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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

448- Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro


¿A dónde, Maestro? -pregunta Pedro, que ha ultimado las maniobras y los preparativos de la navegación y está, con su barca, a la cabeza de la pequeña flotilla que, cargada de gente, está dispuesta a seguir al Maestro.

-A Magdala. Se lo prometí a María de Lázaro.
-Bien -responde Pedro, y mueve el timón en el modo adecuado para tomar la dirección requerida, dando bordadas.

Juana -que está en la barca con el Maestro, María Stma., María Cleofás, Margziam, Mateo, Santiago de Alfeo y uno que no conozco -señalando a las muchas barcas que hay en el lago en el sosegado atardecer estival que aplaca los fuegos del ocaso transformándolos en cascadas de velos violáceos, casi como si del cielo llovieran cascadas de amatistas o de racimos de glicina en flor, dice:

-Quizás entre aquéllas están también las barcas de las romanas. Fingir una pesca en estos atardeceres serenos es uno de sus entretenimientos preferidos.

-Pero estarán más hacia el sur -observa el hombre que no conozco.

-¡No, hombre, Benjamín! Tienen barcas rápidas y expertos barqueros. Suben hasta aquí.

-Para lo que tienen que hacer... -refunfuña Pedro, y prosigue, hablando entre dientes, con la intransigencia del pescador que ve la navegación y la pesca como una profesión, no como un entretenimiento, casi como una religión, enteramente reglada por leyes severas y útiles, y que este hecho de usarla torpemente le parece una profanación -Con sus inciensos, flores, perfumes y otras cosas demoníacas continúa mascullando Simón de Jonás -corrompen las aguas; con sus sonidos, gritos y lenguajes molestan a los peces; con sus lámparas humeantes los espantan; con sus malditas redes, que echan sin miramientos, dañan los fondos y a las crías... Debería estar prohibido.

El Mar de Galilea es de los galileos, y que además sean pescadores, no de las prostitutas y de sus compinches... ¡Si fuera yo el amo! Veríais vosotras, fétidas barcas paganas, sentinas flotantes de vicio, alcobas navegantes para traer también a estas aguas de Dios, de nuestro Dios para sus hijos, a los vuestros... ¡Oh! ¡Pero mirad! ¡Si se dirigen hacia aquí, precisamente hacia nosotros! ¡Pero habráse visto!... ¿Pero se puede consentir?... ¡Pero...!»

Jesús interrumpe este discurso acusatorio, en que Pedro da rienda suelta a todo su espíritu de israelita y de pescador, poniéndose rojo, sofocado por la indignación, jadeante como si luchara contra fuerzas infernales, y dice, con una tranquila sonrisa:

-Pero es mejor que no seas tú el amo. ¡Por fortuna no lo eres! Por ellos y por ti. Porque a ellos les impedirías seguir un buen impulso, y, por tanto, un impulso imprimido en su espíritu -pagano, estoy de acuerdo, pero por naturaleza bueno­ imprimido en su espíritu por la Misericordia eterna que mira a estas criaturas -que no tienen culpa de haber nacido en la nación romana en vez de en la hebrea-con mirada piadosa, precisamente porque las ve tender a lo bueno. Y te perjudicarías a ti mismo, porque cometerías un acto contra la caridad y otro contra la humildad...

-¿Humildad? No veo... Siendo el amo del lago, me sería lícito disponer de él según mi gusto.

-No. Simón de Jonás. No. Te equivocas. Hasta las cosas que nos pertenecen nos pertenecen porque Dios nos las concede. Por tanto, aunque durante un tiempo limitado se posean, hay que pensar siempre que Uno sólo es el que posee todo y sin limitación alguna en el tiempo ni en la medida. Uno sólo es el Amo. Los hombres... ¡Oh, los hombres son sólo los administradores de pequeñas parcelas de la gran Creación. Pero el Amo es Él, el Padre mío y tuyo y de todos los vivientes.

Además, Él es Dios, y por tanto, son perfectísimos todos sus pensamientos y acciones. Ahora bien, si Dios mira benigno el impulso de estos corazones paganos hacia la Verdad, y no sólo mira sino que favorece este impulso imprimiéndole un movimiento cada vez más fuerte hacia el Bien, ¿no te parece que tú, oh hombre, pretendiendo impedírselo, en el fondo pretendes impedirle a Dios una acción? Y ¿cuándo se impide una cosa? Cuando se la juzga no buena.

