Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

224- En el apóstol Juan actúa el Amor.
Llegada a Béter


La comitiva apostólica ha sufrido una mutación en cuanto a su componente animal. Ya no está el macho cabrío; en cambio, hay una oveja y dos corderitos. La oveja, bien pingüe y de ubres llenas; los corderitos, jubilosos como dos picaruelos: un minúsculo rebaño que, por su aspecto menos mágico que la negrísima cabra, da más alegría a todos.

-Ya os dije que vendría la cabrita, para hacer de Margziam un diminuto pastor feliz. En vez de la cabrita, dado que no queréis saber nada de cabras, han venido ovejas, y además blancas, exactamente como Pedro las soñaba.
-¡Hombre, claro! ¡Tenía la impresión de llevar conmigo a Belcebú! -dice Pedro.

-En efecto, desde que empezó a venir con nosotros, han sucedido cosas negativas; debido al sortilegio que nos seguía ­dice, irritado y como queriendo confirmar, Judas Iscariote.

-Pues habrá sido un buen sortilegio, porque no nos ha sucedido nada negativo, ¿no? -dice Juan con serenidad.
Todos desaprueban, como recriminándolo por su ceguera:
-¿Pero no has visto cómo se han burlado de nosotros en Modín?; ¿te parece nada la caída de mi hermano?... pues se podía haber hecho daño de verdad... y, si se hubiera roto las piernas o la columna, ¿cómo nos las hubiéramos arreglado para transportarlo?; ¿te ha parecido bonito el entreacto de ayer?

-He visto todo. Todo lo he considerado. Y he bendecido al Señor porque no nos ha sucedido nada malo. El mal ha venido hacia nosotros, pero luego se ha alejado, como siempre. El encuentro con el mal ha servido para dejar la simiente del bien, tanto en Modín como con los viñadores, que vinieron inmediatamente con la certeza de encontrar una persona al menos herida, arrepentidos por haberse comportado sin caridad, hasta el punto de que quisieron reparar el mal de alguna forma. Y también con los ladrones de ayer noche, que no han hecho ningún mal. Además, hemos ganado -bueno, Pedro nos ha conseguido -las ovejas a cambio del macho cabrío y como regalo por haber salido ilesos. Por si fuera poco, ahora tenemos mucho dinero para los pobres (las bolsas que nos han dado los mercaderes, y las ofrendas de las mujeres).

Además todos -y es lo que más valor tiene ­han recibido la palabra de Jesús.

-Juan tiene razón -dicen Simón Zelote y Judas Tadeo. Y este último añade: «Da la impresión de que todo suceda por una clara cognición de las cosas venideras. ¡Mira que encontrarnos precisamente allí, con retraso, por causa de mi caída, junto a aquellas mujeres enjoyadas, con esos pastores de pingües rebaños, con esos mercaderes repletos de dinero!... Todos ellos magníficas presas para los ladrones. Hermano, dime la verdad, ¿sabías que iba a suceder lo que ha sucedido? -pregunta Judas Tadeo a Jesús.

-Os he dicho muchas veces que leo en los corazones y que, cuando el Padre no lo dispone de forma distinta, no ignoro lo que debe suceder.

-Pero entonces -pregunta Judas Iscariote -¿por qué algunas veces cometes errores, como el de dirigirte a los fariseos enemigos, o a ciudades completamente hostiles?

Jesús lo mira muy fijamente y dice lenta y serenamente: «No son errores, sino necesidades de mi misión. Los enfermos necesitan al médico y los ignorantes al maestro; aunque tanto estos últimos como aquéllos algunas veces rechazan al maestro o al médico. Pero éstos, si son buenos médicos y buenos maestros, siguen yendo a quienes los rechazan, porque es su deber. Yo voy. Vosotros quisierais que en donde me presentase se difuminara todo tipo de resistencia. Lo podría hacer, pero Yo no fuerzo a nadie, persuado. Sólo en casos espacialísimos debe usarse coerción, y sólo cuando el espíritu iluminado por Dios comprende que tal gesto puede servir para persuadir de que Dios existe y es el más fuerte, o también en casos de salvación múltiple.

-Como ayer noche, ¿no? -pregunta Pedro.
-Ayer por la noche aquellos ladrones sintieron miedo al vernos bien despiertos para recibirlos -dice, con evidente desprecio, Judas Iscariote.

-No. Las palabras los persuadieron -dice Tomás.
-¡Sí! ¡Estás listo! ¡Como si fueran tiernas almas que se dejan persuadir por dos palabras, aunque sean de Jesús! ¡Bien presente tengo aquella vez que nos asaltaron a toda mi familia y a mí y a muchos de Betsaida en el desfiladero de Adomín! ­responde Felipe.

