Wednesday April 24,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

535- Judas Iscariote
llamado a informar a casa de Caifás


No veo a Jesús ni a Pedro ni a Judas de Alfeo ni a Tomás; pero veo a los otros nueve, en dirección al barrio de Ofel.

La gente que hay por las calles no es el gentío de las fiestas de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos; es, más o menos, la gente de la ciudad. Se conoce que las Encenias no eran muy importantes y no requerían la presencia de los hebreos en Jerusalén.

Solamente los que coincidían en la ciudad, o los venidos de los pueblos cercanos, estaban en Jerusalén y subían al Templo. Los demás, bien por la época del año, bien por el carácter propio de la fiesta, se quedaban en sus ciudades y en sus casas.

Pero muchos discípulos, los que por amor al Señor han dejado casa y padres, intereses y trabajos, están en Jerusalén y se han unido al grupo de los apóstoles. De todas formas, no veo a Isaac ni a Abel ni a Felipe, ni tampoco a Nicolái, que había ido a acompañar a Sabea a Aera.

Hablan unos con otros afablemente, contando y oyendo contar, acerca de todos los hechos ocurridos en el tiempo en que han estado separados. Pero parece que ya han visto al Maestro, quizás en el Templo, porque no se extrañan de su ausencia.

Andan despacio y de vez en cuando se paran como para esperar, mirando adelante y atrás, mirando a las calles que de Sión bajan a esta que lleva hacia las puertas meridionales de la ciudad.

En dos ocasiones algunos judíos que siguen al grupo, aunque sin mezclarse con él, no sé con qué intenciones o con qué encargos, llaman por el nombre a Judas Iscariote, que va casi al final de todos y está perorando para un grupito de discípulos llenos de buena voluntad pero no de ciencia.

En dos ocasiones Judas se encoge de hombros sin volverse siquiera; pero, a la tercera, no tiene más remedio que hacerlo, porque un judío deja su grupo, hiende avasallador el de los discípulos, toma a Judas por una manga y le obliga a pararse, y le dice:

-Sal aquí un momento, que tenemos que decirte algo.

-Ni tengo tiempo ni puedo -responde tajante Judas Iscariote.

-Ve, ve. Te esperamos. En realidad, hasta que no veamos a Tomás no podemos salir de la ciudad -le dice Andrés, que es el más cercano a él.

-De acuerdo. Seguid adelante, que iré pronto -dice Judas sin ninguna aparente buena voluntad de hacer lo que debe hacer.

Ya solo, dice a su importunador:

-¿Y entonces? ¿Qué quieres? ¿Qué queréis? ¿No habéis terminado todavía de darme la lata?

-¡Oh! ¡Oh! ¡Qué aires que te das! ¡Pero cuando te llamábamos para darte dinero no te parecía que te diéramos la lata! ¡Eres soberbio! Pero alguien puede hacerte humilde... Recuérdalo.

-Soy un hombre libre y...

-No. No eres libre. Libre es aquel al que en manera alguna podemos hacer esclavo. Y tú conoces su nombre.

¡Tú!... Tú eres esclavo de todo y de todos, y en primer lugar de tu orgullo. Brevemente: ¡Ay de ti, si no vienes antes de sexta a casa de Caifás! ¡Considéralo!

Un "¡ay de ti!" verdaderamente amenazador.
-¡Bueno, bien! Iré. Pero mejor para vosotros sería dejarme tranquilo, si queréis...

-¿Qué? ¿Qué? ¡Vendedor de promesas! ¡Inútil...!
Judas, con un empujón, se libra del que lo tiene sujeto, y se marcha corriendo y diciendo:
-Hablaré allí.

Se llega a donde los otros de su grupo. Está pensativo y con aspecto un poco torvo. Andrés, solícito, le pregunta:

-¡Malas noticias? No, ¿no? Quizás tu madre...
Judas, que al principio lo había mirado mal, dispuesto ya a dar una agria respuesta, se pone más humano y dice:

-Claro. Noticias poco buenas... Ya sabes... la época del año... Ahora... porque me ha venido a la mente ahora una indicación del Maestro. Si ese hombre no me hubiera parado, me habría olvidado también de esto... Pero me ha mencionado el lugar donde vive y, oyendo ese nombre, me he acordado del encargo que tenía. Bueno, pues ahora, cuando vaya para esto, iré también donde ese hombre y me informaré mejor...

