Friday March 29,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

483- Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria


Siguen entre montes -y montes bien escabrosos-, por unas veredas por donde no pasan, ciertamente, carros; sólo,
transeúntes a pie o personas montadas en fuertes asnos de montaña, más altos y robustos que los habituales burritos de las zonas menos accidentadas (una observación que a muchos podrá parecer inútil, pero que la hago de todas formas).

En Samaria hay diferencias respecto a los usos de los otros lugares, tanto en el vestido como en muchas otras cosas. Y una es la abundancia de perros, no común en otros lugares, que me choca, como me chocó la presencia de puercos en la Decápolis.

Muchos perros, quizás porque Samaria tiene muchos pastores y tendrá muchos lobos en esos montes tan agrestes; muchos, también, porque en Samaria veo a los pastores generalmente solos -al máximo  con un muchacho- apacentando el rebaño propio, mientras que en otras partes, por lo general, un grupo de pastores custodia rebaños compuestos por numerosas cabezas, propiedad de algún rico. Bueno, de hecho aquí cada pastor tiene su perro, o más de un perro, según el número de ovejas de su rebaño.

Otra característica son precisamente estos asnos casi tan altos como un caballo, robustos, capaces de escalar estos
montes con cargas pesadas en la albarda, a menudo cargados de gruesa leña que se encuentra en estos magníficos montes cubiertos de bosques seculares.

Otra particularidad: la soltura de comportamiento de los habitantes, los cuales no son unos "pecadores", como los
juzgaban judíos y galileos, sino que son abiertos y francos y están exentos de beaterías, exentos de todas esas historias que tienen los otros. Y son hospitalarios.

Esta constatación me hace pensar que en la parábola del buen samaritano no hubiera sólo intención consciente de hacer resaltar que bueno y malo hay en todas partes, en todos los lugares y razas, y que entre los heréticos también puede haber rectos de corazón, sino también, justamente, una real descripción de las costumbres samaritanas hacia quien necesitaba ayuda. Se habrán detenido en el Pentateuco -oigo que hablan de él y no de otra cosa- pero practican, al menos hacia el prójimo, con más rectitud que los otros con sus seiscientas trece cláusulas de preceptos, etc. etc.

Los apóstoles hablan con el Maestro y, a pesar de ser incorregiblemente israelitas, deben reconocer y alabar el espíritu que han encontrado en los habitantes de Siquem, que -lo comprendo por las cosas que oigo- han invitado a Jesús a detenerse y estar con ellos.

-¿Has oído, no? - dice Pedro - ¿cómo han dicho claramente que conocen el odio judío? Han dicho: "Hacia ti y contra ti hay más odio que contra todos nosotros juntos, los samaritanos de ahora y del pasado. Te odian sin límite".

-¿Y aquel viejo? ¡Qué acertadamente lo ha dicho!: "En el fondo es natural que sea así, porque Tú no eres un hombre sino que eres el Cristo, el Salvador del mundo, y por eso eres el Hijo de Dios, porque sólo un Dios puede salvar al mundo corrompido. Por eso, no teniendo Tú límites como Dios, no teniendo límites tu poder ni tu  santidad ni tu amor, como tampoco tendrá límites tu victoria sobre el Mal, es natural que el Mal y el Odio -una cosa sola con el Mal- no tengan límites contra ti".

¡Verdaderamente ha hablado con acierto! ¡Y este razonamiento explica muchas cosas! - dice el Zelote.
-¿Qué explica, según tú? Yo... yo digo que explica sólo que son unos estúpidos - dice Tomás expeditivo.
-No. La estupidez podría ser incluso una justificación. Pero no son estúpidos.

-Ebrios entonces, ebrios de odio - replica Tomás.
-Tampoco. El enajenamiento cede cuando estalla. Este odio no cede.

-¡Sí, porque más estallado que así!... ¡Hace tanto tiempo que ha estallado... que ya habría tenido que caer!
-Amigos, la malignidad no ha tocado todavía la meta - dice Jesús, tranquilo, como si la meta del odio no fuera su
suplicio.

