Friday March 29,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

252- El regreso de Tiro. Milagros.
Parábola de la vid y el olmo


La gente de Sicaminón, movida por la curiosidad de ver, en espera del Maestro, ha estado asediando todo el día el lugar en que están asentados los discípulos. Pero las discípulas, mientras tanto, no han perdido el tiempo; se han dedicado a lavar la ropa, polvorienta y sudada. Así pues, en la pequeña playa hay toda una alegre exposición de ropa secándose al viento y al sol. Ahora, que está cercano el atardecer, y con él se percibiría ya la humedad salobreña, se apresuran a recoger la ropa, aunque esté todavía un poco húmeda, y a sacudirla y estirarla en todas las direcciones antes de doblarla, para que los respectivos propietarios la encuentren bien ordenada.
-Vamos a llevarle a María enseguida su ropa -dice María de Alfeo. Y termina: «¡Ha estado muy sacrificada ayer y hoy en ese cuartito sin aire!...».

Por esto me doy cuenta de que la ausencia de Jesús ha sido de más de un día, y de que en ese tiempo María de Magdala, propietaria de un solo vestido, que además es prestado, ha tenido que estar escondida hasta que estuviera seco.
Susana responde:

-¡Menos mal que no se queja nunca! No pensaba que fuera tan buena.

-Y tan humilde, debes decir, y reservada. ¡Pobre hija! ¡Verdaderamente era el diablo el que la atormentaba! Una vez que mi Jesús la ha librado, ha vuelto a ser ella como sin duda era de niña.

Y hablando entre ellas vuelven a casa a llevar la ropa lavada. Entretanto, en la cocina, Marta trabaja en preparar las viandas. La Virgen está limpiando las verduras en un barreño de cobre y poniéndolas a hervir para la cena.

-Aquí está todo ya seco, limpio y doblado. Hacía falta. Ve donde María y dale su ropa -dice Susana mientras da el vestido a Marta.

Pasa un rato y las dos hermanas vuelven juntas.
-Gracias a las dos. El sacrificio del vestido sin cambiar desde hace días me era el más penoso -dice María de Magdala sonriendo -Ahora me siento toda fresca.

-Sal afuera a sentarte, que hay un buen vientecillo y te vendrá muy bien después de tanto tiempo encerrada -observa Marta, la cual, siendo menos alta y de formas menos esculturales que su hermana, ha podido ponerse un vestido de Susana o de María de Alfeo mientras su ropa se lavaba.

-Esta vez se ha hecho así, pero para el futuro nos haremos nuestro pequeño saco, como las otras, y no tendremos esta incomodidad -dice la Magdalena.

-¿Cómo? ¿Tienes intención de seguirlo como nosotras?
-Por supuesto. A menos que Él me ordene lo contrario. Ahora voy a la orilla del mar a ver si vienen. ¿Vuelven esta tarde?

-Eso espero -responde María Santísima -Estoy preocupada porque ha ido a Fenicia. Pero pienso que está con los apóstoles, y también que los fenicios quizás son mejores que otros muchos. Pero querría que volviera, incluso por la gente que está esperando. Cuando he ido a la fuente, una mujer me ha parado y me ha dicho: "¿Estás con el Maestro galileo, el que llaman el Mesías? Ven entonces y mira cómo está mi hijo. Hace un año que le atormenta la fiebre". He entrado en una casita. ¡Pobre criatura! ¡Parecía una florecilla agonizante! Se lo diré a Jesús.

-Hay otros también que piden igualmente la curación; más curación que enseñanza -dice Marta.
-El hombre difícilmente es todo espiritual. Siente con mayor fuerza la llamada de la carne y sus necesidades -responde la Virgen.
-Pero muchos, después del milagro, nacen a la vida del espíritu.

-Sí, Marta. Y ese también es un motivo por el que mi Hijo hace tantos milagros. Por bondad hacia el hombre, pero también para atraerlo, con ese medio, a este camino suyo que, si no, demasiados no lo seguirían.
En esto, vuelve a casa Juan de Endor (que no había ido con Jesús) y con él muchos discípulos en dirección a sus respectivas casas. Casi contemporáneamente, regresa la Magdalena diciendo:

-Están llegando. Son las cinco barcas que zarparon al alba de ayer. Las he reconocido muy bien.
-Estarán cansados y sedientos. Voy por más agua. La fuente es muy fresca.

María de Alfeo sale con las tinajas.

