Wednesday April 24,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

266- Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra
las ciudades impenitentes


Jesús está sólo con Mateo, que no ha podido ir con los demás a predicar por tener herido un pie. De todas formas, enfermos y otras personas deseosas de la Buena Nueva llenan la terraza y el espacio libre del huerto para oírlo y solicitarle ayuda.

Jesús termina de hablar diciendo:

-Habiendo contemplado juntos la gran frase de Salomón: "En la abundancia de la justicia está la suma fortaleza", os exhorto a poseer esta abundancia, pues es moneda para entrar en el Reino de los Cielos. Tened con vosotros mi paz y Dios sea con vosotros.

Luego se acerca a los pobres y enfermos -en muchos casos son una y otra cosa juntamente-y escucha con bondad lo que cuentan, ayuda con dinero, aconseja con palabras, sana con la imposición de las manos y con la palabra. Mateo, a su lado, se encarga de dar las monedas.

Jesús está escuchando con atención a una pobre viuda que, entre lágrimas, le narra la muerte repentina de su marido carpintero, en el banco de trabajo, acaecida pocos días antes:  

-Vine corriendo a buscarte aquí. Todo el parentesco del difunto me acusó de falta de compostura y de ser dura de corazón. Ahora me maldicen. Pero había venido porque sabía que resucitabas y sabía que si te encontraba mi marido resucitaría. No estabas... Ahora él está en el sepulcro desde hace dos semanas... y yo estoy aquí con cinco hijos... Los parientes me odian y me niegan su ayuda.

Tengo olivos y vides. Pocos, pero me darían pan para el invierno si pudiera tenerlos hasta la recolección. Pero no tengo dinero, porque mi marido desde hacía tiempo estaba poco sano y trabajaba poco, y, para mantenerse, comía y bebía, yo digo que demasiado. Decía que el vino le sentaba bien... la verdad es que hizo el doble mal de matarlo a él y de consumir los ya escasos ahorros por su poco trabajo.

Estaba terminando un carro y un baúl; le habían encargado dos camas, unas mesas, y también unas repisas. Pero ahora... no están terminados, y mi hijo varón no llega a ocho años. Perderé el dinero... Tendré que vender los útiles y la madera. El carro y el baúl ni siquiera los puedo vender como tales, aunque estén casi ultimados, así que los voy a tener que dar como leña para el fuego. No va a ser suficiente el dinero, porque yo, mi madre anciana y enferma y cinco hijos somos siete personas... Venderé el majuelo y los olivos... Pero ya sabes cómo es el mundo...

Donde hay necesidad, ahoga. Dime, ¿qué debo hacer? Quería guardar el banco y las herramientas para mi hijo, que ya sabe algo de la madera... quería conservar la tierra para vivir, y también como dote para mis hijas...

Está escuchando todo esto cuando una agitación de la gente le advierte de que hay alguna novedad. Se vuelve para ver lo que sucede y ve a tres hombres que se están abriendo paso entre la multitud. Se vuelve otra vez hacia la viuda para decirle:

-¿Dónde vives?

-En Corazín, junto al camino que va a la Fuente caliente. Una casa baja entre dos higueras.
-Bien. Iré a ultimar el carro y el baúl, de modo que podrás vendérselos a quien los había encargado. Espérame mañana a la aurora.

-¿Tú? ¿Tú trabajar para mí? -La mujer se siente ahogar del estupor.
-Volveré a mi trabajo y te daré paz a ti. Al mismo tiempo, a esos de Corazín sin corazón les daré la lección de la caridad.
-¡Oh, sí! ¡Sin corazón! ¡Si viviera todavía el viejo Isaac! ¡No me dejaría morir de hambre! Pero ha vuelto a Abraham...
-No llores. Vuelve a casa serena. Con esto tendrás para hoy. Mañana iré Yo. Ve en paz.
La mujer se arrodilla a besarle la túnica y se marcha más consolada.