-¿No? ¿Pero si no nos dejan en paz nunca?
-Maestro, todavía éstos no se convencen de que es verdad lo que he dicho. Pero lo es. ¡Vaya que si lo es! Y digo
también que, si hubiera sido por vosotros, habríais caído todos en la trampa como cayó Juan Bautista. Pero no lo lograrán, porque yo vigilo... - dice Judas Iscariote.

Y Jesús lo mira. Y yo también lo miro, preguntándome -y me lo pregunto desde hace algunos días- si la conducta de
Judas obedece a un retorno bueno y real al camino del bien y del amor hacia su Maestro, obedece a una liberación de las fuerzas humanas y extrahumanas que lo sujetaban, o si se trata de un trabajo más refinado de preparación al golpe final, de una servidumbre mayor a los enemigos de Cristo y a Satanás.

Pero Judas es un ser tan especial, que no es descifrable.

Sólo Dios puede entenderlo. Y Dios, Jesús, corre un velo de misericordia y de prudencia sobre todas las acciones y sobre la personalidad de su apóstol... un velo que se rasgará, iluminando completamente muchos porqués, ahora misteriosos, sólo cuando se abran los libros de los Cielos.

Los apóstoles están tan preocupados por la idea de que el odio de los enemigos no ha alcanzado todavía su culmen, que guardan silencio durante un tiempo. Luego Tomás se dirige otra vez al Zelote y dice:

-Entonces, si ni están ebrios ni son estúpidos, si su odio explica muchas cosas pero no ésta, ¿qué explica entonces?
¿Qué son? No lo has dicho...

-¿Que qué son? Posesos. Son eso mismo que dicen de Él. Esto explica su ensañamiento, que no conoce interrupción, es más, que crece cada vez más cuanto más evidente se hace su poder. Acertado lo que ha dicho ese samaritano. En Él,

Hijo del Padre y de María, Hombre y Dios, está la infinitud de Dios, e infinito es el Odio que a esta Infinitud perfecta se opone, aunque en su no tener límite el Odio no es perfecto, porque sólo Dios es perfecto en sus acciones.

Pero, si el Odio pudiera tocar el abismo de la perfección bajaría a tocarlo, es más, se arrojaría a tocarlo, para resurgir luego, por la misma vehemencia de a la caída en el abismo de infierno, contra el Cristo, para herirlo con todas las armas arrancadas al abismo infernal.

El firmamento, reglado por Dios, tiene un solo Sol, que surge y resplandece y desaparece y deja el sitio al sol más pequeño que es la Luna; y ésta, después de haber alumbrado a su vez, se pone para ceder el sitio al Sol.

Los astros enseñan mucho a los hombres, porque se sujetan a la voluntad del Creador. Pero los hombres no. Y un ejemplo es éste: este querer oponerse al Maestro. ¿Qué sucedería si la Luna en una aurora dijera: "No quiero desaparecer, vuelvo por el camino recorrido”? Sin duda, chocaría violentamente contra el Sol, con horror y daño de toda la Creación. Esto es lo que quieren hacer ellos, creyendo que pueden hacer pedazos al Sol...

-Es la lucha de las Tinieblas contra la Luz. La vemos todos los días en los amaneceres y en los crepúsculos. Las dos fuerzas que se contraponen, que adquieren recíprocamente el dominio sobre la Tierra. Pero las tinieblas siempre pierden, porque nunca son absolutas.

Siempre emana un poco de luz, aun en la noche más privada de astros. Parece como si el aire por sí mismo la creara en los infinitos espacios del firmamento y la diseminara, si bien limitadísima, para convencer a los hombres de que los astros no están apagados.

Y yo digo que, igualmente, en estas especiales tinieblas del Mal contra la Luz que es Jesús, siempre, a pesar de todos los esfuerzos de las Tinieblas, la Luz estará ahí para confortar a quien en Ella cree dice Juan, sonriendo ante este pensamiento suyo, recogido dentro de sí como si monologara.

Santiago de Alfeo recoge su pensamiento:
-Los Libros (Génesis 1, 2-3. Números 11, 26-29; 22, 20-35; 23, 4-30; 24; 1 Reyes 13, 1-5; 2 Reyes 1, 15-16; Isaías 11-12) llaman al Cristo "Estrella de la mañana".

