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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

157- Instrucciones a las discípulas en Nazaret


Jesús sigue en su casa de Nazaret, y más exactamente en lo que fuera el taller de carpintería.    

Con Él están los doce apóstoles y María, María madre de Santiago y Judas, Salomé, Susana y -cosa nueva -Marta (una Marta muy apenada, con claros signos de llanto bajo sus ojos, una Marta desacoplada en este ambiente, tímida al verse muy sola ante otras personas y, sobre todo, ante la Madre del Señor). María trata de armonizarla con las otras mujeres y de quitarle ese sentido de molestia que ve que padece; pero, su ternura parece dilatar cada vez más el corazón de la pobre Marta. Rubor y gotazas de llanto se alternan bajo ese velo, muy caído, que quiere cubrir dolor y desazón.

Entran Juan con Santiago de Alfeo.  

-No estaba, Señor. Ha ido con su marido a casa de una amiga que la ha invitado. Eso han referido los domésticos -dice Juan.

-Lo sentirá mucho, sin duda; de todas formas, ya recibirá tus instrucciones y te verá -concluye Santiago de Alfeo.

-Bien. No es el grupo de discípulas exactamente como lo había pensado. De todas formas, ya veis que en vez de Juana está Marta, hija de Teófilo, hermana de Lázaro.   

Los discípulos ya conocen a Marta. Mi Madre también. Tú, María, y tú, Salomé, quizás también, ya sabéis por vuestros hijos quién es Marta, no tanto como mujer según los criterios de este mundo cuanto como criatura ante los ojos de Dios. Tú, Marta, por tu parte, ya conoces a estas mujeres, que te consideran hermana y te van a querer mucho. Hermana e hija. Tú tienes mucha necesidad de esto, buena Marta, para sentir -¿por qué no? -la consolación humana de nobles afectos que Dios no sólo no condena sino que los ha puesto en el hombre como apoyo del trabajo que la vida supone. Dios te ha traído justo en la hora por mí elegida para poner la base, diría el cañamazo en que vais a bordar vuestra perfección de discípulas.

Discípulo quiere decir aquel que sigue la disciplina del Maestro, de su doctrina. Por tanto, en sentido amplio serán llamados discípulos todos aquellos que ahora y en el transcurso de los siglos sigan mi doctrina. Y, para no dar muchos nombres diciendo "discípulos de Jesús según la enseñanza de Pedro o de Andrés, de Santiago o Juan, de Simón o Felipe, de Judas o de Bartolomé o de Tomás y Mateo", se utilizará un solo nombre, que los aglomerará bajo un único signo: "cristianos" (Cristo mismo predice aquí y en otros lugares de esta Obra que a sus discípulos se les llamará “cristianos” (que será dado a los discípulos por primera vez en Antioquía (Hechos 11, 26) o “católicos”) Pero entre el gran número de quienes se sujeten a mi disciplina ya he elegido a los primeros, y luego a los segundos,  y así se hará a lo largo de los siglos en memoria mía. De la misma forma que en el Templo -y aún antes, desde Moisés -hubo un Pontífice, hubo sacerdotes, levitas y responsables de los distintos servicios, funciones o tareas, hubo cantores, etc., así en mi Templo nuevo, que será tan grande y duradero como toda la Tierra, habrá mayores y menores, todos útiles, todos amados por mí, y también mujeres, esa categoría nueva que Israel siempre ha despreciado confinándola, destinada sólo a los cantos virginales en el Templo o a la instrucción de las vírgenes en el Templo y nada más.

No argumentéis acerca de si ello era justo o no; en la religión cerrada de Israel y en el tiempo de ira, era justo. Todo el deshonor recaía sobre la mujer, origen del pecado. En la religión universal de Cristo y en el tiempo del perdón todo esto cambia. Toda la Gracia se ha reunido en una mujer y Ella la ha dado a luz al mundo para redención de éste.

La mujer, por tanto, ya no representa el desdén de Dios sino la ayuda de Dios. Por la Mujer, la amada del Señor, todas las mujeres pueden ser discípulas del Señor, no sólo como la masa sino incluso como sacerdotisas menores, coadjutoras de los sacerdotes, a los cuales pueden servir de gran ayuda, respecto a ellos mismos y respecto a los fieles y no fieles, respecto a aquellos que no serán conducidos a Dios tanto por el rugido de la palabra santa cuanto por la sonrisa santa de una discípula mía.

Vosotras me habéis pedido seguirme, como me siguen los hombres. Ahora bien, sólo seguirme, escucharme o poner en práctica es demasiado poco para lo que quiero de vosotras: os santificaríais, lo cual es grande, pero no me es suficiente. Soy Hijo del Absoluto y de mis predilectos quiero lo absoluto. Quiero todo, porque he dado todo.

