Tuesday April 23,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

237- La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo.
Marta todavía teme por su hermana María


Jesús se encuentra en el camino que desde el lago Merón va hacia el de Galilea. Con Él están Simón Zelote y Bartolomé. Parece que esperan a los demás, junto a un torrente que, aunque esté reducido a un hilo de agua, alimenta frondosos árboles; los otros están llegando desde dos partes distintas.

Es un día tórrido. No obstante, mucha gente ha seguido a los tres grupos, que deben haber predicado por los campos, encaminando a los enfermos hacia el grupo de Jesús y reservándose predicar sobre Él a los sanos. Hay muchos que han sido agraciados con milagros y forman ahora un grupo feliz, sentado entre los árboles; su alegría es tal, que no sienten siquiera el cansancio producido por el calor, el polvo, la luz cegadora; mientras que todas estas cosas hacen sufrir, y no poco, a los demás.

Cuando el grupo capitaneado por Judas Tadeo llega -es el primero-adonde Jesús, se manifiesta evidente el cansancio de todos los que lo forman y de los que vienen detrás. El último es el grupo capitaneado por Pedro; vienen en él muchos de Corazín y Betsaida.

-Hemos hecho lo que estaba previsto, Maestro. Pero haría falta ser muchos grupos... Ya ves... andar mucho no se puede, por el calor. ¿Qué hacemos, entonces? El mundo parece ensancharse más cuantas más cosas tenemos que hacer, porque los pueblos se desperdigan y se alargan las distancias. No me había percatado nunca de que fuera tan grande Galilea. Estamos sólo en un rincón de ella, realmente en un rincón, y no logramos evangelizarla, de tan grande como es y de tantas necesidades y tanto deseo de ti como hay -suspira Pedro.

-No es que el mundo crezca, Simón. Lo que crece es el conocimiento de nuestro Maestro -responde Tadeo.
-Sí, es verdad. Mira cuánta gente. Algunos nos siguen desde esta mañana. Durante las horas de calor, nos hemos refugiado en un bosque. Pero incluso ahora, que se acerca el atardecer, es un sufrimiento el caminar. Y estos pobrecillos están mucho más lejos de casa que nosotros. No sé cómo nos las vamos a arreglar si sigue aumentando todo a este ritmo... -dice Santiago de Zebedeo.
-En Octubre vendrán también los pastores -dice Andrés para consolar.

-¡Sí! ¡Ya! Pastores, discípulos... ¡maravillosos! Pero son útiles sólo para decir: “Jesús es el Salvador. Está allí". Nada más -

­responde Pedro. -Al menos la gente sabrá dónde encontrarlo. Ahora, sin embargo... nosotros venimos aquí y ellos corren aquí; mientras ellos vienen aquí, nosotros vamos allá, y ellos tienen que correr detrás de nosotros... Y con niños y enfermos no es muy cómodo. Jesús habla:

-Tienes razón, Simón-Pedro. También siento Yo compasión de estas almas y de estas turbas. Para muchos el no encontrarme en un momento dado puede ser causa irreparable de desventura. Observad qué cansados están y cuán desorientados se sienten los que no poseen aún la certeza de mi Verdad; y cuán hambrientos los que han gustado mi palabra y ya no saben estar sin ella, y ninguna otra palabra los satisface. Asemejan a ovejas sin pastor, que vagan no encontrando a alguien que las guíe y lleve a pastar. Yo les seré próvido. Pero vosotros tenéis que ayudarme, con todas vuestras fuerzas espirituales, morales y físicas.

Dejaréis de formar grupos numerosos; debéis saber ir de dos en dos. Mandaremos en parejas a los discípulos mejores. La mies es verdaderamente mucha. En verano os prepararé para esta gran misión.

Para Tammuz contaremos con Isaac, que vendrá con los mejores discípulos; y os prepararé. De todas formas, no seréis todavía suficientes, porque la mies es verdaderamente mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la tierra que envíe muchos obreros a su mies.