-Maestro, dime -desde ayer estoy queriendo preguntártelo -, ¿fueron tus palabras o tu voluntad lo que hizo que no sucediera nada? -pregunta Santiago de Zebedeo.
Jesús sonríe y calla.
Responde Mateo:

-Yo creo que ha sido su voluntad la que ha batido la insensibilidad de esos corazones, la que casi la ha paralizado para poder hablar y salvar.
-Yo también soy de esa opinión. Por eso se quedó allí solo, mirando al bosque; los tenía subyugados con su mirada, con su confianza en ellos, sereno e inerme. ¡No tenía ni siquiera una estaca!... -dice Andrés.

-Bien, de acuerdo, pero todas estas cosas es lo que decimos nosotros, son ideas nuestras; yo lo quiero saber del Maestro -dice Pedro. Entonces se enciende un vivo debate, que Jesús permite, entre quien piensa -concretamente Bartolomé -que, habiendo declarado Jesús que no fuerza a nadie, no habrá aplicado la violencia tampoco con estos ladrones, y, por otra parte, Judas Iscariote -apoyado, aunque moderadamente, por Tomás -, que dice que no puede creer que la mirada de un hombre tenga tanto poder.

Mateo replica a esto último diciendo:
-Eso y más. A mí me convirtió su mirada antes que sus palabras.

Todos se muestran tenaces en su propia tesis, de forma que se elevan "síes" y "noes" discrepantes, violentos. Juan, como Jesús, guarda silencio, sonríe con la cabeza inclinada (lo hace para disimular su sonrisa).
Pedro vuelve al asalto, porque ninguna de las razones de los compañeros lo convence. Piensa -y dice -que la mirada de Jesús es distinta que la de los otros hombres, pero quiere saber si es por ser Jesús, el Mesías, o por ser Dios.

Jesús habla:

-En verdad os digo que no sólo Yo, sino quienquiera que esté fundido con Dios, con santidad, pureza y fe sin fisuras, podrá hacer esto y más aún. La mirada de un muchacho, si su espíritu está unido al de Dios, puede hacer que se desplomen los templos vanos, sin necesidad de imprimir ninguna sacudida como la de Sansón; puede ordenar la mansedumbre a las fieras y a los hombres-fiera, rechazar la muerte, domeñar las enfermedades del espíritu.

De la misma forma, la palabra de un muchacho fundido con el Señor e instrumento del Señor puede curar enfermedades, quitar el veneno a las serpientes, obrar cualquier milagro. Porque Dios obra en él.

-¡Ah, entiendo! -dice Pedro, mientras mira fijamente a Juan, y termina todo un razonamiento hecho consigo mismo pero en voz alta: « ¡Eso es! Tú, Maestro, has podido hacerlo por ser Dios, y por ser Hombre unido a Dios. Y lo mismo sucede con quien sabe llegar, o ha llegado, a estar unido con Dios. ¡Entiendo, entiendo perfectamente!

-Pero, ¿no te preguntas acerca de la clave de esta unión y el secreto de este poder? No todos lo alcanzan, incluso en el caso de hombres dotados de iguales capacidades.

-¡Exacto! ¿Dónde está la clave de esta fuerza para unirse a Dios y someter las cosas? Una oración, o quizás palabras secretas...

-Hace un momento, Judas de Simón echaba la culpa al macho cabrío de todas las vicisitudes por las que hemos atravesado. No, no hay sortilegios asociados a los animales. Arrojad de vosotros las supersticiones, que son todavía idolatrías y pueden causar desventuras. Y, así como no hay fórmulas para las hechicerías, no hay palabras secretas para hacer milagros. Es sólo el Amor. Como he dicho ayer por la noche, el Amor calma a los violentos y sacia a los codiciosos. El Amor es Dios. Con Dios en vosotros, plenamente poseída por el mérito de un amor perfecto, vuestra mirada se transforma en fuego que quema todo ídolo y echa por tierra sus imágenes, y la palabra se transforma en potencia. Y, os digo, la mirada es, entonces, arma que desarma. Dios, el Amor, es irresistible. Sólo el demonio le resiste, porque es el Odio perfecto, y, con él, los que son hijos suyos. Los otros, los débiles, los que están subyugados por una pasión, pero que no se han vendido voluntariamente al demonio, no lo resisten: sea cual sea su religión, o su abstención completa de fe, sea cual sea su bajeza espiritual, reciben el impacto del Amor, que es el gran Vencedor. Trata de llegar a esto, pronto, y harás lo que hacen los hijos y portadores de Dios.
Pedro no quita los ojos de Juan. También las inteligencias de Simón Zelote, los hijos de Alfeo, y Santiago y Andrés, se han despertado e indagan.

