Friday April 19,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

376- Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido


Muchos discípulos y discípulas ya se han despedido, y han regresado a las casas que los hospedan, o han tomado de nuevo el camino por el que habían venido.

En la espléndida tarde de este Abril ya avanzado, quedan en la casa de Lázaro los discípulos en el verdadero sentido de la palabra, y especialmente los más consagrados a la predicación, o sea, los pastores, Hermas y Esteban, el sacerdote Juan, Timoneo, Hermasteo, José de Emaús, Salomón, Abel de Belén de Galilea, Samuel y Abel de Corazín, Agapo, Aser e Ismael de Nazaret, Elías de Corazín, Felipe de Arbela, José (el barquero de Tiberíades), Juan de Éfeso, Nicolái de Antioquía.

De las mujeres, quedan, además de las discípulas más conocidas, Analía, Dorca, la madre de Judas, Mirta, Anastática, las hijas de Felipe. Ya no veo a Miriam de Jairo, ni al propio Jairo (quizás ha regresado a donde estaba hospedado).

Pasean lentamente por los patios, o también por la terraza de la casa. Alrededor de Jesús, que está sentado junto al triclinio de Lázaro, están casi todas las mujeres y todas las antiguas discípulas. Lo escuchan mientras habla con Lázaro describiendo los pueblos que han atravesado en las últimas semanas que han precedido al viaje pascual.

-Has llegado justo a tiempo de salvar al pequeño -comenta Lázaro después de la narración de lo del castillo de Cesárea de Filipo, señalando al lactante que duerme feliz en los brazos maternos. Y Lázaro añade: « ¡Es un niño muy bonito! Mujer, ¿me lo dejas ver de cerca?

Dorca se levanta y, silenciosamente, pero triunfalmente, ofrece a su hijo a la admiración del enfermo.
-¡Un niño muy bonito! ¡Precioso! Que el Señor te lo proteja y lo haga crecer sano y santo.

-Y fiel a su Salvador. Si no fuera fiel en el futuro, lo querría muerto, ya ahora. ¡Todo menos que, después de haber sido salvado, sea ingrato con el Señor! -dice Dorca firmemente, y vuelve a su sitio.

-Señor llega siempre a tiempo de salvar -dice Mirta, madre de Abel de Belén -El mío no estaba menos cerca de la muerte que el pequeñuelo de Dorca. ¡Y qué muerte! Pero llegó Él... y salvó. ¡Qué hora tan tremenda!...
Mirta palidece todavía al recordarlo...

-Entonces vendrás a tiempo también para mí, ¿no es verdad? Para darme paz... -dice Lázaro acariciando la mano de Jesús.

-¿Pero no estás un poco mejor, hermano mío? -pregunta Marta. Ya desde ayer te veo mejorado...
-Sí. Estoy asombrado yo mismo. Quizás Jesús...
-No, amigo. Es que vierto en ti mi paz. Tu alma está saturada de esta paz, y ello atenúa el sufrimiento de los miembros. Es decreto de Dios que sufras.

-Y que muera. Dilo, dilo. Bien, pues... hágase su voluntad, como Tú enseñas. Desde este momento no volveré a pedir ni curación ni alivio. He recibido tanto de Dios (y mira involuntariamente a María, su hermana), que es justo que con mi docilidad corresponda a lo mucho que he recibido...

-Haz más, amigo mío. Ya es mucho el que uno se resigne y sufra el dolor. Tú, no obstante, da al dolor un valor mayor.

-¿Cuál, mi Señor?
-Ofrecerlo por la redención de los hombres.
-Yo soy también un pobre hombre, Maestro. No puedo aspirar a ser un redentor.

-Lo dices tú. Pero estás equivocado. Dios se ha hecho Hombre para ayudar a los hombres. Pero los hombres pueden ayudar a Dios. Las obras de los justos serán unidas a las mías en la hora de la Redención; de los justos muertos ya hace siglos, de los que viven y de los futuros. Tú, ya desde ahora, agrega las tuyas. ¡Es tan hermoso unirse a la Bondad infinita, agregar a ella aquello que podamos ofrecer de nuestra bondad limitada, y decir:

"Yo también contribuyo, Padre, al bien de los hermanos"! No puede haber amor más grande, hacia el Señor y hacia el prójimo, que este de saber padecer y morir por dar gloria al Señor y salvación eterna a nuestros hermanos. ¿Salvarse uno para sí mismo? Es poco. Es un "mínimo" de santidad. Hermoso es salvar. Darse para salvar. Impulsar el amor hasta convertirnos en hoguera inmoladora para salvar. Entonces el amor es perfecto. Y grandísima será la santidad del generoso.

