Thursday April 25,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

276- El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios


Jesús está en una de las colinas de la ribera occidental del lago Ante sus ojos se muestran las ciudades o los pueblos diseminados por las riberas de una u otra orilla; pero, exactamente debajo de la colina, están Magdala y Tiberíades: la primera, con su barrio de lujo, lleno de jardines, separado netamente de las pobres casas de los pescadores, campesinos y gente humilde, por un pequeño torrente que ahora está completamente seco; la otra, espléndida en todas sus partes, es una ciudad que ignora todo lo que sea miseria y decadencia; ríe, bonita y nueva, bajo el sol, frente al lago. Entre ambas ciudades, las huertas, pocas pero bien cuidadas, de la breve llanura, y luego la ascensión de los olivos a la conquista de las colinas. A espaldas de Jesús, desde esta cima, se ve el paso de forma de silla de montar del monte de las Bienaventuranzas, por cuya base discurre el camino de primer orden que va desde el Mediterráneo hasta Tiberíades.

Quizás por esta cercanía de un camino principal muy transitado, Jesús ha elegido esta localidad a la que las personas pueden llegar desde muchas ciudades del lago o de la zona interna de Galilea, y desde la cual, cuando anochece, es fácil volver a las propias casas o hallar alojamiento en muchos pueblos. Y la temperatura es moderada, debido a la altura y a los árboles agrestes que en la cima han sustituido a los olivos. Efectivamente, hay mucha gente además de los apóstoles y discípulos. Gente que tiene necesidad de Jesús para la salud, o para pedir consejos; gente que ha venido por curiosidad; gente traída por amigos o que ha venido por espíritu de imitación. En fin, mucha gente. Las jornadas, que ya no son caniculares sino que tienden a las enervadas gracias del otoño, invitan más que nunca a peregrinar en busca del Maestro.

Jesús ha curado ya a los enfermos y ha dirigido su palabra a la gente. Ha hablado ciertamente sobre el tema de las riquezas adquiridas con injusticia, sobre el desapego de la riqueza, requerido en todos para ganarse el Cielo, indispensable en quien quiere ser discípulo suyo. Ahora está respondiendo a las preguntas de algunos discípulos ricos, que están un poco turbados por estas cosas.

El escriba Juan dice:

-¿Entonces debo destruir lo que tengo, despojando a los míos de lo suyo?

-No. Dios te ha dado unos bienes. Haz que sirvan a la Justicia y sírvete de ellos con justicia. O sea, socorre con esos bienes a tu familia: es un deber; trata con humanidad a los siervos: es caridad; favorece a los pobres; ofrece tu ayuda para aliviar las necesidades de los discípulos pobres. Obrando así, tus riquezas no te serán motivo de tropiezo; antes bien, te servirán de ayuda.

Luego, dirigiéndose a todos, dice:

-En verdad os digo que puede correr el mismo riesgo de perder el Cielo por amor a las riquezas hasta el más pobre de mis discípulos, sacerdote mío, si falta a la justicia haciendo pactos con el rico. El rico y malvado intentará muchas veces seduciros con donativos para teneros de su parte y para que consintáis su modo de vivir y su pecado.

Y habrá ministros míos que cedan a la tentación de los donativos. No debe ser así. Aprended del Bautista. Poseía, sin ser ni juez ni magistrado, la perfección de ambos indicada por el Deuteronomio: "No harás acepción de personas, no aceptarás donativos, que ciegan los ojos de los prudentes y alteran las palabras de los justos".

Demasiadas veces el hombre deja embotar el filo de la espada de la justicia con el oro que un pecador extiende encima. No, no debe ser así. Sabed ser pobres, sabed saber morir, pero no pactéis nunca con el pecado; ni siquiera con la disculpa de usar el oro en pro de los pobres. Es oro maldito, no les acarrearía ningún bien; es oro de pacto infame. Sois constituidos discípulos para ser maestros, médicos y redentores. ¿Qué seríais si os hicierais aprobadores del mal por interés? Maestros de mala ciencia, médicos que quitan la vida al enfermo, cooperadores en la ruina de los corazones, en vez de redentores.

Uno de entre la multitud se abre paso y dice:
-No soy discípulo, pero te admiro. Responde, pues, a esta pregunta: ¿puede uno retener el dinero de otro?
-No, hombre; es hurto, igual que quitarle la bolsa a un viandante.

