Friday April 19,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

220- Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa de la parturienta


Ascalón y sus huertas son ya sólo un recuerdo. En las horas frescas de una espléndida mañana, dando la espalda al mar, Jesús, con los suyos, se dirige hacia las colinas enteramente verdes, poco altas pero graciosas, que se elevan en la feraz llanura. Los apóstoles, descansados y satisfechos, están llenos de contento; van hablando de Ananías, de sus esclavas, de Ascalón, del jaleo que había en la ciudad cuando volvieron para llevar los denarios a Dina.

-Estaba escrito que tenía que experimentar los apretones de los filisteos. Se podría decir que el amor y el odio tienen las mismas manifestaciones. Yo, que no había tenido que sufrir por el odio de los filisteos, por poco si me hieren por el amor; faltó poco para que los que estaban exaltados por el milagro nos apresaran para obligarnos a decirles dónde estaba el Maestro.

¡Qué forma de chillar! ¿Verdad, Juan? La ciudad hervía como un caldero. Los que estaban agitados no querían atender a razones, buscaban a los judíos para darles de palos; los agraciados, o sus amigos, querían persuadir a los primeros de que por la ciudad había pasado un dios. ¡Qué barullo! Tienen para discutir durante meses; lo malo es que discuten más con estacas que con palabras.

¡Bueno... son cosas suyas! ¡Que hagan lo que quieran! -dice Tomás.

-De todas formas, no son malos... -observa Juan.

-No. Lo único es que están cegados por muchas cosas -responde Simón Zelote.

Jesús, durante un buen trecho de camino, no habla. Luego dice -Mirad, voy a ir a aquel pueblecillo del monte; vosotros proseguid hacia Azoto. Sed prudentes, amables, delicados, pacientes. Aunque os injurien, soportadlo con paz, como ayer hizo Mateo, y Dios os ayudará. A la puesta del sol salid, id al estanque que está en los aledaños de Azoto. Allí nos encontraremos.

-Señor, ¡no te dejo ir solo! -exclama Judas Iscariote -¡Son gente violenta!... Es una imprudencia.

-No temáis nada por mí. Ve, ve, Judas, y sé tú prudente. Adiós La paz sea con vosotros.

Los doce se marchan, si bien no demasiado entusiastas. Jesús se queda mirándolos mientras se alejan, luego toma el sendero fresco y umbrío que lleva a la colina (un collado cubierto de bosques de olivos, nogales, higueras, y de viñedos bien cuidados que ya prometen pingüe cosecha). En los rellanos hay pequeñas parcelas dedicadas a cereales, mientras que en las zonas de pendiente pacen cabras rubias en la hierba verde.

Jesús llega a las primeras casas del pueblo. Estando ya para entrar en él se topa con un extraño cortejo: mujeres gritando y clamor de hombres alternándose en una verdadera composición fúnebre, todos haciendo una especie de danza en torno a un macho cabrío, que camina con los ojos vendados y recibiendo golpes, y que ya sangra por las rodillas por haber tropezado y haber caído sobre las piedras del sendero: luego otro grupo, también con su vocerío y sus gritos, que se mueve inquieto alrededor de un fetiche esculpido, verdaderamente muy feo, manteniendo alzadas unas páteras con brasas encendidas que alimentan echando encima resinas y sal -por lo menos me lo parece, porque las primeras despiden un olor a trementina y la segunda crepita como hace la sal-; un último grupo va alrededor de un santón, ante el que continuamente se arrodillan gritando: «¡Por tu fuerza!» (hombres), « ¡sólo tú lo puedes!» (mujeres), «¡ora al dios!» (hombres), «¡rompe el sortilegio!» (mujeres), « ¡da la orden a la matriz!», «¡salva a la mujer!»... y luego, todos juntos, con un alarido de aquelarre: « ¡Muerte a la maga!»... y vuelven a empezar, con la variante: «Por tu fuerza!», «¡sólo tú lo puedes!», «da la orden al dios!», «¡que haga ver!», «¡da la orden al macho cabrío!», «¡que diga dónde está la maga!»... y, con un alarido de réprobos: «¡Que odia la casa de Fara!».

