Friday April 26,2024
Iniciar pagina principal Quienes somos y que hacemos Mision principal del sitio en internet Como rezar el santo rosario, oraciones, etc. Base de datos de documentos recopilados Servicio de asesoria via e-mail. Calendario de eventos en el bimestre Personas para establecer contacto
 

EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

417- Historia de Zacarías el leproso
y conversión de Zaqueo el publicano


Veo una vasta plaza -parece un mercado -rica en sombra de palmeras y otros árboles más bajos y frondosos.

Las palmeras crecen, acá o allá sin orden, y cimbrean el penacho de sus hojas, que crepitan con un viento caliente y alto portador de abundante polvo rojizo como si viniera de un desierto o, por lo menos, de lugares agrestes de tierra rojiza.

Los otros árboles forman como una galería a lo largo de los lados de la plaza, una galería de sombra, bajo la cual están refugiados vendedores y compradores, en medio de un jaleo inquieto y vocinglero.

En un ángulo de la plaza, exactamente en donde termina el camino principal, hay una primitiva oficina de recaudación de impuestos donde se ven balanzas y medidas y un banco, tras el cual está sentado un hombre pequeño que vigila, observa y cobra, y con el cual todos hablan como si fuera conocidísimo.

Sé que es Zaqueo el recaudador, porque muchos lo llaman, quién para preguntarle sobre las cosas sucedidas en la ciudad -son los forasteros -, quién para depositarle sus impuestos. Muchos se asombran de su preocupación. En efecto, parece distraído y absorto en un pensamiento. Responde con monosílabos y a veces con gestos. Ello asombra a muchos, porque se ve que habitualmente Zaqueo es locuaz. Alguno le pregunta si se siente mal, o si tiene parientes enfermos. Pero él lo niega.

Sólo dos veces se interesa vivamente. La primera, cuando pregunta a dos que vienen de Jerusalén y que hablan del Nazareno, contando milagros y predicación. Entonces Zaqueo hace muchas preguntas:

-¿Es verdaderamente bueno como dicen que es? ¿Sus palabras corresponden a los hechos? ¿La misericordia que predica la usa realmente? ¿Para todos? ¿Incluso para los publicanos? ¿Es verdad que no rechaza a nadie?
Y escucha y piensa y suspira. Otra vez es cuando uno le señala a un hombre de poblada barba, que pasa con su jumento cargado de enseres.

-¿Ves, Zaqueo? Aquél es Zacarías el leproso. Hacía diez años que vivía en un sepulcro. Ahora que está curado compra de nuevo los enseres para su casa, vaciada por la Ley cuando él y los suyos fueron declarados leprosos.

-Llamadlo.
Zacarías viene.
-¿Tú eras leproso?

-Lo era, y conmigo mi mujer y mis dos hijos. La enfermedad se apoderó primero de ella y no nos dimos cuenta inmediatamente.

Los niños se contagiaron durmiendo en brazos de su madre y yo acercándome a mi mujer. ¡Todos estábamos leprosos! Cuando se dieron cuenta, nos echaron del pueblo... Habrían podido dejarnos en nuestra casa. Era la última... al final de la calle. No habríamos creado dificultades... Ya había dejado crecer mucho el seto, para que ni siquiera fuéramos vistos. Era ya un sepulcro... pero era nuestra casa... Nos echaron. Nos echaban. Ningún pueblo nos aceptaba. ¡Es justo! ¡Ni siquiera el nuestro nos había aceptado!

Nos instalamos cerca de Jerusalén, en un sepulcro vacío. Allí hay muchos desdichados. Pero los niños, con el frío de la caverna, murieron. Enfermedad, frío y hambre los mataron pronto...

Eran dos varones... guapos antes de la enfermedad. Fuertes y guapos. Brunos como dos moras de agosto, de cabellos rizados, despabilados... Se habían convertido en dos esqueletos cubiertos de llagas... Sin pelo, cerrados los ojos por las costras, cayéndose en escamas blancas los piececitos y las manos. ¡Se fueron deshaciendo ante mis ojos mis niños!...

