Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

463- En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora


La pequeña península de Tariquea se adentra en el lago formando una profunda ensenada al suroeste, de modo que no se yerra diciendo que, más que una península, es un istmo rodeado por las aguas a lo largo de casi todo su perímetro, y que queda unido a la tierra sólo por una pequeña parte.

Al menos así era en tiempos de Jesús, que es cuando yo la veo. No sé si luego, durante veinte siglos, las arenas y los guijarros, arrastrados por un torrentillo que desemboca justamente en la ensenada del suroeste, habrá modificado el aspecto del lugar, enarenando la pequeña bahía y, por tanto, ensanchando la lengua de tierra del istmo.

La bahía aparece serena, azulina con estrías de jade donde refleja el verde de los árboles que desde la costa se asoman al lago: Muchas barcas ondean levemente en las aguas apenas móviles.

Lo que llama mi atención es un dique arcado -de arcos que se apoyan en los guijarrales de la orilla-que forma como un paseo, un embarcadero, qué sé yo, orientado hacia el oeste. No comprendo si lo han construido para embellecimiento o con alguna finalidad útil que no capto.

Este paseo, dique o embarcadero, está recubierto de un espeso estrato de tierra, en que han sido plantados árboles tan juntos -aunque no grandes-, que forman una galería de follaje por encima del camino. Mucha gente ocia paseando bajo esa galería susurradora que de la brisa, las aguas y las frondas saca un grato coeficiente de frescor.

Se ve netamente la entrada del Jordán y el desagüe de las aguas del lago en el lecho del río, formando algún remolino, o alguna acumulación de agua en los pilones de un puente -yo diría que romano por su arquitectura de robustos pilones, puestos como tajamares. (no sé si me expreso bien; quiero decir que están construidos como un hexágono) -. Contra las aristas de los pilones se rompe la corriente de las aguas, formando todo un juego nacarado de luces bajo el sol que las hiere así, rotas y rebosantes, rebosantes para desaguar en la garganta del río, que, después de tanta anchura en el lago, se encajona ahora.

Casi al final del puente, en la otra orilla, una pequeña, blanca ciudad, extendida sobre el verde de la campiña óptima. Y, más arriba, hacia el norte, pero en la costa oriental del lago, el arrabal que precede a Ippo; y los bosques, altos sobre la vista del arrecife, tras los que está Gamala, bien visible en la cima de su monte.

Jesús, seguido por una cola de gente que viene con Él desde Emaús y que ha aumentado con los que ya lo esperaban en Tariquea -entre éstos está Juana, que ha venido en su barca-, se dirige precisamente hacia el dique arbolado, y se para en el centro de éste, de forma que tiene el agua a la derecha y la playa a la izquierda. Los que pueden se ponen en el camino arbolado; los que no pueden encontrar sitio en el camino se ponen abajo, en la playa, aún humedecida de la alta marea nocturna -o por alguna otra razón-y parcialmente en sombra debido a las frondas de los árboles del dique; otros abordan con las barcas y toman asiento a la sombra de las velas. Jesús hace ademán de querer hablar. Se hace silencio general.

-Está escrito (Habacuc 3, l3 y l8): "Te moviste a salvar a tu pueblo, para salvarlo con tu Cristo". Está escrito: "Y yo me alegraré en el Señor y exultaré en Dios mi Jesús".
(Las palabras “tu Cristo” (del versículo 13) y “mi Jesús” del versículo 18),  presentes en la Vulgata, pasaron a ser tu consagrado (o tu mesías) y mi salvador en la Neovulgata)

El pueblo de Israel ha tomado para sí estas palabras y les ha dado un significado nacional, personal, egoísta, que no corresponde a la verdad sobre la persona del Mesías. Ha dado un significado limitado, que reduce la grandeza de la idea mesiánica a una mediocre manifestación de fuerza humana y de victoriosa superación de los dominadores encontrados por el Cristo en Israel.