-Vamos a recibir a Jesús. Venid -dice la Virgen. Y sale con la Magdalena y Juan de Endor, porque Marta y Susana se quedan trabajando en los fuegos, rojas y muy ocupadas de ultimar la cena. Costeando la orilla, llegan a un pequeño espigón, donde ya otras barcas de pesca que han regresado están detenidas; desde su punta se ve bien todo el golfo, así como la ciudad de que recibe el nombre; y se ven también las cinco barcas que avanzan ligeras, un poco inclinadas por la veloz marcha, la vela bien tirante debido a un ligero viento boreal que favorece a las barcas y alivia a los hombres fatigados por el calor.

-Mira qué bien se manejan Simón y los otros. Siguen que es una maravilla la barca del guía. Fijaos, ya han sobrepasado el rompiente; ahora se internan hacia mar abierto para rodear la corriente, que es fuerte en ese punto. Fijaos... Ahora va todo bien. Dentro de poco están aquí -dice Juan de Endor.

En efecto, las barcas se van acercando cada vez más y ya se puede ver a los que vienen en ellas.
Jesús viene en la primera, junto con Isaac. Se ha puesto en pie y su alta estatura se manifiesta en toda su majestuosidad, hasta que la vela, al arriarla, lo esconde durante unos minutos. Dado que la barca, virando, pasa de proa a costado para entrar y ponerse al amparo del muelle, pasando así frente a las mujeres, que están encima del espigón, Jesús las saluda con una sonrisa y ellas se echan a andar deprisa para llegar al punto de arribo cuando la barca.

-¡Dios te bendiga, Hijo! -dice María como saludo a Jesús, el cual pone pie en el andén.

-Dios te bendiga, Mamá. ¿Has estado preocupada? En Sidón no hemos encontrado a quien buscábamos, así que hemos ido hasta Tiro. Allí hemos encontrado. Ven, Hermasteo... Mira, Juan, este joven quiere ser adoctrinado. Te le confío.
-Lo adoctrinaré sobre tu palabra, no te defraudaré.

¡Gracias, Maestro! Hay muchos que te están esperando -responde Juan de Endor.
-Hay también un pobre niño enfermo, Hijo mío. La madre te espera ansiosa.
-Voy enseguida a verla.

-Sé quién es, Maestro. Te acompaño. Ven, Hermasteo; así empezarás a conocer la bondad infinita de nuestro Señor ­dice el hombre de Endor.
Bajan: de la segunda barca, Pedro; de la tercera, Santiago; de la cuarta, Andrés; de la quinta, Juan: los cuatro pilotos, seguidos luego por los otros apóstoles o discípulos que venían con ellos. Ahora se agolpan alrededor de Jesús y María.

-Id a casa. Vuelvo enseguida. Preparad, entretanto, lo necesario para la cena y decid a las personas que están esperando que al anochecer hablaré.
-¿Y si hay enfermos?

-Primero los curaré. Incluso antes de la cena, para que puedan regresar a sus casas felices.

Se separan: Jesús va con el hombre de Endor y Hermasteo hacia la ciudad; los otros vuelven por el camino de la playa guijarrosa, narrando todo lo que han visto y oído, contentos como niños que regresaran con sus mamás.
También Judas de Keriot está contento. Enseña todas las limosnas que le han dado los pescadores de púrpura; sobre todo, un buen taleguillo de la preciosa materia.

-Esto para el Maestro. Si no la lleva El, ¿quién la podría llevar? Me llamaron aparte y me dijeron: "Tenemos madréporas de valor en la barca, y -¡fíjate!-una perla también. Un tesoro. No sé cómo hemos tenido tanta suerte.

Te las regalamos con mucho gusto para el Maestro. Ven a verlas". Fui, dado que me lo habían pedido, mientras el Maestro estaba retirado en una gruta orando. Eran corales bellísimos, y una perla... no grande pero sí bonita. Les dije: "No os privéis de estas cosas. El Maestro no lleva ninguna joya. Más bien, dadme un poco de esa púrpura, para embellecer su túnica". Tenían este montoncito. Se empeñaron en dármela toda. Ten, Madre, haz con ella un bonito trabajo, como tú sabes hacer, para nuestro Señor.

¡Pero hazlo! Si se da cuenta querrá que se venda para los pobres, y queremos verlo vestido como merece; ¿no es verdad?

-¡Sí, sí, cierto! Yo sufro cuando lo veo vestido con esa simplicidad en medio de otros; Él, que es Rey, mientras que ellos son peor que esclavos, y todo emperifollados y acicalados. ¡Y lo miran como a un pobre, indigno de ellos! -dice Pedro.

