Friday March 29,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

536- Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús a la muerte de Lázaro


Jesús, con Pedro y Judas Tadeo, anda deprisa por un lugar triste, pedregoso, situado en un costado de la ciudad.

Estoy casi segura de que está afuera y en el lado oeste de la ciudad porque no veo el verde olivar, sino el collado, es más, los collados, poco o nada verdeantes, del occidente de Jerusalén (entre los cuales, el triste Gólgota).

-Podremos dar algo con lo que hemos podido comprar. Debe ser terrible vivir en los sepulcros en invierno -dice Judas Tadeo, cargado de fardos (como también lo está Pedro).

-Me alegro de haber ido donde los libertos porque me han dado este dinero para los leprosos. ¡Pobres infelices! En estos días de fiesta ninguno piensa en ellos. Todos disfrutan... Ellos recordarán la casa perdida... ¡En fin! ¡Si al menos creyeran en ti! ¿Lo harán, Maestro? -dice Pedro, siempre tan sencillo, tan apegado a su Jesús.
-Sea esa nuestra esperanza, Simón, sea esa nuestra esperanza. Entretanto, vamos a orar...
Y prosiguen orando.

El triste valle de Hinnon se muestra con sus sepulcros de vivos.
-Adelantaos y dad -dice Jesús.

Los dos caminan, y se ponen a hablar fuerte. Caras de leprosos se asoman a las aperturas de las grutas o abrigos.

-Somos los discípulos del Rabí Jesús -dice Pedro -Está viniendo y nos manda a socorreros. ¿Cuántos sois?
-Aquí siete. Tres en la otra parte, pasado En Rogel -dice uno por todos.

Pedro abre su fardo; Judas Tadeo, el suyo. Hacen diez partes. Pan, queso, mantequilla, aceitunas. ¿El aceite? ¿Dónde poner el aceite, que está en una orza?

-Uno de vosotros que lleve, allá, a la roca, un recipiente. Os dividís el aceite como hermanos que sois y en nombre del Maestro que predica el amor recíproco -dice Pedro.

Y un leproso, cojeando, baja hacia ellos, los cuales, entretanto, han ido a una ancha roca. Pone en ella una jarrita desportillada. Los mira mientras vierten el aceite y asombrado, pregunta:

-¿No tenéis miedo de estar tan cerca de mí?
En efecto, entre los dos apóstoles y el leproso media sólo la roca.

-Nosotros sólo tenemos miedo a lesionar el amor. Él nos ha mandado diciendo que os socorriéramos, porque el que es de Cristo debe amar como Cristo ama. Que este aceite pueda abriros el corazón, darle luz como si ya estuviera encendido en la lámpara de vuestro corazón. El tiempo de la Gracia ha venido para los que esperan en el Señor Jesús. Tened fe en Él. Él es el Mesías y sana los cuerpos y las almas. Todo lo puede, porque es el Emmanuel -dice Judas Tadeo con esa dignidad suya que siempre se impone.

El leproso está con su jarrita en las manos y lo mira como hechizado. Luego dice:

-Sé que Israel tiene a su Mesías, porque hablan de Él los peregrinos que vienen a la ciudad a buscarlo, y nosotros escuchamos lo que dicen. Pero nunca lo he visto, porque he venido aquí hace poco. ¿Y decís que me curaría? Entre nosotros, hay quienes lo blasfeman y quienes lo bendicen, y yo no sé a quién creer.

-¿Los que lo maldicen son buenos?
-No. Son crueles, y nos pegan. Quieren los lugares mejores y la parte más abundante. Y ni sabemos si vamos a poder seguir aquí, por este motivo.

-Como puedes ver, sólo el que aloja en sí al infierno odia al Mesías. Porque el infierno, se siente ya vencido por Él y por eso lo odia. Pero yo te digo que a Él se le debe amar, y con fe, si se quiere obtener del Altísimo gracia, aquí y más allá de esta Tierra -dice el mismo Judas Tadeo.
-¡Vaya que si quisiera obtener gracia! Estoy casado desde hace dos años y tengo un hijito que no me conoce. Estoy leproso desde hace pocos meses. Ya lo veis.

En efecto, tiene pocas señales.

-Entonces recurre al Maestro con fe. ¡Mira! Está viniendo a tus compañeros y vuelve aquí. Pasará y te sanará.
El hombre sube renqueando por la ladera y llama:
-¡Urías! ¡Yoa-Adiná! Y también vosotros, que no creéis. Viene el Señor a salvarnos.                                   

