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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

413- Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo


La ciudad está llena de gente.

Jesús ha subido al Templo nada más entrar en Jerusalén, casi inmediatamente porque ha entrado por la puerta situada junto a la Probática, antes de que la gente se pudiera dar cuenta de que estaba en la ciudad, antes de que la noticia se propagase desde la casa en que han dejado las bolsas y se han limpiado el polvo y el sudor para entrar limpios en el Templo, que está abarrotado de gente.

La indecorosa algazara de siempre, de vendedores y cambistas; el aspecto calidoscópico de siempre, de colores y rostros.

Jesús con los apóstoles, que han comprado lo necesario para la ofrenda, va directamente al lugar de oración y allí se detiene largamente. Naturalmente lo ven muchos, buenos y malos, de forma que un susurro corre como el viento, y con rumor de viento entre frondas, por el vasto patio exterior donde la gente se detiene a orar. Y cuando, después de la oración, Él se mueve para volver sobre sus pasos, un séquito de gente, que se va engrosando cada vez más, lo sigue por los otros atrios, pórticos, patios, hasta que, ya muchedumbre, lo circunda y pide su palabra.

-En otro momento, hijos. En otro lugar -dice Jesús, y alza la mano para bendecir mientras trata de alejarse.

Pero si bien, esparcidos entre la gente, hay escribas, fariseos y doctores (éstos con sus discípulos) que hacen risitas y se dicen los unos a los otros medias frases que son burlas (como: «Lo aconseja la prudencia», o: «¡Eh, un poco de miedo...!», o: «Ha alcanzado la edad del discernimiento», o también: «Menos estúpido de cuanto pensábamos...»), la mayoría, los que o por conocerlo con amor o por un buen deseo de conocerlo no odian, insisten diciendo:

-¿Nos vas a privar de esta fiesta en la Fiesta? ¡Maestro bueno, no puedes hacerlo! Muchos de nosotros han hecho sacrificios para estar aquí esperándote... -y algunos tapan la boca, o responden bruscamente, a algún sarcástico.

Está claro que la masa estaría dispuesta a pisotear a estas minorías malvadas, las cuales, astutas y subrepticias, captan el mensaje y no sólo se callan sino que tratan de alejarse. Y, a pesar de estar dentro de los muros del Templo, muchos no vacilan en hacer, a espaldas de los que se alejan, gestos de burla, o en lanzar algún epíteto; mientras otros, de los más ancianos y por tanto más reflexivos, preguntan a Jesús:

-¿Qué va a ser, Tú que sabes, de este lugar, de esta ciudad, de todo Israel: que no se pliegan a la Voz del Señor?

Jesús mira con piedad a estas cabezas entrecanas, o blancas por completo, y responde:

-Jeremías (l8, l-ll, l9, l0; 20, l-2; 24, l-2) os dijo lo que será de aquellos que ante la centella del enojo divino responden con aumento de pecado, de aquellos que toman la piedad divina como prueba de debilidad por parte de Dios.

Porque de Dios nadie se burla, hijos. Vosotros, como dijo el Eterno por boca de Jeremías, sois como la arcilla en las manos del alfarero, como arcilla son los que se creen potentes, como arcilla son los habitantes de este lugar y los del palacio.

No hay poder humano que pueda oponer resistencia a Dios. Y si la arcilla se opone al alfarero y quiere tomar formas extrañas, horribles, el alfarero reduce de nuevo lo ya hecho a un puñado de arcilla y da nueva forma a su vasija, hasta que ésta se persuade de que el más fuerte es el alfarero y hasta que no se pliega a su voluntad. Y puede incluso suceder que la vasija, por obstinarse en no dejarse modelar, por repeler el agua con que el alfarero la moja para poder modelarla sin grietas, quede reducida a fragmentos.

Entonces el alfarero arroja a la basura la arcilla reacia, los cascos inútiles, intrabajables, y toma arcilla nueva y la plasma en la forma que mejor le parece.

