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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

524- En Jericó. En casa de Zaqueo
con los pecadores convertidos


Están todos recogidos en una habitación grande y desnuda, en otros tiempos, sin duda, hermosa. Ahora es sólo un local grande.

Han tomado sillas y lechos de las otras habitaciones de comer o de dormir y las han traído. Se han sentado alrededor del Maestro, al que le han ofrecido para que se siente una especie de sillón todo de madera labrada cubierto con un paramento de lizo alto: es el mueble más lujoso de la casa.

Zaqueo está hablando de una propiedad adquirida con el dinero de una colecta hecha entre ellos:

-¡Algo teníamos que hacer, ¿no?! El ocio no es buena medicina para no pecar. Es un lugar poco fértil todavía porque estaba desatendido, como nosotros, y como nosotros, lleno de tríbulos, piedras, sequío y hierbas nocivas.

Nique nos ha prestado a los campesinos que están a su servicio para que nos enseñen cómo hay que hacer para abrir los pozos abandonados, para limpiar las tierras, podar los pocos árboles que había y plantar otros nuevos. Nosotros sabíamos hacer muchas cosas... aunque no eran las santas obras del hombre. Pero en este trabajo tan nuevo para nosotros encontramos una vida verdaderamente nueva.

Nada de lo que nos rodea recuerda el pasado. Sólo la conciencia lo recuerda, pero eso está bien... Somos pecadores... ¿Vas a ir a ver esa propiedad?

-Saldremos juntos de aquí para dirigirnos hacia el Jordán, y me detendré en ese lugar. Me dices que está al lado del camino que va al río…

-Sí, Maestro. Pero es un lugar feo. La casa está que se cae. No tiene muebles, está vacía. No teníamos dinero para todo... después de haber compensado -siempre que ha sido posible hacerlo- a nuestro prójimo por nuestros delitos.

Éstos, para dormir, se arreglan encima de heno; menos Demetes, Valente y Leví, que son demasiado ancianos para ciertas privaciones y que duermen aquí, Señor.

-Muchas veces Yo no tengo ni eso. Dormiré en el heno Yo también, Zaqueo, que es donde dormí mis primeros sueños, sueños dulces porque los velaba el amor. Puedo dormir también éste; y no será un sueño atormentado, porque lo conciliaré entre hombres en los que ha resucitado la buena voluntad.

Y mira, con una mirada que es una caricia, a estas primicias de redimidos de todo territorio.
Y ellos lo miran... No son hombres que lloren fácilmente.

Al contrario, ¡quién sabe cuánto llanto habrán hecho derramar! Cada cara de estos hombres es un libro en que está escrito su calamitoso pasado, y, si ahora la nueva vida vela la brutalidad de las palabras, éstas son todavía descifrables lo suficiente como para permitir intuir desde qué simas se alzan de nuevo hacia la Luz. Bueno, pues, a pesar de todo, su rostro se hace claro, se ilumina; su mirada toma nuevo vigor, resplandeciendo en ella una luz de esperanza sobrenatural, de satisfacción moral, al oír que el Maestro los considera resucitados a la buena voluntad.

Zaqueo dice:
-¿Entonces apruebas todo esto que he hecho? Fíjate, Maestro, yo aquel día había dicho "te seguiré", y quería seguirte... bueno, materialmente. Pero esa misma noche vino a mi casa Demetes, para una de esas... para uno de esos infames manejos... y necesitaba dinero. Venía de Jerusalén... porque se la llama santa, pero en ella hay toda clase de vergüenzas, y los primeros que las promueven son los que luego arremeten furiosamente contra nosotros como si fuéramos leprosos... Pero debo hablar de nuestros pecados, no de los de ellos. Yo ya no tenía dinero. Te lo había dado. Todo. Incluso el dinero que estaba todavía en casa ya era como si hubiera sido dado, porque había hecho ya las partes que debía devolver a aquellos a quienes se lo había arrebatado con usura. Le dije: "No tengo dinero.

