|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con José de Emaús
 142. Con los doce hacia Samaria   143. La samaritana Fotinai   144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar   145. El primer día en Sicar  146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos  147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai  148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón   149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción a los apóstoles
 150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá seguir a su Hijo
 151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.El oficial del rey
 152. María Salomé es recibida como discípula   153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús  154. Jesús en Cesárea Marítima  habla a los galeotes. Las fatigas del apostolado
 155. Curación de la niña romana en Cesárea  156. Analía, la primera de las  vírgenes consagradas   157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret  158. En el lago de Genesaret con Juana de Cusa.
 159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.  160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala   161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm  162. Las conversiones humanas del fariseo Elí y de Simón de Alfeo
 163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm  164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles  165. Elección de los doce Apóstoles  166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez  167. Jesús concurre con las romanas en el jardín de Juana de Cusa
 168. Aglae en casa de María,en Nazaret
 169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos  170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas  171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos  evangélicos que perfeccionanla Ley
 172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la  oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara   173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las  riquezas; la limosna; la confianza en Dios.   174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre  el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna deMaría de  Magdala.
 175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad  del escriba Juan
 176. Durante el descanso sabático, el último discursode la Montaña:
 amar la 
  voluntad de Dios
 177. La curación del siervodel centurión
 178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús  179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevodiscípulo Elías
 180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida.  Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de  Juan el Bautista   181. La parábola del trigoy la cizaña
 182. Palabras a algunos pastores con el huerfanito Zacarías
 183. La curación de un hombre herido en casa de María  de Magdala
 184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobreel Reino de los Cielos
 185. La tempestad calmada.Una lección sobre
 sus  preliminares
 186. Los dos endemoniados de la región de los  Gerasenos   187. Hacia Jerusalénpara la Pascua.
 De Tariquea al  monte Tabor
 188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix,  llamado luego Juan  189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda   190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la  puestadel sol del viernes
 191. El sábado en Esdrelón. El pequeño Yabés.
 Parábola del rico Epulón
 192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a  Engannim tras un alto en Meguido   193. Llegada a Siquem tras dos días de camino   194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino  de Siquem a Berot   195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote. Llegada a Jerusalén
 196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre  y de los amores de distintas potencias   197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso   198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés  cambia su nombre por el de Margziam  199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro  obtiene a Margziam por medio de María
 200. Coloquio de Áglaecon el Salvador
 201. El examen de la mayoría de edad de Margzia
 202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán  203. El Padrenuestro  204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la  parábolade los templos
 205. La parábola del hijo pródigo  206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos,  termina la permanencia en Betania  207. En la gruta de Belén la Madre evoca
 el 
nacimiento de Jesús
 208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con  Jesús va a Betsur donde Elisa   209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur  210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el  caminohacia Hebrón
 211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista   212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde la 
  casita de Isaac
 213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica  214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot  215. El posadero de Bet Yinna y su hija lunática
 216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola del diente de león
 217. Las espigas arrancadasun sábado
 218. La llegada a Ascalón,ciudad filistea
 219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón  220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa de la parturienta
 221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme  222. Un secreto del apóstol Juan   223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús  224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter  225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios  226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael   227. Un episodio incompleto   228. Margziam confiadoa Porfiria
 229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro   230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo  231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala  232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado  233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye  234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala  235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión   236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolucióna María de Magdala
 237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por suhermana María
 238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad  239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas  240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús  241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida  242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades  243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas  244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz  245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola delleproso curado
 246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos 
 247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden a la oración mental
 248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados  249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la fidelidad a Dios
 250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima  251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo de Ascalón
 252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo  253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.La Magdalena debe
 forjarse sufriendo
 254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima  255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una leccióna Judas Iscariote
 256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fey la caridad
 257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo  258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misiónde apóstol
 259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro  260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos de la llanura de Esdrelón
 261. Exhortación a los campesinos de Doras, que ahora lo son de Jocanán
 262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.El Iscariote solicita
 la ayuda de María
 263. Curación del hombre del brazo atrofiado   264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret  265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo de su ministerio
 266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes  267. Jesús, carpintero en Corazín  268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero  269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos  270. Jesús recibe la noticia de que han matado  a Juan el Bautista
 271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm  272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba  273. La primera multiplicaciónde los panes
 274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer a quien le invoca
 275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual  276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia en los siervos de Dios
 277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos  278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos   279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos  280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre los místicos futuros
 281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano  282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo, Juan de Endor y Síntica
 283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad  284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstolesse quedarán en Judea
 285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó sin Judas Iscariote
 286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdode las almas
 287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader   288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús  289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación de los paganos
 290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas  291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los díasa la hora nona
 292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá  293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax  294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre y a las discípulas
 295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob  296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan   297. Con el sermón de Aera termina el segundogran viaje apostólico
 298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ellase deducen
 299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías  300. Con escribas y fariseos en casa 
del resucitado de Naím  301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro  302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias  303. Jesús donde su Madre en Nazaret
 304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madrey Maestra
 305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos  306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio   307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención  308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos  309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo   310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida de Juan de Endor y Síntica
 311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor  312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año    | 
      