Andrés, tan sencillo y honesto como es, está muy lejos de sospechar que su compañero pueda mentir. Y dice solícito:
-Pues ve, ve enseguida. Yo se lo digo a los demás. ¡Ve, ve! Así te quitas esa desazón...

-No, no. Tengo que esperar a Tomás, por el dinero. Un momento más o menos...
Los otros, que se habían parado a esperar, los miran mientras van llegando.

-Le han dado tristes noticias a Judas -dice, solícito, Andrés.

-Sí... resumidamente. Pero luego sabré más, cuando vaya a hacer una cosa que tengo que hacer...
-¿El qué? -pregunta Bartolomé.

-Ahí está Tomás, viene corriendo -dice al mismo tiempo Juan, y eso le sirve a Judas para no contestar.
-¿Os he hecho esperar? ¿Mucho? Es que quería hacer bien las cosas... Y las he hecho bien. Mirad qué bonita bolsa. Buena para los pobres. Estará contento el Maestro.

-Hacía falta: no teníamos ni una perra para los mendigos -dice Santiago de Alfeo.

-Dámela -dice Judas Iscariote, alargando la mano hacia la pesada bolsa que Tomás hace botar en sus manos.
-Es que, en realidad... Jesús me ha dado a mí el encargo de la venta, y debo poner en sus manos lo que he sacado.
-Le dices la cifra. Ahora dámelo, que tengo prisa por marcharme.

-¡Que no te la doy, hombre! Jesús, cuando íbamos por el Sixto, me dijo: "Luego me das la suma". Y yo lo hago.
-¿De qué tienes miedo? ¿De que la aligere o te quite el mérito de la venta? Yo también vendí en Jericó. Y bien. Desde hace años soy yo el que se encarga del dinero. Es mi derecho.

-¡Oye, mira, si quieres montar una discusión por esto, ten! He hecho mi encargo y no me preocupa lo demás. Ten, ten. ¡Hay muchas cosas más bonitas que esto!... -y Tomás pasa la bolsa a Judas.

-La verdad es que si el Maestro ha dicho... -dice Felipe.
-¡No entres en sutilezas, hombre! Más bien, ahora que estamos todos juntos, vámonos. El Maestro ha dicho que estuviéramos en Betania antes de la hora sexta. Ya casi no hay tiempo -dice Santiago de Zebedeo.

-Entonces yo os dejo. Vosotros id hacia adelante, que yo voy y vuelvo.
-¡Eso no! Ha dicho bien claro: "Estad todos juntos" -dice Mateo.

-Todos juntos, vosotros. Pero yo tengo que irme. ¡Y ahora más, que sé lo de mi madre!...

-La cosa se puede interpretar también así. Si ha recibido indicaciones que desconocemos...-concilia Juan.
Los otros, menos Andrés y Tomás, parecen poco inclinados a dejar que se marche. Pero al final dicen:

-Bueno pues vete. Pero haz rápidamente las cosas y sé prudente...
Y Judas, mientras los otros reanudan su marcha, desaparece por una callejuela que sube a la colina de Sión.

-Pero no es así, no hemos hecho bien; el Maestro había dicho: "Estad siempre juntos y en paz". Hemos desobedecido al Maestro, y eso me atormenta -dice, pasado un rato, Simón Zelote.

-También lo pensaba yo... -le responde Mateo.
Todos los apóstoles están en grupo desde que han tenido que decidir sobre estas cosas suyas. He notado que los discípulos, cuando los apóstoles se reúnen para debatir una cuestión, siempre se separan con respeto.
Bartolomé dice:

-Hagamos esto. Despedimos a estos que nos siguen. Desde ahora. Sin esperar a estar en el camino de Betania. Y luego nos dividimos en dos grupos y esperamos a Judas, una parte en el camino bajo, otra parte en el camino alto; los más rápidos en el camino bajo, los otros en el alto.

