicarlo? -murmuran los presentes, y muchos son de los ya reputados discípulos.
La gente desaloja el lugar haciendo comentarios. Y muy mermadas aparecen las filas de los discípulos cuando se quedan solos en la sinagoga el Maestro y los más fieles.
No los cuento, pero digo que, a ojo de buen cubero, no sé si llegarán a cien. Es decir que la defección ha debido ser abundante incluso en las filas de los antiguos discípulos que ya estaban al servicio de Dios.
Entre los que quedan están los apóstoles, el sacerdote Juan y el escriba Juan, Esteban, Hermas, Timoneo, Hermasteo, Ágapo, José, Salomón, Abel de Belén de Galilea y Abel el que fue leproso de Corazín, con su amigo Samuel, Elías (el que dejó de enterrar a su padre por seguir a Jesús), Felipe de Arbela, Aser e Ismael de Nazaret, y otros que no conozco de nombre. Todos éstos hablan en voz baja entre sí, comentando la defección de los otros y las palabras de Jesús, que está pensativo, con los brazos cruzados y apoyado en un alto ambón.
-¿Y os escandalizáis de lo que he dicho? ¿Y si os dijera que veréis un día al Hijo del hombre subir al Cielo adonde estaba antes y sentarse al lado del Padre? ¿Qué habéis entendido, absorbido, creído hasta ahora? ¿Con qué habéis escuchado y asimilado? ¿Sólo con vuestra humanidad?
Es el espíritu lo que vivifica y tiene valor. La carne nada aprovecha. Mis palabras son espíritu y vida; hay que oírlas y comprenderlas con el espíritu para que den vida.
Pero muchos de vosotros tienen muerto el espíritu porque no tienen fe. Muchos de vosotros no creen con verdad. Inútilmente permanecen conmigo. No recibirán Vida, sino Muerte. Porque están, como he dicho al principio, o por curiosidad o por humano gusto, o, peor, con fines todavía más indignos. No los trae el Padre como premio a su buena voluntad, sino Satanás. En verdad, ninguno puede venir a mí si no le es concedido por mi Padre. Marchaos, sí, vosotros que permanecéis a duras penas porque humanamente os avergonzáis de abandonarme pero sentís más vergüenza aún de estar al servicio de Uno que os parece "loco y duro". Marchaos. Mejor lejos que aquí para perjudicar.
Y muchos otros se separan del grupo de los discípulos (entre ellos el escriba Juan y Marcos, el geraseno endemoniado que había sido curado mandando los demonios a los cerdos). Los discípulos buenos se consultan y corren tras estos renegados tratando de pararlos.
En la sinagoga están ahora Jesús, el arquisinagogo y los apóstoles...
Jesús se vuelve a los doce -que, apesadumbrados, están en un rincón -y dice: -¿Queréis marcharos también vosotros?
Lo dice sin acritud, sin tristeza, pero sí con mucha seriedad.
Pedro, con ímpetu doloroso, le dice:
-Señor, ¿y a dónde quieres que vayamos? ¿Con quién? Tú eres nuestra vida y nuestro amor. Sólo Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos conocido que eres el Cristo, Hijo de Dios. Si quieres, recházanos. Pero nosotros, por nosotros, no te dejaremos, ni aunque... ni aunque dejaras de amarnos... -y Pedro llora quedo, con grandes lagrimones...
También Andrés, Juan, las dos hijas de Alfeo, lloran abiertamente. Los otros, pálidos o rojos por la emoción, no lloran, pero sufren visiblemente.
-¿Por qué habría de rechazaros? ¿No os he elegido Yo a vosotros doce?...
Jairo, prudentemente, se ha retirado para dejar a Jesús que conforte o reprenda a sus apóstoles. Jesús, notando su silencioso alejamiento, sentándose abatido, como si la revelación que hace le costase un esfuerzo superior a lo que puede hacer, cansado, disgustado, apenado, dice:
-Y, sin embargo, uno de vosotros es un demonio.
La frase cae lenta, terrible, en la sinagoga en que la única cosa alegre es la luz de las muchas lámparas... y ninguno se atreve a decir nada. Pero se miran unos a otros con pávido horror, angustiosamente inquisitivos; y cada uno, con un interrogante aún más angustioso e íntimo, se examina a sí mismo...
Pasa un tiempo en que ninguno se mueve. Jesús está ahí, solo, en su asiento, con las manos cruzadas encima de las rodillas y la cara baja. La alza, en fin, y dice:
-Venid. ¡No me he vuelto leproso! ¿O creéis que lo soy?...
Entonces Juan corre adelante, se enrosca a su cuello y dice:
-Contigo entonces en la lepra, mi único amor. Contigo en la condena, contigo en la muerte, si crees que te espera eso...
Pedro se arrastra hasta sus pies, los toma y los pone encima de sus hombros y dice entre singultos:
-¡Aquí, aprieta, pisa! Pero evita que piense que desconfías de tu Simón.
Los otros, viendo que Jesús acaricia a los dos primeros, se acercan y besan a Jesús en el vestido, en las manos, en el pelo... Sólo Judas Iscariote osa besarle en la cara.
Jesús se levanta de repente, y su reacción es tan improvisa que casi lo aparta bruscamente, y dice:
Vamos a casa. Mañana por la noche partiremos con las barcas hacia Ippo.
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