-Maestro tres veces santo, ¿te puedo saludar? -pregunta uno de los tres que habían llegado y que estaban parados respetuosamente detrás de Jesús, esperando a que despidiera a la mujer, y que, por tanto, han oído la promesa de Jesús. El hombre que ha saludado es Manahén.
Jesús se vuelve y, sonriendo, dice:

-¡Paz a ti, Manahén! ¡Entonces, te has acordado de mí!...
-Eso siempre, Maestro. Había decidido ir a verte a casa de Lázaro y al huerto de los Olivos para estar contigo. Pero antes de la Pascua apresaron a Juan el Bautista. Lo prendieron -con traición-otra vez; yo temía que, en ausencia de Herodes, que había ido a Jerusalén para la Pascua, Herodías ordenara la muerte del santo. No quiso ir para las fiestas a Sión, porque decía que estaba enferma.

Enferma, sí: de odio y lujuria... Estuve en Maqueronte para vigilar y... refrenar a esa pérfida mujer, que sería capaz de matar con su propia mano... Si no lo hace, es porque tiene miedo a perder el favor de Herodes, que... por miedo o convicción, defiende a Juan y se limita a tenerlo prisionero. Ahora Herodías se ha ido a un castillo de su propiedad, huyendo del calor agobiante de Maqueronte. Yo he venido con estos amigos míos y discípulos de Juan. Los enviaba él con una pregunta para ti. Me he unido a ellos.

La gente, al oír hablar de Herodes y comprendiendo quién es el que habla de él, se arremolina, curiosa, en torno al pequeño grupo de Jesús y de los tres hombres.
-¿Qué pregunta queríais hacerme? -dice Jesús, tras recíprocos saludos con los dos austeros personajes.
-Habla tú, Manahén, que sabes todo y eres más amigo -dice uno de los dos.

-Escucha, Maestro. Sé comprensivo, si ves que, por exceso de amor, en los discípulos nace un recelo hacia Aquel al que creen antagonista o suplantador de su maestro. Lo hacen los tuyos, lo hacen igual los de Juan. Son celos comprensibles, que demuestran todo el amor de los discípulos hacia sus maestros. Yo... soy imparcial, y lo pueden decir éstos que están conmigo, porque os conozco a ti y a Juan y os amo con equidad. Tanto es así que, aunque te ame a ti por lo que eres, preferí hacer el sacrificio de estar con Juan, porque lo venero también a él por lo que es, y, actualmente, porque está en mayor peligro que Tú. Ahora, por este amor -no sin el soplo rencoroso de los fariseos-han llegado a poner en duda que Tú eres el Mesías. Y así se lo han confesado a Juan, creyendo que le daban una alegría diciéndole:

"Para nosotros el Mesías eres tú, no puede haber uno más santo que tú". Pero primero Juan los ha reprendido llamándolos blasfemos; luego, después de la reprensión, con más dulzura, ha ilustrado todas las cosas que te señalan como verdadero Mesías; en fin, viendo que todavía no estaban convencidos, ha tomado a dos de ellos, éstos, y les ha dicho: "Id donde Él y decidle en mi nombre: ¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"'. No ha enviado a los discípulos que antes habían sido pastores, porque creen y no habría aportado nada el enviarlos. Los ha tomado de entre los que dudan, para acercártelos y para que su palabra disipara las dudas de otros como ellos. He venido con ellos para verte. Esto es todo. Ahora Tú acalla sus dudas.

-¡No nos creas hostiles a ti, Maestro! Las palabras de Manahén te lo podrían hacer pensar. Nosotros... nosotros... Conocemos desde hace años al Bautista, siempre lo hemos visto santo, penitente, inspirado. A ti... no te conocemos sino por boca de terceros, y ya sabes lo que es la palabra de los hombres... Crea y destruye fama y honra, por el contraste entre quien exalta y quien humilla, de la misma forma que dos vientos contrarios forman y dispersan una nube.