-¿Te diste cuenta de cómo se reían esos... señores de Tiro cuando nos estábamos despidiendo de los pescadores?-le dice su hermano -Les dije: "¡Os debería dar vergüenza, perros, que es lo que sois! Vale más un hilo de su túnica blanca que no todos vuestros perifollos" -dice Santiago de Zebedeo.

-Yo quisiera -dado que le han dado esto a Judas -que lo preparases para los Tabernáculos -dice el otro Judas, el Tadeo.

-Nunca he hilado con la púrpura. Pero lo intentaré, a ver si soy capaz -dice María Santísima mientras toca las séricas hebras, esponjosas, de espléndido color.
-La que fue mi nodriza es experta en esto. La encontraremos en Cesárea. Te enseñará. Aprenderás enseguida porque tú sabes hacer todo bien. Yo haría una cenefa para el cuello, para las bocamangas y para la parte baja de la túnica: púrpura sobre lino o lana blanquísimos, con palmas y rosetones, como los de los mármoles del Santo, y con el nudo de David en el centro. Estaría muy bien -dice la Magdalena, experta de cosas bonitas en general.

Marta dice:
-Nuestra madre hizo ese dibujo, por lo bonito que era, en la túnica destinada a Lázaro para el viaje de toma de posesión de sus tierras de Siria. Lo he conservado porque fue la última labor de nuestra madre. Te lo mandaré.
-Lo haré orando por vuestra madre.

En esto, han llegado ya a las casas. Los apóstoles se reparten para reunir a los que esperan al Maestro, especialmente a los enfermos...

Y vuelve Jesús con Juan de Endor y Hermasteo. Pasa saludando a la gente que está apiñada delante de las pequeñas casas. Su sonrisa es una bendición.
No podía faltar el enfermo de los ojos, casi ciego por las oftalmías ulcerosas. Se lo presentan y Él lo cura. Luego es el turno de uno que está sin duda palúdico, consumido y amarillo como un chino, y lo cura.

Luego es una mujer, que le pide un milagro singular: leche para su pecho, que no la tiene; y muestra un niño de pocos días, desnutrido y todo colorado, inflamado, como por un trastorno interno. Llora:

-Fíjate. Se nos manda obedecer al hombre y procrear. Pero ¿para qué sirve, si luego vemos apagarse a nuestros hijos? Es el tercero que doy a luz. A dos ya los he recostado en el sepulcro, por este pecho ciego. Éste ya se está muriendo porque ha nacido en la época de mayor calor. Los otros vivieron: uno diez lunas y el otro seis; para, al final, hacerme llorar más todavía, porque murieron por enfermedad de la tripa. Si tuviera mi leche esto no pasaría...

Jesús la mira y dice:
-Tu hijo vivirá. Ten fe. Ve a tu casa. En cuanto llegues dale el pecho al niño. Ten fe.
La mujer, obediente, se marcha, estrechando contra su corazón al menesteroso, que refunfuña como un gatito.
-Pero, ¿le va a venir la leche?
-Claro que le vendrá.

-Yo digo que le va a vivir el niño, pero que la leche no le viene, y ya si vive será un milagro... Está casi muerto de penuria.

-Pues yo digo que le viene la leche.
-Sí.
-No.
Las opiniones son múltiples como las personas.

Mientras tanto, Jesús se retira a cenar. Cuando sale para predicar de nuevo, hay todavía más gente, porque la noticia del milagro del niño enfermo de fiebres, realizado por Jesús al poco de desembarcar, se ha extendido por la ciudad.

-Os doy mi paz para que prepare vuestro espíritu a comprender. En la tempestad no se puede oír la voz del Señor. Cualquier tipo de desasosiego es nocivo a la Sabiduría, porque la Sabiduría, siendo así que viene de Dios, es pacífica; el desasosiego, por el contrario, no viene de Dios, porque los agobios, las ansias, las dudas, son obras del Maligno para inquietar a los hijos del hombre y separarlos de Dios.

Os propongo esta parábola para que entendáis mejor la enseñanza.

Un agricultor tenía en sus campos muchos árboles y vides que daban mucho fruto; entre éstas, una, de la que se sentía muy orgulloso, de calidad selecta. Un año esta vid dio muchas hojas, pero pocos racimos. Un amigo le dijo al agricultor: "Es porque la has podado demasiado poco". Al año siguiente el hombre la podó mucho: la vid dio pocos sarmientos y de racimos todavía menos. Otro amigo dijo:

"Es porque la has podado demasiado". El tercer año el hombre no la tocó: la vid no dio ni un solo racimo, y muy pocas hojas, delgadas, acartonadas, orinientas. Un tercer amigo sentenció: "Muere porque la tierra no es buena.