      
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             254- El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima              
 No veo la  ciudad de Dora. Declina el sol. Los peregrinos se dirigen a Cesárea. La  permanencia en Dora no la he visto. Quizás ha sido sólo un alto en el camino  sin nada especial que señalar. El mar parece al rojo vivo, de tanto como  refleja, en su calma, el rojo del cielo; un rojo, éste, tan violento, que  aparece casi irreal: es como si hubieran vertido sangre en la bóveda del  firmamento. Hace todavía calor, pero el aire del mar lo hace soportable.  
 Caminan siguiendo la orilla para evitar el ardor del terreno seco; bastantes,  incluso, se han quitado las sandalias y se han remangado los vestidos para  entrar en el agua.
 
 Pedro  declara:
 
 -Si no  hubieran estado las discípulas, me habría desnudado y me habría metido dentro  del agua hasta el cuello.
 Pero...  hasta de donde está debe salir, porque la Magdalena, que iba adelante con las  otras, vuelve y dice:
 -Maestro,  conozco bien esta zona. ¿Ves allí ese hilo amarillo en el azul del mar? Allí  descarga un río, perenne, incluso en este tiempo de verano. Y hay que saberle  atravesar...
 
 -¡Hemos  atravesado muchos ríos! ¡No será el Nilo!
 
 Atravesaremos también éste -dice  Pedro.
 -No es el  Nilo. Pero en sus aguas y sus orillas hay animales de agua peligrosos. No se  puede pasar a la ligera y descalzos, porque entonces te hieren.
 
 -¿Pero  bueno, qué son, leviatanes?
 -Bien has  dicho, Simón, son verdaderamente cocodrilos; pequeños, pero suficiente como  para que no puedas caminar un buen trecho.
 -¿Y qué  hacen allí?
 -Los  trajeron por motivos de culto, creo, desde cuando aquí reinaban los fenicios. Y  aquí se han quedado. Cada vez más pequeños, pero no por ello menos agresivos.  
 Pasaron de los templos al limo del río. Ahora son lagartones grandes, ¡pero con  unos dientes! Los romanos vienen para celebrar partidas de caza y para otra  serie de diversiones... Yo también he venido con ellos. Todo sirve para...  llenar el tiempo. Además las pieles son bonitas y se usan para muchas cosas.  Por la experiencia que tengo, dejad que os guíe.
 
 -Bien. Me  gustaría verlos... -dice Pedro.
 -Quizás  vemos alguno, aunque de hecho los han cazado tanto que están casi exterminados.
 Dejan la  orilla y se dirigen hacia el interior. Encuentran un camino de primer orden  entre medias de las colinas y el mar. Llegan pronto a un puente muy arqueado,  tendido sobre un río pequeño, aunque de cauce más bien grande, ahora pobre de  aguas, reducidas al centro del lecho. Donde no hay agua se ven juncales y  cañizares ahora semiagostados por el verano, aunque en otras estaciones del  año, sin duda, forman minúsculas islas en medio de las aguas). En las orillas  hay matorrales y árboles frondosos. 
 A pesar de  escrutar mucho con la mirada, no ven ningún animal, y muchos sufren un  desencanto. Pero, estando ya para terminar el paso del puente (una recia  construcción, tal vez romana, con un único arco muy alto; quizás para que no lo  invadan las aguas en tiempo de crecida), Marta da un grito agudísimo y se hace  atrás aterrorizada: un enorme lagartón -es lo que parece, no más, pero con la  clásica cabeza de los cocodrilos-está atravesado en el camino haciéndose el  dormido.
 -¡No tengas  miedo, mujer! -grita la Magdalena. Cuando están ahí no son peligrosos. Lo malo  es cuando están escondidos y se mete el pie sin verlos.
 