-Lo sé, lo sé. Leo en vuestro corazón y vuestros ojos leen la verdad en lo que os rodea, como también vuestros oídos han escuchado la conversación con la viuda. Sería suficiente para convencer. Mas Yo os digo: observad qué personas me rodean: aquí no hay ricos, ni gen-te que se dé la gran vida, aquí no hay personas de vida escandalosa; sólo hay pobres, enfermos, honrados israelitas que quieren conocer la Palabra de Dios. Éste, éste, esta mujer... también esa niñita, y aquel anciano, han venido aquí enfermos y ahora están sanos. Preguntadles y os dirán qué tenían y cómo los he curado, y cómo están ahora.

Preguntad, preguntad; yo, mientras, hablo con Manahén» y hace ademán de separarse.

-No, Maestro. No dudamos de tus palabras. Danos sólo una respuesta que llevar a Juan, para que vea que hemos venido y para que pueda, sobre la base de esa respuesta, persuadir a nuestros compañeros.

-Id y referid esto a Juan: "Los sordos oyen; esta niña era sorda y muda. Los mudos hablan; aquel hombre era mudo de nacimiento. Los ciegos ven". Hombre, ven aquí. Di a éstos lo que tenías -dice Jesús mientras coge de un brazo a uno que ha sido curado milagrosamente.

Éste dice:
-Soy albañil. Me cayó en la cara un cubo lleno de cal viva. Me quemó los ojos. Desde hace cuatro años vivía en la oscuridad. El Mesías me ha mojado los ojos secos con su saliva y ahora están de nuevo más frescos que cuando tenía veinte años. ¡Bendito sea!

Jesús prosigue:

-Y no sólo ciegos, sordos o mudos, curados, sino también cojos que corren, tullidos que se enderezan. Mirad ese anciano: hace un rato estaba anquilosado, encorvado, y ahora está derecho como una palma del desierto y ágil como una gacela. Quedan curadas las más graves enfermedades. Tú, mujer, ¿qué tenías?

-Una enfermedad del pecho, por haber dado demasiada leche a bocas voraces; la enfermedad, además del pecho, me comía la vida. Ahora mirad -y se destapa el vestido y muestra, intactos, los pechos, y añade: «Lo tenía que era todo una llaga. Lo demuestra la túnica, todavía mojada de pus. Ahora voy a casa para ponerme un vestido limpio; estoy fuerte y contenta. Ayer, no más, estaba muriéndome. Me han traído aquí unas personas compasivas. Me sentía muy infeliz... por los niños, que se iban a quedar pronto sin madre. ¡Eterna alabanza al Salvador!

-¿Habéis oído? Podéis preguntarle también al arquisinagogo de esta ciudad sobre la resurrección de su hija. Y, volviendo en dirección a Jericó, pasad por Naím e informaos sobre el joven que fue resucitado en presencia de toda la ciudad, cuando ya estaba para ser introducido en la tumba; así, podréis referir que los muertos resucitan. El hecho de que muchos leprosos hayan sido curados lo podréis saber en muchos lugares de Israel; pero, si queréis ir a Sicaminón, buscad entre los discípulos y encontraréis muchos ex leprosos. Decid, pues, a Juan que los leprosos quedan limpios. Decid, además, que se anuncia la Buena Nueva a los pobres, porque lo estáis viendo. Y bienaventurado quien no se escandalice de mí. Decid esto a Juan. Y también que lo bendigo con todo mi amor.

-Gracias, Maestro. Bendícenos también a nosotros antes de marcharnos.

-No podéis iros a esta hora, con este calor... Quedaos en casa como invitados míos hasta el atardecer; así viviréis por un día la vida de este Maestro que no es Juan, pero que es amado por Juan, porque -Juan sabe quién es. Venid a casa. Está fresca. Os daré la posibilidad de reponer fuerzas. Adiós a vosotros que me escucháis. La paz sea con vosotros.

