Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

288- Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús


¡Creía El que no lo conocían!

Cuando al día siguiente por la mañana pone pie fuera del edificio de uso de Alejandro, encuentra ya personas que lo están esperando. Jesús sale sólo con los apóstoles. Las mujeres y los discípulos se quedan en casa, descansando.

La gente lo saluda y lo rodea. Le dicen que lo conocen por lo que de Él dijo uno que había sido curado de los demonios y que ahora no está porque se había puesto en camino con dos discípulos que habían pasado por la ciudad unos días antes.

Jesús escucha benignamente todas estas cosas mientras anda por esta ciudad, que muestra muchas zonas sobre las que se abate, febril, un verdadero fragor de talleres: albañiles construyendo; cavadores rebajando o colmando desniveles; canteros desbastando piedras para las murallas; herreros trabajando el hierro para este o aquel uso; carpinteros serrando, cepillando, sacando palos de gruesos troncos.

Jesús pasa y mira, cruza un puente construido para salvar un pequeño torrente cantarín que pasa exactamente por el centro de la ciudad (las casas aquí están alineadas a ambos lados con pretensiones de formar una avenida a lo largo del río). Sube luego hacia la parte alta de la ciudad, cuyo plano está un poco en desnivel, siendo así que el lado sudoeste es más alto que el lado nordeste, pero ambos están más altos que el centro de la ciudad, dividido en dos por el pequeño curso de agua.

Hay una vista bonita desde el sitio en que se ha detenido Jesús Toda la ciudad, bastante grande, se muestra al observador. Detrás, por los lados de oriente, meridión y occidente, hay una herradura de suaves colinas enteramente verdes; hacia el norte la mirada se extiende por una llanura abierta y vasta que en el horizonte muestra una elevación del terreno, tan ligera que no puede llamarse colina, toda dorada de un sol matutino que pone preciosas las pámpanas amarillentas de las vides que cubren esta ondulación del terreno, como queriendo mitigar la melancolía de las hojas que agonizan con el fasto de una pincelada de oro.

Jesús observa. La gente de Gerasa lo mira. Jesús se los conquista diciendo:

-Esta ciudad es muy bonita. Hacedla bonita también en justicia y santidad. Dios os ha dado las colinas, el arroyo, la verde llanura. Roma os ayuda ahora a haceros casas y edificios bellos. Pero depende solamente de vosotros el dar a vuestra ciudad el nombre de ciudad santa y justa.

La ciudad es como la hacen sus habitantes. Porque la ciudad es una parte de la sociedad recintada dentro de sus murallas, pero quien hace la ciudad son los ciudadanos. La ciudad en sí misma no peca. No puede pecar el arroyo, ni el puente ni las casas ni las torres; son materia, no alma.

Pero sí pueden pecar los que están dentro del recinto amurallado de la ciudad, en las casas, en las tiendas, los que pasan por el puente, los que se bañan en el arroyo. Se dice de una ciudad facciosa y cruel: "Es una ciudad pésima".

Pero está mal dicho. No es la ciudad, los que son pésimos son los ciudadanos. Los individuos, que forman, uniéndose, una cosa múltiple, pero al mismo tiempo una cosa individual, que se llama "ciudad". Escuchad. Si en una ciudad diez mil habitantes son buenos y sólo mil no lo son, ¿podría decirse que esa ciudad es mala? No se podría decir. De la misma forma: si en una ciudad de diez mil habitantes hay muchos partidos y cada uno de ellos tiende a beneficiar al propio, ¿se puede seguir diciendo que esa ciudad está unida? No se puede decir. ¿Y creéis que esa ciudad será próspera? No lo será.

Vosotros, habitantes de Gerasa, estáis ahora todos unidos con el propósito de hacer de vuestra ciudad una cosa grande. Y lo lograréis, porque todos queréis lo mismo y cada uno trata de superar al otro en conseguir este fin. Pero si mañana entre vosotros surgieran partidos distintos y uno dijera:

"No, mejor es extenderse hacia el occidente", y otro partido: "De ninguna manera. Nos extenderemos hacia el norte, que está la llanura", y un tercero: "Ni hacia aquí ni hacia allá. Todos queremos estar concentrados en el centro, cerca del arroyo", ¿qué sucedería? Pues que se pararían los trabajos ya empezados; quienes prestan los capitales los retirarían, quienes tienen intención de establecerse aquí se marcharían a otra ciudad en que los ciudadanos estuviesen más de acuerdo; y lo ya hecho, expuesto a las inclemencias del tiempo sin estar ultimado por causa de las diatribas de los ciudadanos, se derrumbaría. ¿Es así o no? Decís que es así, y es como decís. Por tanto, hace falta concordia entre los ciudadanos para construir el bien de la ciudad, y, como consecuencia, de los propios ciudadanos, porque en la sociedad el bien de ella redunda en bienestar de quienes la componen.