Una, dos, tres. Tres desventuras, cada vez mayores, se aproximan. Pero la mujer apenas se asoma. Es un horror viviente... Quizás, llora y quizás habla, pero no es posible comprender nada, porque su voz es un gañido que sale de lo que fue boca y que ahora no es más que dos mandíbulas semidesdentadas, descubiertas, horrendas...

-Sí, te digo que me han dicho que venga a llamaros. Que viene a curarnos.

-¡Yo no! No lo he creído las otras veces... y ya no me escuchará y además ya no puedo andar -dice -¡quién sabe con qué esfuerzo!-más claramente la mujer; se ayuda incluso con los dedos para sujetar los restos de los labios, para que la comprendan.

-Te llevamos nosotros, Adiná... -dicen los dos hombres y el de la jarrita.

-No... No... Yo he pecado demasiado... -y, en el mismo lugar en que está, se derrumba.
Otros tres corren, como pueden, avasalladores, y dicen:

-Mientras tanto, dadnos el aceite, y luego marcharos con Belcebú si queréis.

-¡El aceite es para todos! -dice el de la jarrita tratando de defender su tesoro. Pero los tres violentos, crueles, prevalecen sobre él y le arrancan la jarrita.

-¡Y siempre es así!... ¡Un poco de aceite después de tanto!... Pero... el Maestro viene, vamos donde Él.

¿Seguro que no vienes, Adiná?
-No me atrevo...

Los tres bajan hacia la roca. Se paran a esperar a Jesús, a cuyo encuentro han ido los dos apóstoles. Y, una vez que llega al lugar, gritan:

-¡Piedad de nosotros, Jesús de Israel! ¡Esperamos en ti, Señor!

Jesús alza la cara, los mira con su mirada inimitable. Pregunta

-¿Por qué queréis la salud?
-Por nuestras familias, por nosotros... Es horrendo vivir aquí...
-No sois sólo carne, hijos. Tenéis también un alma. Y vale más que la carne. De ella debéis preocuparos. No pidáis, pues, solamente curación por vosotros, por vuestras familias, sino para tener tiempo de conocer la Palabra de Dios y de vivir mereciendo su Reino.

¿Sois justos? Haceos más justos. ¿Sois pecadores? Pedid vida para tener tiempo de hacer reparación por el mal hecho... ¿Dónde está la mujer? ¿Por qué no viene? ¿No tiene valor de comparecer ante el rostro del Hijo del hombre, cuando no temía tener que comparecer ante el rostro de Dios cuando pecaba? Id y decidle que mucho le ha sido perdonado por su arrepentimiento y resignación y que el Eterno me ha enviado a absolver todo pecado de los que están arrepentidos de su pasado.

-Maestro, Adiná ya no puede andar...
-Id y ayudadla a bajar aquí. Y traed otro recipiente. Os vamos a dar más aceite...

-Señor, apenas llega para los otros -advierte Pedro en voz baja mientras los leprosos van por la mujer.

-Habrá para todos. Ten fe. Porque es más fácil para ti tener fe en esto que para esos indigentes tener fe en que su cuerpo vuelva a ser lo que era.

Mientras tanto, arriba, en las grutas, se ha encendido una riña entre los tres leprosos malos, por causa del reparto de la comida... En brazos de los otros, baja la mujer... y gime, como puede:

-¡Perdón! ¡Por el pasado! ¡Por no haber pedido perdón las otras veces!... ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!
La dejan al pie de la roca. Y en la roca ponen una especie de cazuela toda descantillada.
Jesús pregunta:

-¿Qué decís vosotros, que es más fácil hacer aumentar el aceite en un recipiente o hacer crecer la carne donde la lepra ha hecho estragos?

Un momento de silencio... Luego es precisamente la mujer la que dice:

-El aceite. Pero también la carne, porque Tú lo puedes todo, y puedes darme también el alma de mis primeros años. Yo creo, Señor.

¡Oh, la sonrisa divina! Es como una luz que se expande delicada, festiva, suave. Y está en los ojos, en los labios, en la voz, cuando dice:

-Por tu fe, queda curada y perdonada. Igual vosotros. Y tened este aceite y esta comida para reponer fuerzas. Id mañana a que os vea el sacerdote, como está prescrito. Al alba volveré aquí con vestidos, y podréis, salvando la decencia, ir. ¡Ánimo! ¡Alabad al Señor! ¡Ya no estáis leprosos!