Él, por tanto, también conocerá una noche, y -¡oh, espanto mío!- también nosotros la conoceremos; conoceremos una noche, un tiempo en que no parecerá fuerte la Luz, sino victoriosas las Tinieblas. Pero, dado que Él es llamado Estrella de la mañana excluyendo un límite en el tiempo, yo digo que tras la momentánea noche Él será Luz matutina, pura, fresca, virginal, renovadora del mundo, semejante a la que siguió al Caos en el día primero. ¡Oh!, sí. El mundo será creado de nuevo en su Luz.

-Y la maldición – dice Judas de Alfeo - caerá sobre los réprobos que hayan querido alzar las manos contra la Luz,
repitiendo los errores ya cometidos, desde Lucifer hasta los profanadores del pueblo santo. Yeohveh deja libre al hombre en sus acciones. Pero, por amor del propio hombre, no permitirá que el Infierno prevalezca.

-¡Oh, menos mal que, después de tanto sopor de espíritu, por el que todos parecíamos como obtusos y entorpecidos por vejez precoz la sabiduría vuelve a florecer en nuestros labios! ¡Ya no parecíamos nosotros! ¡Ahora reconozco de nuevo al Zelote y a Juan y a los dos hermanos de otros tiempos! - dice Judas Iscariote felicitándose.

-No me parece que hubiéramos cambiado tanto, que no pareciéramos nosotros - dice Pedro.

-¡Que si habíamos cambiado! Todos. Tú el primero. Y luego Simón y los otros, incluido yo. Si había uno que era más o menos el de siempre, era Juan.
-¡Mmm! Verdaderamente no sé en qué...

-¿En qué? Taciturnos, como cansados, indiferentes, pensativos... Ya no se oía nunca una de estas conversaciones, semejantes a muchas de otros tiempos, semejantes a la de ahora, que son tan útiles...

-Para discutir - dice Judas Tadeo, recordando cómo, efectivamente, con frecuencia degeneraban en disputas.
-No. Para formarse. Porque no todos somos como Natanael, ni como Simón, ni como vosotros de Alfeo, por nacimiento o sabiduría. Y quien lo es menos aprende siempre de quien lo es más - rebate Judas Iscariote.

-Verdaderamente... yo diría que más que nada es necesario formarse en la justicia. Y de ésta nos ha dado magníficas lecciones Simón - dice Tomás.

-¿Yo? ¡Tú ves mal! Soy el más necio de todos - dice Pedro.
-No. Tú eres el que más ha cambiado. En esto tiene razón Judas Keriot. Bien poco queda en ti del Simón que conocí yo cuando vine con vosotros, y que, perdona, siguió siendo igual durante mucho tiempo.

Desde que estoy de nuevo contigo después de la separación para las Encenias, no has hecho otra cosa que transformarte. Ahora eres... sí, lo digo: eres más paterno y, al mismo tiempo, más austero.

Tienes conmiseración de todos tus pobres hermanos, mientras que antes... Y se ve, yo al menos lo veo, que esto te cuesta. Pero te vences a ti mismo. Y nunca nos has impuesto tanto respeto como ahora, que hablas poco y regañas poco...

-¡Pero, amigo mío, tú eres muy bueno viéndome así!... Yo, aparte de en el amor hacia el Maestro, que me crece
continuamente, no he cambiado en nada de nada.
-No. Tomás tiene razón. Estás muy cambiado - confirman bastantes.

-¡Bueno, bueno!, lo decís vosotros... - dice Pedro encogiéndose de hombros. Y añade:

-Sólo el juicio del Maestro sería seguro. Pero me guardo bien de pedírselo. Él conoce mi debilidad y sabe que incluso una alabanza mal dada podría perjudicar a mi espíritu. Por tanto, no me alabaría, y haría bien en no hacerlo. Comprendo cada vez mejor su corazón y su sistema, y ahí veo toda la justicia.

-Porque tienes ánimo recto y porque amas cada vez más. Lo que te hace ver y comprender es tu amor por mí. Maestro tuyo, el verdadero y más grande Maestro que te hace comprender, es el Amor - dice Jesús, que hasta ese momento ha escuchado y guardado silencio.

