Tuesday April 16,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

419- Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas


Veo cuanto sigue. Un pueblecito fluvial de pocas casas muy modestas.

Debe ser aquel del que salió Jesús cuando atravesó en barca el Jordán cuando la avenida, porque veo que hacia Jesús -que había mandado delante a Judas Iscariote y a Tomás para prepararle la vía -se dirige el barquero con sus parientes.

El barquero, cuando lo ve venir de lejos, acelera el paso. Llegado a la presencia de Jesús, se inclina con suma reverencia y dice:

-Bien vienes, Maestro, a nuestros enfermos. Te esperan. He hablado mucho de ti. Todo el pueblo te saluda por mi boca diciendo: "¡Bendito el Mesías del Dios Altísimo!"

-La paz a ti y a este pueblo. Estoy aquí por vosotros. No quedarán defraudadas vuestras esperanzas. El que cree hallará compasivo el Cielo. Vamos.

Y Jesús se pone al lado del barquero, y sigue caminando hacia el centro del pueblecillo.

Mujeres, niños, hombres, salen a las puertas para seguir luego al pequeño cortejo, a medida que éste va avanzando. A cada metro que pasa, la gente va creciendo, porque incesantemente se une más gente a la que ya había. Unos saludan, otros bendicen, otros invocan.

-¡Maestro! -grita una madre -¡Mi hijo está enfermo! ¡Ven, bendito!

Y Jesús cambia de dirección, hacia una casa pobre; pone una mano en el hombro de la madre envuelta en lágrimas y pregunta
-¿Dónde está tu hijo?
-Aquí, Maestro. Ven.

Entran la madre, Jesús, el barquero, Pedro, Juan, el Tadeo y algunas personas del lugar. Los demás se arremolinan delante de la puerta y miran alargando los cuellos para ver.

En un rincón de la pobre y oscura cocina, hay una pobre yacija junto al hogar encendido. Y, encima, un cadaverito de niño de unos siete años. Digo un cadaverito por lo consumido, amarillento e inmóvil que está. El único movimiento es el jadeo estertoroso del pequeño pecho, enfermo -diría -de tuberculosis.

-Mira, Maestro. He gastado todos mis recursos para salvarlo, al menos, a él. Ya no tengo marido. Los otros dos hijos se me murieron a la misma edad de éste. Lo he llevado hasta Cesárea Marítima para que lo viera un médico romano. Pero lo único que ha sabido decirme ha sido: "Resígnate. Lo corroe la caries". Mira...

Y la madre descubre a la pobre criaturita echando hacia atrás las cobijas. En donde no hay vendas, se ven huesecitos que sobresalen bajo una piel reseca y amarillenta. Pero poca parte del cuerpo está descubierta.

La otra parte está bajo vendas y pañales, que, cuando los quita la madre, muestran los típicos agujeros exudativos de las caries óseas. Un espectáculo lastimoso.

El enfermito está tan decaído, que no hace ningún gesto. Da la impresión de que no se tratara siquiera de él. Abre levemente los ojos hundidos y alelados, echa una mirada indiferente -diría: molesta -a la gente. Luego los vuelve a cerrar.

Jesús lo acaricia. Pone su larga mano encima de la cabecita relajada y el niño abre de nuevo los ojos; ahora mira con más interés a ese hombre desconocido, que con tanto amor lo toca y con tanta piedad le sonríe.

-¿Quieres curarte?
Jesús habla quedo, agachándose hacia la carita macilenta.

Antes ha tapado el cuerpecito, diciendo a la madre, que quería poner otros lienzos:

-No hace falta, mujer. Déjalo así.
El enfermito asiente sin hablar.

-¿Para qué?
-Por mi mamá -dice la labilísima vocecita. La madre llora más fuerte.

-¿Vas a ser siempre bueno si te curas? ¿Un buen hijo? ¿Bueno en el pueblo? ¿Un buen fiel?

Hace las preguntas bien separadas, para darle tiempo al pequeñuelo de responder a cada una.

