Thursday April 25,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

270- Jesús recibe la noticia de que han matado
a Juan el Bautista


Jesús está curando a unos enfermos. Le asiste sólo Manahén. Están en la casa de Cafarnaúm, en el huerto umbrío en esta hora matutina. Manahén ya no lleva ni el precioso cinturón ni la lámina de oro en la frente: sujeta su túnica un cordón de lana; una cinta de te-la, la prenda que cubre su cabeza. Jesús tiene descubierta la cabeza, como siempre cuando está en casa.

Una vez que ha terminado de curar y de consolar a los enfermos, Jesús sube con Manahén a la habitación alta. Se sientan los dos en el alféizar de la ventana que mira al monte (porque la parte del lago cae toda bajo el sol, que todavía calienta bien, a pesar de que la canícula ha debido pasar ya hace algo de tiempo).

-Dentro de poco empezará la vendimia -dice Manahén.
-Sí. Y luego vendrán los Tabernáculos... y pronto llegará el invierno. ¿Cuándo piensas partir?

-¡Mmm!... No me iría nunca... Pero pienso en el Bautista. Herodes es una persona débil. Si se le sabe influir positivamente, aunque no se vuelva bueno, al menos... no se hace sanguinario. Pero son pocos los que le aconsejan bien. ¡Y esa mujer!... ¡Esa mujer!... De todas formas, quisiera quedarme hasta que vuelvan tus apóstoles. No es que yo presuma mucho de mí... pero todavía valgo algo... si bien mi auge ha sufrido un duro golpe desde que han comprendido que sigo los caminos del Bien. Pero no me importa. Quisiera tener la verdadera valentía de saber abandonar todo para seguirte completamente, como los discípulos a los que esperas. Pero, ¿algún día lo lograré? Nosotros que no somos del pueblo presentamos más dura resistencia a seguirte.

¿Por qué?
-Porque los tentáculos de las míseras riquezas os retienen.
-La verdad es que sé también de algunos que no son lo que se dice ricos, sino que son doctos, o están en camino de serlo, y tampoco vienen.

-También están retenidos por los tentáculos de las míseras riquezas. No se es rico sólo de dinero. Existe también la riqueza del saber. Pocos llegan a la confesión de Salomón:

"Vanidad de vanidades, todo es vanidad", considerada de nuevo y ampliada -no tanto materialmente cuanto en profundidad-en Qohélet. ¿Lo recuerdas? La ciencia humana es vanidad, porque aumentar sólo el humano saber "es afán y aflicción de espíritu, y quien multiplica la ciencia multiplica los afanes". En verdad te digo que es así. Como también digo que no sería así si la ciencia humana estuviera sostenida y refrenada por la sabiduría sobrenatural y el santo amor a Dios. El placer es vanidad, porque no dura; arde y rápido se desvanece dejando tras sí ceniza y vacío. Los bienes acumulados con distintas habilidades son vanidad para el hombre que muere, porque con los bienes no puede evitar la muerte, y los deja a otros.

La mujer, contemplada como hembra y como tal apetecida, es vanidad. De lo cual se concluye que lo único que no es vanidad es el santo temor de Dios y la obediencia a sus mandamientos, o sea, la sabiduría del hombre, que no es sólo carne sino que posee la segunda naturaleza: la espiritual. Quien así sabe concluir y querer, sabe liberarse de todo tentáculo de mísero tesoro y sabe ir libre al encuentro con el Sol.

-Quiero recordar estas palabras. ¡Cuánto me has dado en estos días! Ahora puedo ir a la suciedad de la Corte -que parece luminosa sólo a los necios, poderosa y libre; y no es sino miseria, cárcel y tinieblas-, e ir con un tesoro que me permitirá vivir mejor en espera de lo mejor. ¿Pero llegaré algún día a esta cosa mejor que es ser tuyo, totalmente?

-Llegarás.
-¿Cuándo? ¿El año que viene? ¿Más adelante todavía? ¿Cuándo la vejez me haga sabio?
-Llegarás... alcanzando madurez de espíritu y perfección de voluntad en el transcurso de pocas horas.

-Manahén lo mira pensativo y escrutador... Pero no pregunta nada más.

Un rato de silencio. Luego Jesús dice:
-¿Has tenido contacto alguna vez con Lázaro de Betania?
-No, Maestro. Puedo decir que no; que si hubo algún encuentro, no puede llamarse amistad. Ya sabes... Yo con Herodes, Herodes contra él... Por tanto...
-Lázaro ahora te vería por encima de las cosas, en Dios. Debes tratar de conocerlo como condiscípulo.
-Lo haré si Tú lo quieres...

