Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

243- En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas


En la casa de Caná la fiesta por la venida de Jesús es poco menor que cuanto lo fue por las bodas del milagro.

Faltan los músicos, no están los invitados, la casa no está enguirnaldada de flores y ramos verdes, no están las mesas para los muchos invitados, ni el maestresala junto a los aparadores y las hidrias colmadas de vino. Pero todo queda ampliamente compensado por el amor, ofrecido ahora en su forma y medida justas, o sea, no a un simple invitado -quizás también un poco pariente, pero al fin y al cabo un hombre -, sino al Invitado Maestro, cuya verdadera Naturaleza se conoce y reconoce y cuya Palabra se venera como cosa divina. Por ello los corazones de Caná aman con la totalidad de sí mismos al Gran Amigo que se ha asomado vestido de lino a la entrada del huerto, entre el verde de la tierra y el rojo de la puesta de sol, embelleciendo todas las cosas con su presencia, y comunicando su paz: no sólo a los corazones a los que dirige su saludo, sino incluso a las cosas.

Verdaderamente parece -doquiera que se dirijan sus ojos azules -extenderse un velo de paz solemne y beato. Pureza y paz manan de sus pupilas, como la sabiduría fluye de su boca y el amor de su corazón. A los que lean estas páginas quizás les parecerá imposible cuanto digo. Pues bien, el propio lugar, que antes de la llegada de Jesús era un lugar corriente, o un lugar de ajetreo que excluye la paz (que se supone exenta de angustioso trajinar), nada más llegar Él, se ennoblece, y el propio trabajo adquiere un no sé qué de ordenado que no excluye la presencia de un pensamiento sobrenatural fundido con el trabajo manual. No sé si me explico bien.

Jesús no se muestra desabrido nunca, ni siquiera en los momentos más desagradables por algún hecho que le haya sucedido; se le ve, por el contrario, siempre majestuosamente digno, y comunica esta dignidad sobrenatural al lugar en que se mueve.

 Jesús no se muestra nunca jocoso, riéndose a mandíbula batiente, ni siquiera en los momentos de mayor alegría; tampoco quejumbroso, con expresión hipocondríaca, ni siquiera en los momentos de mayor desconsuelo.

Su sonrisa es inimitable. Ningún pintor podrá jamás representarla. Parece una luz que emanara de su corazón, luz radiante en las horas de mayor alegría por alguna alma que se redime o alguna otra que se acerca más a la perfección; es una sonrisa que yo diría rósea, cuando aprueba las acciones espontáneas de sus amigos o discípulos y goza de su presencia; una sonrisa -siguiendo en los colores-azul, angélica, cuando se inclina hacia los niños para escucharlos, adoctrinarlos o bendecirlos; modelada de piedad cuando observa alguna miseria de la carne o del espíritu; en fin, divina cuando habla del Padre o de su Madre, o mira y escucha a esta Madre purísima.

No puedo decir que lo haya visto hipocondríaco ni siquiera en los momentos más angustiosos. En medio de las torturas de la traición sufrida, en medio de las angustias del sudor de sangre, en medio de los espasmos de la Pasión, aunque la tristeza sumerja el fulgor dulcísimo de su sonrisa, no es suficiente para borrar esa paz que parece diadema de paradisíacas gemas, fúlgida en su frente lisa, y que ilumina con su luz toda la divina persona. De la misma forma, no puedo decir que lo haya visto alguna vez entregarse a alegrías desmedidas. No contrario a una franca carcajada si el caso lo requiere, vuelve enseguida a su honorable serenidad. Y cuando ríe rejuvenece prodigiosamente hasta asumir un rostro de joven de veinte años, y el mundo parece también rejuvenecer por su hermosa risa, franca, sonora, entonada.

Igualmente, no puedo decir que lo haya visto hacer las cosas apresuradamente. Sea que hable, sea que se mueva, lo hace siempre con sosiego, si bien nunca es lento ni actúa con desgana. Quizás sea porque, siendo alto, puede dar pasos largos sin tener por ello que correr para recorrer mucho camino, de la misma forma que puede alcanzar con facilidad objetos distantes sin tener necesidad para ello de levantarse. Lo cierto es que hasta en su modo de moverse es señorial y majestuoso.

¿Y la voz?... Va a hacer dos años que lo oigo hablar, y, no obstante, algunas veces casi pierdo el hilo de lo que dice, de tanto como me abismo en el estudio de su voz. Y el buen Jesús, paciente, repite lo que ha dicho y me mira con su sonrisa de Maestro bueno, para no hacer que en los dictados resulten mutilaciones debidas a mi dicha de escuchar su voz, deleitarme en ella y estudiar su tono y hechizo.