No tenían ya figura humana aquella mañana en que murieron, a pocas horas de distancia... Los sepulté como a despojos de animales, debajo de poca tierra y muchas piedras, mientras la madre gritaba... Unos meses después murió la madre... y me quedé solo... Estaba esperando la muerte, y no habría tenido ni siquiera una fosa excavada con las manos de los demás... Estaba casi ciego ya, cuando un día pasó el Nazareno. Desde mi sepulcro grité: "¡Jesús! ¡Hijo de David, ten piedad de mí!".

Me había referido un mendigo, que no había tenido miedo de llevarme su pan, que él había sido curado de su ceguera invocando al Nazareno con aquel grito. Y decía: "No me ha dado sólo la vista de los ojos, sino también la del alma.

He visto que es el Hijo de Dios y veo a todos a través de Él. Por este motivo no huyo de ti, hermano, sino que te traigo pan y fe. Ve donde el Cristo. Que haya uno más que lo bendiga". Ir no podía. Los pies, llagados hasta el hueso, no me permitían caminar... y además... me habrían apedreado, si me hubieran visto. Estuve atento a cuando pasase (lo hacía frecuentemente para ir a Jerusalén).

Un día vi -lo que podía ver -una polvareda en el camino, y muchedumbre de gente, y oí voces. Me arrastré hasta el borde de la colina donde estaban las grutas sepulcrales, y cuando me pareció ver una cabeza rubia descubierta que resplandecía entre las otras cabezas cubiertas, grité. Fuerte. Con toda la voz que tenía: Tres veces grité. Hasta que le llegó mi grito.

Se volvió. Se detuvo. Vino hacia mí. Solo. Llegó justo debajo del lugar donde yo estaba y me miró. ¡Hermoso, bueno, con dos ojos, una voz, una sonrisa...! Dijo: "¿Qué quieres que te haga?".
“Quiero quedar limpio".
"¿Crees que puedo hacerlo?
 ¿Por qué?" me preguntó.

"Lo creo" respondí. "Veo el resplandor de la gloria del Altísimo sobre tu cabeza. ¡Hijo de Dios, piedad de mí!". Él entonces extendió la mano con un rostro que era todo fuego. Los ojos parecían dos soles azules. Dijo: "Lo quiero.

Queda limpio” ¡Y me bendijo con una sonrisa!... ¡Qué sonrisa! Sentí que una fuerza entraba en mí. Como una espada de fuego que corría buscándome el corazón, que corría por las venas. El corazón, que estaba muy enfermo, volvió a como cuando tenía veinte años; la sangre helada de mis venas se volvió de nuevo caliente y rápida. Cesaron el dolor y la debilidad, y... ¡una alegría...
una alegría...! Él me miraba, con esa sonrisa suya que me hacía feliz. Luego dijo: "Ve, preséntate a los sacerdotes. Tu fe te ha salvado".

Entonces comprendí que estaba curado. Miré mis manos y mis piernas. Ya no estaban las llagas. Donde antes estaba descubierto el hueso, había entonces carne rosada y fresca. Corrí a un regato y me miré. La cara también estaba limpia. ¡Estaba limpio! ¡Estaba limpio después de diez años de asquerosidad!... ¡Ah! ¿Por qué no había pasado antes, en los años en que estaba viva mi mujer y mis niños? Nos habría curado. Ahora, ¿ves? Compro para mi casa... ¡Pero estoy solo!...
-¿No lo has vuelto a ver?

-No. Pero sé que está por esta zona y he venido a
propósito. Quisiera bendecirlo una vez más y ser bendecido para tener fuerza en mi soledad.
Zaqueo baja la cabeza y calla. El grupo se disuelve.

Pasa un tiempo. La hora se hace calurosa. La gente desaloja el mercado. El recaudador, con la cabeza apoyada en la mano piensa, sentado tras su banco.

-¡Ahí está! ¡Ahí está el Nazareno! -gritan unos niños, señalando al camino principal.

Mujeres, hombres, enfermos, mendigos se apresuran a correr a su encuentro. La plaza se queda vacía. Sólo los asnos, los camellos, atados a las palmeras, permanecen en su sitio; y Zaqueo en su banco.

Pero luego se pone en pie. Se sube encima de su banco.

