Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

241- Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida


La barca costea el trecho que va de Cafarnaúm a Magdala. María de Magdala está, por primera vez, en su postura habitual de convertida: sentada en el fondo de la barca a los pies de Jesús, el cual está sentado, con porte grave, en uno de los bancos de la barca. El rostro de la Magdalena tiene hoy un aspecto muy distinto del de ayer; no es todavía ese rostro radiante de la Magdalena que sale al encuentro de su Jesús cada vez que Él va a Betania, pero es ya un rostro liberado de temores y tormentos; y su mirada, que antes reflejaba humillación -antes aún, desfachatez-, ahora es seria, pero segura, y en su noble seriedad brilla de vez en cuando una chispa de alegría escuchando a Jesús, que habla con los apóstoles o con su Madre y Marta.

Van hablando de la bondad de Porfiria, tan sencilla y amorosa, y de la afectuosa acogida de Salomé, y de las mujeres e hijas de Bartolomé y Felipe. Éste dice:

-Si no fuera porque son todavía muy niñas, y su madre es contraria a que estén por los caminos, también te seguirían, Maestro.

-Me sigue su alma; es igualmente santo amor. Felipe, escúchame. Tu hija mayor está para prometerse, ¿no?
-Sí, Maestro. Dignos esponsales y un buen esposo, ¿no es verdad, Bartolomé?

-Es verdad. Lo puedo garantizar porque conozco a la familia. No he podido aceptar hacer yo la propuesta, pero lo habría hecho si no estuviera ocupado en el seguimiento del Maestro, con plena tranquilidad de crear una santa familia.

-Pero la muchacha me ha rogado que te dijera que no hicieras nada.

-¿No le gusta el novio? Está en un error. De todas formas, la juventud no tiene seso. Espero que se persuada. No hay razón para rechazar a un excelente esposo. A menos que...

¡No, no es posible! -dice Felipe.

-¿A menos que...? Termina, Felipe -incita Jesús.
-A menos que ame a otro. Pero eso no es posible. No sale nunca de casa y en casa vive muy retirada. ¡No es posible!
-Felipe, hay amadores que penetran hasta en las casas más cerradas y saben hablar a sus amadas a pesar de todas las barreras y vigilancias; derriban cualquier obstáculo (viudez o juventud bien custodiadas... u otros) y las consiguen. Hay amadores que no pueden ser rechazados, porque su anhelo es impositivo, porque vencen seductoramente toda posible resistencia, hasta la del mismo diablo. Pues bien, tu hija ama a uno de éstos, y además al más poderoso.

-¿Y quién es? ¿Uno de la corte de Herodes?
-¡Eso no es poder!
-¿Uno... uno de la casa del Procónsul?, ¿un patricio romano? No lo permitiré de ninguna manera. La sangre pura de Israel no tendrá contacto con la impura. Aunque tuviera que matar a mi hija. ¡No sonrías, Maestro, que yo sufro!
-Porque estás como un caballo encabritado. Ves sombras donde sólo hay luz. ¡Tranquilízate, hombre! El Procónsul no es más que un siervo también, como lo son también sus amigos patricios; y siervo es el César.

-¡Estás bromeando, Maestro! Querías meterme miedo. Nadie hay mayor que César, ni con más autoridad que él.

-¿Y Yo, Felipe?

-¡Tú! ¿Tú quieres casarte con mi hija!

-No. Con su alma. Soy Yo el amante que penetra en las casas más cerradas y en los corazones -más cerrados aún: con un sinfín de llaves-. Soy Yo el que sabe hablar a pesar de todas las barreras y vigilancias, el que abate todo obstáculo y toma lo que anhela: puros o pecadores, vírgenes o viudos, de vicios libres o esclavos. Doy a todos ellos un alma única y nueva, regenerada, beatificada, eternamente joven. Son mis esponsales. Y nadie puede negarme mis dulces presas; ni el padre, ni la madre, ni los hijos, ni siquiera Satanás. Sea que hable al alma de una joven como tu hija, sea que se trate de un pecador envuelto en el pecado y encadenado por Satanás con siete cadenas, el alma viene a mí. Y nada ni nadie me las arrebatará. No hay riqueza, ni poder, ni alegría del mundo, que comunique esa leticia perfecta, propia de quienes se desposan con mi pobreza, con mi mortificación: despojados de todo pobre bien; vestidos de todo bien celeste. Jubilosos, con esa beatitud de ser de Dios, sólo de Dios... son los señores de la tierra y del Cielo: de la primera, porque la dominan; del segundo, porque lo conquistan.

-¡Nunca ha sido así en nuestra Ley! -exclama Bartolomé.

-Despójate del hombre viejo, Natanael. La primera vez que te vi te saludé definiéndote perfecto israelita sin engaño. Pero ahora eres de Cristo, no de Israel. Sélo sin engaño y sin ataduras. Revístete de esta nueva mentalidad.

Si no, habrá muchas bellezas de la redención que he venido a traer a toda la Humanidad que no podrás entender.

Felipe interviene diciendo:

-¿Y dices que has llamado a mi hija? ¿Y ahora qué hará? Yo ciertamente no me voy a oponer, pero quisiera saber, incluso para ayudarla, en qué consiste su llamada...