Es entonces cuando los cuatro, que hasta ese momento habían tenido los ojos fijos en el Señor, se miran y gritan su estupor.

La mujer quisiera erguirse, pero está demasiado desnuda para hacerlo. Su vestido se cae a jirones, y en ella es más lo desnudo que lo cubierto. Permaneciendo semioculta tras la roca, por un pudor que, no es sólo por Jesús, sino también por sus compañeros, las facciones -de su cara ya recompuestas -solamente aparecen afiladas a causa de las penalidades-llora, y dice sin cesar:

-¡Bendito! ¡Bendito! ¡Bendito! -y sus bendiciones se mezclan con las horrendas blasfemias de los tres leprosos malvados, que se han puesto furiosos al ver curados a los otros. Vuelan inmundicias y piedras.

-Aquí no podéis estar. Venid conmigo. No os sucederá nada malo Mirad. El camino está desierto. La hora sexta reúne a los habitantes en las casas. Iréis con los otros leprosos hasta mañana. No temáis Seguidme. Ten, mujer -y le da el manto para que se tape.

Los cuatro, un poco cohibidos, un poco aturdidos, le siguen como cuatro corderos. Recorren lo que queda del valle de Hinnón. Cruzan el camino, van hacia Siloán, otro triste lugar de leprosos.

Jesús se para al pie de los riscos y ordena:

-Subid y decidles que mañana a la hora primera estaré aquí. Id y haced fiesta con ellos, y predicad al Maestro de la Buena Nueva.

Indica que se les dé toda la comida que tienen todavía y los bendice antes de despedirlos...

-Ahora vámonos. Ya es más de la sexta -dice Jesús, y se vuelve para regresar al camino bajo que va a Betania.
Pero pronto llama su atención un grito:

-¡Jesús, Hijo de David, ten piedad también de nosotros!
-No han esperado al alba éstos... -observa Pedro.

-Vamos a acercarnos. ¡Son tan pocas las horas en que puedo beneficiar a alguien, sin que los que me odian turben la paz de los favorecidos! -responde Jesús, y vuelve sobre sus pasos, teniendo levantada la cabeza en dirección a los tres leprosos de Siloán que se han asomado al rellano del pequeño collado, y que repiten su grito, ayudados por los ya sanos, que están detrás de ellos.

Jesús se limita a extender las manos y decir:
-Hágase en vosotros según lo que pedís. Id y vivid en los caminos del Señor.

Los bendice mientras la lepra se borra de sus cuerpos como un ligero estrato de nieve se funde al sol. Y Jesús se marcha, ligero, seguido de las bendiciones de los curados, que, desde su risco, extendiendo los brazos, ofrecen un abrazo más verdadero que si fuera dado.

Vuelven al camino que va a Betania, camino que sigue el curso del Cedrón, que forma un recodo en ángulo agudo después de algunos centenares de pasos desde Siloán. Pero, superado el ángulo, cuando ya aparece la otra parte de camino que prosigue hacia Betania, puede verse a Judas de Keriot, solo, caminando ligero.

-¡Pero si es Judas! -exclama Judas Tadeo, que es el primero que lo ve.

-¿Por qué por aquí? ¿Solo? ¡Eh! ¡Judas! -grita Pedro.

Judas se vuelve de repente. Está pálido, incluso hasta verdoso. Pedro se lo dice: -¿Has visto al demonio, que estás del color de las lechugas?

-¿Qué haces aquí, Judas? ¿Por qué has dejado a tus compañeros? -pregunta Jesús contemporáneamente.
Judas ya ha tomado las riendas de sí. Dice:

-Estaba con ellos. He encontrado a uno que tenía noticias de mi madre. Mira... -hurga en el cinturón, se golpea la frente con la mano y dice: « ¡La he dejado donde aquel hombre! Quería enseñarte la carta para que la leyeras... O la he perdido por el camino... No se encuentra muy bien.

Es más, ha estado mal... ¡Ah, ahí están los compañeros!... Se han parado. Te han visto... Maestro, estoy profundamente turbado...
-Ya lo veo.

-Maestro... aquí están las bolsas. He hecho dos para... para no llamar la atención... Estaba solo...

