|
EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
|
156- Analía, la primera de las vírgenes consagradas
Jesús está con Pedro, Andrés y Juan. Llama a la puerta de la casa de Nazaret. Su Madre abre en seguida. Su rostro, al ver a su Jesús, se ilumina con refulgente sonrisa.
-Regresas en un momento oportuno, Hijo mío. Desde ayer tengo conmigo una paloma pura que te está esperando. Ha venido de lejos. La persona que la ha acompañado no podía quedarse más tiempo. Yo, dado que ella solicitaba consejo, he dicho lo que podía, pero sólo Tú, Hijo mío, eres Sabiduría. Bienvenidos de nuevo también vosotros. Entrad inmediatamente para descansar y reponer fuerzas.
-Sí, quedaos aquí; voy sin demora con esta criatura que me está esperando.
Los tres sienten viva curiosidad, pero en modo diverso: Pedro, como si esperase poder ver a través de las paredes, observa con el rabillo del ojo en todas las direcciones; Juan parece como si quisiera leer en el sonriente rostro de María el nombre de la desconocida; Andrés, que está intensamente ruborizado, clava su mirada en Jesús con toda la fuerza de sus pupilas y una muda súplica tiembla en su mirada y en sus labios.
Pero Jesús no detiene su atención en ninguno. Mientras los tres discípulos se deciden a entrar en la cocina, donde María les ofrece comida y calor de lumbre, Jesús levanta la cortina que tapa la puerta que conduce al huerto jardín, y sale.
Un delicado sol da a las ramas enteramente florecidas del alto almendro del huerto un aspecto más esponjoso e irreal del que ya de por sí tienen; es el único árbol florecido, el más alto de los árboles del huerto, pingüe con su vestido de seda blanco-rosácea entre la desnuda pobreza de los otros (peral, manzano, higuera, parra, granado), estériles y desnudos; pomposo con su velo espumoso y vivo que contrasta con la gris humildad monótona de los olivos... parece como si hubiera atrapado con sus largas ramas una tenuísima nube perdida en el campo zarco del cielo, y que con sus vedijas se hubiera engalanado para decir a todos: «Llega la primavera, tiempo de desposorio. Exultad, plantas y animales. Es el tiempo de los besos con el viento o las abejas, ¡oh flores!; es la hora de los besos bajo las tejas o entre la densa vegetación, ¡oh pajarillos de Dios!, ¡oh cándidas ovejas!: hoy besos, mañana prole, para perpetuar la obra del Creador Dios nuestro.
Jesús, erguido bajo el sol, con las manos cruzadas sobre el pecho, sonríe a la pura y serena gracia del huerto materno, con sus cuadros plantados de azucenas que muestran ya sus primeros haces de hojas, con sus rosales aún desnudos y el olivo tan de plata, con otras familias de flores desperdigadas entre los humildes cuadros de legumbres y verduras en brote; puro, ordenado, delicado, parece espirar también él candor de virginidad perfecta.
-Hijo, ven a mi habitación. Te la traigo, porque al oír tantas voces ha huido a aquel extremo.
Jesús entra en la habitación materna, esa casta, castísima habitacioncita que oyó las palabras del angélico coloquio y que emana, más aún que el huerto, la esencia virginal, angélica, santa, de la Mujer que en ella mora desde hace años y del Arcángel que en ella veneró a su Reina. ¿Han pasado ya treinta años o ayer se produjo el encuentro? Hoy también se ve una rueca con su blando y casi argentino copo de estambre, y en el huso hilo, y, encima de la repisa que está junto a la puerta, un bordado plegado, entre un rollo de pergamino y un jarrón de cobre con una tupida ramita de almendro florecido; hoy también palpita con un ligero vientecillo la cortina de rayas, la que cela el misterio de esta virginal morada; el lecho, ordenado, en su ángulo, sigue teniendo ese aspecto delicado propio del de una niña que apenas haya llegado al umbral de la juventud. ¡Qué sueños se producirán y se habrán producido en esa almohada de escaso grosor!...
La mano de María levanta lentamente la cortina. Jesús, que, en pie, de espaldas a la puerta, estaba contemplando ese nido de pureza, se vuelve.
-Mira, Hijo mío, la traigo a ti; es una cordera y Tú eres su Pastor -y, dicho esto, María -que había entrado llevando de la mano a una jovencita morenita, esbelta, que al verse en presencia de Jesús se ruboriza intensamente -se retira con delicadeza dejando caer la cortina.
-
Paz a ti, niña.
-La paz... Señor...
La jovencita, muy emocionada, no puede seguir hablando, y se arrodilla rostro en tierra.
-Levántate. ¿Qué deseas de mí? No temas...
-No es miedo... pero... ahora, delante de ti, después de que lo he deseado tanto... todo lo que veía fácil y necesario decirte... ya no me vienen las palabras... ya no me parece eso... Soy tonta... Perdóname, mi Señor...