¿No dice esto el Profeta narrando el símbolo del alfarero y de la vasija de arcilla? Esto dice. Y, repitiendo las palabras del Señor, dice “Así, como la arcilla en las manos del alfarero, tú estás, oh Israel, en las manos de Dios". Y añade el Señor, como aviso a los reacios, que sólo la penitencia y el arrepentimiento ante la corrección de Dios pueden hacer modificar el decreto de Dios de castigo hacia el pueblo rebelde.

Israel no se ha arrepentido. Por eso las amenazas de Dios contra Israel se han repetido una y mil veces con toda gravedad. Israel no se arrepiente ni siquiera ahora, ahora que no un profeta, sino más que un profeta, le habla. Y Dios, que ha tenido para con Israel la suprema misericordia y me ha enviado, ahora os dice: "Puesto que no escucháis a mi propia Voz, me doleré del bien que os he hecho y prepararé contra vosotros la desventura".

Y Yo, que soy la Misericordia, aun sabiendo que esparzo inútilmente mi voz, grito a Israel: "Que cada uno vuelva sobre sus pasos dejando su mal camino. Haced, cada uno, recta vuestra conducta y vuestras tendencias. Para que, al menos, cuando se cumpla el designio de Dios para la Nación culpable, los mejores de ella, en medio de la pérdida general de los bienes, de la libertad, de la unión, conserven su espíritu libre de la culpa, unido a Dios, y no pierdan los bienes eternos de la misma forma que habrán perdido los bienes terrenos".  

Las visiones de los profetas no suceden sin una finalidad: la de avisar a los hombres de lo que puede ocurrir. Y ha sido dicho, por medio de la figura de la vasija de arcilla cocida, rota en presencia del pueblo, lo que les espera a las ciudades y reinos que no se dobleguen ante el Señor y...

Los ancianos, escribas, doctores y fariseos, que antes se habían marchado, deben haber ido a avisar a los guardias del Templo y a los magistrados encargados del orden. Y uno de ellos, seguido por un puñado de estos guardias de pasta de papel, que de guerrero sólo tienen las caras (una mixtura de estupidez con un poco de malicia y una buena dosis de dureza, por no decir de delincuencia), viene hacia Jesús, que está hablando apoyado en una columna del pórtico de los Paganos, y, no pudiendo atravesar la compacta barrera de la muchedumbre que hace círculo en torno al Maestro, grita:

-¡Vete! ¡O haré que mis soldados te pongan fuera de los muros...!

-¡Uf! ¡Uf! ¡Los moscardones verdes! ¡Los héroes contra corderos! ¿Y no sabéis entrar a arrestar a los que hacen de Jerusalén un lupanar, del Templo un mercado? Vete de aquí, cara de conejo, ve con las garduñas... ¡Uuu! ¡Uuu!

La gente se rebela contra estos soldados de caricatura, y muestra claramente que no tiene intención de dejar que se injurie al Maestro.

-Obedezco las órdenes recibidas... -dice, excusándose, el jefe de estos... tutores del orden.

-Tú obedeces a Satanás y no te das cuenta. Ve, ve a impetrar misericordia por haber osado insultar y amenazar al Maestro. ¡El Maestro no se toca! ¿Habéis entendido?

Vosotros, nuestros opresores; Él, el Amigo de los pobres.

Vosotros, nuestros corruptores; Él, nuestro Maestro santo.

Vosotros, ruina nuestra; Él, nuestra Salud. Vosotros,
pérfidos; Él, bueno. ¡Fuera! Si no, os haremos lo que Matatías hizo en Modín. Os tiramos abajo por la cuesta del Moira como a altares idolátricos y hacemos limpieza lavando con vuestra sangre el lugar profanado, y los pies del único Santo de Israel pisarán esa sangre para ir al Santo de los Santos a reinar, Él que lo merece. ¡Fuera de aquí! ¡Vosotros y vuestros jefes! ¡Fuera, esbirros siervos de esbirros!...

Un tumulto espantoso... De la Antonia acuden las guardias romanas con un suboficial viejo, severo, expeditivo.

-¡Abrid paso, asquerosos! ¿Qué pasa aquí? ¿Os estáis descuartizando entre vosotros por alguno de vuestros corderos sarnosos?

Se rebelan contra los guardias... -quiere explicar el magistrado.