Jesús para a uno del último grupo y pregunta con dulzura:
-¿Qué está sucediendo? Soy forastero...

El hombre, puesto que la procesión se ha detenido un momento para golpear al macho cabrío, echar resina en las brasas y coger aliento, explica:

-La mujer de Fara, el primero de Magdalgad, está muriendo de parto. Una que la odia le ha lanzado un maleficio. Sus entrañas se han anudado y el hijo no puede nacer. Estamos buscando a la maga para matarla. Sólo así la mujer de Fara se salvará. Si no encontramos a la maga, sacrificaremos el macho cabrío para impetrar misericordia de la diosa Madre» (¡se ve que ese espantajo es una diosa!...).

-Deteneos. Yo puedo curar a la mujer y salvar al niño. Decídselo al sacerdote -dice Jesús al hombre y a otros dos que entretanto se habían acercado.
-¿Eres médico?
-Más que médico.

Los tres hombres se abren paso entre la muchedumbre y se llegan hasta el sacerdote idólatra. Le hablan. La voz corre. La procesión, que había reanudado la marcha, se detiene.

El sacerdote, solemne con sus andrajos multicolores, hace una seña a Jesús y dice en tono imperativo:
-¡Joven, ven aquí!

Cuando Jesús llega a él añade:

-¿Es verdad lo que dices? Ten en cuenta que si lo que dices no se cumple pensaremos que el espíritu de la maga se ha personificado en ti y te mataremos en vez de a ella.
-Es verdad. Llevadme inmediatamente a donde la mujer. Entretanto, dadme el macho cabrío, que me hace falta. Quitadle la venda y traédmelo aquí.

Llevan a Jesús al pobre animal, aturdido, tambaleándose, sangrando, y Jesús le acaricia su tupido pelo negro.
-Pero es preciso que me obedezcáis sin reserva alguna. ¿Lo vais a hacer?

-¡Sí! -grita la muchedumbre.
-Vamos. Dejad de gritar, dejad de quemar resina. Lo ordeno.

Se ponen en marcha. Entran en el pueblo. Por una calle, la mejor, se dirigen hacia una casa construida en medio de un pomar. Gritos y llantos salen a través de la puerta abierta de par en par; lúgubre, destaca el atroz lamento de la mujer que no puede dar a luz a su hijo.

Corren a advertir a Fara, el cual acude, térreo, desgreñado, entre mujeres que lloran e inútiles santones que vienen quemando incienso y hojas en unas páteras de cobre.
-« ¡Salva a mi mujer!», « ¡salva a mi hija!», « ¡sálvala, sálvala!» -gritan sucesivamente el hombre, una anciana, la muchedumbre.

-La salvaré, y también a tu hijo, porque es varón, y además espléndido, con dos dulces ojos del color de la aceituna cuando madura, y su cabeza recubierta de cabellos negros como esta lana.

-¿Cómo lo sabes? ¿Es que ves, acaso, el interior de las entrañas?

-Todo lo veo y lo penetro. Todo lo conozco. Todo lo puedo. Soy Dios.

Si hubiera enviado un rayo habría hecho menos efecto. Todos se echan al suelo como muertos.

-Alzaos. Escuchad. Yo soy el Dios poderoso y no tolero delante mí a otros dioses. ¡Encended una hoguera y arrojad a ella la estatua». La muchedumbre se rebela. Empieza a dudar de ese "dios" misterioso que ordena quemar a la diosa. Los más exaltados son los sacerdotes.

Pero Fara y la madre de la mujer, que están angustiados por la vida de ésta, se oponen a la muchedumbre hostil; como Fara es el primero de la ciudad, la muchedumbre contiene su ira. De todas formas, el hombre pregunta:

-¿En virtud de qué puedo creer que eres un dios? Dame un signo de ello y mandaré que se haga lo que deseas.
-Mira. ¿Ves las heridas de este macho cabrío? ¿Están abiertas, verdad?, ¿sangran, verdad?, ¿este animal está moribundo, no? Pues bien, no quiero que esto suceda... ¿Ves? Mira.

El hombre sé inclina a mirar... y grita:

-¡No tiene heridas! -y se arroja al suelo suplicante: « ¡Mi mujer, mi mujer!».