Aunque el Maestro nos precediera, nos vería llegar juntos, porque fuera de Betania un grupo espera al otro.
La cosa es aceptada. Despiden a los discípulos. Luego van juntos hasta el lugar en que se puede torcer hacia el Getsemaní y tomar el camino alto del Monte de los Olivos, y el bajo, que, orillando el Cedrón, va también a Betania y Jericó...

Judas, entretanto, se aleja corriendo como un perseguido. Sigue durante un rato subiendo la callejuela estrecha que lleva hacia la cima del Sión en dirección a poniente, luego tuerce por una callejuela aún más pequeña, casi un callejón, que, en vez de subir, baja hacia mediodía. Desconfía. Corre y, cada cierto tiempo, se vuelve como asustado: visiblemente desconfía de que lo estén siguiendo.

La callejuela, tortuosa entre los salientes de las casas construidas sin norma de edificación, se abre ya a una zona dilatada de campos. Fuera de las murallas, al otro lado del valle, hay una colina. Es una colina baja cubierta de olivos, al otro lado del árido pedregal del valle de Hinnon.

Judas corre hacia abajo ligero, pasando entre los setos que sirven de límite a los pequeños huertos de las últimas casas rayanas a las murallas, las pobres casas de los pobres de Jerusalén, y no toma, para salir de la ciudad, la puerta de Sión -la tiene cerca-, sino que corre hacia arriba, hacia otra puerta un poco occidental. Está ya fuera de la ciudad. Trota como un potro para no demorarse.

Pasa como el viento junto a un acueducto; luego, sordo a los lamentos, junto a las tristes grutas de los leprosos de Hinnon. Está claro que busca los lugares que los demás evitan.

Va recto hacia la colina cubierta de olivos, solitaria al sur de la ciudad. Respira hondo en señal de alivio cuando se ve en sus laderas, y aminora el paso, se coloca la prenda que cubre su cabeza, el cinturón, la túnica -se la había recogido-, mira hacia Oriente, haciendo de la mano visera, porque le da el sol en los ojos, mira hacia el camino bajo que va a Betania y Jericó, pero no ve nada que lo intranquilice. Es más, un saliente de la colina hace de telón entre él y ese camino. Sonríe. Empieza a subir la colina lentamente, para que se le pase el jadeo.

Entretanto, piensa. Y, cuanto más piensa, más tenebroso se pone. Claramente, monologa, pero en silencio. En un momento determinado, se para, saca del pecho la bolsa, la observa, luego la devuelve al pecho, no sin antes haber dividido su contenido poniendo una parte en su bolsa, quizás para que se perciba menos el volumen que ha ocultado en el pecho.

Hay una casa entre los olivos. Una casa hermosa. La más
hermosa de la colina, porque otras casitas que están esparcidas por las laderas, no sé si dependientes de la casa hermosa o autónomas, son bien humildes. Llega a ella por una especie de paseo de arena entre olivos plantados con orden.

Llama a la puerta. Se identifica. Entra Va, seguro, atravesando el atrio, a un patio cuadrado en torno al cual hay muchas puertas. Empuja una de ellas.

Entra en una vasta estancia donde hay un cierto número de personas, de las cuales reconozco la cara disimulada y, al mismo tiempo, rencorosa de Caifás, la ultrafarisaica de Elquías, la de garduña del Anciano Félix junto a la de víbora de Simón.

Más allá está Doras hijo de Doras, que cada vez se parece más en las facciones a su padre, y con él Cornelio y Tolmái. Y están los otros escribas Sadoq y Cananías, viejo de años, apergaminado, pero joven en maldad, y Calasebona el Anciano, y Natanael ben Faba, y luego un cierto Doro, un Simón, un José, un Joaquín, que no conozco.

Caifás dice los nombres -yo los escribo-y termina: «...reunidos aquí para juzgarte».

Judas tiene una cara extraña: de miedo, de rabia, de violencia, al mismo tiempo. Pero guarda silencio. No exhibe su altivez. Los otros lo rodean, sarcásticos, y cada uno suelta lo que piensa.

