Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

232- Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado


Luego Jesús baja a la cocina; pero, al ver que Juan va a salir para ir a la fuente, en vez de quedarse en la cocina caliente y humosa, prefiere ir con él, y deja a Pedro batallando con unos peces que acaban de traer los mozos de Zebedeo para la cena del Maestro y los apóstoles.

No van al manantial de las afueras del pueblo, sino a la fuente de la plaza, que recibe el agua de la buena y abundante agua manantial que brota de la escarpa del monte que está junto al lago. En la plaza se ve la consabida aglomeración de gente, típica de los pueblos palestinos por la tarde. Mujeres con ánforas, niños jugando, hombres hablando de negocios o... de dimes y diretes del lugar.

Pasan también, circundados de siervos o clientes, los fariseos, dirigidos hacia las casas ricas; todos se apartan para dejarlos pasar, haciéndoles reverencias, aunque luego, nada más que han pasado, los maldicen de corazón y cuentan sus últimos atropellos y engaños.

Mateo, en un ángulo de la plaza, arenga a sus amigos de antes, lo cual hace decir en tono despreciativo y en voz alta al fariseo Urías:

-¡Las famosas conversiones! El apego al pecado permanece. Se ve en que se mantienen las amistades. ¡Ja!, ¡ja!
Entonces Mateo, resentido, se gira y responde:
-Se mantienen para convertirlos».

-¡No es necesario! Es suficiente tu Maestro. Tú manténte a distancia, no vaya a ser que te vuelva la enfermedad, suponiendo que verdaderamente estés curado.
Mateo se pone violáceo por el esfuerzo de no decirle cuatro verdades, pero se limita a contestar:

-Ni temas ni esperes.

-¿Qué?

-Que no temas que vuelva a ser Leví el publicano y que no esperes que te imite para perder a estas almas. Las distancias y los desprecios te los dejo a ti y a tus amigos. Yo imito a mi Maestro y me acerco a los pecadores para conducirlos a la Gracia.

Urías se dispone a replicar, pero, en esto llega el otro fariseo, el viejo Elí, que dice:

-Pero hombre, no manches tu pureza, no contamines tu boca, amigo; ven conmigo -y coge del brazo a Urías y le lleva hacia su casa.

Entretanto, la gente, especialmente los niños, se han ido arrimando más a Jesús. Entre los niños están la pareja de hermanitos Juana y Tobías, los que en un día ya lejano reñían por unos higos. Ahora le dicen a Jesús, mientras toquetean con las manitas su alto cuerpo para llamar su atención:

-¡Oye, oye, hoy también hemos sido buenos!, ¿sabes? No hemos llorado en todo el día ni nos hemos molestado, por amor a ti. ¿Nos das un beso?

-¿Entonces habéis sido buenos! ¡Y por amor a mí! ¡Qué alegría me dais! Aquí tenéis el beso. Mañana sed mejores todavía.

También está Santiago, el niño que llevaba todos los sábados la bolsa de Mateo a Jesús. Dice:

-Leví ya no me da nada para los pobres del Señor, pero yo he reservado toda la calderilla que me dan cuando soy bueno. Toma. ¿Se lo das a los pobres por mi abuelo?
-Sí claro. Pero, ¿qué le pasa a tu abuelo?
-Ya no puede andar. Es muy viejo y no se tiene en pie con las piernas.

-¿Te entristece esto?
-Sí, porque era mi maestro cuando caminábamos por el campo. Me decía muchas cosas. Me hacía amar al Señor. Ahora todavía me habla de Job y me muestra las estrellas del cielo, pero... desde su silla... Era más bonito antes.
-Iré mañana a ver a tu abuelo. ¿Estás contento?

Pero Benjamín -no el de Magdala sino el de Cafarnaúm, que ha llegado a la plaza con su mamá y ha visto a Jesús, suplanta a Santiago; suelta la mano materna, y se lanza, con un grito que parece de golondrina, adentro de la pequeña muchedumbre; llegado donde Jesús, le rodea con los brazos las rodillas y le dice:

-¡También a mí, hazme también a mí una caricia!
En ese momento pasa el fariseo Simón. Dedica a Jesús una pomposa reverencia. Jesús devuelve el saludo. El fariseo se para y, mientras la gente se aparta como atemorizada, dice:

-¿A mí no me harías una caricia? -y sonríe levemente.
-A todos los que me la piden. Me alegro contigo, Simón, de que estés en perfecta salud. Me habían dicho en Jerusalén que habías estado muy enfermo.
-Sí. Mucho. Deseaba verte... para sanar.
-¿Creías que podía hacerlo?