-Sí, mi Señor, pero ello no modificará mucho la situación de éstos que te buscan -dice Santiago de Alfeo.
-¿Por qué, hermano?

-Porque buscan no sólo doctrina y palabra de Vida, sino también remedio a sus flaquezas, a sus enfermedades, a toda tara de su parte inferior o superior causada por la vida o por Satanás. Y esto sólo Tú lo puedes hacer, porque en ti está el Poder.

-Los que son una sola cosa conmigo llegarán a hacer lo que Yo hago, y los pobres recibirán ayuda en todas sus miserias. Pero aún no tenéis en vosotros lo necesario para esto. Esforzaos en superaros a vosotros mismos, en aplastar vuestra humanidad para que triunfe el espíritu. No asimiléis sólo mi palabra sino también su espíritu, o sea, santificaos por ella; entonces todo lo podréis. Mas ahora vamos a manifestarles mi palabra, dado que no quieren marcharse sin que Yo les dé la palabra de Dios. Luego volveremos a Cafarnaúm. También allí habrá quien nos esté esperando...

Señor, pero ¿es verdad que María de Magdala te ha pedido perdón en casa del fariseo?
-Es verdad, Tomás.
-¿Y se lo has dado? -pregunta Felipe.
-Se lo he dado.
-Pero... ¡has hecho mal, ¿no?! -exclama Bartolomé.
-¿Por qué? Era un arrepentimiento sincero y merecía perdón.

-Pero no debías darlo en esa casa, públicamente... -dice en tono de reproche Judas Iscariote.
-No veo en qué he errado.

-En esto: Tú sabes quiénes son los fariseos, cuántas argucias tienen en su cabeza, cómo te vigilan; cómo te calumnian, cómo te odian. Tenías uno de ellos, en Cafarnaúm, que era amigo tuyo: Simón. Y llamas a su casa a una prostituta para profanar la casa y escandalizar al amigo Simón.

-No la llamé Yo; vino ella. No era una prostituta; era una mujer arrepentida. Todo esto cambia mucho la cosa. Si antes no sentían asco de estar a su lado, si no han sentido nunca asco de desearla, incluso en mi presencia, tampoco ahora que ella ya no es una carne sino un alma deben sentirlo por verla entrar para arrodillarse a mis pies y llorar acusándose, humillándose con su pública, humilde confesión totalmente presente en su llanto.

La casa de Simón fariseo ha recibido santificación por un milagro grande: la resurrección de un alma. En la plaza de Cafarnaúm, hace cinco días, me preguntaba: "¿Has hecho sólo ese milagro?", y me respondía por su cuenta: "¡No, claro!", porque había deseado mucho ver uno. Pues se lo he dado. Lo he elegido para testigo, paraninfo, de estos esponsales del alma con la Gracia. Debería sentirse orgulloso.

-Pues, sin embargo, está escandalizado. Quizás has perdido un amigo.
-He encontrado un alma. Merece la pena perder la amistad de un hombre, su pobre amistad de hombre, con tal de devolver a un alma la amistad con Dios.

-Es inútil. Contigo no se puede mantener humana reflexión. ¡Estamos en la tierra, Maestro! Recuérdalo. Aquí mandan las leyes y las ideas de la tierra. Tú actúas con el método del Cielo, te mueves en el Cielo que tienes en tu corazón, ves todo a través de luces de Cielo. ¡Pobre Maestro mío! ¡Cuán divinamente inepto eres para vivir entre nosotros los perversos! -Judas Iscariote lo abraza -maravillado y desolado-y termina: «Y me duele el que te crees tantos enemigos por demasiada perfección.
-No te duela, Judas. Está escrito que debe ser así. Pero, ¿cómo sabes que Simón se siente ofendido?