-Yo creo que... es también el dolor que llevo dentro...
-¿Dolor? ¿Por qué?» preguntan algunos.

-¡Bueno, pues por muchas cosas!, que en el fondo son una sola cosa: todo lo que sufre el Maestro... y el pensamiento de lo que sufrirá. No podemos seguir pensando en las musarañas como en los primeros tiempos, pensando en las nubes como críos que no saben, ahora que sabemos de qué son capaces los hombres y cómo se debe sufrir para salvarlos. ¡Venga, hombre!

¡Creíamos todo fácil en los primeros tiempos! ¡Creíamos que bastaba presentarse para que los otros vinieran a nuestra parte!

Creíamos que conquistar Israel y el mundo era como... echar una red en un fondo abundante en pesca. ¡Pobres de nosotros!

Pienso que si no consigue Él una buena presa, nosotros no conseguiremos ninguna. ¡Pero esto no es nada todavía! Pienso que ésos son malos y le hacen sufrir, y creo que éste es el motivo de nuestro cambio en general...
-Es verdad. Por mi parte, es verdad - confirma el Zelote.

-También en mi caso.
-También yo - dicen los otros.

-Yo hace mucho que estaba inquieto por esto y he tratado de disponer de buenas ayudas. Pero me han traicionado... y vosotros no me habéis comprendido... Y yo no os he comprendido a vosotros. Creía que erais como sois por cansancio del espíritu, por falta de confianza, por desilusión... - confiesa Judas Iscariote.

-Yo nunca he esperado humanas alegrías y por tanto, no estoy desilusionado - dice el Zelote.

-Yo y mi hermano querríamos verlo victorioso, pero para alegría suya. Lo hemos seguido por amor de parientes antes que de discípulos. Lo hemos seguido siempre, desde niños.

Él, el más pequeño en edad de nosotros, hermanos, pero siempre mucho más grande que nosotros... - dice Santiago con su admiración ilimitada por su Jesús:

-Si tenemos un dolor es el que no todos nosotros, los de la parentela, lo amamos en espíritu y sólo con el espíritu. Pero no somos los únicos en Israel que lo aman mal - dice Judas Tadeo.

Judas Iscariote lo mira, y quizás hablaría, pero le distrae un grito que llega hasta ellos desde un cerro que se alza por encima del pueblecito que están orillando, buscando el camino para entrar en él:

-¡Jesús! ¡Rabí Jesús! ¡Hijo de David y Señor nuestro, ten piedad de nosotros!

-¡Leprosos! Vámonos, Maestro. Si no, va a venir el pueblo y nos van a retener en sus casas - dicen los apóstoles.

Pero los leprosos tienen la ventaja de estar más adelante que ellos, arriba, en el camino, aunque al menos a unos
quinientos metros del pueblo, y bajan cojeando por el camino, y corren hacia Jesús repitiendo su grito.

-Entremos en el pueblo, Maestro. Ellos no pueden hacerlo – dicen algunos apóstoles. Pero otros rebaten:

-Ya algunas mujeres se han asomado a mirar. Si entramos nos libraremos de los leprosos, pero no de ser reconocidos y retenidos.

Y mientras titubean sobre la postura a tomar, los leprosos se van acercando a Jesús, quien, no haciendo caso de los
pero y de los si de sus apóstoles, ha proseguido por su camino. Y los apóstoles se resignan a seguirle, mientras mujeres con los niños agarrados a las faldas, y algún hombre viejo que se ha quedado en el pueblo, vienen a ver, dejando una prudente distancia entre ellos y los leprosos, los cuales se detienen a algunos metros de Jesús y suplican una vez más:

-¡Jesús, ten piedad de nosotros!
Jesús los contempla un instante; luego, sin arrimarse a este grupo de dolor, pregunta:
-¿Sois de este pueblo?

-No, Maestro, de diversos lugares. Pero ese monte donde estamos, por la otra parte, mira al camino que va a Jericó, y es bueno para nosotros ese lugar...

-Id entonces al pueblo cercano a vuestro monte y mostraos a los sacerdotes.