-Nunca lo he dudado. Pero he tenido que curarme solo porque has estado ausente durante mucho tiempo. ¿Dónde has estado?
-En los confines de Israel: así he ocupado los días entre Pascua y Pentecostés.
-¿Muchos éxitos? He sabido lo de los leprosos de Hinnon y Siloán. Grandioso.
-¿Sólo eso?

-No, ciertamente. Pero eso se sabe por el sacerdote Juan. Quien no tiene prejuicios cree en ti y es feliz.
-¿Y quien no cree porque tiene prejuicios? ¿Qué es de él, sabio Simón?

El fariseo se turba un poco... vacila entre el deseo de no condenar a sus demasiados amigos que tienen prejuicios contra Jesús y el de merecer de verdad los elogios de Jesús. Vence éste último, y dice:
-Quien no quiere creer en ti a pesar de las pruebas que das está condenado.

-Yo no quisiera la condena de ninguno...
-Tú. Y, sin embargo, nosotros no correspondemos contigo con la misma medida de bondad que Tú tienes con nosotros. Son demasiados los que no te merecen... Jesús, quisiera invitarte mañana a mi casa...

-Mañana no puedo. Dejémoslo para dentro de dos días. ¿Aceptas?
-Siempre. Vendrán... amigos míos... tendrás que compadecerlos si...
-Sí, sí. Iré con Juan.
-¿Sólo él?
-Los otros tienen otros encargos. Mira, están volviendo de la campiña. Paz a ti, Simón.
-Dios esté contigo, Jesús.

El fariseo se marcha y Jesús se reúne con los apóstoles.
Vuelven a casa para la cena.

Mientras están a la mesa, comiendo el pescado asado, llegan unos ciegos que ya antes, en el camino, habían implorado el favor de Jesús. Repiten ahora su: « ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!».
A lo cual, en tono de reproche, contesta Simón-Pedro:
-¡Marchaos, hombre! Si os ha dicho que mañana, es mañana. Dejadlo comer.

-No, Simón. No los eches. Tanta constancia merece un premio.
Y a los ciegos:
-Entrad los dos.
Los ciegos entran tentando con el bastón el suelo y las paredes.
-¿Creéis que os puedo devolver la vista?
-¡Oh, sí, Señor! Hemos venido porque estamos seguros de ello.

Jesús se levanta de la mesa, se acerca a ellos, pone las yemas de sus dedos en los párpados ciegos, alza el rostro, ora y dice:

-Hágase con vosotros según la fe que tenéis.

Entonces quita las manos: en uno, los párpados que antes no tenían movimiento se mueven, porque la luz hiere de nuevo sus pupilas renacidas; al otro se le desellan los párpados, de forma que donde antes había una sutura natural, debida ciertamente a úlceras mal curadas, ahora se forma de nuevo el borde palpebral, sin defectos, y sube y baja con movimiento de ala. Los dos caen de rodillas.
-Levantaos. Marchaos. Cuidad de que ninguno sepa lo que he hecho con vosotros. Llevad a vuestras ciudades la nueva de la gracia recibida; a los familiares, a los amigos. Aquí ni es necesario ni es bueno para vuestra alma. Conservadla inmune de toda lesión a su fe, de la misma forma que ahora que sabéis lo que son los ojos los preservaréis de toda lesión para no quedaros ciegos de nuevo.

Termina la cena. Suben a la terraza, donde hay un poco de aire fresco. El lago es todo un cabrilleo bajo el cuarto de luna.

Jesús se sienta en el borde del antepecho y se abstrae contemplando este lago de plata en movimiento. Los demás hablan entre sí, aunque en voz baja, para no molestarlo.

Eso sí, lo miran como embelesados.

¡Claro! ¡Qué hermosura la suya! Tiene la cabeza levemente hacia atrás, apoyada sobre el áspero sarmiento de vid que desde ahí sube y se extiende por la terraza. Le aureola por entero una luna que ilumina su rostro, al mismo tiempo severo y sereno, permitiendo estudiarlo hasta sus mínimos detalles. Sus ojos, de forma alargada, de un azul que en la noche asemeja casi al color del ónix, parecen emanar olas de paz sobre todas las cosas. De vez en cuando se alzan hacia el cielo sereno, sembrado de astros; otras veces descienden para mirar a las colinas; o más aún para mirar al lago; más todavía, y entonces se quedan fijos en un punto indeterminado y parecen sonreír ante algo que sólo ellos ven.

Sus cabellos ondean leves con el viento ligero.