-¿También cuando es dinero de la familia?
-También. No es justo que una persona se apropie del dinero de la comunidad.

-Entonces, Maestro, ven a Abelmaín, en el camino de Damasco, manda a mi hermano que reparta conmigo la herencia de nuestro padre, muerto sin haber dejado escrita palabra alguna. Se ha quedado con toda. Considera, además, que somos gemelos, nacidos de un primer y único parto. Tengo, pues, los mismos derechos que él.

Jesús lo mira y dice:

-Es una triste situación. Está claro que tu hermano no se está comportando bien. De todas formas, lo único que puedo hacer es orar por ti, y, más aún, por él, para que se convierta: y puedo ir a tu ciudad a evangelizar y así tocar su corazón. No me pesa el camino, si puedo poner paz entre vosotros.

El hombre salta encolerizado:

-¿Y para qué me sirven tus palabras? ¡Mucho más que palabras hace falta en este caso!

-Pero no me has dicho que le ordene a tu hermano que...
-Mandar no es evangelizar. La orden siempre va unida a una amenaza. Amenázalo con hacerle algún mal a su físico, si no me da lo mío. Puedes hacerlo. De la misma forma que devuelves la salud, puedes inducir la enfermedad.

-Hombre, he venido a convertir, no a herir. Si tienes fe en mis palabras hallarás paz.

-¿Qué palabras?

-Te he dicho que oraré por ti y por tu hermano, para consuelo tuyo y conversión suya.

-¡Cuentos! ¡Cuentos! No soy tan simplón como para creer en ellos. Ven y ordena.

Jesús, cuya actitud era mansa y paciente, adquiere un aspecto majestuoso y severo. Se yergue -antes estaba un poco curvado hacia este hombre bajo y corpulento y encendido de ira-y dice:

-¿Hombre, ¿quién me ha constituido juez y árbitro entre vosotros? Ninguno. De todas formas, para zanjar una división entre dos hermanos, había aceptado ir para ejercer mi misión de pacificador y redentor. Si hubieras creído en mis palabras, al regreso a Abelmaín habrías encontrado ya convertido a tu hermano. No sabes creer, y no se te dará el milagro. Si hubieras podido ser el primero en hacerte con el tesoro, te habrías quedado con él y le habrías dejado sin nada a tu hermano; porque, en verdad, de la misma forma que habéis nacido gemelos, tenéis gemelas las pasiones, y tanto tú como tu hermano tenéis un solo amor: el oro, una sola fe: el oro. Quédate, pues, con tu fe. Adiós.

El hombre se marcha maldiciendo a Jesús, con escándalo de todos, que querrían darle un escarmiento.

Pero El se opone. Dice:

-Dejad que se marche. ¿Por qué queréis mancharos las manos pegando a un hombre brutal? Yo perdono porque está poseído por el demonio del oro que lo pervierte. Perdonad también vosotros. Oremos, más bien, por este infeliz, para que vuelva a ser un hombre de alma adornada de libertad.

-Es cierto. Su avaricia le ha puesto incluso una cara horrenda. ¿Has visto? -se preguntan unos a otros los discípulos y la gente que estaba cerca del avaro.

-¡Es verdad! ¡Es verdad! No parecía el mismo de antes.
-Sí. Y luego, cuando ha rechazado al Maestro -y que casi le ha pegado mientras lo maldecía-, su cara era de demonio.

-Un demonio tentador. Estaba tentando al Maestro a la maldad.

-Escuchad -dice Jesús-:

Verdaderamente las alteraciones del alma se reflejan en la cara. Es como si el demonio aflorase a la superficie de la persona poseída. Pocos son los que son demonios y no dejan ver eso que en realidad son, o con hechos o con el aspecto. Y estos pocos son los perfectos en el mal, los perfectamente poseídos.

Por el contrario, el rostro del justo es siempre hermoso, aunque físicamente sea deforme, por una belleza sobrenatural que se expande de dentro afuera; siendo así que -y no es una forma de hablar, sino cosas reales-observamos en quien está incontaminado de vicios una frescura incluso en su carne. El alma está en nosotros y nos abraza por completo.

Y el hedor de un alma corrompida corrompe también el cuerpo, mientras que el perfume de un alma pura preserva.

El alma corrompida impulsa a la carne a pecados obscenos, y éstos aviejan y deforman; el alma pura impulsa a la carne a una vida pura, y ello conserva la lozanía y comunica majestuosidad.

