Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

293- Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos.
El don de la fe a Alejandro Misax


...Y también está muy cerca el mundo con sus olas de odio, traición, dolor, necesidad, curiosidad. Y las olas vienen, como las del mar a un puerto, a morir aquí, dentro del patio de la posada de Bosrá, limpio ahora de excrementos e inmundicias por el respeto del hospedero, cuyo corazón es mejor de lo que su cara hace suponer.

Mucha gente, del lugar y no del lugar, aunque todavía de la región; y gente que, por lo que dicen, comprendo que vienen de lejos, de las riberas del lago o de allende el lago. Nombres de pueblos y fragmentos de dolor se captan de las palabras que, a la espera de Jesús, se entrecruzan. Gadara, Ippo, Gerguesa, Gamala, Afeq, y Naím, Endor, Yizreel, Magdala y Corazín pasan de boca en boca; con ellos las referencias de los motivos que hasta aquí los han traído desde tan lejos.

-Cuando supe que Él había venido por la Transjordania me desanimé; pero, cuando iba a volver a Yizreel vinieron unos discípulos, y nos dijeron a los que estábamos esperando en Cafarnaúm: “Ahora estará seguro más allá de Gerasa. Id sin demora a Bosrá o a Arbela", y he venido con éstos...

-Yo vi pasar por Gadara a unos fariseos que preguntaban si Jesús de Nazaret estaba en la región. Tengo a mi mujer enferma. Me uní a ellos. Luego, ayer, en Arbela, supe que iba a venir antes a Bosrá, así que he venido aquí.
-Yo vengo de Gamala, por este niño. Le embistió una vaca furiosa. Se me ha quedado así... -y muestra a su hijo, tullido por entero, incapaz de mover libremente siquiera los brazos.

-Yo no he podido traer al mío. Vengo de Meguiddó. ¿Creéis que me lo curará desde aquí? -gime una mujer con el rostro enrojecido por el llanto.

-¡Hace falta el enfermo!
-No. Basta tener fe.
-No. Si no impone las manos no hay curación. Así hacen también sus discípulos.
-¡Has recorrido mucho camino para nada, mujer!
La mujer se abandona al llanto diciendo:
-¡Ay de mí! Lo he dejado, casi agonizando, esperando que... No lo va a curar y ahora tampoco lo voy a consolar yo cuando muera...

Otra mujer la conforta:

-No lo creas, mujer, que yo vengo a darle las gracias porque me hizo un gran milagro desde el monte donde estaba hablando.
-¿Qué mal tenía tu hijo?

-No era mi hijo. Era mi marido, que se había vuelto loco... -y las dos mujeres siguen hablando en voz baja.
-Es verdad. También la madre de Arbela recuperó convertido a su hijo sin que el Maestro lo viera -dice uno de Arbela, y sigue hablando con otros que tiene al lado...
-¡Abrid paso, por piedad! ¡Abrid paso! -gritan unos que transportan unas angarillas cubiertas por entero.

La muchedumbre se separa y la camilla pasa con su carga de dolor para disponerse en el fondo, casi detrás de un pajar. ¡Quién sabe si es hombre o mujer la persona extendida en las angarillas!

Entran dos fariseos todo orondos y bien conservados de aspecto, más soberbios que nunca. Asaltan, como si fueran dos locos, al pobre hospedero gritando:
-¡Maldito embustero! ¿Por qué nos dijiste que no estaba? ¿Eres cómplice suyo? ¡Burlarte así de nosotros, los santos de Israel, por favorecer a... ¿a quién?! ¿Tú qué sabes quién es? ¿Qué es para ti?

-¿Qué es? Pues lo que vosotros no sois. De todas formas no he mentido. Vino pocas horas después de vuestra llegada. Y no se ha escondido, ni yo lo escondo. Pero, dado que quien manda aquí soy yo, en este mismo instante os digo: "¡Fuera de mi casa!". Aquí no se injuria al Nazareno. ¿Entendido? ¡Y si no entendéis las palabras puedo hablaros con los hechos, abusones, que no sois más que unos abusones!

El fornido hospedero parece tan dispuesto a pasar a la acción, que los dos fariseos cambian de tono y reptan como perrillos amenazados con el azote.

-¡No, pero si lo buscábamos para venerarlo! ¿Qué idea te has hecho? Lo que nos ha sacado de nuestras casillas ha sido el pensar que por tu culpa no lo íbamos a poder ver.