-Qué bonito es todo esto, ¿no es verdad, hermanas mías? -dice Lázaro con embelesada sonrisa en su rostro afilado.
Marta asiente, emocionada, con la cabeza.
María, que está sentada en un almohadón a los pies de Jesús, en su postura habitual de humilde y ardiente adoradora, dice:

-¿Cuesto yo estos sufrimientos a mi hermano? ¡Dímelo, Señor, para que mi congoja sea completa!...

Lázaro exclama:
-¡No, María, no! Yo... debía morir a causa de ello. No te claves flechas en el corazón.

Pero Jesús, sincero hasta el extremo, dice:
-¡Sí, ciertamente! Yo he oído las oraciones de tu buen hermano, y los latidos de su corazón. Pero esto no debe producirte una angustia gravosa; antes bien, debe darte la voluntad de ser perfecta, por lo que cuestas. ¡Y exulta! Exulta porque

Lázaro, por haberte arrebatado al demonio…
-¡No yo! Tú, Maestro.

...Por haberte arrebatado al demonio, ha merecido de Dios un premio futuro, por el que hablarán de él las gentes y los ángeles. Y, lo mismo que para el caso de Lázaro, también de otros, y especialmente de otras, que han arrancado con su heroísmo la presa de las manos de Satanás.

-¿Quiénes son? ¿Quiénes son? -preguntan curiosas las mujeres, y quizás todas esperan ser ellas, una por una.
María de Judas no habla. Pero mira, mira al Maestro... Jesús también la mira. Podría darle falsas esperanzas. No lo hace. No la mortifica, pero tampoco le infunde falsas esperanzas. Responde a todas:

-Lo sabréis en el Cielo.

La siempre angustiada madre de Judas pregunta:
-¿Y sí una, a pesar de quererlo, no logra el objetivo? ¿Cuál será su destino?

-El que merece su alma buena.

-¿El Cielo? Pero, Señor, una esposa, una hermana, una madre que... que no lograra salvar a aquellos a quienes ama y los viera condenados, ¿podría tener el Paraíso aun estando en el Paraíso? ¿No crees que esa mujer no tendrá jamás alegría, porque... la carne de su carne y la sangre de su sangre habrán merecido condena eterna? Yo creo que no podrá gozar mientras ve a su amado en atroz pena...

-Estás en un error, María. La visión de Dios, la posesión de Dios, son fuentes de una dicha tan infinita, que para los bienaventurados no subsiste ninguna pena. Diligentes y atentos para ayudar todavía a los que pueden ser salvados, no sufren por los que están separados de Dios y, por tanto, de ellos mismos que están en Dios. La comunión de los santos es para los santos.

-Pero si siguen ayudando a los que pueden ser salvados, es señal de que estos que reciben la ayuda no son todavía santos -objeta Pedro.

-Pero tienen voluntad, al menos pasiva, de serlo. Los santos en Dios ayudan incluso en las necesidades materiales para hacer pasar a aquéllos de una voluntad pasiva a una activa. ¿Me comprendes?

-Sí y no. Te pongo un ejemplo. Si yo estuviera en el Cielo y viera, vamos a suponerlo, un movimiento apenas perceptible de bondad en... digamos Elí el fariseo, ¿qué haría?

-Echarías mano de todos los medios para aumentar sus movimientos buenos.
-¿Y si no sirviera para nada? ¿Después?
-Después, una vez condenado, te desinteresarías de él.

-Y si, como sucede ahora, mereciera completamente la condenación, pero lo estimase -cosa que no sucederá jamás ­¿qué debería hacer?

-En primer lugar has de saber que corres peligro de condenarte si dices que jamás lo estimarás; en segundo lugar, has de saber que si estuvieras en el Cielo, formando unidad con la Caridad, pedirías por él, por su salvación, hasta el momento de su juicio. Habrá espíritus que serán salvados en el último momento, después de toda una vida de oración por ellos.

Entra un criado diciendo:

-Ha venido Manahén. Quiere ver al Maestro.

-Que venga. Sin duda querrá hablar de cosas serias.

Las mujeres, discretas, se retiran; los discípulos las siguen. Pero Jesús llama a Isaac, al sacerdote Juan, a Esteban y a Hermas, y de los pastores discípulos, a Matías y a José.

