Thursday April 25,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

254- El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima


No veo la ciudad de Dora. Declina el sol. Los peregrinos se dirigen a Cesárea. La permanencia en Dora no la he visto. Quizás ha sido sólo un alto en el camino sin nada especial que señalar. El mar parece al rojo vivo, de tanto como refleja, en su calma, el rojo del cielo; un rojo, éste, tan violento, que aparece casi irreal: es como si hubieran vertido sangre en la bóveda del firmamento. Hace todavía calor, pero el aire del mar lo hace soportable.

Caminan siguiendo la orilla para evitar el ardor del terreno seco; bastantes, incluso, se han quitado las sandalias y se han remangado los vestidos para entrar en el agua.

Pedro declara:

-Si no hubieran estado las discípulas, me habría desnudado y me habría metido dentro del agua hasta el cuello.
Pero... hasta de donde está debe salir, porque la Magdalena, que iba adelante con las otras, vuelve y dice:
-Maestro, conozco bien esta zona. ¿Ves allí ese hilo amarillo en el azul del mar? Allí descarga un río, perenne, incluso en este tiempo de verano. Y hay que saberle atravesar...

-¡Hemos atravesado muchos ríos! ¡No será el Nilo!

Atravesaremos también éste -dice Pedro.
-No es el Nilo. Pero en sus aguas y sus orillas hay animales de agua peligrosos. No se puede pasar a la ligera y descalzos, porque entonces te hieren.

-¿Pero bueno, qué son, leviatanes?
-Bien has dicho, Simón, son verdaderamente cocodrilos; pequeños, pero suficiente como para que no puedas caminar un buen trecho.
-¿Y qué hacen allí?

-Los trajeron por motivos de culto, creo, desde cuando aquí reinaban los fenicios. Y aquí se han quedado. Cada vez más pequeños, pero no por ello menos agresivos.

Pasaron de los templos al limo del río. Ahora son lagartones grandes, ¡pero con unos dientes! Los romanos vienen para celebrar partidas de caza y para otra serie de diversiones... Yo también he venido con ellos. Todo sirve para... llenar el tiempo. Además las pieles son bonitas y se usan para muchas cosas. Por la experiencia que tengo, dejad que os guíe.

-Bien. Me gustaría verlos... -dice Pedro.
-Quizás vemos alguno, aunque de hecho los han cazado tanto que están casi exterminados.

Dejan la orilla y se dirigen hacia el interior. Encuentran un camino de primer orden entre medias de las colinas y el mar. Llegan pronto a un puente muy arqueado, tendido sobre un río pequeño, aunque de cauce más bien grande, ahora pobre de aguas, reducidas al centro del lecho. Donde no hay agua se ven juncales y cañizares ahora semiagostados por el verano, aunque en otras estaciones del año, sin duda, forman minúsculas islas en medio de las aguas). En las orillas hay matorrales y árboles frondosos.

A pesar de escrutar mucho con la mirada, no ven ningún animal, y muchos sufren un desencanto. Pero, estando ya para terminar el paso del puente (una recia construcción, tal vez romana, con un único arco muy alto; quizás para que no lo invadan las aguas en tiempo de crecida), Marta da un grito agudísimo y se hace atrás aterrorizada: un enorme lagartón -es lo que parece, no más, pero con la clásica cabeza de los cocodrilos-está atravesado en el camino haciéndose el dormido.

-¡No tengas miedo, mujer! -grita la Magdalena. Cuando están ahí no son peligrosos. Lo malo es cuando están
escondidos y se mete el pie sin verlos.

Pero Marta se mantiene prudentemente atrás. También Susana se lo toma muy en serio... María de Alfeo es más valiente, no sin prudencia: al lado de sus hijos, sigue adelante mientras mira. Los apóstoles no tienen ningún miedo; miran y hacen comentarios sobre el feo animal, el cual se digna girar lentamente la cabeza para que lo vean también de frente, y luego hace ademán de moverse, como si quisiera ir en dirección a estos importunos viandantes. Otro grito de Marta, que se hace atrás más todavía, imitada esta vez por Susana y María Cleofás. Pero María de Magdala coge un canto, se lo tira al animal y le da en un costado, y éste huye hacia abajo por el guijarral para encenagarse en el agua.

-Ven, acércate, miedosa. Ya no está -dice a su hermana. Las mujeres se juntan de nuevo.
-Pero es feo con ganas, ¡eh! -comenta Pedro.
-
Maestro, ¿es verdad que en el pasado les daban de comer víctimas humanas? -pregunta Judas Iscariote.
-Se le consideraba animal sagrado. Representaba a un dios, y, de la misma forma que nosotros ofrecemos el sacrificio a nuestro Dios, ellos, los pobres idólatras, lo hacían con las formas y errores que su condición comportaba.
-¿Pero todavía se hace ahora? -pregunta Susana.