Haced que en vosotros permanezca la juventud pura del espíritu, o que resucite si la perdisteis, y estad atentos a guardaros de todo apetito desenfrenado, tanto de sensualidad como de poder.

La vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posee; ni ésta ni mucho menos la otra, la eterna. Depende de su forma de vivir. Y, con la vida, la felicidad en esta tierra y en el Cielo.

Porque el vicioso no se siente nunca feliz, realmente feliz; pero el virtuoso siempre, con una felicidad celeste, aunque sea pobre y esté solo. Ni siquiera la muerte impresiona al virtuoso, porque no siente culpas ni remordimientos que le hagan temer el encuentro con Dios, ni añoranzas de lo que deja en esta tierra. Él sabe que en el Cielo está su tesoro, de forma que, como quien va a recibir la herencia que le corresponde -herencia santa además-, se encamina dichoso y diligente al encuentro de la muerte, que le abre las puertas de aquel Reino en que está su tesoro.

Empezad inmediatamente a acumular vuestro tesoro. Ya desde la juventud los que sois jóvenes. Trabajad incansablemente, vosotros ancianos, que por la edad tenéis más cercana la muerte; y, puesto que la muerte es plazo ignorado, y frecuentemente sucede que fallece antes el niño que el anciano, no aplacéis el trabajo de haceros un tesoro de virtudes y buenas obras en la otra vida, para que no os llegue la muerte sin que hayáis acumulado un tesoro de méritos en el Cielo. Hay muchos que dicen: "¡Soy joven y fuerte! Por ahora gozaré en la tierra. Más adelante me convertiré". ¡Gran error!

Escuchad esta parábola. Un hombre rico había obtenido mucho fruto de sus campos. Verdaderamente una cosecha portentosa. Entonces se puso a contemplar, dichoso, toda esta exuberancia que se acumulaba en sus campos y en sus eras y que no cabía en los graneros; tanto que ocupaba improvisados cobertizos y hasta habitaciones de la casa. Y dijo:

"He trabajado como un esclavo, pero la tierra no me ha defraudado. He trabajado por diez cosechas. Ahora quiero descansar otros tantos años. ¿Cómo haré para dejar bien acondicionada toda esta recolección? No quiero vender una parte, porque me autoobligaría a trabajar para cosechar otra vez el año que viene. Ya sé: voy a derruir mis graneros y voy a hacer otros más grandes, de forma que quepa todo lo cosechado y todos mis bienes; luego diré a mi alma: “¡Oh, alma mía, tienes acumulados bienes para muchos  años.

 Descansa, pues. Come, bebe, goza"'. Éste, como muchos, confundía el cuerpo con el alma, mezclaba lo sagrado con lo profano; porque la verdad es que en las comilonas y el ocio el alma no goza antes bien, languidece. Éste también, como muchos tras la primera buena cosecha en los campos del bien, se paraba, pareciéndole que había hecho todo.
¿No sabéis que cuando se pone la mano en el arado es necesario perseverar, uno, diez, cien años, todo lo que dure la vida, porque detenerse es delito hacia uno mismo? Efectivamente, uno se niega una gloria mayor. ¿Y no sabéis que es retroceder? En efecto, quien se para, generalmente, no sólo no sigue adelante, sino que se vuelve para atrás.

El tesoro del Cielo tiene que aumentar año tras año para ser bueno; porque, si es cierto que la Misericordia será benigna con quien tuvo pocos años para atesorar, cierto es también que no será cómplice de los perezosos que, disponiendo de larga vida, hacen poco. Es un tesoro en continuo aumento. Si no, deja de ser fructífero para hacerse pasivo, y ello va en detrimento de una inmediata paz del Cielo.

Dios dijo al necio: "Hombre necio, que confundes el cuerpo y los bienes de la tierra con lo que es espíritu y de una gracia de Dios te procuras un daño: has de saber que esta misma noche se te pedirá el alma y te será arrebatada, y el cuerpo yacerá inerte. ¿De quién va a ser cuanto has preparado?