Sabemos quién es. El Mesías, santo y bendito, y no somos dignos de alzar nuestra mirada a Él: nosotros, polvo; El, gloria de Israel. Llévanos a El. Nuestra alma arde de deseo de oír su palabra.

El hospedero les devuelve la pelota maravillosamente, respondiendo:

-¡Oh, pues fíjate, ¿cómo he podido pensar que fuera otra cosa, yo que he oído hablar de la justicia de los fariseos?! ¡Pues claro, habéis venido a adorarlo! ¡Os consume este deseo! Voy a decírselo. Voy... ¡No, por Satanás, tú no me sigues! Y tú tampoco, u os pego una sacudida, momias viejas venenosas, que os hago entrar al uno en el otro. Vosotros os quedáis aquí. Tú aquí, donde te planto, y tú aquí.

Lo que siento es no poderos hincar en el suelo hasta el cuello para servirme de vosotros como una estaca para atar a los cerdos y degollarlos -y une la acción a las palabras: coge primero al fariseo más delgaducho, por las axilas, lo alza y lo planta en el suelo con tanta violencia que, verdaderamente, si no fuera una tierra bien dura, el desdichado habría entrado al menos hasta el tobillo (pero es tierra dura y el fariseo queda de pie, tras un fuerte bamboleo, como si fuera un muñeco); luego coge al otro y, a pesar de ser más bien obeso, lo levanta y lo baja con igual furia, y, como reacciona y forcejea, al final, en vez de ponerlo derecho, lo tira al suelo, y el fariseo cae sentado: un envoltorio de carne y ropa... Luego se marcha, diciendo una palabrota que se pierde entre los lamentos de los dos fariseos y las carcajadas de muchos.

Entra por un pasillo, pasa a un patio pequeño, toma una escalera, pone pie en una galería, y luego en una habitación amplia donde Jesús con todos los suyos, más el mercader, están terminando de comer.

-Han llegado dos de los cuatro fariseos. Te lo digo para tu gobierno. Yo, por el momento, ya les he dado un repaso. Pretendían venir detrás de mí. No he querido. Ahora están abajo, en el patio, entre muchos enfermos, muchos, y más gente.

-Voy enseguida. Gracias, Fara. Tú ya puedes ir yendo.
Se levantan todos. Pero Jesús ordena que los discípulos se queden donde están, y también las mujeres, excepto su Madre, María Cleofás, Susana y Salomé. Y, visto el dolor que se dibuja en los rostros de los que quedan excluidos, dice:

-Subid a la terraza. Me podréis oír igualmente.
Sale con los apóstoles y las cuatro mujeres. Sigue en sentido contrario el mismo recorrido del hospedero. Entra en el patio grande. La gente alarga el cuello para ver; los más astutos se suben a los pajares, a los carros que están aparcados en uno de los lados, a los bordes de los pilones...

Los dos fariseos se adelantan respetuosísimos para recibirlo. Jesús los saluda con su habitual saludo, como si fueran sus más fieles amigos. No obstante, no se detiene a responder a sus preguntas hipócritas:
-¿Tan pocos sois? ¿Sin discípulos? ¿Te han abandonado?
Jesús, continuando su paso, responde serio:

-Ningún abandono. Venís de Arbela, donde habéis encontrado a los que me preceden; en Judea habéis encontrado a Judas de Simón, Tomás, Natanael y Felipe.

El fariseo corpulento no se atreve a seguirle más y se para de golpe, colorado como una brasa. El otro, más descarado, insiste:

-Es verdad. Pero, precisamente sabíamos que estabas con discípulos fieles y con las mujeres, y nos extrañaba verte con tan pocos. Queríamos ver tus nuevas conquistas para congratularnos contigo -y ríe falaz.

-¿Mis nuevas conquistas? ¡Aquí están! -y Jesús hace un gesto en semicírculo señalando a la multitud, que, en su mayor parte, son de la Transjordania, o sea, de esta región donde está Bosrá. Luego, sin darle al fariseo tiempo para replicar, empieza su discurso.

-“Me han buscado los que antes no se hacían cuestión de mí, me han encontrado los que antes no me buscaban. Y he dicho: “Aquí estoy, aquí estoy” a una nación que no invocaba mi Nombre” (Cita aquí Jesús a Isaías 65, 1 y siguientes, y 63)

¡Gloria al Señor, que habla la verdad por la boca de los Profetas! Yo, verdaderamente, al ver a esta muchedumbre que se apiña en torno a mí, exulto en el Señor, porque veo cumplidas las promesas que el Eterno me hizo cuando me envió al mundo, aquellas promesas que Yo mismo encendí, con el Padre y el Paráclito, en el pensamiento, en la boca, en el corazón de los Profetas, aquellas promesas que conocí antes de ser Carne y me incitaron a vestirme de carne.