-¿Vas a recordar lo que ahora prometes? ¿Siempre?
Los leves, y no obstante tan profundos de deseo, síes, caen uno tras otro como suspiros de alma.

-Dame una mano, pequeño.
El enfermito quiere dar la sana, la izquierda. Pero Jesús dice:

-Dame la otra. No te voy a hacer daño.
-Señor -dice la madre -es toda una llaga. Deja que la vende. Por ti...

-No importa, mujer. Sólo me repugnan las impurezas de los corazones. Dame la mano y di conmigo: "Quiero ser siempre bueno como hijo, como hombre y como creyente del Dios verdadero".

El niño repite forzando la vocecita. ¡Oh, está toda su alma en esa voz, y la esperanza... y ciertamente también la de su madre!

Un silencio solemne se ha hecho en la habitación y en la calle. Jesús, que sujeta con la izquierda la derecha del enfermo, levanta su mano derecha -su gesto de cuando anuncia una verdad o de cuando impone su voluntad a las enfermedades y a los elementos -y, erguido, solemne, con potente voz, dice:

-Y Yo quiero que quedes curado. Levántate, niño, y alaba al Señor -y le suelta la manita, que ahora está completamente sana, delgada, pero sin la más mínima excoriación, y dice a la madre: «Destapa a tu criatura».

La mujer, que tiene la cara de quien está entre una sentencia de muerte y una de gracia, retira titubeante las cobijas... y grita y se echa encima del cuerpecito, delgadísimo pero sano, lo besa, lo abraza... está fuera de sí de la alegría. Tanto que no ve que Jesús se separa del lecho y se encamina hacia la puerta.

Pero el enfermito lo ve y dice:

-¡Bendíceme, Señor, y deja que yo te bendiga! ¿Mamá, no das las gracias?

-¡Oh! ¡Perdón!...

La mujer, con el niño entre sus brazos, se arroja a los pies de Jesús.

-Comprendo, mujer. Ve en paz y sé feliz. Adiós, niño. Sé bueno. Adiós a todos.
Y sale.

Numerosas mujeres aúpan a sus hijos para que la bendición de Jesús los preserve del mal en el futuro. Algunos niños se introducen entre los grandes en busca de caricias. Y Jesús bendice, acaricia, escucha, y se detiene a curar a tres enfermos de los ojos y a uno que tiembla muchísimo, como por el baile de San Vito. Ahora está en el centro del pueblo.

-Hay aquí un pariente mío que es sordo y mudo de nacimiento. Tiene inteligencia despierta, pero no puede hacer nada. Cúralo, Jesús -dice el barquero.
-Llévame donde él.

Entran en un huertecito en cuyo fondo hay un joven de unos treinta años que está sacando agua de un pozo y echándola en las verduras. Siendo sordo y estando vuelto de espaldas, no se percata de cuanto sucede, de modo que continúa inmutable su ocupación, a pesar de que los gritos de la gente sean tan fuertes que las palomas de los tejados se espanten. El barquero se llega a él. Lo toma de un brazo y lo lleva a Jesús. Jesús se pone enfrente del desdichado; muy cerca, rayanos los dos cuerpos, de forma que con su lengua toca la lengua del mudo, que tiene la boca abierta. Y con los dos medios en los oídos del sordomudo ora un instante, levantados los ojos hacia el cielo. Luego dice: « ¡Abríos!», y quita las manos y se separa.

-¿Quién eres, que me destraba la palabra y el oído? -grita el curado.

Jesús hace un gesto y trata de proseguir para salir por detrás de la casa. Pero tanto el curado como el barquero lo detienen, uno diciendo: «Es Jesús de Nazaret, el Mesías» y el otro exclamando: « ¡Quédate, que yo te adore!».

-Adora al Dios Altísimo y sé siempre fiel a Él. Ve. No pierdas tiempo en inútiles palabras, no hagas del milagro objeto de humano pasatiempo. Usa el habla en el bien; más que con los oídos, escucha con el corazón las voces del Espíritu Creador que te ama y bendice.