Pero la verdad es otra. Es grande, ilimitada. Viene del Dios verdadero, del Creador y Señor del Cielo y de la Tierra, del Creador de la Humanidad, de Aquel que -de la misma manera que multiplicó los astros en el Firmamento y cubrió de plantas de todas las especies la Tierra y la pobló de animales y puso peces en las aguas y aves en el aire-ha multiplicado los hijos del Hombre que creó para que fuera rey de la Creación y criatura predilecta suya.

Ahora bien, ¿cómo podría el Señor, Padre de todo el género humano, ser injusto con los hijos, de los hijos, de los hijos de los que nacieron del Hombre y de la Mujer, formados por Él con la materia, la tierra, y con el alma, su aliento divino? ¿Cómo tratar a éstos diversamente que a aquéllos, como si no provinieran de una única raíz, como si otro ser sobrenatural y antagonista, y no Él, hubiera creado otras ramas, de manera que fueran extranjeros, bastardos, despreciables? El verdadero Dios no es un pobre dios de éste o aquel pueblo, un ídolo, una figura irreal.

Es la sublime Realidad, es la Realidad universal, es el Ser único, Supremo, Creador de todas las cosas y de todos los hombres. Es, por tanto, el Dios de todos los hombres.

Y los conoce aunque ellos no lo conozcan. Los ama aunque ellos, no conociéndolo, no lo amen; o aunque lo conozcan mal y, por tanto, lo amen mal; o aunque, aun conociéndolo, no sepan amarlo. La paternidad no cesa cuando un hijo es ignorante, torpe o malo. El padre se industria para instruir al hijo, porque instruirlo es amor; se afana en hacer menos torpe al hijo retrasado; con lágrimas, con indulgencias, con castigos saludables, con perdones misericordiosos trata de corregir al hijo malo y hacerlo bueno.

Éste es el padre-hombre. ¿Será, acaso, menos el Padre-Dios que un padre-hombre? Veis, pues, que el Padre-Dios ama a todos los hombres y quiere su salvación. Él, Rey de un Reino infinito, Rey eterno, mira a su pueblo, compuesto por todos los pueblos que pueblan la Tierra, y dice: "Éste es el pueblo de mis criaturas, el pueblo que debe ser salvado con mi Cristo; éste es el pueblo para el que ha sido creado el Reino de los Cielos. Y ésta es la hora de salvarlo con el Salvador".

¿Quién es el Cristo? ¿Quién, el Salvador? ¿Quién, el Mesías? Muchos son los griegos aquí presentes, y muchos, aunque no sean griegos, saben lo que quiere decir la palabra Cristo. Cristo es, pues, el consagrado, el ungido con óleo regio para cumplir su misión.

¿Consagrado para qué? ¿Será para la pequeña gloria de un trono? ¿Será para la gloria, más grande, de un sacerdocio? No. Consagrado para reunir bajo un único cetro, en un único pueblo, bajo una única doctrina, a todos los hombres, para que entre sí sean hermanos, e hijos de un único Padre, hijos que conocen al Padre y que siguen su Ley para tomar parte en su Reino.

Rey, en nombre del Padre que lo ha enviado, el Cristo reina como conviene a su Naturaleza, o sea, divinamente, al ser de Dios. Dios ha puesto todo como escabel de los pies del Cristo suyo, pero, ciertamente, no para que oprima, sino para que salve.

Efectivamente, su nombre es Jesús, que en lengua hebrea quiere decir Salvador. Cuando el Salvador salve de la insidia y herida más violentas, a sus pies habrá un monte cubierto por una multitud de toda raza, para simbolizar que Él reina sobre toda la Tierra y se yergue por encima de todos los pueblos.

Pero el Rey estará desnudo, sin más riqueza que su Sacrificio, para simbolizar que no tiende sino a las cosas del espíritu, y que las cosas del espíritu se conquistan con los valores del espíritu y se redimen con la heroicidad del sacrificio; no con la violencia y el oro.