Todavía no ve nada, porque muchos han arrancado ramajes y los ondean como por júbilo y Jesús está inclinado hacia algunos enfermos. Entonces Zaqueo se quita el vestido, de forma que se queda sólo con la túnica corta, y trepa a uno de los árboles. Sube con dificultad, contra el tronco grueso y liso que mal aferran sus cortas piernas y sus cortos brazos. Pero lo consigue, y se pone entre dos ramas, como en una terraza: las piernas penden por delante de este barandal; y de la cintura para arriba se asoma, como uno a una ventana, y mira.

La muchedumbre llega a la plaza. Jesús alza los ojos y sonríe al solitario espectador acomodado entre las ramas.

-Zaqueo, baja enseguida. Hoy me alojo en tu casa -ordena.

Y Zaqueo, tras un momento de estupor, con la cara lívida por la emoción, se desliza hacia abajo como un saco. Está nervioso y, patosamente, se pone de nuevo su vestido.

Cierra sus registros y su caja con movimientos que, queriendo ser demasiado rápidos, son más lentos. Pero Jesús es paciente. Acaricia a unos niños mientras espera.

Por fin Zaqueo está preparado. Se acerca al Maestro y lo guía hasta una bonita casa, con un amplio jardín alrededor, que está en el centro de la ciudad (una ciudad bonita; es más, una ciudad inferior en poco a Jerusalén, si no en cuanto a las dimensiones, sí en cuanto a las construcciones).

Jesús entra. Mientras espera a que la comida esté preparada, se ocupa de enfermos y sanos. Con una paciencia... que sólo puede ser suya.

Zaqueo va y viene muy activamente. No cabe dentro de sí mismo de la alegría. Quisiera hablar con Jesús, pero Jesús está rodeado siempre de una muchedumbre.
Al fin, Jesús se despide de todos, diciendo:
-Volved a la puesta del sol. Ahora id a vuestras casas. La paz a vosotros.

El jardín se desaloja. Se sirve la comida en una bonita y fresca sala que da al jardín. Zaqueo ha hecho las cosas con riqueza. No veo a otros familiares, por lo cual pienso que Zaqueo era célibe y vivía solo con muchos criados.

Acabada la comida, cuando los discípulos se diseminan a la sombra de las matas para descansar, Zaqueo se queda con Jesús en la fresca sala. Es más, durante un poco se queda solo Jesús, porque Zaqueo se retira como para dejarlo descansar. Pero luego vuelve y mira por una rendija de una cortina. Ve que Jesús no está durmiendo, sino que piensa. Entonces se acerca. Trae en sus brazos una pesada arca. La pone en la mesa al lado de Jesús y dice:

-Maestro... hace tiempo me hablaron de ti. Un día dijiste en un monte muchas verdades que nuestros doctores ya no saben decir. Se me quedaron en el corazón... y desde entonces pienso en ti...

Me ha sido referido después que eres bueno y no rechazas a los pecadores. Yo soy pecador. Maestro. Me han dicho que curas a los enfermos. Yo tengo enfermo el corazón porque he cometido hurto, porque he cometido usura, porque he sido vicioso, ladrón, duro con los pobres.

Pero ahora, ahora estoy curado porque me has hablado. Te has acercado a mí y el demonio de la sensualidad y de la riqueza ha huido. Y desde hoy soy tuyo, si no me rechazas, y para mostrarte que nazco de nuevo en ti, mira, me despojo de las riquezas mal adquiridas y te doy la mitad de mis bienes para los pobres; la otra mitad la usaré para restituir, cuadruplicado, cuanto he tomado con fraude. Sé a quién he robado. Luego, después de haber devuelto a cada uno lo suyo, te seguiré, Maestro, si lo permites...

-Lo quiero. Ven. He venido para salvar y llamar a la Luz. Hoy Luz y Salvación han venido a la casa de tu corazón.

Los que allí, al otro lado de la cancilla, murmuran porque te he redimido sentándome a tu banquete, olvidan que eres hijo de Abraham como ellos y que he venido para salvar a quien estaba perdido y a dar Vida a los muertos del espíritu. Ven, Zaqueo. Has comprendido mi palabra mejor que muchos que me siguen sólo para poder acusarme. Por eso de ahora en adelante estarás conmigo.
La visión cesa aquí.