Ahora bien, no sólo existe la sociedad cual vosotros la pensáis, la sociedad de los ciudadanos, o de los miembros de la misma patria, o la pequeña y amada sociedad de la familia. Existe una sociedad más grande, infinita: la de los espíritus.

Todos nosotros, que vivimos, tenemos un alma. Esta alma no muere con el cuerpo, sino que a la muerte del cuerpo sigue viviendo, eternamente. Idea del Creador Dios, que ha dado al hombre el alma, era que todas las almas de los hombres se reunieran en un único lugar: el Cielo, constituyendo el Reino de los Cielos, cuyo monarca es Dios y cuyos súbditos bienaventurados serían los hombres tras una vida santa y una plácida dormición. Satanás vino a dividir y a crear desorden, a destruir y a afligir a Dios y a los espíritus.

E introdujo el pecado en los corazones, y, con el pecado, acarreó la muerte al cuerpo al final de la existencia, con la esperanza de dar muerte también a los espíritus. La muerte de los espíritus es la condenación, que es un seguir existiendo, sí, pero con una existencia privada de aquello que es verdadera vida y júbilo eterno: de la visión beatífica de Dios y de su eterna posesión en las luces eternas. Y la Humanidad se dividió en sus voluntades, como una ciudad dividida por partidos contrarios. Actuando así, encontró su ruina.

En otro sitio ya lo he dicho a quien me acusaba de expulsar a los demonios con la ayuda de Belcebú: "Todo reino dividido en sí mismo caerá". En efecto, si Satanás se echara a sí mismo de un lugar, caería con su tenebroso reino.

Yo, por el amor que Dios tiene a la Humanidad que ha creado, he venido a recordar que sólo un Reino es santo: el de los Cielos. Y he venido a predicarlo, para que los mejores acudan a él. ¡Oh, quisiera que todos lo hicieran, incluso los peores, convirtiéndose, liberándose del demonio, que los tiene esclavizados, ora de forma evidente en el caso de las posesiones que además de ser espirituales son corporales, ora secretamente en el caso de las posesiones sólo espirituales! Por ello voy curando a los enfermos, arrojando demonios de los cuerpos poseídos, convirtiendo a los pecadores, perdonando en nombre del Señor, instruyendo para el Reino, obrando milagros para persuadiros de mi poder y de que Dios está conmigo.

Porque no se pueden obrar milagros sin tener a Dios por amigo. Por tanto, si arrojo a los demonios con el dedo de Dios, si curo a los enfermos, limpio a los leprosos, convierto a los pecadores, si anuncio el Reino y lo propongo como meta en nombre de Dios e instruyo para el Reino; si la condescendencia, clara e indiscutible, de Dios está conmigo -y solamente los enemigos desleales pueden decir lo contrario-, señal es de que el Reino de Dios está ya entre vosotros y debe ser constituido, porque ésta es la hora de su fundación.

¿Cómo se funda el Reino de Dios en el mundo y en los corazones? Volviendo a la Ley mosaica o, si se ignora, con su conocimiento exacto; y, sobre todo, con la aplicación total de la Ley en uno mismo, en cada uno de los hechos y momentos de la vida. ¿Cuál es esta Ley' ¿Es algo tan severo que no se puede practicar? No. Es una serie de diez preceptos santos y fáciles, cuales incluso el hombre moralmente bueno, verdaderamente bueno, siente que debe darse a sí mismo, aunque sea uno que viva sepultado bajo el intrincado techo vegetal de las más impenetrables selvas de la misteriosa África. Y dice:

"Yo soy el Señor tu Dios, y no hay ningún otro Dios aparte de mí.
No tomes el nombre de Dios inútilmente.
Respeta el sábado según el precepto de Dios y la necesidad de la criatura.
Honra a tu padre y a tu madre si quieres vivir largamente y recibir bienes en la tierra y en el cielo.
No matarás.
No robarás.
No cometerás adulterio.
No dirás falsos testimonios contra el prójimo.
No desearás la mujer de tu prójimo.
No envidiarás las cosas ajenas".