Y Jesús reanuda la marcha, apartándose hacia el borde del camino para no rozar a los leprosos, los cuales, sin otra cosa sino una mirada de esperanza en los pobres ojos enfermos, lo miran mientras se acerca; y Jesús, llegado a su altura, alza la mano para bendecir.

La gente del pueblo, desilusionada, vuelve a las casas... Los leprosos ganan de nuevo el monte, para ir hacia su gruta o hacia el camino de Jericó.

-Has hecho bien no curándolos. Los del pueblo ya no nos habrían dejado marcharnos...

-Sí, y sería necesario llegar a Efraím antes de la noche.
Jesús camina y calla. El pueblo ya está escondido a la vista, por las curvas del camino, que es muy sinuoso porque sigue los caprichos del monte en cuyo pie está hendido.

Pero una voz los alcanza:
-¡Alabado sea el Dios Altísimo y su verdadero Mesías! ¡En Él, todo poder, toda sabiduría y piedad! ¡Alabado sea el Dios Altísimo, que en Él nos ha concedido la paz!

¡Alabadlo todos vosotros, hombres de las ciudades de Judea y Samaria, de Galilea y Transjordania! ¡Hasta las nieves del altísimo Hermón, hasta los resecos pedregales de Idumea, hasta las arenas bañadas por las olas del Mar Grande, cántese con poderosa voz la alabanza al Altísimo y a su Cristo!

¡Se ha cumplido la profecía de Balaam! ¡La Estrella de Jacob resplandece en el cielo rehecho de la patria que el verdadero Pastor ha vuelto a unir! ¡Se han cumplido también las promesas hechas a los patriarcas!

¡Oíd la palabra de Elías, que nos amó, oídla, pueblos de Palestina,  y  comprendedla! ¡Ya no se debe cojear de las dos partes, sino que se debe elegir por luz de espíritu, y si el espíritu es recto elegirá bien! ¡Éste es el Señor!

¡Seguidle! ¡Ah, que hasta ahora hemos sido castigados porque no nos hemos esforzado en comprender!

El hombre de Dios maldijo el falso altar profetizando: "Sí, nacerá de la casa de David un hijo llamado Josías, que sacrificará en el altar y quemará huesos de Adán. Y el altar entonces se romperá y se hundirá en las entrañas de la Tierra, y las cenizas de la inmolación se esparcirán a septentrión y a mediodía, hacia oriente y hacia donde el Sol de pone".

No queráis hacer como el necio Ocozías, que mandaba a consultar al dios de Ecrón cuando el Altísimo estaba en Israel. No queráis ser inferiores a la burra de Balaam, la cual, por su reverencia al espíritu de luz, mientras que habría caído muerto el profeta que no veía, habría merecido la vida.

¡He aquí la Luz, que pasa entre nosotros! ¡Abrid los ojos, ciegos de espíritu, y ved!- y uno de los leprosos los sigue, cada vez más cerca -incluso en el camino de primer orden en que ya están-, señalando a Jesús a los peregrinos.

Los apóstoles, desazonados, se vuelven dos o tres veces, intimando al leproso, perfectamente curado, a callarse. Y la última vez casi lo amenazan.

Pero él, dejando por un momento de alzar así la voz para hablar a todos, responde:

-¿Y qué queréis, que no glorifique las grandes cosas que Dios me ha hecho? ¿Queréis que no lo bendiga?
-Bendícelo en tu corazón y calla - le responden inquietos.
-No, no puedo callar. Dios pone las palabras en mi boca - y, otra vez con voz fuerte:

-¡Gentes de los dos lugares de frontera, gentes que pasáis fortuitamente, deteneos a adorar a Aquel que reinará en el nombre del Señor. Yo rechazaba muchas palabras. Pero ahora las repito porque las veo cumplidas. Y todas las gentes se ponen en movimiento y vienen exultantes hacia el Señor por las vías del mar y de los desiertos, por las colinas y los montes.

