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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

489- En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento


Es un pueblo recogido, bastante cuidado. Los habitantes están en las casas porque hace mucho viento.

Pero, cuando los discípulos van a advertir que está Jesús, todas las mujeres y niños y viejos (a quienes la edad ha obligado a quedarse en el pueblo) se arremolinan en torno a Jesús, que se ha detenido en la placita principal. El pueblo, al estar en un alto, tiene aire y luz incluso en este día lóbrego; y la vista se extiende: al sur hacia Jerusalén; al norte hacia Rama (digo Rama porque está escrito en un poste, con la indicación de la distancia).

La gente está muy emocionada. ¡Haber pasado a ser los que dan hospedaje al Señor es para ellos una cosa tan nueva y conmovedora!... Un viejo, un verdadero patriarca, lo dice por todos, y las mujeres, con la cabeza, asienten, asienten.

Acostumbrados a ser aplastados por la soberbia sacerdotal y farisaica, se muestran temerosos... Pero Jesús los pone enseguida a sus anchas tomando en brazos a una niñita que da sus primeros pasitos, acariciando al anciano, diciendo:
-¿No me habíais visto todavía?

-Desde lejos... Pasar por el camino... Algún hombre, en el Templo. Pero para nosotros, que estamos tan cerca de la ciudad, es aún más difícil obtener lo que otros consiguen viniendo de lejos -dice el anciano.

-Es siempre así, padre. Lo que parece facilitar las cosas las hace difíciles, porque todos se apoyan en la idea de que es fácil. Pero ahora nos conoceremos. Retírate, padre. El otoño desata sus vientos, que no son propicios a los patriarcas.

-¡Si me he quedado sólo! Los días ya no tienen valor para mí...
-Su hija se ha casado lejos, y la mujer se le murió en las Encenias -explica una mujer.

-Juan, no debes hablar así, hoy que tienes al Rabí contigo. ¡Lo deseabas mucho! -le dice una viejecita.
-Es verdad. Pero... Tú eres el Mesías, ¿no es verdad?
-Sí, padre.

-Y entonces, ¿qué más puedo desear, ahora que lo he visto y veo cumplida la promesa hecha a Abraham? Un anciano ­entonces el anciano era él-profirió un canto un día en el Templo -yo estaba porque ese día mi Lía se purificaba de su único parto, y yo estaba al lado de ella, y antes de nosotros había cumplido el rito Una poco más que niña...-, un anciano profirió este canto, besando al Hijo de la Muchacha:

"Ahora deja, oh Señor, que tu siervo se marche en paz, porque mis ojos han visto al Salvador". Aquel Recién Nacido eras Tú, entonces. ¡Oh, dichoso yo! En aquel momento oré al Señor diciendo: "Haz que yo también pueda morir después de haberlo conocido". Ahora te conozco. Estás aquí. La mano del Señor está apoyada en mi cabeza.

Su voz me ha hablado. El Eterno me ha escuchado. ¿Y qué diré, sino las palabras del anciano Simeón, docto y justo? Las digo: "¡Deja, oh Señor, que tu siervo se marche en paz, porque los ojos míos han conocido a tu Cristo!"
-¿No quieres esperar a ver su Reino? -dice una mujer.

-No, María. Las fiestas no son para los viejos. Y yo no creo lo que la mayoría dice. Recuerdo las palabras de Simeón... Prometió una espada en el corazón de aquella Muchacha, porque no todo el mundo amará al Salvador... Dijo que ruina o resurrección vendrían a muchos por Él... Y tenemos a Isaías... y a David... No. Prefiero morir y esperar su gracia desde allá... y desde allá, a su Reino...  

-Padre, tú ves mejor que los jóvenes. Mi Reino es el de los Cielos. Pero para ti mi venida no significa ruina, porque sabes creer en mí. Vamos a tu casa. Yo permanezco contigo -y, guiado por el viejo, va a una casita blanca situada en un caminito entre huertos, que se desnudan de hojas por la violencia del viento, y entra con Pedro, los dos hijos de Alfeo y Juan.

Los demás se distribuyen por las otras casas... para, pasado un rato, regresar y abarrotar la casita, el huerto, la terraza del tejado, hasta el punto de que se suben a una albarrada baja que separa de la calle un lado del huerto, y a un robusto nogal y a un manzano robusto cuanto el primero, sin preocuparse del viento, que sigue aumentando y levanta mucho polvo. Quieren oír a Jesús.