Pero, después de dos años, todavía no sé decir con exactitud qué tono tiene.

Excluyo en términos absolutos el tono de bajo, como también el de tenor ligero. Pero me queda siempre la duda de si se trata de una potente voz de tenor o de la voz de un perfecto barítono de gama vocal amplísima. Yo diría que es esto último, porque su voz adquiere a veces notas broncíneas, casi apagadas de tan profundas como son, especialmente cuando habla de tú a tú con un pecador para restablecerlo en la Gracia, o señala las desviaciones humanas a las turbas; mientras que, cuando se trata de analizar y poner en el índice las cosas prohibidas y descubrir las hipocresías, el bronce se hace más claro; y, cuando impone la Verdad y su voluntad, se hace cortante como impacto de un rayo; adquiere canto de lámina de oro golpeada con martillo de cristal, cuando se eleva para celebrar la Misericordia o para exaltar las obras de Dios; o envuelve de amor este timbre cuando habla con su Madre o de su Madre (verdaderamente esta voz suya entonces queda envuelta en amor, en amor reverencial de hijo, y de Dios cantando las alabanzas de su obra mejor). Este tono, si bien menos marcado, es el que usa para hablar a sus predilectos, a los convertidos o a los niños. Y no cansa nunca, ni siquiera en su más largo discurso, porque es una voz que reviste y completa el pensamiento y la palabra, poniendo de relieve su potencia o su dulzura, según las necesidades.

Y algunas veces me quedo con la pluma en la mano, escuchando, y luego vuelvo al pensamiento cuando va ya demasiado adelantado, imposible de ser aferrado... y ahí me quedo, hasta que el buen Jesús lo repite, como hace cuando me interrumpen, para enseñarme a soportar pacientemente las cosas o personas molestas.

Ahora, en Caná, está agradeciéndole a Susana la hospitalidad prestada a Áglae. Están aparte, bajo una tupida parra cargada de racimos de uva que ya está enverando. Mientras, los demás comen algo en la amplia cocina.

-Esa mujer era muy buena, Maestro. No nos fue, de ninguna manera, gravosa. Quería ayudarme siempre en la colada, en la limpieza de la casa para la Pascua, como si fuera una doméstica; y te puedo decir con conocimiento de causa que trabajó como una esclava para ayudarme a terminar los vestidos pascuales. Era prudente y se retiraba siempre cuando venía alguna persona. Incluso con mi marido trataba de no estar. Hablaba poco en presencia de la familia.

Comía poco. Se levantaba antes del alba para estar ya aseada cuando se despertaran los hombres. Yo encontraba siempre el fuego encendido y barrida la casa. Pero, cuando estábamos solas me preguntaba acerca de ti, y me pedía que le enseñase los salmos de nuestra religión. Decía: "Para saber orar como lo hace el Maestro". ¿Ahora ha terminado de penar? Porque sufrir sufría mucho. De todo tenía miedo y mucho suspiraba y lloraba. ¿Es feliz ahora?».

-Sí. Sobrenaturalmente feliz. Libre de sus miedos. En paz. Te agradezco una vez más el bien que le has hecho.

-¡Oh, mi Señor! ¿Qué bien? No le di sino amor en tu nombre, porque no sé hacer otra cosa. Era una pobre hermana. Yo esto lo comprendía. La amé por gratitud hacia el Altísimo, que me ha tenido en su gracia.

-Has hecho más que si hubieras predicado en el Bel Nidrás. Ahora tienes aquí a otra. ¿La has reconocido?
-¿Quién no la conoce por esta región?

-Nadie, es verdad. Pero todavía no conocéis, ni vosotros ni la región, a la segunda María, la que será siempre de su vocación. Siempre. Te ruego que lo creas.
-Tú lo dices. Tú sabes. Yo creo.

-Di también: "Yo amo". Sé que es más difícil sentir compasión de uno que ha faltado y perdonarlo cuando es de los nuestros, que no si es uno que tiene la disculpa de ser pagano. De todas formas, si el dolor de ver apostasías familiares fue fuerte, sean más fuertes la compasión y el perdón. Yo he perdonado por todo Israel -termina Jesús, remarcando las palabras.