Estará desnudo para responder -tanto a los que le temen como a aquellos que, por un falso amor, contemporáneamente, lo exaltan y lo rebajan queriendo que sea rey según el mundo, como a aquellos que lo odian sin más razón que el temor a ser despojados de lo que ellos aprecian-, para responder que es Rey espiritual, sólo esto, enviado para enseñar a los espíritus a conquistar el Reino, el único Reino que Yo he venido a fundar.

No os doy leyes nuevas. A los israelitas les confirmo la Ley del Sinaí; a los gentiles les digo: la ley para poseer el Reino no es otra sino la ley de virtud que toda criatura de moral elevada por sí misma se impone, y que, por la fe en el Dios verdadero, se transforma, de ley de moral o de virtud humana, en ley de moral sobrehumana.

¡Oh, gentiles! Acostumbráis a proclamar dioses a los hombres grandes de vuestras naciones, y los metéis en las filas de los numerosos e irreales dioses de que pobláis el Olimpo que os habéis creado para tener algo en que creer, porque la religión, una religión, es necesaria para el hombre, así como, siendo la fe el estado permanente del hombre y la incredulidad la anormalidad accidental, es necesaria una fe.

Y no siempre estos hombres elevados a deidades valen siquiera como hombres, pues unas veces son grandes por la fuerza bruta, otras por una gran astucia, otras por un poder de una u otra forma adquirido. De manera que llevan consigo, como dotes de superhombres, una serie de miserias que el hombre sabio ve como lo que son: podredumbre de pasiones desencadenadas.

Y que estoy afirmando la verdad lo demuestra el hecho de que en vuestro Olimpo quimérico no habéis sabido introducir siquiera uno de esos grandes espíritus que han sabido intuir el Ente supremo y han sido agentes intermedios entre el hombre animal y la Divinidad, instintivamente sentida por ellos con su espíritu meditador y virtuoso.

Del espíritu que razona del filósofo, del verdadero gran filósofo, al espíritu del verdadero creyente que adora al verdadero Dios, el paso es breve; mientras que del espíritu del creyente al yo del astuto, del hombre avasallador, o del que es héroe materialmente, hay un abismo. Y, aún siendo así, no habéis puesto en vuestro Olimpo a aquellos que, por la virtud de la vida, mucho se elevaron por encima de la masa humana, hasta acercarse a los reinos del espíritu; no, a éstos los habéis temido como a crueles amos, o los habéis adulado por un servilismo de esclavos, o los habéis admirado como ejemplares vivos de esas libertades de animales instintos que ante vuestros apetitos anormales se presentan como finalidad y meta en la vida.

Habéis envidiado a los que han sido adscritos al grupo de los dioses, y habéis dejado de lado a los que más se acercaron a la divinidad con la práctica y la doctrina enseñada y vivida de una vida virtuosa.

Ahora, en verdad, Yo os doy la manera de que seáis dioses. El que haga lo que digo y crea en lo que enseño, ése, subirá al verdadero Olimpo, y será dios, dios hijo de Dios en un Cielo donde no hay ningún tipo de corrupción y donde el Amor es la única ley.

(Será dios se refiere al hombre en cuanto dios hijo de Dios. Todo el contexto (especialmente donde se dice "en el Reino de Aquel que os ha creado") y el uso de la minúscula en la palabra "dios" expresan que no se le atribuye al hombre la misma naturaleza de Dios)

En un Cielo donde unos a otros se aman espiritualmente, sin ofuscación ni asechanzas de los sentidos que enemisten a unos contra otros a sus habitantes, como sucede en vuestras religiones. No vengo a pedir actos bulliciosamente heroicos. Vengo a deciros: vivid como la criatura dotada de alma y razón, y no como el bruto. Vivid de forma que merezcáis vivir, realmente vivir, con la parte inmortal vuestra en el Reino de Aquel que os ha creado.