 Pero Marta  se mantiene prudentemente atrás. También Susana se lo toma muy en serio...  María de Alfeo es más valiente, no sin prudencia: al lado de sus hijos, sigue  adelante mientras mira. Los apóstoles no tienen ningún miedo; miran y hacen  comentarios sobre el feo animal, el cual se digna girar lentamente la cabeza  para que lo vean también de frente, y luego hace ademán de moverse, como si  quisiera ir en dirección a estos importunos viandantes. Otro grito de Marta,  que se hace atrás más todavía, imitada esta vez por Susana y María Cleofás.  Pero María de Magdala coge un canto, se lo tira al animal y le da en un  costado, y éste huye hacia abajo por el guijarral para encenagarse en el agua.
 
 -Ven,  acércate, miedosa. Ya no está -dice a su hermana. Las mujeres se juntan de  nuevo.
 -Pero es feo  con ganas, ¡eh! -comenta Pedro.
 -
 Maestro, ¿es  verdad que en el pasado les daban de comer víctimas humanas? -pregunta Judas  Iscariote.
 -Se le consideraba  animal sagrado. Representaba a un dios, y, de la misma forma que nosotros  ofrecemos el sacrificio a nuestro Dios, ellos, los pobres idólatras, lo hacían  con las formas y errores que su condición comportaba.
 -¿Pero  todavía se hace ahora? -pregunta Susana.
 
 -Creo que no  hay que descartar que todavía se haga en lugares idólatras -dice Juan de Endor.
 
 -¡Dios mío!  Pero se los darán muertos, ¿no?!
 -No. Si se  los dan es vivos. Jovencitas, niños, en general: las primicias del pueblo. Al  menos eso es lo que he leído responde Juan de Endor a las mujeres, las cuales  miran a su alrededor todo asustadas.
 
 -Yo, si  tuviera que acercarme a él, me moriría de miedo -dice Marta.
 -¿Sí? Pues  ése no es nada, mujer, respecto al verdadero cocodrilo: es, al menos, tres veces  más largo y ancho.
 -Y además  hambriento. Ése ciertamente estaba ya lleno de culebras o conejos montaraces.
 
 -¡Misericordia!  ¡También culebras! Pero, ¿a dónde nos has traído, Señor?! -dice quejumbrosa  Marta, tan asustada que la risa se apodera irresistiblemente de todos.
 Hermasteo,  que hasta ahora ha guardado siempre silencio, dice:
 
 -No tengas  ningún miedo. Basta hacer mucho ruido y todos huyen. Tengo experiencia. He  estado en repetidas ocasiones en el bajo Egipto.
 
 Reanudan la  marcha dando palmadas o golpeando en los troncos... La parte peligrosa queda  atrás.
 Marta se ha  juntado a Jesús y pregunta frecuentemente:
 
 -¿Es seguro  que ya no habrá más?
 Jesús la  mira y menea la cabeza sonriendo, pero la tranquiliza:
 
 -Estamos ya  muy cerca de la llanura de Sarón, que no es sino belleza. ¡De todas formas, sí  que me teníais reservadas hoy sorpresas las discípulas! No sé verdaderamente  por qué eres tan asustadiza.
 
 -Yo tampoco  lo sé. Pero todo lo que repta me aterroriza. Tengo la impresión como de sentir  el frío de esos cuerpos fríos y legamosos -sobre mí. Y me pregunto por qué  existen. ¿Son, acaso, necesarios?
 
 -Esto habría  que preguntárselo a Aquel que los hizo. Tú cree que si los ha hecho es señal de  que son útiles... aunque sólo fuera para hacer brillar el heroísmo de Marta  -dice Jesús con un brillo perspicaz en sus ojos.
 -¡Oh, Señor!  Tienes razón en bromear, pero yo tengo miedo y no me venceré jamás.
 