-¿Y entonces? ¿Qué has hecho de nuestro dinero? ¿Qué nos dices, hombre sabio, hombre que hace todo, y pronto y bien? ¿Dónde está tu trabajo? Eres un embustero, un charlatán incapaz para todo. ¿Dónde está la mujer? ¿Ni siquiera a ella la tienes? ¿Así que, en vez de servirnos a nosotros, le sirves a Él, no? ¿Es así como nos ayudas?

Un asalto malévolo, con gritos, voces descompuestas; un asalto amenazador, del cual muchas palabras no logro entender.

Judas se deja gritar a placer. Cuando ya están cansados y jadeantes, habla él: -He hecho lo que he podido. ¿Qué culpa tengo yo si es un hombre al que ninguno puede hacer pecar?

Dijisteis que queríais probar su virtud. Os he dado la prueba de que no peca. Por tanto, os he servido en aquello que queríais. ¿Habéis logrado todos vosotros, acaso, ponerlo en situación de acusado? No. De todos vuestros intentos de hacerle aparecer como pecador, de hacerle caer en una trampa, Él ha salido más grande que antes.

¿Y entonces, si no lo habéis logrado vosotros con vuestro rencor, acaso debía lograrlo yo, que no lo odio, que únicamente estoy desilusionado de haber seguido a un pobre inocente, demasiado santo para poder ser un rey, y además un rey que aplaste a sus enemigos? ¿Qué mal me ha hecho para que yo se lo haga a Él?

Hablo así porque pienso que vosotros lo odiáis hasta el punto de querer su muerte. No puedo creer ya que queréis sólo convencer al pueblo de que es un demente, y convencernos a nosotros, a mí, por nuestro bien, y a Él mismo por compasión por Él.

Sois demasiado generosos conmigo, y estáis demasiado furiosos por verlo al margen del mal, como para que pueda creerlo. Me preguntáis que qué he hecho de vuestro dinero.

Le he dado el uso que ya sabéis. Para convencer a la mujer
he tenido que gastar y gastar... Y no he logrado hacerlo con la primera y... -¡Calla, calla! Nada de eso es verdad.

Ella estaba loca por Él y, sin duda, ha ido enseguida.

Además, lo habías garantizado, porque decías que ella te lo había confesado. Eres un ladrón. ¿Quién sabe para qué te habrá servido nuestro dinero?

-¡Para perderme el alma, asesinos de un alma! Para hacer de mí un hombre desleal, uno que ya no tiene paz, uno que siente que suscita la sospecha en Él y en los compañeros.

Porque, habéis de saberlo, Él me ha descubierto... ¡Oh, si me hubiera expulsado! Pero no me expulsa. No. No me expulsa. ¡Me defiende, me protege, me ama!... ¡Vuestro dinero! ¿Pero por qué acepté la primera moneda?

-Porque eres un infame. De momento has disfrutado nuestro dinero. Y ahora te quejas de haberlo disfrutado. ¡Falso!

La realidad es que no hemos concluido nada, y las multitudes que están en torno a Él crecen en número y cada vez están más cautivadas. Nuestro fin se aproxima, ¡y por tu culpa!

-¿Mía? ¿Y por qué, entonces, no os atrevisteis a prenderlo y a acusarlo de haber querido hacerse rey? Me dijisteis, incluso, que habíais querido tentarlo, a pesar de que yo os hubiera dicho que ello era inútil, que Él no tenía hambre de poder. ¿Por qué no le habéis inducido a pecar contra su misión, si sois tan hábiles?

-Porque se nos ha escapado de las manos. Es un demonio que cuando quiere, se desvanece como el humo. Es como una serpiente hechiza, no se puede hacer nada si mira.

-Si mira a los enemigos: a vosotros. Porque yo veo que, si mira a los que no lo odian con todo su ser, como hacéis vosotros, entonces su mirada le hace a uno moverse, hace actuar. ¡Oh, su mirada! ¿Por qué me mira así y me hace bueno, a mí que para mí mismo soy un monstruo, y para vosotros también, que me hacéis diez veces monstruo?