-Creo que no hay que descartar que todavía se haga en lugares idólatras -dice Juan de Endor.

-¡Dios mío! Pero se los darán muertos, ¿no?!
-No. Si se los dan es vivos. Jovencitas, niños, en general: las primicias del pueblo. Al menos eso es lo que he leído ­responde Juan de Endor a las mujeres, las cuales miran a su alrededor todo asustadas.

-Yo, si tuviera que acercarme a él, me moriría de miedo -dice Marta.
-¿Sí? Pues ése no es nada, mujer, respecto al verdadero cocodrilo: es, al menos, tres veces más largo y ancho.
-Y además hambriento. Ése ciertamente estaba ya lleno de culebras o conejos montaraces.

-¡Misericordia! ¡También culebras! Pero, ¿a dónde nos has traído, Señor?! -dice quejumbrosa Marta, tan asustada que la risa se apodera irresistiblemente de todos.
Hermasteo, que hasta ahora ha guardado siempre silencio, dice:

-No tengas ningún miedo. Basta hacer mucho ruido y todos huyen. Tengo experiencia. He estado en repetidas ocasiones en el bajo Egipto.

Reanudan la marcha dando palmadas o golpeando en los troncos... La parte peligrosa queda atrás.
Marta se ha juntado a Jesús y pregunta frecuentemente:

-¿Es seguro que ya no habrá más?
Jesús la mira y menea la cabeza sonriendo, pero la tranquiliza:

-Estamos ya muy cerca de la llanura de Sarón, que no es sino belleza. ¡De todas formas, sí que me teníais reservadas hoy sorpresas las discípulas! No sé verdaderamente por qué eres tan asustadiza.

-Yo tampoco lo sé. Pero todo lo que repta me aterroriza. Tengo la impresión como de sentir el frío de esos cuerpos fríos y legamosos -sobre mí. Y me pregunto por qué existen. ¿Son, acaso, necesarios?

-Esto habría que preguntárselo a Aquel que los hizo. Tú cree que si los ha hecho es señal de que son útiles... aunque sólo fuera para hacer brillar el heroísmo de Marta -dice Jesús con un brillo perspicaz en sus ojos.
-¡Oh, Señor! Tienes razón en bromear, pero yo tengo miedo y no me venceré jamás.

-Eso lo veremos... ¿Qué se mueve allí entre aquellos matorrales? -dice Jesús levantando la cabeza y dirigiendo su mirada adelante, hacia una maraña de zarzas y otras plantas de largas ramas lanzadas al asalto de una voluminosa barrera de chumberas, situada más atrás, con sus palas tan duras cuanto flexibles son las ramas agresoras.

-¿Otro cocodrilo, Señor?... -gime Marta aterrorizada.
Pero el crujir de frondas aumenta y tras ellas aparece un rostro humano, de mujer. Mira. Ve a todos estos hombres. Duda entre huir por el campo o introducirse en la agreste galería. Vence lo primero y, dando un grito, huye.

-¿Leprosa?, ¿Loca?, ¿Endemoniada? -se preguntan, sin salir de su asombro.

Pero la mujer vuelve sobre sus pasos, porque de Cesárea -ya cercana-está viniendo un carro romano. La mujer se ve como un ratón sin escapatoria. No sabe a dónde ir, porque Jesús con los suyos están ahora junto al matorral que le servía de refugio y no puede volver, y hacia el carro no quiere ir... Entre las primeras calígines del anochecer -la noche se acerca de prisa  tras el intenso ocaso-se ve que es joven y donosa, a pesar de estar harapienta y despeinada.

-¡Mujer! Ven aquí!-ordena Jesús imperiosamente.

La mujer tiende los brazos hacia Él suplicando:

-¡No me hagas daño!
-Ven aquí. ¿Quién eres? No te voy a hacer ningún daño -lo dice tan dulcemente, que logra persuadirla.

La mujer se acerca encorvada y se arroja al suelo diciendo:

-Quienquiera que seas, ten piedad. Mátame, pero no me devuelvas a mi amo. Soy una esclava que ha huido...

-¿Quién era tu amo? ¿De dónde eres? Se ve que no eres hebrea, por tu modo de hablar y tu vestido.

-Soy griega. La esclava griega de... ¡Piedad!

¡Escondedme! ¡El carro está llegando!...

Todos forman grupo en torno a la infeliz, que se acurruca en el suelo. El vestido desgarrado por los espinos deja ver los hombros surcados de golpes y ornados de arañazos.

El carro pasa sin que ninguno de sus ocupantes muestre interés por este grupo parado junto al matorral.

-Han pasado de largo, habla. Si podemos, te ayudamos -dice Jesús tocando con la punta de los dedos su cabellera despeinada.