Y me sostienen. Sí, me sostienen frente al odio, el rencor, la sospecha y la mentira. Me han buscado los que  antes no se hacían cuestión de mí, me han encontrado los que no me buscaban. ¿Por qué esto, si aquellos a quienes he tendido la mano diciendo: “Aquí estoy", por el contrario, me han rechazado? Y éstos me conocían, mientras que aquéllos no me conocían. ¿Entonces?

He aquí la clave del misterio. Ignorar no es pecado, renegar sí. Demasiados de los que tienen noticia de mí -a los cuales he tendido la mano- me han renegado como si fuera espurio, o un ladrón, o un diablo corruptor; porque en su soberbia han apagado la fe, se han descarriado por caminos no buenos, retorcidos, pecaminosos, abandonando el camino que mi voz les indica. El pecado está en el corazón, en los platos, en los lechos, en los corazones, en las mentes de este pueblo que me rechaza y que, viendo reflejada en todas partes su propia impureza, la ve también en mí, más concentrada aún por su odio; y entonces me dice: “Aléjate porque eres impuro".

¿Qué habrá de decir, pues, Aquel que viene con sus vestiduras teñidas de rojo, vestido de esplendor, caminando en la grandeza de su fuerza? Va a cumplir ya lo que dice Isaías, no va a guardar silencio, pero, ¿verterá en el interior de ellos cuanto se merecen? No. Antes debe pisar en su lagar, completamente solo, abandonado por todos, para hacer el vino de la Redención.

El vino que embriaga a los justos para hacerlos bienaventurados, el vino que embriaga a los culpables del gran pecado para triturar su sacrílego poder. Sí. Mi vino, el que va madurando hora tras hora al sol del eterno Amor, significará ruina y salvación de muchos, como ha dicho una profecía no escrita aún, mas sí depositada en la roca sin hendidura de que ha brotado la Vid que produce el Vino de Vida eterna.

¿Entendéis? No, no entendéis, doctores de Israel. Pero no importa que no entendáis. Está descendiendo sobre vosotros la tiniebla de que habla Isaías: "Tienen ojos pero no ven, oídos pero no oyen". Con vuestra malignidad os protegéis de la Luz; así se podrá decir que la Luz ha sido rechazada por las tinieblas y el mundo no ha querido conocerla.

Sin embargo, vosotros, vosotros que viviendo en las tinieblas habéis sabido creer en la Luz que os anunciaban, vosotros que la habéis deseado, buscado y encontrado, exultad. Exulta, pueblo de los fieles que has venido a la Salud, por montes, ríos, valles y lagos, sin contar el peso del largo camino. Lo mismo se hace por el otro camino, espiritual, que es el que, de las tinieblas de la ignorancia, te conducirá, pueblo de Bosrá, a la luz de la Sabiduría.

¡Exulta, pueblo de la Auranítida! Exulta en la alegría de conocer. Verdaderamente también de ti se habla, y de tus pueblos limítrofes, cuando canta el Profeta que vuestros camellos y dromedarios se apiñarán por los caminos de Neftalí y Zabulón, para llevar adoración al verdadero Dios y para ser sus siervos en la santa y dulce ley que sólo impone la observancia de los diez preceptos del Señor, a cambio de paternidad divina y bienaventuranza eterna: amar al verdadero Dios con la totalidad de uno mismo, amar al prójimo como a uno mismo, respetar los sábados sin profanarlos, honrar a los padres, no matar, no robar, no cometer adulterio, no ser falso en los testimonios, no desear la mujer ni las cosas de los demás. Bienaventurados vosotros si, viniendo desde más lejos, superáis a los que estaban en la casa del Señor, y que la han dejado, aguijoneados por los diez preceptos de Satanás: el desamor a Dios, el amor a uno mismo, la corrupción del culto, la dureza con los padres, el deseo homicida, el afán de hurtar la santidad ajena, la fornicación con Satanás, los falsos testimonios, la envidia por la naturaleza y misión del Verbo, el horrendo pecado que fermenta y va madurando en el fondo de los corazones, de demasiados corazones.