Y Jesús hace un poco de tiempo. Hasta que empieza a hablar, permaneciendo en el umbral de la cocina (de forma que la voz se esparza dentro y fuera de la casa).

-Un rey poderoso, cuyo reino era muy vasto, quiso ir un día a visitar a sus súbditos. Vivía en un excelso palacio desde el que, por medio de sus servidores y mensajeros, enviaba sus órdenes y mercedes a los súbditos, los cuales, por eso, sabían que existía y conocían el amor que tenía por ellos y conocían sus propósitos; pero, de ninguna manera, conocían su persona, su voz ni su lenguaje. En una palabra, sabían que existía y que era su Señor, pero nada más.

Y, como a menudo sucede, por este hecho, muchas de sus leyes y mercedes sufrían variación, o por mala voluntad o por incapacidad de comprenderlas; tanto que esto perjudicaba los intereses de los súbditos y los deseos del rey, que quería que fueran felices. Él se veía obligado a castigarlos alguna vez, y, al hacerlo, sufría más que ellos. Mas los castigos no producían mejora.

Dijo entonces: "Iré yo. Les hablaré directamente. Me daré a conocer. Me amarán y me seguirán mejor y serán felices". Y dejó su excelsa morada para ir con su pueblo.

Mucho estupor causó su llegada. El pueblo sufrió una fuerte impresión, se agitó: quién con júbilo, quién con terror, quién con ira, quién con desconfianza, quién con odio. El rey, paciente, sin cansarse nunca, se puso a tratar tanto con los que lo querían como con los que le temían y con los que lo odiaban.

Se puso a explicar su ley, escuchó a sus súbditos, los favoreció, los soportó. Y muchos acabaron queriéndolo, no evitándolo por su excesiva grandeza; algunos, pocos, dejaron también de desconfiar y de odiar. Eran los mejores. Pero muchos siguieron siendo lo que eran, pues no tenían en sí buena voluntad.

Mas el rey, que era muy sabio, soportó también esto, refugiándose en el amor de los mejores como premio a sus fatigas.

Pero, ¿qué es lo que sucedió? Pues sucedió que incluso entre los mejores no todos lo comprendieron. ¡Venía de tan lejos! ¡Su lenguaje era tan nuevo! ¡Lo que quería era tan distinto de lo que querían los súbditos! Y no fue comprendido por todos...

Es más, algunos le causaron dolor, y con el dolor perjuicio, o al menos corrieron el riesgo de procurárselo, por comprenderlo mal. Y, cuando se dieron cuenta de que le habían causado dolor y perjuicio, huyeron de su presencia desolados, y, temiendo su palabra, no volvieron a acercarse a él.

Pero el rey había leído en sus corazones, y todos los días los llamaba con su amor, oraba al Eterno que le concediera encontrarlos de nuevo para decirles: "¿Por qué me teméis? Es verdad.

Vuestra incomprensión me ha causado dolor; pero la he visto sin malicia, fruto solamente de una incapacidad para comprender mi lenguaje, tan distinto del vuestro. Lo que me causa dolor es vuestro temor hacia mí.

Ello me dice que no sólo no me habéis comprendido como rey. Sino que tampoco como amigo. ¿Por qué no venís? Volved, pues. Lo que la alegría de amarme no os había hecho comprender, os lo ha esclarecido el dolor de haberme causado dolor.

¡Oh, venid, venid amigos míos! No aumentéis vuestro desconocimiento estando lejos de mí, vuestras brumas escondiéndoos, vuestras amarguras impidiéndoos a vosotros mismos mi amor. ¿Veis? Sufrimos tanto yo como vosotros estando separados. Yo más que vosotros todavía. Venid, pues, y alegrad mi corazón".

Así quería hablar el rey. Y así habla. Y Dios también habla así a aquellos que pecan. Y así habla el Salvador a aquellos que hayan podido cometer errores. Y así habla el Rey de Israel a sus súbditos.

El verdadero Rey de Israel, el que quiere llevar a sus súbditos desde el pequeño reino de la Tierra al grande de los Cielos. En éste no pueden entrar aquellos que no siguen al Rey, aquellos que no aprenden a comprender sus palabras y su pensamiento.

Pero, ¿cómo aprender si al primer error se elude al Maestro? Que ninguno se deprima si ha pecado y está arrepentido, si ha errado y reconoce su error. Venga a la Fuente que borra los errores y da luz y sabiduría; y en ella apague su sed; en ella, que ardientemente desea donarse y ha venido del Cielo para donarse a los hombres.