 -Eso lo  veremos... ¿Qué se mueve allí entre aquellos matorrales? -dice Jesús levantando  la cabeza y dirigiendo su mirada adelante, hacia una maraña de zarzas y otras  plantas de largas ramas lanzadas al asalto de una voluminosa barrera de  chumberas, situada más atrás, con sus palas tan duras cuanto flexibles son las  ramas agresoras.
 
 -¿Otro  cocodrilo, Señor?... -gime Marta aterrorizada.
 Pero el  crujir de frondas aumenta y tras ellas aparece un rostro humano, de mujer.  Mira. Ve a todos estos hombres. Duda entre huir por el campo o introducirse en  la agreste galería. Vence lo primero y, dando un grito, huye.
 
 -¿Leprosa?,  ¿Loca?, ¿Endemoniada? -se preguntan, sin salir de su asombro.
 
 Pero la  mujer vuelve sobre sus pasos, porque de Cesárea -ya cercana-está viniendo un  carro romano. La mujer se ve como un ratón sin escapatoria. No sabe a dónde ir,  porque Jesús con los suyos están ahora junto al matorral que le servía de  refugio y no puede volver, y hacia el carro no quiere ir... Entre las primeras  calígines del anochecer -la noche se acerca de prisa  tras el intenso ocaso-se ve que es joven y  donosa, a pesar de estar harapienta y despeinada.
 
 -¡Mujer! Ven  aquí!-ordena Jesús imperiosamente.
 
 La mujer  tiende los brazos hacia Él suplicando:
 
 -¡No me  hagas daño!
 -Ven aquí.  ¿Quién eres? No te voy a hacer ningún daño -lo dice tan dulcemente, que logra  persuadirla.
 
 La mujer se  acerca encorvada y se arroja al suelo diciendo:
 
 -Quienquiera  que seas, ten piedad. Mátame, pero no me devuelvas a mi amo. Soy una esclava  que ha huido...
 
 -¿Quién era  tu amo? ¿De dónde eres? Se ve que no eres hebrea, por tu modo de hablar y tu  vestido.
 -Soy griega.  La esclava griega de... ¡Piedad! 
 ¡Escondedme! ¡El carro está llegando!...
 
 Todos forman  grupo en torno a la infeliz, que se acurruca en el suelo. El vestido desgarrado  por los espinos deja ver los hombros surcados de golpes y ornados de arañazos.
 
 El carro pasa sin que ninguno de sus ocupantes muestre interés por este grupo  parado junto al matorral.
 
 -Han pasado  de largo, habla. Si podemos, te ayudamos -dice Jesús tocando con la punta de  los dedos su cabellera despeinada.
 
 Soy Síntica,  la esclava griega de un noble romano del séquito del Procónsul.
 
 -¡Entonces  eres la esclava de Valeriano! -exclama María de Magdala.
 
 -¡Piedad,  piedad! No me denuncies a él -suplica la infeliz.
 
 -No temas.  No volveré a hablar nunca más con Valeriano -responde la Magdalena, y explica a  Jesús: «Es uno de los más ricos y sucios romanos que tenemos aquí. Y, lo mismo  que es sucio, es cruel».
 
 -¿Por qué  has huido? -pregunta Jesús.
 -Porque  tengo un alma. No soy una mercancía... -la mujer siente seguridad al ver que ha  encontrado a personas compasivas -No soy una mercancía. Mi amo me compró, es  verdad, pero podrá haber comprado mi persona para embellecer su casa, para que  le alegre las horas con la lectura, para que le sirva, sí, pero nada más. ¡El  alma es
 
 mía! No es una cosa que se compre. Y quería también mi alma.
 
 -¿Cómo  tienes conocimiento del alma?
 
 -No soy  iletrada, Señor; botín de guerra desde la más tierna edad, pero no plebeya.  Éste es mi tercer amo, un indecente fauno. Pero conservo las palabras de  nuestros filósofos, y sé que en nosotros hay algo más que carne.
 
 Dentro de  nosotros hay algo que es inmortal, algo que no tiene exacto nombre para  nosotros... Pero hace poco he sabido su nombre. Un día ha pasado por Cesárea un  hombre, que hacía prodigios y hablaba mejor que Sócrates y Platón.
 