-Conviene que lo oigáis también vosotros que sois discípulos -explica.
Entra Manahén y se inclina.
-La paz a ti -saluda Jesús.
-La paz a ti, Maestro. El sol se está poniendo. Para ti el primer paso después del sábado, mi Señor.
-¿Has tenido una buena Pascua?

-¿Buena? ¡Nada bueno puede suceder donde están Herodes y Herodías! Espero haber comido por última vez el cordero con ellos. ¡A costa de la vida, no prolongo mi permanencia con ellos!

-Creo que cometes un error. Puedes servir al Maestro quedándote -objeta Judas Iscariote.

-Eso es verdad. Y es lo que hasta ahora me ha retenido.

Pero, ¡qué náusea! Podría substituirme Cusa...

Bartolomé le hace una observación:

-Cusa no es Manahén. Cusa es... Sí. Se mueve entre dos aguas. No denunciaría jamás a su señor. Tú eres más franco.

-Eso es verdad. Y es verdad lo que dices. Cusa es el cortesano. Es sensible al hechizo de la realeza... ¿Realeza? ¿Qué estoy diciendo? ¡Del fango regio! Pero se ve rey estando con el rey... Le acongoja la pérdida de la privanza del rey.

La otra noche parecía un lebrel apaleado cuando, casi arrastrándose, se presentó ante Herodes, que lo había llamado tras haber escuchado las quejas de Salomé, a la que Tú habías arrojado de tu presencia. Cusa estaba en un momento muy escabroso. El deseo de salvarse, a toda costa, incluso quizás acusándote a ti, criticándote, estaba escrito en su cara. Pero Herodes...

Quería sólo reírse a espaldas de la muchacha, de la cual ya ha llegado un momento que siente náuseas, como también de la madre de ella. Y se reía como un desquiciado oyendo tus palabras dichas por Cusa. Repetía: "Demasiado, demasiado dulces todavía, para esa joven... (y dijo una palabra tan indecente que no te la digo). Habría debido pisotear sus entrañas insaciables... ¡Pero se habría contaminado!" y reía. Luego, poniéndose serio, dijo:

"Pero... la afrenta, merecida por esa hembra, no se puede permitir para la corona. Yo soy magnánimo (está obsesionado con que lo es, y, dado que nadie se lo dice, pues se lo dice él a sí mismo) y perdono al Rabí, incluso considerando que ha dicho a Salomé la verdad.

Pero quiero que venga a la Corte para perdonarlo del todo.

Quiero verlo, oírlo y hacerle obrar milagros. Que venga y yo me haré protector suyo". Esto decía la otra noche. Y Cusa no sabía qué responder. No quería decirle que no al monarca. Por otra parte, no podía decirle que sí. Porque Tú, ciertamente, no puedes condescender con los caprichos de Herodes. Hoy me ha dicho a mí: "Tú que vas donde Él...

Hazle saber mi voluntad". La hago saber. Pero... ya sé la respuesta. De todas formas dímela, para poder transmitirla.  

-¡No!
Un "no" que parece un rayo.
-¿No te crearás un enemigo demasiado fuerte? -pregunta Tomás.
-Y un verdugo también. Pero no puedo responder sino: "no".

-Nos perseguirá...

-Dentro de tres días ya no se acordará -dice Manahén encogiéndose de hombros. Y añade: «Le han prometido unas mimas... Llegan mañana... ¡Se olvidará de todo!...

Vuelve el doméstico:

-Señor -dice a Lázaro -, han venido Nicodemo, José,

Eleazar y otros fariseos y jefes del Sanedrín. Quieren saludarte.

Lázaro mira a Jesús interrogativamente. Jesús comprende:
-Que vengan. Los saludaré de buena gana.

Poco después entran: José; Nicodemo; Eleazar, aquel justo del banquete de Ismael; Juan, aquel del banquete, ya lejano en el tiempo, del de Arimatea; otro, que oigo que le llaman Josué; otro, Felipe; otro, Judas; el último, Joaquín. Saludos sin fin. Menos mal que la sala es grande... si no, ¿cómo habrían podido meter en ella tantas reverencias y tanto abrir de brazos y tantas ampulosidades? Pero, a pesar de ser grande, se llena tanto, que los discípulos deciden desaparecer. ¡Quizás no dan crédito al hecho de no estar bajo el fuego de tantas pupilas de miembros del Sanedrín! Se quedan solamente Lázaro y Jesús.

-Lázaro, sabemos que estás en Jerusalén. ¡Así que hemos venido! -dice el que tiene por nombre Joaquín.

-Me asombra y me alegra. Ya casi que no recordaba tu cara -dice, un poco irónico Lázaro.