-Yo también perdonaré por mi parte, pues creo que un discípulo debe hacer lo que hace su Maestro.
-Estás en la verdad y Dios exulta por ello. Vamos con los otros. Muere la tarde. Dulce será el descanso en el silencio de la noche.

-¿No nos vas a decir nada, Maestro?
-No lo sé todavía.

Entran en la cocina, donde ya están preparadas comida y bebida para la cena que pronto tendrá lugar.
Susana entra más y, no sin un ligero rubor en su rostro juvenil, dice:

-¿Quieren mis hermanas venir conmigo a la habitación de arriba? Tenemos que preparar pronto las mesas porque luego tenemos que colocar los lechos para los hombres. Podría hacerlo sola, pero emplearía más tiempo.

-Voy también yo, Susana -dice la Virgen.

-No. Somos suficientes nosotras; además servirá para conocernos, porque el trabajo hermana».

Salen juntas mientras Jesús, después de beber agua aderezada no sé qué jarabe, va a sentarse con su Madre, con los apóstoles y los hombres de la casa, al fresco de la pérgola, dejando así libres a las domésticas y la señora para ultimar las viandas.

Proveniente de la habitación de arriba, se oye la voz de las tres discípulas que están preparando las mesas. Susana está contando el milagro que tuvo lugar en su boda. María de Magdala responde:

-Transformar el agua en vino es grande, pero transformar a una pecadora en discípula es más grande aún; quiera Dios que yo haga como aquel vino: ser del mejor.

-No lo dudes. Él transforma todo de forma perfecta. Aquí estuvo una, que además era pagana, que había sido convertida por El en el sentimiento y en la fe. ¿Podrás dudar que suceda esto contigo, que ya eres de Israel?

-¿Una? ¿Joven?

-Joven. Guapísima.

-¿Y dónde está ahora? -pregunta Marta.
-Lo sabe sólo el Maestro.

-¡Ah, entonces es aquella de que te hablé! Lázaro había ido en aquel atardecer a ver a Jesús y oyó las palabras que se dijeron por ella. ¡Qué perfume había en la habitación! Lázaro lo llevó en la ropa durante varios días. Pues bien, Jesús dijo que era superior el corazón de la convertida con su perfume de arrepentimiento. ¿Quién sabe a dónde habrá ido? Creo que a vivir en soledad...

-Ella en soledad, y era extranjera; yo aquí, y me conocen bien. Su expiación en la soledad, la mía viviendo en medio del mundo que me conoce. No envidio su suerte, porque estoy con el Maestro, pero espero poderla imitar un día para no tener nada que me distraiga de El.

-¿Serías capaz de dejarlo?
-No. Pero El dice que se marcha. Mi espíritu entonces lo seguirá. Con Él puedo desafiar al mundo. Sin El tendría miedo del mundo. Abriré el desierto entre mí y el mundo.
-¿Y yo y Lázaro? ¿Qué hacemos?

-Como antes en el tiempo del dolor. Os amaréis y me amaréis. Y sin tener que avergonzaros. Porque entonces estaréis solos, pero sabiendo que estoy con el Señor y que en el Señor os amo.
-Es fuerte y tajante, María, en sus decisiones -comenta Pedro, que lo ha oído.

Y Simón Zelote responde:
-Una cuchilla recta como su padre. De su madre tiene las facciones; de su padre, el espíritu indómito.
He aquí que la que tiene el espíritu indómito está bajando rápidamente ahora y viene hacia sus compañeros para comunicar que las mesas están preparadas...

...El campo se borra en la noche serena aunque por ahora sin luna. Sólo un tenue claror de astros permite distinguir las masas oscuras de los árboles y las blancas de las casas. Nada más. Algunas aves nocturnas revolotean con su vuelo mudo alrededor de la casa de Susana, en busca de moscas, y pasan casi rozando a las personas que están sentadas en la terraza en torno a una luz amarillenta que ilumina levemente los rostros congregados en torno a Jesús. Marta, que debe tener mucho miedo a los murciélagos, lanza un grito cada vez que uno de ellos la roza. Jesús, sin embargo, se preocupa de las mariposas que vienen atraídas por la luz, y con su larga mano trata de alejarlas de la llama.

-Son animales muy tontos, tanto las mariposas como los murciélagos -dice Tomás. -Los primeros nos confunden con moscones, las segundas creen que la llama es un sol y se queman. No tienen ni sombra de cerebro.

-Son animales. ¿Pretendes que razonen? -pregunta Judas Iscariote.

-No. Pretendo que al menos tengan instinto.