Pero tengo algo que vale más que todos los tesoros". Y le narré mi conversión, tus palabras, la paz que había en mí... Hablé tanto, que, mientras todavía hablaba, la luz del nuevo día entró a blanquecer las caras y a hacer inútiles las lámparas. No sé con exactitud lo que dije. Sé que él dio un fuerte puñetazo en la mesa junto a la cual estábamos sentados y exclamó: "¡Mercurio ha perdido un seguidor y los sátiros un compañero! Toma incluso estas monedas, insuficientes para el delito pero útiles para un pan para el mendigo, y tómame contigo. Quiero conocer un perfume después de tantos hedores". Y se ha quedado.

Fuimos juntos a Jerusalén: yo, para vender objetos; él, para deshacerse de todos los... compromisos. Y, regresando, me dije -había orado en el Templo, después de tanto tiempo, con el corazón puro y pacificado de un niño-, me dije a mí mismo: "¿No es esto también seguir al Maestro, y quizás seguirle mejor, quedándome en Jericó, donde mis desdichados amigos -publicanos como yo, gariteros, lenones, usureros, después de haber sido vigilantes de galeotes y forzados, de esclavos, torturadores de todo desdichado, soldados sin ley ni piedad, juerguistas para ahogar los remordimientos en las borracheras-vienen a verme para emplear su dinero maldito, o proponerme negocios, o invitarme a convites y a otras bajezas infames?

La ciudad me desprecia. Los hebreos me tendrán siempre por pecador. Pero ellos no. Ellos son como yo. Son basura, pero pueden tener algo, dentro de sí, algo que los impulsa hacia el bien, y no encuentran a nadie que les eche una mano.

Yo los he ayudado en el mal. Quizás pecaron también por mis consejos, por las cosas que alguna vez les he pedido.

Tengo el deber de ayudarlos para ir al bien. De la misma forma que he hecho acto de devolución a aquellos a quienes había perjudicado, de la misma forma que he indemnizado a mis convecinos, también tengo que tratar de hacer reparación con ellos". Y me he quedado aquí.

Una vez uno, otra vez otro, han venido, de una u otra ciudad, y he hablado. No todos fueron como Demetes.

Algunos, tras burlarse de mí, huyeron. Otros han dado largas. Otros se han detenido, pero, pasado un tiempo, han vuelto a su infierno. Éstos han permanecido. Y... bueno pues ahora siento que debo seguirte así, que debemos seguirte así, luchando con nosotros mismos, soportando los desprecios del mundo que no nos sabe perdonar. No faltan las lágrimas del corazón cuando vemos que el mundo no perdona, cuando los recuerdos vuelven... y son muchos y penosos... En algunos son...

-La Némesis horrenda que nos echa en cara nuestros delitos y que nos promete la venganza en el ultramundo -dice uno.

-Son los quejidos de los que estaban agotados y yo les pegaba para hacerles trabajar.

-Son las maldiciones de los que hice esclavos tras haber tomado con usura todo lo que poseían.

-Son las súplicas de viudas y huérfanos que no podían pagar y yo les confiscaba en nombre de la ley sus últimos bienes.

-Son las atrocidades llevadas a cabo en los países conquistados, con personas inermes aterrorizadas por la derrota.

-Son las lágrimas de mi madre, de mi mujer, de mi hija, muertas de penalidades mientras yo derrochaba todo en los festines.

-Son... ¡Oh, mi delito no tiene nombre! Señor, yo no tengo sangre en mis manos, no he robado dinero, no he impuesto tributos insoportables ni intereses asfixiantes, no he maltratado a los vencidos, pero he sacada partido de todos los desdichados, y he sacado dinero de niñas inocentes, niñas de vencidos, de huérfanas, de niñas vendidas como mercancía por un pan.

He dado la vuelta al mundo aprovechando estas ocasiones, detrás de los ejércitos, yendo a los lugares donde había una carestía, o a donde un río desbordado había dejado completamente sin alimentos, o a donde una epidemia había dejado jóvenes vidas sin protección, y de ahí he hecho mercancía, una mercancía inocente pero infame: infame para mí, que obtenía dinero de ella, inocente ella porque aún no conocía el horror.

Señor, en mis manos están las virginidades de jovencitas deshonradas y el honor de jóvenes esposas arrebatadas en ciudades de conquista. Mis bazares... y mis prostíbulos eran célebres, Señor... ¡No me maldigas, ahora que lo sabes! ...