¿Podrás llevártelo contigo? No. Dejarás la tierra y vendrás a mi presencia desnudo de terrenas recolecciones y de obras espirituales, y serás pobre en la otra vida. Mejor hubiera sido para ti hacer con tus cosechas obras de misericordia para el prójimo y para ti mismo, pues siendo misericordioso con los demás lo hubieras sido también con tu alma; y, en vez de nutrir pensamientos ociosos, cultivar actividades que te hubieran acarreado un honesto provecho para tu cuerpo y grandes méritos para tu alma, hasta que Yo te hubiera llamado". Y el hombre murió durante la noche y fue severamente juzgado. En verdad os digo que esto es lo que le sucede a quien atesora para sí y no se enriquece ante los ojos de Dios.

Ahora marchaos, y haced tesoro con la doctrina que se os da. La paz sea con vosotros. Jesús bendice y se retira con apóstoles y discípulos a una espesura del bosque para comer y descansar. Mientras comen, continúa la lección de antes, repitiendo un tema del que ya ha hablado en varias ocasiones a los apóstoles, y que creo que nunca se habrá expresado suficientemente, porque el hombre está demasiado absorbido por miedos estúpidos.

-Creed dice -que sólo hay que preocuparse de este enriquecimiento en virtud. Estad atentos, además, a que vuestra preocupación no sea nunca ansiosa, inquieta. El bien es enemigo de las inquietudes, de los miedos, de las prisas; todas estas cosas denotan demasiado todavía la avaricia, la rivalidad, la humana desconfianza. Que vuestro trabajo sea constante, esperanzado, pacífico; sin arranques bruscos ni bruscas detenciones, como hacen los onagros silvestres (que ninguno que esté en su sano juicio los usa para recorrer seguro camino).

Pacíficos en las victorias, pacíficos en las derrotas. El dolor por un error cometido, que os entristece porque con él habéis contrariado a Dios, debe ser también pacífico, debe sentir el alivio de la humildad y la confianza. El abatimiento, el odio hacia uno mismo es siempre síntoma de soberbia y de falta de confianza. El humilde sabe que es un pobre hombre sujeto a las miserias de la carne, que algunas veces triunfa; el humilde tiene confianza no tanto en sí mismo cuanto en Dios, y mantiene la calma incluso en las graves derrotas, diciendo: "Perdóname, Padre. Sé que conoces mi debilidad que a veces me domina. Sientes compasión de mí, lo creo. Confío firmemente en que me vas a ayudar, incluso más que antes, en el futuro, a pesar de que te satisfaga tan poco". No os mostréis apáticos ni avaros respecto a los bienes de Dios. Dad la sabiduría y virtud que tengáis. Sed laboriosos en el espíritu, como los hombres lo son para las cosas de la carne.

Y, respecto a la carne, no imitéis a los del mundo que siempre tiemblan por su futuro, por el miedo de que les falte lo superfluo, de que les venga una enfermedad o la muerte, de que los enemigos los puedan perjudicar, etc. Dios sabe de qué tenéis necesidad. No temáis, por tanto, por vuestro mañana. Vivid libres de los miedos, que pesan más que las cadenas de los galeotes. No os afanéis por vuestra vida, ni por la comida, la bebida o el vestido. La vida del espíritu vale más que la del cuerpo, y el cuerpo más que el vestido, porque vivís con el cuerpo, no con el vestido; y con la mortificación del cuerpo ayudáis al espíritu a conseguir la vida eterna. Dios sabe hasta cuándo dejaros el alma en el cuerpo; hasta esa hora os dará lo necesario. Si se lo da a los cuervos, animales impuros que se alimentan de cadáveres y que tienen su razón de existir precisamente en esta función suya de eliminar sustancias en putrefacción, ¿no os lo va a da a vosotros? Ellos no tienen despensas ni graneros, y Dios los nutre igualmente. Vosotros sois hombres, no cuervos.

Además, los presentes sois la flor y nata de los hombres, porque sois los discípulos del Maestro, los evangelizadores del mundo, los siervos de Dios. ¿Vais a pensar que Dios, que cuida el muguete, cuyo único trabajo es el de perfumar, adorando, y lo hace crecer y lo viste con vestidura tan hermosa como jamás tuviera Salomón, puede descuidaros, incluso en lo relativo a vuestro vestido? Vosotros sí que no podéis añadir ni un diente a las bocas desdentadas, ni alargar una pulgada a una pierna contraída, ni volver aguda la pupila empañada. No siendo capaces de estas cosas, ¿vais a pensar que podéis repeler miseria y enfermedad, hacer brotar del polvo frutos? No podéis. Pero no seáis gente de poca fe. Tendréis siempre lo necesario. No os entristezcáis como la gente del mundo, que se desvive por conseguir cosas de que gozar. Vosotros tenéis a vuestro Padre, que conoce vuestras necesidades. Debéis sólo buscar el Reino de Dios y su justicia. Sea éste vuestro primer interés. Todo lo demás se os dará por añadidura.