Se oyen voces inquietas en el huerto. Preguntan con angustia:

-¡El Maestro! ¡El Maestro! ¿Está aquí?

Responde la voz cantarina de la dueña de la casa:
-Está en la habitación de arriba. ¿Quiénes sois?

¿Enfermos?
-No. Discípulos de Juan y queremos ver a Jesús de Nazaret.
Jesús se asoma por la ventana y dice:

-Paz a vosotros... ¡Oh! ¡Sois vosotros? ¡Venid! ¡Venid!
Son los tres pastores Juan, Matías y Simeón.

-¡Oh! ¡Maestro! -dicen, y levantan la cabeza y dejan ver un rostro apenado. Ni siquiera viendo a Jesús se sosiegan.

Jesús deja la habitación y va a su encuentro a la terraza. Manahén lo sigue. Se encuentran justamente en el punto en que la escalera termina en la soleada terraza.

Los tres se arrodillan y besan el suelo. Luego Juan, por todos, dice:

-Ahora recíbenos, Señor, pues somos tu herencia -y unas lágrimas se deslizan por la cara del discípulo y de sus compañeros.

Jesús y Manahén, al unísono, gritan:

-¿Juan?!

-Le han dado muerte...

La palabra cae cual enorme fragor que cubre todos los ruidos del mundo, a pesar de que haya sido pronunciada muy bajo. Petrifica a quien la dice y a quien la oye. Y se produce un rato de silencio tan profundo y de tan profunda inmovilidad en los animales, frondas y aire, que parece como si la tierra, para recoger esta palabra y sentir todo su horror, suspendiera todo ruido propio. Queda suspendido el zureo de las palomas, truncada la flauta de un mirlo, enmudecido el coro de los pardales, y, como si de golpe se le hubiera roto el artilugio, una cigarra detiene su chirrido al improviso, mientras se para el viento que, haciendo frufrú de seda y crujido de palos, acariciaba las pámpanas y las hojas.


Jesús se pone pálido como el marfil mientras sus ojos se dilatan y se vidrian de llanto. Abre los brazos y, con voz profunda por el esfuerzo de hacerla firme, dice:

-Paz al mártir de la justicia, paz a mi Precursor.

Luego recoge sus brazos y su espíritu y, claramente, ora, entrando en contacto con el Espíritu de Dios y el de Juan Bautista.

Manahén no se atreve a hacer ni un gesto. A1 contrario de Jesús, se ha puesto intensamente rojo y ha sentido un impulso de ira. Luego se ha quedado paralizado; toda su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha, que zalea el cordón de la túnica, y de la izquierda, que involuntariamente busca el puñal... y mueve la cabeza compadeciéndose de su fragilidad de mente, pues no se acordaba de que se había desarmado para ser «el discípulo del Manso», para estar «junto al Manso».

Jesús abre de nuevo su boca y sus ojos. Su rostro, su mirada, su voz han recuperado la majestad divina que habitualmente tienen en Él. Sólo queda una tristeza grave temperada de paz.

-Venid. Decidme cómo ha sucedido. Desde hoy sois míos.
Y los conduce a la habitación. Cierra la puerta, corre las cortinas -no del todo-para suavizar la luz, para crear un ambiente de recogimiento en torno al dolor y la belleza de la muerte del Bautista, para separar esta perfección de vida y el mundo corrompido.

-Hablad -ordena.

Manahén todavía parece petrificado. Está con el grupo, pero no dice una palabra.

Era la noche de la fiesta... No se podía prever esto... Sólo dos horas antes, Herodes había solicitado consejo de Juan, y se había despedido de él con benignidad... Y poco, poco antes de que se produjera... el homicidio, el martirio, el delito, la glorificación, había mandado a un siervo con frutas gélidas y vinos raros para el prisionero.

Juan nos había distribuido esas cosas... Nunca mudó su austeridad... Estábamos sólo nosotros, porque por mérito de Manahén estábamos en el palacio como siervos en las cocinas y en las caballerizas. Esta concesión nos permitía ver siempre a nuestro Juan... Estábamos en las cocinas yo y Juan. Simeón no; él vigilaba a los caballerizos para que tratasen con cuidado las caballerías de los invitados...