 Fue objeto  de muchos comentarios, en termas y triclinios, o en los dorados peristilos.  Ensuciaron su augusto nombre pronunciándolo en las salas de sus inmundas  orgías. Y mi amo me mandó leer otra vez -precisamente a mí, que ya sentía en mí  algo inmortal que sólo le corresponde a Dios y no se compra como mercancía en  un mercado de esclavos-las obras de los filósofos, para cotejar y buscar si  esta cosa ignorada, que el hombre que había venido a Cesárea había llamado  "alma", estaba ahí descrita.
 
 ¡A mí me lo hizo leer, a mí a quien  quería someter a su carnalidad! Así he venido a saber que esta cosa inmortal es  el alma. Y, mientras Valeriano con los otros como él escuchaba mi voz, y, entre  un eructo y un bostezo, trataba de entender, comparar y discutir, yo unía lo  que decían, refiriendo las palabras del Desconocido, a las palabras de los  filósofos, y me las metía aquí, y con ellas me construía una dignidad cada vez  más fuerte, para rechazar su libídine... Hace unos días, una noche, me pegó  salvajemente, porque lo rechacé a dentelladas... Al día siguiente me escapé...
 
 Hace cinco días que vivo en esa espesura, cogiendo de noche moras e higos  chumbos. Pero al final dará conmigo.
 
 Ciertamente me está buscando. Cuesto mucho  dinero, y gusto demasiado a su carnalidad, como para que se desentienda de  mí... ¡Ten piedad! Te pido -eres hebreo y, sin duda, sabes dónde está-, te pido  que me conduzcas a ese Desconocido que habla a los esclavos y que habla del  alma. Me han dicho que es pobre. Pasaré hambre, pero quiero estar a su lado  para que me instruya y me eleve: vivir con los brutos embrutece, aunque se les  oponga resistencia. Quiero volver a poseer la dignidad moral mía.
 
 -Ese hombre,  el Desconocido al que buscas, está frente a ti.
 
 -¿Tú? ¡Oh,  ignoto Dios de la Acrópolis! ¡Ave! -y se postra hasta tocar con la frente el  suelo.
 
 -Aquí no  puedes estar. Pero Yo voy a Cesárea...
 
 -¡No me  dejes, Señor!
 
 -No te  dejo... Estoy pensando...
 
 -Maestro,  nuestro carro está, sin duda, en el lugar convenido, esperándonos. Manda a  avisar. En el carro estará segura como en nuestra casa -aconseja María de  Magdala.
 
 -¡Sí,  confíanosla a nosotras, Señor! Ocupará el lugar del anciano Ismael. La  instruiremos sobre ti. Será una mujer arrebatada al paganismo -suplica Marta.
 
 -¿Quieres  venir con nosotros? -pregunta Jesús.
 -Con  cualquiera de los tuyos, con tal de no volver con aquel hombre. ¡Pero... pero  aquí una mujer ha dicho que lo conoce! ¿No me traicionará? ¿No irán romanos a  su casa? ¿No...?
 
 -No tengas  miedo. A Betania no van romanos; sobre todo, de esa clase -dice la Magdalena  para tranquilizar.
 
 -Simón y  Simón Pedro, id a buscar el carro. Os esperamos aquí. Entraremos en la ciudad  después -ordena Jesús.
 
 ...Cuando el  pesado carro cubierto anuncia su presencia con el ruido de los cascos y las  ruedas y con el farol oscilante colgado de su techo, los que esperaban se  levantan del ribazo donde han cenado y bajan al camino.
 
 El carro se  para, bamboleándose, en la orilla del camino deformado. Bajan Pedro y Simón;  inmediatamente después, baja una mujer anciana, que corre a abrazar a la  Magdalena diciendo:
 
 -Ni  siquiera un momento, no quiero dejar pasar ni un momento sin decirte que soy  feliz, que tu madre exulta conmigo, que eres de nuevo la rubia rosa de nuestra  casa, como cuando dormías en la cuna después de haber mamado de mi pecho -y la  besa una y otra vez. María llora entre sus brazos.
 
 -Mujer, te  confío a esta joven y te pido el sacrificio de esperar aquí toda la noche.  Mañana podrás ir al primer pueblo de la vía consular y esperar allí. Nosotros  iremos antes del final de la tercia -dice Jesús a la nodriza.
 
 -Todo sea  como Tú quieras. ¡Bendito seas! Déjame sólo darle a María los vestidos que le  he traído.
 