¿Quién es el hombre de buen corazón, aunque sea primitivo, que, al recorrer con su mirada cuanto le rodea, no se diga a sí mismo: "Todo esto no se ha podido formar por sí solo; por tanto, existe Uno, más poderoso que la naturaleza y que el propio hombre, que lo ha hecho"? Y adora a este Ser Poderoso (cuyo Nombre santísimo sabe o no sabe, pero que siente que existe). Y siente tanta reverencia por El que, al pronunciar el nombre que le ha dado o que le enseñaron a decir para nombrarlo, tiembla de reverencia, y siente que ora con el solo hecho de nombrarlo con reverencia. Pues, efectivamente, es oración pronunciar el Nombre de Dios queriendo adorarlo o darlo a conocer a la gente que no lo conoce.

Igualmente, por el simple hecho de una prudencia moral, todo hombre siente el deber de conceder descanso a sus miembros, para que resistan mientras dura la vida. Con mayor razón, el hombre que no ignora al Dios de Israel, al Creador y Señor del Universo, siente que debe consagrar al Señor este descanso animal, para no ser como el jumento, que, cansado, descansa sobre el estrato de paja triturando el forraje con sus fuertes dientes.

También la sangre grita amor hacia aquellos de que procede. Lo vemos en ese pollino que corre hacia su madre que regresa de los mercados. Estaba jugando en la manada, la ha visto; se acuerda de que ella lo ha amamantado, lo ha lamido con amor, lo ha defendido, le ha dado calor.

¿Veis?: restriega sus blandos ollares contra el cuello de su madre; bota de alegría; roza su joven grupa contra el vientre que lo llevó. Amar a los padres es un deber y un placer. No hay animal que no ame a la que lo engendró. ¿Y entonces? ¿Será el hombre más bajo que el gusano que vive en el barro de la tierra?

El hombre moralmente bueno no mata. La violencia le produce repulsa. Siente que no es lícito quitar la vida a nadie, que sólo Dios que la dio tiene el derecho de quitarla. Y huye del homicidio.

De la misma forma, el hombre moralmente sano no se
aprovecha de las cosas de los demás. Prefiere comer un pedazo de pan con conciencia tranquila junto a la fuente argentina, que no un suculento asado fruto de un robo; prefiere dormir en el suelo con la cabeza sobre una piedra, y sobre su cabeza las estrellas amigas derramando paz y consuelo a la conciencia honesta, que no el sueño agitado en una cama conseguida con latrocinio.
Y, si es moralmente sano, no desea otras mujeres no suyas; no entra, ensuciando y con vileza, en tálamo ajeno. En la mujer de su amigo ve una hermana y no tiene para con ella miradas ni deseos distintos de los que se tienen con una hermana.

El hombre de corazón recto, aunque sólo sea naturalmente recto, sin más conocimiento del Bien sino aquel que le viene de su buena conciencia, no se permite nunca testificar lo que no es verdadero, pareciéndole ello lo mismo que un homicidio o un hurto... y efectivamente es así. Como es honesto su corazón, honestos son sus labios, y, como su corazón y sus labios, honestas son sus miradas, por lo cual no pone su apetito en la mujer de otro. Ni siquiera apetece, porque siente que apetecer es el primer estímulo para pecar. Y no envidia. Porque es bueno. El que es bueno no envidia nunca. Está tranquilo con su suerte.

¿Os parece esta ley tan exigente que no se pueda practicar? ¡No faltéis contra vosotros mismos! Estoy seguro de que no lo haréis. Y, si no lo hacéis, fundaréis el Reino de Dios en vosotros y en vuestra ciudad. Y un día os reuniréis, felices, con aquellos a quienes amasteis y que, como vosotros, conquistaron el Reino eterno en el júbilo sin fin del Cielo.