-¡Hombre!... ya sabes... Queríamos venir. Pero... habías desaparecido...

-¡Lo cual hubiera sido maravilloso! ¡Efectivamente, es muy difícil visitar a un desdichado!

-¡No! ¡No digas eso! Nosotros... respetábamos tu deseo. Pero ahora que... ahora que... ¿verdad Nicodemo?
-Sí, Lázaro. Los viejos amigos vuelven. Incluso por el deseo de saber noticias tuyas y de venerar al Rabí.

-¿Qué noticias me traéis?
-¡Mmm!... Las cosas de siempre... El mundo... Ya... -miran de reojo a Jesús, que está rígido en su asiento, un poco absorto.

-¿Y cómo es que estáis todos juntos hoy nada más terminar el sábado?

-Ha habido una reunión extraordinaria.

-¿Hoy? ¿Pues qué motivo había tan urgente?...
Los recién llegados miran furtiva y significativamente a Jesús. Pero Él está absorto...

Muchos motivos... -responden luego.
-¿No tienen que ver con el Rabí?
-Sí, Lázaro. También con Él. Pero también se ha juzgado un hecho grave, acaecido mientras estábamos todos reunidos en la ciudad por las fiestas... -explica José de Arimatea.
-¿Un hecho grave? ¿Cuál?

-Un... un error de... juventud... ¡Mmm! ¡En fin! Una grave controversia... porque... Rabí, escúchanos. Estás entre personas honestas. No somos discípulos tuyos, pero tampoco somos enemigos. En casa de Ismael me dijiste que no estaba lejos de la justicia -dice Eleazar.

-Es verdad. Y lo confirmo.

-Y yo te defendí contra Félix en el banquete de José -dice Juan.

-Eso también es verdad.

-Y éstos piensan como nosotros. Hoy hemos sido llamados a decidir... y no estamos contentos de lo que se ha decidido. Porque se han salido con la suya la mayoría, que estaban contra nosotros. Escucha y juzga Tú, que eres más sabio que Salomón.

Jesús los perfora con su profunda mirada. Luego dice:

-Hablad.
-¿Estamos seguros de que nadie nos oye? Porque es... una cosa horrenda... -dice el que se llama Judas.

-Cierra la puerta y corre la cortina, y estaremos en una tumba -le responde Lázaro.

-Maestro, ayer por la mañana dijiste a Eleazar de Anás que no se contaminara por ninguna razón. ¿Por qué se lo dijiste? -pregunta Felipe.
-Porque había que decirlo. Él se contamina, Yo no; los libros sagrados lo dicen.
-Es verdad. Pero ¿cómo sabes que se contamina? ¿Te habló quizás la joven antes de la muerte? -pregunta Eleazar.
-¿Qué joven?

-La que ha muerto después de la violencia, y con ella su madre. Y no se sabe si las ha matado el dolor o si se han matado, o si las han matado con veneno para que no hablaran.

-Yo no sé nada de esto. Veía el alma depravada del hijo de Anás. Sentía su mal olor. Hablé. Ni sabía ni veía más cosas.

-¿Pero qué ha pasado? -pregunta Lázaro con interés.

-Ha pasado que Eleazar de Anás vio a una joven, hija única de una viuda, y... la atrajo a sí con el pretexto de encargarle un trabajo, porque para vivir hacían labores de costura, y... abusó de ella. La joven murió... tres días después, y con ella la madre. Pero, antes de morir, a pesar de las amenazas recibidas, dijeron todo a su único pariente... Y éste fue donde Anás con la acusación. Pero, no contento todavía, se lo dijo a José, a mí y a otros... Anás ha mandado que lo arresten y lo metan en la cárcel.

De ahí pasará a la muerte, o no volverá a ser libre. Hoy Anás ha querido saber nuestra opinión -dice Nicodemo.

-No lo habría hecho, si no hubiera sabido que nosotros ya estábamos al corriente -masculla entre dientes José.
-Sí... Vamos que con una apariencia de votación, con una simulación de juicio, se ha decidido sobre el honor y la vida de tres desdichados y sobre la pena para el culpable -termina Nicodemo.
-¿Y entonces?

-¡Pues entonces! ¡Es natural! Nosotros, que hemos votado por la libertad del hombre y el castigo de Eleazar, hemos sido amenazados y expulsados como personas injustas. ¿Tú qué opinas?

-Que Jerusalén me produce náuseas, y que en Jerusalén el bubón más fétido es el Templo -dice pausada y terriblemente Jesús. Y termina: «Se lo podéis decir a los del Templo».