Mas el sacerdote que venía en la procesión dice:

-¡Cuidado, Fara! ¿No sabemos quién es éste! ¡Teme la venganza de los dioses!

El hombre se ve entre dos sentimientos de temor: los dioses, su esposa... -Pregunta:

-¿Quién eres?

-Yo soy el que soy, en el Cielo y en la tierra. Toda fuerza me está sujeta, ningún pensamiento me es secreto. Los que viven en el Cielo me adoran, los que están en el Infierno me temen, y los que crean en mí verán todo prodigio cumplido.

-¡Yo creo! ¡Creo!... ¡Cuál es tu Nombre?

-Jesucristo, el Señor encarnado. ¡Ese ídolo! ¡A las llamas! ¡No soporto dioses en mi presencia! ¡Apagad esos turíbulos! ¡Sólo mi Fuego puede y quiere! ¡Obedeced! ¡Si no, os reduzco a cenizas vuestro vano ídolo y me voy sin hacer la curación!

Jesús se muestra terrible, con su indumento de lino, pendiéndole de los hombros el manto azul, que roza el suelo, el brazo en alto en ademán imperativo, fulgurante el rostro. La gente siente miedo de Él. Ya nadie habla... En el silencio, se oye el grito, cada vez más apagado, cada vez más desgarrador, de la mujer, que está sufriendo. Pero no se resuelven a obedecer.

El rostro de Jesús cada vez se hace más irresistible para los que lo miran; es verdaderamente un fuego que quema las cosas y las entrañas de los corazones. Las páteras de cobre son las primeras que sufren su voluntad. Los que las sujetan las tienen que soltar porque no resisten su ardor.

Y, no obstante, las brasas se ven apagadas... Luego son los que llevan el ídolo quienes tienen que posar en el suelo las andas que llevaban apoyadas por las barras sobre los hombros, porque la madera se está carbonizando como lamida por una misteriosa llama. En cuanto las depositan en el suelo, las angarillas del ídolo comienzan a arder. La gente huye aterrorizada...

Jesús se vuelve a Fara:

-¿Puedes creer realmente en mi poder?

-Creo, creo. Tú eres Dios, eres el Dios Jesús.

-No. Yo soy el Verbo del Padre, de Yeohveh de Israel, venido en Carne, Sangre, Alma y Divinidad a redimir al mundo y a darle la fe en el Dios verdadero, uno, trino que está en lo alto del Cielo. Vengo a ayudar a los hombres, a usar con ellos misericordia, para que dejen el Error y vengan a la Verdad, único Dios de Moisés y los Profetas. Puedes creer?

-¡Creo, creo!

-He venido a traer Camino, Verdad, Vida a los hombres; a derrocar los ídolos, a enseñar la sabiduría. El mundo tendrá por mí su redención, porque moriré por amor al mundo, moriré para la salvación eterna de los hombres. ¿Puedes creer?

-¡Creo, creo!

-He venido para decirles a los hombres que si creen en el Dios verdadero poseerán la vida eterna en el Cielo, al lado del Altísimo, que es el Creador de todos los hombres, los animales, las plantas, los planetas. ¿Puedes creer?
-¡Creo, creo!

Jesús no entra siquiera en la casa, se limita a extender sus brazos hacia la habitación en que está la afligida, con las manos abiertas como en la resurrección de Lázaro, y grita:

-¡Ven a la luz para conocer la Luz divina, por orden de la Luz que es Dios!

Y al fragor de esta orden, pasado un momento, hace de eco un grito de triunfo, que lleva en su sonido lamento y alegría... y luego el leve llanto de un recién nacido, leve pero bien nítido, y cada vez más fuerte como por fuerza cada vez mayor.