Los apóstoles, involuntariamente, se han apartado del último que ha hablado. Jesús se levanta y se acerca a él. Le pone la mano en el hombro y dice:

-¡Es verdad! Tu delito es grande. Tienes que reparar mucho. Pero Yo, la Misericordia, te digo que aunque fueras el mismo demonio y sobre ti pesaran todos los delitos de la Tierra, si quieres, puedes expiar todo y ser perdonado por Dios, perdonado por el verdadero, grande, paterno Dios. Si tú quieres. Une tu voluntad a la mía. También Yo quiero que seas perdonado. Únete a mí.

Dame tu pobre espíritu cubierto de infamia, quebrantado, tu espíritu que, después de que has dejado el pecado, está lleno de cicatrices y humillación. Yo lo pondré en mi corazón, en el lugar donde pongo a los mayores pecadores, y lo llevaré conmigo al sacrificio redentor. La Sangre más santa, la de mi corazón, la última Sangre del Inmolado por los hombres, se esparcirá sobre los espíritus más quebrantados y los regenerará. Por ahora, ten esperanza.

Una esperanza mayor que tu inmenso delito en la misericordia de Dios, porque es una misericordia sin límites, hombre, para quien sabe confiar en ella.

El hombre casi querría coger y besar esa mano que está puesta en su hombro, esa mano tan pálida y delgada sobre su túnica oscura y su hombro fuerte. Pero no se atreve. Jesús comprende esto y le ofrece la mano mientras dice:

-Hombre, besa su palma. Encontraré ese beso como medicamento para una tortura. Mano besada, mano herida: besada por amor, herida por el amor. ¡Oh, si todos supieran besar a la gran Víctima, y Ella muriera vestida de llagas sabiendo en cada una los besos y amores de todos los hombres redimidos! -y tiene su palma apretada contra los labios rasos de este hombre que, por todo el conjunto, yo diría que es romano. Y la tiene ahí hasta que el hombre, como saciado, se separa de ella, después de haber apagado la quemazón de sus remordimientos bebiendo la misericordia del Señor en el cuenco de la mano divina.

Jesús vuelve a su sitio, y, al pasar, pone la mano en la cabeza crespa de uno muy joven. Yo diría que no tiene más de veinte años, si es que los tiene. Uno que no ha hablado en todo este tiempo, uno que es, sin duda, de raza hebrea. Jesús le hace esta pregunta:

-¿Y tú, hijo mío, no dices nada a tu Salvador?
El joven alza la cabeza y lo mira... En esa mirada hay toda una narración: una historia de dolor, odio, arrepentimiento, amor.

Jesús, un poco agachado hacia él, fijos los ojos en los ojos, lee alguna de estas historias mudas y dice:

-Por este motivo te llamo "hijo". Ya no estás solo. Perdona a todos, a los de tu misma sangre y a los extraños, de la misma forma que Dios te perdona. Y ama al Amor que te ha salvado. Ven un momento conmigo. Quiero decirte unas palabras aparte.

El joven se alza y lo sigue. Cuando están solos, Jesús dice:

-Quiero decirte esto, hijo. El Señor te ha amado mucho, aunque no lo parezca a la luz de un juicio superficial. La vida te ha probado mucho; los hombres te han causado mucho daño: aquélla y éstos hubieran podido hacer de ti una ruina irreparable. Detrás de ellos estaba Satanás, envidioso de tu alma. Pero sobre ti estaba la mirada de Dios. Y esa mirada bendita ha detenido a tus enemigos. Su amor ha enviado a Zaqueo por tu sendero. Y, con Zaqueo, al que te habla, a mí. Ahora, Yo, que te hablo, te digo que debes hallar en este amor todo aquello que no has tenido; que debes olvidar todo aquello que te ha agriado, y perdonar, perdonar a tu madre, perdonar al amo infame, perdonarte a ti mismo. No te odies de mala manera, hijo.

Odia tu tiempo de pecado, pero no odies tu espíritu, que ha sabido dejar este pecado. Que tu mente sea buena amiga de tu espíritu, y que juntos alcancen la perfección.
-¿Perfecto yo?

-¿Has oído lo que le he dicho a aquel hombre? ¡Y él ha estado en el fondo del abismo!... ¡Y gracias, hijo!