Está sentado al sesgo, con una pierna suspendida a poca distancia del suelo y la otra apoyada en la tierra; las manos relajadas sobre el regazo. Su indumento blanco parece acentuar su propio candor, haciéndose casi de plata por la luz lunar; sus largas manos, blanco marfil, parecen intensificar la propia tonalidad de marfil viejo y la propia belleza viril, a pesar de su forma ahusada. También la cara, con su frente alta y su nariz recta, con sus delicadas mejillas ovaladas, alargadas por la barba rubia-cobre, parece, bajo esta luz lunar, hacerse de color marfil viejo, perdiendo el tenue matiz róseo que de día se nota en los pómulos.

-¿Estás cansado, Maestro? -pregunta Pedro.
-No.
-Te veo pálido y pensativo...
-Estaba pensando, sí, pero no creo que esté más pálido de lo habitual. Venid aquí... La luz de la luna os pone a todos vosotros pálidos también. Mañana iréis a Corazín. Quizás encontréis a algunos discípulos. Habladles. Y tened en cuenta que mañana, a la caída de la tarde, tenéis que estar aquí. Predicaré junto al torrente.

-¡Qué bien! Se lo diremos a los de Corazín. Hoy, regresando aquí, nos hemos encontrado con Marta y Marcela. ¿Habían estado aquí -pregunta Andrés.
-Sí.
-En Magdala se hablaba mucho de María: que ya no sale de casa, ya no organiza fiestas. Nos hemos parado a descansar donde la mujer de la otra vez. Benjamín me ha dicho que cuando le vienen ganas de comportarse mal piensa en ti y...
-... Y en mí; puedes decirlo, Santiago -dice Judas Iscariote.

-No lo ha dicho.
-Lo ha dado a entender diciendo: "Yo no quiero ser guapo pero malo", y me ha mirado de través. No me puede soportar... -Antipatías sin peso, Judas. No pienses en ello-dice Jesús. -Sí, Maestro, pero es molesto que... -¿Está el Maestro? -grita una voz desde el camino. -Está. Pero, ¿qué queréis otra vez ahora? ¿No os basta todo el tiempo del día? ¿Es hora ésta de venir a importunar a unos pobres peregrinos? Volved mañana -ordena Pedro.

-Es que tenemos aquí con nosotros a un mudo endemoniado. Se nos ha escapado tres veces por el camino; si no, hubiéramos llegado antes. ¡Sed benévolos! Dentro de poco, cuando la Luna esté alta, dará fuertes gritos y atemorizará a todo el pueblo. ¿Veis como ya empieza a agitarse?

Jesús atraviesa toda la terraza y se asoma por el antepecho. Los apóstoles hacen lo mismo. Es un collar de cabezas inclinadas hacia una turba de gente, que a su vez la levantan hacia aquellos que la agachan. En medio, con movimientos y aullidos de oso o de lobo encadenado, hay un hombre bien atado por las muñecas para impedir que se escape. Aúlla revolviéndose con movimientos animalescos y como buscando en el suelo quién sabe qué. Cuando alza los ojos y se encuentra con la mirada de Jesús, emite un grito brutal, inarticulado, un verdadero aullido, y trata de huir. La multitud, casi toda Cafarnaúm, se aparta atemorizada.

-¡Ven, por caridad! ¡Le está volviendo a dar como antes...!
-Voy enseguida.
Y Jesús baja rápidamente y va de frente hacia el desdichado, que está más agitado que nunca.
-¡Sal de éste! ¡Lo quiero!
El aullido queda estrellado en una palabra:

-¡Paz! Sí, paz. Ten paz ahora que has sido liberado.
La muchedumbre grita maravillada al ver el inmediato paso de la furia a la quietud, de la posesión a la liberación, del mutismo a la posibilidad de hablar.
-¿Cómo habéis sabido que estaba aquí?

-En Nazaret nos dijeron: "Está en Cafarnaúm". En Cafarnaúm nos lo confirmaron dos hombres que decían que les habías curado los ojos, en esta casa.

-Es verdad. Es verdad. Nos lo han dicho también a nosotros... -gritan muchos. Y comentan: « ¡Jamás se han visto cosas semejantes en Israel!
Mas los fariseos de Cafarnaúm -entre los que no está Simón-, con risa sarcástica, dicen:

-Si no fuera con la ayuda de Belcebú no las haría.
-Ayuda o no ayuda, estoy curado, y los ciegos también.

Vosotros no lo podríais hacer a pesar de vuestras altas oraciones -replica el endemoniado mudo curado, y besa la túnica de Jesús, el cual no responde a los fariseos; se limita a despedir a la muchedumbre diciendo:

-La paz esté con vosotros.
Retiene al hombre curado y a los que lo acompañan, y les ofrece hospedaje en la habitación alta para que descansen hasta el alba.


   


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