-¡Por Marte invicto! ¿Estos... guardias? ¡Ja! ¡Ja! Ve a combatir contra las cucarachas, guerrero de bodega. Hablad vosotros... -ordena a la gente.

-Querían imponer silencio al Rabí galileo. Querían echarlo. Quizás arrestarlo...

-¿Al Galileo? Non licet. En la lengua de Roma os digo la frase del degollado. ¡Ja! ¡Ja! Vete a tu caseta tú y tus gozquezuelos. Y di que se estén en su caseta también los mastines (que la Loba los sabe también descuartizar)...

¿Comprendido? Sólo Roma tiene derecho de juicio. Y Tú, Galileo, cuenta tus fábulas si quieres... ¡Ja! ¡Ja! -y vuelve de golpe, con relumbre de corazas al sol, y se marcha.

-Exactamente como a Jeremías...
-Como a todos los profetas debes decir...
-Pero Dios triunfa igual.
-Maestro, sigue hablando. Las víboras han huido.
-No. Dejadlo que se marche. No vaya a ser que vuelvan con más fuerza y lo encadenen los nuevos Pasjures...
-No hay peligro... Mientras dura el rugido del león, no salen las hienas...

La gente habla y comenta formando una buena confusión.
-Os equivocáis -dice todo almibarado un fariseo pomposamente vestido, seguido de otros semejantes a él y de algunos doctores de Ley -Os equivocáis. No debéis creer que toda una casta sea como algunos de sus componentes.

¡En todos los árboles hay parte buena y parte mala!
-Sí. Efectivamente, los higos en general son dulces. Pero, si todavía no están maduros o lo están demasiado, son ásperos o ácidos. Vosotros, ácidos. Como los del pésimo cesto del profeta Jeremías  dice en medio de la multitud uno que no conozco, pero que deben conocerlo bien muchos, y debe ser influyente además, porque veo que muchos se hacen señas y observo que el fariseo encaja el golpe sin reaccionar.

No sólo eso, sino que, aún más almibarado, se dirige al Maestro y le dice:

-Espléndido tema para tu sabiduría. Háblanos, Rabí, sobre este tema. Tus explicaciones son tan... nuevas... tan... doctas... Las saboreamos con ávida hambre.
Jesús mira fijamente a este ejemplo farisaico y le responde:

-Tienes también otra hambre, no confesada, Elquías, y también tus amigos. Pero recibiréis también ese alimento... Y más ácido que los higos. Y corromperá vuestro interior como los higos acedados corrompen las entrañas.

-No. Maestro. ¡Te juro en nombre del Dios vivo que ni yo ni mis amigos tenemos otra hambre aparte de la de oírte hablar!... Dios ve si nosotros...

-Basta así... El honesto no necesita juramentos. Sus obras son juramentos y testimonios. Pero no voy a hablar de los
higos óptimos y de los higos estropeados... -¿Por qué, Maestro? Temes que los hechos contradigan tus explicaciones? -¡No, no! Es más... -¿Entonces es que prevés para nosotros aflicciones y oprobios, espada, peste y hambre? -Eso y más. -¿Más todavía? ¿Y qué es? ¿Es que ya no nos ama Dios? -Os ama tanto, que ha cumplido la promesa. -¿Tú? ¿Porque Tú eres la promesa? -Lo soy. -¿Y entonces cuándo vas a fundar tu Reino?

-Ya están echados los cimientos.
-¿Dónde? ¿Dónde?
-En el corazón de los buenos.

-¡Pero eso no es un reino! ¡Es una enseñanza!
-Mi Reino, siendo espiritual, tiene por súbditos a los espíritus. Y los espíritus no tienen necesidad de palacios, casas, guardias, muros, sino de conocer la Palabra de Dios y ponerla en práctica: lo que se está produciendo en los buenos.

-¿Tú puedes decir esta Palabra? ¿Quién te autoriza?
-La propiedad.
-¿Qué propiedad?

-La propiedad de la Palabra. Doy lo que soy. Uno que tiene vida puede dar la vida. Uno que tiene dinero puede dar dinero. Yo tengo, por mi eterna naturaleza la Palabra que traduce el divino Pensamiento, y doy la Palabra; pues el Amor me mueve a este don de dar a conocer el Pensamiento del Altísimo, que es mi Padre.

