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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

160- Encuentro con Gamaliel en el camino
de Neftalí a Yiscala


-¡Maestro! ¡Maestro! ¿Sabes quién nos precede? ¡El rabí Gamaliel! Está sentado con sus servidores en la sombra del bosque, protegido del viento. Es una caravana. Están asando un cordero. ¿Y ahora qué hacemos?

-Pues lo que queríamos hacer, amigos. Nosotros vamos por nuestro camino...

-Pero Gamaliel es del Templo».

-Gamaliel no es malo. No tengáis miedo. Voy Yo adelante.

-¡Voy también yo! -dicen al unísono los dos primos, todos los galileos y Simón. Sólo el Iscariote y un poco menos Tomás muestran pocas ganas de continuar el camino, pero siguen a los otros.

Unos metros todavía por un camino montañoso encajado entre las paredes boscosas del monte... Luego el camino gira y llega a una especie de pequeña meseta, a la que atraviesa, ensanchándose, para luego volver a estrecharse y a hacerse tortuoso bajo un techo de ramas entrelazadas. En el claro soleado del bosque, amparados por la sombra de las primeras hojas de los árboles, hay, bajo una rica tienda, un nutrido número de personas, y otros que, en un ángulo, están girando el cordero que tienen puesto sobre la llama.

¿Qué decir! ¡Gamaliel se cuida bien! Para un solo hombre que viaja -es decir, él -ha movilizado un regimiento de servidores con no sé cuánto equipaje. Ahora está allí, sentado, en el centro de su tienda: un telón extendido apoyado en cuatro palos dorados, una especie de baldaquino, bajo el cual hay unos asientos bajos cubiertos de cojines, y una mesa, que es una superficie montada sobre caballetes taraceados, aparejada con un finísimo mantel sobre el que los servidores disponen una valiosa vajilla. Gamaliel parece un ídolo: con las manos abiertas sobre las rodillas, rígido, hierático, parece una estatua.

En torno a él, los servidores se mueven y giran de un lado para otro como mariposas. Él está en otras cosas, está pensando: los párpados semicierran sus ojos severos; cuando los abre, dos oscurísimos ojos profundos y llenos de pensamiento se muestran en toda su severa belleza, a ambos lados de una nariz larga y fina, bajo una frente un poco calva de viejo, alta, signada por tres arrugas paralelas, con una gruesa vena azulada que dibuja casi una V en el centro de la sien derecha.   

Los sirvientes se vuelven por el rumor de los pasos de los que llegan; también Gamaliel, el cual, al ver a Jesús, que viene el primero, hace un gesto de sorpresa y se pone en pie. Se acerca al límite de la tienda, pero no lo sobrepasa. Desde allí, con los brazos recogidos sobre el pecho, se inclina con gran reverencia. Jesús responde de la misma forma.

-¿Estás aquí, Rabí? -dice Gamaliel.
-Aquí estoy, rabí -responde Jesús.
-¿Se te puede preguntar a dónde te diriges?
-Con gusto te respondo: vengo de Neftalí y voy a Yiscala.
-¿A pie? Largo y penoso es el camino por estos montes. Te vas a cansar demasiado.

-Créeme, si me aceptan y prestan oído a mis palabras, todo cansancio cesa.

-Concédeme entonces, por una vez, que sea yo quien te proporcione descanso. El cordero ya está preparado. Habríamos dejado los restos a las aves, porque no acostumbro a llevármelos conmigo, así que no me supone ninguna dificultad invitaros a ti y a los tuyos. Soy amigo tuyo, Jesús. No te considero inferior a mí; antes al contrario, mayor.

-Lo creo. Acepto.

Gamaliel habla con un sirviente, que parece el primero en autoridad. Éste transmite la orden: prolongan la tienda y descargan de los muchos mulos que hay otros asientos para los discípulos de Jesús y otros objetos del servicio de mesa.

Traen las copas para la purificación de los dedos. Jesús, con la máxima majestuosidad, procede al rito mientras los apóstoles -observados con el rabillo del ojo, agudamente, por Gamaliel -lo hacen más mal que bien, excepto Simón, Judas de Keriot, Bartolomé y Mateo, más habituados a los refinamientos judaicos.

Jesús se ha puesto junto a Gamaliel, que está solo en uno de los lados de la mesa. Frente a Jesús, Simón Zelote. Después de la oración de ofrecimiento, recitada por Gamaliel con lentitud solemne, los sirvientes trinchan el cordero y lo distribuyen a los invitados, y llenan de vino las copas, o de agua de miel para quien lo prefiere.
-El azar nos ha reunido, Maestro. No me podía imaginar que te iba a encontrar, y menos aún dirigido a Yiscala.
-Me dirijo a todo el mundo.

-Sí. Eres el Profeta infatigable. Juan es el estable; Tú, el peregrino.