¡Ya, ya! ¡Decirle a uno que está felicísimo que no hable de su felicidad, es inútil! El curado se desquita de los muchos años de mutismo y sordera hablando con todos los presentes.

El barquero insiste para que Jesús entre en su casa a descansar y tomar algo. Se siente el autor de todo el respeto que circunda a Jesús, y se siente orgulloso de ello. Quiere que sea reconocido su derecho.
-Pero yo aquí en el pueblo soy el ciudadano ilustre -dice un anciano de aspecto grave.

-Pero si no hubiera estado yo con mis barcas, tú qué ibas a haber visto a Jesús -responde el barquero.

Y Pedro, siempre franco e impulsivo:
-La verdad es que... si no te hubiera dicho yo una cosita, tú... las barcas...


Jesús interviene providencialmente, contentando a todos.
-Vamos a la orilla del río. Allí, mientras esperamos la comida -y que sea parca y frugal, porque el alimento debe servir al cuerpo y no ser finalidad del cuerpo -, evangelizaré. Quien me quiera oír y hacerme preguntas que venga conmigo.

Podría decir que todo el pueblo lo sigue.
Jesús sube a una barca sacada al guijarral. Desde esa tribuna improvisada, habla a los que lo escuchan, que están frente a Él, sentados en semicírculo en la orilla y entre los árboles. Toma como motivo la pregunta que hace un hombre:

-Nuestra Ley Maestro, casi señala como castigados por Dios a los que nacen desdichados; tanto que les prohíbe cualquier servicio al altar. Pero, ¿qué culpa tienen de ello estas personas? ¿No sería justo considerar culpables a sus padres, que los traen a este mundo desdichados? Especialmente las madres. ¿Y cómo debemos comportarnos con estos que han nacido desgraciados?

-Escuchad. Un escultor sumo y perfecto hizo un día la forma de una estatua. Y su obra fue tan perfecta, que se complació en ella y dijo: "Quiero que la Tierra esté llena de una tal maravilla". Pero él solo no podía llevar a cabo un trabajo así. Pidió entonces ayuda a otras personas. Les dijo: "Con este modelo hacedme millares de estatuas igualmente perfectas. Yo después les daré el último retoque, infundiendo expresión a sus fisonomías".

Pero los ayudantes no eran capaces de tanto, pues, además de ser muy inferiores a su maestro en habilidad, se habían embriagado un poco saboreando un fruto cuyo jugo creaba delirios y ofuscaciones. Entonces el escultor les dio como formas y dijo: "Modelad en ellas la materia; será una obra adecuada, y yo la haré completa dándole la vitalidad del último golpe". Y los ayudantes se pusieron manos a la obra.

Pero el escultor tenía un gran enemigo, suyo personal y de sus ayudantes, que trataba con todos los medios de hacer quedar mal al escultor y de crear desavenencias entre él y los ayudantes. Por eso éste en las obras de ellos metió su astucia: acá, alterando la materia que había de ser vertida en la forma; allá, haciendo más débil el fuego; más allá, infundiendo sopor en los ayudantes. Por lo cual sucedió que el rector del mundo, para tratar de impedir lo más posible que la obra saliera en copias imperfectas, puso sanciones graves contra los modelos salidos en modo imperfecto.

Una de estas sanciones fue que tales modelos no pudieran ser expuestos en la Casa de Dios. Allí todo debe, o debería, ser perfecto. Digo: debería, porque no es así. La apariencia es buena, pero la realidad no lo es. Los que están en la Casa de Dios parecen sin defectos, pero el ojo de Dios descubre en ellos los más graves: los que están en el corazón.

¡Oh! ¡El corazón! Con él se sirve a Dios; en verdad, se le sirve con él. No hace falta ni es suficiente tener el ojo limpio y el oído perfecto, voz armoniosa, hermosos miembros, para cantar las alabanzas que a Dios placen.

No hace falta ni basta tener bonitos indumentos y limpios y perfumados. Limpio ha de ser el espíritu en la mirada, perfecto ha de tener el oído, y armoniosa la voz, bien construido ha de resultar en sus formas espirituales, que deben estar adornadas de pureza: ésta es la túnica hermosa y limpia y perfumada de caridad; éste, el aceite henchido de esencia que agrada a Dios.