Tú, por tanto, pensarías esto de tu Dios: que realiza una acción no buena. Ahora bien, si juzgar a los hermanos no es cosa buena (porque todos los hombres tienen sus defectos y una facultad de conocer y juzgar tan limitada, que siete veces de diez yerra su juicio), absolutamente malvado será el juzgar las acciones de Dios. ¡Simón!

¡Simón! Lucifer quiso juzgar un pensamiento de Dios, y lo definió como errado, y quiso ocupar el lugar de Dios, creyéndose más justo que Él. Y ya sabes, Simón, lo que consiguió Lucifer; y ya sabes que todo el dolor que padecemos ha venido por aquella soberbia...

-¡Tienes razón, Maestro! ¡Soy un gran desdichado!

¡Perdóname, Maestro!
Y Pedro, siempre impulsivo, deja la barra del timón para arrojarse a los pies de Jesús. Y en esto la barca, improvisamente abandonada a sí misma, y precisamente en el curso de una corriente, se desvía y ladea tremendamente, en medio de los chillidos de María Cleofás y Juana y los gritos de los de la ligera barca gemela, que ven que se les echa encima la pesada barca de Pedro. Afortunadamente, Mateo puede tomar prontamente el timón, y la barca se estabiliza, después de unos tremendos cabeceos (incluso por el hecho de que, para mantenerla a distancia, los otros han usado los remos, imprimiendo bruscos zarandeos y agitando las aguas).

-¡Hombre, Simón! Una vez lanzaste invectivas contra los romanos, como navegantes de tres al cuarto porque se nos echaban encima. Pero ahora eres tú el que te pones en evidencia... Y además delante de ellos. Mira: están todos de pie en las barcas, observando... -dice Judas Iscariote, provocador, señalando a las barcas romanas, que ya están -en la porción de lago de frente a Magdala-tan cercanas, que se puede ver (a pesar de que los velos violáceos del atardecer se hayan ido entenebreciendo cada vez más, reduciendo la luz).

-Has perdido también una nasa y un cubo, Simón. ¿Quieres que tratemos de pescarlos con los garfios? -dice Santiago de Zebedeo desde otra barca ya cercana, porque, después del incidente, todos se han agrupado en torno a la barca de Pedro.

-¿Pero qué has hecho? ¡No te sucede nunca! -dice y exclama Andrés desde otra barca distinta.

Pedro responde a todos, a uno después de otro, mientras que los otros han hablado casi juntos.

-¿Me han visto? ¡No importa! Aunque hubieran visto también mi corazón y... Bien, esto no lo digas, Pedro... Pero has de saber que no me dañas. Lo que me puede mortificar no es una mala maniobra, y además sucedida por una buena causa...

¡No te preocupes, Santiago! Cosas viejas que se han ido al fondo... ¡Ojalá pudiera arrojar también tras ellas al hombre viejo que resiste en mí! Quisiera perder todo, incluso la barca, pero ser exactamente como el Maestro quiere... ¿Que qué he hecho? Hombre, pues me he mostrado a mí mismo, a mi soberbia -que quiere enseñar incluso a Dios en las cosas del espíritu-que soy un animal incluso para las cosas de la barca... Me viene bien. Me he hecho una parábola yo a mí mismo... Maestro, ¿no es verdad?

Jesús sonríe asintiendo... Sentado en la popa, sereno, en su sitio habitual, blanco en contraste con el ambiente, que se viste de noche, sus cabellos ondeando levemente con el viento vespertino, destaca en el crepúsculo como un ángel de paz luminosa. Las barcas romanas los han alcanzado.

-Tienen naves excelentes y velas perfectas... ¡bueno y unos marineros...! ¡Van veloces como gaviotas! Aprovechan hasta el más mínimo hilo de viento, la más mínima vena de corriente...

-Los remadores son casi todos esclavos cretenses o nilotas» explica Juana.

-Los marineros del delta son expertísimos, y lo mismo los de Creta. Pero son muy buenos también los de Italia... Superan a Escila y Caribdis... y es suficiente para decir que son excelentes -confirma el desconocido llamado Benjamín.