-Ello facilita a las almas el encontrarme.
-No diría yo lo mismo, porque si te mueves pierden tu pista.

-La pierden los enemigos, pero quienes desean acercarse a mí, porque aman la Palabra de Dios, me encuentran. No todos pueden venir al Maestro; por lo cual, el Maestro, deseoso de todos, va a ellos, haciendo así el bien a los buenos y evitando las conjuras de quienes le odian.
-¿Lo dices por mí? No te odio.

-No lo digo por ti. Pero, siendo justo y sincero como eres, podrás corroborar lo que acabo de decir.

-Sí, así es. De todas formas... es que nosotros los viejos te comprendemos mal.

-Sí. El viejo Israel me comprende mal. Por desgracia para él... y por propia voluntad.

-¡Nooo!

-Sí, rabí; no aplica su voluntad a entender al Maestro. Y quien se limita a eso todavía hace un mal relativo. Pero es que otros aplican su voluntad a entender mal y a alterar mi palabra para dañar a Dios.

-¿A Dios? ¡Él está por encima de las insidias humanas!
-Sí, pero toda alma que se desvía, o que es desviada -y desviar es alterar mi palabra y mi obra a sí mismo o a los demás -es un daño hecho a Dios en esa alma que se pierde: toda alma que se pierde es una herida infligida a Dios.

Gamaliel baja la cabeza y piensa con los ojos cerrados. Luego se aprieta la frente entre sus largos y delgados dedos con un movimiento involuntario de aflicción. Jesús lo escudriña con su mirada. Gamaliel levanta la cabeza, abre los ojos, mira a Jesús y dice:

-Pero Tú sabes que no soy uno de ellos.
-Lo sé, pero eres uno de los primeros.

-Sí, eso es verdad. Pero no es que no me aplique a entenderte. Lo que pasa es que tu palabra se detiene en mi mente y no va más abajo. La mente la admira, cual palabra de hombre docto, pero el espíritu...

-Pero el espíritu no puede recibirla, Gamaliel, porque tiene demasiados estorbos; que además son cosas ya inservibles. Viniendo de Neftalí, hace poco he pasado por un monte que sobresale de la cadena montañosa. He querido pasar por ese lugar para contemplar la belleza de los dos lagos de Genesaret y Merón desde lo alto, como los ven las águilas y los ángeles del Señor, para decir una vez más:

"Gracias, Creador, por la belleza que nos concedes". Pues bien, mientras que toda la cadena es un fértil florecer, macollar, poblarse de hojas los prados, pomares, campos y bosques, mientras los laureles desprenden su aroma junto a los olivos, preparando ya la nieve de las mil flores, y el robusto roble parece hacerse más bueno porque se viste de las coronas de las clemátides y madreselvas... allí no, allí no hay floración ni fertilidad, ni de hombre ni de la naturaleza: todo esfuerzo del viento, todo esfuerzo de los hombres se malogra allí, porque las ruinas ciclópeas de la antigua Hatzor ocupan todo, y entre esas voluminosas piedras no puede sino crecer la ortiga y el espino y anidar la serpiente. Gamaliel...

-Comprendo. También nosotros somos escombros... Comprendo la parábola, Jesús. Pero... no puedo... no puedo cambiar de línea de actuación: las piedras están demasiado hincadas.

-Alguien en quien crees te dijo: "Las piedras se estremecerán cuando pronuncie mis últimas palabras". Pero, ¿por qué esperar a las últimas palabras del Mesías? ¿No tendrás remordimientos por no haberme querido seguir antes? ¡Oh, las últimas!... Tristes palabras, si se trata de un amigo que muere y que hemos ido a escuchar demasiado tarde. Y mis palabras son más que las de un amigo.

-Tienes razón, pero no puedo. Espero ese signo para creer.
-No basta un rayo para remover un campo yermado; no lo recibe la tierra, sino sólo las piedras que la cubren. Trabaja al menos en removerlas, Gamaliel; si no, si continúan así, en lo profundo de ti, el signo no te llevará a creer.

Gamaliel calla, absorto. La comida termina.
Jesús se levanta y dice:
-Te doy gracias, Dios mío, por esta comida y por haber podido hablar al sabio. Y gracias a ti, Gamaliel.
-Maestro, no te vayas así. Temo que estés enfadado conmigo.

-¡Oh!, ¡no! Debes creerme.

-Entonces, no vayas. Yo me estoy dirigiendo a la tumba de Hillel. ¿Desdeñarías venir conmigo? Nos llevará poco tiempo porque tengo mulos y asnos para todos. Simplemente les quitamos los bastos. Los llevarán los sirvientes. Así te será más corto el camino en el trecho más duro.

-No sólo no desdeño ir contigo, sino que me siento honrado de ello y de ir a visitar la tumba de Hillel. Vamos pues.