Los apóstoles Bartolomé, Felipe, Mateo, Simón y Santiago de Zebedeo están un poco azorados. Se acercan a Jesús con amor, pero como quien tiene conciencia de hablar faltado.
Jesús los mira y dice:

-No volváis a hacerlo. Nunca es bueno para vosotros dividiros. Si os dije que no lo hicierais es porque sé que tenéis necesidad de sosteneros recíprocamente. No sois lo suficientemente fuertes como para poder actuar por separado. Unidos, el uno trena o sostiene al otro. Divididos...

-He sido yo, Maestro, el que ha dado el mal consejo, porque nos hemos acordado de que habías dicho que no nos separásemos, que fuéramos todos juntos a Betania, y Judas se había ido por un justo motivo y no pensamos ir con él.

Perdóname, Señor -dice, humilde y franco, Bartolomé.

-Sí que os perdono. Pero os repito: no volváis a hacerlo. Pensad que obedecer salva siempre, al menos, de un pecado: el de suponer que uno es capaz de actuar por sí solo. No sabéis cuánto da vueltas el demonio en torno a vosotros para aprovechar todos los motivos para haceros pecar y para que causéis perjuicios a vuestro Maestro, ya de por sí tan perseguido. Los tiempos se presentan cada vez más difíciles para mí y para el organismo que he venido a formar. De manera que se requiere mucho cuidado para que este organismo no sea, no digo herido y muerto -porque no lo será jamás hasta el final de los siglos-sino enfangado.

Sus adversarios os miran atentamente, nunca os pierden de vista, de la misma forma que sopesan todos mis actos y palabras. Y ello para disponer de materia de menoscabo. Si vosotros permitís que os vean en polémicas, o divididos, o de alguna manera imperfectos, aunque sea por cosas de poca importancia, ellos recogen y manipulan lo que habéis hecho, y lo lanzan, como fango y acusación, contra mí y contra mi Iglesia que se está formando.

¡Ya lo veis! No os regaño, os aconsejo. Por vuestro bien. ¡Oh! ¿no sabéis amigos míos, que hasta las cosas mejores serán por ellos manipuladas y presentadas para poderme acusar con apariencia de justicia? Bueno, pues ánimo; en lo sucesivo, sed más obedientes y prudentes.

Los apóstoles están profundamente conmovidos por la dulzura de Jesús.

Judas de Keriot, continuamente cambia de color. Está lánguido, un poco retrasado respecto al grupo. Hasta que Pedro le dice:

-¿Que haces ahí? No tienes más culpa que los otros. Así que ven adelante con todos -y no tiene más remedio que obedecer.

Andan deprisa porque, a pesar del sol, hay una brisa ligera que invita a andar para entrar en calor. Y han andado ya un trecho, cuando Natanael, que tiene frío y lo expresa arrebujándose más que nunca en el manto, advierte que Jesús lleva sólo la túnica:

-¡Maestro! ¿Qué has hecho de tu manto?
-Se lo he dado a una leprosa. Hemos curado y consolado a siete leprosos.

-¡Pero tendrás frío! Toma el mío -dice el Zelote, y añade: -Me acostumbré en los gélidos sepulcros al viento del invierno.

-No, Simón. Mira, allí está Betania. Pronto estaremos en la casa. Y no tengo nada de frío. Hoy he tenido mucho júbilo espiritual, que es más confortador que un manto abrigado.

-Hermano, nos das méritos que no tenemos. Tú, no nosotros, has curado y consolado... -dice Judas Tadeo.

-Vosotros habéis preparado a los corazones para la fe en el milagro. Por tanto, conmigo y como Yo, habéis ayudado a sanar y a consolar. ¡Si supierais cómo gozo en asociaros a mí en todas las obras! ¿No recordáis las palabras de Juan de Zacarías, mi primo: "Es necesario que Él crezca y que yo merme"? Con razón lo decía, porque todo hombre, por muy grande que sea, aun Moisés o Elías, queda celado, como estrella herida por los rayos del Sol, cuando aparece Aquel que viene de los Cielos y es más que cualquier hombre, porque es Aquel que viene del Padre Stmo.

Pero Yo también -Fundador de un Organismo que durará cuanto los siglos y que será santo como su Fundador y Cabeza; de un Organismo que continuará representándome y será una cosa conmigo, de la misma manera que los miembros y el cuerpo del hombre son una cosa con la cabeza, que está en posición dominante respecto a aquéllos-debo decir:

"Ese cuerpo debe iluminarse y Yo celarme". Vosotros deberéis continuarme. Yo, pronto, ya no estaré aquí entre vosotros, aquí en la Tierra, aquí materialmente, para dirigir a mis apóstoles, discípulos y seguidores. Pero estaré espiritualmente con vosotros, siempre, y vuestros espíritus sentirán mi Espíritu, recibirán mi Luz.