Despide a la muchedumbre y entra en la casa con sus tres invitados...
No sé de lo que hablan durante esas horas de fuego. Ahora veo la preparación de la partida de los dos discípulos hacia Jericó. Manahén parece que se queda (su caballo no ha sido traído junto con los dos fuertes asnos enfrente de la abertura de la tapia del patio). Los dos enviados de Juan, después de muchas reverencias al Maestro y a Manahén, suben a las monturas... y todavía se vuelven para mirar y saludar, hasta que un recodo del camino los esconde a la vista.

Muchos de Cafarnaúm se han congregado para ver esta despedida, porque la noticia de la venida de los discípulos de Juan y la respuesta que Jesús les ha dado se han propagado por el pueblo y creo que también por otros pueblos cercanos. Veo personas de Betsaida y Corazín, quizás ex discípulos del Bautista, que antes se han presentado a los enviados de Juan, les han preguntado por él y le han mandado saludos a través de ellos, y que ahora se quedan hablando en grupo con los de Cafarnaúm. Jesús, con Manahén a su lado, hace ademán de volver a la casa mientras habla. Pero la gente se apiña alrededor de él, curiosa de observar al hermano de leche de Herodes y su trato lleno de deferencia hacia Jesús; deseosos también de hablar con el Maestro.

Está también Jairo, el arquisinagogo. Por gracia de Dios, no hay fariseos. Precisamente Jairo dice:
-¡Estará contento Juan! No sólo le has enviado una respuesta exhaustiva, sino que, invitándolos a quedarse, has podido adoctrinarlos y mostrarles un milagro.
-¿Y no de poco relieve! -dice un hombre.

-Había traído expresamente a mi hija hoy para que la vieran. Nunca se ha sentido tan bien como ahora, y para ella es un motivo de alegría el venir a estar con el Maestro. ¿Habéis oído su respuesta, no?: "No recuerdo lo que es la muerte. Recuerdo, eso sí, que un ángel me llamó y me llevó a través de una luz que aumentaba cada vez más y al final de esa luz estaba Jesús. Como lo vi entonces, con mi espíritu volviendo a mí, no lo veo ni siquiera ahora; vosotros y yo, ahora, vemos al Hombre, pero mi espíritu vio a ese Dios que está dentro del Hombre". ¡Qué buena se ha hecho desde entonces! Era ya buena, pero ahora es un verdadero ángel. ¡Ah, que digan lo que quieran todos!, ¡para mí el único santo que hay eres Tú!
-De todas formas, también Juan es santo -dice uno de Betsaida.

-Sí, pero es demasiado severo.
-No lo es más con los demás que consigo mismo.
-Pero no hace milagros y se dice que ayuna porque es como un mago.

-Pues de todas formas es santo.
La disputa de la gente se hace mayor. Jesús alza la mano y la extiende con el gesto habitual que hace cuando pide silencio y atención porque quiere hablar; enseguida se hace el silencio.
Jesús dice:

-Juan es santo y grande. No miréis su manera de actuar ni la ausencia de milagros. En verdad os digo que es grande en el Reino de los Cielos. Allí se manifestará con toda su grandeza.

Muchos se quejan porque era y es severo hasta el punto de parecer rudo. En verdad os digo que ha hecho un trabajo de gigante para preparar los caminos del Señor. Quien trabaja de ese modo no tiene tiempo que perder en blanduras. ¿No decía, cuando estaba en el Jordán, las palabras de Isaías que lo profetizan a él y profetizan al Mesías: "Todo valle será colmado, todo monte será rebajado, los caminos tortuosos serán enderezados y las breñas allanadas", y ello para preparar los caminos al Señor y Rey?

¡Verdaderamente ha hecho él más que todo Israel, para prepararme el camino! Quien debe rebajar montes, colmar valles, enderezar caminos o transformar cuestas penosas en subidas suaves, tiene que trabajar rudamente. En efecto, era el Precursor y sólo le anticipaba a mí una breve serie de lunas; todo debía estar ultimado antes de que el Sol se alzara en el día de la Redención. El tiempo ha llegado, el Sol sube para resplandecer sobre Sión y, desde Sión, extender su luz al mundo entero. Juan ha preparado el camino, como debía.

¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento en distintas direcciones? ¿Qué es lo que habéis ido a ver? ¿A un hombre refinadamente vestido? ¡No!... Esas personas viven en las casas de los reyes; ataviados con delicadas vestiduras, agasajados por mil siervos y cortesanos (cortesanos que lo son de un pobre hombre como ellos).

Aquí tenemos un ejemplo. Preguntadle, a ver si no experimenta desazón por la vida de Corte y admiración por el risco solitario y escabroso, en vano embestido por el rayo y el pedrisco, en vano circundado por los necios vientos que quieren arrancarlo y él se mantiene, no obstante, firme, elevándose entero hacia el cielo, con su punta tan enhiesta -puntiaguda cual llama que asciende-, que predica la alegría de lo alto. Éste es Juan. Así lo ve Manahén, porque ha comprendido la verdad de la vida y la muerte y ve la grandeza donde está, aunque esté celada bajo apariencias agrestes.

Y vosotros, ¿qué habéis visto en Juan cuando habéis ido a verlo? ¿Un profeta?, ¿un santo? Os digo que es más que un profeta; es más que muchos santos, más que los santos porque es aquel de quien está escrito: "Mando ante vosotros a mi ángel para preparar tu camino delante de ti".

Ángel. Pensad. Sabéis que los ángeles son espíritus puros creados por Dios según su semejanza espiritual, colocados como nexo entre el hombre (perfección de lo creado visible y material) y Dios (Perfección del Cielo y de la Tierra, Creador del reino espiritual y del reino animal). Aún en el hombre más santo subsisten la carne y la sangre que abren un abismo entre él y Dios (abismo que se ahonda profundamente con el pecado, que hace pesado incluso lo espiritual del hombre).

Así pues, Dios crea a los ángeles, criaturas que tocan el vértice de la escala creadora de la misma forma que los minerales señalan su base (los minerales, el polvo que compone la tierra, las materias inorgánicas en general).

Espejos tersos del Pensamiento de Dios, voluntariosas llamas que obran por amor, resueltos para comprender, diligentes para obrar, de voluntad libre como la nuestra, aunque enteramente santa, ajena a rebeliones y a estímulos de pecado. Esto son los ángeles adoradores de Dios, mensajeros suyos ante los hombres, protectores nuestros; ellos nos dan la Luz de que están investidos y el Fuego que, adorando, recogen.

La palabra profética llama "ángel" a Juan. Pues bien, Yo os digo: "Entre los nacidos de mujer no ha habido nunca uno mayor que Juan Bautista". No obstante, el menor del Reino de los Cielos será mayor que él-hombre. Porque quien es del Reino de los Cielos es hijo de Dios y no hijo de mujer. Tended, pues, todos, a ser ciudadanos del Reino.
-¿Qué os estáis preguntando entre vosotros dos?
-Decíamos: "¿Juan estará en el Reino?" y "¿cómo estará en el Reino?"

-En su espíritu está ya en el Reino. Cuando muera, estará en el Reino como uno de los soles más resplandecientes de la eterna Jerusalén. Es así por la Gracia sin resquebrajaduras que hay en él y por su propia voluntad.

En efecto, ha sido, y es, violento también consigo mismo, con fin santo. A partir de Juan el Bautista, el Reino de los Cielos es de los que saben conquistárselo con la fuerza opuesta al Mal, y son los violentos los que lo conquistan. Sí, ahora ya se sabe lo que hay que hacer y todo ha sido dado para llevar a cabo esta conquista. El tiempo en que hablaban sólo la Ley y los Profetas ha pasado. Los Profetas han hablado hasta Juan. Ahora habla la Palabra de Dios, y no esconde ni una iota de cuanto ha de saberse para esta conquista. Si creéis en mí, debéis ver en Juan a ese Elías que debe venir. Quien tenga oídos para oír que oiga.