-Pero entonces, Señor -dice Santiago de Zebedeo -¿qué es lo que le ha acontecido a mi hermano? Hablas de él. ¿Es él el muchacho que hace milagros? ¿Es eso?, ¿es así? ¿Qué ha hecho? Ha pasado una página del libro de la Vida, ha leído y ha conocido nuevos misterios.

-Nada más. Os ha precedido porque no se detiene a considerar cada uno de los obstáculos, a sopesar cada dificultad, a calcular si compensa o no; ya no ve este mundo, ve la Luz y a ella va, sin momentos de pausa.

Dejadlo, dejadlo tranquilo. Hay almas que arden más que otras. No se debe poner dificultad a este fuego suyo que alegra y consume. Hay que dejarlas arder, lo cual es al mismo tiempo sumo gozo y sumo esfuerzo. Dios les concede momentos de noche, porque sabe que el ardor mata a estas almas-flor si están expuestas a un sol continuo. Dios concede silencio y místico rocío a estas almas-flor, como a las flores del campo. Dejad descansar al atleta del amor cuando Dios lo deja descansar. Imitad a los preparadores de los gimnastas, que conceden a éstos el debido descanso... Cuando lleguéis vosotros adonde él ha llegado, y más lejos -pues tanto vosotros como él llegaréis a más todavía -comprenderéis la necesidad de respeto, de silencio, de penumbra que experimentan esas almas de las que el Amor se ha apropiado y a las que ha hecho instrumento suyo. Y no penséis: "Llegado ese momento querré darlo a conocer. Juan se comporta como un necio, porque el alma del prójimo, como la de los niños, desea la seducción de lo maravilloso". No. Cuando lleguéis a ese estado, sentiréis el mismo deseo de silencio y penumbra que ahora siente Juan. Cuando yo no esté ya con vosotros, acordaos de que, teniendo que juzgar sobre una conversión o sobre una santidad exuberante debéis tomar siempre como medida la humildad. Si en uno permanece el orgullo, no os hagáis ilusiones de que esté convertido. Si en uno, aunque lo llamen "santo", reina la soberbia, estad ciertos de que no es santo; podrá, como un charlatán y un hipócrita, hacerse el santo y simular prodigios, pero no es santo: la apariencia es hipocresía; los prodigios, satanismo.

¿Habéis entendido?

-Sí, Maestro....

Todos, muy pensativos, guardan silencio. Pero, aunque las bocas estén cerradas, los pensamientos se adivinan con claridad a través de sus miradas y expresiones. Los envuelve, como un éter tembloroso que emanase de ellos, un gran deseo de saber.

Simón Zelote se esfuerza en distraer a sus compañeros para tener tiempo de aconsejarlos aparte, para insistir en que sepan callar. Tengo la impresión de que Simón Zelote tiene mucho este ministerio en el grupo apostólico; es el moderador, el conciliador, el consejero de sus compañeros, además de ser un apóstol que comprende muy bien al Maestro. En este momento está diciendo:

-Estamos ya en las tierras de Juana. Aquel pueblo que se ve en aquella cuna es Béter. Aquel palacio que está en aquella cima es su castillo natal. ¿No sentís este perfume del aire? Son los rosales, que empiezan a perfumar bajo el sol de la mañana; por la tarde es una exuberancia de aromas. Pero ahora, con el frescor de la mañana es precioso verlos, aljofarados todavía de rocío, como millones de diamantes desparramados sobre millones de corolas que florecen. Cuando declina el sol recogen todas las flores que están completamente abiertas. Venid. Os quiero mostrar desde una loma la vista de los rosales, que desde la cima rebosan como en cascada y van descendiendo por los rellanos de la otra ladera. Una cascada de flores que luego vuelve a subir, como una ola, por las otras dos colinas. Es un anfiteatro, un lago de flores. ¡Espléndido! El camino es más empinado, pero merece la pena ir, porque desde aquel borde se domina todo ese paraíso. Llegaremos pronto también al castillo. Juana vive allí, libre, con sus campesinos, que es la única vigilancia de tanta copiosidad; pero, estiman tanto a su ama -que hace de estos valles un edén de belleza y paz -, que son más eficientes que toda la guardia de Herodes. Mira, Maestro; mirad, amigos -y con el gesto indica un semicírculo de colinas invadido de rosales.