Jesús termina de hablar. Solamente el viento hace oír su voz, cada vez más fuerte (en el copete del montecito en que está Nob se ensaña tanto, que los árboles crujen temiblemente).

La gente se ve obligada a retirarse a las casas. Pero, cuando ya se han dispersado y Jesús entra de nuevo en la casa y cierra la puerta Matías, seguido por Manahén y Timoneo, aparece de detrás de la albarrada, entra en el huertecillo y llama a la puerta cerrada. Jesús mismo sale a abrir.

-¡Maestro, aquí los tienes!... -dice Matías señalando a los dos que, acobardados, se han quedado en el umbral del huerto y no se atreven a alzar la cara para mirar a Jesús.

-¡Manahén! ¡Timoneo! ¡Amigos míos! -dice Jesús mientras cierra la puerta -para dar a entender a los de dentro que no salgan a curiosear-y sale al huerto. Y va hacia los dos, con los brazos abiertos, ya abiertos para el abrazo.

Los dos alzan la cara, tocados por el amor, trémulo en la voz del Maestro; le ven la cara y los ojos, henchidos de amor, y su miedo cae; se echan a correr hacia Él con un grito ronco de llanto:

-¡Maestro! -caen a sus pies, le abrazan los tobillos y besan sus pies desnudos, bañándolos de lágrimas.

-¡Amigos míos! No ahí. Aquí, en mi corazón. ¡Os he
esperado mucho! ¡Y os he comprendido mucho! ¡Venga!... -y trata de ponerlos de pie.

-¡Perdón! ¡Perdón!... No nos lo niegues, Maestro. ¡Hemos sufrido mucho!

-Lo sé. Pero, si hubierais venido antes, antes os hubiera dicho: "Os quiero".

-¿Nos quieres? ¿Maestro? ¿Como antes? -es Timoneo el primero que habla, alzando un rostro interrogativo.

-Más que antes, porque ahora estáis curados de todo lo humano en vuestro amor por mí.  

-¡Es verdad! ¡Oh, Maestro mío! -y Manahén, como movido por un resorte, se pone en pie. Ya no resiste, se arroja al pecho de Jesús. Timoneo hace lo mismo...

-¿Veis lo bien que se está aquí? ¿No es mejor aquí que en un pobre palacio? ¿Dónde se me podrá tener más, y más poderoso, dulce, rico de tesoros sin fin, sino allí donde se me tiene como Salvador, Redentor, Rey espiritual, Amigo amoroso?

-¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Oh! ¡Nos habían seducido! ¡Y nos parecía que te honrábamos, y que era justa su idea!
-No penséis ya más en ello. Ha pasado. Pertenece al pasado. Dejad que el tiempo, fluyendo veloz como el torbellino que nos choca, lo lleve lejos, lo disuelva para siempre... Pero, vamos a entrar en casa. No es posible seguir aquí...

Es verdaderamente un torbellino lo que arremete contra el pueblo desde el norte. Ramas que se tronchan, tejas que vuelan, algún antepecho inseguro de las terrazas de los techos que cae con fragor. El nogal y el manzano se tuercen como si quisieran descuajarse del suelo. Entran en casa y los cuatro apóstoles miran sorprendidos el rostro aún húmedo de lágrimas de los dos discípulos, que contrasta con la sonrisa que también muestran. Pero no dicen nada.

-Alguna catástrofe se está preparando -dice el anciano Juan.
-Sí. No sé qué van a hacer los que están todavía en las cabañas... -dice Pedro.

El viento es tan fuerte, que las llamitas de una lámpara de tres boquillas, encendida para iluminar la habitación cerrada, vacilan, a pesar de que las puertas estén bien cerradas.

Con el estrépito del viento, que continuamente aumenta y golpea la casa con tierra y detritos -tanto que parece que cayera un granizo menudo-, se mezclan gritos de mujeres, cada vez más cercanos; son esposas asustadas, madres angustiadas:

-¡Nuestros maridos! ¡Nuestros hijos! Están en camino. Tenemos miedo. Se ha derrumbado una pared de la casa abandonada... ¡Señor! ¡Jesús! ¡Piedad!».

Jesús se pone en pie, apenas puede abrir la puerta que el viento comprime con toda su violencia. Algunas mujeres, curvadas para resistir el viento -una verdadera tromba de aire bajo un cielo terrorífico-gimen echando hacia delante los brazos.