 Pero vosotros tendréis que aparecer en primera línea, cuando regrese al lugar de donde he venido. Por eso, voy preparándoos gradualmente a este hecho de aparecer los primeros. En alguna ocasión me hacéis la observación de que en los primeros tiempos os enviaba más. Es que era necesario que os conocieran. Ahora que sois conocidos, ahora que para este pequeño lugar de la Tierra sois ya "los Apóstoles", Yo os tengo siempre junto a mí, participando en todas mis acciones, de forma que el mundo diga:

“Los asocia a las obras que cumple, porque ellos se quedarán aquí después de Él para continuarle". Sí, amigos míos, debéis, cada vez más, pasar adelante, poneros a la vista de todos, continuarme, ser Yo, mientras Yo, como una madre que lentamente deja de sujetar a su hijito que ha aprendido a andar, me retiro...

No debe ser violento el paso de mí a vosotros. Los pequeños del rebaño, los humildes fieles, sufrirían desorientamiento. Yo los paso dulcemente de mí a vosotros, para que no se sientan solos ni un solo momento. Y vosotros amadlos, mucho, como Yo los amo. Amadlos en memoria mía como Yo los he amado...

Jesús se calla perdiéndose en un pensamiento íntimo suyo. Y no sale de ese estado sino cuando, poco fuera de Betania, ve a los otros apóstoles que han venido por el otro camino. Prosiguen unidos hacia la casa de Lázaro. Y Juan dice que ya los esperan porque los criados los han visto. Y dice que Lázaro está muy mal.

-Lo sé. Por eso os he dicho que estaremos en la casa de Simón. Pero no he querido alejarme sin saludarlo otra vez.
-¿Pero por qué no le curas? Sería justo. A todos tus siervos mejores los dejas morir. No comprendo... -dice Judas Iscariote, siempre atrevido, incluso en los mejores momentos.

-No hace falta que comprendas con anticipación.

-Sí. No hace falta. Pero ¿sabes lo que dicen tus enemigos? Que curas cuando puedes, no cuando quieres, que proteges cuando puedes... ¿No sabes que aquel viejo de Tecua ha muerto, y muerto asesinado?

-¿Muerto? ¿Quién? ¿Elí-Ana? ¿Cómo? -preguntan todos, agitados. Sólo Pedro pregunta: « ¿Y tú cómo lo sabes?».
-Lo he sabido por casualidad, hace poco, en la casa donde he estado, y Dios sabe si miento. Parece que ha sido un bandolero que bajó con apariencia de mercader y que, en vez de pagar el puesto mató...

-¡Pobre anciano! ¡Qué vida más infeliz! ¡Qué triste muerte! ¿No hablas, Maestro? -dicen muchos.
-No tengo nada que decir, aparte de que el anciano ha servido al Cristo hasta la muerte. ¡Ojalá se pudiera decir esto de todos!

-Dime tú, hijo de Alfeo, ¿no será como decías, no? -pregunta Pedro a Judas Tadeo.
-Puede ser. Un hijo que por odio arroja de casa a su padre, y además por un odio de esta naturaleza, puede ser capaz de todo. Hermano mío, son bien verdaderas tus palabras: "Y el hermano estará contra su hermano y el padre contra sus hijos".

-Sí. Y lo verán como servicio a Dios los que obren así. Ojos cegados, corazones endurecidos, espíritus sin luz. Bueno, pues a pesar de todo los deberéis amar -dice Jesús.
-¿Y cómo vamos a poder amar a los que nos traten así? Ya será mucho si no reaccionamos y soportamos con resignación sus acciones... -exclama Felipe.

-Yo os daré un ejemplo que os enseñará. A su debido tiempo. Si  me amáis haréis lo que Yo haga.

-Ahí están Maximino y Sara. Debe estar muy mal Lázaro para que las hermanas no salgan a recibirte -observa el Zelote.

