Thursday April 25,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

214- La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot


Jesús ya va a sentarse a la mesa en la bonita casa de Judas, junto con todos los suyos, y dice a la madre, que ha venido de la casa que tiene en el campo para recibir dignamente al Maestro:

-No, madre, tú también debes estar con nosotros. Aquí somos como una familia. No es un banquete frío y medido, de invitados ocasionales. Yo te he despojado de un hijo y quiero que me tomes como a un hijo, de la misma forma que Yo te tomo como a una madre, porque verdaderamente lo mereces. ¿Verdad, amigos, que así nos sentiremos más contentos y más a nuestras anchas?

Los apóstoles y las dos Marías asienten con vivacidad. Y así, la madre de Judas, no sin un intenso titileo en sus pupilas, debe sentarse entre su hijo y el Maestro, que tiene enfrente a las dos Marías y a Marziam entre ellas.

La criada trae las viandas. Jesús hace la ofrenda y bendición de los alimentos y luego los distribuye, porque en esto la madre de Judas se muestra inflexible. Jesús distribuye comenzando siempre por ella, cosa que conmueve cada vez más a la mujer y enorgullece a Judas, aunque al mismo tiempo lo pone pensativo.

La conversación versa sobre distintos temas. Jesús trata de que se interese la madre de Judas y de que adquiera familiaridad con las dos discípulas. En este sentido Marziam juega un papel importante al declarar que ya quiere mucho a la madre de Judas «porque se llama María como todas las mujeres que son buenas».

-¡Y no vas a querer a la que nos espera a orillas del lago, malandrín? -pregunta Pedro semiserio.
-¡Mucho, si es buena!

-Puedes estar seguro de ello. Todos lo dicen. Yo también debo decirlo, que si siempre ha sido dócil con su madre y conmigo es verdaderamente señal de que es buena. Pero no se llama María, hijo. Tiene un nombre extravagante. Su padre le puso el nombre de lo que le había procurado la riqueza. Quiso llamarla Porfiria. La púrpura es bella y valiosa, mi mujer no es guapa, pero sí valiosa, por su bondad. Me enamoré de ella porque era serena, casta, silenciosa: ¡tres virtudes que no son fáciles de encontrar, eh! Desde cuando era niña me fijé en ella.

Bajaba a Cafarnaúm con el pescado y la veía atareada con las redes, o en la fuente, o trabajando silenciosa en el huerto de su casa; no era ni la distraída mariposa que revolotea acá o allá, ni la galliníta incauta que mira de reojo a cada quiquíriquí de gallo. No levantaba nunca la cabeza, aun cuando sentía voces de hombre. Cuando yo, enamorado de su bondad y de sus espléndidas trenzas -las únicas bellezas que tenía -, y... compadecido de su esclavitud en la familia, le dirigí mis primeros saludos -tenía ella entonces dieciséis años -, a duras penas me respondió, se cubrió todavía más con su velo y se retiró más a su casa. ¡Huy, lo que me costó saber si no le parecía un ogro, y aviar el matrimonio!... Pero no me arrepiento de ello, porque, aunque hubiera dado la vuelta al mundo, no habría encontrado otra como ella. ¿Verdad, Maestro, que es buena?

-Mucho. Estoy seguro de que Marziam la querrá aunque no se llame María. ¿Verdad, Marziam?

-Sí; se llama "mamá", y las mamás son buenas y se las quiere.

Luego Judas habla de lo que ha hecho durante el día. Por lo que dice, comprendo que ha ido él a avisar a su madre de que venían, y que luego, con Andrés como compañero, ha empezado a hablar por el agro de Keriot. Dice luego:

-De todas formas, mañana quisiera que vinierais todos. No quiero destacar solo. Iremos, en la medida de lo posible, un judío y un galileo. Yo con Juan, por ejemplo, y Simón con Tomás. ¡Si viniera el otro Simón!... En vuestro caso -señala a los dos de Alfeo -podéis ir vosotros dos. A todos, incluso a quien no le interesaba saberlo, les he dicho que sois los hermanos del Maestro. También vosotros -señala a Felipe y a Bartolomé -podéis ir juntos. He dicho que Natanael es un rabí que acompaña al Maestro; esto impresiona. Y... quedáis vosotros tres. De todas formas, en cuanto llegue el Zelote se podrá formar otra pareja. Y después nos alternaremos porque quiero que os conozcan a todos...