Pero en nuestro propio interior están las pasiones cual ciudadanos dentro del recinto de las murallas de la ciudad. Es necesario que todas las pasiones del hombre quieran lo mismo: la santidad. Si no, será inútil que una parte tienda al Cielo, si otra descuida la vigilancia de las puertas y deja que entre el seductor, o si neutraliza las acciones de una parte de los espirituales habitantes con disputas y pereza, haciendo así perecer la ciudad interior, abandonándola al reinado de ortigas, plantas venenosas, malas hierbas, serpientes, escorpiones, ratas y chacales, y búhos, es decir, de las malas pasiones y de los ángeles de Satanás. Hay que velar sin desistir nunca, como centinelas puestos en las murallas, para impedir que el Maligno entre donde queremos construir el Reino de Dios.

En verdad os digo que el fuerte, mientras vigila armado el atrio de su casa, está seguro de todo lo que hay en ella. Pero si viene uno más fuerte que él, o si deja sin guardia la puerta, este más fuerte lo vence, lo desarma; y él, sin las armas en que confiaba, se desmoraliza y se rinde; y el fuerte, haciéndolo prisionero, se apodera de los despojos del vencido. Pero si el hombre vive en Dios, mediante la fidelidad a la Ley y a la justicia santamente practicada, Dios está con él, Yo estoy con él, y nada malo le puede suceder. La unión con Dios es el arma que ningún fuerte puede vencer. La unión conmigo es seguridad de victoria y de botín de virtudes eternas, por las cuales eternamente será ofrecido un lugar en el Reino de Dios.

Pero, quien se separa de mí o se hace enemigo mío, rechaza, como consecuencia, las armas y la seguridad de mi palabra. Quien rechaza al Verbo rechaza a Dios. Quien rechaza a Dios llama a Satanás. Quien llama a Satanás destruye cuanto tenía para conquistar el Reino.

Por tanto, quien no está conmigo está contra mí, quien no cultiva lo que Yo siembro recoge lo que siembra el Enemigo, quien conmigo no recoge desparrama, y pobre y desnudo se presentará ante el Juez supremo, que lo mandará con su amo, con el amo al que se vendió prefiriendo a Belcebú antes que a Cristo.

Habitantes de Gerasa: edificad en vosotros y en vuestra ciudad el Reino de Dios.

Como un gorjeo, una voz de mujer se eleva, límpida cual canto de alondra, por encima del rumor de la multitud de gente admirada, cantando la nueva bienaventuranza, o sea, la gloria de María:

-¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos de que mamaste!

Jesús se vuelve hacia la mujer que ha exaltado a la Madre por admiración hacia el Hijo. Sonríe, porque le es dulce la alabanza dirigida a su Madre. Pero luego dice:

-Más dichosos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Hazlo tú, mujer.
Y luego bendice y se encamina hacia la campiña seguido por los apóstoles, que le preguntan:
-¿Por qué has dicho esto?

-Porque en verdad os digo que en el Cielo no se mide con las medidas de la tierra. Mi propia Madre será bienaventurada no tanto por su alma inmaculada cuanto por haber escuchado la palabra de Dios y haberla puesto en práctica con obediencia. El "hágase el alma de María sin mancha" es prodigio del Creador; a Él, pues, la gloria por ello. Pero el "hágase de mí según tu palabra" es prodigio de mi Madre; por esto, pues, grande es su mérito.

Tan grande, que sólo por esa capacidad suya de escuchar a Dios, que hablaba por boca de Gabriel, y por su voluntad de poner en práctica la palabra de Dios, sin pararse a sopesar las dificultades y dolores inmediatos y futuros que tal adhesión acarrearían, ha venido el Salvador al mundo. Así pues, podéis ver que Ella es mi bienaventurada Madre no sólo porque me ha generado y amamantado, sino también porque ha escuchado la palabra de Dios y la ha puesto en práctica con la obediencia.

Pero volvamos a casa. Mi Madre sabía que iba a estar fuera poco tiempo y, si ve que tardo, se podría preocupar.

Estamos en una ciudad semipagana; aunque, en verdad, es mejor que otras. De todas formas, vamos. Vamos a dar la vuelta por detrás de los muros, para huir de la gente, que, si no, me entretendría todavía. Venga, bajemos deprisa, por detrás de estas arboledas espesas...

   


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