Además, no sólo existo Yo, también existe el mundo, esta cosa impresionante que es el mundo. Debería ser impresionante en santidad: una santidad inmensa de la multitud de los hijos de Dios en número y en magnitud. Sin embargo, lo impresionante del mundo es su iniquidad; su compleja iniquidad es verdaderamente inmensa, en el número de manifestaciones y en la magnitud del vicio. Todos los pecados están asentados en el mundo, el cual, en vez de ser multitud de hijos de Dios, lo es de hijos de Satanás.

En el mundo está presente de forma especial el pecado de más claro signo de filiación satánica: el odio. El mundo odia, y quien odia ve -y quiere hacérselo ver a quien no lo ve -el mal incluso en lo más santo. Si le preguntarais al mundo para qué he venido Yo, no os diría: "Para hacer el bien, para redimir", sino que os diría: "Para corromper y usurpar"; y si le preguntarais qué piensa de vosotras, las que me seguís, no os diría: "Le seguís para santificaros, para confortar al Maestro, con santidad y pureza", sino que diría: "Le seguís porque estáis seducidas por ese hombre".

Así es el mundo. Os hablo de estas cosas para que calculéis todo antes de manifestaros al mundo como discípulas elegidas, las primeras del linaje de las discípulas futuras, cooperadoras de los siervos del Señor.

Tomad el corazón en vuestras propias manos, ese corazón sensible de mujer, y decidle que vosotras, y él con vosotras, habréis de soportar burlas y calumnias; que os escupirán y pisotearán; que todo esto lo recibiréis del mundo, del desprecio, de la mentira, de la crueldad del mundo. Preguntadle si será capaz de recibir todas estas heridas sin gritar de indignación maldiciendo a quienes lo hieren. Preguntadle si se siente con fuerzas de afrontar el martirio moral de la calumnia sin llegar a odiar a los calumniadores y a la Causa por que será calumniado. Y, puesto que deberá beber el odio del mundo, que lo circundará, preguntadle si va a saber emanar siempre amor; si, henchido de amargura de ajenjo, va a saber sacar dulzura; si, sufriendo todo tipo de tortura de incomprensión, escarnio, murmuración, va a saber sonreír señalando con la mano al Cielo, su meta, a la que queréis conducir a los demás (conducirlos por esa caridad de mujer, que es materna incluso en tierna edad, que es materna incluso para con ancianos que podrían ser abuelos vuestros y que de hecho son niños espirituales, recién nacidos, incapaces de comprender y conducirse por el camino, por la vida y la verdad y la sabiduría que he venido a dar con el ofrecimiento de mí mismo: Camino, Vida, Verdad, Sabiduría divina). De todas formas, aunque me dijerais: "No me siento con fuerzas, Señor, para desafiar al mundo entero por ti", os amaría igualmente.

Ayer una jovencita me ha pedido que la inmole antes de que se cumpla la hora de su matrimonio, porque siente que me ama como se debe amar a Dios, o sea, con la totalidad de sí misma, hasta la perfección absoluta en la entrega. Y lo voy a hacer. Le he ocultado la hora para que el alma no tiemble a causa del miedo; o, más que el alma, la carne.

Su muerte será como la de una flor que un atardecer cierra su corola pensando abrirla al día siguiente, pero que no la vuelve a abrir porque el beso de la noche le ha aspirado la vida. Además, lo haré, según su deseo, de forma que su sueño de muerte preceda en pocos días al mío; para no hacer esperar en el Limbo a esta primera virgen mía; para encontrarla enseguida en cuanto muera Yo.

¡No lloréis! Soy el Redentor... Fijaos cómo esta joven santa, que no se limitó al hosanna inmediatamente después del milagro, sino que, cumplido éste, como moneda que puede producir intereses, ha sabido trabajarlo, pasando de la gratitud humana a la sobrenatural, del deseo terreno al ultraterreno, mostrando poseer una madurez de espíritu superior a la de casi todos -digo "casi", pues entre vosotros que me estáis oyendo hay niveles de perfección iguales e incluso superiores -; fijaos, digo, cómo no me ha pedido seguirme, antes bien, ha manifestado su deseo de cumplir su evolución -de niña a ángel -en el secreto de su casa. Bueno, pues, siento tanto amor por ella, que en las horas de amargura, causadas por lo que el mundo es, evocaré a esta dulce criatura y bendeciré al Padre, que me enjuga con estas flores de amor y pureza las lágrimas y sudores de Maestro de un mundo que no me recibe.

Bien, pues -si tenéis el coraje de perseverar como discípulas escogidas -, he aquí que os señalo la tarea que debéis cumplir para justificar vuestra elección y presencia conmigo y con los santos del Señor.