-Entrad. ¡No temáis! -dice Jesús. Y mira al cielo y a los árboles ya próximos a quebrarse.

-Entra, Jesús! ¿Ves cómo se rompen las ramas y caen tejas? No es prudente estar afuera -grita Judas de Alfeo.
-¡Pobres olivos! Esto es granizo. Donde caiga se pueden despedir de recoger -sentencia Pedro.

Jesús no entra. Es más, sale del todo, en medio del torbellino, que le retuerce la túnica y le alza los cabellos. Abre los brazos, ora, y luego ordena:

-¡Basta! ¡Lo quiero! -y vuelve a la casa.
El viento, después de un último mugido, cesa de golpe. Es impresionante el silencio que reina, después de tanto fragor. Es tal, que a las puertas o ventanas de las casas se asoman caras asombradas. Quedan las señales del huracán: hojas, ramas quebradas, telas hechas jirones.

Pero todo está calmo. El firmamento responde a la tierra, que ya no está agitada, aligerándose de nubes que de negras pasan a ser claras y se esparcen sin causar daño. Antes al contrario, dejan éstas caer una salpicadura de agua que termina de purificar el aire enturbiado por tanta tierra.

-¿Pero que ha sucedido?
-¿Así ha terminado?
-¿Parecía el fin, y ahora viene la calma?
Voces que preguntan, de una casa a otra.
Las mujeres que habían corrido hacia Jesús ahora corren hacia afuera.

-¡El Señor! ¡El Señor está con nosotros! ¡Ha hecho el milagro! ¡Ha detenido el viento! ¡Ha roto las nubes! ¡Hosanna! ¡Hosanna'. ¡Alabanza al Hijo de David! ¡Paz! ¡Bendición! ¡Cristo está con nosotros! ¡Con nosotros está el Bendito! ¡El Santo! ¡El Santo! ¡El Santo'. ¡El Mesías está con nosotros! ¡Aleluya!

Todos los habitantes del pueblo se echan a la calle, los reales y los ocasionales (o sea, apóstoles y discípulos, que acuden todos, a la casita donde está Jesús). Todos quieren besarlo, tocarlo, ensalzarlo.
-¡Alabad al Señor Altísimo. Él es el Amo de los vientos y las aguas. Si ha escuchado a su Hijo, ha sido para premiar vuestra fe y amor para con Él.

Y querría despedirlos. Pero ¿quién calma a un pueblo que está de fiesta, agitado por un milagro manifiesto? Especialmente, si es un pueblo lleno de mujeres. Los esfuerzos de Jesús son vanos. Él sonríe, paciente, mientras el anciano que le da hospedaje le lava con sus lágrimas la mano izquierda y se la llena de besos.
Llegan los primeros hombres de regreso de Jerusalén, jadeantes, asustados. Temen quién sabe qué catástrofe. Ven al pueblo de fiesta.

-¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado? ¿Pero no habéis tenido una borrasca? Desde el monte se veía desaparecer a la ciudad tras nubes de polvo. Creíamos que se hubiera venido abajo. ¡Y aquí todo está en pie!

-¡El Señor! ¡El Señor! Ha venido a tiempo de salvarnos de la destrucción. Sólo la casa maldita se ha derrumbado, y alguna teja y alguna rama. ¿Y vosotros? ¿Qué ha sucedido en Jerusalén?

Las preguntas y las respuestas se cruzan. Pero los hombres se abren paso para ir a venerar al Salvador. No antes de venerarlo, explican que había miedo en la ciudad por la borrasca inminente, y que todos huían de las cabañas hacia las casas, y los dueños de los olivos lloraban ya su recolección... cuando, de repente, el viento se ha calmado, el cielo se ha aclarado con poca lluvia... de modo que toda la ciudad se ha quedado asombrada.

Y, dado que la fantasía trabaja inmediatamente en ciertos casos, los hombres refieren que, mientras la gente huía, muchos que habían estado en el Templo los días antes, viendo que el Moria era el más embestido por las ráfagas, tanto que el viento había volcado los bancos de los cambistas y había habido daños en la casa del Pontífice, decían que era el castigo de Dios por los insultos contra su Mesías.

Y más y más y más... Llegan otros hombres y la narración toma más colorido. Casi que se hace más apocalíptica que la narración del Viernes Santo...  

   


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