Yo soy la Vida. Vengo a enseñaros el Camino para ir a la Vida. Vengo a daros la Vida a todos vosotros, y a dárosla para daros la resurrección de vuestra muerte, de vuestro sepulcro de pecado e idolatría. Yo soy la Misericordia.

Vengo a llamaros, a reuniros a todos. Yo soy el Cristo Salvador. Mi Reino no es de este mundo; y, no obstante a quien cree en mí y en mi palabra le nace un reino en el corazón ya desde los días de este mundo, y es el Reino de Dios, el Reino de Dios en vosotros.

De mí está escrito que soy Aquel que llevará la justicia a las naciones. (Isaías 42, l-9) Es verdad. Porque si los miembros de todas las naciones llevaran a cabo lo que Yo enseño, terminarían los odios, las guerras, los abusos.

Está escrito de mí que no levantaré la voz para maldecir a los pecadores, ni la mano para destruir a aquellos que, por su indecorosa manera de vivir, son como cañas rajadas y pabilos humeantes. Es verdad. Yo soy el Salvador y vengo a fortalecer a los lesionados, a dar líquido a aquellos cuya luz es fumosa por falta de la necesaria sustancia.

Está escrito de mí que soy Aquel que abre los ojos a los ciegos y saca de la cárcel a los prisioneros y lleva a la luz a los que estaban en las tinieblas de la mazmorra. Es verdad. Los ciegos más ciegos son los que ni siquiera con la vista del alma ven la Luz, o sea, al verdadero Dios. Yo vengo, Luz del mundo, para que vean. Los prisioneros más prisioneros son los que tienen por cadenas sus pasiones malas.

Cualquier otra cadena queda anulada con la muerte del prisionero, pero las cadenas de los vicios duran y encadenan incluso más allá de la muerte de la carne. Yo vengo a romperlas. Vengo a sacar de las tinieblas de la mazmorra subterránea de la ignorancia de Dios a todos aquellos a quienes el paganismo sofoca con el cúmulo de sus idolatrías.

Venid a la Luz y a la Salvación. Venid a mí, porque mi Reino er el verdadero y mi Ley es buena: os pide solamente que améis al único Dios y a vuestro prójimo, y, por tanto, que rechacéis a los ídolos y a las pasiones, cosas estas que os hacen duros de corazón, áridos, sensuales, ladrones, homicidas.

El mundo dice (Sabiduría 2, l0-l2)̢ “Avasallemos al pobre,, al débil, al solo. Sea la fuerza nuestro derecho, la dureza nuestro modo, nuestras armas la intransigencia, el odio, la crueldad. El justo, puesto que no reacciona, sea pisoteado; y avasallados la viuda y el huérfano, que tienen débil voz".

Yo digo: sed dulces y mansos: perdonad a los enemigos; socorred a los débiles; sed justos en las ventas y en las compras; aun teniendo el derecho de vuestra parte, sed magnánimos, no aprovechándoos de poder pisotear a los caídos. No os venguéis. Dejad a Dios el cuidado de tutelaros. Sed moderados en todas las tendencias, porque la templanza es prueba de fuerza moral, mientras que la concupiscencia lo es de debilidad. Sed hombres y no brutos, y no temáis haber caído demasiado y no poder izaros de nuevo.

En verdad os digo que de la misma manera que el lodo puede volver a ser agua pura -evaporándose al sol, purificándose dejándose consumir y elevándose al cielo para después volver a caer en forma de lluvia o de rocío no inficionado y beneficioso-, con tal de que sepa soportar el sol, así los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es Dios y le eleven a Él su grito:

"¡He pecado, soy lodo, pero aspiro a ti, Luz!", se transformarán en espíritus que ascenderán purificados a su Creador. Quitad a la muerte su horror, haciendo de vuestra vida una moneda para adquirir la Vida. Despojaos del pasado, cual de un vestido sucio, y revestíos de virtud. Yo soy la Palabra de Dios y, en su Nombre, os digo que quien tenga fe en Él y buena voluntad, quien se arrepienta del pasado y tenga propósito recto para el porvenir, sea hebreo o gentil, vendrá a ser hijo de Dios y posesor del Reino de los Cielos.