-En llevar a las azucenas de amor virginal al jardín de Cristo. ¡Habrá muchas en los siglos futuros!... ¡Muchas! Macizos de incienso para contrapesar las sentinas de vicios; almas orantes para contrapesar a blasfemos y ateos; auxilio en todas las desdichas humanas: alegría de Dios.

María de Magdala abre los labios para preguntar (lo hace ruborizándose todavía, aunque con más soltura que los otros días):

-¿Y nosotros, las ruinas que Tú reconstruyes, qué acabamos siendo?

-Lo mismo que las hermanas vírgenes...

-¡Oh, no es posible! Hemos pisado demasiado fango y... y... no puede ser.

-¡María, María! Jesús no perdona nunca a medias. Te ha dicho que te ha perdonado y así es. Tú, y todos los que como tú han pecado y han sido perdonados por mi amor, que con vosotros se desposa, perfumaréis, oraréis, amaréis, consolaréis, siendo conscientes ya del mal y aptos para curarlo donde se encuentra, siendo almas mártires ante los ojos de Dios, y amadas, por tanto, como las vírgenes».

-¿Mártires? ¿En qué, Maestro?

-Contra vosotras mismas y los recuerdos del pasado, y por sed de amor y expiación.

-¿Lo debo creer?...
La Magdalena mira a todos los que están en la barca, pidiendo confirmación a la esperanza que se enciende en ella.

-Pregúntaselo a Simón. Una noche estrellada, en tu jardín, hablé de ti y de vosotros pecadores en general. Todos tus hermanos te pueden decir si mi palabra no cantó los prodigios de la misericordia y la inversión respecto a todos los redimidos.

-Me lo ha expresado también el niño, con voz de ángel. He vuelto con el alma confortada después de su lección. Por él te he conocido mejor aún que por mi hermana, tanto que hoy me sentía más fuerte de afrontar el regreso a Magdala. Y, ahora que me dices esto, siento crecer mi fortaleza. He dado escándalo al mundo, pero te juro, mi Señor, que ahora el mundo al mirarme comprenderá tu poder.

Jesús deposita un momento la mano sobre su cabeza, mientras María Santísima le sonríe como ella sabe hacer: paradisíacamente.

-Ya se ve Magdala, que se extiende en el borde del lago. De frente, el sol naciente; a sus espaldas, la montaña de Arbela, que la protege del viento, y el estrecho valle peñascoso y agreste (por el que desemboca un pequeño torrente en el lago) que se adentra hacia el occidente, con sus paredes rocosas a pico, llenas de una belleza seductora y severa.

-¡Maestro! -grita Juan desde la otra barca -ahí está el valle de nuestro retiro... -y se ilumina su rostro como si se hubiera encendido un sol en su interior.

-Nuestro valle. Sí, lo has reconocido bien.
-No se puede no recordar los lugares en que se ha conocido a Dios -responde Juan.

-Entonces yo recordaré siempre este lago, porque aquí te he conocido. ¿Sabes, Marta, que aquí vi al Maestro una mañana?...

-Sí, y por poco si no nos vamos todos al fondo, nosotros y vosotros. Mujer, créeme, tus remadores no valían un comino -dice Pedro, que está haciendo la maniobra para tomar tierra.

-No valían nada ni los remadores ni quienes con ellos iban... Pero de todas formas fue el primer encuentro y eso vale mucho. Luego te vi en el monte, luego en Magdala, luego en Cafarnaúm... Muchos encuentros, muchas cadenas rotas... Pero Cafarnaúm ha sido el lugar más hermoso porque allí me has liberado...

Ponen pie en tierra. Ya han bajado los de la otra barca. Entran en la ciudad.

La curiosidad simple o... no simple de los habitantes de Magdala debe ser como una tortura para la Magdalena. Pero ella la soporta heroicamente, siguiendo al Maestro, que va delante, en medio de todos sus apóstoles, mientras que las tres mujeres van detrás de ellos. El cuchicheo es fuerte; no falta la ironía. Todos los que, aparentemente, por temor a represalias, respetaban a María cuando era la poderosa dominadora de Magdala, ahora, que la ven separada para siempre de sus amigos pudientes, humilde y casta, se permiten manifestaciones de desprecio y epítetos poco lisonjeros.

Marta, que sufre tanto como ella por esto, le pregunta:
-¿Quieres retirarte a casa?
-No. No dejo al Maestro. Y antes de que la casa no haya sido purificada de todo recuerdo del pasado no lo invito a entrar.

-¡Pero estás sufriendo, hermana!...
-Me lo he merecido.

Y la verdad es que debe sufrir: el sudor que aljofara su rostro y el rubor que la cubre -incluso en el cuello-no se deben sólo al calor.