Y también nosotros, pueblo que hemos caminado en las tinieblas, iremos hacia la gran Luz que ha surgido, hacia la Vida, saliendo de la región de la muerte. Lobos, leopardos y leones como éramos, renaceremos en el Espíritu del Señor y nos amaremos en Él, a la sombra del Retoño de Jesé que ya es cedro, bajo el cual acampan las naciones por Él recogidas desde los cuatro puntos de la Tierra.

He aquí que llega el día en que los celos de Efraím tendrán fin, porque ya no existen Israel y Judá, sino un solo Reino: el del Cristo del Señor. Oíd, yo canto las alabanzas del Señor, que me ha salvado y consolado.

Oíd, yo digo: alabadlo y venid a beber la salvación a la fuente del Salvador. ¡Hosanna! ¡Hosanna a las grandes cosas que Él hace! ¡Hosanna al Altísimo que ha puesto en medio de los hombres a su Espíritu revistiéndolo de carne, para que fuera el Redentor!

Es inagotable. La gente aumenta, se agolpa, ocupa el camino: quien estaba atrás se acerca, quien estaba delante
regresa. Los habitantes de un pequeño pueblo -en cuyos aledaños están ya- se unen a los viandantes.

-Pero mándale que se calle, Señor. Es el samaritano. Esto dice la gente. ¡No debe hablar de ti, si ya no permites siquiera que nosotros te precedamos predicándote! - dicen inquietos los apóstoles.

-Amigos míos, repito las palabras de Moisés a Josué, hijo de Nun, que se quejaba porque Eldad y Medad profetizaban en el campamento: "¿Estás celoso por mí, en vez de mí? ¡Ojalá profetizara así todo el pueblo y el Señor diera a todos su Espíritu!". De todas formas, me detengo y lo despido para complaceros.

Y se para. Se vuelve y llama al leproso curado, el cual se acerca presuroso, se postra ante Jesús y besa la tierra.
-Álzate. ¿Y los otros dónde están? ¿No erais diez? Los otros nueve no han sentido la necesidad de dar gracias al Señor.

¿Entonces? ¿De diez leprosos, de los cuales sólo uno era samaritano, no se ha encontrado ninguno, aparte de este extranjero, que sintiera el deber de regresar para dar gloria a Dios, antes de restituirse a sí mismo a la vida y a la familia?

Y se le conoce como "samaritano". ¿Ya no están ebrios los samaritanos, puesto que ven sin equivocaciones y acuden al camino de la Salvación sin paso vacilante? ¿Es que habla la Palabra un lenguaje extranjero, pues que lo entienden los extranjeros y no los de su pueblo?

Extiende la mirada de sus espléndidos ojos sobre la multitud que se encuentra allí procedente de todas partes de la Palestina. Y esos ojos, con su centelleo, son irresistibles... Muchos agachan la cabeza y azuzan a las cabalgaduras o se echan a caminar y se alejan...
Jesús baja los ojos hacia el samaritano que está arrodillado a sus pies. La mirada se hace dulcísima. Alza la mano -la tenía relajada- haciendo un gesto de bendición, y dice:

-Álzate y márchate. Tu fe ha salvado en ti más que tu carne. Camina en la Luz de Dios. Ve.
El hombre besa nuevamente la tierra y, antes de levantarse, pide:

-Un nombre, Señor. Un nombre nuevo, porque todo es nuevo en mí, para siempre.

-¿En qué tierra nos encontramos?
-En la de Efraím.
-Pues llámate Efrén de ahora en adelante, porque dos veces la Vida te ha dado vida. Ve. (Efrén significa “doble fruto”)

Y el hombre se alza y se marcha.

La gente del lugar y algún peregrino quisieran retener a Jesús. Pero Él subyuga con su mirada, que no es severa -antes al contrario, es muy dulce al mirarlos- pero que debe despedir poder, porque ninguno hace un gesto para retenerlo.

Y Jesús deja el camino sin entrar en el pueblecito. Cruza un campo, luego un regato y un sendero, y sube al cerro
oriental, todo lleno de bosques, donde se adentra con los suyos. Dice:

-Para no extraviarnos, seguiremos el camino, pero por el bosque.

Después de aquella curva, el camino se pega a este monte.

Encontraremos alguna gruta para dormir y al alba rebasaremos Efraím...


   


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