Os he dicho al principio: "¿Quién es el Mesías?". Ahora os digo: Soy Yo, el que os habla, y mi Reino está en vuestros corazones, si lo acogéis, y luego estará en el Cielo que os abriré, si sabéis perseverar en mi Doctrina. Esto es el Mesías y nada más: Rey de un reino espiritual, cuyas puertas abrirá con su sacrificio a todos los hombres de buena voluntad.

Jesús ha terminado de hablar y ahora hace ademán de encaminarse hacia una pequeña escalera que desde el dique lleva a la orilla. Quizás quiere ir a la barca de Pedro, que arfa junto a un rudimentario embarcadero. Pero se vuelve de golpe y escruta a la multitud y grita:

-¿Quién me ha invocado para el espíritu y para la carne?
Nadie responde. Él repite la pregunta y va repasando con sus espléndidos ojos a la multitud, que se agolpa detrás de Él, no sólo en el camino sino también abajo, en la arena. Todavía silencio.

Mateo hace esta observación:
-Maestro, quién sabe cuántos, en este momento, habrán elevado su corazón a ti con la emoción de tus palabras...

-No. Un alma ha gritado: "Piedad" y la he oído. Y para deciros que es verdad respondo: "Hágase en ti según lo que pides, porque el movimiento de tu corazón es justo".
Y, enhiesto, espléndido, extiende imperiosamente la mano hacia la playa.

Trata de encaminarse de nuevo hacia la pequeña escalera, pero se pone enfrente de Él Cusa, que ha bajado -está claro­de alguna barca, y lo saluda con reverencia.

-Te estoy buscando desde hace muchos días. He dado la vuelta al lago tras de ti, Maestro. Es urgente que te hable. Acepta mi invitación a mi casa. Tengo a muchos amigos conmigo.

-Ayer estaba en Tiberíades.
-Me lo han dicho. Pero no estoy solo. ¿Ves aquellas barcas que se dirigen a la otra orilla? Allí hay muchos que quieren verte. Entro ellos también discípulos tuyos. Ven a mi casa, allende el Jordán; te ruego.
-Es inútil, Cusa. Sé lo que quieres decirme.
-Ven, Señor.

-Enfermos y pecadores me esperan; déjame...
-También nosotros te esperamos, enfermos de inquietud por tu bien. Y hay también enfermos de la carne, también...
-¿Has oído mis palabras? ¿Y entonces para qué insistes?
-Señor, no nos rechaces, nosotros...

Una mujer se ha abierto paso entre la multitud. Conozco ya lo suficiente los vestidos hebreos como para comprender que no es hebrea y los vestidos... honestos como para comprender que ésta es una deshonesta. Pero para celar sus rasgos y sus gracias, quizás demasiado procaces, se ha envuelto toda en un velo, cerúleo como su amplio vestido, que es de todos modos provocativo por la forma, que le deja destapados los bellísimos brazos. Se arroja al suelo y se arrastra por él hasta que llega a tocar la túnica de Jesús, y la toma entre sus dedos y besa su extremo, y llora, convulsa toda por los sollozos.

Jesús, que iba a responder a Cusa diciendo: «Erráis y...» baja la mirada y dice: -¿Eras tú la que me invocaba?

-Sí... y no soy digna de la gracia que me has concedido.

No habría debido siquiera llamarte con el espíritu. Pero tu palabra... Señor... yo soy pecadora. Si me destapara la cara, muchos te dirían mí nombre. Soy... una prostituta... y una infanticida... y el vicio me había enfermado...

Estaba en Emaús, te di una joya... me la devolviste... y una mirada tuya... me entró en el corazón... Te he seguido... Has hablado. He dicho dentro de mí tus palabras: "Soy lodo, pero aspiro a ti, Luz". He dicho:

"Cúrame el alma, y luego, si quieres, la carne". Señor, mi carne está curada... ¿y mi alma?...