-¿Estás pidiendo gracia para este mundo? ¿Necesitas un milagro? ¿Tienes que convertir a alguna alma? ¿No? ¿Entonces? ¿Ánimo, habla! Tanto valor como has tenido ¿y ahora te falta? ¿No sabes que Yo soy quien aumenta la fortaleza? ¿Sí? ¿Lo sabes? Pues entonces, ¡venga, habla!; como si Yo fuera un padre para ti. Veo que eres joven.
¿Cuántos años tienes?
-Dieciséis, Señor mío.
-¿De dónde vienes?
-De Jerusalén.
-¿Cuál es tu nombre?
-Analía...
-El amado nombre de mi abuela y de muchas otras santas mujeres de Israel, y, formando uno solo con él, el de la buena, fiel, amorosa y mansa esposa de Jacob. Te traerá buen augurio. Serás una esposa y madre ejemplar. ¿No?
¿Meneas la cabeza? ¿Lloras? ¿Es que te han rechazado?
¿Tampoco es eso? ¿Ha muerto tu prometido? ¿No has sido elegida todavía?
La jovencita sigue meneando la cabeza en señal de negación. Jesús da un paso hacia ella, la acaricia y la fuerza a que levante la cabeza y a que lo mire... La sonrisa de Jesús vence el estado de turbación de la muchacha, que ahora se siente más segura y dice:
-Mi Señor, yo estaría casada y viviría feliz, y además por mérito tuyo. ¿No me reconoces, mi Señor? Soy la enferma de tisis, la novia moribunda que curaste por la oración de tu Juan... Después de tu gracia, yo... mi cuerpo era distinto (sano en lugar del otro, moribundo, que tenía antes); mi alma también era distinta... No sé, pero yo ya no me sentía yo... La alegría de estar curada, la certeza, por tanto, de poder casarme -el hecho de no llegar al matrimonio era lo que de mi muerte me apenaba -no duraron sino las primeras horas. Luego...
La jovencita se siente cada vez más segura, le vuelven las palabras y las ideas que había perdido en el estado de turbación de verse sola con el Maestro...
-...Luego sentí que no debía ser sólo egoísta, pensar sólo: “Ahora seré feliz", sino que debía pensar en algo mayor e ir a ti, a Dios, Padre tuyo y mío. Alguna pequeña cosa, pero que expresase mi gratitud. Pensé mucho y, cuando el sábado siguiente vi a mi prometido, le dije: "Escucha, Samuel.
"Escucha, Samuel. Sin el milagro, yo, pasados unos meses, habría muerto, y me habrías perdido para siempre. Quisiera ofrecerle a Dios un sacrificio -yo contigo -para decirle que lo alabo y le estoy agradecida". Y Samuel respondió enseguida, porque me quiere: "Vamos al Templo juntos a inmolar la víctima". Pero no era eso lo que yo quería. Soy pobre, aldeana, mi Señor; poco sé y menos aún puedo; pero, a través de la mano que habías depositado en mi pecho enfermo, algo había llegado no sólo a mis pulmones horadados sino también adentro del corazón: a los pulmones, salud; al corazón, sabiduría. Yo comprendía que el sacrificio de un cordero no era el que deseaba mi espíritu que te... que te amaba.
La muchacha calla y se sonroja tras esta profesión de amor.
-¡Sigue, sin miedo! ¿Qué quería tu espíritu?
-Sacrificarte algo que fuera digno de ti, ¡oh Hijo de Dios! Y entonces... y entonces yo pensaba que debería ser una cosa espiritual, como corresponde a Dios, o sea, mi sacrificio de alargar la espera del matrimonio por amor a ti, mi Salvador. Gran alegría comporta el matrimonio, ¿sabes? ¡Cuando hay amor es una cosa grande! ¡Un deseo, una ansiedad por casarse!...
Pero yo ya no era la misma de unos días antes. No era para mí ya lo más hermoso... Se lo dije a Samuel y él me comprendió. El también ha decidido hacerse nazareo durante un año, a contar desde el día que debería haber sido la boda, o sea, el día siguiente de las calendas de Adar. Entretanto se puso a buscarte para testificarte su amor por haberle restituido a su prometida, testificarte su amor y conocerte. Y te encontró, pasados muchos meses, en Agua Especiosa. Yo también fui... Tu palabra terminó de cambiarme el corazón.
Ya no me es suficiente el voto de antes... Como ese almendro de ahí fuera, que bajo el sol cada vez más caluroso ha vuelto a la vida tras meses de muerte, y ha florecido y luego dará hojas y luego frutos, así yo también he ido progresando en el conocimiento de lo mejor.
La última vez, ya segura de mí y de lo que quería -durante todos estos meses he estado meditando -, la última vez que estuve en Agua Especiosa ya no estabas, te habían obligado a irte. Mucho lloré y oré, de forma que el Altísimo me escuchó, persuadiendo a mi madre a mandarme aquí con un familiar que iba a Tiberíades para hablar con los cortesanos del Tetrarca. El capataz me había dicho que aquí te encontraría. Encontré a tu Madre. Sus palabras, el simple hecho de escucharla y de estar a su lado estos dos días, han hecho madurar completamente el fruto de tu gracia».