Exultad, vosotros los sedientos, los hambrientos, los afligidos! ¿Erais los repudiados, los proscritos, los despreciados, los extranjeros? ¡Venid! ¡Exultad! Ahora ya no. Yo os doy casa, bienes, paternidad, patria. Os doy el Cielo. ¡Seguidme, porque soy el Salvador! ¡Seguidme, porque soy el Redentor! ¡Seguidme, pues soy la Vida! ¡Seguidme, pues soy Aquel a quien el Padre no niega gracias! ¡Exultad en mi amor! ¡Exultad! Para que veáis -vosotros que me habéis buscado con vuestros dolores, que habéis creído en mí antes de conocerme-que os amo, para que este día sea de verdadera exultación, oro así:

"¡Padre, Padre santo! ¡Sobre todas las heridas, las enfermedades, las llagas de los cuerpos, las angustias, los tormentos, los remordimientos de los corazones, sobre todas las fes que están naciendo, sobre las que vacilan, sobre las que se fortalecen, descienda, descienda salud, gracia, paz! ¡Paz en mi Nombre! ¡Gracia en tu Nombre! ¡Salud por nuestro recíproco amor! ¡Bendice, oh Padre santísimo! ¡Recoge y funde en un solo rebaño a estos tus hijos e hijos míos dispersos! ¡Haz que donde esté Yo estén ellos, una sola cosa contigo, Padre santo, contigo, conmigo y con el divinísimo Espíritu!

Jesús, con los brazos abiertos en forma de cruz, las palmas elevadas hacia el cielo, el rostro alzado, su voz sonando aguda e intensa como una trompeta de plata, ha hablado arrolladoramente... Ahora se queda así, en silencio, durante unos minutos. Luego sus ojos de zafiro dejan de mirar al cielo para mirar al vasto patio lleno de gente, que suspira emocionada y vibra de esperanza; las manos se juntan extendiéndose levemente hacia delante, y, con una sonrisa que le transfigura, lanza su último grito:
-¡Exultad, vosotros que creéis y esperáis! ¡Pueblo que sufre, yérguete y ama al Señor Dios tuyo!

Simultánea y globalmente, se produce la curación de todos los enfermos: un clamor de trino y trueno, de gritos y voces, se eleva para ensalzar al Salvador. Desde el fondo del patio, todavía arrastrando la sábana que la cubría, una mujer hiende la muchedumbre para caer a los pies del Señor. El clamor de la gente se hace distinto, de terror:

-¡María, la leprosa, la mujer de Joaquín! -y huyen en todas las direcciones.

-¡No temáis! Está curada. El contacto con ella ya no os puede hacer ningún daño -dice Jesús en tono tranquilizador. Y luego dice a la mujer que está prosternada: «Levántate, mujer. Tu gran esperanza te ha premiado y te merece el perdón de haber conculcado la prudencia que debías guardar con los hermanos. Vuelve a tu casa después de las purificaciones por la curación.

La mujer, joven y pasablemente guapa, llora mientras se pone de pie. Jesús la muestra a la gente, que se acerca un poco, admira el milagro y expresa con gritos su maravilla:
-El marido la adoraba. Le había construido un refugio en el extremo de sus tierras y todas las tardes iba y, llorando, le daba comida...

-Había enfermado por su piedad, atendiendo a un mendigo que no había dicho que era leproso.

-Pero, ¿cómo ha venido María, la buena?
-Con esa camilla. ¿Cómo no hemos pensado que eran dos servidores de Joaquín?

-Se han arriesgado a que los lapidaran.
-¡Su ama! La quieren, sabe hacerse querer más que a uno mismo...

Jesús hace un gesto y todos guardan silencio:

-Habéis visto que el amor y la bondad provocan el milagro y la alegría. Sabed ser buenos, pues. Puedes marcharte, mujer. Nadie te hará ningún mal. Paz a ti y a tu casa.
La mujer sale seguida por los servidores, que han prendido fuego a la camilla en medio del patio; detrás de ella, mucha gente.

Jesús, después de escuchar a alguno, despide a la multitud y se retira a casa seguido de los que estaban con Él.

-¡Qué palabras, Maestro!
-¡Qué transfigurado estabas!
-¡Qué voz!
-¡Y qué milagros!
-¿Has visto cuándo han desaparecido los fariseos?
-Se han marchado reptando como dos lagartos después de las primeras palabras.

-Los de Bosrá y de todos estos pueblos tienen de ti un
recuerdo espléndido...

-Madre, ¿y tú qué dices?
-Te bendigo, Hijo. Por mí y por ellos.
-Y tu bendición me acompañará hasta que nos volvamos a reunir.