Los dos se acercan presurosos. Se postran. En sus caras, en sus vestidos, puede verse ese aspecto lánguido que imprime el dolor y la fatiga a los componentes de las familias donde se lucha con la muerte. No dicen sino:
-Maestro, ven... -pero es una frase tan acongojada, que vale más que un largo discurso. Y llevan en seguida a Jesús a la puerta del pequeño compartimiento de Lázaro, mientras otros miembros de la servidumbre se encargan de los apóstoles.

Al leve toque en la puerta, Marta acude, y la entreabre; luego introduce por la abertura su cara enflaquecida y pálida:

-¡Maestro! ¡Bendito! Ven.

Jesús entra, cruza la habitación que precede a la del enfermo, entra en ésta. Lázaro duerme. ¿Lázaro?: un esqueleto, una momia amarillenta que respira... Es ya una calavera su rostro, y en el sueño es aún más visible su destrucción. Una destrucción que hace de aquél una cabeza consumida por la muerte.

La piel cérea y estirada brilla en los ángulos afilados de los pómulos, de las mandíbulas; en la frente, en las órbitas, tan ahondadas que parecen no tener ojos; en la nariz afilada, que parece haber crecido desmesuradamente, de tan borradas como están las adyacentes mejillas. Los labios están pálidos hasta el punto de desaparecer, y da la impresión de que no pueden cerrarse sobre las dos filas de dientes semidescubiertos, entreabiertos... Una cara ya de muerto.

Jesús se inclina para mirar. De nuevo se yergue. Mira también a las dos hermanas, las cuales a su vez lo miran con toda el alma concentrada en los ojos, un alma dolorosa y esperanzada. Les hace una señal y, sin ruido, vuelve afuera, al pequeño patio que precede a las dos habitaciones. María y Marta lo siguen. Cierran la puerta tras sí. Una vez solos ellos tres entre los cuatro muros, en el silencio, con el cielo azul encima de sus cabezas, se miran. Las hermanas ya no son capaces ni siquiera de pedir o preguntar, ya ni siquiera pueden hablar. Pero habla Jesús.

-Vosotras sabéis quién soy. Yo sé quiénes sois vosotras. Vosotras sabéis que os amo. Yo sé que me amáis. Vosotras conocéis mi poder. Yo conozco vuestra fe en mí. También sabéis, tú especialmente, María, que cuanto más se ama más se obtiene. Es amar saber esperar y creer más allá de cualquier medida y de cualquier realidad que hable desacreditando a ese creer y a ese esperar. Pues bien, por todo esto, os digo que sepáis esperar y creer contra toda realidad contraria.

¿Me entendéis? Digo: sabed esperar y creer contra toda realidad contraria. Yo no puedo detenerme más de unas pocas horas. Como Hombre, el Altísimo sabe cuánto quisiera detenerme aquí con vosotras, para asistirlo y consolarlo, para asistiros y confortaros. Pero, como Hijo de Dios, sé que es necesario que me marche, que me aleje... que no esté aquí cuando... me añoréis más que el aire que respiráis.

Un día, pronto, comprenderéis estas razones que ahora os podrán parecer crueles. Son razones divinas. Dolorosas para mí, Hombre, como para vosotras. Dolorosas ahora.

Ahora porque vosotras no podéis abrazar y contemplar su belleza y sabiduría. Y Yo no os lo puedo revelar. Cuando todo esté cumplido, comprenderéis y exultaréis...

Escuchad. Cuando Lázaro... muera. ¡No lloréis así! Enviadme aviso enseguida. Y, entretanto, programad los funerales solicitando amplia participación, como corresponde a Lázaro y a vuestra casa. Él es un gran hebreo. Pocos lo aprecian por lo que es. Pero supera a muchos ante los ojos de Dios... Yo me encargaré de que sepáis dónde estoy para que en todo momento me podáis localizar.

-¿Pero por qué no vas a estar aquí, al menos en ese momento? Nosotras nos resignamos, sí, a la muerte... Pero Tú... Pero Tú... Pero Tú...

Marta tiene accesos de llanto y no puede decir nada más, y sofoca su lloro en sus vestidos... María, sin embargo, mira a Jesús muy fijamente, como hipnotizada... y no llora.

-Sabed obedecer, sabed creer, esperar... sabed decir siempre si a Dios... Lázaro os llama... Id. Yo voy ahora.

Si no tengo posibilidad de hablaros aparte, recordad lo que os he dicho.

Y mientras ellas vuelven rápidamente a la habitación, Jesús sé sienta en un banco de piedra y ora.

   


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