La muchacha se ha arrodillado como si estuviera ante un altar, con las manos cruzadas sobre el pecho.
-Bien, pero, exactamente ¿qué deseas?, ¿qué puedo hacer por ti?
-Señor, querría... querría una cosa muy importante, que solamente Tú, que das la vida y la salud, me la puedes otorgar, pues pienso que lo que puedes dar lo puedes quitar... Yo quisiera que la vida que me has dado me la quitases antes de que termine el año de mi voto...
-Pero, ¿por qué? ¿No te sientes agradecida a Dios por haber recuperado la salud?
-¡Mucho! ¡Infinitamente! Es por una sola cosa: porque viviendo por su gracia y por tu milagro he comprendido lo mejor.
-¿Que es...?
-Que es vivir como los ángeles, como tu Madre, mi Señor, como Tú... como vive tu Juan... Las tres azucenas, las tres llamas blancas, las tres bienaventuranzas de la Tierra, Señor. Sí, porque creo que es una bienaventuranza el poseer a Dios y el que Dios sea propiedad de los puros. Creo que quien es puro es un cielo con su Dios en el centro y los ángeles alrededor... ¡Oh, mi Señor, yo desearía esto!... Poco te he oído, poco he oído a tu Madre, al discípulo y a Isaac, y no he conocido a otros que me dijeran tus palabras, pero es como si mi espíritu te oyera siempre y fueras Tú su Maestro... He dicho, mi Señor...
-Analía, mucho es lo que pides y mucho es lo que das. Hija, has comprendido a Dios y la perfección a que la criatura puede ascender para parecerse y agradar al Purísimo.
Jesús ha cogido entre sus manos la cabeza morena de la muchacha, que sigue arrodillada, y le está hablando inclinado hacia ella.
-El que nació de una Virgen -porque no podía prepararse un nido no hecho de azucenas -se siente nauseado, hija, de la triple libídine del mundo; se curvaría aplastado por tanta náusea si el Padre, que sabe de qué vive su Hijo, no interviniera con sus amorosos auxilios para sostener a su alma angustiada. Los puros son mi alegría; tú me devuelves lo que el mundo me quita con su inexhausta bajeza: ¡benditos seáis por ello el Padre y tú, niña! Ve tranquila. Algo intervendrá y hará eterno tu voto. Sé una de las azucenas esparcidas por los sangrientos caminos del Cristo.
Mi Señor, quisiera también otra cosa...
-¿Cuál?
-No estar cuando llegue tu muerte... No podría ver morir a quien es mi Vida.
Jesús sonríe dulcemente y seca con su mano dos hilos de lágrimas que descienden por la carita morena de la muchacha.
-No llores. Las azucenas nunca están de luto. Reirás con todas las perlas de tu corona angélica cuando veas al Rey coronado entrar en su Reino. Ve. Que el Espíritu del Señor te adoctrine entre una venida mía y la otra. Te bendigo con el fuego del Eterno Amor.
Jesús se asoma al huerto y dice:
-¡Madre! Aquí tienes a una hijita toda para ti. Ahora es feliz. Sumérgela en tus candores, ahora y cada vez que vayamos a la Ciudad Santa, para que sea nieve de pétalos ce-lestes esparcida sobre el trono del Cordero.
Y Jesús vuelve con los suyos mientras María se queda con la muchacha, acariciándola.
Pedro, Andrés y Juan lo miran con ademán interrogativo. El rostro resplandeciente de Jesús les manifiesta su alegría.
Pedro no se contiene y pregunta:
-¿Con quién has estado hablando tanto, Maestro mío? ¿Qué has oído para estar tan radiante de alegría?
-Con una mujer que está en el alba de la vida; con la mujer que será el alba de muchas otras que han de venir.
-¿Quiénes?
-Las vírgenes.
Andrés dice en voz baja para sí mismo:
-No es ella...
-No, no es ella. De todas formas, no te canses de orar, con paciencia y bondad. Cada palabra de tu oración es como un reclamo, una luz en la noche; la sostienen y la guían.
-Pero, ¿a quién espera mi hermano?
-Espera a un alma, Pedro. Es una gran miseria que quiere transformar en una gran riqueza.
-¿Y dónde la ha encontrado Andrés, que no se mueve nunca, no habla nunca y no tiene nunca iniciativas?
-En mi camino. Ven conmigo, Andrés, vamos a donde Alfeo, a bendecirlo en compañía de sus muchos nietos. Vosotros esperadme en casa de Santiago y Judas. Mi Madre necesita estar sola todo el día.
Y yendo así, unos a una parte otros a otra, el secreto envuelve la alegría de la primera consagrada a la virginidad por amor a Cristo.
|
|