-¡Cuidado con lo que dices! ¡Es un modo audaz de hablar! ¡Podría perjudicarte!

-Más me perjudicaría mentir, porque sería desnaturalizar mi Naturaleza y renegar de Aquel de quien procedo.

-¿Entonces eres Dios, el Verbo de Dios?
-Lo soy.

-¿Y lo dices así? ¿En presencia de tantos testigos que podrían denunciarte?

-La Verdad no miente. La Verdad no hace cálculos. La Verdad es heroica.

-¿Y esto es una verdad?
-La Verdad es el que os habla. Porque el Verbo de Dios traduce Pensamiento de Dios, y Dios es Verdad.

La gente escucha concentrada, en medio de un silencio atento, para seguir la disputa, la cual, de todas formas, se desarrolla sin asperezas. Otros, desde otros lugares, han ido allí. El patio está lleno, abarrotado de gente.

Centenares de caras dirigidas hacia un solo punto. Y por los desembocaderos que conducen de otros patios a éste se asoman muchas caras, alargando el cuello para ver y oír...

El Anciano Elquías y sus amigos se miran... Una verdadera telefonía de miradas. Pero se contienen. No sólo eso, sino que un viejo doctor pregunta todo amable:

-¿Y para evitar los castigos que prevés, qué tendríamos que hacer?

-Seguirme. Y, sobre todo, creerme. Y más aún, amarme.
-¿Eres una especie de mascota?

-No. Soy el Salvador.

-Pero no tienes ejércitos...

-Me tengo a mí mismo. Recordad, recordad, por vuestro bien, por piedad hacia vuestras almas, recordad las palabras del Señor a Moisés y a Aarón cuando estaban todavía en la tierra de Egipto:

"Cada miembro del pueblo de Dios tome un cordero sin mancha, macho, de un año. Uno por cada casa. Y, si no basta el número de los miembros de la familia para acabar el cordero, que llame a los vecinos. Lo inmolaréis el día decimocuarto de Abid, que ahora se llama Nisán, y con la sangre del inmolado untaréis las jambas y el dintel de la puerta de vuestras casas. Esa misma noche comeréis su carne asada al fuego, con pan sin levadura y hierbas silvestres. Y lo que pudiera sobrar destruidlo con el fuego. Comeréis así: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, el bastón en la mano. Comeréis deprisa, porque pasa el Señor. Y esa noche pasaré hiriendo a todos los primogénitos de hombre o de animal que se encuentren en las casas no señaladas con la sangre del cordero". (Éxodo l2, l-l3)

Al presente, ahora que pasa de nuevo Dios -el más verdadero paso porque realmente Dios pasa visible entre vosotros, reconocible por sus signos -, la salvación se detendrá en aquellos que estén señalados con la señal salvífica de la Sangre del Cordero. Porque, en verdad, todos seréis señalados por ella, pero sólo los que aman al Cordero y amen su Signo obtendrán de esa Sangre salvación.

Para los otros será la marca de Caín. Y ya sabéis que Caín no mereció volver a ver el rostro del Señor, y que jamás conoció descanso. Y, con el peso a sus espaldas del remordimiento, del castigo y de Satanás, su cruel rey, fue errante y fugitivo por la Tierra mientras tuvo vida. Gran figura, grande, del Pueblo que agredirá al nuevo Abel...

-También Ezequiel (9, 4-6) habla de la Tau... ¿Tú crees que tu Signo es la Tau de Ezequiel?

-Es ése.
-¿Entonces nos estás acusando de que en Jerusalén haya abominaciones?

-Quisiera no poder hacerlo. Pero es así.
-¿Y entre los signados con la Tau no hay pecadores? ¿Puedes jurarlo?

-Yo no juro nada. Pero digo que, si entre los signados hay pecadores, su castigo será aún más tremendo, porque los adúlteros del espíritu, los apóstatas, los que después de haber sido seguidores de Dios sean sus asesinos serán los más grandes en el Infierno.

-Pero los que no pueden creer que Tú seas Dios no tendrán pecado. Serán justificados...