Judas está lleno de vivacidad.

-He hablado del decálogo, Maestro, tratando de ilustrar especialmente aquellos puntos en que sé que en esta zona
se cometen más faltas...

-No tengas mano dura, Judas, por favor. No olvides que consigue más la dulzura que la intransigencia, y que tú también eres hombre; por tanto, examínate y reflexiona en lo fácil que te es también a ti caer, y en cómo te irritas si te reprenden demasiado abiertamente -dice Jesús, mientras la madre de Judas se sonroja y baja la cabeza.

-No temas, Maestro, que yo me esfuerzo por imitarte en todo. Mira, en el pueblo que se ve por aquella puerta -están comiendo con puertas abiertas y se ve un bonito horizonte desde esta habitación elevada -hay un enfermo deseoso de ser curado; pero no se le puede transportar.

¿Podrías venir conmigo?
-Mañana, Judas. Mañana por la mañana sin falta. Y, si hay otros enfermos, decídmelo, o traédmelos.

-¿Estás decidido a favorecer a mi tierra, Maestro?
Sí. Para que no se diga que fui injusto con quienes no me hicieron el mal. Si hago el bien incluso a los malos, ¿por qué no debería hacérselo a las personas buenas de Keriot? Quiero dejar de mí un recuerdo indeleble...

-¡Cómo! ¿No vamos a volver aquí?

-Volveremos, pero...
-¡Ahí viene la Madre, la Madre con Simón! -grita jubiloso el niño al ver a María y a Simón, que están subiendo la escalera que conduce a la terraza en que está la sala.
Todos se ponen en pie y van a recibir a los dos. Rumor de exclamaciones, saludos, roce de sillas... Nada distrae a María de saludar primero a Jesús y luego a la madre de Judas. Ésta se postra con gran veneración, pero María la levanta y la abraza como si fuera una querida amiga a la que hubiera vuelto a ver después de una ausencia.

Entran de nuevo en la sala y María de Judas ordena a la criada otras viandas para los nuevos llegados.
-Mira, Hijo, éste es el saludo de Elisa -dice María, dándole un pequeño rollo.

Jesús lo abre, lo lee y dice:
-Lo sabía; estaba seguro Gracias, Mamá, por mí y por Elisa. ¡Eres verdaderamente la salud de los enfermos!

-¡Yo! Tú, Hijo, no yo.
-Tú; y eres mi mejor ayuda. Luego se vuelve a los apóstoles y a las discípulas y dice:

-Elisa escribe: "Vuelve, mi Paz. No sólo te quiero amar, quiero también servirte". Así hemos liberado de la angustia, de la melancolía, a una criatura, y hemos ganado a una discípula. Sí, volveremos.

-Quiere conocer también a las discípulas. Se recupera lentamente, pero con continuidad. ¡Pobrecilla! Todavía sufre momentos de espantoso desconcierto. ¿Verdad, Simón? Un día quiso probar a salir conmigo... pero vio a un amigo de su Daniel... ¡Cuánto nos costó calmar su llanto! ¡Menos mal que Simón vale mucho! Me sugirió -dado que manifiesta el deseo de volver a convivir normalmente con la gente y que el ambiente de Betsur está demasiado lleno de recuerdos para ella -, me sugirió llamar a Juana. Fue él a llamarla. Había vuelto, después de las fiestas, a sus espléndidos cultivos de rosales de Judea, a Béter. Dice Simón que, atravesando esas colinas llenas de rosas, le parecía soñar. Dice que creía estar en el Paraíso. Vino sin demora. ¡Juana puede comprender a una madre que llora a sus hijos, y compadecerse de ella! Elisa le ha cogido mucho afecto y yo he venido. Juana la quiere convencer de que salga de Betsur y vaya a su castillo. Lo logrará porque es dulce como una paloma; pero también, cuando quiere una cosa, sólida como un bloque de granito.