Quémala". "Pero ¿por qué, si es la misma tierra de las otras y la cuido como a las demás? ¡Antes iba bien!". El amigo se encogió de hombros y se fue.

Pasó un desconocido viandante y se detuvo a observar al agricultor que estaba apoyado con tristeza en el tronco de la pobre vid. "¿Qué te pasa?" le preguntó. "¿Algún difunto en tu casa?".

-No. Pero se me está muriendo esta vid. La apreciaba mucho. Se ha quedado sin savia para dar fruto. Un año, poco; al otro, menos; éste, nada. He hecho lo que me han aconsejado, pero no ha servido de nada.

El desconocido entró en el campo y se acercó a la vid. Tocó las hojas, cogió un terrón del suelo, lo olió, lo desmenuzó con sus dedos, alzó su mirada hacia el tronco del árbol que servía de apoyo a la vid...

-Tienes que contarlo. Esta vid está consumida por causa del tronco.

-¡Pero si es su apoyo desde hace años!
-Respóndeme, hombre: cuando plantaste esta vid, ¿cómo era ella y cómo era el tronco?

-¡Oh, era un hermoso majuelo de tres años! Lo saqué de otra cepa mía. Para traerlo aquí hice un agujero profundo, para no dañar las raíces al sacarlo del terruño natal. También aquí había hecho un agujero igual; más grande todavía, para que estuviera enseguida a sus anchas. Antes había excavado bien con la azada toda la tierra de alrededor para que estuviera esponjosa, de forma que las raíces pudieran extenderse enseguida sin esfuerzo. Metí en el fondo grato abono y coloqué el majuelo con todo cuidado --como sabes, las raíces se fortifican si encuentran inmediatamente algo que las nutra-.

Del olmo me ocupé menos. Era un arbolito cuya única función era la de servir de apoyo al majuelo. Por eso, lo puse, casi superficialmente, al lado del majuelo, lo afiancé y me fui. Arraigaron los dos, porque la tierra es buena. De todas formas, mientras que la vid crecía de un año para otro -estimada, podada, rejacada-, el olmo crecía con dificultad (¡para lo que servía!...)... Pero luego se ha hecho recio. ¿Ves qué hermoso está ahora? Cuando vuelvo de lejos veo destacar alta su copa como una torre, y me parece la enseña de mi pequeño reino. Al principio la vid lo tapaba y no se veían sus hermosas frondas. ¡Ahora, mira qué hermosa su copa allá arriba bajo el sol! ¡Y qué tronco! Derecho, fuerte. Podía sujetar esta vid durante años y años, aunque hubiera crecido como aquellas que cogieron los exploradores de Israel en el torrente del Racimo. Sin embargo...".

-Sin embargo... te la ha matado. La ha rendido. Todo favorecía su vida: el terreno, la posición, la luz, el sol, tu forma de cuidarla. Pero éste la ha matado. Se ha hecho demasiado fuerte. Ha atenazado sus raíces y las ha ahogado. Le ha quitado todo jugo proveniente del suelo, ha estrangulado su respiración, le ha vedado la luz que necesitaba. Tala inmediatamente este inútil y recio árbol, y tu vid renacerá. Y renacerá mejor aún si, con paciencia, excavas la tierra para poner al desnudo las raíces del olmo y las siegas, para asegurarte que no echen rebrotes.

Se pudrirán en el suelo con sus últimas ramificaciones: de muerte se transformarán en vida, porque se transformarán en sustancia fertilizante: digno castigo a su egoísmo. El tronco lo echarás al fuego, y así te será útil. Una planta inútil y nociva sólo sirve para el fuego, y debe ser arrancada, para que todo el bien lo reciba la planta buena y útil. Ten fe en lo que te digo y te sentirás feliz.

-Pero... ¿quién eres tú? Dímelo, para que pueda tener fe.
-Yo soy el Sapiente. Quien cree en mí estará seguro.
Y se marchó.

El hombre tuvo un momento de indecisión. Luego se decidió y echó mano a la sierra; es más, llamó a sus amigos para que le ayudaran.
-¡Qué sandez!
-¡Perderás vid y olmo!