-¿Por qué dices eso, Señor? ¿Es que las mujeres nos dejan?
-Sí, Simón. Mañana, con los primeros albores, Alejandro parte para Aera. Iremos con él hasta el camino de Arbela, luego lo dejaremos... con dolor, créeme, Alejandro Misax, tú que has sido un amable guía del Peregrino. Te recordaré siempre, Alejandro...

La emoción se transparenta en el anciano. Está saludando con los brazos cruzados, con gran reverencia, a la manera oriental, un poco inclinado, frente a Jesús. Mas, al oír estas palabras, dice:

-Sobre todo, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino.
-¿Lo deseas, Misax?
-Sí, mi Señor.
-Yo también deseo una cosa de ti.
-¿Cuál, Señor? Si puedo, te la daré; aunque fuera la cosa más valiosa que poseo.

-Es la más valiosa. Quiero tu alma. Ven a mí. A1 principio del viaje te dije que esperaba ofrecerte un don al final. El don es la Fe. ¿Crees en mí, Misax?

-Creo, Señor.

-Entonces santifica tu alma, para que la Fe no signifique para ti un don que no sólo sería ineficaz sino incluso perjudicial.

-Mi alma es vieja. Pero me esforzaré en hacerla nueva. Señor, soy un viejo pecador. Pero, absuélveme y bendíceme para que desde ahora empiece una vida nueva. Llevaré conmigo tu bendición como la mejor ayuda en mi camino hacia tu Reino... ¿No nos vamos a volver a ver, Señor?
-Nunca más en esta tierra. Pero tendrás noticias mías y tu fe aumentará, porque no te dejaré sin evangelización.

Adiós, Misax. Mañana tendremos poco tiempo para saludarnos. Saludémonos ahora, antes de comer juntos por última vez.

Lo abraza y lo besa. También lo hacen los apóstoles y los discípulos, mientras que las mujeres saludan con un único saludo.
Pero Misax se arrodilla casi delante de María diciendo:
-Tu luz de pura estrella de la mañana resplandezca en mi pensamiento hasta la muerte.
-Hasta la Vida, Alejandro. Ama a mi Hijo y me amarás a mí, y yo te amaré.

Simón Pedro pregunta:

-¿Pero de Arbela vamos a ir a Aera? Tengo miedo de que nos coja el mal tiempo. Mucha niebla... Hace tres días que baja al alba y al atardecer...

-Porque aquí hemos descendido. ¿No te parece que hemos bajado mucho? De todas formas es así. A partir de mañana subirás hacia los montes de la Decápolis y ya no tendrás nieblas -explica Misax.

-¿Hemos bajado? ¿Cuándo? Era camino llano...
-Sí, pero en continua bajada. ¡Tan suave que no se advierte! ¡Pero por millas y millas!...
-¿Cuánto tiempo estaremos en Arbela?

-Tú, Santiago y Judas, ni siquiera una hora -dice resueltamente Jesús.

-¿Yo... Santiago y Judas... ni siquiera una hora? ¿Y a dónde voy, si no estoy con todos vosotros?

-A otro lugar. Hasta las tierras que custodia Cusa. Acompañarás con los otros a mi Madre y a las mujeres hasta allí. Luego seguirán solas con los servidores de Juana, y vosotros volveréis y os reuniréis conmigo en Aera.
-¡Oh, Señor, me castigas porque estás enojado conmigo!... ¡Cuánto dolor me causas, Señor!

-Se siente castigado quien tiene conciencia de culpa, Simón. Esta conciencia de culpa, y no el castigo en sí mismo, debe producir dolor. Pero no creo que sea un castigo el acompañar a mi Madre y a las discípulas en el camino de regreso.

-¿Pero no sería mejor que vinieras Tú también con nosotros? Deja Aera, y estos lugares, y ven con nosotros.
-He prometido que iría e iré.
-Pues entonces voy también yo.

-Tú obedece como hacen mis hermanos sin protestar.
-¿Y si encuentras fariseos?

-Ciertamente no eres tú el más indicado para convertirlos. Pero precisamente porque los voy a encontrar es por lo que quiero que tú, con Santiago y Judas, os separéis antes de Arbela con las mujeres y con Juan de Endor y Margziam.
-¡Ah!... ¡Entiendo! Bien.

Jesús se vuelve hacia las mujeres y las bendice, una a una, dándoles a cada una consejos apropiados.

Magdalena, al agacharse a besar los pies de su Salvador, pregunta:

-¿Te voy a ver antes de volver a Betania?».
-Sin duda, María. Para Etanim estaré en el lago.

   


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