Dice Jesús (a María Valtorta):

-Hay levadura y levadura. Está la levadura del Bien y está la del Mal. La levadura del Mal, veneno satánico, fermenta con mayor facilidad que la del Bien, porque encuentra la materia más adecuada para su fermentación en el corazón del hombre, en el pensamiento del hombre, en la carne del hombre, seducidos los tres por una voluntad egoísta, contraria, por tanto, a la Voluntad universal que es la de Dios.
La voluntad de Dios es universal porque no se limita nunca a un pensamiento personal, sino que tiene presente el bien de todo el Universo. A Dios nada puede aumentarle ninguna perfección, habiendo poseído siempre todo de forma perfecta. Por tanto, no puede haber en Él un pensamiento de propia ganancia en la base de ninguna acción suya.

Cuando se dice: "Se hace esto para mayor gloria de Dios, en el interés de Dios", no es porque la gloria divina sea susceptible en sí misma de aumento, sino porque toda cosa que en la creación lleve una impronta de bien y toda persona que haga el bien -,y por tanto merezca poseerlo -, se adorna con el signo de la Gloria divina y da así gloria a la Gloria misma, que ha creado gloriosamente todas las cosas. Es un testimonio, en definitiva, dado a Dios por las personas y las cosas: testificando con hechos acerca del Origen perfecto del que proceden.

Por eso Dios, cuando os manda, os aconseja u os inspira una acción, no lo hace por interés egoísta, sino por un pensamiento altruista, caritativo, de bienestar vuestro. Por eso la voluntad de Dios no es nunca egoísta; antes bien, es una voluntad enteramente abierta al altruismo, a la universalidad; la única y verdadera fuerza en el mundo universo que tenga pensamiento de bien universal.

Pero la levadura del Bien, germen espiritual que viene de Dios, crece con mucha adversidad y esfuerzo, con mucha dificultad, teniendo como tiene, en contra, los estímulos propicios para la otra levadura: la carne, el corazón y el pensamiento del hombre, impregnados de un egoísmo que es la antítesis del Bien, que por su origen no puede ser sino Amor. Falta en la mayoría de los hombres la voluntad de bien, y por tanto el Bien pierde la fecundidad y muere, o vive tan precariamente, que no fermenta: se queda ahí. No hay culpa grave, pero tampoco hay un esfuerzo para hacer el máximo bien. Por eso el espíritu yace inerte; no muerto, pero sí infructífero.

Considerad que no hacer el mal sirve solamente para evitar el Infierno. Para gozar enseguida del hermoso Paraíso es absolutamente necesario hacer el bien. En la medida en que se logre hacer. Luchando contra uno mismo y contra los demás.

Porque Yo he dicho que había venido a traer guerra y no paz entre padre e hijos, entre hermanos y hermanas, cuando esta guerra viniera del hecho de defender la Voluntad de Dios y su Ley contra las supercherías de las voluntades humanas, orientadas en direcciones contrarias a lo que Dios quiere.

En Zaqueo, el pequeño puñado de levadura de bien había fermentado para masa grande. En su corazón había caído sólo una partícula originaria: le habían referido mi discurso de la Montaña. Incluso deficientemente, sin duda amputado en muchas de sus partes, como sucede con los discursos referidos.

Publicano y pecador, Zaqueo. Pero no por mala voluntad. Era como uno que con un velo de catarata en las pupilas viera mal las cosas. Pero sabe que la vista, liberada de ese velo, vuelve a tener la capacidad de ver bien. Y ese enfermo desea que le quiten ese velo. Lo mismo Zaqueo. Ni estaba convencido ni era feliz: no estaba convencido de las prácticas farisaicas, que habían llegado a sustituir a la verdadera Ley; no se sentía feliz de su manera de vivir.

Buscaba instintivamente la luz, la verdadera Luz. Vio un resplandor de Luz en ese fragmento de discurso y lo guardó en su corazón como un tesoro. Y, puesto que lo amaba -date cuenta, María, de esto -, dado que lo amaba, el resplandor se fue haciendo cada vez más vivo, amplio e impetuoso, y lo llevó a ver nítidamente el Bien y el Mal y a elegir rectamente, cortando con generosidad todos los tentáculos que antes, de las cosas al corazón y del corazón a las cosas, lo habían envuelto en una red de esclavitud maligna.