-Iremos a Betsur al regreso y luego nos separaremos.

Vosotras, discípulas, os quedaréis con Elisa y Juana durante un tiempo. Nosotros iremos por Judea. Nos veremos de nuevo en Jerusalén para Pentecostés...

María santísima y María, madre de Judas, están juntas; no en casa de la ciudad sino en la del campo. Están solas.

Los apóstoles, con Jesús, han salido. Las discípulas y el niño, están en el magnífico huerto; se oyen sus voces, y los golpes de la ropa contra los lavaderos (quizás están haciendo la colada mientras el niño juega).

La madre de Judas, sentada, en la penumbra de una habitación, al lado de María, habla; le dice a María:
-Estos días de paz los recordaré como un dulce sueño. ¡Demasiados cortos! ¡Demasiados! Comprendo que no se debe ser egoísta y que es justo que vayáis a ver a esa pobre mujer y a otros muchos infelices. ¡Si pudiera... detener el tiempo, o ir con vosotros!... Pero, no puedo. Aparte de mi hijo no tengo otros parientes y debo cuidar de los bienes de la casa...

-Comprendo... Te duele separarte de tu hijo. Nosotras las madres quisiéramos estar siempre con nuestros hijos. De todas formas, los damos por una buena razón, y no los perdemos. Ni siquiera la muerte nos los arrebata, si están en gracia, y también nosotras, ante los ojos de Dios. Además, los tenemos todavía en este mundo y podemos llegarnos a ellos, a pesar de que la voluntad de Dios los arranque de nuestro pecho para entregarlos por el bien del mundo; y... el eco de sus obras nos hace como una caricia en el corazón, porque sus obras son el perfume de su alma.

-¿Qué es tu Hijo para ti, Mujer? -pregunta tímidamente
María de Judas.

María santísima responde seguramente:

-Es mi gozo.

-¡Tu gozo!-y la Madre de Judas rompe a llorar, replegándose sobre sí misma como para esconder el llanto; de tanto como se pliega toca casi con la frente en las rodillas.

-¿Por qué lloras, mi pobre amiga? ¿Por qué? Dímelo. Yo me siento dichosa de mi maternidad, pero sé también comprender a las madres no felices...

-Exacto, no felices. Yo soy una de ellas. Tu Hijo es tu gozo, el mío es mi dolor; al menos lo ha sido. Ahora, desde que está con tu Hijo, me causa menos dolor. Entre todos los que oran por tu santo Hijo, por su bien y su victoria, no hay nadie, después de ti, bendita mujer que ore cuanto esta infeliz que te habla...

Dime la verdad:
¿qué piensas de mi hijo? Las dos somos madres, estamos cara a cara, en medio está Dios, estamos hablando de nuestros hijos. Para ti siempre será fácil hablar del tuyo. Yo... debo hacerme violencia para hablar del mío y hablar de él me puede acarrear mucho bien, o mucho dolor; no obstante, aunque fuera dolor, sería en todo caso un alivio el haber hablado... Esa mujer de Betsur -¿no es verdad? -casi enloqueció por la muerte de sus hijos. Pues bien, yo te juro que algunas veces cuando miro a mi Judas, guapo, sano, inteligente, pero no bueno, no virtuoso, no recto de corazón, no sano de sentimientos, he pensado, y pienso, que preferiría llorarlo por muerto antes que... que verlo muy enemistado con Dios. Dime, ¿qué piensas de mi hijo? Sé franca. Hace más de un año que esta pregunta me quema las entrañas. Pero, ¿a quién puedo dirigirme? ¿A los vecinos de Keriot?: no sabían todavía de la presencia del Mesías entre nosotros y que Judas quería ir con Él. Yo sí lo sabía porque me lo había dicho en el viaje de regreso de la Pascua: exaltado, violento, como siempre que le viene un capricho, y como siempre, sin interés alguno por los consejos de su madre. ¿A sus amigos de Jerusalén?: una santa prudencia y una pía esperanza me lo impedían; no quería decirles a ésos -que no puedo estimar porque son todo menos santos -que Judas seguía al Mesías. Así las cosas, tenía la esperanza de que ese capricho cayera, como tantos otros, como todos, procurando quizás lágrimas y desconsuelo, como por más de una muchacha, de aquí y de otros lugares: las enamoró y jamás tomó por esposa a ninguna de ellas. Fíjate, hay sitios a donde no va nunca, porque se podría encontrar con un justo castigo. También lo de pertenecer al Templo fue un capricho. Nunca sabe lo que quiere. Con su padre -Dios lo perdone -se malogró; mi opinión no ha contado nunca nada para los dos hombres de mi casa.