El palacio estaba lleno de gente importante, jefes militares, personalidades de Galilea. Herodías se había encerrado en sus habitaciones tras una escena violenta que se había producido por la mañana entre ella y Herodes...
Manahén interrumpe:

-¡Pero cuándo había llegado la hiena?
-Dos días antes. No la esperaban... Dijo al monarca que no podía vivir lejos de él y estar ausente el día de su fiesta. Víbora y maga como siempre, había hecho de él un juguete... Pero Herodes, por la mañana de este día, se había negado -a pesar de que ya estuviera embriagado de vino y lujuria-a concederle a la mujer lo que con fuertes gritos pedía.., ¡Y nadie pensaba que se tratase de la vida de Juan!...

Estaba en sus habitaciones, desdeñosa. Había rechazado los alimentos reales, enviados por Herodes en preciosas fuentes. Sólo había aceptado una fuente preciosa colmada de fruta y había recompensado el presente con un ánfora de vino drogado para Herodes... Drogado...

¡Ah, era suficiente su naturaleza ebria y viciosa para alucinarlo para el delito! Por los que servían a las mesas, supimos que después de la danza de las mujeres mimos de la Corte, es más, a la mitad de la danza, había irrumpido en la sala del banquete Salomé, bailando. Los mimos, ante la joven real, se habían retirado hacia las paredes. La danza era perfecta, nos han dicho. Lúbrica y perfecta. Digna de los invitados... Herodes... ¡Oh!, ¡quizás fermentaba dentro de él un nuevo deseo de incesto!...

Herodes, al final de este baile, entusiasta, dijo a Salomé: "¡Has bailado bien! Juro que mereces un premio. Juro que te lo daré. Juro que te daré cualquier cosa que me pidas. Lo juro en presencia de todos. Y la palabra de un rey es fiel incluso sin juramento. Di, pues, qué quieres". Y Salomé, fingiendo perplejidad, inocencia y modestia, recogiéndose en sus velos con gesto púdico después de tanta desvergüenza, dijo:

"Permíteme, gran señor, que reflexione un momento.
Me retiro y luego vuelvo, porque tu gracia me ha turbado"... y se retiró para ir donde su madre. Selma me ha dicho que entró riendo, diciendo: "¡Madre, has vencido! Dame la bandeja". Y Herodías, con un grito de triunfo, ordenó a la esclava que diera a la joven la bandeja no devuelta antes, y dijo:

"Ve. Vuelve con la odiada cabeza, y te vestiré de perlas y oro". Selma, horrorizada, obedeció... Salomé volvió a entrar en la sala bailando, y, bailando, fue a postrarse a los pies del rey, y dijo: "En esta bandeja que has mandado a mi madre, en señal de que la amas y de que me amas, quiero la cabeza de Juan. Y luego seguiré bailando, si tanto te gusto. Bailaré la danza de la victoria. ¡Porque he vencido!

¡Te he vencido a ti, oh rey! ¡He vencido a la vida, y soy feliz!". Esto es lo que dijo. A nosotros nos lo repitió un amigo copero. Herodes se turbó ante estas dos solicitaciones: ser fiel a la palabra, ser justo. Pero no supo ser justo porque es hombre injusto. Hizo una señal al verdugo que estaba detrás del asiento real, y éste, habiendo cogido de las manos alzadas de Salomé la bandeja, salió de la sala del banquete para ir a las habitaciones bajas. Yo y Juan lo vimos atravesar el patio... Luego oímos el grito de Simeón: "¡Asesinos!"... y lo vimos que volvía a pasar con la cabeza sobre la bandeja... Juan, tu Precursor, había muerto...

-Simeón, ¿puedes decirme como ha muerto? -pregunta Jesús, pasado un momento.
-Sí. Estaba en oración... Me había dicho antes: "Dentro de poco volverán los dos que envié, y quien aún no cree creerá. De todas formas, recuerda que, si a su regreso ya no viviera, yo, como quien está cercano a la muerte, todavía te digo, para que tú por tu parte se lo digas a ellos: Jesús de Nazaret es el verdadero Mesías".

Pensaba siempre en ti... Entró el verdugo. Yo grité fuerte. Juan alzó la cabeza y lo vio. Se puso en pie.

Dijo: "Sólo puedes quitarme la vida. Pero la verdad que permanece es que no es lícito hacer el mal". Estaba para decirme algo cuando el verdugo volteó la pesada espada, mientras Juan estaba todavía de pie, y la cabeza cayó del busto, con un gran flujo de sangre que puso roja la piel caprina, de cera el rostro enjuto en que quedaron vivos, abiertos, acusadores, los ojos. Rodó a mis pies... Yo caí junto con su cuerpo, vencido por el dolor...