-No les da tiempo a tenerlo -me refiero a las mariposas-, porque después de la primera prueba ya están bien muertas. El instinto se despierta y se hace fuerte después de las primeras, penosas sorpresas -comenta Santiago de Alfeo.
-¿Y los murciélagos? Deberían tenerlo, porque viven varios años. Lo que pasa es que son tontos -replica Tomás.
-No, Tomás. No lo son más que los hombres. Los hombres parecen también, muchas veces, murciélagos tontos. Vuelan, o mejor: revolotean, como borrachos, en torno a cosas que lo único que procuran es dolor. Mirad: mi hermano, con una buena sacudida del manto, ha echado a tierra uno. Dádmelo -dice Jesús.

El murciélago ha caído a los pies de Santiago de Zebedeo, y ahora, atontado, se agita en el suelo con movimientos torpes. Santiago lo coge con dos dedos por una de las alas membranosas y, teniéndole suspendido como si fuera un pingajo sucio, lo deposita en el regazo de Jesús.
-Aquí tenemos al imprudente. Vamos a ver lo que hace. Se recuperará, pero no se corregirá.

-Un rescate singular, Maestro. Yo lo mataría del todo -dice Judas Iscariote.
-No. ¿Por qué? También él tiene una vida y la quiere conservar -le responde Jesús.
-No creo. O no sabe que la tiene o no le preocupa conservarla. ¡La pone en peligro!

-¡Oh, Judas! ¡Judas! ¡Qué severo serías con los pecadores, con los hombres! Es el mismo caso de los hombres, que saben que tienen dos vidas y osan poner en peligro una y otra.

-¿Tenemos dos vidas?

-La del cuerpo y la del espíritu, como sabes.
-¡Ah! Creía que te referías a reencarnaciones. Hay quien cree en ello.

-No hay reencarnación, pero sí que hay dos vidas. Y, no obstante, el hombre pone en peligro sus dos vidas. Si fueras Dios, ¿cómo juzgarías a los hombres, que están dotados de instinto y, además, de razón?

-Severamente. A menos que no fuera un hombre tarado mental.

-¿No considerarías las circunstancias que enloquecen moralmente?

-No las consideraría.

-De forma que, de uno que sabe de Dios y de la Ley y que no obstante peca, no tendrías piedad.

-No tendría piedad, porque el hombre debe saberse conducir.

-Debería.
-Debe, Maestro. Es una vergüenza imperdonable que un adulto caiga en ciertos pecados; sobre todo, mucho más, si no le impulsa a ello ninguna fuerza.

-¿Cuáles son esos pecados para ti?
-En primer lugar los carnales. Es un degradarse sin remedio...

María de Magdala inclina la cabeza... Judas prosigue:
-... Es corromper también a los demás, porque del cuerpo de los impuros brota como un fermento que turba hasta a los más puros y los mueve a imitarlos. . .

Mientras la Magdalena inclina cada vez más la cabeza, Pedro dice:

-¡Hala! ¡No seas tan severo, hombre! La primera que cometió esta imperdonable vergüenza fue Eva, y no me vas a decir ahora que la corrompió el fermento impuro proveniente de un lujurioso. Y has de saber que, por lo que a mí respecta, aunque me siente al lado de un lujurioso, no siento ninguna turbación en absoluto. Asunto suyo...

-La proximidad ensucia siempre; si no la carne, el alma, que es todavía peor.

-¡Me pareces un fariseo! Pero... perdona... entonces, si eso fuera así, tendríamos que encerrarnos en una torre de cristal y quedarnos dentro, precintados.

-Y no te pienses, Simón, que te beneficiaría; en soledad son más temibles las tentaciones -dice el Zelote.

-¡Bueno! Quedarían como sueños. Nada malo -responde Pedro.

-¿Nada malo? ¿No sabes que la tentación lleva a pensar, lo cual, a su vez, conduce a buscar un arreglo para satisfacer de alguna manera el instinto que grita, y este arreglo allana el camino a un refinamiento pecaminoso en que se unen sentido y pensamiento? -pregunta Judas Iscariote.

-No sé nada de esto, amigo Judas. Quizás porque nunca he sido pensador, como tú dices, respecto a ciertas cosas.

Sé, eso sí, que me parece que nos hemos alejado mucho de los murciélagos, y que mejor que tú no seas Dios, porque, si no, en el Paraíso te quedarías solo, con toda tu severidad. ¿Tú que dices, Maestro?