"Puesto que lo amaba". Éste es el secreto del éxito o del no éxito. Se tiene éxito cuando se ama. Se tiene poco éxito cuando se ama raquíticamente. No se tiene ningún éxito cuando no se ama. En cualquier cosa. Con mayor razón en las cosas de Dios, donde, por ser Dios invisible para los sentidos corporales, hace falta tener un amor que me atrevería a llamarlo perfecto, respecto a la perfección que puede tocar la criatura, para tener éxito en una empresa, en la santidad en este caso.

Zaqueo -sintiendo aversión del mundo y de la carne, asqueado también por las mezquindades de las prácticas farisaicas, tan capciosas, intransigentes para los demás y demasiado condescendientes para ellos -amó ese pequeño tesoro de mi palabra, llegado a él por puro azar, humanamente hablando; lo amó como a la cosa más hermosa que su vida de cuarenta años hubiera poseído. Y desde ese momento polarizó su corazón y su pensamiento hacia este punto.

Donde está el tesoro está el corazón del hombre. No sólo en el mal. También en el bien. ¿Los santos no han tenido, acaso, en la vida su corazón en donde estaba su tesoro: Dios? Sí. Y, por este motivo, mirando sólo a Dios, supieron pasar por la Tierra sin corromper su alma con el fango de la Tierra.

Aquella mañana, aunque no hubiera hecho acto de presencia, habría conseguido igualmente un prosélito. Porque la narración del leproso había acabado la metamorfosis de Zaqueo.

Tras el banco de la recaudación ya no estaba el publicano ladrón y vicioso, sino el hombre arrepentido de su pasado y decidido a cambiar de vida. Si no hubiera hecho acto de presencia en Jericó, él habría cerrado su banco, habría cogido su dinero y habría venido en busca de mí, porque no podía ya estar sin el agua de la Verdad, sin el pan del Amor, sin el beso del Perdón.

Esto no lo veían, y mucho menos lo entendían, los censores de siempre, que siempre me observaban para criticarme. Por eso se asombraban de que comiera con un pecador. ¡Ah, si no juzgarais nunca, y dejarais a Dios esta tarea, pobres ciegos incapaces incluso de juzgaros a vosotros mismos!

Nunca fui con los pecadores para aprobar su pecado. Iba para sacarlos del pecado, a menudo porque ellos ya sólo tenían lo externo del pecado: el alma contrita estaba ya transformada en una nueva alma viva para expiar ¿Entonces, estaba Yo con un pecador? No. Con un redimido que necesitaba sólo un guía para sujetarse en medio de su debilidad de resucitado de la muerte.

"¡Cuánto os puede enseñar el episodio de Zaqueo! El poder de la recta intención que suscita el deseo. El deseo recto que impulsa a buscar una cognición cada vez mayor del bien y a buscar a Dios continuamente hasta alcanzarlo.

Un recto arrepentimiento que da el coraje de la renuncia. Zaqueo tenía la recta intención de oír palabras de verdadera Doctrina. Habiendo oído alguna, su recto deseo le impulsa a mayor deseo y, por tanto, a una continua búsqueda de esta Doctrina. La búsqueda de Dios, oculto en la verdadera Doctrina, lo separa de los mezquinos dioses del dinero y la sensualidad y lo hace héroe de renuncia.

"Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y ven detrás de mí" dije al joven rico, que no lo supo hacer.

Pero Zaqueo, a pesar de estar más endurecido en la
avaricia y en la sensualidad, sabe hacerlo. Porque, a través de la escasa Palabra que le había sido transmitida, había visto a Dios, como el mendigo ciego y leproso que curé.

¿Podrá, acaso, un espíritu que ha visto a Dios encontrar ya atracción alguna en las pequeñas cosas de la Tierra?

¿Lo puede, acaso, mi pequeña esposa?

   


[Inicio] [ Blog] [Mision] [El Rosario] [Documentos] [Asesorias] [ Política de Privacidad] [Contacto ]

Copyright © 2022 Maria Luz Divina