-¿A dónde vamos, Señor? ¿A Magdala propiamente, o...? ¡Mira! Los de Magdala vienen hacia nosotros...
En efecto, todas las barcas de este lugar se apresuran a dejar el guijarral y el pequeño puerto, cargadas, terriblemente sobrecargadas, de gente; tanto, que casi tienen el borde al ras del agua. Y se dirigen fatigosamente hacia las barcas de Cafarnaúm.

-No. Vamos a detenernos aquí, aguas adentro en el lago, frente a la ciudad. Hablaré desde la barca...

-Es que... Esos imprudentes se quieren ahogar. ¡Pero mira, Maestro! Verdad es que el lago está calmo como una lámina de plata... Pero el agua es siempre agua... y el peso es peso... y allí... parece como si creyeran que están en tierra, no en agua... Da la orden de que vayan para atrás... Se van a ahogar...

-¡Hombre de poca fe! ¿Y no recuerdas que, mientras creíste en mi invitación, caminaste sobre el agua como en terreno sólido? Ellos tienen fe. Por tanto, contra las leyes de equilibrio entre peso y densidad, las aguas sujetarán a esas barcas súper repletas.

-Si sucede eso... es verdaderamente una noche de gran milagro... -susurra Pedro encogiéndose de hombros mientras echa la pequeña ancla para detener la barca, la cual, así, se queda en el centro de un nimbo radiado de barcas, parte de Cafarnaúm, parte de Magdala y parte de Tiberíades (y éstas son las de las romanas, que, prudentemente, se ponen detrás de las de Cafarnaúm, hacia el centro del lago).
Jesús vuelve las espaldas a éstas: mira hacia los de Magdala, hacia el vasto y umbrío jardín de María de Lázaro, hacia las casitas que albean en la noche dispuestas a lo largo en la orilla.

Ya las proas y los remos no rompen el lago; de forma que éste se recompone en paz: una vasta lámina de cristal veteada de plata por la primera claridad de la Luna y sembrada de topacios o rubíes en los lugares en que los fuegos de los faroles o las llamas de las antorchas, colocados en todas las proas, se espejan en el lago.

Las caras parecen extrañas en el contraste de luces rojo-amarillas o de rayos de luna: en parte aparecen nitidísimas, en parte apenas se ve cuáles son; otras parecen partidas en dos, o a lo largo o a lo ancho, sólo con la frente o el mentón iluminados, o con un solo carrillo (una media cara que resalta con anguloso perfil, como si en la otra parte no hubiera cara); los ojos de algunos rostros brillan, otros parecen cuencas vacías, y lo mismo las bocas (en alguna de las cuales se aprecia una abierta sonrisa en los dientes fuertes, mientras que otras parecen anuladas en las caras en sombra).

Pero, para ver todos a Jesús, la gente pasa muchos faroles de las barcas de Cafarnaúm y Magdala, faroles que se ponen a los pies de Él, en los bancos, colgados de los remos inactivos, o colocados en la madera de la popa y la proa, e incluso dispuestos en racimos en el mástil del que se ha arriado la vela. Así, la barca donde está Jesús resplandece en medio de un círculo de barcas que se han quedado sin lámparas, y Jesús ahora aparece bien visible, iluminado desde todas las partes. Sólo las barcas romanas rojean aún por sus antorchas rojas, que apenas pliegan su llama bajo la brisa ligerísima.

-¡La paz sea con vosotros! -empieza Jesús, poniéndose en pie, seguro a pesar del leve cabeceo de la barca, y abriendo los brazos para bendecir. Luego prosigue, hablando lentamente, para que lo oigan bien todos; y la voz se esparce por el lago silencioso, potente y armoniosa.

-Hace un rato, un apóstol mío me ha propuesto una parábola. Ahora os la propongo Yo a vosotros, porque puede ser útil para todos, dado que todos podéis entenderla. Oídla.

Un hombre, navegando por el lago en una noche serena como
ésta y sintiéndose seguro de sí mismo, se figuró que no tenía defectos. Era un hombre expertísimo en las maniobras y, por tanto, se sentía superior a los otros con que se cruzaba en las aguas, de los cuales muchos venían al lago por placer, y por tanto sin esa experiencia que da el trabajo asiduo y realizado para ganarse la vida. Además, era un buen israelita, y, por tanto, se creía posesor de todas las virtudes. Y, en fin, era realmente un buen hombre.