Después... después... La cabeza, después de lacerarla Herodías, fue arrojada a los perros. Pero nosotros la recogimos diligentemente y la envolvimos junto con el tronco en un precioso lienzo; durante la noche recompusimos el cuerpo y lo transportamos fuera de Maqueronte. Lo embalsamamos en una espesura de acacias allí cerca con los primeros rayos del Sol y la ayuda de otros discípulos... Pero de nuevo nos la arrebataron para nuevas laceraciones. Porque ella no puede ni destruirlo ni perdonarlo... Y sus esclavos, temiendo la muerte, nos quitaron esa cabeza con ferocidad mayor que la de los chacales. ¡Si hubieras estado tú, Manahén!...

-Si hubiera estado yo... Pero esa cabeza es su maldición... Aunque el cuerpo esté incompleto, nada se resta a la gloria del Precursor. ¿No es verdad, Maestro?
-Es verdad. Aunque los perros lo hubieran destruido, su gloria no habría sufrido mutación.
-Tampoco ha cambiado su palabra, Maestro. Sus ojos, a pesar de haber quedado lacerados bajo una gran herida, todavía dicen: "No te es lícito". ¡Pero nosotros lo hemos perdido! -dice Matías.

-Y ahora somos tuyos, porque así lo dijo él; y dijo también que Tú ya lo sabías.
-Sí, desde hace meses sois míos. ¿Cómo habéis venido?
-A pie, por etapas. Largo, penoso camino entre quemazón de arenas y sol, y aún más quemazón de dolor. Hace casi veinte días que caminamos...

-Ahora descansaréis.
Manahén pregunta:
-Decid: ¿Herodes no se extrañó de mi ausencia?
-Sí. Primero estuvo inquieto, luego se puso furioso; pero, pasado el furor, dijo: "Un juez menos". Así nos refirió el amigo copero.

Jesús dice:
-¡Un juez menos! Tiene a Dios por juez, que ya es suficiente. Venid a donde dormimos. Estáis cansados y llenos de polvo del camino. Encontraréis vestidos y sandalias de vuestros compañeros. Tomadlos. Descansad y reponed fuerzas. Lo que es de uno es de todos. Tú, Matías, que eres alto, puedes coger una túnica mía. Luego ya veremos. Esta noche, dado que es la vigilia del sábado, vienen mis apóstoles. La próxima semana vendrá Isaac con los discípulos, luego Benjamín y Daniel; después de los Tabernáculos, vendrán también Elías, José y Leví. Es tiempo de que a los doce se unan otros. Id ahora a descansar.

Manahén los acompaña y luego vuelve. Jesús se queda solo con Manahén. Se sienta, pensativo, visiblemente triste, con la cabeza reclinada sobre la mano y el codo apoyado en la rodilla como soporte. Manahén está sentado junto a la mesa. No se mueve. Pero está taciturno. Su rostro es toda una borrasca.

Después de mucho, Jesús alza la cabeza, lo mira y pregunta:
-¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora?

-Todavía no lo sé... La idea de quedarme en Maqueronte ya no existe. Pero quisiera quedarme todavía en la Corte, para estar al corriente... para protegerte a ti estando al corriente de las cosas.

-Sería mejor para ti seguirme sin dilación. Pero no te fuerzo. Vendrás una vez que el viejo Manahén, molécula por molécula, haya quedado deshecho.

-También quisiera arrebatarle esa cabeza a esa mujer. No es digna de tenerla...

Jesús expresa un leve gesto de sonrisa, y, con franqueza, dice:

-Además no has muerto todavía a las riquezas humanas. Pero te quiero lo mismo. Sé que no te perderé aunque espere. Sé esperar...
-Maestro, quisiera darte mi generosidad para consolarte... Porque sufres. Lo veo.

-Es verdad. Sufro.¡ Mucho! ¡Mucho!...
-¿Sólo por Juan? No creo. Sabes que está en paz.
-Sé que está en paz, y no lo siento lejano.
-¿Y entonces?

-¡Y entonces!... Manahén, ¿a qué precede el alba?
-Al día, Maestro. ¿Por qué lo preguntas?

-Porque la muerte de Juan precede al día en que seré el Redentor. Y la parte humana de mí se estremece frente a esta idea... Manahén, voy al monte. Tú quédate aquí para recibir a los que vengan y socorrer a los que ya han llegado. Quédate aquí hasta que vuelva. Luego... harás lo que quieras. Adiós.

Y Jesús sale de la habitación. Baja despacio la escalera, atraviesa el huerto y, por la parte posterior del huerto, se introduce por un senderillo entre huertos desarreglados y matas de olivos, manzanos, vides e higueras. Toma la pendiente de un suave collado donde desaparece a mi vista.

   


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