-¿Por qué cosa, mi Señor? Soy yo el que debe decirte gracias...

-Por no haber querido ir donde quien compra a hombres para traicionarme.

-¡Oh, Señor! ¿Hubiera podido hacerlo sabiendo que no nos desprecias ni siquiera a nosotros siendo bandidos? Yo estaba entre aquellos que te llevaron el cordero al Carit, y uno de nosotros, que ahora ha sido apresado por los romanos -al menos eso se dice, y lo cierto es que desde antes de los Tabernáculos no se le ha vuelto a ver por los refugios de los bandidos­ me refirió las palabras que dijiste en un valle de cerca de Modín... Porque yo no estaba todavía con los bandidos. Fui con ellos al final del último Adar y los he dejado al principio de Etanim.

Pero no he hecho nada que merezca tu "gracias". Tú eres bueno. Quise ser bueno y advertir a un amigo tuyo...

¿Puedo llamarlo así a Zaqueo?
-Sí, puedes llamarlo así. Todos los que me aman son mis amigos. Tú también lo eres.

-¡Bueno!... quise advertir para que estuvieras en guardia. Pero advertir no merece las gracias...
-Te repito que te doy las gracias por no haberte vendido contra mí. Esto tiene valor.

-¿Y el aviso no?

-Hijo mío, nada podrá impedirle al Odio arremeter contra mí. ¿Has visto alguna vez desbordarse un torrente?

-Sí. Estaba en Yabés Galaad y vi la destrucción causada  por el río, salido de su cauce antes del Jordán.

-¿Y pudo alguna cosa detener las aguas?

-No. Todo lo cubrieron y lo destruyeron. Incluso se llevaron casas.

-Así es el Odio. Pero no me arrastrará. Quedaré sumergido, pero no destruido. Y, en la hora amarguísima, el amor de quien no quiso odiar al Inocente será mi confortación, mi luz en las tinieblas de esa hora de Tinieblas, mi dulzura en el cáliz del vino con hiel y mirra.

-¿Tú?... Hablas de ti como si... Ese cáliz es para los ladrones, para quien va a la muerte de cruz. ¡Pero Tú no eres un ladrón! ¡Tú no eres culpable! Tú eres...
-El Redentor. Dame un beso, hijo.

Le toma la cabeza entre las manos y le besa en la frente y luego se inclina para recibir el beso del joven, un beso tímido, que apenas roza la mejilla enjuta... Y luego el joven se deja caer, llorando, en el pecho de Jesús.

-¡No llores, hijo mío! Yo soy sacrificado por el amor. Y es siempre un dulce sacrificio, aunque sea atormentador para la naturaleza humana.

Lo tiene entre sus brazos hasta que el llanto cesa, y luego -llevándolo cogido de la mano, junto a sí-regresa al lugar donde antes estaba Pedro.

Habla de nuevo:

-Mientras tomábamos el alimento, uno de vosotros, no de Israel, ha dicho que quería que le explicara algo. Que lo pregunte ahora, porque pronto tendremos que volver donde la gente y después dejarnos.

-Soy yo el que ha dicho eso. Pero muchos desean saberlo. Zaqueo no lo sabe explicar bien, y tampoco otros de los nuestros que son de tu religión. Hemos preguntado a tus discípulos cuando han pasado por aquí, pero no nos han hablado con claridad.

-¿Y qué es lo que quieres saber?

-Nosotros, respecto al alma, ni siquiera sabíamos que la teníamos. O sea... al menos nosotros habríamos debido saberlo, porque nuestros antiguos... Pero no leíamos a los antiguos. Éramos animales... Y ya no sabíamos qué es esta alma. Ni siquiera ahora lo sabemos. ¿Qué es el alma? ¿Acaso nuestra razón? No creemos que lo sea, porque en tal caso nosotros no la habríamos tenido, y hemos oído decir que sin alma no hay vida. ¿Qué es, entonces, el alma -que nos dicen que es incorpórea, inmortal-, si no es la razón?

El pensamiento es incorpóreo, pero no es inmortal porque cesa con nuestra vida. Ni el más sabio piensa después de la muerte.