-¿Y Gamaliel qué ha hecho? -pregunta Lázaro.
-En cuanto oyó el hecho, se tapó la cara y salió diciendo: "¡Venga pronto el nuevo Sansón para acabar con los filisteos depravados!".

-¡Bien ha dicho! Pronto vendrá.

Un momento de silencio.

-¿Y de El no se ha hablado? -pregunta Lázaro señalando a Jesús.

-¡Sí, claro! Antes que de ninguna otra cosa. Ha habido quien ha referido que calificaste de mezquino al reino de Israel. Por eso te han tachado de blasfemo; es más, de sacrílego. Porque el reino de Israel viene de Dios.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo ha llamado el Pontífice al violador de una virgen, al profanador de su ministerio? ¡Responded! ­pregunta Jesús.

-Es el hijo del Sumo Sacerdote. Porque el verdadero rey allí dentro es Anás -dice, atemorizado por la majestuosidad de Jesús, Joaquín, que está frente a Él, alto, de pie, con el brazo extendido...

-Sí. El rey de la depravación. ¿Y queréis que no llame mezquino a un País en que tenemos un Tetrarca que es un sucio y un homicida un Sumo Sacerdote cómplice de un violador y asesino?...

-Quizás la joven se ha matado o ha muerto de dolor -susurra Eleazar.

-Asesinada, en cualquier caso, por su violador... ¿Y ahora no se hace una tercera víctima con el pariente, encarcelado para que no hable? ¿Y no se profana el altar acercándose a él con tantos delitos? ¿Y no se ahoga la justicia imponiendo silencio a los justos, demasiado escasos, del Sanedrín? ¡Sí, venga pronto el nuevo Sansón, y abata este lugar profanado; extermine para dar nueva salud!...

Yo, a punto de vomitar, por la náusea que siento, no sólo llamo mezquino a este País desdichado, sino que me alejo de su corazón lleno de podredumbre, lleno de delitos sin nombre, cueva de Satanás... Me marcho. No por miedo a la muerte. Os demostraré que no tengo miedo. Me marcho porque no ha llegado mi hora y no doy perlas a los puercos de Israel, sino que se las llevo a los humildes, diseminados por las cabañas, por los montes, por los valles de los pueblos pobres. Lugares donde todavía se sabe creer y amar, si alguien lo enseña; lugares donde, bajo las toscas vestiduras hay espíritus.

Aquí, por el contrario, las túnicas y mantos sagrados, y más todavía el efod y el racional, sirven para cubrir inmundas carroñas y para contener armas homicidas.

Decid a éstos que en nombre del Dios verdadero los consagro a su condena, y, como nuevo Miguel, los arrojo del Paraíso. Y para siempre. Ellos que quisieron ser dioses y son demonios. No necesitan estar muertos para ser juzgados. Ya están juzgados. Y sin remisión.

Los miembros del Sanedrín y los fariseos, antes solemnes, se arrinconan de tal forma, ante la tremenda ira de Cristo, que parecen hacerse pequeños. Jesús, por el contrario, parece hacerse un gigante, de tanto fulgor como hay en sus miradas y de tanta impetuosidad como hay en sus gestos.

Lázaro gime:

-¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!

Jesús lo oye, y, cambiando de tono y aspecto, dice:

-¿Qué te sucede, amigo mío?

-¡No! ¡No con ese aspecto terrible! ¡No eres ya el mismo! ¿Cómo se podrá tener esperanza en la misericordia, si te muestras tan terrible?

-Y, no obstante, así estaré, y más todavía, cuando juzgue a las doce tribus de Israel. Pero, ten valor, Lázaro.

Quien cree en Cristo ya ha sido juzgado…

Se sienta de nuevo. Un momento de silencio. Al final, Juan pregunta: -¿Y nosotros, por haber preferido los improperios a mentir en el ejercicio de la justicia, cómo seremos juzgados? -Con justicia. Perseverad y llegaréis a donde Lázaro ya ha llegado: a la amistad con Dios. Se levantan. -Maestro, nos marchamos. La paz a ti. Y a ti, Lázaro. -La paz a vosotros. Varios suplican: -Que lo que se ha dicho quede aquí. -No temáis. Marchaos. Que Dios os guíe en todos los nuevos actos. Salen.  

Se quedan solos Jesús y Lázaro. Después de un poco, éste dice: -¡Qué horror!

-Sí. ¡Qué horror!... Lázaro, voy a preparar la partida de Jerusalén. Seré huésped tuyo en Betania hasta el final de los Ázimos.

Y sale...


   


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