-¡Cuántas palabras! Tú nos habías asegurado que, por el bien de Israel, nos ayudarías. ¿Pero no comprendes, infame, que este hombre es nuestro fin?

-¿Nuestro? ¿De quién?

-¡Pues de todo el pueblo! Los romanos...

-No. Es sólo vuestro fin. Vosotros teméis por vosotros. Sabéis que Roma no se cebará en nosotros por causa de Él. Vosotros sabéis esto como lo sé yo y como lo sabe el pueblo. Pero vosotros os estremecéis porque sabéis que os puede arrojar del Templo, teméis que os arroje del Templo, del Reino de Israel. Y haría bien. ¡Haría bien en limpiar su era de vosotros, hienas inmundas, basura, áspides!...
Está furioso.

Ellos también se han puesto furiosos. Lo agarran, lo zarandean, casi lo tiran al suelo... Caifás le grita en la cara:

-¡De acuerdo! ¡Es así! Pero, si es así, tenemos derecho a defender lo nuestro. Y, dado que las pequeñas cosas ya no bastan para convencerlo a marcharse, a dejar libre el campo, pues ahora vamos a actuar nosotros solos, dejándote a ti atrás, siervo inútil, charlatán. Y después de a Él, te serviremos también a ti, no lo dudes, y...

Elquías tapa la boca a Caifás, y dice con su flema glacial de serpiente venenosa: -No. Así no. Exageras, Caifás. Judas ha hecho lo que ha podido. No debes amenazarle. En el fondo ¿no tiene él nuestros mismos intereses?

-¿Pero eres estúpido, Elquías? ¿Yo los intereses de éste? ¡Yo lo que quiero es que El sea, aplastado! Y Judas lo que quiere es que triunfe para triunfar con Él. Y dices… grita Simón.

-¡Calma, calma! Decís siempre que soy severo. Pero hoy... soy el único bueno. Tenemos que comprender a Judas y ser indulgentes con él, que nos ayuda como puede. Es buen amigo nuestro, pero, naturalmente, también lo es del Maestro. Su corazón está acongojado... Quisiera salvar al Maestro y a sí mismo y a Israel... ¿Cómo conciliar ciertas cosas tan opuestas? Dejémosle hablar.

La gritería se calma. Judas puede, por fin, hablar. Y dice:

-Elquías tiene razón. Yo. ¿Qué queréis de mí? Todavía no lo sé con precisión. He hecho lo que he podido. No puedo hacer más. Él es demasiado más grande que yo. Lee mi corazón... y no me trata nunca como merezco. Soy un pecador, y Él lo sabe y me absuelve. Si fuera menos vil debería... debería matarme, para ponerme en la imposibilidad de perjudicarle.

Judas se sienta, descorazonado. La cara entre las manos, los ojos desorbitados y fijos en el vacío, sufre visiblemente por la lucha entre sus opuestos instintos.

-¡Fantasías! ¿Pero qué crees que va a saber? ¡Eso que haces es porque estás arrepentido de haber tomado una serie de iniciativas! -exclama el que se llama Cornelio.
-¿Y si así fuera? ¡Ah, si así fuera! ¡Si estuviera realmente arrepentido y fuera capaz de permanecer en este arrepentimiento!...

-¿No lo veis? ¿No lo oís? ¡Pobre dinero nuestro! -grazna Cananías.

-Tratamos con uno que no sabe lo que quiere. ¡Hemos elegido a uno peor que un deficiente mental! -incrementa Félix.

-¿Deficiente mental? ¡Deberías decir: un títere! Le tira con un hilo el Galileo, va donde el Galileo. Le tiramos nosotros y viene donde nosotros -grita Sadoq.

-Bueno, pues, si hacéis las cosas mucho mejor que yo, actuad vosotros solos. Yo desde hoy me desentiendo. No os volváis a esperar ni un aviso ni una palabra. Ya no podría dárosla, porque ya Él sospecha de mí y me vigila...
-¡Pero si has dicho que te absuelve!

-Sí, me absuelve; precisamente porque sabe todo. ¡Todo lo sabe! ¡Todo lo sabe! ¡Oh! -Judas presiona las manos contra la cara.