Gamaliel da unas órdenes y, mientras todos se ponen a trabajar para desmontar el comedor provisional, Jesús y el rabí montan a caballo de una mula, y, al lado el uno del otro, avanzan por el camino escarpado, silencioso, en que suenan fuerte las pezuñas herradas.

Gamaliel guarda silencio: sólo dos veces le pregunta a Jesús si va cómodo en la silla. Jesús responde y calla luego, absorto en su pensamiento, hasta el punto de que no ve que Gamaliel, sujetando un poco a su mula, lo deja pasar adelante -la largura de un cuello ̀para estudiar todos sus movimientos. Los ojos del anciano rabí están tan atentos y fijos, que parecen los de un halcón al acecho de la presa. Pero Jesús no se da cuenta; va sereno, acompañando el paso ondulado de la cabalgadura; piensa; y, no obstante, advierte todos los detalles de lo que le rodea. Alarga una mano para coger un péndulo racimo de codeso de oro; sonríe a dos pajarillos que se están haciendo el nido en un tupido enebro; detiene la mula para escuchar a una curruca; hace un gesto de asentimiento, como bendiciendo, al grito impaciente con que una tórtola salvaje insta a su compañero al trabajo.

-Quieres mucho a las plantas y a los animales, ¿no?
-Sí, mucho; es mi libro vivo. El hombre tiene siempre ante sus ojos los cimientos de la fe. El Génesis vive en la naturaleza. Y quien sabe ver sabe también creer. ¿Puede, acaso, esta flor de tan delicado perfume y delicada materia de sus colgantes corolas, y tan en contraste con este espinado enebro y con aquella aulaga de punzantes hojas, haberse hecho sola? Y, mira allí, ¿puede, acaso, haberse hecho así, solo, aquel petirrojo, con esa pincelada de sangre seca en su blando cuello? ¿Y aquellas dos tórtolas?: ¿cómo van a haber podido pintarse ese collar de ónix sobre el velo de las plumas grises? ¿Y allí, esas dos mariposas?: una, negra con su dibujo de grandes ojos de oro y rubí; blanca con rayas azules la otra: ¿dónde habrán encontrado las gemas y cintas para sus alas? ¿Y este riachuelo?: es agua, sí, pero ¿de dónde proviene?, ¿cuál es la fuente primera del agua­elemento?

¡Ah, mirar quiere decir creer, si se sabe ver!

-Mirar quiere decir creer. Miramos demasiado poco al Génesis vivo que tenemos ante nuestros ojos.

-Demasiada ciencia, Gamaliel, y demasiado poco amor, y demasiada poca humildad.

Gamaliel suspira y menea la cabeza.

Bien, he llegado, Jesús. Allí está enterrado Hillel.

Dejemos aquí las cabalgaduras y acerquémonos allí abajo. Un sirviente se hará cargo de las mulas.

Se apean. Atan a un tronco las bestias. Se encaminan hacia un pequeño sepulcro que se destaca en la ladera del monte al lado de un vasto edificio completamente cerrado.
-Aquí vengo a meditar, como preparación a las fiestas de Israel -dice Gamaliel señalando la casa.

-La Sabiduría te dé todas sus luces.
-Y aquí -y señala al sepulcro -para prepararme a la muerte: era un justo.

-Era un justo. Oro con gusto ante sus cenizas. Pero, Gamaliel, no sólo a morir debe enseñarte Hillel. Te debe enseñar a vivir.

-¿Cómo, Maestro?

-“E1 hombre es grande cuando se humilla": era su lema preferido…

-¿Cómo lo sabes, si no lo has conocido?

-Lo he conocido... Y, además, aunque no hubiera conocido personalmente a Hillel el rabí, su pensamiento lo hubiera conocido como de hecho lo conozco, porque nada ignoro del pensamiento humano.

Gamaliel inclina la cabeza y susurra:

-Sólo Dios puede decir esto.
-Dios y su Verbo. Porque el Verbo conoce al Pensamiento y el Pensamiento conoce al Verbo, y lo ama, comunicándose a Él con sus tesoros para hacerlo partícipe de sí. El Amor estrecha los lazos y hace de Ellos una sola Perfección. Es la Tríada que se ama y que divinamente se forma, se genera, procede y completa. Todo pensamiento santo ha nacido en la Mente perfecta y se refleja en la mente del justo. ¿Puede, entonces, el Verbo ignorar los pensamientos de los justos, que son los pensamientos del Pensamiento?

Oran largamente ante el sepulcro cerrado. Se llegan a ellos los discípulos y luego los sirvientes: los primeros, a caballo; los otros, bajo el peso de los equipajes. Pero se detienen en los lindes del prado que precede al sepulcro. La oración termina.

-Adiós, Gamaliel. Sube como Hillel.
-¿Qué quieres decir?

-Sube. Él te precede porque ha sabido creer más humildemente que tú. A ti la paz.

   


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