Así pues, en un atardecer en que navegaba seguro, se permitió expresar juicios sobre su prójimo. Según él, un prójimo tan lejano, que ni tenía condición de prójimo: ningún vínculo de nacionalidad ni de oficio ni de fe lo unía a aquel prójimo, y, por tanto, él, sin ningún freno de solidaridad nacional, religiosa o profesional, tranquilamente lo despreciaba; es más: con dureza. Y se quejaba de no ser el amo del lugar, porque, de haberlo sido, habría arrojado de aquel lugar a ese prójimo suyo; y, en su fe intransigente, casi reprochaba al Altísimo el hecho de conceder a éstos, distintos de él, que hicieran lo que hacían y que vivieran donde él vivía.

En su barca iba un amigo suyo, un buen amigo suyo, que lo quería con justicia, y por eso quería que fuera sabio, un amigo que, cuando era necesario hacerlo, le corregía las ideas no rectas. Aquel atardecer, pues, este amigo dijo al barquero:

"¿Por qué estos pensamientos? ¿No es uno el Padre de los hombres? ¿No es Él el Señor del Universo? ¿Su sol no desciende, acaso, a todos los hombres para darles calor, y sus nubes no riegan, acaso, los campos de los gentiles igual que los de los hebreos? Y, si hace esto por las necesidades materiales del hombre, ¿no tendrá los mismos cuidados para sus necesidades espirituales?

¿Pretendes sugerir a Dios lo que debe hacer? ¿Quién como Dios?".

El hombre era bueno. En su intransigencia había mucha ignorancia, muchas ideas erradas; pero no había mala voluntad, no había intención de ofender a Dios; antes al contrario, había intención de defender los intereses de Dios. Al oír esas palabras, se arrojó a los pies del sabio y le pidió perdón por haberse expresado como un necio.

Tan impetuosamente lo pidió, que por poco no causó una catástrofe haciendo hundirse la barca y perecer a quien en ella iba: porque con el afán de pedir perdón, descuidó el timón, la vela y las corrientes. Por tanto, después del primer error de juicio, cometió un segundo error de mala maniobra, demostrándose a sí mismo que no sólo era un defectuoso juez, sino también un ineficiente marinero.

Ésta es la parábola. Ahora escuchad. Según vosotros, ¿habrá perdonado Dios a ese hombre o no? Recordad que había pecado contra Dios y contra el prójimo, juzgando las acciones de ambos; y por poco no había sido homicida de sus compañeros. Meditad y responded...

Y Jesús cruza los brazos y pasa su mirada por todas las barcas, hasta las más lejanas, hasta las romanas (en que se ve, sobresaliendo de los bordes de las barcas, una fila de rostros atentos de patricias y remadores)...

La gente habla en tono bajo, se consultan unos a otros... un susurro apenas sensible de voces, que se funde con el chapoteo, apenas perceptible, del agua contra el cuerpo de las barcas. El juicio es difícil. De todas formas, la mayor parte opina que el hombre no habrá sido perdonado porque había pecado. No, no habrá sido perdonado, al menos por lo que se refiere al primer pecado...

Jesús oye cómo va aumentando el murmullo de los que opinan esto, y sonríe con la mirada de sus bellísimos ojos, luminosos incluso en la noche como dos zafiros heridos por el rayo de la Luna, cada vez más hermosa y resplandeciente, tanto que muchos deciden apagar antorchas y faroles para quedarse, por toda luz, con la fosforescente luz lunar.

-Apaga también éstas, Simón. Son míseras como chispas, respecto a las estrellas, bajo este cielo lleno de astros y planetas -dice Jesús a Pedro, que está pendiente de oír el juicio de la gente. Y, mientras Pedro alarga los brazos para descolgar los faroles, Jesús, acariciando a su apóstol, le pregunta en voz baja:

-¿Por qué esos ojos turbados?
-Porque esta vez me expones al juicio del pueblo...
-¿Y por qué lo temes!
-Porque... es como yo... injusto...
-¡El que juzga es Dios, Simón!
-Sí. Pero Tú no me has perdonado todavía y estás esperando su juicio para hacerlo... Tienes razón, Maestro... Soy incorregible... Pero... ¿por qué a tu pobre Simón este juicio de Dios?...

