Friday March 29,2024
Iniciar pagina principal Quienes somos y que hacemos Mision principal del sitio en internet Como rezar el santo rosario, oraciones, etc. Base de datos de documentos recopilados Servicio de asesoria via e-mail. Calendario de eventos en el bimestre Personas para establecer contacto
 

EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

186- Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos


Jesús, cortado el lago en dirección noroeste-sudeste, manifiesta a Pedro su vivo interés porque desembarque en Ippo. Pedro obedece, sin discutir, descendiendo con la barca hasta la embocadura de un riachuelo que ahora, debido a que es primavera, y también debido al reciente temporal, fluye lleno y fragoroso. Desemboca este curso de agua en el lago, por una hoz escabrosa y llena de escollos, como es toda la costa en este punto. Los mozos aseguran las barcas -hay uno por cada barca -y reciben la orden de esperar hasta la tarde para volver a Cafarnaúm.

-Y haceos los despistados con quien os pregunte -aconseja Pedro -A quien os pregunte dónde está el Maestro respondedle sin vacilar: "No lo sé"; a quien quiera saber hacia dónde se dirige, lo mismo. Además es verdad, no lo sabéis.

Se separan. Jesús emprende la ascensión de un escarpado sendero que trepa por el cantil casi a pico. Los apóstoles lo siguen por la penosa senda hasta la cima del cantil, que muere en un rellano poblado de encinas bajo las cuales pacen muchos cerdos.

-¡Estos fétidos animales no nos dejan pasar! -exclama Bartolomé.
-No. No nos obstaculizan el paso, hay espacio para todos -responde con serenidad Jesús.

Por su parte, los porquerizos, viendo a israelitas, tratan de reunir a los cerdos bajo las encinas para dejar libre el sendero. Los apóstoles pasan, haciendo mil muecas de desagrado, entre las porquerías que van dejando estos animales que hozan bien pingües, buscando siempre aumento de pinguosidad.

Jesús pasa sin hacer tanto teatro, y dice a los encargados de la piara:

-Que Dios os pague vuestra amabilidad.

Los porquerizos -gente pobre y sólo poco menos sucia que sus cerdos, aunque, eso sí, infinitamente más delgados -lo miran perplejos y se ponen a cuchichear entre sí. Uno dice: -A lo mejor no es israelita.
A lo cual los otros contestan:

-¿No ves las franjas de la túnica?

El grupo apostólico se une, ahora que pueden continuar el camino juntos por una vereda bastante ancha.

El panorama es precioso. Está elevado sólo unas pocas decenas de metros respecto al lago; suficiente, de todas formas, para poder dominar toda la extensión del agua y las ciudades diseminadas a lo largo de sus márgenes.

Tiberíades resplandece con sus bonitas construcciones frente al lugar donde están los apóstoles. Abajo, al pie del cantil basáltico, la breve playa parece un cojín herboso, mientras que en la orilla opuesta, desde Tiberíades hasta la entrada del Jordán, se ve una llanura más bien vasta, y pantanosa debido a las aguas del río -que dan la impresión de encontrar dificultad para reanudar su curso después de la pausa en el sereno lago -, pero tan abundante en todo tipo de hierbas y matas propias de los lugares ricos en agua, y tan poblada de aves acuáticas de irisados colores, como veteadas de gemas, que se contempla ese lugar cual si se tratase de un jardín.

Las aves, que están entre las tupidas hierbas y en los cañizares, se elevan, vuelan sobre el lago y hunden sus cuerpos en las aguas para arrebatarles un pez; se elevan de nuevo, más esplendorosas aún por el agua que ha reavivado los colores de sus plumas, y regresan hacia la florida llanura donde el viento juguetea revolviendo los colores.