-¡Pues lárgate, entonces, hembra con apariencia de hombre, mal nacido, deforme! ¡Lárgate de aquí! Nos arreglaremos nosotros solos. Y guárdate, guárdate de hablarle de esto a Él, porque, si lo haces, te las haremos pagar.


-¡Me marcho! ¡Me marcho! ¡Ojalá no hubiera venido nunca! De todas formas, recordad lo que ya os dije. Él ha estado con tu padre, Simón, y con tu cuñado, Elquías. No creo que Daniel haya hablado. Yo estaba presente y no los vi nunca hablar aparte. Pero tu padre... por lo que dicen mis compañeros, no ha hablado, y tampoco ha revelado tu nombre; se ha limitado a decir que su hijo lo ha echado de casa porque amaba al Maestro y no aprobaba su conducta...

Pero ya ha dicho que nosotros nos vemos, que yo voy a tu casa... Y podría decir también lo demás. Tecua no está en los confines del mundo... No digáis luego que he hablado yo, cuando en realidad ya demasiados saben vuestros propósitos.

-Mi padre jamás hablará. Ha muerto -dice lentamente Simón.

-¿Muerto? ¿Lo has matado? ¡Qué horror! ¿Por qué te habré dicho dónde estaba?...

-Yo no he matado a nadie. No me he movido de Jerusalén. Hay muchas maneras de morir. ¿Te extraña que maten a un viejo, a un viejo que va a exigir monedas? Además... culpa suya. Si se hubiera estado tranquilo, si no hubiera tenido ni ojos para ver ni oídos parí oír ni lengua para censurar, todavía sería honrado y servido en casa de su hijo... -dice con una lentitud exasperante Simón.

-En definitiva... que lo has mandado matar, ¿no? ¡Parricida!

-Estás loco. Le han pegado al viejo, ha caído al suelo, ha golpeado la cabeza, ha muerto. Una desgracia. Una simple desgracia. Su desventura fue que le tocó exigir el pago del puesto a un bandolero...

-Te conozco, Simón. Y no puedo creerlo... Eres un asesino... -Judas está sobrecogido.

El otro se echa a reír delante de su cara mientras repite:

-Y tú estás delirando. Ves un delito donde no hay más que una desgracia. Yo lo he sabido anteayer, no antes, y ya he tomado las medidas oportunas, para hacer venganza y para rendir honor. Pero si rendir honor al cadáver he podido hacerlo, atrapar al asesino, no. Sin duda, algún bandolero que descendió del Adomín para despachar en los mercados lo que era su botín... ¿Y quién le echa el guante ya?

-No lo creo... No lo creo... ¡Me marcho! ¡Me marcho! ¡Dejadme marcharme!... Sois, peores que los chacales...

¡Me marcho! ¡Me marcho! -y recoge el manto que se le había caído y hace ademán de salir.

Pero Cananías lo agarra con su mano rapaz:
-¿Y la mujer? ¿Dónde está la mujer? ¿Qué ha dicho? ¿Qué ha hecho? ¿Lo sabes?

-No sé nada... Déjame marcharme...

-¡Mientes! ¡Eres un embustero! -grita Cananías.

-No lo sé. Lo juro. Vino. Esto es cierto. Pero ninguno la vio. Ni yo, que tuve que salir enseguida con el Rabí, ni mis compañeros. Hábilmente, les he preguntado... Vi las joyas rotas que Elisa llevó a la cocina... y más no sé.

¡Lo juro por el Altar y el Tabernáculo!

-¿Y quién puede creerte? Eres vil. De la misma forma que traicionas al Maestro, puedes traicionarnos a nosotros. Pero, ¡ojo con lo que haces! ¡Estás avisado!

-No traiciono. ¡Lo juro por el Templo de Dios!
-Eres un perjuro. Tu cara lo dice. Le sirves a Él, no a nosotros...

-No. Lo juro por el Nombre de Dios.

-¡Dilo, si te atreves, como confirmación de tu juramento!
-¡Lo juro por Yeohveh! -y se pone térreo al pronunciar así el Nombre de Dios. Tiembla, balbucea, no sabe siquiera decirlo como normalmente es pronunciado. Parece como si dijera una Y, una hache, una uve muy alargada, yo diría que terminada en aspiración. Lo reconstruiría así: Yeocveh. En fin, de forma extraña.