-¡Yo me limitaría a podarle la copa para dar aire a la vid! ¡No más! En todo caso deberá tener un soporte. Es un trabajo inútil. ¿Quién sabe quién era! Quizás uno que te odia y tú no lo sabes.
-¡O quizás es un loco!
…Y así sucesivamente

-Haré lo que me ha dicho. Tengo fe en él.
Y segó el olmo por la base; y, no contento con ello, en un amplio radio puso al desnudo las raíces de las dos plantas, y segó con paciencia las del olmo, poniendo cuidado en no dañar las de la vid. Luego volvió a tapar el vasto agujero que había hecho. A la vid, que se había quedado sin soporte, le puso al lado una fuerte barra de hierro; luego escribió en una tabla la palabra "Fe" y la ató en la parte alta de la barra.

Los otros se marcharon meneando la cabeza.

Pasó el otoño y el invierno. Vino la primavera. Los sarmientos, enroscados en el apoyo se adornaron de abundantes gemas (primero apiñadas como en un estuche de terciopelo plateado; luego entreabiertas, sobre la esmeralda de las nacientes hojitas; luego abiertas del todo). Y nuevos sarmientos fuertes a partir del tronco (todos ellos un verdadero floreteo de florecillas... y luego todo un fructificar de granos de uva). Más racimos que hojas. Y éstas, grandes, verdes, fuertes, tan fuertes como los conjuntos de dos, tres o más racimos. Cada racimo, una densa concentración de granos carnosos, jugosos, espléndidos.

-¿Y ahora qué decís? ¿Era o no el árbol la razón por la cual mi vid moría? ¿Era acertado o no lo que dijo el Sapiente?

¿Tuve o no razón cuando escribí en esa tabla la palabra “Fe”?" -
-dijo el hombre a sus amigos incrédulos.
-Has tenido razón. ¡Dichoso tú que has sabido tener fe y has sido capaz de destruir el pasado y lo que de nocivo se te dijo.

Esta es la parábola.

Y, por lo que respecta a la mujer del pecho seco, ahí tenéis la respuesta. Mirad hacia la ciudad.

Todos se vuelven hacia la ciudad y ven que viene corriendo la mujer de antes, la cual, a pesar de que venga corriendo no separa a su hijito del pecho, de su pecho lleno, bien lleno, de leche, del que el pequeño hambriento mama con tal voracidad, que casi se ahoga. Y la mujer no se detiene sino a los pies de Jesús; sólo entonces separa un momento del pezón al niño y grita:

-¡Tu bendición, tu bendición, para que viva para ti!
Pasado este momento, Jesús continúa:

-Habéis recibido la respuesta a vuestras hipótesis acerca del milagro. De todas formas, la parábola tiene un sentido más amplio del pequeño episodio de una fe premiada. El sentido es éste:

Dios había plantado su vid, su pueblo, en un lugar apropiado, y le había procurado todo lo que necesitaba para crecer y dar frutos cada vez mayores; y había apoyado a su pueblo en los maestros, para que pudiera comprender más fácilmente la Ley y para que fueran su fuerza. Pero los maestros quisieron ser más que el Legislador; crecieron, crecieron, crecieron... hasta hacerse valer por encima de la eterna palabra. Y así Israel ha quedado estéril. El Señor ha enviado entonces al Sapiente, para que los israelitas que, con recto corazón, sienten el dolor de esta infecundidad y prueban los remedios que les vienen de los dictámenes o consejos de los maestros -doctos humanamente, indoctos sobrenaturalmente, y, por tanto, lejanos del conocimiento de lo que se debe hacer para devolver la vida al espíritu de Israel-puedan disponer de un consejo verdaderamente beneficioso.

Ahora bien, ¿qué sucede? ¿Por qué no recupera las fuerzas Israel y vuelve a ser vigoroso como en los tiempos áureos de su fidelidad al Señor? Porque el consejo es: eliminar todas las cosas parasitarias que han crecido en detrimento de la Cosa santa -la Ley del Decálogo-tal y como fue dada; eliminarlas para dejar aire, espacio, alimento a la Vid, al Pueblo de Dios, y darle un apoyo recio, derecho, que no pueda ser plegado, soporte único, de nombre luminoso: la Fe. Pues bien, este consejo no se acepta. Por eso os digo que Israel caerá, siendo así que podría renacer y ganar el Reino de Dios, si supiera creer y generosamente corregirse y modificarse substancialmente. Podéis marcharos en paz.

Que el Señor esté con vosotros.
   


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