-Tu hijo saluda a esta tierra llorando. Ve y dile, ahora y en el futuro, que la patria no es la tierra, sino el Cielo. Provee a su crecimiento y educación para el Cielo, y al hacerlo con él hazlo también contigo. Te está hablando la Verdad, mientras que aquellas cosas (señala a las páteras de cobre, arrugadas como hojas secas, inservibles ya, tiradas por el suelo; y a la ceniza, que marca el lugar donde estaban las angarillas con el ídolo) son la Mentira, que ni ayuda ni salva. Adiós.
Jesús hace ademán de marcharse, cuando he aquí que una mujer acude ligera con un recién nacido vivaracho envuelto en un lienzo, y grita:

-¡Es niño, Fara! ¡Guapo, fuerte, de ojos oscuros como la aceituna cuando madura; tiene rizos, más negros y delicados que los de un cabritillo sagrado. Tu mujer está descansando feliz. Ya no sufre. Como si no hubiera pasado nada. Ha sido una cosa inesperada, cuando estaba ya en la agonía... después de esas palabras...

Jesús sonríe. El hombre le muestra al recién nacido, y Él le toca en la cabeza con el extremo de sus dedos. La gente ­excepto los sacerdotes, que se han marchado indignados al ver la defección de Fara -se acerca, curiosa por ver al recién nacido y, sobre todo, a Jesús.

Fara quisiera ofrecerle algún presente y dinero por el milagro, pero Jesús dice, con dulzura y firmeza:
-Nada. El milagro no se paga sino con la fidelidad a Dios por haberlo otorgado. Me llevo solamente a este macho cabrío, en recuerdo de tu ciudad.

Y se marcha con el animal, que va trotando a su lado como si Jesús fuera su amo; curado, contento, expresando con su balitar la alegría de estar con alguien que no le pega...
Bajan así los rellanos del monte y llegan a la vía principal que conduce a Azoto...

Ya por la tarde, Jesús, al lado del estanque umbrío, ve venir a sus discípulos: el asombro es recíproco, al ver ellos a Jesús con ese macho cabrío, y Él a ellos con rostros apesadumbrados, propios de personas a las que no les han salido las cosas en modo satisfactorio.
-¡Un desastre, Maestro! No han llegado a pegarnos, pero nos han arrojado de la ciudad. Luego hemos estado vagando por los campos. Si hemos podido procurarnos comida, ha sido pagándola muy cara. Y no es que no nos hayamos comportado con dulzura... -dicen desconsolados.
-No importa. El año pasado también nos echaron de Hebrón y esta vez, nos han recibido con honores. No debéis desanimaros».

-¿Y Tú, Maestro? ¿Ese animal? -preguntan.

-He estado en Magdalgad. Allí he quemado un ídolo y sus turíbulos, he hecho nacer a un niño, he predicado al Dios verdadero a través de milagros, y me he traído como retribución a esta cabra que estaba destinada al rito idolátrico. ¡Pobre animal; era todo una llaga!
-¡Pero ahora está bien! ¡Es un espléndido animal!
-Es animal sagrado, destinado al ídolo... Sano. Sí. Ha sido el primer milagro para convencerlos de que Yo era el Poderoso, y no su pedazo de madera.

-¿Y qué vas a hacer con él?

-Se lo llevo a Marziam; ayer un muñeco, hoy una cabra. Se pondrá contento.

-¿Pero lo vas a llevar contigo hasta Béter?
-¡Sí, ciertamente! ¡No veo el horror de esto! ¡Si soy el Pastor, podré tener un macho cabrío! Luego se lo damos a las mujeres, que se lo llevarán a Galilea. Encontraremos una cabra. Simón, serás pastor le cabras... Mejor sería que fueran ovejas, pero la verdad es que el mundo es más de cabras que de corderos... Es un símbolo, Pedro mío. Acuérdate de esto: con tu sacrificio convertirás a muchos machos cabríos en corderos. Venid. Vamos hasta ese pueblecito que está entre árboles frutales. Allí encontraremos dónde pasar la noche, o en las asas o sobre las gavillas de los campos. Y mañana iremos a Yabnia.

Los apóstoles están asombrados, apenados, descorazonados: asombrados de los milagros; apenados por no haber estado con Él; descorazonados porque... sí, Jesús lo puede todo, pero ellos... se sienten incapaces.

Él, sin embargo, está muy contento, y logra convencerlos de esto: nada es inútil, ni siquiera la derrota, porque sirve para formaros en la humildad; y hablar sirve para que se vaya difundiendo mi nombre y dejar un recuerdo en los corazones.

Jesús se muestra tan convincente y luminoso de alegría, que ellos también se tranquilizan.

   


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