-No ha dicho que se sienta ofendido, pero, a mí y a Tomás, nos ha dado a entender que aquello no se debía haber hecho; no debías haberla invitado a su casa, donde sólo entran personas honestas.
-¡Bueno, sobre la honestidad de los que van a casa de Simón mejor no seguir! -dice Pedro.
Y Mateo:

-Yo podría decir que el sudor de las prostitutas ha goteado en repetidas ocasiones en los suelos, en las mesas y... en otros s itios, de la casa de Simón el fariseo.
-Pero no públicamente -rebate Judas Iscariote.
-No. Con hipocresía para esconderlo.
-Pues cambia la cosa.

-Cambia también la entrada de una prostituta que entra para decir: "Dejo mi pecado infame", respecto a la de una que entra para decir: "Aquí me tienes para cumplir el pecado juntos".
-Mateo tiene razón -dicen todos.

-Sí, tiene razón. Pero ellos no piensan como nosotros, y es necesario llegar a un acuerdo con ellos, adaptarse a ellos para tenerlos como amigos.
-Eso nunca, Judas. En la verdad, en la honestidad, en la conducta moral, no hay ni adaptaciones ni acuerdos -dice imperioso Jesús, para terminar: «Y, además, Yo sé que he actuado bien y para el bien, y basta. Vamos a despedir a estas personas cansadas.

Y se acerca a los que, diseminados bajo los árboles, miran en dirección a Él con ansia de oírlo.
-Paz a todos vosotros que, salvando estadios y soportando el intenso sol, habéis venido a oír la Buena Nueva.

En verdad os digo que estáis empezando a entender realmente lo que es el Reino de Dios y también cuán valioso es poseerlo y cuán dichoso pertenecer a él. De forma que cualquier tipo de esfuerzo pierde para vosotros ese valor que para otros tiene, porque el espíritu impera en vosotros y dice a la carne: "Regocíjate si te oprimo, porque lo hago por tu bienaventuranza. Cuando te reúnas conmigo, después de la resurrección final, me amarás por todo cuanto te subyugué y verás en mí a tu segundo salvador". ¿No habla así vuestro espíritu?

-¡Sí, sí que habla así!

Al presente, basáis vuestro comportamiento en la enseñanza de mis lejanas parábolas, pero ahora os voy a ofrecer otras luces para que os enamoréis, cada vez más, de este Reino de valor inconmensurable que os espera.

Escuchad: Un hombre, que había ido a un campo por casualidad a buscar mantillo para llevarlo a su huerta, al excavar fatigosamente en la tierra dura, debajo de algún estrato, se encuentra un filón de metal precioso. ¿Qué hace entonces aquel hombre? Vuelve a tapar con tierra lo que ha encontrado. No le importa tener que trabajar más, porque el descubrimiento compensa la fatiga. Luego va a su casa, empieza a juntar todos sus bienes en dinero y en objetos, y estos últimos los vende para sacar mucho dinero. Cuando logra juntar todo, se presenta al dueño del campo y le dice: "Me gusta tu campo. ¿Cuánto quieres por vendérmelo?". "No, no lo vendo" responde el otro. Mas el hombre ofrece sumas cada vez más fuertes, exageradas en relación al valor del campo, y termina convenciendo al dueño, que piensa: "¡Este hombre es un loco! Bien, pues, dado que está loco, me aprovecho. Tomo la suma que me ofrece. No es engaño porque es él quien me la quiere dar.

Con el dinero me compraré al menos otros tres campos, y de mayor calidad". Y vende, convencido de haber cerrado un espléndido trato. Sin embargo, es el otro el que cierra un espléndido trato, porque se priva de objetos que puede robar el ladrón o que puede perder o que se consumirán, pero se procura un tesoro que, por ser verdadero, natural, es inagotable. Le compensa, por tanto, el haber sacrificado todo lo que tenía por esta compra; se queda durante algo de tiempo sólo con la propiedad del campo, pero en realidad posee para siempre el tesoro que allí se esconde.

Vosotros habéis entendido esto y hacéis como el hombre de la parábola. Dejáis las efímeras riquezas para poseer el Reino de los Cielos. Se las vendéis a los necios del mundo; se las cedéis y aceptáis el escarnio del mundo, que juzga estúpido vuestro modo de actuar. Actuad así, siempre así, y vuestro Padre que está en los Cielos, jubiloso, un día os dará vuestro lugar en el Reino.