Me ha tocado siempre llorar y reparar, nada más, con todo tipo de humillaciones... Cuando murió Yoana -yo sé, aunque ninguno lo dijera, que murió de dolor cuando, después de haber esperado durante toda su juventud, Judas declaró que no quería casarse, mientras que por otra parte se sabía que había mandado a unos amigos suyos a Jerusalén para hablar con una mujer rica, propietaria de una red comercial hasta Chipre, para interesarse por su hija -a mí me tocó llorar mucho, mucho, por las acusaciones de la madre de la muchacha muerta, como si hubiera sido cómplice de mi hijo. No, no lo soy. Que yo para él no valgo nada.

El año pasado, cuando estuvo aquí el Maestro, me di cuenta de que Él comprendía. Estuve por hablarle, pero... es muy doloroso para una madre tener que

decir: “¡Atento a mi hijo, , que es ambicioso, duro de corazón, vicioso, soberbio, voluble". Mi hijo es esto. Yo... yo oro porque tu Hijo, que tantos milagros hace, haga un milagro con mi Judas. Pero... dime: ¿qué piensas de él?

María, que hasta ahora había permanecido en silencio y con expresión de dolor compasivo ante este lamento materno, cuyo fundamento su recto corazón no puede desmentir, dice dulcemente:

-¡Pobre madre!... ¿Que qué pienso? Sí, tu hijo no es esa alma cristalina que es Juan, ni el manso Andrés, ni el fuerte Mateo, que ha querido cambiar y ha cambiado. Es... voluble, sí, eso. Pero... tú y yo oraremos mucho por él. No llores. Quizás en tu amor de madre, que querría poder gloriarse de su hijo, lo ves más deforme de lo que en realidad sea...

-¡No! ¡No! Veo las cosas como son en realidad y tengo mucho miedo.

La habitación se llena del sollozo de la madre de Judas; en la penumbra, albea el rostro de la Madre del Señor, que se muestra más pálido después de esta confesión materna que agudiza todas sus sospechas.
Pero María se domina. Arrima hacia sí a esta madre desdichada, y la acaricia, mientras ella, ya sin reserva alguna, narra confusamente, jadeando, todos los despechos, exigencias y violencias de Judas, y termina:

-Me pongo colorada por él cuando veo los actos de amor de que me hace objeto tu Hijo. No se lo he preguntado, pero estoy segura de que, aparte de por su bondad, lo hace para decirle a Judas a través de esos gestos: "Ten presente que así se debe tratar a la propia madre". Ahora, ahora parece completamente tranquilo... ¡Ah, si fuera verdad! ¡Ayúdame, ayúdame con tu oración, tú que eres santa, para que mi hijo no sea indigno del gran don que Dios le ha concedido! Si no me quiere amar a mí, si no sabe tener gratitud conmigo, que le he dado a luz y lo he criado, no me importa; pero que sepa amar, realmente, a Jesús, que sepa servirle con fidelidad y gratitud. Y, si no, si no... que Dios le quite la vida. Prefiero tenerlo en el sepulcro...

Al fin lo tendría, porque, en realidad, desde que llegó al uso de razón bien poco fue mío. Lo prefiero muerto, antes que un mal apóstol. ¿Puedo orar así? ¿Tú qué piensas?
-Pide al Señor que se haga lo mejor. No llores más. He visto a meretrices y a gentiles, a publicanos y pecadores, a los pies de mi Hijo, todos ellos transformados en corderos por su Gracia. Ten esperanza, María, ten esperanza. ¿No sabes que las penas de las madres salvan a los hijos?...

Y con esta compasiva pregunta cesa todo.


   


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