Aquí es distinto: una faja de bosques de altísimas encinas, bajo las cuales la hierba crece verde esmeralda y blanda. Acabada ésta, hay una hoyada. Después el monte vuelve a ascender en un empinado promontorio rocoso escalonado, en cuyos rellanos las casas están encostradas (creo que el monte forma una única cosa con las paredes, prestando sus cavernas como viviendas; mitad ciudad troglodita, mitad ciudad común). Es original con esta graduada ascensión en terrazas, que hace que el techo de las casas de la terraza inmediatamente anterior esté a la altura del bajo de las casas del rellano superior. Por los lados en que el monte es más empinado -hasta el punto de impedir cualquier tipo de construcción -hay cavernas y brechas profundas y veredas escarpadas que descienden hacia el valle y que en tiempo de aguaceros deben transformarse en caprichosos torrentitos. Peñascos de todo tipo, que han rodado por efecto de los aluviones, forman un caótico pedestal en la base de este montecillo tan abrupto y agreste, chepudo y petulante como un tagarote que, no obstante, quiere ser respetado a toda costa.

-¿No es aquello Gamala? -pregunta el Zelote.
-Sí, es Gamala. ¿La conoces? -dice Jesús.

-Pasé ahí una noche ya muy lejana cuando era un fugitivo; luego vino la lepra y ya no salí de los sepulcros.

-¿Hasta aquí te persiguieron? -pregunta Pedro.
-Venía de la Siria, adonde me había encaminado buscando protección; pero... fui descubierto y tuve que huir hacia estas tierras para evitar ser capturado. Luego, lentamente, siempre bajo amenaza, fui descendiendo hasta el desierto de Tecua, y desde allí, ya leproso, hasta el valle de los Muertos. La lepra me salvaba de mis enemigos...

-¿Éstos son paganos, verdad? -pregunta Judas Iscariote.
-Casi todos. Pocos hebreos, mercantes; y luego un sincretismo de creencias, y de falta completa de creencia... Pero no trataron mal al fugitivo.

-¿Lugares de bandidos! ¡Qué quebraduras! -exclaman muchos.

-Sí -dice Juan (todavía impresionado por la captura de Juan el Bautista) -, pero hay más bandidos al otro lado, creedlo.

-En el otro lado hay bandidos también entre los que llevan el nombre de justos -concluye su hermano.
Jesús toma la palabra:

-Y, no obstante, los tratamos sin estremecernos, mientras que aquí habéis vuelto la cabeza cuando habéis tenido que pasar al lado de unos animales.

-Son impuros.
-Mucho más lo es el pecador. Éstos son animales hechos así y no se les debe culpar por ello. Sin embargo, el hombre es responsable de ser impuro por el pecado.

-¿Y entonces por qué nos han sido clasificados como impuros? -pregunta Felipe.

-Ya he aludido a ello en una ocasión. Hay razón sobrenatural y razón natural de este orden. La primera consiste en enseñar al pueblo elegido a saber vivir teniendo presente su elección y la dignidad del hombre incluso en una acción tan común como es comer. El salvaje se alimenta de todo, le basta con llenarse el vientre. El pagano, aunque no sea un salvaje, come también todo, sin pensar que comer exageradamente fomenta vicios y tendencias que rebajan al ser humano. Es más, los paganos persiguen este frenesí de placer que para ellos es casi una religión. Los más instruidos de entre vosotros tienen noticia de fiestas obscenas, en honor de sus dioses, que degeneran en una orgía de libídine. El hijo del pueblo de Dios debe saber contenerse, y, en obediencia y prudencia, perfeccionarse a sí mismo, teniendo presentes su origen y su fin: Dios y el Cielo. La razón natural es el no estimular la sangre con alimentos que conducen a ardores indignos del hombre, al cual no se le niega el amor carnal, pero debe templarlo siempre con el frescor del alma orientada al Cielo; hacer, por tanto, amor -no sensualidad -de ese sentimiento que une al hombre a su compañera, en quien debe ver la congénere y no la hembra.

Los pobres brutos, sin embargo, no son culpables de ser puercos, ni de los efectos que su carne pueden a la larga producir en la sangre; y menos culpa todavía tienen los hombres que cuidan de los cerdos. Si son honestos, ¿qué diferencia habrá, en la otra vida, entre ellos y el escriba que está concentrado en sus libros y que, por desgracia, no aprende en ellos la bondad? En verdad os digo que ve-remos a porquerizos entre los justos y a escribas entre los injustos. Pero... ¡avalancha!