-El alma, hombre, no es el pensamiento. El alma es el espíritu, es el principio inmaterial de la vida, el principio impalpable, pero verdadero, que anima todo el hombre y perdura después del hombre. Por eso se le llama inmortal. Es algo tan sublime, que hasta el más poderoso pensamiento es nada respecto a ella. El pensamiento termina; el alma, por el contrario, tiene, ciertamente, un principio, pero no un fin. Bienaventurada o réproba, continúa siendo. ¡Dichosos aquellos que saben conservarla pura, o hacerla de nuevo pura después de haberla hecho impura, para devolverla a su Creador como Él se la dio al hombre para animar su humanidad!

-Pero ¿está en nosotros o por encima de nosotros, como el ojo de Dios?
-En nosotros.
-¿Entonces, prisionera en nosotros hasta la muerte? ¿Esclava?

-No. Reina. En el pensamiento eterno, el alma, el espíritu, es la cosa que reina en el hombre, en el animal creado llamado hombre. Ella, viniendo del Rey y Padre de todos los reyes y padres, siendo parte e imagen de Él, don y derecho de Él, ͥ teniendo como misión hacer de la criatura llamada hombre un dios después de la vida, un “habitante" de la Morada del sublimísimo, único Dios, es creada reina, y con autoridad y destino de reina. Siervas suyas, todas las virtudes y las facultades del hombre; ministra suya, la buena voluntad del hombre. Siervo suyo, el pensamiento: siervo y alumno, el pensamiento del hombre.

Desde el espíritu el pensamiento adquiere potencia y verdad, justicia y sabiduría, y puede elevarse a perfección regia. Un pensamiento privado de la luz del espíritu tendrá siempre lagunas y tinieblas, no podrá nunca darse razón de verdades que son más incomprensibles que misterios para quien, habiendo perdido la regalidad del alma, está separado de Dios.

El pensamiento del hombre estará ciego, sufrirá idiotez, si carece del punto base, de la palanca indispensable para comprender, para -dejando la Tierra y lanzándose hacia arriba-alzarse al encuentro de la Inteligencia, de la Potencia, de... en una palabra, de la Divinidad. "Te hablo así a ti, Demetes, porque no has sido siempre simplemente un cambista, y puedes comprender y dar explicación a los demás.

-Eres verdaderamente un vidente, Maestro. No, no he sido solamente un cambista... Es más, éste ha sido el último peldaño de mi descenso... Dime, Maestro, pero, si el alma es reina, ¿por qué no reina entonces y no domeña al mal pensamiento y a la mala carne del hombre?
-Domeñar no sería ni libertad ni mérito, sería opresión.

-Pero también el pensamiento y la carne dominan al alma -hablo de mí, de nosotros-y la hacen esclava demasiadas veces. Por esto decía que si estaba en nosotros en forma de esclava. ¿Cómo puede permitir Dios que algo tan sublime -la has definido "parte de Dios e imagen de Él"-sea humillada por aquello que es inferior?

-Lo que había en el Pensamiento divino era que el alma no conociera la esclavitud. Pero ¿olvidas al enemigo de Dios y del hombre? Los espíritus infernales a vosotros también os son conocidos.

-Sí, y todos con deseos crueles. Y puedo decir que, recordando al niño que era yo, sólo a estos espíritus infernales puedo atribuir el hombre que vine a ser y que he sido hasta el umbral de la vejez. Ahora encuentro otra vez a aquel niño pequeño perdido de entonces. Pero ¿podré hacerme tan niño como para volver a la pureza de entonces? ¡Es que se nos concede el camino hacia atrás en el tiempo?
-No hace falta andar hacia atrás. No podrías hacerlo. El tiempo pasado no regresa, no se puede hacer que vuelva ni se puede volver a él. Pero no es necesario.

Algunos de vosotros son de lugares donde es conocida la teoría de la escuela pitagórica. Teoría de error. Las almas, superada la espera de la Tierra, no vuelven ya jamás a la Tierra en ningún cuerpo. Ni de animal, pues no es conveniente que algo tan sobrenatural viva dentro de un animal; ni de hombre, porque ¿cómo se daría premio al cuerpo reunido con el alma en el último Juicio, si esa alma hubiera tenido como vestido muchos cuerpos? Dicen los que creen en la teoría mencionada que es el último cuerpo el que goza, porque, a través de sucesivas purificaciones, en sucesivas vidas, el alma sólo en la última reencarnación alcanza la perfección digna de premio.