Mucho podéis hacer en ayuda de vuestros semejantes y de los ministros del Señor. Ya se lo dejé entrever a María de Alfeo hace muchos meses. ¡Cuánta necesidad de la mujer ante el altar de Cristo! Una mujer puede -mucho más y mejor que el hombre -tratar las infinitas miserias del mundo, que luego pasarán al hombre para su completa curación. Se os abrirán muchos corazones, especialmente femeninos, a vosotras, mujeres discípulas; los acogeréis como a amados hijos extraviados que vuelven a la casa paterna y que no tienen el coraje de ponerse ante su padre; infundiréis nueva fuerza al culpable, aplacaréis al que condena. Muchos se acercarán a vosotras buscando a Dios: los acogeréis como a fatigados peregrinos, diciendo:

"Ésta es la casa del Señor, Él vendrá enseguida", y, entretanto, los circundaréis de vuestro amor: si no llego Yo, llegará un sacerdote mío.

La mujer sabe amar, está hecha para el amor. Envileció, sí, el amor haciéndolo deseo del sentido, pero, en el fondo de su carne, atrapado vive aún el verdadero amor, la gema de su alma: el amor que no sabe del lodo acre del sentido, el amor hecho de alas y perfumes angélicos, de llama pura, de recuerdos de Dios y de su procedencia de Dios, de recuerdos de que es obra creada por Él. La mujer es la obra maestra de la bondad junto a la obra maestra de la creación, que es el hombre: "Que tenga Adán ahora una compañera para que no se sienta solo". La mujer no debe abandonar a Adán. Aprovechad, pues, esta facultad de amar.

Amad con ella al Cristo y, por El, al prójimo.
Sed plena caridad para con los culpables arrepentidos;

decidles que no tengan miedo de Dios. ¿Cómo no habríais de saber hacerlo vosotras, que sois madres y hermanas? ¿Cuántas veces vuestros pequeñuelos, vuestros hermanitos, estuvieron enfermos y tuvieron necesidad del médico! Y tenían miedo. Pero vosotras, con caricias y palabras de amor, les quitasteis el miedo; y ellos, con su manita en la vuestra, recibieron vuestros cuidados, perdido ya el terror que tenían. Los culpables son vuestros hermanos e hijos enfermos que temen la mano del médico y su sentencia... No, no ha de ser así; vosotras que sabéis lo bueno que es Dios decid que Dios es bueno y que no hay que tenerle miedo. A pesar de que, en tono firme y tajante, dirá: "No volverás a hacer esto jamás", no arrojará de su presencia a aquel que consumó el hecho y enfermó, sino que le asistirá para curarle.

Sed madres y hermanas con los santos, que también necesitan amor. Ellos se fatigarán, se consumirán en la evangelización. Los desbordará la cantidad de cosas que tendrán que hacer. Ayudadlos vosotras con discreción y diligencia. La mujer sabe trabajar, en la casa, sirviendo a las mesas, con las camas, en los telares y en todo aquello que es necesario para la vida cotidiana. El futuro de la Iglesia será un continuo dirigirse de los peregrinos a los lugares de Dios; sed vosotras sus pías hospederas, asumiéndoos los trabajos más humildes para dejar libres a los ministros de Dios para continuar la obra del Maestro.

Vendrán tiempos difíciles, sangrientos, crueles. Los cristianos -incluso los santos -vivirán horas de terror, de debilidad. El hombre no es nunca muy fuerte en el sufrimiento; en cambio, la mujer posee respecto al hombre esta verdadera regalidad del saber sufrir: enseñad esta cualidad al hombre, sosteniéndole en estas horas de temor, de abatimiento, de lágrimas, de cansancio, de sangre. En nuestra historia tenemos ejemplos de magníficas mujeres que supieron cumplir actos de audacia liberadora. Tenemos a Judit, a Yael. De todas formas -debéis creerlo -ninguna es mayor, por ahora, que la madre ocho veces mártir (siete en sus hijos y una en sí misma) del tiempo de los Macabeos. Pero ha de venir otra, a la que seguirán muchas mujeres heroínas del dolor y en el dolor, consuelo de mártires, mártires ellas mismas, ángeles de los perseguidos; mujeres que, cual mudas sacerdotisas, predicarán a Dios con su modo de vivir y que, sin más consagración que la recibida del Dios-Amor, serán verdaderamente personas consagradas y dignas de serlo.

Éstos son, a grandes rasgos, vuestros principales deberes.

No voy a disponer de mucho tiempo para vosotras en particular; os formaréis oyéndome, profundizaréis en vuestra formación bajo la guía perfecta de mi Madre.