-No. Si no me hubierais conocido, si no hubierais podido constatar mis obras, si no hubierais podido verificar mis palabras, no tendríais culpa. Si no fuerais doctores en Israel, no tendríais culpa. Pero vosotros conocéis las Escrituras y veis mis obras. Podéis confrontarlas. Y, si lo hacéis con honestidad, me veréis a mí en las palabras de la Escritura, y veréis las palabras de la Escritura traducidas en obras en mí. Por eso no seréis justificados de no reconocerme y de odiarme.

Demasiadas abominaciones, demasiados ídolos, demasiadas fornicaciones, donde sólo Dios debería estar. Y en todos los lugares donde estáis vosotros. La salvación está en repudiar estas cosas y en acoger a la Verdad que os habla.

Por eso, donde matáis o tratáis de matar seréis muertos. Y por eso seréis juzgados en las fronteras de Israel, donde todo poder humano viene a menos y solamente el Eterno es Juez de sus criaturas.

-¿Por qué hablas así, Señor? Te muestras severo.

-Me muestro veraz. Yo soy la Luz. La Luz ha sido enviada para iluminar las Tinieblas. Y la Luz debe resplandecer libremente. Sería inútil el que el Altísimo hubiera enviado su Luz, si luego la hubiera cubierto con el moyo.

No hacen eso los hombres cuando encienden una luz, porque habría sido inútil encenderla. Si la encienden es para que ilumine y que el que entre en la casa vea. Yo vengo a dar Luz a la entenebrecida casa terrena de mi Padre, para que los que la habitan vean. Y la Luz brilla. Bendecidla si con su rayo purísimo os descubre reptiles, escorpiones, trampas, telas de araña, grietas en las paredes. Os hace esto por amor.

Para daros la manera de conoceros, limpiaros, arrojar los animales perjudiciales -las pasiones, los pecados -; para daros la manera de reconstruiros antes de que sea demasiado tarde; para daros la manera de ver dónde ponéis el pie -en la trampa de Satanás -antes de que os hundáis.

Pero para ver, además de la luz nítida, es necesario tener el ojo limpio. A través de un ojo cubierto de materia por una enfermedad, no pasa la luz. Limpiad vuestros ojos. Limpiad vuestro espíritu para que la Luz pueda descender y entrar en vosotros. ¿Por qué perecer en las Tinieblas, cuando el Bonísimo os envía la Luz y la Medicina para curaros? No es todavía demasiado tarde.

Venid, en el tiempo que os queda, venid a la Luz, a la Verdad, a la Vida. Venid al Salvador vuestro, que os abre los brazos, que os abre el corazón, que os suplica que lo acojáis para vuestro eterno bien.

Jesús se muestra verdaderamente suplicante, amorosamente suplicante, despojado de cualquier otra cosa que no sea amor... Hasta las fieras más obstinadas, más ebrias de odio, lo sienten, y sus armas se sienten vencidas, sus rencores no tienen fuerza de escupir su ácido.

Se miran. Luego Elquías habla por todos:

-¡Has hablado bien Maestro! Te ruego que aceptes el convite que ofrezco en tu honor. -No pido ningún honor aparte del de conquistar vuestras almas. Déjame en mi pobreza...
-¿No querrás ofenderme negándote a aceptar?
-No hay ninguna ofensa. Te ruego que me dejes con mis amigos.

-¡También ellos! ¿Quién puede dudarlo? Ellos también contigo ¡Gran honor para mi casa!... ¡Gran honor!... Vas también a la casa de otros grandes. ¿Por qué no a la casa de Elquías?

-Bien, voy a ir. Pero cree que no podré decirte en el secreto de la casa palabras distintas de las que te he dicho aquí delante del pueblo.
-¡Tampoco yo! ¡Y tampoco mis amigos! ¿Lo dudas acaso?...
Jesús lo mira muy fijamente. Dice:

-No dudo sino de lo que ignoro. Pero no ignoro el pensamiento de los hombres. Vamos a tu casa... La paz a los que me han escuchado.

Y al lado de Elquías se dirige hacia la salida del Templo, seguido de la fila de sus apóstoles, mezclados -no entusiastas de ello -con los amigos de Elquías.


   


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