 Y vuelve a  subir al carro, con María Santísima, María y Marta.
 
 Cuando  vuelven a salir, la Magdalena aparece como la veremos en lo sucesivo siempre:  con una túnica sencilla, un lienzo fino y grande de lino como velo y un manto  sin adornos.
 
 -Ve  tranquila, Síntica. Mañana vendremos nosotros. Adiós.
 Es el saludo  de Jesús, que reanuda su camino hacia Cesárea...
 
 Mucha gente,  a la luz de antorchas o faroles llevados por esclavos, pasea por la orilla del  mar, respirando el aire marino: gran alivio para los pulmones cansados del  bochorno del estío. Los que pasean son precisamente la clase de los ricos  romanos. Los hebreos están dentro de sus casas y gozan del fresco en la parte  alta de éstas.
 
 La orilla del mar parece un larguísimo salón en hora de visitas.  Pasar por ahí significa literalmente ser sometido a detallado análisis. Pues  bien, a pesar de ello, Jesús pasa precisamente por ahí, todo a lo largo de la  orilla, sin hacer caso de miradas, comentarios o ironías.
 
 -Maestro,  ¿Tú por aquí? ¿A esta hora? -pregunta Lidia (que está sentada en una especie de  sillón o triclinio que le han llevado los esclavos al margen de la vía), y se  pone en pie.
 
 -Vengo de  Dora y se me ha hecho tarde. Estoy buscando un lugar de alojamiento.
 
 -Te diría:  ahí está mi casa -y señala un bonito edificio a espaldas suyas -Pero no sé  si...
 
 -No. Te lo  agradezco, pero no acepto. Traigo a muchos conmigo y ya dos de ellos se han  adelantado para avisar a personas que conozco. Creo que me darán hospedaje.
 
 Los ojos de  Lidia se fijan también en las mujeres a las que ha señalado Jesús junto con los  discípulos. Enseguida reconoce a la Magdalena.
 
 -¡María!  ¿Tú? ¡Entonces es verdad!
 
 La mirada de  María es como la de una gacela acorralada: denota suplicio. No sin motivo,  porque no es Lidia la única a quien afrontar; hay muchos otros que se están  fijando en ella... Pero mira a Jesús y se siente segura de nuevo.
 
 -Es verdad.
 
 -¡Entonces  te hemos perdido!
 
 -No. Me  habéis encontrado. Al menos espero hallaros un día, y con una amistad mejor, en  este camino que por fin he encontrado. Díselo esto, te lo ruego, a todos los  que me conocen. Adiós, Lidia. Olvida todo el mal que me viste hacer. Te pido  perdón por ello...
 
 -¡Pero  María! ¿Por qué te humillas? Hemos vivido la misma vida, de ricos y ociosos, y  no hay...
 -No. Yo he  vivido una vida peor. Pero la he dejado. Y además para siempre.
 
 -Adiós,  Lidia -abrevia el Señor, y se mueve hacia su primo Judas, que, con Tomás, está  viniendo hacia Él.
 Lidia  retiene un momento más a la Magdalena.
 
 -Ahora que  estamos entre nosotras, dime la verdad: ¿estás realmente convencida?
 
 -No  convencida: dichosa de ser la  discípula. Sólo lloro una cosa: no  haber conocido antes la Luz y haber comido el lodo en vez de nutrirme de Ella.  Adiós, Lidia.
 
 La respuesta resuena límpida en el silencio que se ha  hecho en torno a las dos mujeres. Ninguno de los muchos presentes dice ya nada  más... María se vuelve y, rápida, trata de alcanzar al Maestro.
 
 Un joven se le pone delante:
 
 -¿Es tu última locura? -dice, y hace ademán de  abrazarla, pero, estando medio borracho, no lo logra y María lo evita mientras  le grita: «No, es mi único acto de cordura». Y se llega hasta donde sus  compañeras, que sienten tanta repulsa de las miradas de esos viciosos, que van  veladas como mahometanas.
 
 -María -dice temblorosa Marta -¿has sufrido mucho?
 -No. Y, tiene razón, y ahora ya no volveré a sufrir  por esto, tiene razón Él...
 
 Tuercen todos hacia una  callejuela oscura, para entrar luego en una casa grande -se ve que es una  posada-donde pasar la noche.
 
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