Volved a vuestras casas antes de que llegue el sábado. En el día del Señor, pensad en la parábola del tesoro del Reino celeste. La paz sea con vosotros.

La gente se dispersa, lentamente, por los caminos y senderos de la campiña, mientras Jesús se dirige a Cafarnaúm en la tarde que declina.

Llega ya de noche. Atraviesan en silencio la ciudad silenciosa bajo la luz de la luna, única fuente luminosa existente en las callejuelas oscuras y mal pavimentadas. Entran, también en silencio, en el pequeño huerto de al lado de la casa, creyendo que todos están acostados. Pero una luz arde en la cocina, y tres sombras, móviles por el movimiento de la leve llama, se proyectan sobre la pared blanca del horno cercano.

-Te esperan, Maestro. ¡Así no se puede continuar! Ahora mismo voy a decirles que estás demasiado cansado. Tú, mientras, sube a la terraza.

-No, Simón. Voy a entrar en la cocina. Si Tomás tiene a estas personas esperando, es señal de que hay un serio motivo.

Pero los que estaban dentro ya han oído el bisbiseo, y Tomás, que es el dueño de la casa, se asoma al umbral de la puerta.
-Maestro, está aquí la dama de otras veces. Te está esperando desde ayer a la hora del ocaso. Ha venido con un sirviente -y añade en voz baja: «Está muy inquieta y no para de llorar...».

-Bien. Dile que suba arriba. ¿Dónde ha dormido?
-No quería dormir, pero, al final, durante unas horas, se retiró, ya casi al alba, a mi habitación. A1 sirviente le he ofrecido una de vuestras camas para dormir.
-Bien. Dormirá también esta noche, y tú dormirás en la mía.

-No, Maestro. En la terraza, sobre unas esteras. Dormiré bien igualmente.
Jesús sube a la terraza... y Marta también.
-Paz a ti, Marta.
Un sollozo como respuesta.
-¿Todavía llanto? ¿Pero no estás contenta?
Marta niega con la cabeza.
-¿Y por qué?...

Larga pausa llena de sollozos. A1 final, gimiendo, dice:
-Han pasado muchas tardes y María no ha vuelto. No sabemos dónde está. No la hemos encontrado ni yo ni Marcela ni la nodriza... Había pedido el carro y había salido. Iba vestida pomposamente... ¡Oh, no había querido llevar otra vez mi vestido!... No iba semidesnuda-tiene también de esos vestidos-, pero iba muy provocativa... Y tomó consigo joyas y perfumes... Y no ha vuelto. A1 llegar a las primeras casas de Cafarnaúm se despidió del sirviente diciéndole: "Volveré con otra compañía". Pero no ha vuelto. ¡Nos ha engañado!... o se ha sentido sola, quizás tentada... o le ha sucedido algo malo... No ha vuelto...
Y Marta cae de rodillas, y llora apoyando la cabeza sobre el antebrazo, apoyado a su vez en un montón de sacos vacíos.

Jesús la mira y dice lentamente y seguro, dominador:
-No llores. Hace tres noches María fue a donde Yo estaba. Me ungió los pies, depositó a mis pies todas sus joyas. Así se ha consagrado, y para siempre, y ha entrado a formar parte de mis discípulas. No la denigres en tu corazón. Te ha superado.

-¿Pero dónde está mi hermana? -grita Marta alzando un rostro desencajado -¿Por qué no ha vuelto a casa? ¿Es que la han agredido? ¿Ha tomado una barca y se ha ahogado? ¿Algún amante repelido la ha raptado? ¡Oh, María, mi María! ¡Acababa de hallarla y ya la he perdido!
Marta está realmente fuera de sí. Ya no piensa siquiera en que los que están abajo la pueden oír; no piensa ya que Jesús le puede decir dónde está su hermana; se desespera sin reflexionar en nada.