¡Error y ofensa! Error y ofensa a Dios: pensando que Él no ha podido crear sino un número limitado de almas; error y ofensa al hombre: juzgándolo tan corrompido como que merezca difícilmente premio. El premio no se producirá inmediatamente; el noventa y nueve por ciento de las veces deberá sufrir una purificación después de esta vida. Pero purificación es preparación al gozo. Por tanto, quien se purifica es uno que ya se ha salvado. Y, una vez salvado, gozará, pasado el último Día, con su cuerpo. No podrá tener más que un cuerpo para su alma, ni más de una vida aquí, y, con el cuerpo que le hicieron sus procreadores y el alma que le creó el Creador para vivificar a la carne, gozará el premio.

No se hace posible ni la reencarnación ni la retrocesión en el tiempo. Pero sí se hace posible recrearse con movimiento de libre voluntad, y Dios bendice a estas voluntades y las ayuda. Todos vosotros las habéis tenido.

Vese entonces, bajo el lavacro del arrepentimiento, al hombre pecador, vicioso, sucio, delincuente, ladrón, corrompido, corruptor, homicida, sacrílego, adúltero, renacer espiritualmente, destruir la carne corrompida del hombre viejo, deshacer el yo mental aún más corrompido ­como si la voluntad de redimirse fuera un ácido, un ácido que ataca y destruye la envoltura malsana tras la cual se esconde un tesoro-y, sacado al desnudo el propio espíritu, habiéndolo purificado, habiéndolo curado, revestirlo con un nuevo pensamiento, con un nuevo vestido de pureza, de bondad, de niñez.

¡Oh, un vestido que puede acercarse a Dios, que puede cubrir dignamente al alma recreada, y custodiarla y ayudarle hasta su supercreación, que es la santidad cabal que mañana -un mañana quizás lejano, si se considera con mente y medida humanas de tiempo; cercanísimo, si es contemplado con pensamiento de eternidad­será gloriosa en el Reino de Dios.

Y todos pueden, si quieren, recrear en sí al niño puro de los días infantiles, al niño amoroso, humilde, franco, bueno, al que la madre apretaba contra su pecho, al que el padre miraba gloriándose de él, amado por el ángel de Dios y mirado por Dios con amor. ¡Vuestras madres! Quizás eran mujeres de gran virtud... Dios no dejará sin premio su virtud.

Procuraos, pues, una igual, para reuniros con ellas cuando habrá para todos los virtuosos una sola cosa: el Reino de Dios para los buenos. Quizás no eran buenas y contribuyeron a vuestro hundimiento. Pero, si ellas no os han amado, si no conocéis el amor, si esta carencia os ha hecho malos, ahora, que un Amor divino os ha recogido, sed santos para poder en una exultancia celeste gozar del Amor que a todo amor supera. ¿Tenéis algo más que preguntar?

-No, Señor. Todo lo tenemos que aprender. Pero, por el momento, no encontramos nada más...

-Os dejaré a Juan y a Andrés durante unos días. Luego mandaré aquí a discípulos buenos y sabios. Quiero que los potros salvajes conozcan los caminos del Señor y sus pastos, como los de Israel, porque he venido para todos y para todos tengo un mismo modo de amar. Levantaos y vámonos.

Y es el primero en salir al mudado jardín, seguido muy de cerca por los suyos, que se quejan dulcemente:
-Maestro, has hablado a estos como pocas veces hablas a los tuyos...

-¿Y eso os contraría? ¿No sabéis que así se hace también en el mundo cuando se quiere conquistar a una persona amada? Sin embargo, con aquellos que sabemos que nos aman con todo su ser, y ya forman parte de nuestra familia, no hay necesidad de arte de conquista; basta que nos veamos, para estar los unos en los otros con gozo y paz -dice Jesús con una sonrisa divina (tanto comunica la alegría, que hay que decirla efectivamente divina).

Y los apóstoles ya no se quejan; es más, gozosos, lo miran, y se quedan arrobados en la exultación del recíproco amor.

   


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