¿Y qué caridad sería la de uno que, siendo feliz y viendo a un infeliz, manifestara hacia él burla y odio? Pues más aún para quien, inculpable, ha nacido desgraciado: ha de dársele doble y triple caridad. La desgracia es pena que da mérito a quien la lleva y a quien, familiar del que tiene la desgracia, la ve llevar y sufre por ello por amor de pariente y quizás se da golpes de pecho pensando:

"La causa de este dolor soy yo, con mis vicios". Y no debe ser jamás causa de culpa espiritual en quien la ve. Se transforma en culpa si viene a ser anticaridad. Por eso os digo: "Nunca seáis personas sin caridad hacia vuestro prójimo. ¿Ha nacido con una desgracia? Amadlo porque lleva su gran dolor. ¿La desgracia le ha venido por su culpa? Amadlo porque su culpa ya se ha transformado en castigo.

¿Es padre o madre de uno que ha nacido desgraciado o que lo ha venido a ser después': Amadlos, porque no hay dolor mayor que el de un padre o una madre heridos en su hijo. ¿Es una madre que ha engendrado a un monstruo? Amadla, porque está literalmente aplastada por ese dolor, que considera el más inhumano. Inhumano es.

Pero aún mayor es el dolor de una que es madre de un monstruo de alma y que se da cuenta de que ha dado a luz a un demonio y a un peligro para la tierra, la patria, la familia, los amigos. ¡Oh! ¡Esta mujer no se atreve ya ni siquiera a levantar la frente, pobre madre de un hombre feroz, de un abyecto, de un homicida, un traidor, un ladrón, un degenerado! Pues bien, os digo: amad también a estas madres, las más infelices. Las que a través de los siglos pasarán con el nombre de madres de un asesino, de un traidor.

En todas partes la Tierra ha oído el llanto de las madres torturadas por la muerte cruel del propio hijo. De Eva en adelante, cuántas madres han sentido desgarrárseles las entrañas más que en los dolores del parto. Y mucho más aún: han sentido que una mano feroz les arrancaba las entrañas y con ellas el corazón, ante el cadáver del hijo asesinado, ajusticiado, martirizado por los hombres; y han gritado su espasmo, revolcándose, con un delirio de espasmódico amor doliente, abrazadas a esos despojos que ya no las oían, que no se calentaban ya con su calor, que no podían ya hacer ningún movimiento para decir con la mirada o con el gesto, si no con la boca: "Madre, te oigo".

Y, a pesar de todo, os digo que todavía la Tierra no ha oído el grito y recogido el llanto de la más santa y de la más infeliz. De aquellas que estarán eternamente en el recuerdo del hombre. La Madre del asesinado Redentor y la madre del que será su traidor.

Estas dos, mártires en modos distintos, se oirán gemir; y será la Madre inocente y santa, la más inocente, la inocente Madre del Inocente, la que dirá a su hermana lejana, mártir de un hijo cruel más que de ninguna otra cosa: "Hermana, yo te amo".
Amad, para sed dignos de Esta que amará por todos y a todos. El amor es lo que salvará a la Tierra.

Jesús baja de su tosco púlpito y se agacha para acariciar a un niñito semidesnudo, sólo vestido con una camisita, que se revuelca en la hierba de la orilla. Después de tantas sublimes palabras de Maestro, es dulce el verlo así, interesándose por un niñito, como un hombre sencillo, y luego partir el pan y ofrecerlo y darlo a los que tiene más cerca, y sentarse y comer humanamente, mientras oye ya en su corazón, sin duda, el grito de su Madre y ve a Judas a su lado.  

A mí, a mí que soy tan impulsiva, me impresiona más que muchas otras cosas este dominio suyo sobre los sentimientos. Para mí es una lección continua.

Pero los presentes, sin embargo, parece como si se hubieran quedado yo diría incluso hechizados. Comen, pensativos y silenciosos, mirando con veneración al dulce Maestro de amor.

   


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