Jesús la sujeta por las muñecas y la obliga a estar quieta, a escucharlo, dominándola con su alta estatura y su mirada magnética:

-¡Basta! Quiero de ti fe en mis palabras. Quiero de ti generosidad. ¿Comprendido?
No la suelta hasta que Marta se serena un poco.
-Tu hermana ha ido a saborear su gozo rodeándose de santa soledad, porque experimenta el supersensible pudor de los
redimidos. Ya te lo había dicho. No puede soportar la mirada, dulce pero escrutadora, de su familia, que observa su nuevo vestido de novia de la Gracia. Y lo que Yo digo es siempre verdad. Debes creerme.

-Sí, Señor, sí. Pero mi María ha pertenecido demasiado al demonio. Enseguida la ha atrapado de nuevo, él...

-Él se venga en ti de la presa que ha perdido para siempre. ¿Voy a tener que presenciar cómo tú, la fuerte, caes víctima suya por un momento de abatimiento demente que no tiene razón de ser? ¿Tendré que presenciar cómo, por ella que ahora cree en mí, pierdes esa hermosa fe que siempre he visto en ti? ¡Marta! ¡Mírame bien! ¡Escúchame a mí, no a Satanás!

¿No sabes que cuando se ve obligado a soltar la presa por una victoria de Dios sobre él, este incansable torturador de los seres, este incansable depredador de los derechos de Dios, se pone inmediatamente manos a la obra para encontrar otras víctimas? ¿No sabes que lo que afianza la curación del espíritu de otro son las torturas que sufre un tercero, que resiste a los asaltos porque es bueno y fiel?

¿No sabes que todo lo que acaece y lo que existe en la Creación está relacionado y sigue una ley eterna de dependencias y consecuencias, de forma que el acto de uno produce vastísimas repercusiones naturales y sobrenaturales? Tú estás llorando aquí, aquí estás conociendo la duda atroz, y, a pesar de todo, permaneces fiel a tu Cristo en esta hora de tinieblas; allá, en un lugar que desconoces, María está sintiendo disolverse la última duda sobre la infinitud del perdón que ha recibido, y su llanto se transforma en sonrisa, sus sombras en luz.

Tu tormento la ha guiado al lugar de la paz, al lugar de regeneración de las almas, al lado de la Generadora sin mancha, junto a Aquella que tanto es Vida, que le ha sido otorgado dar al mundo al Cristo, que es la Vida. Tu hermana está con mi Madre. No es la primera que pliega velas en ese puerto de paz habiéndola llamado el rayo de la viva Estrella María a aquel seno de amor, por amor, mudo y activo, de su Hijo. Tu hermana está en Nazaret.

-Pero, ¿cómo ha ido si no conoce a tu Madre, ni tu casa?... Sola... De noche... Sin los medios necesarios... Vestida así... Mucho camino... ¿Cómo?
-¿Cómo? Como va la golondrina cansada al nido natal, atravesando mares y montes, contra tempestades, nieblas y viento contrario; como van las golondrinas a los lugares donde pasan el invierno: por el instinto que las guía, el suave calor que las invita, el sol que las reclama. Pues también ella ha acudido al rayo que la convocaba... a la Madre universal. Y la veremos regresar a la aurora, feliz... dejadas para siempre las tinieblas, con una madre a su lado, la mía, y para no volver a ser huérfana nunca más. ¿Puedes creer esto?

-Sí, mi Señor.

Marta está como embelesada. En efecto, Jesús se ha mostrado verdaderamente dominador: alto, erguido -y, no obstante, un poco curvado hacia Marta, que estaba arrodillada -, ha hablado lenta pero incisivamente, casi como para transfundir su propio ser en la agitada discípula. Pocas veces lo he visto con esta potencia para persuadir con la palabra a alguien que lo escucha. ¡Pero, al final, qué luz, qué sonrisa en su cara! Marta lo refleja con una sonrisa y una luz más difuminada en su propio rostro.

-Y ahora ve a descansar. Con paz.
Y Marta le besa las manos y baja tranquilizada...


   


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