No temáis, vosotros de mi pequeño rebaño. Mi Padre se ha complacido en llamaros al Reino para que poseáis este Reino. Podéis, por tanto, aspirar a él y ayudar al Padre con vuestra buena voluntad y santa laboriosidad. Vended vuestros bienes, distribuidlos en limosna, si estáis solos. Dejad a los vuestros la provisión para el viaje de vuestro abandono de la casa por seguirme a mí, porque justo es no dejar sin pan a los hijos o esposas. Y si no podéis, por este motivo, sacrificar las riquezas pecuniarias, sacrificad las riquezas de afecto, que son también monedas, valoradas por Dios por lo que son: oro más puro que ningún otro, perlas más preciosas que las que se arrebatan a los mares, rubíes más singulares que los de las entrañas de la tierra. Porque renunciar a la familia por mí es caridad más perfecta que oro sin un solo átomo impuro, es perla hecha de llanto, rubí hecho de sangre que rezuma por la herida del corazón, desgarrado por la separación del padre y de la madre, de la esposa y de los hijos.

Estas bolsas no merman, este tesoro no se devalúa jamás. Los ladrones no se introducen en el Cielo, la carcoma no come lo que en él se deposita. Tened el Cielo en el corazón y el corazón en el Cielo junto a vuestro tesoro. Porque el corazón, en el bueno y en el malo, está donde lo que consideráis amado tesoro vuestro. Por tanto, de la misma forma que el corazón está donde el tesoro (en el Cielo), el tesoro está donde el corazón (es decir, en vosotros); es más, el tesoro está en el corazón, y, con el tesoro de los santos, está, en el corazón, el Cielo de los santos.

Estad siempre preparados, como quien va a emprender un viaje o espera a su amo. Vosotros sois siervos del Amo-Dios. En cualquier momento os puede llamar a su presencia, o venir a vosotros. Estad, pues, siempre preparados para ir, o a rendirle honor, ceñida la cintura con cinturón de viaje y de trabajo, con las lámparas encendidas en vuestras manos. A1 salir de una fiesta nupcial con uno que os haya precedido en los Cielos y en la consagración a Dios en la tierra, El puede recordarse de vosotros, que estáis esperando; y puede decir: "Vamos donde Esteban, o donde Juan, o Santiago y Pedro". Y Dios es rápido para venir, o para decir: "Ven". Por tanto, estad preparados para abrirle la puerta cuando llegue; o para salir, si os llama.

Bienaventurados los siervos a quienes encuentre en vela el Amo cuando llegue. En verdad os digo que, para recompensarlos por la fiel espera, se ceñirá el vestido, los sentará a la mesa y se pondrá a servirlos. Puede llegar a la primera vigilia, o a la segunda, o a la tercera… no lo sabéis. Por tanto, estad siempre vigilantes.

¡Dichosos   vosotros, si estáis así y así os encuentra el Amo! No os engañéis diciendo: "¡Hay tiempo! Esta noche no viene". Sería un mal para vosotros No sabéis. Si uno supiera cuándo viene el ladrón, no dejaría sin guardia la casa para que el malhechor pudiera forzar la puerta y las arcas. Estad preparados también vosotros, porque, cuando menos os lo penséis, vendrá el Hijo del hombre y dirá: "Es la hora"».

Pedro, que incluso se ha olvidado de terminar su comida por escuchar al Señor, viendo que Jesús calla, pregunta:

-¿Esto que dices es para nosotros o para todos?
-Para vosotros y para todos; pero más para vosotros, porque vosotros sois como administradores puestos por el Amo al frente de los siervos, y tenéis doble obligación de estar preparados: por vosotros como administradores y por vosotros como simples fieles.

¿Cómo debe ser el administrador al que el amo ha colocado al frente de sus domésticos para dar a cada uno, a su tiempo, la debida porción? Debe ser avisado y fiel. Para cumplir su propio deber, para hacer cumplir a los subordinados el deber que ellos tienen. Si no, saldrían perjudicados los intereses del amo, que paga para que el administrador actúe haciendo las veces de él y vele por sus intereses en su ausencia.