Se separan todos de la ladera del monte porque están rodando y rebotando pendiente abajo piedras y tierra, y miran en torno a sí perplejos.

-¡Allí!, ¡allí!, ¡mirad allí! Dos... completamente desnudos... vienen hacia aquí gesticulando. Locos...

-O endemoniados -responde Jesús a Judas Iscariote, que ha sido el primero en ver a los dos posesos que vienen hacia Jesús.

Deben haber salido de alguna caverna del monte. Vienen gritando. Uno de ellos, el que más corre, se lanza hacia Jesús: parece un pajarraco extraño desplumado, pues mucho corre y mucho bracea (en vez de brazos parece tener alas). Se desploma a los pies de Jesús gritando:

-¿Has venido aquí, Amo del mundo? ¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? ¿Ha llegado ya la hora de nuestro castigo? ¿Por qué has venido antes de tiempo a atormentarnos?

El otro endemoniado, bien porque tenga impedida la capacidad de hablar, bien porque esté poseído por un demonio que lo hace lento, lo único que hace es echarse de bruces contra el suelo y llorar bajo, para luego, sentado, quedarse como inerte, sólo jugando con las piedras y con sus pies desnudos.

El demonio sigue hablando por boca del primero, que se retuerce en el suelo en un paroxismo de terror. Parece como si quisiera oponerse y no pudiera hacer otra cosa sino adorar, atraído y repelido al mismo tiempo por el poder de Jesús. Grita:

-¡Te conjuro en nombre de Dios, no me atormentes más. Déjame marcharme!

-Sí. Pero fuera de éste. Espíritu impuro, sal de éstos. Di tu nombre.

-Legión es mi nombre, porque somos muchos. Tenemos poseídos a éstos desde hace años, con sus miembros deshacemos lazos y rompemos cadenas, y no hay fuerza humana que los pueda tener sujetos. Siembran el terror por causa nuestra, de ellos nos servimos para que contra ti se blasfeme; en ellos nos vengamos de tu maldición. Rebajamos al hombre a nivel inferior al de las fieras, para escarnecerte; no hay lobo, chacal o hiena, buitre o vampiro, que se pueda equiparar a los que están poseídos por nosotros. Pero, no nos eches. ¡El infierno es demasiado horrendo!...

-¡Salid! ¡En nombre de Jesús, salid.
Jesús habla con voz de trueno, sus ojos centellean.
-Déjanos, al menos, entrar en esa piara que has visto antes.
-Id.

Con un alarido bestial los demonios se separan de los dos desgraciados, y, entre un improviso remolino de viento que hace cimbrearse a las encinas como si fueran tallos herbáceos, caen sobre los numerosísimos cerdos, los cuales, emitiendo chillidos verdaderamente demoníacos, dan en correr por entre las encinas como posesos; se chocan unos con otros, se hieren, se muerden y, llegados al borde del alto cantil, no teniendo ya más amparo que el agua del fondo, se arrojan al lago. Mientras los porquerizos, trastornados y desolados, gritan aterrorizados, los animales, a centenares, en una sucesión de golpes sordos, zambullen su cuerpo en las aguas serenas, y las rompen en multitud de borbollones de espumas; se hunden, vuelven a emerger, mostrando ora los redondeados vientres, ora los morros puntiagudos en cuyos ojos se lee el terror, para acabar ahogándose. Los pastores, gritando, se echan a correr hacia la ciudad.

Los apóstoles, que han ido al lugar del desastre, vuelven y dicen:

-¡Ni uno se ha salvado! ¡Les has procurado un triste servicio!