¿Con quién compararé a esta generación? Es semejante a la que describen esos muchachos, que, sentados en la plaza gritan a sus compañeros: "Hemos tocado y no habéis bailado; hemos entonado lamentos y no habéis llorado". En efecto, ha venido Juan, que no come ni bebe, y esta generación dice: "Puede hacerlo porque tiene al demonio, que le ayuda"; ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenemos a un comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores". ¡Así la Sabiduría ha sido acreditada por sus hijos! "En verdad os digo que sólo los niños saben reconocer la verdad, porque en ellos no hay malicia.

-Bien has dicho, Maestro -dice el arquisinagogo -Por eso mi hija, que no conoce aún la malicia, te ve como nosotros no alcanzamos a verte. Pero esta ciudad y las otras cercanas rebosan de tu poder, sabiduría y bondad, y, debo confesarlo, no te responden sino con maldad. No se convierten. El bien que de ti reciben se transforma en odio contra ti.

-¿Qué estás diciendo, Jairo? ¡Nos estás calumniando! Si estamos aquí es por fidelidad al Cristo -dice uno de Betsaida.

-Sí. Nosotros. ¿Pero cuántos somos? Menos de cien en tres ciudades que deberían estar a los pies de Jesús. De los que faltan -me refiero a los hombres-la mitad son enemigos; la cuarta parte, indiferentes; la otra cuarta parte... quiero pensar que no puede venir. ¿No es esto ya pecado ante los ojos de Dios? ¿No será castigada toda esta aversión y obcecación en el mal? Habla, Maestro, Tú que no ignoras, Tú que si guardas silencio es por tu bondad, no porque no sepas. Eres longánimo, y confunden tu longanimidad con ignorancia y debilidad. Habla, pues; que tu palabra remueva al menos a los indiferentes, ya que los malos no se convierten, sino que se hacen cada vez peores.

-Sí. Es culpa y será castigada. Porque no se debe despreciar nunca el don de Dios, ni usarlo para hacer el mal. ¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida, que hacéis mal uso de los dones de Dios! Si en Tiro y Sidón se hubieran cumplido los milagros que se han producido entre vosotros, ya haría mucho tiempo que, vestidos de cilicio y espolvoreados de ceniza, habrían hecho penitencia y habrían venido a mí. Por esto os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con mayor clemencia que vosotras en el día del Juicio. ¿Y tú, Cafarnaúm, crees que por haberme dado alojamiento serás elevada hasta el Cielo? Hasta el Infierno bajarás. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que Yo te he dado, estaría todavía floreciente, porque habría creído en mí y se habría convertido.

Por tanto, Sodoma, en el último Juicio, será tratada con mayor clemencia que tú, que has conocido al Mesías y has oído su palabra y no te has convertido, porque Sodoma no conoció al Salvador y su Palabra, por lo cual su culpa es menor. No obstante, como Dios es justo, los de Cafarnaúm, Betsaida y Corazín que han creído y se santifican prestando obediencia a mi palabra, serán tratados con mucha misericordia; no es justo, en efecto, que los justos se vean implicados en el descalabro de los pecadores.

Respecto a tu hija, Jairo, y a la tuya, Simón, y a tu hijo, Zacarías, y a tus nietos, Benjamín, os digo que, no conociendo malicia, ven ya a Dios. Ya veis que su fe es pura y activa, unida a sabiduría celestial, y también a deseos de caridad como no tienen los adultos.

Y Jesús, alzando los ojos al cielo que se va oscureciendo con la noche, exclama:

-Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y se las has revelado a los pequeños. Así, Padre, porque así te plugo. Todo me ha sido confiado por mi Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiera revelárselo. Y Yo se lo he revelado a los pequeños, a los humildes, a los puros, porque Dios se comunica con ellos, y la verdad desciende como semilla a las tierras libres, y sobre la verdad hace llover el Padre sus luces para que eche raíces y dé un árbol. Es más, verdaderamente el Padre prepara a estos espíritus de los pequeños de edad o de corazón, para que conozcan la Verdad y Yo exulte por su fe...
   


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