Dichoso el siervo al que el amo, al volver a su casa, encuentre obrando con fidelidad, diligencia y justicia. En verdad os digo que lo hará administrador de otras propiedades, de todas sus propiedades, descansando y exultando en su corazón por la seguridad que ese siervo le da. Mas si ese siervo dice: "¡Ah! ¡Bien! El amo está muy lejos y me ha escrito que tardará en volver. Por tanto, puedo hacer lo que me parezca, y luego, cuando calcule que esté próximo a regresar, tomaré las medidas oportunas".

Y empieza a comer y a beber hasta emborracharse, y a dar órdenes de borracho, y -ante la oposición a cumplirlas, por no perjudicar al amo, por parte de los siervos buenos subordinados a él-empieza a pegar a los siervos y a las siervas hasta hacerlos enfermar y languidecer. Y se siente feliz y dice:

"Por fin saboreo lo que significa ser jefe y ser temido por todos". ¿Qué le sucederá? Le sucederá que llegará el amo cuando menos se lo espere, quizás incluso sorprendiéndolo en el momento en que está robando dinero o sobornando a alguno de los siervos más débiles; entonces, os digo que el amo lo quitará del puesto de administrador, y lo cancelará incluso de las filas de sus siervos, porque no es lícito mantener a los infieles y traidores entre los honestos; y tanto mayor será su castigo cuanto más lo quiso y lo instruyó su amo.

Porque el que conoce más la voluntad y el pensamiento de su amo más obligado está a cumplirlo con exactitud. Si no hace como su amo le ha dicho (ampliamente, como a ningún otro), recibirá muchos bastonazos. Sin embargo, el que, como siervo menor, sabe poco, y yerra creyendo actuar correctamente, recibirá un castigo menor. A quien mucho se le dio mucho le será pedido. Mucho tendrá que restituir aquel a quien mucho se le confió. Porque hasta del alma de un niño de una hora se pedirá cuenta a mis administradores.

Mi elección no es fresco reposo en un soto florido. He venido a traer fuego a la tierra; ¿qué puedo desear, sino que arda? Por eso me fatigo, como quiero que os fatiguéis vosotros hasta la muerte y hasta que la tierra toda sea una hoguera de celeste fuego. Debo ser bautizado con un bautismo. ¡Cuán angustiado viviré hasta que se cumpla! ¿No os preguntáis por qué? Porque por él os podré hacer portadores del Fuego, fermento activo en todas y contra todas las capas sociales, para fundirlas en una única cosa: el rebaño de Cristo.

¿Creéis que he venido a poner paz en la tierra?, ¿según los modos de ver de la tierra? No. Todo lo contrario: discordia y separación. Porque, de ahora en adelante, mientras toda la tierra no sea un único rebaño, de cinco que haya en una casa, dos estarán contra tres, y el padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre, y la madre contra las hijas, y éstas contra aquélla, y las suegras y nueras tendrán un motivo más para no entenderse, porque habrá labios que hablen un lenguaje nuevo, y será como una Babel; porque una profunda agitación estremecerá el reino de los afectos humanos y sobrehumanos. Mas luego vendrá la hora en que todo se unificará en una lengua nueva que hablarán todos los salvados por el Nazareno, y se depurarán las aguas de los sentimientos, irán al fondo las escorias y brillarán en la superficie las límpidas ondas de los lagos celestes.

Verdaderamente, servirme no es descansar, según el significado que el hombre da a esta palabra; es necesario ser héroes, infatigables. Mas os digo que al final será Jesús, siempre Jesús, el que se ceñirá el vestido para serviros, y luego se sentará con vosotros a un banquete eterno, y todo cansancio y dolor serán olvidados.

Ahora, dado que ninguno nos ha vuelto a buscar, vamos al lago.

Descansaremos en Magdala. En los jardines de María de Lázaro hay sitio para todos, y ella ha puesto su casa a disposición del Peregrino y de sus amigos. No hace falta que os diga que María de Magdala ha muerto con su pecado y que de su arrepentimiento ha renacido María de Lázaro, discípula de Jesús de Nazaret; ya lo sabéis, porque la noticia ha corrido como fragor de viento en un bosque. No obstante os digo una cosa que no sabéis: que todos los bienes personales de María de Lázaro son para los siervos de Dios y para los pobres de Cristo. Vamos...


   


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