Soy Síntica, la esclava griega de un noble romano del séquito del Procónsul.

-¡Entonces eres la esclava de Valeriano! -exclama María de Magdala.

-¡Piedad, piedad! No me denuncies a él -suplica la infeliz.

-No temas. No volveré a hablar nunca más con Valeriano -responde la Magdalena, y explica a Jesús: «Es uno de los más ricos y sucios romanos que tenemos aquí. Y, lo mismo que es sucio, es cruel».

-¿Por qué has huido? -pregunta Jesús.
-Porque tengo un alma. No soy una mercancía... -la mujer siente seguridad al ver que ha encontrado a personas compasivas -No soy una mercancía. Mi amo me compró, es verdad, pero podrá haber comprado mi persona para embellecer su casa, para que le alegre las horas con la lectura, para que le sirva, sí, pero nada más. ¡El alma es

mía! No es una cosa que se compre. Y quería también mi alma.

-¿Cómo tienes conocimiento del alma?

-No soy iletrada, Señor; botín de guerra desde la más tierna edad, pero no plebeya. Éste es mi tercer amo, un indecente fauno. Pero conservo las palabras de nuestros filósofos, y sé que en nosotros hay algo más que carne.

Dentro de nosotros hay algo que es inmortal, algo que no tiene exacto nombre para nosotros... Pero hace poco he sabido su nombre. Un día ha pasado por Cesárea un hombre, que hacía prodigios y hablaba mejor que Sócrates y Platón.

Fue objeto de muchos comentarios, en termas y triclinios, o en los dorados peristilos. Ensuciaron su augusto nombre pronunciándolo en las salas de sus inmundas orgías. Y mi amo me mandó leer otra vez -precisamente a mí, que ya sentía en mí algo inmortal que sólo le corresponde a Dios y no se compra como mercancía en un mercado de esclavos-las obras de los filósofos, para cotejar y buscar si esta cosa ignorada, que el hombre que había venido a Cesárea había llamado "alma", estaba ahí descrita.

¡A mí me lo hizo leer, a mí a quien quería someter a su carnalidad! Así he venido a saber que esta cosa inmortal es el alma. Y, mientras Valeriano con los otros como él escuchaba mi voz, y, entre un eructo y un bostezo, trataba de entender, comparar y discutir, yo unía lo que decían, refiriendo las palabras del Desconocido, a las palabras de los filósofos, y me las metía aquí, y con ellas me construía una dignidad cada vez más fuerte, para rechazar su libídine... Hace unos días, una noche, me pegó salvajemente, porque lo rechacé a dentelladas... Al día siguiente me escapé...

Hace cinco días que vivo en esa espesura, cogiendo de noche moras e higos chumbos. Pero al final dará conmigo.

Ciertamente me está buscando. Cuesto mucho dinero, y gusto demasiado a su carnalidad, como para que se desentienda de mí... ¡Ten piedad! Te pido -eres hebreo y, sin duda, sabes dónde está-, te pido que me conduzcas a ese Desconocido que habla a los esclavos y que habla del alma. Me han dicho que es pobre. Pasaré hambre, pero quiero estar a su lado para que me instruya y me eleve: vivir con los brutos embrutece, aunque se les oponga resistencia. Quiero volver a poseer la dignidad moral mía.

-Ese hombre, el Desconocido al que buscas, está frente a ti.

-¿Tú? ¡Oh, ignoto Dios de la Acrópolis! ¡Ave! -y se postra hasta tocar con la frente el suelo.

-Aquí no puedes estar. Pero Yo voy a Cesárea...

-¡No me dejes, Señor!

-No te dejo... Estoy pensando...

-Maestro, nuestro carro está, sin duda, en el lugar convenido, esperándonos. Manda a avisar. En el carro estará segura como en nuestra casa -aconseja María de Magdala.

-¡Sí, confíanosla a nosotras, Señor! Ocupará el lugar del anciano Ismael. La instruiremos sobre ti. Será una mujer arrebatada al paganismo -suplica Marta.

-¿Quieres venir con nosotros? -pregunta Jesús.
-Con cualquiera de los tuyos, con tal de no volver con aquel hombre. ¡Pero... pero aquí una mujer ha dicho que lo conoce! ¿No me traicionará? ¿No irán romanos a su casa? ¿No...?

-No tengas miedo. A Betania no van romanos; sobre todo, de esa clase -dice la Magdalena para tranquilizar.

-Simón y Simón Pedro, id a buscar el carro. Os esperamos aquí. Entraremos en la ciudad después -ordena Jesús.

...Cuando el pesado carro cubierto anuncia su presencia con el ruido de los cascos y las ruedas y con el farol oscilante colgado de su techo, los que esperaban se levantan del ribazo donde han cenado y bajan al camino.