-Tu alma ha quedado curada por el arrepentimiento. Ve y no vuelvas a pecar nunca. Te son perdonados tus pecados.

La mujer besa de nuevo el extremo de la túnica y se alza. Al hacerlo, se le desliza el velo.

-¡La Galacia! ¡La Galacia! -gritan muchos y lanzan contumelias, y también cogen grava y arena y se la arrojan a la mujer, que se agacha, quedándose atemorizada.

Jesús, severo, alza la mano. Impone silencio.
-¿Por qué la insultáis? No lo hacíais cuando era pecadora.

¿Por qué ahora que se redime?

-Lo hace porque está vieja y enferma -gritan muchos, y profieren burlas.

Verdaderamente, la mujer, aunque ya no sea muy joven, todavía está muy lejos de ser vieja y fea como dicen. Pero la masa es así.

-Pasa delante de mí y baja a aquella barca. Te acompañaré a casa por otro camino -ordena Jesús, y dice a los suyos:
-Ponedla en medio de vosotros y acompañadla.

La ira de la gente, azuzada por algún intransigente israelita, se vuelca enteramente contra Jesús. Y entre gritos de: « ¡Anatema! Falso Cristo! ¡Protector de prostitutas! ¡Quien las protege las aprueba! ¡Más aún! Las aprueba porque las goza» y frases similares gritadas, mejor: ladradas y rabiosamente ladradas, sobre todo por un grupito de energúmenos hebreos de no sé qué casta... entre esos gritos, unos puñados bien lanzados de arena húmeda alcanzan el rostro de Jesús y lo ensucian.

Él levanta el brazo y se limpia el carrillo sin protestar. No sólo eso, sino que detiene con un gesto a Cusa y a algún otro que querría reaccionar en defensa de Él, y dice:

-Dejadlos. ¡Por la salvación de un alma sufriría mucho más! ¡Yo perdono!

Zenón, el de Antioquía, que no se había apartado del Maestro en todo este tiempo, exclama:
-¡Ahora verdaderamente sé quién eres! ¡Un verdadero dios y no un orador falaz! ¡La griega dijo la verdad! Tus palabras en las termas me habían dejado desilusionado, éstas me han conquistado.

El milagro me ha asombrado, tu perdón a los ofensores me ha conquistado. ¡Adiós, Señor! Pensaré en ti y en tus palabras.

-Adiós, hombre. Que la Luz te ilumine el corazón.
Cusa insiste de nuevo mientras van hacia el embarcadero, mientras en el dique se enciende una gresca entre romanos y griegos por una parte e israelitas por la otra.

-¡Ven! Unas horas sólo. Es necesario. Luego te acompañaré yo mismo. ¿Eres benigno con las meretrices y quieres ser
intransigente con nosotros?
-Bien. Voy. Efectivamente, es necesario...

Y dice a los apóstoles que ya están en las barcas:
-Id adelante. Os alcanzaré...
-¿Vas solo? -pregunta Pedro poco contento.
-Estoy con Cusa...

-¡Mmm! ¿Y nosotros no podemos ir? ¿Para qué te quiere con sus amigos? ¿Por qué no ha venido a Cafarnaúm?
-Hemos ido. No estabais.
-¡Nos hubierais esperado y nada más!

-Pues hemos venido siguiendo vuestra pista.
-Venid ahora a Cafarnaúm, ¿Tiene que ser el Maestro el que vaya donde vosotros?

-Simón tiene razón -dicen los otros apóstoles.
-¿Pero por qué no queréis que venga conmigo? ¿Es, acaso, la primera vez que viene a mi casa? ¿Acaso no me conocéis?
-Sí que te conocemos. Pero... no conocemos a los otros.
-¿Y a qué tenéis miedo? ¿A que yo sea amigo de los enemigos del Maestro?

-¡Yo no sé nada! ¡De lo que sí me acuerdo es de cómo acabó Juan el profeta!