La mirada, en cualquier parte en que se deposite, ve, bajo altísimos árboles que tienen la función de proteger del viento, de los rayos de sol demasiado intensos y de las granizadas, un sinfín de rosales. El sol traspasa y el aire circula bajo este leve techo, que hace de velo pero no ahoga y que los jardineros mantienen en las debidas condiciones: debajo viven, felices, los más bellos rosales del mundo. Son millares y millares de rosales de toda especie: enanos, bajos, altos, altísimos; formando un matorral, como cojines recamados de flores al pie de los árboles, o esparcidos por los prados de verdísima hierba, o formando setos a lo largo de los senderos y de los leves cursos de agua, o en círculo alrededor de los estanques de riego que están diseminados por este parque que comprende también colinas, o enroscados en los troncos de los árboles y tendiendo de uno a otro sus cabelleras florecidas para formar festones y guirnaldas. Es una cosa realmente de sueño. Todos los tamaños, las tonalidades, están representados, y se entremezclan colocando los colores marmóreos de las rosas de té al lado del sangriento ardor de otras corolas, y reinando, soberanas, por número, las verdaderas rosas del color de mejilla infantil que va atenuándose hacia los bordes hasta una tonalidad blanquecina rosácea.

Todos quedan impresionados por tanta belleza.
-¿Para que quiere todo esto? -pregunta Felipe.
-Lo goza -responde Tomás.
-No. También saca esencias, con lo cual da trabajo a cientos de jardineros y de trabajadores de las prensas para extraer esencias. Los romanos las solicitan con avidez. Jonatán me lo decía mientras me mostraba las cuentas de la última recolección. Pero... ahí está María de Alfeo con el niño. Nos han visto. Están llamando a las otras...

Así es. Juana y las dos Marías, precedidas de Marziam, que baja corriendo, con los brazos ya preparados para el abrazo, vienen deprisa, hacia Jesús y Pedro. Se postran ante Jesús.

-Paz a todas vosotras. ¿Dónde está mi Madre? -Entre los rosales, Maestro. Está con Elisa, ¡que está bien curada y puede afrontar el mundo y seguirte! ¡Gracias por haberte servido de mí para esto!

-Gracias a ti, Juana. ¿Ves como era provechoso venir a Judea? Marziam, estos regalos son para ti: este bonito muñeco y estas lindas ovejitas. ¿Te gustan?

El niño, de la alegría, se ha quedado sin respiración. Se echa hacia Jesús, que se había agachado para darle el muñeco y se había quedado mirando su rostro, y se abraza a su cuello y lo besa con toda la vehemencia de que es capaz.

-Así te harás manso como las ovejas y luego serás un buen pastor para los que crean en Jesús. ¿Verdad?
Marziam dice "sí, sí, sí" con la respiración entrecortada y los ojos brillantes de alegría.
-Ahora ve donde Pedro. Yo voy con mi Madre. Veo allí una parte de su velo moviéndose a lo largo de un seto de rosas.

Y corre al encuentro de María, y la recibe en su corazón a la altura de la curva del sendero. Después del primer beso, María, todavía jadeante, explica:

-Detrás viene Elisa... He corrido para besarte...porque, Hijo mío, no besarte no podía... y besarte ante ella, no quería... Está muy cambiada... pero el corazón sigue doliendo ante una alegría ajena que a ella le ha sido negada para siempre. Ahí viene.

Elisa recorre veloz los últimos metros y se arrodilla para besar la túnica de Jesús. Ya no es la mujer de trágica imagen de Betsur. Ahora es una anciana austera, marcada por el dolor, solemne por la huella que la pena ha dejado en su rostro y su mirada.

-¡Bendito seas, Maestro mío, ahora y siempre, por haberme procurado de nuevo lo que había perdido!
-Paz cada vez mayor a ti, Elisa. Me alegro de verte aquí. Levántate.

Yo también me alegro. Tengo muchas cosas que decirte y que preguntarte, Señor.

-Tendremos todo el tiempo que queramos, dado que pienso permanecer aquí unos días. Ven, que quiero que conozcas a los condiscípulos.

-¡Oh!..., ¿entonces has entendido ya lo que quería decirte? ¿Que quiero renacer a vida nueva: la tuya; tener de nuevo una familia: la tuya; unos hijos: los tuyos; como dijiste en mi casa, en Betsur, hablando de Noemí. Yo soy una nueva Noemí gracias a ti, Señor mío. ¡Bendito seas por ello! Ya no vivo afligida, ni soy infecunda. Seré todavía madre. Y, si María lo permite, incluso un poco madre tuya, además de madre de los hijos de tu doctrina.

-Sí, lo serás. María no se sentirá celosa y Yo te querré de forma que no te arrepentirás de tu decisión. Vamos ahora a ver a los que quieren decirte que te quieren como hermanos.
Y Jesús la toma de la mano y la lleva con su nueva familia.
El viaje en espera de Pentecostés ha terminado.


   


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