Jesús le pone la mano en el hombro, y lo hace cómodamente porque Pedro está en el suelo de la barca y Él está erguido encima de la madera de la popa, por tanto altísimo respecto a Pedro. Y sonríe... pero no le responde. Lo que hace es dirigirse a la gente:

-¿Entonces? Responded fuerte. Barca por barca.
¡Ay, pobre Pedro! Si Dios lo hubiera juzgado según el parecer de los presentes, lo habría condenado. Menos tres barcas, todas las demás, incluidas las apostólicas, lo condenan. Las romanas no se pronuncian -tampoco les preguntan-, pero es visible que ellas también juzgan digno de condena al hombre, porque desde una a otra barca -son tres-se hacen el gesto del pulgar vuelto hacia abajo.

Pedro levanta sus ojos overos, turbados, hacia el rostro de Jesús, y encuentra una mirada aún más dulce, que fluye de los ojos de zafiro, que fluye como una paz; y ve inclinarse hacia él un rostro resplandeciente de amor, y se siente atraído hacia un lado de Jesús, siendo así que su cabeza entrecana está contra el costado de éste, mientras el brazo del Maestro lo estrecha hacia sí abrazándolo por los hombros.

-Así juzga el hombre. Pero Dios no juzga así, ¡oh, hijos míos! Vosotros decís: "No habrá sido perdonado". Yo digo:

"El Señor no vio siquiera en él materia de perdón". Porque perdón presupone culpa. Pero aquí no había culpa.

No, no murmuréis meneando la cabeza. Repito: aquí no había culpa. ¿Cuándo se forma la culpa? Cuando hay voluntad de pecar, conocimiento de que se peca y persistencia en querer pecar aun después de haber entendido que una acción es pecado. Todo depende de la voluntad con que uno cumple un acto, sea virtuoso, sea pecaminoso. Incluso cuando uno cumple un acto aparentemente bueno, pero no sabe que está haciendo un acto bueno, sino que, al contrario, cree que está realizando un acto malo, comete pecado como si llevara a cabo un acto malo, y viceversa.

Pensad en un ejemplo. Uno tiene un enemigo y sabe que está enfermo. Sabe que por orden médica no debe beber agua fría; es más, ningún líquido. Va a verlo, fingiendo afecto. Lo oye quejarse: "¡Tengo sed! ¡Tengo sed!", y, fingiendo piedad, se preocupa solícito de darle agua helada de pozo diciendo:

"Bebe, amigo. Te quiero y no puedo verte sufrir de esta manera por el ardor. Mira. He pensado en traerte esta agua tan fresca. Bebe, bebe, que gran recompensa recibe el que asiste a los enfermos y da de beber a los sedientos". Y, dándole de beber, le acarrea la muerte.

¿Creéis que ese acto, bueno en sí por estar constituido de dos obras de misericordia, es bueno ahora, que se verifica con finalidad mala? No lo es.

Otro ejemplo: un hijo que tenga un padre borracho y que, para salvarlo de la muerte por la continua bebida, cierre la bodega, quite el dinero a su padre y se imponga, incluso severamente, para que no salga por el pueblo a beber y a destruirse, ¿os parece que falte al cuarto mandamiento sólo por el hecho de regañar a su padre y hacer él de cabeza de familia para con su propio padre? Aparentemente hace sufrir a su padre, y parece culpable. En realidad es un buen hijo, porque su voluntad es buena, tiene voluntad de salvar a su padre de la muerte. Siempre es la voluntad la que da valor a la acción.

Y otro ejemplo: ¿el soldado que mata en guerra es homicida? No, si su espíritu no acepta la masacre y combate porque se ve obligado a ello, pero combate con ese mínimo de humanidad que la dura ley de la guerra y de la subordinación impone.

Por tanto, ese hombre de la barca, que por una buena voluntad de creyente, patriota y pescador, no soportaba a aquellos que, según él, eran unos profanadores, no cometía pecado contra el amor al prójimo, sino que solamente tenía un errado concepto del amor al prójimo.

Y no cometía pecado contra el respeto a Dios, porque su resentimiento hacia Dios venía de su espíritu bueno -aunque no equilibrado y luminoso-de creyente. Y no cometía homicidio, porque era por una buena voluntad de pedir perdón por lo que provocaba el que la barca se ladeara.