-¡Simón! Me ofendes. Yo soy un hombre de honor. Te juro que antes de que le tocaran un pelo al Maestro me dejaría ensartar, ¡Créeme! Mi espada está a su servicio...

-¿Y de qué serviría que te ensartaran a ti? Después... Sí, lo creo, te creo... Pero, una vez muerto tú, le tocaría a Él. Prefiero mi remo a tu espada, mi pobre barca y sobre todo, nuestros sencillos corazones puestos a su servicio.

-Pero conmigo está Manahén. ¿Crees en Manahén? Y está también el fariseo Eleazar, ese que conoces tú, y el arquisinagogo Timoneo, y Natanael ben Fada. A éste no lo conoces. Pero es un jefe importante y quiere hablar con el Maestro. Y está Juan, conocido por el Antipas de Antipátrida, favorito de Herodes el Grande, ahora viejo; poderoso, amo de todo el valle del Gahas, y...
-¡Basta, basta! Estás diciendo nombres grandes, pero a mí no me dicen nada, excepto dos... Voy también yo...

-No. Quieren hablar con el Maestro...

-¿Quieren! ¿Y quiénes son ellos? ¿Quieren? Y yo no quiero.

Sube aquí, Maestro, y vamos. No quiero saber nada de ninguno, me fío sólo de mí. Arriba, Maestro. Y tú ve en paz a decir a ésos que no somos errantes. Saben dónde encontrarnos -y empuja a Jesús sin muchos miramientos, mientras Cusa protesta alzando la voz.

Jesús interviene definitivamente:

-No temas, Simón. No me va a pasar nada malo. Lo sé. Y conviene que vaya. Me conviene, Entiéndeme... -y lo mira fijamente con sus ojos espléndidos, como para decirle: «No insistas. Compréndeme. Hay razones que aconsejan que vaya».

Simón cede; a regañadientes, pero cede, como dominado... De todas formas, masculla disgustado unas palabras entre dientes.

-Ve tranquilo, Simón. Yo mismo te acompañaré a tu Señor, y mío -promete Cusa.
-¿Cuándo?
-Mañana.

-¿Mañana? ¿Tanto tiempo hace falta para decir dos palabras? Estamos entre la tercera y la sexta... Antes del anochecer, si no está con nosotros, vamos a tu casa. Recuerda esto, y no nosotros solos... -lo dice con un tono que no deja dudas acerca de la intención.
Jesús pone la mano en el hombro de Pedro:

-Te digo, Simón, que no me harán daño. Muestra que crees en mi verdadera naturaleza. Te lo digo Yo. Yo sé las cosas. No me van a hacer nada. Quieren solamente explicarme algo... Ve... Lleva a Tiberíades a la mujer, estáte si quieres donde Juana, podrás ver que no me raptan con barcas y soldados...

-Ya, pero conozco su casa (y señala a Cusa). Sé que detrás hay tierra, no es una isla, detrás están Guilgal y Gamala, Aera, Arbela, Gerasa, Bosrá, y Pel.la y Ramot, ¡y muchas más!...

-¡Te digo que no temas! Obedece. Dame un beso, Simón. ¡Ve! También a vosotros -los besa y los bendice. Cuando ve que la barca se separa del embarcadero, les dice gritando:
-¡No es mi hora, y, mientras no lo sea, ni nada ni nadie podrá levantar su mano contra mí! ¡Adiós, amigos!

Se vuelve hacia Juana, que está visiblemente turbada y pensativa, y le dice:

-No temas. Está bien que suceda esto. Ve en paz.
Y a Cusa:

-Vamos. Para que veas que no tengo miedo. Y para curarte...

-No estoy enfermo, Señor...
-Lo estás. Yo te lo digo. Y muchos como tú. Vamos.

Sube a la barca ligera y rica y se sienta. Los remadores empiezan la boga en las aguas quietas, dibujando un arco para evitar la corriente, perceptible hacia donde termina el lago, cabe su desagüe en el río.
   


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