Cruzan toda Magdala y van a los barrios pobres, a la casa en que se detuvieron la otra vez. La mujer se queda de piedra cuando alza la cabeza del lavadero para ver quién la saluda y se encuentra de frente a Jesús y a la bien conocida señora de Magdala, y ve que ésta ya no tiene apariencia pomposa, ni va cargada de joyas, sino que tiene la cabeza cubierta con un velo ligero de lino, y lleva un vestido de color brusela, de cuello cerrado, estrecho (se ve claramente que no es suyo, a pesar del trabajo realizado para transformarlo), y va envuelta en un tupido manto que con ese calor debe ser un suplicio.

-¿Me permites estar en tu casa y hablar desde aquí a los que me siguen? (0 sea, a toda Magdala, porque toda la población se ha ido agregando al grupo apostólico).

-¿Me lo preguntas, Señor? ¡Pero si mi casa es tuya!
La mujer se pone en movimiento para traer sillas y bancos para las mujeres y los apóstoles.

Cuando pasa delante de la Magdalena hace una reverencia de esclava. «Paz a ti, hermana» responde ésta. La sorpresa de la mujer es tal que deja caer el pequeño banco que tenía cogido; pero guarda silencio (de todas formas, esta reacción me hace pensar que María trataba a sus súbditos en forma más bien soberbia); y se queda ya completamente pasmada cuando oye que le pregunta cómo están sus hijos, dónde están, y si la pesca ha sido abundante.

-Están bien... en la escuela o con mi madre. Sólo el pequeño está aquí, durmiendo en la cuna. La pesca es buena. Mi marido te llevará el diezmo...
-Ya no es el caso. Úsalo para tus niños. ¿Me dejas ver al pequeñín?
-Ven....

La gente se ha ido aglomerando en la calle. Jesús empieza a hablar:

Una mujer tenía diez dracmas en su bolsa. Pero, con un movimiento, la bolsa cayó de su pecho, se abrió y las monedas rodaron por el suelo. Las recogió con la ayuda de las vecinas que estaban presentes; las contó: eran nueve. La décima no se encontraba. Dado que se acercaba la noche y la luz empezaba a faltar, la mujer encendió una lámpara, la puso en el suelo y, tomando una escoba, se puso a barrer atentamente para ver si había rodado lejos del lugar donde había caído. Pero la dracma no aparecía. Las amigas, cansadas de buscar, se marcharon.

La mujer corrió entonces el arquibanco, el bazar, el pesado baúl, movió las ánforas y orzas que estaban en el nicho de la pared. La dracma no aparecía. Entonces se puso a gatas y buscó en el montón de la barredura que estaba puesto contra la puerta de la casa, para ver si la dracma había rodado afuera y se había mezclado con los desperdicios de las verduras. Y por fin encontró la dracma, toda sucia, casi sepultada por los desperdicios que le habían caído encima.

Llena de alegría, la mujer cogió la dracma, la lavó, la secó. Ahora era más bonita que antes. Gritó para llamar a las vecinas de nuevo -que se habían ido después de haberla ayudado en los primeros momentos de la búsqueda-y se la enseñó diciendo: "¿Veis? Me aconsejabais que no me cansara más. Pero he insistido y he encontrado la dracma perdida. Alegraos, pues, conmigo, que no he perdido ninguno de mis bienes".

Pues vuestro Maestro, y con Él sus apóstoles, hace como la mujer de la parábola. Sabe que un movimiento puede hacer que caiga al suelo un tesoro. Toda alma es un tesoro. Y Satanás, envidioso de Dios, provoca los falsos movimientos para que caigan las pobres almas. Hay quien en la caída se queda junto a la bolsa, o sea, se aleja poco de la Ley de Dios que recoge las almas en la salvaguardia de los Mandamientos; hay quien se aleja más, o sea, se aleja más de Dios y de su Ley; en fin, hay quien va rodando hasta caer en la barredura, en la inmundicia, en el barro... y ahí acabaría pereciendo, ardiendo en el fuego eterno, de la misma forma que la basura se quema en los lugares apropiados.

El Maestro lo sabe y busca incansable las monedas perdidas. Las busca por todas partes, con amor. Son sus tesoros. Y no se cansa ni nace ascos de nada; antes al contrario, hurga, hurga, remueve, barre... hasta que encuentra. Una vez que ha encontrado, lava con su -perdón al alma hallada, y convoca a los amigos -todo el Paraíso y todos los buenos de la tierra-, y dice: "Alegraos conmigo porque he encontrado lo que se había perdido, y es más hermoso que antes porque mi perdón lo hace nuevo".

En verdad os digo que hay gran regocijo en el Cielo y exultan los ángeles de Dios y los buenos de la Tierra por un pecador que se convierte. En verdad os digo que no hay cosa más hermosa que las lágrimas del arrepentimiento. En verdad os digo que los únicos que ni saben ni pueden exultar por esta conversión, que es un triunfo de Dios, son los demonios. Y también os digo que el modo en que un hombre acoge la conversión de un pecador es medida de su bondad y unión con Dios.
La paz sea con vosotros.

La gente comprende la lección y mira a la Magdalena, que se había sentado en la puerta con el lactante en sus brazos (quizás para cubrir su azoramiento), y se van marchando lentamente, de forma que quedan sólo la dueña de la casuca y la madre, que había venido con los niños. Falta Benjamín, porque está todavía en la escuela.
   


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