El silencio -yo diría: cargado de miedo- se ha hecho en la habitación. Hasta incluso se han separado de Judas... Pero luego Doras y otro dicen: «Repite el mismo juramento como confirmación de que sólo a nosotros nos servirás...»

-¡Ah, no! ¡Malditos! ¡Eso no! Os juro que no os he traicionado y que no os delataré ante el Maestro. Y ya cometo un pecado. Pero no vinculo mi futuro a vosotros, a vosotros que mañana en nombre del juramento podríais imponerme..., cualquier cosa, incluso un delito. ¡No!

Denunciadme como sacrílego ante el Sanedrín, denunciadme como asesino ante los romanos. No me defenderé. Me dejaré matar... Y será una buena cosa para mí. Pero yo ya no juro... nunca más juro... -y, con esfuerzos violentos, se libera de quien lo tiene sujeto, y sale corriendo y gritando:

-¡Pero sabed que Roma os vigila y que estima al Maestro!...

Un fuerte portazo, que hace retumbar la casa, señala que Judas ha salido de esa guarida de lobos.
Se miran unos a otros... La rabia, y quizás el miedo, los ha puesto lívidos... Y, no pudiendo desahogar su ira y miedo en alguno, se enzarzan entre ellos. Todos tratan de cargarle al otro la responsabilidad de los pasos dados y de las consecuencias que pueden tener.

Unos reprochan en un sentido, otros en otro; unos por el pasado, otros por el futuro. Hay quien grita: « ¡Has sido tú el que ha querido seducir a Judas!»; o: « ¡Habéis hecho mal tratándole mal! ¡Os habéis descubierto!»; y hay quien propone: «Vamos a seguirlo, con dinero, disculpándonos...

-¡Eso sí que no! -grita Elquías, que es el más recriminado -Dejad esto de mi cuenta y deberéis reconocer mi atino.

Judas, sin más dinero, se va a amansar. ¡Manso como un cordero! -y ríe serpentino.

-Se mantendrá en su postura hoy, mañana, quizás un mes... Pero luego... Es demasiado vicioso como para poder vivir en la pobreza que le da el Rabí... y vendrá a nosotros...

¡Ja! ¡Ja! ¡Dejad esto de mi cuenta! ¡Dejadlo de mi cuenta! Yo sé cómo...

-Sí. Pero mientras... ¿Has oído? ¡Los romanos nos espían!

¡Los romanos lo estiman! Y es verdad. Esta mañana también, y ayer, y anteayer, le estaban esperando en el Atrio de los Paganos. Siempre se las ve a las mujeres de la Antonia... Vienen hasta de Cesárea para escucharlo...

-¡Caprichos de mujeres! Eso no me preocupa. El hombre es guapo y habla bien. Ellas enloquecen por los charlatanes demagogos y filósofos. Para ellas el Galileo es uno de éstos, nada más. Y sirve para distraerse en sus momentos de ocio. ¡Hace falta paciencia para lograr esto! Paciencia y astucia. Y valentía también. Pero vosotros no la tenéis.

Queréis hacer sin aparecer. Yo ya os he dicho lo que haría Pero no queréis...

-Yo temo al pueblo. Lo ama demasiado. Amor aquí, amor allá. ¿Quién le puede tocar? Si lo expulsamos, nos expulsan a nosotros. Es necesario... -dice Caifás.

-Es necesario no dejar pasar más ocasiones. ¡Cuántas hemos perdido! A la primera que se presente, hay que presionar en los titubeantes de entre nosotros, y luego actuar también con los romanos...

-¡Fácil de decir! Pero ¿cuándo, dónde hemos tenido ocasión de hacerlo? No peca, no tiende al poder, no...
-Si no hay ocasión, se crea... Y ahora vámonos.

Entretanto, mañana lo vigilaremos... El Templo es nuestro. Fuera manda Roma. Afuera está el pueblo para defenderlo. Pero dentro del Templo...

   


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