El carro se para, bamboleándose, en la orilla del camino deformado. Bajan Pedro y Simón; inmediatamente después, baja una mujer anciana, que corre a abrazar a la Magdalena diciendo:

-Ni siquiera un momento, no quiero dejar pasar ni un momento sin decirte que soy feliz, que tu madre exulta conmigo, que eres de nuevo la rubia rosa de nuestra casa, como cuando dormías en la cuna después de haber mamado de mi pecho -y la besa una y otra vez. María llora entre sus brazos.

-Mujer, te confío a esta joven y te pido el sacrificio de esperar aquí toda la noche. Mañana podrás ir al primer pueblo de la vía consular y esperar allí. Nosotros iremos antes del final de la tercia -dice Jesús a la nodriza.

-Todo sea como Tú quieras. ¡Bendito seas! Déjame sólo darle a María los vestidos que le he traído.

Y vuelve a subir al carro, con María Santísima, María y Marta.

Cuando vuelven a salir, la Magdalena aparece como la veremos en lo sucesivo siempre: con una túnica sencilla, un lienzo fino y grande de lino como velo y un manto sin adornos.

-Ve tranquila, Síntica. Mañana vendremos nosotros. Adiós.
Es el saludo de Jesús, que reanuda su camino hacia Cesárea...

Mucha gente, a la luz de antorchas o faroles llevados por esclavos, pasea por la orilla del mar, respirando el aire marino: gran alivio para los pulmones cansados del bochorno del estío. Los que pasean son precisamente la clase de los ricos romanos. Los hebreos están dentro de sus casas y gozan del fresco en la parte alta de éstas.

La orilla del mar parece un larguísimo salón en hora de visitas. Pasar por ahí significa literalmente ser sometido a detallado análisis. Pues bien, a pesar de ello, Jesús pasa precisamente por ahí, todo a lo largo de la orilla, sin hacer caso de miradas, comentarios o ironías.

-Maestro, ¿Tú por aquí? ¿A esta hora? -pregunta Lidia (que está sentada en una especie de sillón o triclinio que le han llevado los esclavos al margen de la vía), y se pone en pie.

-Vengo de Dora y se me ha hecho tarde. Estoy buscando un lugar de alojamiento.

-Te diría: ahí está mi casa -y señala un bonito edificio a espaldas suyas -Pero no sé si...

-No. Te lo agradezco, pero no acepto. Traigo a muchos conmigo y ya dos de ellos se han adelantado para avisar a personas que conozco. Creo que me darán hospedaje.

Los ojos de Lidia se fijan también en las mujeres a las que ha señalado Jesús junto con los discípulos. Enseguida reconoce a la Magdalena.

-¡María! ¿Tú? ¡Entonces es verdad!

La mirada de María es como la de una gacela acorralada: denota suplicio. No sin motivo, porque no es Lidia la única a quien afrontar; hay muchos otros que se están fijando en ella... Pero mira a Jesús y se siente segura de nuevo.

-Es verdad.

-¡Entonces te hemos perdido!

-No. Me habéis encontrado. Al menos espero hallaros un día, y con una amistad mejor, en este camino que por fin he encontrado. Díselo esto, te lo ruego, a todos los que me conocen. Adiós, Lidia. Olvida todo el mal que me viste hacer. Te pido perdón por ello...

-¡Pero María! ¿Por qué te humillas? Hemos vivido la misma vida, de ricos y ociosos, y no hay...
-No. Yo he vivido una vida peor. Pero la he dejado. Y además para siempre.

-Adiós, Lidia -abrevia el Señor, y se mueve hacia su primo Judas, que, con Tomás, está viniendo hacia Él.
Lidia retiene un momento más a la Magdalena.

-Ahora que estamos entre nosotras, dime la verdad: ¿estás realmente convencida?

-No convencida: dichosa de ser la discípula. Sólo lloro una cosa: no haber conocido antes la Luz y haber comido el lodo en vez de nutrirme de Ella. Adiós, Lidia.

La respuesta resuena límpida en el silencio que se ha hecho en torno a las dos mujeres. Ninguno de los muchos presentes dice ya nada más... María se vuelve y, rápida, trata de alcanzar al Maestro.

Un joven se le pone delante:

-¿Es tu última locura? -dice, y hace ademán de abrazarla, pero, estando medio borracho, no lo logra y María lo evita mientras le grita: «No, es mi único acto de cordura». Y se llega hasta donde sus compañeras, que sienten tanta repulsa de las miradas de esos viciosos, que van veladas como mahometanas.

-María -dice temblorosa Marta -¿has sufrido mucho?
-No. Y, tiene razón, y ahora ya no volveré a sufrir por esto, tiene razón Él...

Tuercen todos hacia una callejuela oscura, para entrar luego en una casa grande -se ve que es una posada-donde pasar la noche.

   


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