Sabed discernir siempre.
Dios es Misericordia más que intransigencia. Dios es bueno. Dios es Padre. Dios es Amor. El verdadero Dios es esto. Y el verdadero Dios abre su corazón a todos, a todos, diciendo: "Venid", indicando a todos su Reino. Y es libre de hacerlo, porque es Él el Señor único, universal, creador, eterno.

Os ruego, a vosotros israelitas, que seáis justos. Recordad estas cosas. Que no os suceda que las comprendan los que veis como cosa impura y para vosotros permanezcan incomprensibles. También es pecado el excesivo y desordenado amor a la religión y a la patria, porque se hace egoísmo. Y el egoísmo es siempre razón y motivo de pecado.

Sí. El egoísmo es pecado porque siembra en el corazón una mala voluntad que hace al hombre rebelde a Dios y a sus mandamientos. La mente del egoísta ya no ve a Dios nítidamente, ni tampoco las verdades de Dios. La soberbia exhala sus vapores en el egoísta y empaña las verdades.

En la calígine, la mente, que ya no ve la luz clara de la verdad como la veía antes de hacerse soberbia, empieza el proceso de los porqués, y de los porqués pasa a la duda, de la duda a la indiferencia, no sólo respecto al amor y a la confianza en Dios y en su justicia, sino también respecto al temor de Dios y al temor a su castigo. De ahí la predisposición a pecar, y de ésta se pasa a la soledad del alma que se aleja de Dios, la cual, no teniendo ya la voluntad de Dios como guía, cae en la ley de su voluntad de pecador.

¡Muy mala cadena es la voluntad del pecador, uno de cuyos extremos lo tiene en su mano Satanás, mientras que el otro ata a los pies del hombre una bola pesada, para tenerlo sujeto, esclavo en el fango, abatido, en tinieblas! ¿Puede entonces el hombre no incurrir en culpas mortales? ¿Puede no incurrir en ellas, teniendo en sí sólo mala voluntad? Entonces, sólo entonces, Dios no perdona. Pero, cuando el hombre tiene algo de buena voluntad y lleva a cabo incluso actos espontáneos de virtud, ciertamente acaba poseyendo la Verdad, porque la buena voluntad conduce a Dios, y Dios, el Padre Stmo. se inclina amoroso, compasivo, indulgente a ayudar, a bendecir, a perdonar a sus hijos que tienen buena voluntad.

Por eso el amor hacia el hombre de aquella barca fue amplio, porque, no queriendo cometer el pecado, no había pecado.

Marchaos en paz, ahora, a vuestras casas. Las estrellas han ocupado todo el cielo y la Luna viste de pureza el mundo. Marchaos obedientes como las estrellas y haceos puros como la Luna. Porque Dios ama a los obedientes y a los puros de espíritu, y bendice a los que ponen en todas sus acciones la buena voluntad de amar a Dios y a los hermanos y trabajar para su gloria y para su utilidad. ¡La paz sea con vosotros!

Y Jesús, abriendo de nuevo sus brazos, bendice, mientras el círculo de las barcas se aleja, se disgrega, tomando cada uno la propia dirección.

Pedro se siente tan feliz, que no piensa en moverse.
Lo hace reaccionar Mateo: -¿No te mueves, Simón? Yo no soy muy ducho...

-Es verdad... ¡Oh, Maestro mío! ¿Entonces no me habías condenado? Y yo tenía mucho miedo...
-No tengas miedo, Simón de Jonás. Te he tomado conmigo para salvarte, no para perderte. Te he tomado conmigo por tu buena voluntad... ¡Ánimo! Toma el timón y mira a la Polar y ve seguro, Simón de Jonás. Siempre seguro...

En todas las travesías... Dios, tu -Jesús, estará siempre en pie a tu lado en la proa de tu barca espiritual. Y te comprenderá siempre, Simón de Jonás. ¿Comprendes? Siempre.

Y no tendrá que perdonarte, porque podrás incluso caer, como un débil niño, pero no tendrás jamás la mala voluntad de caer... Alégrate, Simón de Jonás.

Y Pedro asiente, asiente, demasiado emocionado como para hablar, sofocado por el amor; y la mano le tiembla un poco en el timón, pero su rostro resplandece de paz, de seguridad, de amor, mientras mira a su Maestro, que está erguido a su lado, allí, en el extremo de la barca, como un cándido arcángel.

   


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