Jesús, sereno, responde:

-Es mejor que perezcan dos mil cerdos que no un solo hombre. Dadles un vestido a éstos. No pueden estar así.
El Zelote abre un saco y ofrece uno de sus indumentos; Tomás da el otro. Los dos hombres están todavía un poco atónitos, como si se acabaran de despertar de un sueño muy molesto lleno de pesadillas.

-Dadles algo de comer. Que vuelvan a vivir como hombres.
Y mientras los dos hombres comen el pan y las aceitunas que les han ofrecido y beben del boto de Pedro, Jesús los observa.

Por fin hablan:

-¿Quién eres? -dice uno de ellos.
-Jesús de Nazaret.
-No te conocemos -dice el otro.
-Vuestra alma me ha conocido. Ahora levantaos y marchad a vuestras casas.

-Creo que hemos sufrido mucho, pero no recuerdo bien. ¿Quién es éste? -dice el hombre que hablaba por el demonio señalando a su compañero.
-No lo sé. Estaba contigo.

-¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? -pregunta a su compañero. El que era como mudo, que todavía es el más inactivo, dice:

-Me llamo Demetrio. ¿Aquí está Sidón?

-Sidón está en la costa. Aquí estás al otro lado del lago de Galilea.

-¿Y por qué estoy aquí?

Ninguno le puede dar una respuesta.

En ese momento está llegando un grupo de personas seguidas por los pastores. La gente parece asustada y curiosa, y su estupor aumenta al ver a los dos hombres vestidos y en orden.

-¡Aquél es Marcos de Josías!...

-¡Y aquél es el hijo del mercader pagano! ...

-Y aquél es el que los ha curado. Por Él han muerto nuestros cerdos, porque han enloquecido al entrar en ellos los demonios -dicen los custodios de los animales.

-Señor, reconocemos que eres poderoso, pero ya nos has perjudicado demasiado; nos has hecho un daño de muchos talentos. Te rogamos que te marches, no vaya a ser que por tu poder se derrumbe el monte y se hunda en el lago. Vete...

-Me voy. Yo no me impongo a nadie.
Jesús, sin rebatir, regresa por el mismo camino por el que había venido.

Le sigue, al final de la fila de los apóstoles, el endemoniado que hablaba; detrás, a distancia, muchos habitantes de la ciudad para asegurarse de que se marcha.

Salvan en sentido inverso el pronunciado declive del sendero. Regresan a la hoz del torrente, donde están las barcas. Los habitantes de la ciudad permanecen todavía en el borde de la cima del promontorio, mirando. El hombre liberado baja detrás de Jesús.

Los mozos de las barcas están aterrados: han visto la lluvia de cerdos en el lago y todavía contemplan los cuerpos que emergen -cada vez más y cada vez más hinchados -con las redondeadas panzas al aire y las cortas patitas tiesas, como cuatro estacas clavadas en una voluminosa vejiga sebosa.

-Pero, ¿qué ha pasado? -preguntan.

-Ya os lo contaremos. Ahora soltad y vamos... ¿A dónde, Señor? -dice Pedro.

-Al golfo de Tariquea.

El hombre que los ha seguido, viéndolos subir a las barcas, suplica:

-Tómame contigo, Señor.

-No. Ve a tu casa; los tuyos tienen derecho a tenerte. Háblales de las grandes cosas que te ha hecho el Señor y de cómo ha tenido piedad de ti. Esta zona tiene necesidad de creer. Enciende la llama de la fe en señal de agradecimiento al Señor. Ve. Adiós.

-Dame al menos la fuerza de tu bendición, para que el demonio no se vuelva a apoderar de mí.
-No temas. Si tú no quieres, no vendrá. De todas formas, te bendigo. Ve en paz.

Las barcas se separan de la orilla en dirección este-oeste. Sólo entonces, cuando aquéllas hienden las olas sembradas de víctimas porcinas, los habitantes de la ciudad que no ha recibido al Señor se retiran del borde de la cima y se marchan.


   


[Inicio] [ Blog] [Mision] [El Rosario] [Documentos] [Asesorias] [ Política de Privacidad] [Contacto ]

Copyright © 2022 Maria Luz Divina