-Digo que es bueno no ser demasiado absolutos, porque los ángeles del Señor escuchan las palabras de los hombres y las anotan en los libros eternos, y un día podría resultar desagradable el oírse decir: "Hágase contigo según juzgaste". Digo que si Dios me ha enviado es porque quiere perdonar todas las culpas de que un hombre se arrepiente, sabiendo lo débil que es el hombre por causa de Satanás. Judas, respóndeme: ¿admites que Satanás pueda apoderarse de un alma de forma que ejercite sobre ella una coacción que de hecho le aminora el pecado a los ojos de Dios?
-No lo admito. Satanás sólo puede incidir en la parte inferior. -¡Blasfemas, Judas de Simón! -dicen casi al unísono Simón Zelote y Bartolomé. -¿Por qué? ¿En qué?

-Desmintiendo a Dios y al Libro. En él se lee que Lucifer incidió también en la parte superior, y Dios, por boca de su Verbo, nos lo ha dicho una infinidad de veces -responde Bartolomé.

-También está escrito que el hombre tiene libre albedrío, lo que significa que sobre la libertad humana del pensamiento y del sentimiento Satanás no puede ejercer violencia. No lo hace ni siquiera Dios.

-Dios no, porque es Orden y Lealtad. Satanás sí, porque es Desorden y Odio -rebate Simón Zelote.
-El odio no es el sentimiento opuesto a la lealtad. Dices mal.

-Digo bien, porque Dios es Lealtad y, por tanto, no falta a su palabra de dejar al hombre libre de actuar, mientras que el demonio, no habiendo prometido al hombre libertad de arbitrio, no puede traicionar esta palabra. Es verdad, por otra parte, que el demonio es Odio y que, por tanto, arremete contra Dios y el hombre; arremete asaltando su libertad intelectiva, además de su carne, y conduciendo esta libertad de pensamiento a esclavitud, a estados de posesión por los que el hombre hace cosas que no haría si estuviera libre de Satanás -sostiene Simón Zelote.

-No lo admito.

-¿Y entonces los endemoniados? ¡Niegas la evidencia! -grita Judas Tadeo.

-Los endemoniados son sordos o mudos o dementes, no lujuriosos.

-¿Tienes presente sólo este vicio? -pregunta con ironía Tomás.

-Porque es el más extendido y además bajo.

-¡Ah, creía que era el que conocías mejor -dice Tomás riendo. Pero Judas se pone en pie súbitamente, como si quisiera reaccionar. Luego se domina, baja la pequeña escalera y se aleja por los campos.

Silencio... Luego Andrés dice:

-Su idea no está equivocada en todo. Se diría que, en efecto, Satanás tiene dominio sólo sobre los sentidos: ojos, oído, habla, y sobre el cerebro. Pero entonces, Maestro, ¡cómo se explican ciertas maldades? ¿No son acaso posesiones? Un Doras, por ejemplo...

-Un Doras, como tú dices para no faltar a la caridad a nadie -que Dios te premie por ello-, o una María, como todos, ella la primera, pensamos, después de las claras y anticaritativas alusiones de Judas, son los poseídos más completamente por Satanás, que extiende su poder a los tres grados del hombre. Son las posesiones más tiránicas y sutiles, y de ellas se liberan sólo aquellos que permanecen tan poco degradados en su espíritu, que saben todavía comprender la llamada de la Luz. Doras no fue un lujurioso, y, a pesar de todo, no supo ir al Libertador.

En esto está la diferencia: que, mientras que en el caso de los lunáticos, mudos, sordos o ciegos por obra demoníaca son los familiares los que se preocupan de conducirlos a mí, en el caso de éstos, poseídos en su espíritu, sólo es su espíritu el que se ocupa de buscar la libertad. Por este motivo reciben el perdón además de la libertad. Porque su voluntad ha tomado la iniciativa de liberarse de la posesión del Demonio. Y ahora vamos a descansar. María, tú que sabes lo que significa estar uno poseído, ruega por los que se prestan intermitentemente al Enemigo, pecando y produciendo dolor.

-Sí, Maestro mío, y sin rencor.
-La paz a todos. Dejamos aquí la causa de tanta discusión.

Tinieblas con tinieblas fuera en la noche. Y volvemos a la casa, a dormir bajo la mirada de los ángeles.

Y encima de un banco deposita el murciélago, el cual hace sus primeros intentos de volar. Luego se retira con los apóstoles a la habitación alta mientras las mujeres con los dueños de la casa van a la planta baja.

   


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