Ayer, esta mano materna -Jesús coge con su mano la mano de María -ha conducido a mí a la niña de que os he hablado, la cual me dijo que el solo hecho de escucharla y de estar unas pocas horas a su lado le había servido para madurar el fruto de la gracia recibida, llevándolo a la perfección. No es la primera vez que mi Madre trabaja para el Cristo, su Hijo. Tú y tú, primos míos además de discípulos, sabéis lo que María significa para la formación de las almas en Dios, y se lo podréis decir a quienes -hombres o mujeres -sientan el temor de no haber sido preparados por mí para la misión, o de una insuficiente preparación, cuando Yo ya no esté con vosotros.

Mi Madre estará con vosotros ahora y cuando Yo no esté; y después, una vez que me haya marchado definitivamente.

Ella os queda, y con Ella la Sabiduría en todas sus virtudes; seguid desde ahora todos sus consejos.

Ayer noche, ya solos, estando sentado al lado de mi Madre, como cuando era niño, con mi cabeza apoyada sobre ese hombro suyo tan dulce y fuerte, me dijo -habíamos estado hablando de la jovencita que se había puesto en camino en las primeras horas de la tarde llevándose en su corazón virginal un sol más radiante que el del firmamento: su secreto santo -, me dijo: "¡Qué dulce es ser la Madre del Redentor!".

Sí, qué dulce es cuando la criatura que al Redentor se acerca es ya una criatura de Dios, una criatura en que la única mancha es la de origen -la cual no puede ser lavada sino por mí -y todas las otras manchas de imperfección humana han sido lavadas por el amor. Sí, dulce Madre mía, purísima Guía de las almas hacia tu Hijo, Estrella santa de orientación, Madre suave de los santos, compasiva Criadora de los más pequeños, saludable Cura de los enfermos; sí, pero no siempre vendrán a ti estas criaturas que no contrastan con la santidad: lepras y horrores y hedores y amasijo de serpientes en torno a cosas inmundas se arrastrarán hasta tus pies, ¡oh Reina del género humano!, para gritarte:

"¡Piedad! ¡Socórrenos! ¡Llévanos a tu Hijo!". Entonces habrás de poner esta cándida  mano tuya sobre las llagas, inclinarte con tus ojos de paloma paradisíaca hacia las deformidades infernales, aspirar el hedor del pecado, y no huir, antes al contrario, acoger en tu corazón a estos mutilados a causa de Satanás, a estos abortos, a esta podredumbre humana, y lavarlos con el llanto, y traerlos a mí... Entonces dirás: "¡Qué difícil es ser la Madre del Redentor!". Pero tú lo harás, porque eres la Madre... Beso y bendigo estas manos tuyas que tantas criaturas traerán a mí. Cada una será una gloria mía; aunque, antes que mías, Madre santa, tuyas serán estas glorias.   

Vosotras, amadas discípulas, seguid el ejemplo de mi Maestra, y de Santiago y Judas, y de todos aquellos que quieran formarse en la gracia y en la sabiduría. Seguid su palabra: es la mía, pero más dulce; nada que añadir a ella, porque es la palabra de la Madre de la Sabiduría.

Y vosotros, amigos míos, sabed tener de las mujeres la humildad y la constancia. Deponiendo la soberbia propia del varón, no despreciéis a las mujeres discípulas, sino, más bien, templad vuestra fuerza -podría incluso añadir "vuestra dureza e intransigencia" -en contacto con la dulzura de las mujeres; pero, sobre todo, aprended de ellas a amar, creer y sufrir por el Señor, pues en verdad os digo que ellas, las débiles, serán las más fuertes en la fe, amor y audacia, en el sacrificio por su Maestro, al que aman con total integridad de sí mismas, sin pedir ni pretender nada, satisfechas sólo de amar para darme conforte y alegría.

Id ahora a vuestras casas o a las en que estáis alojados.

Yo me quedo aquí con mi Madre. Dios sea con vosotros.

Se marchan todos excepto Marta.

-Quédate tú, Marta. Ya he hablado con tu sirviente. Hoy no hospeda Betania, sino la pequeña casa de Jesús. Ven.

Comerás con María y dormirás en el cuarto pequeño que está al lado del suyo. El espíritu de José, conforte nuestro, te confortará mientras duermes, y mañana volverás a Betania más fuerte y más segura, a preparar también allí a mujeres discípulas, en espera de la otra, que tú y Yo amamos más. No dudes, Marta. Nunca prometo en vano. Ahora bien, para transformar un desierto lleno de víboras en un huerto paradisíaco, se requiere tiempo... El primer trabajo no se ve; parece como si nada hubiera cambiado... y sin embargo, la semilla está ya depositada; todas las semillas. Luego vendrá la lluvia del llanto y las abrirá... y los árboles buenos crecerán. ¡Ven! ¡No llores más!

 

   


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